Uno puede viajar a las Antípodas, pero al llegar descubre que los árboles, que son diferentes, crecen igualmente desde la tierra hacia el cielo, y que sus gentes también necesitan comer varias veces al día para sobrevivir, aunque sus comidas sean diferentes. Es la misma vida con un guión diferente.
En estos tiempos tan convulsos, parece que seguimos con mucha mayor atención que antes los procesos electorales en otros países de la Unión Europea.
Sala de Plenos del Congreso de los Diputados. (Fuente: socialistascadiz) |
Así, hemos estado pendientes de si en Grecia ganaban los pro-acuerdo o los contrarios, o si en Francia Hollande recibía el suficiente apoyo parlamentario o no, para poder llevar adelante su programa electoral. Hemos sabido, por ejemplo, que en Grecia el partido más votado obtiene un bonus de 50 escaños adicionales.
Esto nos acerca a otras formas (igualmente democráticas) de implementar las fórmulas de representación popular.
En España, por ejemplo, ya es una tradición (razonable) el oír las quejas de los partidos minoritarios, que dicen ver perjudicada su representación por las fórmulas electorales que utilizamos aquí. En las Elecciones Generales, cada provincia representa una circunscripción electoral. La población muy dispar entre las diferentes provincias provoca que algunas tengan solamente cuatro o cinco representantes, mientras que otras pueden llegar a tener varias docenas.
En la práctica, los partidos minoritarios pueden llegar a acumular un número importante de restos de voto en todas las provincias, que no se traducen en escaños adicionales. Con estos criterios, la representatividad de los diputados elegidos a veces se pone en entredicho, y la diferencia del coste en votos de un diputado de los partidos mayoritarios y el de los partidos minoritarios puede llegar a ser sangrante.
Por otra parte, utilizamos el sistema de listas cerradas. Esto significa que el aparato de cada Partido decide los integrantes de su lista de candidatos para cada provincia. Como mucho puede tener cierta relevancia social y mediática el cabeza de lista de las provincias más grandes. Pero en los niveles intermedios de la lista, el aparato de los partidos puede acabar colocando a quien les parezca conveniente. Y la votación popular acaba siendo básicamente ideológica o de proximidad política con una u otra formación, casi al margen de los candidatos que efectivamente integren el cartel electoral.
Por el contrario, en países como Francia o el Reino Unido, para las elecciones a diputados (miembros de la Asamblea, en Francia; MPs -Members of the Parliament- en el Reino Unido), la circunscripción se define en base a un territorio con derecho a un escaño en el correspondiente parlamento. En otras palabras, cuando llegan elecciones generales, cada ciudadano debe escoger a su diputado, debe elegir a uno de los candidatos de los diversos partidos o formaciones políticas, para que ocupe el escaño de su circunscripción.
De esta forma, cada uno de los candidatos tiene su parte de protagonismo, y debe luchar durante la campaña electoral para quedar vencedor en su propia circunscripción, por encima de sus opositores. En otras palabras, cada ciudadano vota a una persona en concreto como su candidato preferido. En algunos casos, hay también una doble vuelta. A la segunda vuelta de las elecciones sólo se presentan los candidatos más votados, y el ciudadano debe escoger a uno de entre los mejor posicionados. En lugar de que sean solamente los políticos los que pacten después de las elecciones, se le da al ciudadano la capacidad de prestar su apoyo a un candidato que no es el suyo natural, en esa segunda vuelta.
Al final de ese proceso, cada ciudadano, dependiendo de donde reside, tiene a su propio diputado en el Parlamento, el elegido en su circunscripción, que podrá ser un distrito de las grandes ciudades, o una comarca en las zonas menos pobladas. De alguna forma más o menos natural, cada ciudadano deberá sentirse representado por el candidato elegido y, además, a través de él/ella podrá elevar sus quejas o reclamaciones al Parlamento del país. Y a él/ella podrá exigirle responsabilidades y votarle de nuevo o no votarle en las siguientes elecciones.
En el Reino Unido, además, hay elecciones intermedias, parciales, solamente en algunas circunscripciones. Es decir, el Parlamento se va renovando casi permanentemente, marcando el tono de la evolución de la opinión pública sobre una u otra fuerza política.
Esta aproximación, llamémosla minifundista, le pone cara al representante de cada ciudadano. Cada parlamentario elegido deberá luchar por conseguir los retos y los anhelos de su propia circunscripción, para conseguir ser reelegido, en su caso, en la siguiente votación.
Por el contrario, con la aproximación española, llamémosla latifundista de circunscripciones mucho más grandes y listas cerradas, la gran mayoría de diputados en el Congreso son absolutamente desconocidos hasta para sus propios electores, y el juego político se acaba basando estrictamente en la fuerza relativa de las diferentes formaciones representadas en el Congreso. Aparte de los líderes, portavoces y demás, la gran mayoría de diputados son seres anónimos para la ciudadanía.
Segolène royal ha perdido su escaño de la 1ª circunscripción de Charente-Maritime, arrebatado por un disidente de su propio partido. (Fuente: biladi) |
Con circunscripciones monoescaño, se le quitaría poder al aparato de los partidos, ya que para conseguir ganar en cada circunscripción estarían obligados a presentar a personas conocidas de sus vecinos, con prestigio y predicamento en su propia circunscripción. Los aparatchik y paracaidistas correrían un riesgo muy serio de no resultar elegidos.
