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lunes, 13 de enero de 2014

Proyecto Cisterna

He estado estos últimos días alejado de este blog, y os merecéis una explicación. Aparte de las clásicas fiestas de inicio de año (Nochevieja, Reyes,...), he tenido que afrontar mi personal Proyecto Cisterna en casa.
Así quedó el interior de la cisterna, tras instalar los
nuevos mecanismos.
(JMBigas, Enero 2014)

El primer síntoma que detecté de un posible problema fue la pérdida de un hilillo de agua en la taza de váter del aseo. El tema parecía menor, y además me pareció que la pérdida no era constante, sino sólo ocasional.

Pero la alarma llegó en forma de factura del agua. Un incremento del orden de un 40% del consumo en metros cúbicos respecto a la factura anterior encendió todas las luces rojas. Hay que pensar que si uno se remansa algo más de lo razonable bajo la ducha, a lo mejor consume veinte litros más de lo necesario. Si eso lo repite todos los días de un mes, a lo mejor el consumo de agua habrá aumentado en medio metro cúbico. Pero si la taza de un WC tiene una pérdida de agua constante, eso se produce durante las 24 horas del día y los 30 días del mes. Y puede resultar en varios metros cúbicos de agua consumida (y desperdiciada) que quedarán fielmente reflejados en la siguiente facturación.
La base de la taza, tras desmontar la cisterna.
(JMBigas, Enero 2014)

Decidí tomar la iniciativa. Hace un par de años tuve un problema parecido con el otro baño. Tras descubrir que en el mundo del saneamiento y la fontanería los estándares son relativos, decidí llamar a un fontanero. Inocentemente, yo había comprado un descargador en una de las grandes superficies dedicadas a los manitas. El dispositivo fue inmediatamente descartado por el profesional. No era compatible, y mi taza era de una marca (Jacob Delafon) que requería un tipo específico de descargador, y el fontanero me dijo que ya no se fabrica, y no sé si todavía podré encontrar uno (sin duda se estaba preparando un sobrecoste en la factura; bueno, factura...). Finalmente parece que lo consiguió y vino un día a instalarlo. Tras la intervención, de vez en cuando todavía me parece que hay alguna pérdida de agua (igual deberé lanzar en breve el Proyecto Cisterna II...). Lo que tengo claro es que las instalaciones realizadas por profesionales no garantizan de ningún modo la ausencia de chapuzas, apaños o ñapas. Sólo que son desconocidas por el cliente.
Los diversos elementos antiguos ya desmontados
de la cisterna.
(JMBigas, Enero 2014)

Esta vez me decidí a dedicarme personalmente a la resolución del problema: primero entenderlo, y luego poner los medios para resolverlo por mí mismo. Por cierto, como parte de la decoración del despacho tenía un precioso descargador nuevo, que resultó (aparentemente) inútil en su momento.

Primero retiré la tapa de la cisterna, para estudiar su comportamiento durante algunos días. Cuando un lego se asoma al interior de una cisterna es como asomarse a los nueve círculos del Infierno del Dante. Al principio, no comprendes nada; luego, la lógica se va imponiendo.

No acabé de entender por donde se escurría el agua, pero el grifo de alimentación presentaba unos borbotones muy sospechosos, y el ciclo de llenado resultaba muy irregular, incluso incompleto en algunas ocasiones.

Como primera medida, cerré la llave de paso del agua, situada junto a la taza. Sólo la abría cuando quería utilizarla, y eso bajo una estricta vigilancia, cerrándola después.

