Londres es una ciudad básicamente llana, construida sobre ambas riberas del río Támesis. Otras ciudades, por su orografía particular, disponen de lugares naturales que se constituyen en miradores privilegiados desde las alturas. Así, en París, por ejemplo, la colina de Montmartre, con su magnífica Basilique du Sacré Coeur, actúa de mirador natural, o el Tibidabo (con su parque de atracciones y la Torre de Collserola) o la montaña de Montjuïc (con su antiguo castillo militar y el teleférico que cruza el Puerto) juegan el mismo papel en Barcelona.
The Shard, a la izquierda, desde Tooley Street (frente al acceso a la London Bridge Station). (JMBigas, Marzo 2013) |
Es conocido que muchos de los visitantes de una ciudad aprecian poderla contemplar a sus pies desde algún lugar elevado. Por ello, es muy habitual que existan miradores artificiales, en lo alto de edificios elevados o en construcciones de todo tipo (la Tour Eiffel de París sería un buen ejemplo de ello).
Con motivo del Nuevo Milenio, en Londres se decidió la construcción de una noria gigante junto al Támesis, que aportara al visitante esa dimensión de mirador panorámico de la ciudad. Así nació el London Eye, que fue inaugurado por Tony Blair, a la sazón Primer Ministro del Reino Unido, el 31 de diciembre de 1.999, aunque su funcionamiento comercial se retrasó hasta Marzo del 2.000. Aunque todo el mundo lo conoce simplemente como el London Eye, la noria gigante o The Wheel (la rueda), su nombre oficial ha sufrido diversas variaciones, al hilo de la resolución de los sucesivos conflictos financieros por los que ha venido pasando. Inicialmente su nombre estaba unido a British Airways, pero en 2.006 lo compró el Tussauds Group (dueño, entre otras atracciones londinenses, del famoso Museo de Cera), quien a su vez pasó a manos del grupo Merlin Entertainments, su actual propietario. Actualmente, su nombre oficial es EDF Energy London Eye, a partir de un contrato de patrocinio del gigante francés de la energía por tres años, que se inició en Enero de 2.011.
Anualmente, unos tres millones y medio de visitantes montan (suben, vuelan) en el London Eye. Su enclave privilegiado junto al puente de Westminster y casi frente al Parlamento y el Big Ben, ofrece vistas de postal incluso en días de visibilidad limitada (desgraciadamente, muy frecuentes en Londres). El viaje consiste en una vuelta completa en la noria, que dura 30 minutos, y que eleva al visitante hasta los 135 metros de altura. Esta atracción no resulta nada barata, pues el billete básico de adulto cuesta 19,20GBP (Great Britain Pounds, las libras esterlinas de siempre), o 17,28GBP si se compra con antelación por Internet. Hay otras fórmulas bastante más caras, que aportan una mayor flexibilidad y la promesa de librarse, total o parcialmente, de las habituales colas de espera. Asimismo hay fórmulas combinadas con otras atracciones (cruceros por el Támesis, Museo de Cera,...) a precios globales relativamente atractivos. También es posible alquilar una de las cabinas para una fiesta privada, o cualquier otra fórmula adecuada para satisfacer lo que el marketing ha identificado como demanda potencial.
El London Eye era la noria más alta del mundo, hasta que en 2.006 se inauguró la Star of Nanchang (160m) en la capital de la provincia de Jiangxi, al sudeste de la República Popular China, y en 2.008 la Singapore Flyer (165m) en Singapur.
Los grandes haces ferroviarios, de actividad incesante, que unen Waterloo, London Bridge y Canon Street. (JMBigas, Marzo 2013) |
Para el que visite Londres por primera vez, el London Eye se ha convertido en una visita casi imprescindible, aunque por su elevado precio, los repetidores hay que buscarlos entre los frikis de las alturas.
En 2012 terminó la construcción del rascacielos más alto de Londres (y de toda Europa Occidental). Se trata del llamado The Shard ('la esquirla', por la forma de su remate en lo más alto), obra del arquitecto Renzo Piano, que alcanza una altura de 310 metros. El edificio está situado muy cerca del Támesis, también en su ribera sur, como el London Eye, pero bastante más al este, junto al London Bridge. En el segundo trimestre de 2013 está prevista la inauguración del Hotel Shangri-La en The Shard, y también dispone de espacio de oficinas y viviendas (sospecho que nada económicas).
