A finales de Junio estuve unos días en Barcelona, para asistir a algunas celebraciones familiares. Para la vuelta hacia Madrid, decidí realizar un desvío hacia el Somontano, en la provincia de Huesca. Reservé habitación para un par de noches en el Gran Hotel Ciudad de Barbastro, situado en pleno centro de la ciudad, en la Plaza del Mercado.
El camino más directo para ir desde Barcelona hasta Barbastro (Huesca) es por Lleida (A-2), y luego por la A-22 (autovía Lleida-Huesca). Pasados Binéfar y Monzón, se llega a Barbastro.
Sin embargo, esta vez cedí a la nostalgia. Tenía cierto interés en pasar por la Pobla de Segur, en el prepirineo leridano. Allí estuve trabajando,a principios de los años 80, en un proyecto informático arcaico (atendiendo a los patrones de hoy) para la Caixa Rural del Pirineu, una de esas pequeñas cajas de ahorros comarcales que, tras sucesivas fusiones, acabó integrada en La Caixa.
Este antojo me obligó a un rodeo importante. Primero por la A-2 hasta Cervera, y luego por carreteras más locales, por Agramunt y Artesa de Segre, y bordeando luego los pantanos de Camarasa primero y de Terradets después, hasta pasar Tremp y Talarn. Otro pantano más en el Noguera Pallaresa (el de Sant Antoni), para llegar finalmente a la Pobla de Segur. El desvío fue puramente nostálgico, porque no reconocí nada del pueblecito prepirenaico que recordaba en la que hoy es una extensa población (pop. 3012). Mis recuerdos de la época se limitan al que entonces era el único hotel (1.000 pesetas - 6 Euros - la pensión completa, con comidas y cenas pantagruélicas) y a una discoteca de fin de semana que, el resto de días, era una especie de puticlub amateur.
Desde allí seguí camino por el Eje Pirenaico (N-260) hacia Pont de Suert (donde paré para comer un menú del día más que correcto) y luego, ya entrando en Aragón, por Castejón de Sos hasta Aínsa. Desde allí tomé la carretera autonómica A-138, hacia el Sur en dirección a Barbastro.
El Somontano de Barbastro es una comarca prepirenaica de Aragón, en el centro de la provincia de Huesca, con una superficie de 1.163 km2 y una población total de 24.111 habitantes. Incluye 29 municipios, de los que el más importante es el de Barbastro (pop. 17.210). Su nombre obedece a que ocupa el piedemonte de las sierras prepirenaicas, con una altitud habitual en torno a los 400 msnm. El territorio está cruzado por las fértiles vegas de los ríos Alcanadre, Isuala, Vero y Cinca, entre otros, y sus máximas elevaciones se dan en la Sierra de Guara y algunos otros lugares.
La actividad vinícola en la comarca es centenaria. Sin embargo, la apuesta por la calidad y la internacionalización es relativamente reciente. La Denominación de Origen Somontano se constituyó en 1984 y se ha desarrollado con mucha rapidez. La calidad e imagen de sus vinos le ha puesto por delante de otras Denominaciones aragonesas mucho más antiguas, y hoy es, a nivel de toda España, una de las Denominaciones de Origen con mayor reconocimiento y prestigio en el mercado.
Hay un total de 31 bodegas y 424 viticultores, con 4.187 hectáreas de viñedo inscritas en la Denominación. En 2014 se recogieron unos 15 millones de kilogramos de uva y se produjeron algo más de 105.000 hectolitros. La D.O. Somontano puso en el mercado unos 14 millones de botellas, de las que el 70% se vendieron en el mercado nacional, y un 30% en el internacional.
Tres de las bodegas son gigantes que, conjuntamente, seguramente produzcan (no tengo las cifras detalladas) en torno al 80% del total de la Denominación. Se trata de Bodegas Pirineos, Viñas del Vero y Enate (Viñedos y Crianzas del Alto Aragón, S.A.).
El rápido crecimiento ha provocado crisis financieras importantes en algunas de las bodegas, que se han resuelto de diversas formas. Así, Pirineos forma parte actualmente del Grupo Barbadillo, mientras que Viñas del Vero está integrada en González Byass. Y las originales Bodegas Irius, que realizaron una importante inversión construyendo un edificio arquitectónicamente singular al sur de Barbastro, se han convertido muy recientemente, con nuevo capital, en las Bodegas Sommos.
