Eran ya las tres de la tarde de ese martes 30 de Julio cuando llegué al hotel, tras visitar Superga, navegar por el Po y comprar unos libros y comer en Lingotto. La tarde estaba soleada y hacía calor, mucho calor.
En el hotel me indicaron que para ir a la Mole lo mejor era el tranvía de San Fernando (la mitad a pie, la otra mitad andando), pues los medios públicos me suponían andar antes y después, y no merecía la pena.
Armado con una gorra para protegerme del Sol, inicié pues un paseo por todo el eje histórico del centro de Turín, el llamado Centro Storico, con destino final en la Mole Antonelliana.
El Hotel Gran Mogol estaba situado, como ya he comentado, a un paso de la enorme estación de Torino Porta Nuova. Allí empecé el recorrido.
La estación Porta Nuova es la tercera de Italia por tráfico de viajeros (tras Roma Termini y Milano Centrale). Diariamente llegan o salen de allí, de media, 450 trenes y la utilizan 192.000 viajeros. Es una estación terminal, cabeza de la línea de Alta Velocidad que cruza Italia de Norte a Sur (Torino, Milano, Bologna, Firenze, Roma, Napoli, Salerno). Se inauguró en 1864, pero tuvo que ser prácticamente reconstruida por completo tras la Segunda Guerra Mundial.
Frente a la estación está la Piazza Carlo Felice, en honor a Carlo Felice de Saboya, rey de Cerdeña. La plaza tiene, en su centro, unos jardines públicos (Giardino Sambuy). La plaza está rodeada de palacios del siglo XVIII con soportales. Desde allí arranca la Via Roma, la principal arteria comercial de Turín. El enlace entre la plaza y Via roma es un extenso semicírculo. Son característicos los soportales a ambos lados de Via Roma, y los cientos de tiendas que la jalonan.
La Via Roma desemboca en la Piazza San Carlo, rectangular, de 168x76 metros, lo que la convierte en la tercera plaza más extensa de la ciudad de Turín. Esta plaza puede considerarse su centro ciudadano. Sus cafés (especialmente el San Carlo y el Torino) han sido centro de reunión de los principales políticos piemonteses. En el centro de la plaza se encuentra la estatua ecuestre dedicada a Emanuele Filiberto de Saboya. A la entrada a la plaza desde Porta Nuova hay dos pequeñas iglesias gemelas, una de ellas dedicada a Santa Cristina y la otra a San Carlo Borromeo (como la propia plaza, por cierto, desde 1618). Sucesivamente, la plaza ha ostentado varios nombres, entre ellos Piazza Reale, Piazza d'Armi, e incluso Place Napoléon.
Desde Piazza San Carlo, la Via Roma sigue su camino hasta desembocar en la Piazza Castello, que, con sus casi 40.000 metros cuadrados, es la segunda más extensa de la ciudad, y el corazón del Centro Storico. Por esa zona entre las dos plazas hay alguna galería comercial interior (al estilo de las famosas Vittorio Emanuele II de la piazza del Duomo de Milán).
Hay muchos edificios singulares en la Piazza Castello, pero los dos más especiales son el Palazzo Reale, con todas sus dependencias anexas, los jardines reales y la Capella della Sacra Sindone; y el Palazzo Madama, que es la síntesis de veinte siglos de la historia de Turín.
Efectivamente, lo que originalmente fue la Porta Decumana de la época romana del asentamiento (Castra Taurinorum), se convirtió en fortaleza tras la Caída del Imperio Romano, siendo la puerta de acceso a la ciudad desde el río Po. Actualmente, este acceso se realiza por la Via Po (que desemboca en la Piazza Castello) y la Piazza Vittorio Veneto, rectangular de 360x111 metros, una de las más grandes de Europa, junto al río.
En la primera mitad del siglo XIV, la fortaleza pasó a ser propiedad de la rama de los Savoia-Acaja, que lo convirtieron en castillo. A principios del siglo XVIII, el arquitecto Filipo Juvarra (el mismo que construyó la Basílica de Superga), diseñó para la regente Maria Giovanna Battista de Savoia-Nemours (una de las Madama de su nombre) un precioso palacio barroco de piedra blanca. Pero sólo llegó a construirse la parte frontal, en 1721. Por eso en la actualidad la apariencia del Palazzo Madama e Casaforte degli Acaja (su nombre completo) es muy curiosa, con una fachada barroca en uno de sus lados, y un castillo medieval, con restos romanos, por la otra. Es la sede del Museo Civico d'Arte Antica.
Frente a la fachada medieval se encuentra el Monumento ai Caduti de la Grande Guerra, en homenaje a los caídos en la Primera Guerra Mundial.