Decidí que lo mejor que podía hacer era sustituir los dos mecanismos internos que hay dentro de una cisterna: el grifo de alimentación y el descargador. Los dos me parecieron muy envejecidos, incluso con un diseño ya nada actual. El descargador sólo soportaba una descarga total, impidiendo las medidas que ya son habituales para conseguir un cierto ahorro de agua, cuando la utilización de la taza es para aguas menores, practicando descargas parciales.
La cisterna, en la mesa de trabajo. Se aprecia la placa
metálica y, al fondo, la llave de plástico.
(JMBigas, Enero 2014)

Vacié la cisterna de agua y desmonté los dos mecanismos. El grifo de alimentación no tiene demasiada complejidad, ya que su única interfase con el exterior es un tubo roscado de medida estándar de 3/8 de pulgada (para la conexión a la llave de alimentación mediante un latiguillo o corta tubería flexible, a fin de adaptarse a la configuración de cada caso). La única precaución es asegurarse de si la alimentación es lateral (por un agujero a la derecha o la izquierda de la parte alta de la cisterna), que es mi caso, o bien por el fondo de la misma. Detalles, en cualquier caso, bastante evidentes.Y, por supuesto, que, por su tamaño, quepa en el interior de la cisterna.

Pero el tema del descargador es bastante más espinoso. La base del mismo está fijada a la cisterna. El cuerpo del descargador normalmente se fija a la base mediante un encaje que requiere sólo un leve giro del cuerpo. El problema es si el nuevo descargador no es compatible con el cuerpo del anterior. Entonces no es posible ese encaje, y no queda más remedio que desmontar la cisterna, y cambiar ese cuerpo por el del nuevo descargador.

Para intentar evitar una intervención mayor, me descargué un voluminoso documento con el catálogo de recambios del fabricante de mi taza (Jacob Delafon). Más o menos identifiqué el modelo de mi casa, pero el descargador original constaba como claramente discontinuado y, por lo tanto, no disponible. Para el recambio propuesto como sustitución, quedaba claro que debía desmontarse la cisterna, es decir, cambiar la base del descargador.
La base de la taza, tras asearla un poco.
(JMBigas, Enero 2014)

Ante ese hecho, pensé que el descargador decorativo que ya tenía en casa sin duda era válido, pero que debería desmontar la cisterna, para sustituir la base. Vi que entre los accesorios incluidos tenía todos los elementos que pudiera necesitar (junta de goma taza-cisterna, tornillos, arandelas, tuercas, para la fijación de la cisterna a la base). Compré un grifo de alimentación lateral en un comercio del ramo, y abordé la realización del proyecto este domingo.

Vi que bajo la parte trasera de la taza sobresalían dos tornillos con sendas palomillas, que se utilizan para la fijación de la cisterna sobre la taza. Pero la cabeza de los tornillos no se veía en el interior de la taza, por lo que, sin duda, iba a encontrarme algún ingenioso dispositivo para evitar más taladros en la porcelana.

Salvo el contorsionismo habitual para acceder a las dos palomillas en el reducidísimo espacio de un aseo, el desmontaje no presentó problemas. Retiradas las dos palomillas con sus correspondientes arandelas de ajuste, bastó levantar la cisterna a pulso, venciendo la leve resistencia de una junta de goma prácticamente desestructurada tras quince años de estar presionada entre las dos piezas (taza y cisterna).

Llevé la cisterna a una mesa de trabajo más cómoda, que había protegido previamente con unas hojas de periódico (siempre quedan restos de agua en una caja que ha estado inundada durante quince años). Allí descubrí el mágico dispositivo de fijación: la base del descargador aprisionaba una placa metálica de unos pocos milímetros de grosor, en la que estaban incrustados los dos tornillos para la fijación taza-cisterna. No tenía más remedio que reutilizar ese mecanismo, so pena de cambiar la cisterna entera.

Para el desmontaje de la base del descargador antiguo pude utilizar una pieza de plástico que actuaba de llave, suministrada con el nuevo. En eso sí hubo un cierto estándar. Retirar la base me costó algunos golpes de martillo (prudentes, que la porcelana es frágil) para desincrustarla del fondo.

Así, conseguí tener la cisterna limpia, sin nada más que porcelana. Por cierto, aproveché para limpiar un poco su interior, así como la base de la taza. Bastó utilizar un paño impregnado con un buen producto limpiador.
La parte inferior de la cisterna, tras montar y fijar la base del
nuevo descargador. Se aprecia el pequeño grosor
extra de la junta, por la presencia intermedia de la
placa metálica.
(JMBigas, Enero 2014)

El montaje de la base del nuevo descargador no presentó prácticamente problema alguno: pasarlo por el agujero del fondo de la cisterna, recolocar la placa metálica con los tornillos, y atornillar la base utilizando la misma llave de plástico. El remate fue la junta de goma, que asegura la estanqueidad entre taza y cisterna. Lógicamente, sobresalía unos milímetros de más, justamente los de la placa metálica de fijación. Esperé que eso no supusiera un problema mayor.

