Ese martes 21 de Mayo, vi amanecer sobre la ciudad histórica de Toledo, desde los cigarrales donde estaba mi hotel (Hotel Kris Domenico). Tras un desayuno modestito (un buffet bastante variado, pero de calidad mediocre), emprendí ruta hacia los que eran mis destinos para el día. Singularmente, el entorno del Parque Nacional de Cabañeros.
La primera visita del día fue a las Bodegas Martúe, propietarias de la Denominación de Origen Pago Campo de La Guardia. La Guardia (provincia de Toledo) se encuentra en el eje de la A-4 o Autovía de Andalucía. No hay que alejarse mucho de la autovía para acceder a las Bodegas Martúe, pero hay que saber el camino, pues no recuerdo haber visto ninguna señalización específica. Para brindaros información de primera mano que os pueda resultar de utilidad, he extraído algunas imágenes de Google Earth, donde constan las coordenadas geográficas precisas de las diversas bodegas que pude visitar en mi periplo.
Martúe debería ser un desvío obligado para todos los amantes del vino que transiten por la Autovía de Andalucía. Las Bodegas practican, de verdad, una política de puertas abiertas. La bodega en sí se inauguró en el año 2002, y ofrecen diversas posibilidades de enoturismo, siempre con cita previa (catas, visitas a los viñedos, comidas con maridajes,...). Pero, además, tienen una pequeña tienda en el lateral del edificio principal, abierta en horario comercial normal, donde se pueden comprar tanto los vinos producidos en La Guardia, como en las otras dos bodegas de su propiedad (Viñedos de Nieva, D.O. Rueda y Seis Quintas, D.O.C. Douro en Portugal).
En La Guardia producen cuatro tipos de vino. Dos monovarietales (Syrah en tinto y Chardonnay en blanco), el tinto Martúe, que es un coupage de hasta cinco variedades (Cabernet Sauvignon, Merlot, Tempranillo, Petit Verdot y Syrah) y el Martúe Especial, de base Merlot (50%), con aportaciones de Cabernet Sauvignon y Syrah, y un pequeño toque de Malbec. Tuve la ocasión de degustar este vino en la cena de la víspera en Toledo, y puedo garantizaros que es excelente, muy fino y elegante. Y a un precio excelente (10€ en tienda, a 8,50€ lo pagué en la bodega).
En la tienda de la propia bodega pude comprar algunas de sus especialidades, incluyendo su Verdejo Pie Franco, que producen en Rueda. Hay una colección fotográfica en las paredes de la tienda, que ilustra las diversas fases de construcción de la Bodega.
En resumen, un pequeño desvío de la Autovía de Andalucía, que merece ampliamente la pena.
Desde La Guardia seguí camino hacia Retuerta del Bullaque (provincia de Ciudad Real), donde tenía que visitar el Pago de Vallegarcía. Este pueblo forma parte de la mancomunidad de Cabañeros, y está a las puertas del Parque Nacional, por el norte.
Pago de Vallegarcía es una iniciativa empresarial cuya cabeza visible es el conocido ejecutivo Alfonso Cortina de Alcocer. Por el momento, no tienen Denominación de Origen de Vino de Pago, pero sin duda la conseguirán más bien pronto que tarde, por lo que pude ver. Sí forman parte de la Asociación Grandes Pagos de España.
No tenía ninguna noción de la ubicación de la bodega respecto al núcleo urbano de Retuerta del Bullaque. Afortunadamente, en el centro del pueblo hay una señalización sobria y discreta de Vallegarcía. La seguí y me llevó por caminos hasta una verja cerrada, a la entrada de la finca, que se encuentra, por supuesto, en pleno campo y al noroeste del centro urbano del pueblo. Afortunadamente, había dos timbres con intercomunicador, uno para la Casa Principal y otro para la Bodega. Pulsé el de la Bodega, me respondieron y, sin mediar más palabras, me abrieron la verja para que pudiera acercarme con el coche hasta el edificio principal de la Bodega, por cierto, obra del arquitecto Gonzalo Martínez Pita.
El Pago de Vallegarcía está ubicado sobre una raña. La raña es un tipo de relieve y de paisaje muy característico de los Montes de Toledo, de algunas zonas de Extremadura, del Campo de Calatrava o de la vertiente sur de la Cordillera Cantábrica, en las provincias de Palencia y León. Se trata de una formación sedimentaria de cantos de cuarcita con una matriz arcillosa, que procede de un deslizamiento aluvial de los montes circundantes y que se configura en relieves de plataformas elevadas con suave pendiente interna. En este caso, a unos 850 metros de altitud sobre el nivel del mar, en el corazón de los Montes de Toledo.
