Se cumple estos días el primer año de mandato del Gobierno del Partido Popular, presidido por Mariano Rajoy. Y ya parece como si llevara mucho más tiempo, lo que es mala señal.
Mariano Rajoy, este lunes en la inauguración de la Interparlamentaria del PP, en Toledo. (Fuente: PP) |
Para el ciudadano medio de España, este ha sido un Año de Dolor. Un dolor que hemos venido sufriendo en pequeñas entregas, como una historia que se va desentrañando en fascículos semanales, cuyo final sospechamos que ni el propio autor conoce. Un dolor que no se ha visto en absoluto mitigado por una historia, un relato, de más largo plazo que lo pudiera hacer admisible. Un dolor que, salvo los muy crédulos, nadie ha podido vivir como un sacrificio por un futuro mejor para el país y para (al menos) nuestros hijos.
Y es que la realidad del país es tozuda. Todos los indicadores económicos (el desempleo, la prima de riesgo, la riqueza -pobreza- de las familias, la morosidad, los desahucios,...) se han ido degradando, mes tras mes, durante todo el año. Sólo la balanza comercial (incluyendo los ingresos por turismo), han puesto una cierta nota de color distinto al negro. Y ello sólo demuestra que nuestras empresas, ante la total parálisis del mercado y el consumo domésticos, se han buscado la vida con cierto éxito más allá de nuestras fronteras, exportando a otros lugares lo que aquí ha resultado imposible vender, o llenando los hoteles de turistas extranjeros, porque el turismo nacional prácticamente ha desaparecido en combate; nadie está para viajar cuando no puede comer todos los días. Un camino, que para desgracia actual y futura del país, también han tenido que recorrer muchos miles de nuestros jóvenes, que han debido buscar oportunidades de empleo en otros países donde su talento y formación sí son valorados y apreciados. Una auténtica sangría para los activos del país y su capacidad de recuperación.
Los pecados de Rajoy como gobernante son muchos. Quizá el peor, porque supone, directamente, una traición a sus propios votantes (entre los que no me cuento), y que están ya mayoritariamente decepcionados, ha sido el repetido y reiterado incumplimiento de todas sus promesas electorales, una detrás de otra. Ha aumentado prácticamente todos los impuestos y tasas. Desde el IRPF y el IVA hasta las tasas judiciales, que están sembrando el escándalo estos días. Ha violado la ley al no revalorizar las pensiones de acuerdo a la evolución del IPC, y la revisión para 2013 ya se prevé inferior a la evolución del coste de la vida. Ha reducido el salario de los funcionarios, e incluso les ha secuestrado la paga extraordinaria de Navidad; algo de especial gravedad, pues ese dinero es el que se gasta con más alegría, suponiendo una inyección vital para el maltrecho comercio, de la que va a carecer este año. Ha recortado sin piedad, y ha cortado carne viva de los capítulos sociales básicos de la Educación y la Sanidad. Ha reducido, hasta hacerlas casi desaparecer, las ayudas a la dependencia. Y está estrangulando las inversiones en I+D, el único factor que, de verdad, podría permitirnos salir de la crisis sin caer de nuevo en la fiebre enfermiza del ladrillo.
Alguna vez me he quejado del sectarismo que inundó la vida política en la etapa Zapatero. Pero la era de Rajoy, caracterizada por la mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados, se está caracterizando por el autoritarismo, siempre latente en la derecha, del que han hecho especial gala los Ministros del Interior, de Justicia y de Educación. La Policía (las policías, porque el Ministro del Interior ha tenido un alumno aventajado en Felip Puig, el conseller d'Interior de la Generalitat de Catalunya) se ha empleado con saña en reprimir a la población muy incómoda e indignada, que ha ocupado las calles en toda clase de manifestaciones, concentraciones y huelgas.
Todos estos sufrimientos podrían resultar hasta digeribles si formaran parte de una historia más global que pudiéramos creernos. Pero Rajoy ha renunciado a este tipo de labor pedagógica y se ha instalado en el cortoplacismo más miope. Y no ha dejado en ningún momento de acusar a los anteriores gobiernos de haber dejado España hecha unos zorros, lo que le ha obligado a él a desgastarse para corregir esos (presuntos) desmanes. Me resulta muy poco creíble la ignorancia del estado real de la economía que alega una y otra vez como excusa para sus incumplimientos electorales. La herencia recibida se ha convertido en la muletilla de todos sus desmanes.
Rajoy se ha instalado con total comodidad en el pensamiento (casi) único imperante en la Unión Europea y muy en particular en la Eurozona, donde la única prioridad parece ser la lucha contra el déficit de las Administraciones Públicas, y la aplicación inmisericorde de medidas de austeridad y de recortes. Pero la economía real reacciona frente a esa austeridad sin límites con una depresión de caballo, con la progresiva paralización de las actividades industriales y, sobre todo, comerciales, y con un aumento del desempleo que parece no tener límite. Hoy en día, uno de cada cuatro españoles en edad y condiciones de trabajar no puede hacerlo, y está condenado a sobrevivir tirando de los ahorros, si los tiene, o de la pensión exigua de los mayores.