Aprovechando la comodidad de la mesa de trabajo, instalé allí mismo los dos mecanismos. Encajé el cuerpo del descargador a la base, y atornillé el grifo de alimentación, mediante un simple sistema de arandela interior más tuerca exterior.

Otra vez a pulso y con el correspondiente contorsionismo, fijé de nuevo la cisterna a la taza. El excesivo grosor de la junta (debida a la presencia de esa ingeniosa placa metálica), provoca que quede algún milímetro de holgura entre ambas, de modo que la fijación se realiza ahora sobre la junta de goma y gracias a los dos tornillos. Espero que esta leve holgura no me genere un problema, que me obligaría a conseguir una nueva junta algo menos gruesa, o cambiar la cisterna entera.
Trabajo concluido, con el doble pulsador ya instalado y
fijado, y la tapa cerrando la cisterna.
(JMBigas, Enero 2014)

Atornillé el latiguillo al grifo de alimentación, y todo estaba ya listo para abrir el paso del agua, y ver lo que pasaba. La cisterna se llenó de agua hasta un cierto nivel, se paró la alimentación, y no había rastro de pérdida alguna de agua. Quedaba la fase final del ajuste.

Los mecanismos modernos (tanto el grifo de alimentación como el descargador) tienen un mecanismo de regulación que, básicamente, varía la altura de un elemento flotante. El del grifo de alimentación regula el nivel de llenado de la cisterna, mientras que el del descargador varía el volumen de la descarga parcial (aunque puede haber diversas variantes).

Ajusté los dos reguladores a mi gusto (un cambio en el futuro supondría una intervención muy menor). Y ya sólo quedaba el remate de la operación.

El mecanismo del descargador (del que compré hace ya un cierto tiempo, recién instalado en la cisterna) se activa mediante un cable. Este tiene, en su extremo, el dispositivo para el anclaje del vástago del pulsador exterior para la descarga. El pulsador (doble, para descarga total y parcial), se ajusta a agujeros en la tapa de diversos diámetros, mediante un collarín troncocónico. La fijación del pulsador al cable es por presión (hay que oír un clic), y la del pulsador a la tapa se realiza mediante una tuerca de plástico. Esta tiene un segundo uso, como empujador para la desconexión del pulsador con el cable.

Ajusté finalmente la tapa de nuevo, y el trabajo quedó concluido a (casi) plena satisfacción. Tenía la gloriosa sensación de haber conseguido burlar las infinitas trampas sembradas por los diversos gremios para mantener a los legos alejados de sus respectivas especialidades, de haber aprendido sus particulares lenguajes de germanía. Como ingeniero que soy, comprender por fin los arcanos misteriosos por los que funcionan las tazas de váter ha sido un logro destacable, que pienso incluir en mi currículum.

Os he incluido algunas fotografías que ilustran el proceso completo.

JMBA


(25/2/14) - Para completar la misión, y asentar correctamente la cisterna sobre la taza, compré una lámina de corcho de 5mm de espesor. Con un cutter recorté cuñas de la forma y tamaño adecuado para su función. Finalmente, puedo decir que las dos tazas de mi casa (al final lancé inmediatamente el Proyecto Cisterna II) han quedado niqueladas, con mecanismos y juntas nuevos, y con cuñas de corcho para el correcto asentamiento de la cisterna sobre la taza, a pesar de los pequeños inconvenientes que he venido relatando.