Mientras que la parte norte de la plaza lo ocupa el Palazzo Reale, en la parte sur hay más soportales, donde se encuentran algunos de los comercios más añejos de la ciudad. En esa zona, un antiguo teatro se ha convertido en una pequeña galería comercial (la Galleria Subalpina) , con algunos cafés con terrazas abrigadas de la intemperie. En el rincón sureste, está el Baratti, uno de los cafés barrocos más señoriales de Turín, una de cuyas cristaleras da a la galería del antiguo teatro.
Como quería visitar la Mole, en lugar de seguir por via Po, tomé la Via Giuseppe Verdi. Allí, en el número 8, está el edificio del Rectorado de la Università degli Studi di Torino, que tiene un delicioso patio cuadrado, barroco, con estatuas clásicas y una balaustrada en el primer piso. En la parte baja, cuando estuve, había una exposición de esculturas modernas de hierro.
Seguí por Via Verdi hasta un edificio tocho, que son los Estudios de la RAI, la radiotelevisión pública italiana. A continuación está la Via Montebello, que es donde está la Mole Antonelliana. Desde esa esquina ya se tiene visibilidad de la parte alta de la Mole.
La Mole fue originalmente diseñada para ser una sinagoga. En 1848 se proclamó el llamado Estatuto Albertino (por Carlo Alberto de Saboya), que promulgaba en la práctica la libertad religiosa. La comunidad hebrea encargó en 1863 al arquitecto Alessandro Antonelli la construcción de una nueva sinagoga, en unos terrenos previamente adquiridos. El proyecto inicial preveía una altura de 47 metros.
Sin embargo, diversas modificaciones introducidas por el propio arquitecto, llevaron el proyecto a una altura de 113 metros. Pero el aumento de costes y el retraso en la construcción, llevó a la comunidad hebrea a forzar el fin de las obras con un techo plano provisional a unos 70 metros de altura, en 1869.
La aparición de diversos problemas estructurales, debidos en parte a la inestabilidad del terreno y a las dimensiones internas de la obra, llevaron a que la comunidad hebrea renunciara al edificio, y realizó en 1873 un trueque con el Ayuntamiento de Turín, por el que cedía la Mole y adquiría unos terrenos en el barrio de San Salvario, donde se ubica la actual sinagoga.
Con presupuesto del Ayuntamiento de Turín, Antonelli retomó las obras para finalizar la construcción, y corregir los problemas aparecidos. El proyecto sufrió nuevas modificaciones, que llevaron su altura primero a 146 metros, y luego hasta los 163,35 metros.
Para la Exposición Universal de 1884, celebrada en Turín, la Mole acogió la Feria Artística.
Un terremoto de pequeña intensidad en 1887 produjo nuevos daños estructurales en el edificio.
Antonelli, ya nonagenario, dirigió las obras hasta su muerte en 1888. El edificio fue completado por su hijo Costanzo y su alumno Crescentino Caselli.
La Mole fue finalmente inaugurada en 1889, con la instalación en lo alto del pináculo de un genio alado con una estrella en la cabeza, que rápidamente fue bautizado por el pueblo como el ángel. Este remate llevó la altura total de la construcción a los 167,5 metros actuales.
El nombre de Mole proviene de que, durante algún tiempo, fue el edificio de muratura (muros de ladrillo, sin elementos metálicos) más alto de Europa. Sucesivas reformas implicaron la adición de cemento armado y tirantes de acero, con lo que ya no pudo mantenerse en esa clasificación.
Tras su inauguración, la Mole acogió el Museo del Risorgimento, hasta 1938 en que fue transferido al Palazzo Carignano, su actual ubicación. A partir de entonces se dedicó a exposiciones puntuales.
Varios incidentes han jalonado la historia de la Mole. En 1904 se cayó el ángel del pináculo (que fue sustituido por una estrella de cinco puntas y cuatro metros de diámetro), mientras que en 1953 se rompió el pináculo entero, que tuvo que ser rehecho. Milagrosamente, la Mole sobrevivió sin daños a los bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial, especialmente el del 6 de Diciembre de 1942, que afectó seriamente a varios edificios en la vecina Via Verdi.
Las obras de reconstrucción, terminadas en 1960, supusieron la inclusión de elementos metálicos para reforzar la estructura.
Un primer ascensor se instaló en su interior en 1964, que fue sustituido por otro nuevo en 1987, con motivo de ulteriores obras de reforma. Este estuvo activo hasta 1996, en que se decidió la instalación en la Mole del Museo Nazionale del Cinema.
En Julio de 2000 se inauguró el actual ascensor panorámico que se eleva por el vacío central de la cúpula, al tiempo que se abrió al público el Museo Nacional del Cine, en el interior de la Mole Antonelliana. El ascensor permite el acceso a una terraza panorámica (el llamado Tempietto, a 85 metros de altura), desde la que se tiene una vista de 360º de la ciudad de Turín y sus alrededores.
Aun hoy, la Mole Antonelliana es el edificio más alto de Turín, y es el símbolo característico de su skyline. Actualmente existe una fuerte polémica pública, porque hay varios proyectos para construir algunos rascacielos que podrían superar su altura.
