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jueves, 5 de agosto de 2010

Los Toros

Algún gracioso desconocido (al menos para mi) acuñó aquello de que donde esté una buena corrida, que se quite el Fútbol. Y los Toros.


Estos días los Toros están en portada de los medios de comunicación, debido a la votación que se ha realizado en el Parlament de Catalunya para prohibir su celebración en ese territorio.

La semana de la votación yo estaba de viaje por Francia. Y las únicas dos noticias relacionadas con España, retransmitidas una y otra vez por la radio (France Info) eran el buen papel de los atletas franceses en los Campeonatos Europeos de Atletismo, y la votación contra los Toros en el Parlament de Catalunya. Un poco patético, quizá.

Soy, por principio, contrario a las prohibiciones. Porque, en general, la necesidad de prohibir sólo aparece cuando ha fracasado la capacidad de convencer, bien porque los argumentos no tienen el peso suficiente (o admiten opiniones válidas de muy diverso tono) o porque se agotó la capacidad de comprender. 

Prohibir es, básicamente, reconocer un fracaso, y eso nunca es bueno. Y, además, prohibir tiene por objetivo extender la visión de unos sobre todos los demás.

Me preocupa el talante de algunos políticos (los socialistas, en estos tiempos, presentan ese tic con bastante frecuencia) que se empeñan en regular hasta los aspectos más privados de la vida de los ciudadanos, mediante normativas y prohibiciones que a menudo resultan en intrusiones inaceptables en la libertad individual de los ciudadanos.

Por eso me gusta el tono de leyes como la del Aborto, que no prohibe ni obliga a nadie. Solamente da cobertura legal a la decisión, sin duda muy dramática, de algunas mujeres, por razones que visualizan como válidas. Empeñarse, como hace la derecha y la Iglesia, en prohibir el aborto es dar la espalda a la realidad social. La Ley no les obliga a abortar, si su conciencia no se lo permite. Claro que la necesidad o las circunstancias a veces violentan la conciencia, y es mejor siempre lo legal que lo clandestino. 

No soy aficionado a los Toros. En toda mi vida habré visto en directo unas tres o cuatro corridas de toros, con ocasión de Ferias o Fiestas significadas, donde la corrida forma parte del desarrollo de la fiesta misma. Y debo reconocer que sufro más por los toreros que por el toro. El toro de lidia, cuidado durante su vida en las dehesas entre algodones, va a la Plaza donde va a terminar su vida, en ocasiones de forma hasta épica. En lugar de ir al Matadero.

El Torero juega con ventaja, claro. Porque, habitualmente, sale vivo de la Plaza. Pero corre un riesgo cierto, y el número de toreros muertos por un toro en la plaza es significativo.

El ser humano, por razones que yo sería incapaz de explicar, es el único animal de la Tierra que tiene conciencia de sí mismo. Y utiliza los recursos que le brinda la tierra para su propio beneficio e interés. Creo que sí tenemos la obligación de que esta explotación sea sostenible. Es decir, tenemos que asegurarnos de que las siguientes generaciones tendrán las mismas oportunidades que hemos tenido nosotros. Recojamos las manzanas, pero no talemos el manzano. Este es el principio.

(Toro de Lidia en el Campo. Fuente: http://blogdetoros.com/tag/francisco-galache/).

Entre los recursos de la Tierra están también los animales. El ser humano los cría con el único objetivo de aprovechar lo que los animales producen. Sea contribuyendo con los huevos o la leche a la alimentación humana, o comprometiéndose con su propia vida a alimentar nuestros frigoríficos con pechugas de pollo, chuletas de cordero, filetes de ternera, o chorizos y jamones. También cría otros animales (perros, gatos, hamsters,...) para que le sirvan de compañía doméstica, o para que realicen otras tareas para las que ciertos animales están capacitados (caballos, bueyes, camellos,...).

Podríamos discutir este principio de funcionamiento, pero yo, desde luego, no pienso hacerlo. Manejar, con la frivolidad con que se viene haciendo en el tema de los Toros, los argumentos ligados con la tortura a los animales, me parece una sublimación ascética de lo políticamente correcto, que no comparto. Seguir por ese hilo me lleva a territorios que no me gustaría habitar. Si negamos la capacidad (y el derecho, si a eso vamos) del ser humano para modificar su entorno, entonces nunca habríamos salido de las cavernas. Y ni yo, ni ninguno de mis lectores, ni los favorables ni los detractores de los Toros, siquiera existiríamos.

Si imaginamos que los bóvidos tuvieran conciencia y discernimiento, pensemos en cuál podría ser su decisión enfrentados a la alternativa de ser criados como toros de lidia, y vivir sus últimos quince minutos de gloria en la Plaza, o criarse en granjas para carne, y acabar troceados en un blister de cualquier supermercado de barrio. Claro que si eso fuera así, quizá seríamos los seres humanos los que acabáramos corriendo como pollos descabezados, intentando inútilmente evitar ser corneados en un recinto habilitado al efecto (¿la Plaza de Hombres?) por uno o varios toros, que serían los Señores. Para el placer de otros miles aposentados en el lugar del público.

