Hoy lunes es el día después de unas elecciones que se plantearon, por parte del President Artur Mas, de una forma prácticamente tramposa. A pesar de tratarse de elecciones autonómicas (adelantadas, que han reducido la legislatura actual a menos de la mitad de su duración prevista), Mas las planteó de alguna forma como un plebiscito a su persona y a su idea del Derecho a Decidir.
Oriol Junquera, líder de ERC, junto a su equipo en las celebraciones de la noche electoral. (Fuente: televisa) |
Es normal que el día después de unas elecciones tramposas, las diversas fuerzas políticas hayan venido realizando lecturas que, en muchos de los casos, también son tramposas. Está claro que el propio Mas y su formación Convergència i Unió, han sufrido un descalabro electoral. Manifiestamente, buscaban mejorar su posición de mayoría, o incluso obtener una mayoría absoluta o, como le gustaba decir a Artur Mas, una mayoría extraordinaria. Por el contrario, el resultado supone un fuerte retroceso, con pérdida de 12 de los 62 escaños de que disponía en el Parlament de Catalunya.
El descalabro de Mas y de CiU no hay que entenderlo como un rechazo del electorado catalán a la celebración de un referéndum, al derecho a decidir o incluso a la deriva soberanista. El votante no debía responder este domingo a ninguna de esas cuestiones. La debacle obedece al hecho de que los votantes de Catalunya han rechazado el hecho de que Artur Mas se instaure como el nuevo Moisés que conducirá a su pueblo a la Tierra Prometida. Han rechazado, en otras palabras, convertir a Artur Mas en el Caudillo de Catalunya.
Artur Mas debería reflexionar serenamente sobre si esta desautorización es suficiente para poner en entredicho su liderazgo de la formación política de CiU y de la propia Generalitat de Catalunya. Este lunes ya se han oído algunas voces reclamando su dimisión. Lanzó un órdago a la grande, que le ha fallado. Sus coaligados de Unió posiblemente le quieran hacer pagar la osadía.
Esquerra Republicana de Catalunya ha conseguido más que duplicar el número de sus diputados en el nuevo Parlament, que pasan de 10 a 21. Sin duda, muchos electores proclives a la idea del derecho a decidir, del referéndum y, eventualmente, de un cierto proceso por la independencia, han decidido dar su confianza a una fuerza política de la izquierda que siempre ha estado ahí, antes que reforzar la idea de caudillismo de Artur Mas, sumido en una deriva soberanista que le resulta un poco ajena, por lo menos en su grado, a una fuerza tradicionalmente moderada como CiU. Buena parte de su éxito se lo deben también, sin duda, a la radicalidad de que ha hecho gala el PP. Quizá tenga razón Rubalcaba cuando dice, medio en serio y medio en broma, que en la sede de ERC van a erigir una estatua a Aznar y otra a Rajoy. Porque cada vez que abren la boca para hablar de Catalunya, nace un nuevo independentista.
Albert Rivera, líder de Ciutadans. (ACN; Fuente: cadenaser) |
El PSC, por su parte y como era de esperar, ha sufrido un severo retroceso, como ya le sucedió en las Generales y en las autonómicas de Galicia y el País Vasco. Sin duda, por una parte siguen pagando los sinsentidos de la etapa Zapatero, pero también sus propias confusiones y contradicciones internas, que requieren de más tiempo para sanar. Este lunes, sus responsables (tanto Pere Navarro como el propio Rubalcaba a nivel nacional) se alegran tímidamente de que el retroceso no haya sido una debacle, como preveían la mayoría de encuestas y sondeos de opinión, anteriores a las votaciones. Se queda como tercera fuerza en el Parlament, con 20 escaños (8 menos que en la anterior convocatoria) y por detrás de ERC.
El Partido Popular, por su parte, ha conseguido una ligera mejora de un diputado, llegando a los 19 y será la cuarta fuerza política en el Parlament. Parece claro que algunos electores de la derecha social y tradicionales votantes de CiU, han decidido esta vez refugiarse en el puerto más seguro del PP, desconfiando de lo que ven como frivolidades soberanistas de CiU y del propio Artur Mas.
La Izquierda Unida de Catalunya (Iniciativa per Catalunya - els Verds) ha progresado significativamente, mejorando su posición en tres diputados, alcanzando los 13 en el nuevo Parlament. Lógicamente, la confusión reinante en el PSC, que además presentaba a un líder (Pere Navarro) poco conocido y que apenas ha tenido tiempo para hacerse un espacio, ha provocado el deslizamiento de algunos votantes de izquierda hacia otras alternativas. Un efecto parecido se pudo ver en las últimas Elecciones Generales de 2011.
La fortísima progresión de la opción de Ciutadans (desde los 3 hasta los 9 escaños; de los 106.154 votos hasta los 274.925) solamente se puede explicar por el hecho de que la abstención ha sido mucho menor que en anteriores convocatorias. Si comparamos con las Elecciones al Parlament de 2010, la abstención ha bajado en prácticamente 11 puntos, desde el 41 hasta el 30%. Es decir, muchos votantes que tradicionalmente prefieren quedarse en casa o darse un paseo en lugar de ir a las urnas, este domingo han decidido votar. Posiblemente indignados y/o hastiados con los políticos habituales, han preferido prestar su voto a una fuerza minoritaria, que todavía está virgen de poder, en la flor de su inocencia.
Y en el ala más radical del Parlament, los cuatro diputados que tenía SI (Solidaritat per la Independència, ese invento de Laporta y algunos otros) desaparecen del Parlament, y les sustituyen tres diputados de otro invento llamado la CUP, una fuerza subtitulada como alternativa de izquierdas. Seguramente, no se notará mucho la diferencia.