La Mole, actualmente, tiene dos atractivos principales en su interior. De una parte, el ascensor panorámico y de otra el Museo Nazionale del Cinema. En las taquillas del vestíbulo de entrada pueden comprarse entradas para uno y otro: 6€ para la subida (y bajada) en ascensor; 9€ para la entrada al Museo; y 12€ como precio especial para el conjunto de las dos atracciones.
La tarde de ese martes estaba muy calurosa, por lo que lo primero que hice al llegar a la Mole fue tomar un refresco en una de las terrazas que la rodean. Compré a continuación la entrada conjunta, y empecé por subir al Tempietto en el ascensor.
Normalmente hay que sufrir algo de cola para subir en el ascensor. En mi caso, casi media hora, a media tarde. Pero la terraza merece la espera (y el gasto). Si el día está más o menos claro, no sólo se tiene una panorámica de la propia ciudad, sino también de las cimas de los Alpes, que se encuentran a unos 50km. de distancia de Turín.
Por supuesto, hacia el Este, se divisa la colina y la Basílica de Superga. Y, en la zona más próxima de la Mole, se domina el edificio de los estudios de la RAI de Via Verdi y todo lo que rodea la Piazza Castello, principalmente el Palacio Real con sus jardines y el Palazzo Madama. Varias iglesias singulares también se ven con claridad desde el Tempietto. Como, por ejemplo, la Chiesa di Santa Maria del Monte, en el Monte Cappuccini, o la Chiesa della Gran Madre di Dio, a las orillas del Po, justo frente a la enorme Piazza Vittorio Veneto, en la orilla opuesta. También se divisa la impresionante fachada posterior del Palazzo Carignano, sobre la Via Carlo Alberto. La gigantesca estación ferroviaria de Torino Porta Nuova también se distingue con claridad, aunque este año la fachada principal estaba completamente cubierta de andamiajes.
Tras bajar de nuevo hasta el nivel de entrada, pasé a continuación a la visita del Museo Nazionale del Cinema. El Museo incluye muchos elementos relacionados con el cine (especialmente el italiano, pero no sólo). Hay infinidad de proyecciones en diversos lugares del museo, así como toda clase de objetos recuperados de los sets de filmación de muchas películas. Lo que me pareció más interesante del Museo es la colección de dispositivos (cámaras, linternas mágicas,...) podríamos decir que pre-cinematográficos. La gran mayoría están en perfecto estado de uso, y el visitante puede ver por sí mismo la evolución que la tecnología ha ido introduciendo en la reproducción de la imagen en movimiento.
El Museo incluye un camino ascendente en espiral por el interior de la cúpula, donde se exhiben posters y proyecciones de diversas películas míticas de la historia del cine. En la zona central de la planta baja hay un buen número de tumbonas fijas, donde el visitante puede tumbarse y, utilizando unos auriculares, sumergirse en las proyecciones que se realizan sobre dos pantallas gigantes.
En resumen, un Museo lleno de curiosidades relacionadas con el mundo del cine. El visitante ocasional puede hacerse una buena idea de su contenido en un par de horas. El cinéfilo mitómano puede pasarse varias jornadas en su interior.
Tras todo el día de visitar diversas zonas de Turín, estaba ya bastante cansado. En el viaje de vuelta hacia el Hotel, paré a cenar en la terracita exterior del Planet, en la Via Principe Amedeo. Se trata de un local multifuncional (restaurante, pizzeria, café, cocktail bar, sala de billar,...). Ofrece cocina non-stop desde las 11 de la mañana hasta las 3 de la madrugada. Se pueden comer bocadillos, pizzas, entrantes diversos (antipasti) y platos de pasta, carne o pescado. La guarnición (contorno) del plato principal hay que pedirlo aparte, como es habitual en la mayoría de restaurantes en Italia. Cené muy a gusto una cotoletta milanesa, acompañada de un plato de pasta, con una jarra de vino blanco. Con una cerveza de aperitivo, una botella de agua con gas y café, la factura fue de unos razonables 37 Euros.
Volví al hotel relativamente pronto. A la mañana siguiente debía madrugar, pues tenía prevista una excursión a Milán en el tren de Alta Velocidad, el Frecciarossa. Pero esa ya será la historia de otro capítulo.
Aparte de las fotografías que he escogido para ilustrar este artículo, podéis acceder a una completa colección de 49 fotografías de este recorrido, pinchando en la foto del Palazzo Madama.
También podéis ver este breve vídeo del interior de la Mole Antonelliana.
JMBA
Aparte de las fotografías que he escogido para ilustrar este artículo, podéis acceder a una completa colección de 49 fotografías de este recorrido, pinchando en la foto del Palazzo Madama.
Torino-Centro Storico y Mole Antonelliana |
También podéis ver este breve vídeo del interior de la Mole Antonelliana.
JMBA
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