Tras los dos asaltos de investidura fallida de la pasada semana, los vientos suenan con gran insistencia insinuando que unas nuevas elecciones el 26 de Junio van a resultar inevitables.
Albert Rivera, que ha convertido a Ciudadanos en una bisagra imprescindible. (Fuente: extraconfidencial) |
Estoy convencido de que antes del 2 de Mayo, aunque sea la víspera e in extremis, habrá algún acuerdo que permita evitar las Elecciones Generales, aunque a lo mejor nos aboque a una legislatura corta, y a unas Elecciones anticipadas para 2018 ó 2019.
Las razones que abonan este convencimiento son muy simples: a ninguno de los cuatro grandes partidos con presencia significativa en el Congreso le interesa ni le conviene que haya nuevas Elecciones en Junio.
Los diversos sondeos que se han venido realizando las últimas semanas parecen indicar que unas nuevas Elecciones darían un panorama bastante parecido al actual, lo que parece, de otra parte, bastante razonable.
Veamos a continuación las diversas razones por las que a ninguno de esos partidos le interesa acabar en Elecciones.
El Partido Popular ha sufrido una debacle en los resultados del 20D, reduciendo su presencia en el Congreso en 63 ó 64 diputados (según contemos o no al presunto corrupto Gómez de la Serna). Un tercio de los diputados populares del 2011 se han desvanecido sencillamente. Afrontar nuevas elecciones en unos meses implicaría hacer frente a dos factores de elevado riesgo:
1) Un liderazgo fatigado y casi anacrónico. Muchos ya consideran que Rajoy es un líder del pasado, aunque en los entornos orgánicos del propio partido no se oigan todavía voces en esa dirección. Pero conviene tener en cuenta que en organizaciones tan jerarquizadas y con fuertes liderazgos, las disensiones son duramente castigadas y, en general, autoreprimidas. Pero al día siguiente de que todos vitoreen al líder puede darse el caso de que le cuelguen boca abajo de los pies y le acusen de todos los pecados.
2) Un ambiente de corrupción generalizada y putrefacta (Gurtel, Púnica, Brugal, Taula, etc. etc.) rodea por completo a la dirección nacional, aunque judicialmente todavía no la ha tocado. La sangría de votos de ciudadanos hartos de este ambiente es difícil de anticipar.
Aunque algunos estrategas puedan pensar que en Junio podrían recuperar algunos de los votos que se fueron a Ciudadanos, por parte de votantes que se consideraran traicionados por los acuerdos de Ciudadanos con el PSOE, el balance global resulta bastante negativo, y repetir una posición parecida a la actual sería ya un éxito importante.
El riesgo de perder otra docena de diputados debería convencerles de que cualquier acuerdo es mejor que nuevas elecciones.
El Partido Socialista Obrero Español cosechó el 20D el peor resultado de la historia de la democracia, limitándose a los 90 diputados de que dispone actualmente. Gracias a su acuerdo con Ciudadanos y al apoyo de Coalición Canaria, a Pedro Sánchez se le llena la boca estos días con que tiene el respaldo de 131 diputados y eso le convierte en la primera fuerza del Parlamento. Bastante truculento, en cualquier caso.
Votantes con el corazón en la izquierda podrían desertar del voto al PSOE a partir de su acuerdo con un partido situado en el centro derecha, si no en la derecha liberal pura y dura, y de su aparente incapacidad de desarrollar áreas de confluencia con la segunda gran fuerza parlamentaria de la izquierda, Podemos. Es posible que pudieran recuperar otros votos prestados a Podemos el 20D, porque muchos votantes de izquierda que votaron (votamos) a Podemos en Diciembre están bastante hastiados de ver la soberbia que se gasta Pablo Iglesias, y su incapacidad de aceptar nada que no provenga de ellos mismos.
El castigo por las dos investiduras fallidas podría ser una nueva sangría de votos, huidos, por ejemplo, hacia Izquierda Unida, o directamente a la abstención.
De nuevo, para el PSOE, repetir el mismo resultado del 20D sería ya un éxito importante.
Es natural que Ciudadanos tenga cierto temor a nuevas elecciones en Junio, porque el desgaste de un acuerdo con el PSOE puede alejar a muchos votantes de derechas, que puedan considerarse traicionados. De otra parte, Albert Rivera es uno de los pocos políticos que han manifestado una clara vocación de estadistas y de trabajar por el bien del país y de los ciudadanos, ante el tacticismo de muy cortos vuelos que han tomado Rajoy, Sánchez o Iglesias. Eso les podría reportar algunos votos adicionales procedentes, posiblemente, tanto de PP como de PSOE.
Con sus adiciones y sustracciones, también Ciudadanos se daría con un canto en los dientes de repetir resultados muy parecidos a los del 20D. Con un riesgo cierto de que la sangría fuera superior al aporte, y redujeran su presencia en el Congreso.
De los cinco millones de votos que consiguió Podemos el 20D, una parte son votos nativos, procedentes de su caladero natural, de los entornos que han alumbrado a esta fuerza (activismo social, entornos asamblearios, movimientos okupa, colectivos antisistema, los que no tienen nada que perder, etc., etc.). Esta parte de votos, que yo estimo en el 60%, serían muy estables y constituirían su fondo electoral. Pero el resto de votos, quizá hasta dos millones, son votos prestados de votantes con el corazón en la izquierda, y en busca de algo diferente a lo tradicional, de una nueva política menos encorsetada en el bipartidismo.