El 1 de Febrero de 2.013 se inauguró la plataforma panorámica del edificio, que se conoce como The View from The Shard. Consta de una gran sala cubierta, con visibilidad de 360º, en las plantas 68 y 69, y una terraza descubierta en la planta 72, a 244 metros de altura sobre el suelo.
Para su explotación, han escogido un modelo de negocio que resulta discutible, pero es coherente. El precio de la entrada es la astronómica cifra de 29,95GBP, reducida a 24,95GBP si se compra con antelación por Internet. Su mensaje publicitario promete que puedes estar arriba el tiempo que desees (frente a los 30 minutos que dura el vuelo en el London Eye), y que podrás olvidarte de colas y aglomeraciones. En el London Eye, un ticket que garantice el embarque prioritario y evite las colas puede valer hasta 29,16GBP (26,35GBP si se compra con antelación online).
En fin, lo cierto es que no es una visita para todos los bolsillos. Pero ya es sabido que Londres no es barato (los hoteles por debajo de las 80GBP por noche ya hay que buscarlos con candil) y también hay visitantes que gastan 70 o hasta 100GBP por asistir a un musical en alguno de los múltiples teatros de Londres. Seguro que hay gente para todo. La previsión del operador es alcanzar el millón de visitas anual.
En mi reciente viaje de inicio de primavera por diversas capitales europeas (que ya os iré contando), llegué a Londres Gatwick en vuelo de Easyjet desde Madrid (85,07€, incluyendo la facturación de una maleta de hasta 23Kg. de peso) el martes 19 de Marzo por la mañana. A ello habría que añadir las 17,70GBP (20,81€) del viaje en el Gatwick Express hasta la Estación Victoria, en el centro de la ciudad. Seguí luego viaje hacia Bruselas en el Eurostar (tren de alta velocidad que circula por el Túnel bajo el Canal de la Mancha), el jueves 21 de Marzo por la mañana (48,50€, reservando con dos meses de antelación).
Decidí comprar por Internet una entrada para The View of The Shard, para el miércoles 20 de Marzo, en la franja horaria 15.00-15.30. Por 24,95GBP del ala. Confié que esas primeras horas de la tarde eran las que podían ofrecerme una mayor probabilidad de disponer de una visibilidad razonable en una ciudad como Londres, donde los días lluviosos y con neblina forman parte de la vida habitual de sus habitantes y turistas.
Esa mañana la dediqué a visitar el Cutty Sark en Greenwich (ya os contaré detalles en otro momento). Terminada la visita, tomé uno de los autobuses fluviales en el Greenwich Pier, y me bajé en el London Bridge Pier. Los llamados River Bus Services sospecho que no son ampliamente conocidos por los visitantes de Londres. Sin embargo, ofrecen una alternativa muy razonable a los clásicos cruceros por el Támesis, y ofrecen los mejores enlaces en algunas rutas, donde el acceso por el Metro (Underground) puede requerir varios transbordos.
La mañana fue lluviosa, bastante fría y ventosa, y se la pasó lloviznando a ratos. La perspectiva no era nada halagüeña. Pero tenía solamente esa oportunidad (en este viaje) de subir a The Shard, e iba a aprovecharla.
Crucé por las Galerías que hay junto al río en London Bridge (con buena oferta de comercios, bares y restaurantes, con terrazas que tendrían que esperar mejor ocasión). En Tooley Street paré a comer un plato de pasta y una copita de vino en uno de los muchos restaurantes Azzurro que hay por la ciudad (20,85GBP, sentado y servido). A las dos y media me decidí a abordar la última etapa de ese particular acontecimiento.
El rascacielos The Shard (de 95 plantas en total) está prácticamente integrado en la estructura de la estación ferroviaria de London Bridge, y ocupa el espacio de las antiguas Southwark Towers, 24 plantas de oficinas, que se habían construido en 1.975.
Su acceso principal es por St. Thomas Street, y por el piso superior, junto a una de las entradas de la estación ferroviaria. A la hora en que acudí ese día a la zona, había un gran movimiento frente a la entrada principal (ignoro con qué motivo, pero debía haber algún evento que atraía VIPs de todas clases), con docenas de berlinas Mercedes-Benz S350 (negras o color plata) con chófer, de la compañía London Executive, yendo y viniendo por St. Thomas Street.
