Marsella es una de esas grandes ciudades por cuyas cercanías pasamos con cierta frecuencia (viajando hacia la Costa Azul o Italia), pero es, en general, bastante desconocida.
Yo habré pasado no menos de una docena de veces por esa ruta, y a menudo me he detenido, por ejemplo, en Aix-en-Provence, una pequeña ciudad provenzal muy agradable, pero solo una vez me había desviado del camino para conocer el Puerto Viejo de Marsella.
Tenía ganas de pasar, al menos, un par de días ahí, y también de viajar en el TGV desde París a Marsella (en poco más de tres horas; una gozada).
En 2007, conseguí liberar unos pocos días del Puente de San Isidro (del 12 al 15 de Mayo; de sábado a martes), y preparé una escapada a Marsella. En avión a París el sábado (con tiempo para comprar algunos libros en Gibert Jeune), y TGV el domingo de buena mañana, llegando a Marsella antes del mediodía. Y de vuelta el martes (TGV matinal y avión de vuelta a Madrid desde Orly).
Con algunas semanas de antelación conseguí unos billetes de avión y del TGV en primera clase a un precio muy atractivo. Y allá que me fui.
Llegué a Marsella el domingo a media mañana. Tras visitar el hotel que había reservado (el Mercure Marseille Centre, en una zona muy tranquila cercana al Vieux Port, junto a la rue Colbert), bajé hasta el puerto, y allí tomé el autobús 60 para subir hasta la basílica de Notre Dame de la Garde, una atalaya natural del Puerto y de la ciudad. Ya os he contado esa visita.
De vuelta al Vieux Port, tomé esta vez el autobús 83 (que sale desde el Fort St. Jean, en el extremo norte del puerto), para seguir la llamada Corniche, es decir, el camino costero que va siguiendo la línea del mar al sur del Puerto Viejo. Técnicamente, en casi todo su recorrido se llama Corniche Président John F. Kennedy. Me apeé del autobús en la parada de Catalans, junto a la Plage des Catalans. Por esa zona, entre la Corniche y el mar abundan los restaurantes marineros y las casitas con sus terrazas y solariums. Seguí a pie hasta el Vallon des Auffes (equivalente a un par de paradas del autobús), parando en el monumento frente al mar, dedicado a los caídos de todas las confesiones, en los ejércitos de Oriente y de tierras lejanas. El Vallon des Auffes es un paisaje curioso, pues se trata de un pequeño puertecito interior natural, al que las barcas acceden por debajo de la Corniche. Una zona donde reina (como es casi habitual por toda la ciudad) el caos y el desorden, con coches aparcados en las posiciones más inverosímiles, casitas bajas y varios restaurantes, bares y pizzerías. Y barquitas por todas partes.
Seguí luego la Corniche con el 83, alejándonos del mar por la Avenue du Prado, hasta el Rond Point du Prado, muy próximo al Stade Vélodrome, el estadio sede del Olympique de Marseille (el omnipresente OM). La Avenue du Prado es totalmente rectilínea, y plagada de mansiones, embajadas y demás. Es de las zonas más nobles y reconocidas del centro de Marsella.
Aparte de los autobuses, Marsella dispone de un par de líneas de Metro, que permite moverse con comodidad por buena parte del centro (incluyendo una parada en el propio Vieux Port). Cuando estuve en 2007, varias avenidas del centro (incluyendo un trozo de la propia Canebière), estaban en obras avanzadas para la reimplantación del tranvía en la ciudad. Actualmente, ya se dispone de dos líneas de tranvía que permiten moverse de forma más atractiva por algunas zonas del centro, hasta, por ejemplo, la zona portuaria de La Joliette (base para los ferries y cruceros) y más allá, en la zona de desarrollo del proyecto Euromediterranée.
En el Metro volví a la zona del Puerto, y cené en algún restaurante de la zona, por la Place aux Huiles.
