Con ocasión de asistir a una cena de
antiguos compañeros de trabajo, tuve la oportunidad de viajar un par
de días a Barcelona, en compañía de mi buen amigo Coy Antino.
Habíamos pensado en viajar por
carretera. Pero como coincidieron las fechas con un frente frío que
podía amenazar con hielos y demás, finalmente preferimos la
comodidad del AVE. La comodidad, desde luego. Pero la economía, para
nada. Creo que es urgente revisar la política tarifaria de Renfe.
Teniendo flexibilidad de horarios, como era el caso, me parece
impresentable tener que acabar pagando la friolera de más de 188
Euros por un viaje de ida y vuelta en Clase Turista. Bastante más de
los precios a los que se puede conseguir un billete de avión para el
mismo recorrido. Esperemos que lo que ha prometido la Ministra se
haga pronto realidad, en cuanto a la flexibilización de tarifas que
estaría preparando Renfe.
Avinguda del Portal de l'Àngel, en una mañana festiva de Navidad. (JMBigas, Diciembre 2010) |
La cena se iba a celebrar en el
Restaurante Tibèric, en la calle Tuset. Por su cercanía y porque ya
lo he visitado últimamente en varias ocasiones a plena satisfacción,
reservamos habitaciones en el Hotel Via Augusta, frente a la Plaza de
Gala Placidia. Fue una excelente elección. A no más de 10-15
minutos a pie del restaurante, y junto a la estación de Gràcia de
los Ferrocarriles de la Generalitat de Catalunya y con multitud de
autobuses en todas direcciones. Un hotelito muy digno y correcto,
excelentemente ubicado, que practica, según temporadas, precios muy
interesantes (45-50 Euros por habitación y noche).
Tras un corto recorrido en Metro y FCGC
desde la estación de Sants, llegamos al hotel en torno a las dos
menos cuarto de la tarde. Hasta las 9 de la noche, disponíamos de un
tiempo precioso para poder disfrutar un poco de la ciudad. El día
estaba templado y el Sol lucía sobre un cielo completamente azul.
La Catedral de Barcelona, bajo el sol tibio de una tarde de invierno. (JMBigas, Febrero 2012) |
Decidimos acercarnos primero a tomar un
tentempié al Frankfurt Vallés de Gran de Gràcia. Sus bocadillos
calientes de pan ligero y excelentes carnes y embutidos (de
elaboración propia en Montcada i Reixach) son una institución en
toda el área metropolitana de Barcelona.
Aprovechamos para cruzar desde Via
Augusta por la calle del Cisne, lo que nos permitió una breve visita
al recientemente remozado Mercat de la Llibertat, y pasar junto a
alguna de las tiendas que formaron parte de mi infancia, como la Casa
de la Pasta o el Tostadero Caracas.
Tras el almuerzo improvisado, iniciamos
un paseo por Gran de Gràcia hacia la Diagonal, pasando por los
Jardinets y el grandioso y lujoso Hotel Casa Fuster.
Mi amigo no conocía la tienda de
Vinçon, ya en el Paseo de Gracia, por lo que hicimos una visita a
ese palacio de las cosas superfluas (la mayoría), hermosas (muchas)
y caras (todas).
Andar por el Paseo de Gracia es toparse
a cada rato con maravillas de la arquitectura, como la Casa Milà (la
Pedrera), o la Casa Batlló, más cerca de la Plaza de Cataluña, por
sólo citar dos obras señeras que se deben al talento de Antonio
Gaudí. Y para no olvidar tampoco las exquisitas tiendas, los
deliciosos cafés, bares y restaurantes en todo el recorrido. En uno
de ellos paramos a tomar un café y un chupito de brandy que
contribuyó a una mejor digestión.
Bordeamos la Plaza de Cataluña hacia
el Portal del Ángel, una arteria peatonal que acostumbra a estar
siempre atestada de viandantes durante el amplio horario comercial.
Desembocamos finalmente frente a la
Catedral, una maravilla gótica, desafortunadamente rodeada en la
actualidad de andamios y grúas, espero que con buen fin. Pero el Sol
tímido de esa tarde de invierno jugaba mágicamente con la piedra,
creando colores cambiantes a cada rato.
La Plaza Real de Barcelona. (JMBigas, Diciembre 2010) |
Callejeando un poco en dirección al
mar, pasamos frente al monumento a Ramón Berenguer III, y hasta la
calle de Jaime I, que conduce a la Plaça de Sant Jaume. Una tienda
inhabitual llamó poderosamente nuestra atención. Se trata de JocsMallart, un local relativamente pequeño pero atestado de toda clase
de juegos de mesa, que dispone, creo, de todas las barajas de
cualquier tipo de naipes que se hayan producido alguna vez en alguna
parte del mundo.
La Plaça de Sant Jaume parecerá
relativamente pequeña a quien no la haya visto nunca. Pero allí se
enfrentan los dos monumentales edificios que son la sede del Ayuntamiento
de la ciudad uno y de la Generalitat (el gobierno
regional), el otro.
Seguimos por la calle Ferran en
dirección a las Ramblas. Pero a mitad de camino nos desviamos a la izquierda hacia
la Plaza Real, que da gusto verla en estos últimos tiempos. Hace
años era una de las partes más deprimidas de la ciudad, donde se
acumulaba el peor lumpen, provocando un entorno degradado del que
huían tanto los nativos como los visitantes. Pero hoy sus palmeras
alegran una plaza cuadrada de tamaño medio, donde hay varios restaurantes con
agradables terrazas exteriores alrededor.
