El ciudadano de este país, profundamente empobrecido por la crisis económica y los recortes del Gobierno, se ve expuesto a diario a nuevos episodios que se acaban revelando, que arrojan luz sobre toda clase de corrupciones.
Francisco Granados, que fue Consejero de la Comunidad de Madrid, entre otros cargos, hoy detenido por presunta corrupción. (Fuente: cuatro) |
Muchos de los gerifaltes de este país, mientras predicaban que la única solución era un mayor empobrecimiento del grueso de la población, se lo llevaban crudo con la otra mano, con tarjetas negras de gastos ocultos sin cargo, vendiendo su voto, o cobrando comisiones a cambio de favores políticos o torciendo decisiones en las adjudicaciones de diversas administraciones.
El problema es que da la sensación de que el Sistema, al margen de personajes más o menos desprovistos de escrúpulos, ha creado una maquinaria corrupta que ya funciona casi sola. Cuando alguien aparece por primera vez por un Ayuntamiento, Diputación o lo que sea, para asumir el papel de servidor del pueblo, da la sensación de que parte del briefing inicial debe ser hacerle consciente de cómo funciona la maquinaria corrupta en ella.
En ese ambiente, un político que pretenda mantenerse honesto se convierte rápidamente en un esquirol, un apestado, un indeseable para sus nuevos compañeros. En el escándalo de las tarjetas negras de Caja Madrid y Bankia, por ejemplo, hubo cuatro consejeros que nunca utilizaron esas tarjetas, pero tampoco las denunciaron.
Y una vez que los dineros se sumergen bajo la superficie, lejos de luz y taquígrafos, los caminos son ya inescrutables, tanto en dirección a las arcas B de los diversos partidos, como al bolsillo particular, léase cuentas sumergidas y ocultas en Andorra, Suiza, o donde sea.
El ciudadano tiene la sensación de que el único político que se mantiene honesto, y habrá muchos, por supuesto, es el que no tiene ocasión de corromperse. Hay miles de alcaldes y concejales por el país que sólo pueden manejar presupuestos mínimos, que no admiten merma alguna. Por los pequeños pueblos seguro que encontraríamos muchas personas que, sin cobrar ni siquiera un pequeño sueldo, dedican parte de su vida al servicio de sus conciudadanos. Tienen que tener envidia, a la vez que asco, de darse cuenta de lo precario de su propia situación.
Pero en cuanto empezamos a hablar de administraciones de mayor envergadura, con presupuestos más amplios, los contratos de obras y servicios ya admiten toda clase de juegos de manos, que son juegos de villanos. Los corruptores abundan (constructores, licitadores de servicios por concesión administrativa, etc.) y los políticos honestos, por lo que se está viendo, escasean.
Mientras muchos ciudadanos no saben cómo podrán asegurar la imprescindible comida a sus familias hasta fin de mes, y más allá, los políticos meten la mano en la caja y se lo llevan crudito.
Visto lo visto, ya no nos valen los argumentos de que los corruptos son casos aislados, la terminología preferida por el aparato de los partidos, para intentar esquivar el impacto de tanta basura. La corrupción existe al margen de los corruptos, que acaban siendo actores de un escenario que ya se les da hecho. La honestidad no sobrevive a este despliegue. Mirándose al espejo, reflexionan que no se puede ser el más tonto de la fiesta, ni más papista que el Papa. que si esto funciona así, pues adelante y a trincar como si no hubiera un mañana.
Los ciudadanos ya hemos superado la fase de identificar, detener, acusar y reprochar su comportamiento a corruptos individuales. La enfermedad es mucho más profunda que eso, que hay que seguir haciéndolo, por supuesto, pero ya no basta. Hay que desmontar las maquinarias corruptas que se han organizado en la mayoría de administraciones públicas. Hay que desmontar el Sistema, ya no queda otro remedio y no quedarán muchas más oportunidades.
Seguramente hay que cambiar la legislación penal, que está diseñada, como se ha dicho recientemente, con criterios del siglo XIX y pensando en el reproche a los robagallinas, para poder hacer frente como se debe a esta maquinaria de corrupción instalada con comodidad en los entresijos de la Administración.
Tenemos que ser capaces de desenmascarar a todos los corruptos, encarcelarlos y obligarles a devolver el dinero que han robado. Pero esto nunca será suficiente, si no somos capaces de desmontar la maquinaria que permite y facilita la corrupción. Si no lo hacemos, los corruptos encarcelados serán sustituidos por otros políticos que serán los nuevos beneficiarios de esa maquinaria que parece perpetuarse a sí misma.
Resulta indignante ver las reacciones tibias que están teniendo los aparatos de los partidos. Sólo se explica por la imposibilidad metafísica de morder la mano que les alimenta. La financiación de los partidos políticos es una asignatura pendiente que hay que resolver cuanto antes, segando la hierba bajo los pies a las oportunidades de nuevas corruptelas.
A estas alturas, ¿quién puede creerse que Rajoy no sabía nada de la contabilidad B de Bárcenas? ¿y quién, con criterio neutral, puede sostener la opinión de que él mismo no se haya beneficiado casi con seguridad de esos dineros negros? ¿y quién va a creer que Esperanza Aguirre, que fue Presidenta de la Comunidad de Madrid, no conozca a alcaldes significados de su Comunidad, hoy detenidos por sospecha de corrupción?. ¿Y quién podrá creer que Rubalcaba, o Pedro Sánchez hoy, desconozca las ramificaciones de la maquinaria de corrupción que se ha instalado en Andalucía, donde gobiernan desde hace casi tres décadas?.
Aunque hay que reconocer que Esperanza Aguirre, mucho más lista que otros políticos con más poder, salió a la palestra con prontitud para pedir disculpas y perdón por haber nombrado para diversos cargos de confianza a Francisco Granados, que todo parece indicar que es el cabecilla de una trama corrupta. Es una actitud que la honra, pero no es en absoluto suficiente.
Los ciudadanos ya no podemos seguir creyendo que este Sistema puede funcionar con total honradez, sólo cambiando las personas. Es imprescindible hacer una reforma en profundidad, una revolución. Ahí tiene Podemos su gran pozo electoral de votos. Parece que son los únicos que están, con cierta rotundidad, por esa labor. A pesar de algunos tics que pueden resultar negativos, o al menos inquietantes, para muchos votantes.
Si los partidos políticos tradicionales no saben reaccionar con rapidez y energía, están anticipando el final de un ciclo, una revolución que les va a enterrar en cal viva.
Es evidente que no todos los políticos son corruptos. Pero los ciudadanos tenemos la desagradable sensación de que todos los políticos que tienen la posibilidad, los que están cerca de la llave de una caja con abundantes dineros públicos, se acaban corrompiendo.
Esto hay que erradicarlo sin tardanza alguna. O no nos quedará más remedio que tomar la Bastilla.
JMBA
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