El resto de bodegas son prácticamente familiares, con producciones modestas en el orden de magnitud de los cientos de miles de botellas por año, o incluso inferiores.
Sin embargo, la mayoría pueden ofrecer una historia impresionante, con actividad vinícola que abarca varios siglos.
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Camino de Barbastro, al borde la propia carretera A-138, me detuve en la Bodega Otto Bestué, cuyo eslógan es "viñadores del Somontano desde 1640". Esta bodega dispone de una tienda muy bien surtida con todos sus productos, entre los que destaca un excelente rosado de Cabernet Sauvignon y Merlot, un blanco de Chardonnay, y unos tintos selectos, como los de Finca Rableros o Finca Santa Sabina.
Como eran días de muchísimo calor y me quedaban todavía varios días de viaje antes de llegar a casa, decidí que, en lugar de llevarme los vinos que compré en el coche, pedí que, por un pequeño plus, me lo enviaran directamente a mi casa de Madrid, lo que hicieron sin ningún problema.
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Barbastro es una pequeña población muy agradable. Aunque poca ocasión tuve de realizar turismo en la ciudad, sí realicé algún paseo desde la Plaza del Mercado, donde está el Gran Hotel Ciudad de Barbastro, un cuatro estrellas muy correcto, hasta el Paseo del Coso. O en dirección contraria, hasta cruzar el río Vero.
La Plaza del Mercado es peatonal, pero el Hotel dispone de un garage subterráneo, al que se accede por la calle posterior, Martínez Vargas.
Llegué a Barbastro la tarde del martes 30 de Junio y dediqué todo el día siguiente, miércoles 1º de Julio, a una ruta bastante completa por la comarca, con visitas a varias de las bodegas de la Denominación.
El propio martes cené en el restaurante gastronómico del hotel (excelente, y la pena es que éramos muy poquitos comensales). Antes de cenar di un breve paseo, en el que descubrí una curiosa tienda en la propia Plaza del Mercado, frente al hotel. Se llama Esencias del Somontano y solamente abre por la tarde, a partir de las cinco hasta las nueve o así. Aparte de tienda de vinos, organizan sus propias sesiones de degustación y cata, y tienen su propio Club de Vinos. Tuve ocasión de tener una interesante charla enológica sobre el Somontano, con uno de sus responsables. Me preparó para la jornada siguiente y les prometí una visita el miércoles por la tarde, para comprar algunas botellas de bodegas que finalmente no tuviera ocasión de visitar.
La primera visita del miércoles fue a las Bodegas Sommos. Inicialmente llamadas Irius, problemas societarios han llevado a la entrada de nuevo capital y a su cambio de nombre. Está situada ligeramente al sur de Barbastro, junto a la carretera N-240 (N 41,991528º, E 0,152745º), frente a las Bodegas Laus, otra de las clásicas de la Denominación. En una extensa finca, se alza el edificio principal de la bodega, que es una singularidad arquitectónica y a nadie que transite por la zona le pasará desapercibido. El cambio de nombre y dirección es muy reciente, y apenas han empezado a comercializar los vinos de la nueva era (especialmente la colección Glárima, en todos los colores). Todavía tienen a la venta algunos reservas de la etapa anterior (los Absum). La recomendación de mi mentor de la tienda de Barbastro llevaba a los blancos y rosados de la nueva gama, y a los tintos de la anterior. Los vinos tintos de la nueva etapa todavía necesitan un tiempo para consolidarse.
Las Bodegas Sommos están muy preparadas para las visitas turísticas, incluso de grupos numerosos. Tienen una tienda, junto a la recepción del edificio principal, muy bien surtida y excelentemente dispuesta. A pesar de que la solanera era sofocante, tuve ocasión de dar un breve paseo en torno al edificio principal, con vistas impresionantes sobre los inacabables viñedos, muy pulcramente cuidados. Frente al edificio hay una zona experimental, con diversos tipos de viña y varios modos de cultivo. Todo ello muy orientado a las visitas de interesados en el mundo de la enología.