El acceso público a The View from The Shard es por Joiner Street. Esta es una calle que no parece tal. Desde Tooley Street, su apariencia es que fuera únicamente el acceso a trenes y Metro de la estación London Bridge. Pero, siguiendo adelante, se llega hasta St. Thomas, y un poco antes, a la izquierda, está la entrada a la plataforma panorámica. Mostré mi entrada (que había comprado previamente por Internet y había impreso en casa) al portero, y me tendió (simbólicamente) una alfombra roja hacia el interior.
Lo cierto es que no había aglomeraciones ni colas. A esos precios, otra cosa sería extraña. Desde que entras, te rodea una cierta sensación de exclusividad y lujo, abonada por el abundante personal que está a disposición de los visitantes durante toda la visita.
Hay que cruzar un control de seguridad (casi) equiparable al de cualquier aeropuerto. A las 15.02 acerqué el código de barras de mi ticket a los torniquetes de paso, y me franqueó la entrada. Ignoro lo que sucede si intentas pasar el billete fuera de la franja horaria asignada. Es fácil que, en ese caso, tengas que acercarte previamente a los mostradores de venta para que te la convaliden de alguna forma. Aunque todas las informaciones y advertencias durante el proceso de compra hacen énfasis en que la entrada solamente es válida dentro de la horquilla horaria que compres. De todas formas, me cuesta creer que, si te retrasas más de media hora, tengas que pagar de nuevo. Mejor evitarlo, en cualquier caso.
Los grupos de visitantes son sometidos a una brevísima sesión fotográfica sobre un fondo verde uniforme que, a la salida, puede convertirse (previo pago de su importe, que ignoro, porque no sucumbí a esa tentación), en una foto de recuerdo con el propio edificio y las vistas desde arriba como fondo sobrepuesto.
Los ascensores te llevan con rapidez hasta la planta 68 (dicen que son los más rápidos del mundo y alcanzan una velocidad de 6 m/seg., equivalente a 21,6 km/h). Te acompaña un empleado en todo el trayecto, aunque sospecho que sin otra función real que la de entablar conversación con los visitantes para darle un mayor valor a la visita.
La planta de observación, en el nivel 69, está completamente acristalada a todo su alrededor, para no perderse detalle, y tiene una altura de unos tres pisos, por lo que transmite, junto con la ausencia de aglomeraciones, la sensación de comodidad y desahogo. Las vistas de toda la ciudad y sus alrededores son realmente impresionantes. Especialmente deben serlo en alguno de los pocos días en Londres con cielo azul y excelente visibilidad, que no fue, para nada, el caso ese 20 de Marzo.
Para compensar este hecho, en todo el recorrido alrededor de la planta de observación hay unos artefactos (gratuitos) a los que llaman Tell-scopes. Son aparatos digitales, que se pueden orientar dentro del área de influencia de cada uno. En su gran pantalla puede escogerse la visión en vivo (es decir, lo que ya podemos ver a simple vista, sólo que con ciertas posibilidades de zoom), pero también una visión fotográfica de las vistas, tomadas anteriormente en las mejores condiciones de visibilidad, de día, de noche y, en algunos casos, a la salida o puesta del Sol. Se pueden ampliar zonas concretas, e incluso invocar ventanas de información textual (en hasta 10 idiomas, entre ellos el castellano), de los principales atractivos de esa área de visión. Dependiendo de las condiciones climatológicas, estos artilugios son un sucedáneo o un complemento a la contemplación a simple vista.
En mi afán por tomar bastantes fotografías de las vistas desde lo alto, al final no hice ninguna de la propia planta de observación y de esos telescopios especiales, pero podéis ver una buena descripción ilustrada aquí.
En toda la planta hay infinidad de empleados (azafatos y azafatas) cuya misión parece ser la de contribuir a esa sensación de lujo, aparte de responder a las curiosidades de los visitantes y hasta entablar conversación con ellos, añadiendo valor a la visita en sí. Ignoro sus habilidades en idiomas diferentes del inglés.