Por la Rambla de Santa Mónica (la
parte más ancha y despejada de todas las Ramblas) bajamos hasta el
borde del mar. Con la estatua dedicada a Colón en el centro de la
plaza, y los edificios del Gobierno Militar y del Puerto de Barcelona
como guardianes de la zona. Ya había anochecido, y el viento junto
al mar en el Port Vell era bastante fresco y molesto.
Decidimos iniciar la vuelta al hotel,
para lo que tomamos el Metro en Drassanes. Cambiamos en Catalunya a
los FCGC, hasta Gràcia. Llegamos al hotel antes de las 8 de la
tarde. La cena estaba convocada para las nueve, por lo que tuvimos un
ratito para relajarse y revisar las novedades en el Notebook, gracias
al WiFi gratuito disponible en todo el hotel.
Monumento a Colón, junto al Port Vell de Barcelona. (JMBigas, Diciembre 2010) |
A las ocho y media nos fuimos para el
restaurante. En la esquina de Balmes y Travessera de Gràcia le
mostré a Coy Antino el colegio donde estudié yo entre los 7 y los
15 años de edad: la Escuela Pía de Balmes.
Llegamos al Restaurante Tibèric con diez minutos de
antelación, pero algunos ya se nos habían adelantado, y el resto
fueron llegando en los siguientes minutos. Con algunas deserciones de
última hora, nos juntamos 16 personas: 15 hombres con mucho pelo blanco,
alopecia y arrugas diversas, con cara de haber atesorado multitud de
manías en sus largas vidas, y una señora de muy agradable
presencia.
La cena (de factura moderada, propia de
tiempos de crisis) discurrió con normalidad, entre animadas
conversaciones.
Pasada la medianoche, Coy Antino y yo,
con otros dos colegas, tomamos una copita en un pequeño bar desierto
por el barrio de Gràcia, regentado por una pareja de chicas.
A la mañana siguiente, mientras me
estaba afeitando (utilizando los numerosos recursos contenidos en mi
Unidad Básica de Movilidad, una maletita de tamaño exagerado para
pasar una sola noche fuera de casa y que fue frecuente objeto de
chanzas), me llamó mi amigo para informarme de que Jesús (con quien
habíamos compartido cena la víspera) se había acercado hasta el
hotel para tomar un café con nosotros.
La Sagrada Familia, en obras (eternas). (JMBigas, Febrero 2012) |
Cuando terminé el protocolo de aseo
matinal, y preparé el equipaje para la partida, me acerqué a un
bareto en el rincón de Gala Placidia, junto a lo que fueron durante
muchos años las Atracciones Caspolino (y actualmente se está
construyendo la nueva sede del Col.legi d'Economistes), donde me
esperaban.
Nos fuimos a continuación paseando por
la Travessera de Gràcia en dirección a la Sagrada Familia. Quien
conozca la calle sabe que es relativamente estrecha, con dos carriles
de circulación bastante exiguos, y unas aceras ridículas, que
obligan a bajar a la calzada al cruzarse con peatones en sentido
contrario. La recompensa es que se pasa frente a muchas de las
tradicionales panaderías de Barcelona (Forns y Fornets), de los que
salía en esas horas matinales un estimulante aroma a pan recién
hecho y a bollería fina.
Cruzamos frente al Mercado de Gràcia,
hacia el Paseo de San Juan. Nos llamó en el trayecto Pep, que la
víspera no pudo asistir a la cena por un problema médico, y que
también nos quería saludar en persona. Quedamos con él frente a la
Sagrada Familia.
Detalle de la Sagrada Familia, con caseta de obra incluida. (JMBigas, Febrero 2012) |
Bajamos por el Paseo de San Juan, junto
a las pistas para jugar a la petanca que, a esa hora cercana al
mediodía, estaban atestadas de jugadores, mayoritariamente hombres
de edad entre media y tres cuartos, y también alguna señora.
Llegamos finalmente frente a la Sagrada
Familia, que siempre es un impacto visual. Especialmente en estos
tiempos en que están trabajando en ella con intensidad, para
acercarse a su finalización. En unos meses sin verla, siempre hay
elementos nuevos en los que fijarse. La densidad de turistas y
visitantes era importante, destacando, como es habitual, los pequeños
grupos de japones@s, con caras
transidas de alucinación artística.
El día estaba soleado y la temperatura
era templada, por lo que nos sentamos en una terracita frente a la
basílica, para tomar una cervecita de aperitivo. Al poco rato llegó
Pep, para gran alegría de todos.
Charlamos un buen rato y un par de
cervezas, un poco de todo. Nuestro AVE de vuelta a Madrid salía de
Sants a las tres de la tarde. Pep se ofreció a acercarnos en su
coche, y para allá que nos fuimos hacia las dos menos cuarto,
pasando antes por el hotel para recoger la impedimenta. Ligerísima,
casi inexistente, la de Coy Antino; de tamaño compacto y con ruedas
la mía.
Ya en la estación nos tomamos un
tentempié antes de abordar el tren. A bordo, una buena siesta casi
hasta Zaragoza, y de vuelta a Madrid para las seis menos cuarto de la
tarde.
Con ello dimos fin a una visita muy
placentera a Barcelona, donde la meteorología sin duda nos acompañó.
Una ciudad deliciosa donde yo viví los primeros veintiocho años de
mi vida.
Y donde pudimos reencontrarnos con
muchos y buenos amigos.
JMBA
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