Debo empezar diciendo que ni Rajoy ni el Partido Popular son santos de mi devoción. Mi sensibilidad está un poco más a la izquierda que el centro y muchos de los automatismos y los tics de la derecha que representa el PP chirrían en mi interior.
Mariano Rajoy, este mediodía, durante su Discurso sobre el Estado de la Nación. (Fuente: elpais) |
Dicho esto, tras dedicarle un buen rato a escuchar con atención el discurso de Mariano Rajoy que ha inaugurado el debate sobre el Estado de la Nación, me parece que, en general, lo que ha dicho está bien, incluso muy bien en algunos capítulos. Otro tema sería considerar todo aquello de lo que no ha hablado.
Ha dedicado mucho tiempo al repaso del tema económico, a mucha distancia el que más preocupa a los ciudadanos de este país: paro, recesión, impuestos, etc. etc. Rajoy se ha aferrado al único indicador que resulta positivo en los últimos tiempos, que es la mejora significativa de la balanza comercial. No ha intentado pintar las cosas de color de rosa, y ha reconocido abiertamente los muchos desafíos y sufrimientos que todavía nos quedan por dejar atrás. Inevitablemente, ha recurrido a la herencia recibida para que, hasta ahora, haya tenido que cumplir su deber y no sus promesas. La cifra del déficit de 2011, que subió tres puntos en el último momento, se lo deja en patena de plata para hacerlo así.
Ha anunciado muchas más medidas que vendrán en las próximas semanas y meses. La mayoría muy razonables, y algunas incluso largamente esperadas, como la de no tener que ingresar el IVA por facturas que no se hayan cobrado, medida que se pondría en marcha a primeros de 2014.
En fin, todos sabemos cómo está la economía de España, con sus grandes desequilibrios y las cifras monstruosas de desempleo, que afectan muy especialmente a los jóvenes, que son el futuro, y a los mayores de 45 años, que son la experiencia que se está desperdiciando. No hay muchas razones para el optimismo, pero Rajoy ha estado bien equilibrado, lejos de triunfalismos.
Rajoy incluso ha intentado un poco de pedagogía, cuando ha planteado el tema de que, en otras circunstancias, la respuesta de un gobierno habría sido la devaluación, que nos habría hecho más pobres a todos. Pero que, siendo imposible la devaluación, los medios para conseguir igual resultado han cambiado.
Sí ha sucumbido un poco a la autocomplacencia al juzgar el papel de España en la Unión Europea en este último año, donde ha destacado ampliamente los (escasos) logros obtenidos. Se ha arrogado una buena parte del protagonismo en haber conseguido que una UE obsesionada por la contención del déficit y la austeridad, se haya acabado inclinando hacia una posición más proclive a plantear el crecimiento desde la austeridad y el equilibrio de las cuentas públicas.
Ha hablado del tema de la corrupción, del modo general en que debería hacerlo cualquier estadista, hablando del ambiente irrespirable que genera y de que su combate debe ser sin cuartel. Abriendo las iniciativas que haya que ir tomando para vencerla definitivamente, a todos los demás grupos del Parlamento, en varias ocasiones. Bien, si no fuera que su propio partido y él mismo están actualmente sumergidos en un miasma corrupto del que se empeña en no hablar ni intentar clarificar (supongo que consciente de que no podría hacerlo en ningún caso). Ha prometido sanciones (incluso penales) más duras para los delitos de corrupción, así como un alargamiento del período de prescripción, para intentar poner coto a la impunidad. Insisto, bien y correcto, si no fuera que persiste en ni citar a Bárcenas y su (presunta) trama corrupta.
Ha insistido en fomentar la transparencia en todas las instituciones, incluyendo de forma explícita a los partidos políticos, y a las organizaciones empresariales y sindicales (lo que ha despertado aplausos entusiastas de su grupo parlamentario, entiendo que por haber citado a los sindicatos). Explícitamente ha citado a las Fundaciones próximas a los diversos partidos políticos y a cualquier institución que se financie con fondos públicos.