Con una plancha de corcho recorté cuñas del tamaño y forma
adecuadas. Con cuatro o cinco superpuestas, el ajuste resultó correcto.
(JMBigas, Enero 2014)

jueves, 2 de enero de 2014

Novedades en croissants

Desde Agosto de 2011, he publicado varios artículos dedicados a la búsqueda implacable del croissant excelente, ese que parece ser un personaje de ficción. Podéis verlos todos seleccionando croissant en la lista de palabras clave al pie de esta página.
Croissants de Fonty. Muy cercanos a la perfección
en su estilo.
(JMBigas, Diciembre 2013)

Esta última semana he descubierto dos novedades interesantes, que quiero compartir con vosotros.

Granier es una cadena de origen catalán, que está expandiendo, con el modelo de franquicia, el concepto de panadería de barrio. En Catalunya es muy frecuente ver, por todos los barrios y pueblos del territorio, los llamados Forn de Pa o Fleca. Es decir, las tradicionales panaderías que acostumbran a disponer de obrador propio. Ofrecen productos variados de este segmento, como pan de diversos tipos, bollería (croissants, ensaimadas, las típicas cocas de pan, con azúcar y piñones o almendras,...) y otros productos del ramo. Asimismo han aparecido en las últimas décadas diversas cadenas dedicadas a este comercio.

Por el contrario, en Madrid el comercio minorista del pan ha sido muy maltratado. La progresiva desaparición de las tradicionales tahonas obligó a los consumidores particulares a comprar un pan de muy dudosa calidad en las tiendas de ultramarinos de barrio, normalmente procedente de panificadoras. Con el paso del tiempo, los supermercados e hipermercados han identificado esta carencia, y hoy es posible encontrar secciones de panadería muy bien surtidas, algunas de ellas incluso con un nivel de calidad más que apreciable en estos sitios. En cualquier establecimiento de Carrefour, Hipercor, Supermercado de El Corte Inglés, etc. se puede comprar pan y bollería, de calidad, por lo menos, bastante digna. Pero no es práctico tener que visitar un establecimiento de este tipo todos los días.

La evolución de la tecnología ha permitido que sea frecuente el horneado de pan, a partir de masa congelada y con hornos eléctricos ad hoc, en tiendas de barrio de diversos tipos, incluidas las gasolineras. Así, es posible conseguir baguettes recién horneadas, de calidad razonable, pero una vida útil muy corta hasta que se convierten en incomestibles, por duros o gomosos.
Baguette con semillas de amapola de Fonty. Curiosa,
pero nada excepcional.
(JMBigas, Diciembre 2013)

Ante esta carencia, han aparecido algunas pequeñas cadenas dedicadas al pan en general, pero muy habitualmente con una aproximación de producto gourmet o delicatessen y precios, en consecuencia, bastante elevados. A menudo, mucho más elevados de la calidad que ofrecen. Así, por ejemplo, el [h]arina, con un establecimiento frente a la Puerta de Alcalá, y varios en el interior de los espacios Gourmet Experience de El Corte Inglés. Personalmente, no me acaba de satisfacer el pan que ofrecen, a precios de lujo, por cierto.

Granier viene a llenar ese hueco en el mercado minorista del pan en Madrid. Ya hay algunas docenas de establecimientos a pie de calle, con la estética de la tradicional panadería, o incluso de las afamadas boulangeries francesas. La mayoría de locales son mixtos, con un mostrador de venta para llevar, y mesas para degustación in situ.

Los últimos días he visitado dos de sus locales. El primero en General Perón, 10 (relativamente próximo a la zona de Azca, la Castellana y el Santiago Bernabeu), el sábado 28 de Diciembre. El segundo en Albarracín, 1 (esquina con Alcalá, muy cerca de Arturo Soria), el martes 31 al mediodía. En los dos tuve que guardar cola, pues había una buena afluencia de clientes. En mi visita del martes, en un mostrador de no mucho más de tres metros de largo había hasta cuatro dependientas despachando pan y otros artículos.

Practican precios muy populares y atractivos, con múltiples variedades de pan incluso por debajo del euro la pieza, y una fenomenal promoción de croissants, de 3 piezas por 1,50€. También tienen, de momento bastante tímidamente, algunas especialidades absolutamente inexistentes en Madrid, como la coca de panadero o la coca de vidrio (una masa muy fina, en forma redonda, cubierta de azúcar y almendra triturada) de calidad bastante razonable.