Pero lo peor para el ciudadano medio, incluso más que todos los recortes y reformas que sí ha hecho, es todo aquello que se estima como necesario e imprescindible, y que no ha hecho. Para los que más tienen, y que en muchos casos han escatimado capitales hacia paraísos fiscales con total impunidad, les propuso una baratísima amnistía fiscal para que repatriaran ese dinero. El resultado ha sido escasamente la mitad de un objetivo que ya era modesto en su planteamiento inicial. No parece haber iniciativas concretas para aumentar la progresividad del IRPF para las rentas más altas, o para revitalizar los impuestos de Patrimonio y Sucesiones. Conseguir eliminar (o al menos, reducir) la economía sumergida, no parece para nada que esté en su agenda.
María Dolores de Cospedal, la mano derecha de Rajoy en el partido, comparte mesa con su presidente en Toledo. (Fuente: PP) |
Creo que la mayoría coincidimos en la necesidad de racionalizar las Administraciones Públicas, que cabalgan desbocadas de un modo que se ha visto con claridad que no es sostenible. Desde que se aprobó la Constitución en 1978, se ha ido desarrollando lo allí contenido. Pero algunos despliegues han sido más bien desordenados, cuando no claramente viciosos, y requieren de una reforma en profundidad. Es el caso del propio Estado de las Autonomías, un concepto positivo fruto de un consenso apresurado en tiempos turbulentos, cuyo desarrollo presenta ciertos vicios de ineficiencia que hay que corregir; incluso es posible que se requiera alguna modificación constitucional, y eso no es para rasgarse las vestiduras. En todo este año nada hemos visto que se haya hecho que contribuya a una mejor racionalización de la administración. Parece como si a Rajoy le temblara la mano cuando hay que aplicar el bisturí a la propia clase política.
La clase política dispone de privilegios que resultan ya intolerables en esta fase de sacrificios para toda la ciudadanía. La desvergüenza, el nepotismo y la corrupción campan por sus respetos sin que parezca haber una voluntad firme y decidida para atacarlos y reprimirlos. Los políticos parecen consagrados como una casta extractiva, con capacidad de derivar rentas existentes hacia sus propios bolsillos, sin necesidad de crearlas ex novo. Y ello ante la mirada atónita del ciudadano medio, ahogado por las restricciones y empujado hacia la pobreza y la miseria.
Para todos sería más llevadera la situación si entendiéramos que las apreturas y sacrificios que sufrimos forman parte de una historia que nos estuviera llevando hacia un futuro mejor para todos. Pero mientras los ciudadanos atestan los comedores sociales, da la sensación de que los políticos siguen viviendo en una nube donde todas esas penurias no son más que un rumor desagradable.
Hemos vivido este primer Año de Dolor con Rajoy, sin compensación de ningún tipo. Prácticamente todos los indicadores son negativos, y nos resulta imposible creer que haya alguna luz al final de este oscuro túnel, por mucho que Rajoy insiste en decirlo, pero sin ninguna prueba. La Reforma Laboral ha generado cientos de miles de nuevos parados en una sangría que parece no tener final.
Y mientras, estos días, el propio Partido Popular se aplaude a sí mismo en unas jornadas autocomplacientes de la Interparlamentaria en Toledo, lideradas por la impresentable de Cospedal, que cobra varios sueldos y cuyo compañero (o marido, no sé) está en todas las salsas que suenen a algún tipo de beneficio, tráfico de influencias o corruptelas. Me ha dado grima ver algunas imágenes de esas sesiones, que en nada se diferencian de las que podemos haber visto en el pasado, en épocas de prosperidad. La orquesta del Titanic no deja de tocar, aunque la colisión sea ya inmediata.
Rajoy y sus palmeros, en la Interparlamentaria de Toledo. (Fuente: PP) |
En resumen, señor Rajoy, que con esta crisis todos hemos aprendido algo de Economía. Al menos lo suficiente para entender que esas comparaciones que tanto le gustan entre la economía familiar y la de los Estados, son parcialmente falsas. Porque en las familias no hay Bancos Centrales, no se dispone de la máquina de fabricar dinero, ni hay rescates; porque en las familias, si la situación económica es tensa, todos deben contribuir con sus sacrificios, desde el cabeza de la familia hasta el último de los hijos, mientras que parece como si los políticos vivieran en su propia burbuja, asépticamente aislada de la dura realidad social. No haga trampas, señor Rajoy, que ya nos las conocemos todas.
2013 no va a ser un buen año, desde el punto de vista económico. Esto parece que ya está claro para todo el mundo. Los más optimistas auguran que pueda haber algún brote verde para finales y de cara al 2014. Pero usted, señor Rajoy, debería esforzarse mucho más en repartir los sacrificios con criterios que podamos compartir, y debe tejer una historia para contar a los ciudadanos, para que podamos creer que todos estos sacrificios van a servir para alguna cosa de provecho para todos, y no sólo para mantener los privilegios de unos pocos afortunados.
Si nos cuenta un relato creíble con final feliz, es posible que podamos acompañarle en el duro camino sin demasiadas quejas. Pero ya basta de andar j...... y hacia ninguna parte.
Por el camino que lleva, ni agua, señor Rajoy.
JMBA
¡Qué triste Bigas que lleves tanta razón!
ResponderEliminarRealmente, no parece que vayamos a ninguna parte. Al final conseguiremos no gastar nada para no hacer nada, con lo que el objetivo de déficit se habrá cumplido pero habrá que aprender a vivir sin comer.
Me viene a la memoria el chiste de uno que se quejaba de que había enseñado a su perro a no comer ni beber y, cuando por fin lo había aprendido, el perro va y se le muere.
Un abrazo.
Santi