La corrupción es un tema muy serio, que provoca una desafección, que podría llegar a ser irreversible, de los ciudadanos hacia sus representantes políticos. Hay que ponerle coto a los corruptos, evitar en lo posible la posibilidad de la corrupción, y castigar a los corruptos. Yo insistiría en que particularmente censurables son las maquinarias corruptas que salen a la luz en el entorno de algunos partidos políticos y centros de poder (no sólo, pero especialmente, del PP y de CiU, su quasi-socio parlamentario).
Veremos cómo intenta ponérsele coto en los próximos tiempos, y espero que este tema de vital importancia para la higiene política y democrática de España no quede arrumbado y escondido bajo la alfombra.
Finalmente ha hecho una referencia, creo que muy pertinente e inteligentemente planteada, a los problemas conocidos de cohesión y organización territorial de España. Ha dejado claro que el Gobierno no va a permitir nada que vaya contra la ley, que nuestra ley máxima es la Constitución y hay que respetarla. Pero también ha dejado el camino abierto para que, dentro de la ley, se pudiere abordar en su momento alguna reforma de la Constitución, siempre que se contara con las mayorías necesarias y los consensos deseables. Me parece una llamada sensata a la responsabilidad para aquellos que parecen pensar que todo se puede hacer y de cualquier modo. Es cierto que todo se puede hacer (e incluso Rajoy ha repetido varias veces que todas las posturas son respetables) pero es imposible hacerlas al margen de la ley. Explícitamente, ha reiterado que la convocatoria de cualquier referéndum es responsabilidad exclusiva del Gobierno del Estado.
Aunque ya he escrito sobre el tema en varias ocasiones, voy a insistir aquí en lo que me parecería razonable sobre el tema territorial, en particular con Catalunya que, hoy por hoy, es el único territorio donde hay fuerzas políticas ampliamente representativas que parecen estar por la labor de cambiar las reglas de la convivencia. Creo que lo primero que habría que hacer es un referéndum, acordado y consensuado entre el Gobierno de España y el Govern de la Generalitat de Catalunya. Su resultado, fuera en uno o en otro sentido, permitiría clarificar la situación. Si el resultado fuera favorable a continuar formando parte de España, desactivaría las tensiones, y permitiría centrarse en los problemas acuciantes de la sociedad en su conjunto. Y si el resultado fuera favorable a una separación, permitiría disponer de un argumento objetivo para iniciar las negociaciones y la búsqueda de los consensos necesarios para las modificaciones legales que fueren necesarias. Estoy convencido de que, si no se hicieran trampas en la formulación de las preguntas ni en la interpretación de las respuestas, los ciudadanos de Catalunya se manifestarían mayoritariamente favorables a seguir formando parte de España, aunque siguieran siendo necesarias algunas modificaciones competenciales o de financiación.
En resumen, creo que Rajoy ha conseguido un Notable en este discurso sobre el Estado de la Nación. Creo que ha hablado con la suficiente claridad de la mayoría de temas que preocupan prioritariamente a los ciudadanos españoles. No ha intentado sobrevender los resultados de las medidas ya adoptadas, y ha prometido más medidas con el crecimiento de la economía y la creación de empleo como objetivo último. Ha ganado tiempo.
Otra cosa sería valorar todo aquello de lo que no ha hablado, pero habrá que esperar al desarrollo del debate completo, para valorar la capacidad de los diferentes partidos de la oposición para forzar a Rajoy a retratarse en todo aquello de lo que, voluntariamente, esta mañana de miércoles, ha preferido no hablar.
Le favorece a Rajoy, por supuesto, que el principal partido de la oposición, el PSOE, esté en estado de shock, con necesidad imperiosa de una cierta refundación en torno a mensajes nuevos, y apestando a putrefacción. Costará tiempo, y un inevitable cambio de caras, que los ciudadanos olviden que Zapatero y su equipo, junto a algunas cosas buenas (especialmente en el campo de los derechos sociales y ciudadanos) cometió algunos errores que son de los peores que se recuerdan en toda la etapa democrática de este país.
JMBA
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