Los croissants, con factor de forma típicamente francés, son razonables, aunque no para tirar cohetes. Su muy atractivo precio de 0,50€ la pieza (al menos, durante la actual promoción) los convierte en muy competitivos. En cuanto a calidad, yo les pondría un 6,5/10. Correctos, pero no excelentes.

Les auguro mucho éxito en Madrid, carente, en general, de tiendas de barrio de este tipo. El único problema para mí, que vivo relativamente alejado de las zonas más comerciales, es que aproximarse a esas tiendas en coche y poder aparcar legalmente en sus alrededores durante unos minutos no siempre resulta posible ni evidente.


La segunda novedad es absolutamente diferente. Una mujer de origen en la República Checa formada en estos temas en Francia, abrió hace unos meses un establecimiento singular en la calle Castelló, 12 (muy cerquita de Alcalá y el Retiro). Se llama Fonty, recordando a la ciudad francesa de Fontainebleau, cercana a París. Tienen un obrador propio, visible para los clientes a través de una pared de cristal, para la elaboración de pan, bollería y pastelería.
Un interior y una reacción al corte absolutamente
canónicos, en los croissants de Fonty.
(JMBigas, Diciembre 2013)

El principal filón del negocio es la degustación in situ, para lo que hay un buen número de mesas en la sala. También hay un mostrador dedicado a la venta para llevar, aunque me ha dado la sensación de que esa parte de la actividad la tienen por secundaria. Ofrecen un par de especialidades de pan (baguette artesana y baguette recubierta de semillas de amapola). Eso sí, a 1,50€ la pieza. Correctas, pero nada extraordinario.

Por el contrario, producen unos croissants excelentes, en la mejor tradición francesa, a 1,50€ la pieza. Para mí, de 9/10. De tamaño medio y forma adiamantada perfecta (casi un rombo geométrico), su apariencia exterior es mate, y transmiten la sensación de un horneado perfecto. A pesar de ser elaborados con mantequilla, la tripa interior es de color blanco (una muy buena señal). La corteza cruje y se queja al mordisco o corte, desmigajándose un poco. La densidad y distribución de volumen es muy buena (doble grosor en el centro que en los extremos). La apariencia del interior es de un hojaldrado regular. Deliciosos de sabor, no resultan pesados ni dejan ningún tipo de regusto grasiento. En resumen, un producto muy destacable y a retener.
Dado el precio, el embalaje es importante. Bolsa de papel
blanco, con una elegante etiqueta adhesiva.
(JMBigas, Diciembre 2013)

El único problema es que me costó visitarles tres veces antes de conseguir comprar algunos croissants. Su orientación clara a la consumición en el propio establecimiento les lleva a horarios de salida del horno de la bollería adecuados para los desayunos y las meriendas. Según reza un cartel, la bollería saldría a las 9 y a las 16 horas (aunque el fin de semana abren a las 10 de la mañana). Mi primera visita fue un sábado a las dos y media de la tarde, sin éxito. La segunda, un domingo a las doce y media del mediodía, y agua de nuevo. En la tercera, un domingo a las once de la mañana, pude comprar algunos (de una bandeja con apenas cuatro o cinco que tenían en el mostrador). Aunque pude ver en el obrador algunas bandejas adicionales en fase de horneado.

El establecimiento ofrece también diversos productos de pastelería de gama alta, a los que no soy nada aficionado, por lo que no añado ningún comentario.

En resumen, un local muy agradable donde desayunar o merendar, o incluso almorzar con diversas propuestas informales. Con un pequeño esfuerzo de horarios, también un cliente puede llevarse a casa, para disfrute propio, de la familia y/o amigos, unos croissants excelentes, de lo mejor que está a la venta en Madrid, junto con los de Oriol Balaguer (que ya he comentado en otra ocasión), para los que también hay que madrugar.

Parece que la búsqueda del croissant perfecto va dando algunos frutos, con el paso del tiempo.

JMBA