El problema es que con su fuerte presencia en el Congreso, Podemos, y su líder Pablo (Manuel) Iglesias, se han quitado la careta. Han practicado una soberbia excluyente que dice muy poco de su sentido de Estado, y han desarrollado muchos aspectos del trasfondo totalitario que habita en Podemos. Llegaron a poner en negro sobre blanco, aunque luego tuvieron que modificarlo, que todos los servidores públicos (incluyendo a jueces, fiscales, etc.) deberían ser adictos al nuevo régimen. En la mejor tradición totalitaria de la antigua Europa del Este o de las prácticas de corte bolivariano.
Al votante no nativo de Podemos, las sesiones en el Congreso y las infinitas ruedas de prensa y manifestaciones públicas, les han decepcionado profundamente sobre lo que esa nueva política realmente significa. Quizá hasta dos millones de votos podrían estar en serio riesgo de orientarse hacia el PSOE o de abocarse directamente a la abstención.
La gran esperanza electoral de los estrategas de Podemos para una nueva convocatoria electoral en Junio sería la confluencia de Izquierda Unida. Si Alberto Garzón fuera el líder de esa nueva formación, la situación quizá sería diferente, pero eso no va a suceder. Se confía en que el millón de votantes de Izquierda Unida pasarían a votar a Podemos de forma automática, lo que es bastante discutible. Gracias a eso, y suponiendo que no hubiera sangría de votos por otro lado, Pablo Iglesias está convencido de que saldría de unas Elecciones en Junio como primera fuerza de la izquierda, y habrían completado el llamado sorpasso, que es su objetivo último, confesado o no.
Pero las incertidumbres son demasiado importantes como para que puedan ser ignoradas. Si desertan dos millones de votantes prestados, decepcionados con las formas exhibidas por los líderes de Podemos, aunque recuperaran el millón completo de IU, el resultado sería una disminución de presencia en el Congreso.
En resumen, y según mi opinión, la situación después de unas hipotéticas elecciones en Junio sería sensiblemente similar a la actual. Posiblemente el equilibrio entre las fuerzas de derecha y las de izquierda sería calcadito del actual, en el entorno de los 160 diputados en cada bando. Pero ninguno de los cuatro tiene una seguridad razonable de que su participación en el bando que sea fuera a mejorar.
Alberto Garzón, que podría tener un papel decisivo en un nuevo Podemos. (Fuente: enfuenlabrada) |
Demasiados riesgos para todos como para que jueguen a forzar nuevas elecciones. Evidentemente jugarán al desprecio y a la minusvaloración del adversario y del compañero, para reforzar sus propias posiciones negociadoras. Pero la urgencia por alcanzar algún tipo de acuerdo que garantice la gobernabilidad para los próximos años se irá haciendo más severa a medida que se acerque el final del plazo constitucional, hasta la convocatoria de nuevas elecciones.
Sólo quedan dos opciones razonables que permitan alcanzar algún acuerdo de investidura y de gobierno. Y, curiosamente, las dos pasan por una posición activa o pasiva de Ciudadanos, una fuerza que sólo dispone de 40 diputados, pero que se ha convertido en bisagra imprescindible.
Una gran coalición PP-PSOE es inviable, excepto si Ciudadanos actúa de grasa lubricante. Esto supondría algunos sacrificios, como la sustitución de Rajoy por un nuevo líder popular que esté alejado de la sombra de la corrupción y de las medidas más impopulares tomadas por el Gobierno en estos últimos años. Y la posición de Pedro Sánchez también sería muy vulnerable, porque ha desarrollado enemistades personales que están dificultando ya no el acuerdo, sino el simple diálogo. Además, la única posibilidad sería que el nuevo Presidente no fuera ni el líder del PP ni el del PSOE: quizá el propio Rivera o un paracaidista independiente.
La coalición de izquierda es inviable, excepto si interviene también Ciudadanos para forjar un acuerdo que incluya las principales medidas de regeneración democrática, junto con aspectos más claramente de izquierda y que podría sustanciarse con la abstención de Ciudadanos. En este caso, muy probablemente el nuevo Presidente debería ser Pedro Sánchez.
Hasta ahora, las únicas negociaciones que se han visto han sido entre fuerzas que parten de ciertos elementos comunes o que son potencialmente confluentes. Tendremos que ver cómo se sientan en la misma mesa aquellos que no coinciden en nada, para negociar qué parte de las iniciativas de unos y otros se lleva a un programa común. Ello requiere que todos comprendan con claridad que nadie dispone de la mayoría suficiente como para forzar a que el 100% de su propio programa se transfiera a un eventual acuerdo de gobierno.
Negociar de verdad les va a exigir a todos unas dosis de humildad y de voluntad de acuerdo que han estado absolutamente ausentes de la escena política de estos últimos meses.
El miedo a que su posición pudiera empeorar tras unas eventuales Elecciones en Junio les forzará a todos a perseguir cualquier acuerdo que sea, al menos, posible. Mejor un mal acuerdo que un buen pleito. Mejor un mal acuerdo que nuevas elecciones.
A la fuerza ahorcan.
JMBA.
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