Estas son, a fin de cuentas, las cifras puras y duras. Un Parlament muy fragmentado, con los 50 diputados de CiU, y tres fuerzas prácticamente empatadas en el entorno de los 20 diputados (ERC, PSC, PPC), con presencia de otras tres fuerzas minoritarias (Iniciativa, Ciutadans y la CUP). En total, hasta siete formaciones políticas han conseguido representación en el nuevo Parlament de Catalunya.
Las manifestaciones públicas de algunos representantes del Partido Popular apuntan en la dirección de respirar con alivio, porque estos resultados significarían que se ha deshinchado la burbuja de las derivas soberanistas. Así se han manifestado tanto la vice S3 como la ínclita Dolores de Cospedal, que cada vez habla más lento, como si se le estuviera acabando la cuerda. Claro que tiene que resultar agotador dar cabida a sus múltiples salarios y a un marido (o compañero, no lo sé muy bien) que está a la cabeza de los saqueadores de la sanidad pública madrileña y también del resto del Estado.
Se equivocan por completo en su diagnóstico. En Catalunya hay un malestar cierto entre una buena parte de la población, porque el encaje territorial diseñado hace ya 35 años por los padres de la Constitución, cada vez tira más de la sisa y se empieza a romper por las costuras. Algunos lo convierten claramente en una demanda de independencia, mientras que muchos otros están pidiendo el derecho a decidir, creen imprescindible la celebración de un referéndum donde todo el pueblo catalán pueda manifestarse con claridad sobre este tema trascendental.
Algunos, por supuesto, han avanzado cuál sería el sentido de su voto en ese eventual referéndum, sea claramente a favor o nítidamente en contra. Pero eso no toca, todavía. De momento hay que atender a ese malestar y creo imprescindible que los dos gobiernos (el de la Generalitat y el de España) empiecen a trabajar con lealtad en la preparación de un referéndum a celebrar en 2014 ó 2015, en que todos los catalanes puedan expresar con claridad su posición respecto al encaje dentro de España.
En estas semanas previas a las Elecciones ha habido declaraciones públicas para todos los gustos. Mientras unos se esforzaban en demostrar que una Catalunya independiente sería inviable, otros enfatizaban que, abolido el tan cacareado déficit fiscal, esa situación sería el Paraíso para los catalanes. Todos hablan al humo de las velas, porque no existe ningún precedente en el que basarse, y las condiciones para una tal segregación debería ser, en su caso y en su momento, el objeto de una tediosa y prolongada negociación. De ninguna forma puedo creer ni pensar que una Catalunya independiente acabara siendo un estado fallido, como tampoco puedo creerme que fuera el Paraíso Terrenal. Pero el rosario de sacrificios y de sufrimientos de todos es, hoy por hoy, absolutamente imprevisible. Y eso lo sabe cualquiera que haya intentado quitar un naipe de un castillo de naipes sin que se note. Pero, insisto, este no es el momento de ese tipo de discusiones.
En un eventual referéndum, todos los catalanes deberían poder expresar con claridad lo que sienten respecto a este tema, partiendo de que, siempre, las incertidumbres ganarán por goleada a las certezas.
Los radicalismos de uno u otro signo, en temas tan sensibles, no contribuyen más que a la creación de nuevos radicales en el bando contrario, y a aumentar su tono y su acritud. Cuando muchos se envuelven en la rojigualda, sólo consiguen que muchos otros se envuelvan en la senyera. Y la crispación y la ruptura, definitivamente, no son la solución para problemas que son ciertamente reales.
Artur Mas entre senyeres, con cara de preocupación. Parece no entender muy bien lo que ha pasado. (Fuente: ara) |
El Estado Autonómico diseñado hace treinta y cinco años ha prestado un gran servicio a España. Pero tras tanto tiempo, también ha manifestado sus peores vicios. No se trata de ceñirse ciegamente al contenido de la Constitución, sino de mantenerse, todos, en la lealtad mutua que supuso el consenso constitucional. No pasa nada si al final resulta necesario reformar la Constitución. Con eso no se rompería nada intocable, siempre que se mantenga el consenso y la lealtad.
El malestar es palpable en prácticamente todas las autonomías. La financiación es una asignatura pendiente, para la que no se ha encontrado (todavía) la solución mágica. Pero, claro, ese malestar sólo acaba manifestándose con crisis de tipo identitario en aquellas autonomías que constituyen nacionalidades o naciones históricas.
Es tiempo ya de que, sin pausa pero sin prisa, se empiece a trabajar en hacer avanzar este estado autonómico hacia su próxima estación. Sin apriorismos, pero también sin cerrazones. Buscando, con nobleza, mejorar todo aquello que sea mejorable, porque cuanto mejor engrasada esté esta maquinaria que da algunos síntomas de gripaje, más sencilla resultará la convivencia y más posible será la pervivencia de este Estado llamado España, llamado a formar parte del grupo selecto de la docena de naciones más poderosas del mundo.
Todos los políticos deben esforzarse en no realizar diagnósticos interesados de la situación, o de los resultados de estas elecciones del domingo en Catalunya. El pueblo es sabio, porque es la suma de las voluntades, los sentimientos y las ideas de todas las personas que lo componen. Y todos los políticos deben recordar todos los días que su única función está al servicio de ese pueblo, que a veces parecen menospreciar.
En resumen, varapalo a Moisés Mas, el pueblo catalán no quiere Caudillos, Salvadores ni Redentores, pero el malestar territorial (o identitario si se quiere) existe, y hay que ponerle remedio, que no coto.
Más bien pronto que tarde.
JMBA
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