Mi siguiente visita fue a la familiar Bodegas Lalanne. Esta se encuentra situada al norte de Barbastro, junto a la bifurcación entre las carreteras de Alquézar y la de Salas Bajas (N 42,061487º, E 0,089071º), y muy cerca de los tres gigantes de la Denominación. En su fachada lucen orgullosamente la fecha de 1842, en que fue fundada la bodega por una familia francesa procedente de la zona de Burdeos. La familia Lalanne sigue al frente de la Bodega.
Me recibió una de las mujeres de la familia, Leonor, que me hizo los honores de los diversos vinos que producen. Blancos de Chardonnay y Gewurztraminer, tintos de tempranillo, Cabernet Sauvignon, Merlot, etc. A mi conocimiento, es una de las dos únicas bodegas del Somontano que producen un vino espumoso (elaborado con el método del champagne o del cava, pero sin denominación como tal). Un Brut Nature que Leonor me prometió que no lleva ninguna adición de licor de expedición (azúcar) y que es excelente (lo degusté con unos amigos tras una barbacoa veraniega).
Además, la propia Leonor es escritora y me promocionó su novela El Secreto de Kirchland, una intriga histórica situada en la Inglaterra de la Edad Media. Por supuesto le compré un ejemplar, que me dedicó con mucho cariño.
Seguí camino unos kilómetros más al norte, para visitar uno de los gigantes de la zona, ENATE (técnicamente, Viñedos y Crianzas del Alto Aragón, S.A.), en Salas Bajas (N 42,000964º, E 0,086329º). Tienen un amplísimo aparcamiento y la tienda es simplemente impresionante, por la gran variedad de vinos producidos por la Bodega y que están expuestos a la venta. Algunos son bastante conocidos (el blanco Chardonnay, el Rosado, sus Crianzas y Reservas). Otros lo son menos, como el delicioso monovarietal Merlot Merlot (premium de precio ya en el entorno de los 20€). Pero en la tienda tienen otros dos monovarietales del mismo nivel, que yo no conocía, Los Cabernet Cabernet y Syrah Syrah. La responsable de la tienda me recomendó que probara el de Cabernet, y tengo una botella en algún lugar de mi bodega, esperando el día en que toque degustarlo. Y otra de Syrah, por supuesto.
Además tienen una gama de vinos de precio económico, que sólo venden en bodega, especialmente preparados para los visitantes ocasionales.
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Quería visitar Torreciudad, que es un santuario situado sobre el embalse de Grado, y sede del Opus Dei. Por visitar quiero decir hacer algunas fotos del recinto del santuario. La bendición del GPS me llevó, desde Salas Bajas hasta Torreciudad, por una deliciosa carretera (casi sólo una pista) desierta que cruza el monte y discurre en paralelo al Canal del Cinca. Este Canal es una obra de ingeniería imponente, y forma parte de las construcciones de la Confederación Hidrográfica del Ebro para utilizar el agua sobrante de las áreas pirenaicas y prepirenaicas para convertir en tierras de regadío las comarcas semidesérticas de Los Monegros, por ejemplo. El Canal discurre en algunas zonas simplemente encajonado, mientras que en otras hubo que construir vistosos acueductos, que son visibles desde algunos puntos de esa carretera.
El Canal del Cinca tiene una longitud de 90Km, con una capacidad en cabecera de hasta 80 metros cúbicos por segundo, y tras la derivación de la central hidroeléctrica del Grado II, un caudal máximo de 70 metros cúbicos por segundo, destinado al regadío de una extensión de más de 59.000 hectáreas. Su demanda media anual está en el entorno de los 400 hectómetros cúbicos.
El entorno de Torreciudad es impresionante, sobre el embalse de Grado. Yo sólo llegué al aparcamiento exterior, desde donde se tiene una excelente visibilidad del majestuoso santuario. Pero, para mi gusto, todo el recinto rezuma un proselitismo agresivo que me resulta extenuante.