Desgraciadamente, no podemos cambiar solamente algún elemento del conjunto, sin que todo el andamiaje se venga abajo. El Mundo no es como es por el placer o la decisión de algunos, sino que obligatoriamente tiene que ser un sistema viable, que se sostiene en un cierto equilibrio y resiste al paso del tiempo.

A todo ello tenemos que añadirle, lógicamente, los intereses espúreos (casi bastardos) de ciertos políticos, que utilizan el tema de los Toros para establecer una distancia (artificial) entre la Civilizada Catalunya y la Salvaje España (bueno, el salvaje resto de España). Nada nunca puede ser tan simple. Y defender algo así sólo manifiesta la propia estulticia, o la creencia de que los tontos somos los ciudadanos. Y ambas cosas son reprobables en políticos con poder. Se les ve el plumero.

No me gustan los Toros. Pero odio prohibir, porque solamente es reconocer un fracaso. Enfrentado a una votación como la del Parlament de Catalunya, sólo habría podido abstenerme.

Claro que, posiblemente, en Catalunya no existe el negocio de la cría del toro de lidia. En toda Catalunya sólo existe una Plaza de Toros en funcionamiento, y organiza apenas una o dos docenas de corridas al año. Por lo que el ejercicio es con gaseosa y en casa. Apenas afecta al bolsillo, y sacar pecho sale barato.

Que intenten regular la tortura a los cerdos o a los pollos en las granjas intensivas. Que sabrán lo que es hacerlo en público y con champán del bueno.

Cuentan que, durante una guerra, le preguntaron a un ciudadano qué haría si tuviera un gran castillo con mucho terreno. La respuesta fue: "Lo donaría a la Cruz Roja, para que lo convirtieran en un hospital para ayudar a los heridos". Luego le preguntaron qué haría si tuviera un gran coche. La respuesta fue: "Lo donaría a la Cruz Roja, para que lo utilizaran como ambulancia para poder trasladar a los heridos con rapidez al hospital". Luego le preguntaron qué haría si tuviera una moto de gran cilindrada. La respuesta fue: "Ojo, que moto tengo".

Agradeceré todos los comentarios sobre este tema. Sean favorables o desfavorables. Siempre que no sean ofensivos y dejen los fanatismos al margen, por favor.

Dejémonos de pamplinas y papanatismos, que nos olvidamos de lo principal.

JMBA

3 comentarios:

  1. Estoy de acuerdo contigo, José María. El que se prohiban o no los toros, la verdad, es que a mi me importa un comino, pues ni me gustan los toros, ni vivo de ello. Pero utilizar ésto para instrumentalizar, para politizar, para crear cismas territoriales, marcar diferencias raciales.... humm creo que eso es mucho peor que el martirio de los toros.

    Cuentan que se prohíben los toros, pero no algunos tipos de festejos donde al pobre animal se le pega, humilla e incluso se enarbola fuego en las astas. Me parece hipocresía.

    En el mundo hay millones de personas que viven en un estado de constante tortura, en donde las cárceles son el mismísimo infierno, donde se desarrollan guerras encubiertas... y sobre ello no hay manifestaciones, ni protestas, ni noticias. Pero eso está muy lejos y no lo vemos (o no queremos verlo?). ¿Acaso es más valiosa la vida de un toro que la de una persona? ¿Acaso un toro tiene mayor valor para la sociedad que una persona? No quiero hacer demagogia con ésto, pero si reivindicamos algo no miremos para otro lado sobre cosas igual o más importantes.

    No me gustan los toros. Amo los animales. No me gustan que sufran. Pero usar este asunto por intereses es de lo más abyecto que existe. ¿Por qué no se hace lo mismo por los presos de cárceles tercermundistas, que, aunque sean delincuentes (cosa que hay que probar en muchos casos), merecen ser tratados con humanidad y respeto?. ¿Por qué no se denuncia al vecino de al lado que maltrata a su mujer y a sus hijos? ¿Por qué no se denuncia al vecino que maltrata a su perro porque ha ladrado cuando no quería, o ha hecho caca en el piso porque no lo saca a la calle y el pobre no se aguantaba? ¿Por qué no se denuncia al chulo del barrio que roba, humilla, maltrata e hiere (e incluso mata) a la pobre prostituta que no tiene la libertad de elegir o de cambiar de vida? Hay tantas y tantas vejaciones cotidianas, que sabemos pero que olvidamos...

    No estoy en contra ni de los toros ni de las personas que están contra los toros. Sólo repudio la instrumentalización de ello para intereses personales y absurdos, priorizando sobre otras injusticias reales mucho más importantes.

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  2. Buen post, aunque en www.espainnews.com estamos totalmente en contra de las corridas de toros

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  3. Amigos de www.espainnews.com, me parece muy bien si esa es la posición de todos los que trabajáis ahí. Mi posición sería más bien de tolerancia. No me gustan, pero no me molesta especialmente que haya gente a quien sí le guste. Sí aplicaría rasero de cero subvenciones con dinero público a cualquier festejo que tenga que ver con disfrutar a costa de animales.

    Invocar la "tradición" para defender ese tipo de cosas a toda costa me parece farisaico. Que reconozcan que les gusta; y si no les gusta, pues tontos entonces. Pero que cada cual pague sus propios vicios.

    Pero creo que entre los animales y las personas hay algunas diferencias importantes.

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