En la configuración actual del Congreso, poco variarían los resultados si los plenos se convirtieran en reuniones en una sala, únicamente con los líderes de las diversas formaciones, en que cada uno dispusiera del número de votos de acuerdo al número de escaños de cada cual. En la práctica, el resto de diputados se acaba convirtiendo en secretarios o expertos para sus respectivos líderes, y en realidad deben observar gratitud por su elección más bien al aparato de su partido que a los propios ciudadanos.
Pero hay que tener en cuenta que la aproximación minifundista resulta letal para los partidos nacionales minoritarios. En el límite, podría darse el caso de una fuerza política que tuviera el 49% de respaldo popular a nivel nacional, y no obtuviera ni un solo escaño, si sus apoyos estuvieran uniformemente repartidos en todas las circunscripciones.
Si tomamos el ejemplo del Front National, el partido de ultraderecha liderado por Marine Le Pen, tenemos los siguientes datos para las elecciones legislativas, cuya segunda vuelta se celebró el pasado domingo:
Total de diputados elegidos: 577 (la totalidad de la Asamblea Nacional).
% de votos FN respecto al total de votos emitidos en la 1ª vuelta: 13,60% (3.528.663 votos).
Esta cifra representaría el respaldo total a nivel nacional del FN en estas elecciones. Al haber una segunda vuelta, muchos de los candidatos del FN no superaron el corte, y las cifras para la segunda vuelta fueron los siguientes:
% de votos FN respecto al total de votos emitidos en la 2ª vuelta: 3,66% (842.695 votos).
Diputados FN finalmente elegidos: 2 (entre los que, por cierto, NO está su líder, Marine Le Pen).
En otras palabras, con un 13,60% de respaldo popular, obtienen solamente un 0,35% de la representación parlamentaria (2/577).
¿Podría ponerle cara a todos los diputados a los que Vd. votó en las Elecciones Generales de 2011? (Fuente: comicapocalipsis) |
Si tomamos el otro caso extremo, el del Partido Socialista, ganador finalmente en estas elecciones, las cifras son como sigue:
Respaldo en la 1ª vuelta: 29,35% de los votos emitidos (7.618.326 votos)
Apoyos en la 2ª vuelta: 40,91% (9.420.889 votos)
Escaños obtenidos: 258
Es decir, con un apoyo específico del 29,35%, han obtenido finalmente el 44,71% de representación parlamentaria. En parte, por supuesto, gracias a los apoyos prestados en la 2ª vuelta, y en parte, por el juego de la mayoría en cada una de las circunscripciones.
Con todo ello quiero decir que los partidos nacionales minoritarios en España (muy significativamente IU y UPyD) deberían tener cuidado en soñar con un cambio de la Ley Electoral, porque sus sueños podrían hacerse realidad con fórmulas todavía mucho más perjudiciales para ellos.
Por supuesto, la alternativa absolutamente contraria sería considerar que toda España en su conjunto fuera una única circunscripción. En este caso, la representación efectivamente conseguida sería prácticamente proporcional a los votos obtenidos (sólo ligeramente matizado por la aplicación de la ley d'Hondt). Claro que un sistema de listas cerradas a nivel nacional dejaría fuera, prácticamente, a cualquier fuerza regional o local, y aumentaría todavía más, si cabe, el anonimato generalizado para los ciudadanos respecto de sus representantes.
Desde el punto de vista de la higiene democrática, la aproximación francesa tiene la ventaja de que cualquier político con mando en plaza (ministro, presidente regional o de departamento) se ve prácticamente abocado a la dimisión si no consigue ser elegido en su propia circunscripción. Lo que, por cierto, es lo que le ha sucedido a Segolène Royal, cuyo escaño le ha sido arrebatado por un disidente de su propio partido.
Con todos sus inconvenientes e imperfecciones, me gusta la aproximación de circunscripciones monoescaño con doble vuelta. Obliga a la proximidad de los elegidos con sus electores, y permite a estos votar con el corazón en la primera vuelta, y con la cabeza en la segunda. El protagonismo del ciudadano es mayor que con el sistema que tenemos actualmente en España.
Con ese método, cada ciudadano tiene presente la cara de su representante en el Parlamento.
En estos tiempos convulsos en los que todos los políticos siguen el guión, pero ese guión no nos lleva a ninguna parte ni nos saca del progresivo empobrecimiento, quizá es llegado el momento de cambiar de guión. Porque hay otros.
(Los datos que menciono de las elecciones francesas son públicos, y verificables en la página web del Ministerio del Interior francés).
JMBA
Completamente de acuerdo, José Maria. Hace tiempo que nuestro sistema electoral hace aguas y que tenemos una "partitocracia" més que una democracia. Una alternativa es el llamado "modelo Alemán": básicamente consiste en que cada elector da 2 votos: uno al candidato de su circunscripción (son digamos que la mitad de los diputados) y otro a la lista de un partido. Con los votos a las listas se calcula el número de diputados que consigue cada partido, y si descuentas los que han sido elegidos de ese mismo partido por las circunscripciones, calculas cuántos más de la lista obtienen escaños. Las listas son "de relleno". Para mí sería el sistema ideal.
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