Querido Paseante, siempre eres bienvenido. Intenta escribir algún comentario a lo que leas, que eso me ayuda a conocerte mejor. He creado para ti un Libro de Visitas (La Opinión del Paseante) para que puedas firmar y añadir tus comentarios generales a este blog. Lo que te gusta, y lo que no. Lo que te gustaría ver comentado, y todo lo que tú quieras.


Pincha en el botón de la izquierda "Click Here - Sign my Guestbook" y el sistema te enlazará a otra ventana, donde introducir tus comentarios. Para volver al blog, utiliza la flecha "Atrás" (o equivalente) de tu navegador.


Recibo muchas visitas de países latinoamericanos (Chile, Argentina, México, Perú,...) pero no sé quiénes sois, ni lo que buscáis, ni si lo habéis encontrado. Un comentario (o una entrada en el Libro de Visitas) me ayudará a conoceros mejor.



martes, 20 de marzo de 2012

La Galera y el Tambor

Aquella galera avanzaba por el mar a velocidad de crucero, bajo el impulso pausado de los galeotes remeros, al ritmo andante del tambor. Cada remero ocupaba su posición, disponía de su propio remo, y sabía hacia dónde había que remar. Todos remaban a la vez y la galera avanzaba majestuosa por el mar. En el puente, el capitán conocía cuál era su objetivo y había fijado correctamente el rumbo.
(Fuente: yaguegarces)

Acercándose a un episodio de batalla, donde se requería facilitar el abordaje de una nave enemiga, el ritmo del tambor se fue acelerando hasta llegar al Prestissimo, y bajo ese incentivo todos los remeros aceleraron sus movimientos, de modo que la galera aumentó su velocidad hasta que se realizó el abordaje con éxito.

Pero también surcaba los mares otra galera indisciplinada. Los galeotes estaban sentados en todas las direcciones, algunos no tenían ni remo, y muchos de los que sí disponían de él, lo tenían roto e inútil. Ignorando el ritmo del tambor (manejado por un fino estilista, que iba a lo suyo), cada remero hacía lo que podía. El resultado es que la galera apenas se movía de su lugar, y no avanzaba sino que andaba girando sobre sí misma a velocidad imprevisible.

En un cierto momento, el capitán nefasto de esta galera mala decidió que quería intentar un abordaje, y ordenó un incentivo, de modo que el tambor empezó a resonar a ritmo Allegro Molto. Cada galeote siguió haciendo lo mismo que venía haciendo, sólo que con mayor diligencia y velocidad. El resultado fue que la galera giró sobre sí misma todavía a mayor velocidad, hasta que las aguas la sepultaron y volvió a los fondos marinos que nunca mereció abandonar.
(Fuente: empresuchas)

Con esto quiero decir que cuando se aplica un incentivo a cualquier actividad humana, no se modifica el resultado final, sino que sólo se acelera su consecución. Cada participante seguirá haciendo lo mismo que venía haciendo, sólo que con mayor diligencia y velocidad. Así he visto tirar a la basura muchos incentivos de ventas, por ejemplo. Vendedores desorientados que no tienen claro lo que tienen que vender ni a quién, y ni la más remota idea de cómo hacerlo. Ante unos resultados muy mediocres, el Director Comercial decide implantar un incentivo: pagará una mayor comisión a quien consiga vender un pirulo tipo X. El resultado es que no se venderá ni un pirulo más de los que se hubieran vendido sin el incentivo (pero sí resulta más cara la venta) y todos los vendedores, además de desorientados, acabarán cansados de dar vueltas a toda velocidad al mismo palo absurdo.

Lo mismo sucede con los (presuntos) incentivos que aplican los políticos para intentar enderezar la economía. Con la Reforma Laboral, por ejemplo, se facilita (se abarata) tanto el despido como la contratación. Como la tónica de la economía en España es la de despedir empleados (más que contratarlos), gracias a los incentivos el número de despidos aumenta y se acelera su ritmo. Algunos confían en que, cuando la economía cambie de tono, las medidas introducidas también provocarán que las nuevas contrataciones se aceleren. Pero esto, creedme, es un acto de fe nada evidente. Básicamente porque las medidas no están haciendo nada para forzar o fomentar que la economía cambie de tono.

Introducir un incentivo provoca, habitualmente, que se acelere la velocidad del movimiento previo. Si este era caótico, tras el incentivo será una apología de la entropía. Y si el movimiento era en el sentido contrario al que deseamos, tras el incentivo nuestro objetivo estará cada vez más lejos.
(Fuente: mundoparapsicologico)

Los buenos capitanes ponen a su galera en orden, escogen el rumbo y deciden el objetivo. Sólo cuando todo eso se ha conseguido, ordenan que aumente el ritmo del tambor, para que se acelere la nave y consiga llegar al objetivo antes de lo que parecía.

Los malos capitanes no pararán de dar órdenes, pero muchas serán contradictorias. Los galeotes seguirán a lo suyo y si el tambor acelera su ritmo, sólo conseguirá que el caos sea todavía mayor, que la nave se escore peligrosamente y pueda acabar hundiéndose.

Me da la sensación de que la panda de funcionarios europeos que aplauden las medidas del Gobierno sólo se han leído un manual (el de cómo manejar el tambor) e ignoran los rudimentos básicos del oficio de patrón de barco.

Rumbo al iceberg gigante, avante toda.

JMBA

1 comentario:

  1. Sencillamente, magistral, Bigas. Lástima que tengas tanta razón. Ojalá estuvieras equivocado.
    Un abrazo.
    Santi

    ResponderEliminar