El lunes por la mañana quería visitar la Estación ferroviaria de St Charles, por la que ya había pasado (con el equipaje) a mi llegada a Marsella. Fui a pie desde el hotel, cruzando unos barrios donde yo era el único europeo a la vista. Aunque la distancia no era muy grande, decidí que, al día siguiente, realizaría el trayecto en el Metro, como a la llegada.
La estación estaba cerrada por una amenaza de bomba, por lo que sólo pude compartir un rato con una aglomeración de gente, en el exterior, que había sido desalojada de la estación.
Desde allí seguí a pie hacia la Canebière. Esta es la avenida más conocida y animada del centro de Marsella, que acaba justo en el Vieux Port. Estaba casi toda en obras (algunas para el tranvía, y otras para propósitos desconocidos para mí). En el Puerto Viejo había visto la oferta de una breve excursión marítima por el puerto y la bahía, hasta las próximas Îles du Frioul. El trayecto tenía el atractivo de pasar cerca de la isla de If, donde está el Château d'If, la prisión donde consumió tantos años Edmundo Dantés, el Conde de Montecristo.
Por la mañana de ese lunes, por los muelles del Puerto Viejo había un nutrido mercado de pescado, con pulpos vivos en barreños de agua y grandes piezas que los expertos cortaban a gusto del cliente.
El trayecto marítimo (de ida y vuelta, con parada en las Frioul) resultó muy entretenido, y ofrece unas vistas espectaculares sobre toda la fachada marítima de Marsella, en particular hacia el Puerto Viejo. Pude conseguir algunas buenas fotografías tanto de la basílica de ND de la Garde (elevada unos 150 metros sobre el nivel del Puerto), como sobre la Cathédrale La Major (técnicamente, Sainte-Marie-Majeure). Las Îles du Frioul son un importante recurso recreativo, con instalaciones de puerto deportivo, segundas residencias y demás.
Sin embargo, el tiempo meteorológico estaba algo movido, con mucho viento, bastante fresco, y la estancia en la cubierta superior del barco resultaba algo incómoda. Entre el movimiento del barco y el viento, un breve vídeo que grabé durante la travesía resulta inutilizable en la práctica.
Por la zona del Vieux Port (no en los meses de pleno invierno), circula un trenecito turístico que tiene dos rutas. La primera sube hasta la basílica (pero yo ya había estado allí con el autobús 60) y la otra recorre el barrio de Panier, también conocido como la Vieja Marsella, y que fue el primer enclavamiento de los marineros griegos de Focea que fundaron la ciudad en el 600 A.C. Es el primer arrondissement de la ciudad, y un barrio intrincado de pequeñas callejuelas y cul-de-sac, con fama de haber alojado a buena parte de los hampones de la ciudad.
De hecho, durante la ocupación alemana de Marsella durante la Segunda Guerra Mundial, parte del barrio fue directamente dinamitado, porque los alemanes estimaban que era el refugio de los resistentes y terroristas que les inquietaban.
De modo que me subí en el trenecito, que siguió por el quai du Port, para remontar las callejas del Panier. Me apeé en las cercanías de la Catedral La Major y la Vieille Charité. Por allí paseé un poco, deleitándome en alguna de las plazoletas recoletas de que dispone el barrio. Pero también es cierto que hay muchas callejuelas atestadas de vehículos estacionados hasta encima de las farolas (un decir). Muchas de ellas tienen tramos en escalera, lo que las hace inaccesibles al tráfico rodado. Claro que en Marsella (y en eso se parece a Nápoles) si no hay un muro se puede pasar, aunque quizá esté prohibido.
Las calles del Panier tienen mucho pequeño comercio de artesanías diversas y de productos provenzales en general, como jabones, perfumes, colonias, así como souvenirs de diverso calado. La Catedral estaba en obras (una de las maldiciones clásicas del turista). Hacia el final del puerto está el Fort Saint Jean que, junto al Fort Saint-Nicolas (en el lado sur del Puerto), vigilaban su entrada. Por la zona está la Iglesia de Saint Laurent (del siglo XII), así como el Clocher des Accouls (del siglo XIII).