Un curioso souvenir: la torre se monta engarzando dos piezas planas de plástico duro. (JMBigas, Abril 2013) |
Se pueden subir unos cuantos tramos de escalera hasta la planta 72, donde está la terraza abierta. Aunque no está señalizado, los empleados intentan que los visitantes suban por uno de los lados, y desciendan por el contrario. La terraza abierta ofrece, como principal valor añadido, vistas sobre el remate en altura del propio edificio. Aparte de vistas al natural de todo lo que ya hemos podido contemplar con comodidad desde la planta de observación. Sin embargo, en días desapacibles (viento y lluvia) el entorno resulta francamente incómodo.
Las vistas más remarcables desde The View from The Shard (habitualmente más o menos visibles, aunque el día esté más bien espeso), incluyen a una Torre de Londres que parece una maqueta, junto al Tower Bridge y frente al HMS Belfast; en la orilla sur, casi frente a la Torre, el nuevo complejo del Ayuntamiento de la ciudad; de frente, al otro lado del río, St. Paul y los rascacielos de la City, donde destaca el pepinillo ('gherkin') de Norman Foster; al oeste, es posible ver (se requiere que el día esté algo despejado) el London Eye, el Parlamento y el Big Ben; al sur y suroeste, los inacabables barrios meridionales de Londres, donde destaca el rascacielos Strata SE1 (en Elephant&Castle), conocido como la afeitadora, con sus tres turbinas eólicas en la cubierta, de nueve metros de diámetro cada una, cuya utilización hubo que regular, pues los residentes se quejaron de un nivel sonoro insoportable; y hacia abajo, aparte de la Catedral de Southwark, muy próxima, que abriga el Borough Market, destaca la gran franja ferroviaria, de incesante actividad, que une las estaciones de Waterloo y London Bridge, en la orilla sur, con la estación de Canon Street (es imperdible su magnífica cubierta ajardinada) en la orilla norte. Si hay buena visibilidad, hacia el este se pueden ver los rascacielos de Canary Wharf y el Royal Observatory de Greenwich y el Cutty Sark.
Para los auténticos amantes de las vistas desde las alturas, The View From The Shard resulta complementario al London Eye. Ambos están situados junto al río, pero relativamente alejados entre sí, lo que permite tener desde cada uno de ellos unas vistas privilegiadas de zonas diferentes de la inmensa ciudad de Londres.
Al ir hacia los ascensores para iniciar el descenso, se pasa junto a una pequeña tienda de recuerdos. Pero en la planta baja nos espera una tienda grande, con toda clase de objetos relativos a The Shard, a modo de souvenirs o recuerdos. El tradicional sobreprecio es el habitual en lugares de esta índole. Sin embargo, hay algunos objetos bastante originales. Yo destacaría una réplica simplificada de la torre, que se vende por el módico precio de 3 ó 4GBP, que consiste en dos piezas planas de plástico duro transparente, que una vez engarzadas remedan un The Shard de 12 cm. de altura. Os ofrezco una fotografía de la torre ya montada.
Allí también hay un mostrador donde podemos comprar, si queremos la fotografía recuerdo oficial, compuesta a partir de la que nos tomaron al iniciar la visita.
En una visita con cierto detalle, fácilmente se nos pueden ir en total un par de horas, incluso más, supongo, si el día está muy despejado.
En resumen, un atractivo más a añadir a la larga lista que ofrece Londres. Indudablemente caro, pero relativamente en línea con los precios que se practican en Londres para la mayoría de atracciones turísticas. Y absolutamente imperdible para los amantes de las alturas y los miradores panorámicos.
Anotad The View From The Shard en vuestra lista de deberes para vuestra próxima visita a Londres.
Aparte de las poquitas fotografías que he seleccionado para ilustrar este artículo, podéis acceder a la colección completa de 26 imágenes, pinchando en la fotografía del edificio. Debo reconocer que las fotografías de vistas no son más que mediocres: se suman las limitaciones de mi propia cámara compacta a las dudosas habilidades de este fotógrafo aficionado, y todo aliñado por un día lluvioso y de escasa visibilidad.
Disponéis también de un vídeo de unos tres minutos, con lo mejor de las vistas que pude captar el día de mi visita.
JMBA
No hay comentarios:
Publicar un comentario