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La siguiente etapa fue el pueblecito turístico de Alquézar. Con un castillo remarcable, Alquézar es un pueblo muy empinado, ubicado en las laderas de uno de los cañones del río Vero. Sus callejas son estrechas y de grandes pendientes, y no es posible circular por ellas en coche. Sólo algunos vecinos pueden hacerlo de un modo limitado. El visitante debe dejar el coche en uno de los aparcamientos de las afueras. Yo lo hice en uno de los de la parte superior (N 42,172012º, E 0,023341º).
Llegué a Alquézar pasada la una y media de la tarde, tras una ajetreada mañana. A pesar de ser 1º de Julio, por ser miércoles había muy poquitos visitantes en el pueblo. Busqué un restaurante que estuviera abierto, y me senté (sudoroso del calor y las fuertes subidas) para comer con calma un Menú del Día. La opción gastronómica de Casa Pardina tuve que descartarla, pues el restaurante estaba cerrado ese día. Al final comí en la terraza del Restaurante Narbona.
Para la digestión, seguí bajando un poco hasta el mirador, desde donde se puede ver tanto el castillo como el cañón del río. Luego me tocó remontar todo el camino hasta el aparcamiento. Con calma y buscando la sombra, finalmente lo conseguí.
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De vuelta hacia Barbastro, hice la última parada enológica de la jornada, en otro de los gigantes de la Denominación, Viñas del Vero. Disponen de un edificio separado del resto de la bodega, destinado a fines sociales. Allí está la tienda, muy bien surtida de todos los vinos que producen, y también salones para su uso en sesiones de cata o eventos diversos.
Zona social de las Bodegas viñas del Vero. (JM Bigas, Julio 2015) |
Producen toda clase de vinos (blancos, rosados, tintos), incluyendo los altos de gama Gran Vos (tinto) y Clarion (blanco), así como el prestigiosísimo Blecua y los remarcables Secastilla.
Llegué finalmente de vuelta a Barbastro a media tarde. Tras descansar un rato en el hotel (el Sol y el calor seguían siendo agotadores), me desperecé para salir. Primero visité la tienda Esencias del Somontano, donde conocí al otro socio. Compré algunas botellas surtidas de bodegas que no había podido visitar ese día.
Tras varios días de Menú del Día y una cena gastronómica en Barbastro, el cuerpo me pedía una pizza. Pregunté en recepción, y la chica me dijo que hay dos en Barbastro, y me recomendó una que le gustaba a ella, en la Avenida Los Pirineos, más allá del puente sobre el río Vero. Il Piccolo Paesino resultó ser un modesto restaurante, con una oferta muy convencional que incluía las pizzas. Cené a gusto sin más, y el breve paseo de vuelta al hotel me permitió acostarme ya sin la sensación de recién cenado.
Tras varios días de Menú del Día y una cena gastronómica en Barbastro, el cuerpo me pedía una pizza. Pregunté en recepción, y la chica me dijo que hay dos en Barbastro, y me recomendó una que le gustaba a ella, en la Avenida Los Pirineos, más allá del puente sobre el río Vero. Il Piccolo Paesino resultó ser un modesto restaurante, con una oferta muy convencional que incluía las pizzas. Cené a gusto sin más, y el breve paseo de vuelta al hotel me permitió acostarme ya sin la sensación de recién cenado.
Al día siguiente, jueves, tomé ya el camino de vuelta a Madrid, a donde llegué pasadas las cuatro de la tarde. Como no llevaba prisa, escogí, de nuevo, el camino largo y torcío. Por Huesca y Ejea de los Caballeros, Tudela, Tarazona, (grandes vistas del Moncayo), Soria, Medinaceli y Madrid. Tras el abundante desayuno en el hotel de Barbastro, acabé almorzando, ya un poco tarde, en mi casa de Madrid.
En resumen, la comarca del Somontano de Barbastro bien merece una breve estancia, y no sólo por sus maravillas enológicas. En un día se puede recorrer, en coche, buena parte de la misma. Pero los aficionados al senderismo y al montañismo de baja intensidad, la pueden prolongar lo que quieran: no conseguirán agotar el Somontano.
Aparte de las fotografías que he seleccionado para ilustrar este artículo, podéis acceder a una colección más completa de 27 instantáneas, con todo el recorrido de mi visita a la comarca, pinchando en la siguiente fotografía.
El Somontano de Barbastro |
JMBA
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