Tras deambular un rato por las calles del Panier, monté de nuevo en el trenecito, que me devolvió al Vieux Port, sano y salvo y nada cansado (que el viaje en el trenecito te evita algunos repechos de los que van minando al visitante).
Comí algo por la zona del Puerto, y tomé el Metro hacia la Place de la Joliette (que está al norte del Panier). Esta zona es bastante más moderna, y allí está la terminal para los ferries (especialmente hacia Córcega) y los barcos de crucero que recalan en Marsella. La rue République (una de las arterias comerciales más importantes de Marsella) une el Vieux Port y la Joliette. En la actualidad, buena parte de esa avenida está recorrida por el tranvía, que no cruza el Vieux Port, sino que se desvía unas calles más arriba, por la rue Colbert. Hoy el tranvía (línea T2) cruza la Place de la Joliette y sigue un poco más, hacia las nuevas zonas en desarrollo, bajo el marco del proyecto Euromediterranée.
Desde la Joliette tomé de nuevo el Metro, para visitar el Palais de Longchamp. Este monumento fue inicialmente concebido para la celebración de la llegada a Marsella del agua del río Durance en 1838, tras una terrible sequía seguida de lluvias torrenciales, inundaciones y brotes de cólera que provocaron más de tres mil muertes. Se pretendía construir un Château d'Eau (con fuentes y cascadas bien visibles desde el bulevar Longchamp), que pudiera albergar los Museos de Bellas Artes y de Historia Natural. Hubo varios proyectos fallidos (incluso con pleitos planteados por algunos arquitectos consultados), pero el monumento fue finalmente inaugurado en su formato actual en 1869. Es una construcción muy agradable de ver, con una columnata semicircular que une los cuerpos de los dos Museos. También existe en la zona un Jardín Botánico y el Jardín Zoológico.
Desgraciadamente, era ya demasiado tarde para visitarlo, y sólo pude conseguir algunas bonitas fotografías de la zona frontal, con sus juegos de agua. Actualmente, la línea T2 del tranvía discurre por buena parte del boulevard Longchamp, y pasa frente al propio Palais. Yo bajé por ese bulevar (de estilo haussmaniano) a pie, hasta la zona de Reformés y la Canebière, donde está la iglesia de Saint-Vincent-de-Paul, fácilmente reconocible por sus dos altas torres.
La mañana del martes tuve que madrugar, ya que mi TGV para volver a París salía de Marsella St Charles pasadas las siete y media de la mañana. En el camino realicé algunas breves grabaciones en vídeo, que os ofrezco aquí. Llegué a Paris Gare de Lyon antes de las once de la mañana. De allí, con el RER y el Orlyval, fui hasta el aeropuerto de Orly, con tiempo sobrado para abordar mi vuelo de vuelta a Madrid.
En resumen, Marsella es una ciudad muy extensa, pero sus principales atractivos turísticos se desarrollan en el entorno del Vieux Port. Según se publica en la prensa, tiene algunos barrios periféricos que son bastante conflictivos, pero por allí nunca se perderán los pasos del visitante ocasional. Por todo el centro, lo más negativo que podéis vivir son algunas zonas algo sucias, y una sensación general de caos y desorden, que hacen de Marsella una capital latina y mediterránea de manual. Además, la mayoría de inmigrantes en Marsella, muy numerosos, proceden también de la ribera (sur) del Mediterráneo, especialmente de Argelia, como el propio Zinedine Zidane.
Aparte del adelanto de fotografías que os incluyo aquí, podéis ver una colección mucho más completa, en tres álbumes:
Marsella: Vieux Port e Islas Frioul |
Marsella: Corniche, Prado, Longchamp |
Marsella: St Charles, Canebière, Panier, Joliette |
Asimismo, os incluyo un par de vídeos breves, que ilustran todavía mejor la escapada.
Fin de la escapada.
JMBA
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