Pago de Vallegarcía dispone de 31 hectáreas de viñedos propios, que se extienden a ambos lados del camino de acceso desde la verja de entrada hasta el edificio de la Bodega, y más allá. Durante un buen tramo del camino de acceso, a la izquierda Merlot y a la derecha Cabernet Sauvignon. Resumiendo, unos viñedos de exposición, donde se nota que se aplica el máximo cuidado a todo el ciclo de elaboración del vino, empezando por el campo y el cultivo de la viña.
En total, el viñedo, que fue diseñado con la inestimable colaboración del prestigioso profesor australiano de viticultura Dr. Richard Smart, tiene plantadas cinco variedades de uva tinta (Cabernet Sauvignon, Merlot, Cabernet Franc, Petit Verdot y Syrah) y una sola (gloriosa, añado) de uva blanca, la Viognier.
La aventura del Pago de Vallegarcía es relativamente reciente. La idea nació en 1997, mientras que el primer viñedo se plantó en 1999 y la primera cosecha se obtuvo en 2001. Durante los primeros años se tanteó el potencial de calidad a base de vinificar pequeñas partidas en la vecina bodega Dehesa del Carrizal. El excelente resultado conseguido aconsejó construir una bodega propia, que fue finalmente inaugurada por S.M. el Rey D. Juan Carlos I en Septiembre de 2006. El edificio se diseñó y ejecutó bajo dos premisas básicas: ser el centro neurálgico y funcional de una finca dedicada al cultivo de la viña y a la elaboración y crianza de vinos, e integrarse por completo en el paisaje circundante.
El resultado, lo pude constatar con mis propios ojos, es un Pago de postal, del que no sorprende que se obtengan los excelentes productos que comercializan.
Tras recorrer todo el camino entre viñedos y bordear el edificio de la bodega, paré el coche (decir que lo aparqué sería una exageración lingüistica) frente al portón de acceso. Un empleado que estaba realizando alguna tarea en el exterior me indicó que llamara al timbre junto al portón. Así lo hice, y me atendió muy amablemente el bodeguero (creo que se llama Eulalio) que resultó ser, nada de qué sorprenderse, el primer fanático del Pago y de los vinos que producen. Le comenté la anécdota de posiblemente el mejor blanco de España de la comida familiar del domingo anterior, y que tenía que llevar de encargo una caja del estupendo Viognier, y quería escoger para mí una selección de Hipperia (la máxima expresión del Pago en tinto), Petit Hipperia, y los dos monovarietales de Syrah y Viognier.
El Viognier es una variedad de uva blanca muy poco habitual. De hecho, llegó a estar al borde de la extinción cuando sólo quedaban unas pocas hectáreas en la zona del Norte del Ródano (en ese tramo glorioso entre Vienne y Valence), bajo las denominaciones Condrieu y Chateau Grillet. Sin embargo, ha demostrado unas dotes extraordinarias de aclimatación a las altiplanicies de los Montes de Toledo. Me comentó un tema curioso que les genera algún problema con cierto tipo de clientes. El vino, de forma natural, produce a menudo un precipitado de pequeños cristalitos de ácido tartárico, del mismo color que el vino. Lo que en realidad es una muestra de calidad, de que el vino no ha sufrido tratamientos extraños, parece que afecta estéticamente a algunos clientes. En fin, vivir para ver, y tiene que haber gente para todo.
Eulalio me mostró las partes mas importantes de la bodega, en particular los tanques de acero inoxidable y las cadenas de embotellado y etiquetaje, que sólo funcionan cuando les toca. Incluso me dio a probar, en una copa directamente desde el tanque, el Viognier 2012, que iba a ser embotellado en los días siguientes a mi visita.
Preparado el pedido, subimos al piso superior donde están las oficinas, para el siempre engorroso momento del pago (con tarjeta de crédito, por supuesto). Pero ese movimiento me permitió ver el caballo de madera de juguete, datado a principios del siglo XX, que fue la inspiración para el logotipo del Pago de Vallegarcía, y que está allí físicamente expuesto.
Tras un rato de charla muy agradable con Eulalio y con todo lo que me había llevado hasta allí ya resuelto, me despedí, cargué el vino en el coche y me fui. En el camino de salida, todavía paré un momento para tomar algunas fotografías de los viñedos de exposición que rodean el edificio de la bodega.
Escenario para espectáculos, en el Parque Municipal de Horcajo de los Montes (Ciudad Real). (JMBigas, Mayo 2013). |
En principio tenía la intención de visitar también Dehesa del Carrizal, que está en el mismo pueblo y bastante próxima. Pero se me había echado el tiempo encima y ya estábamos en esa hora tonta de la playa del mediodía. Para tenerlo localizado para otra ocasión, sólo llegué hasta el desvío izquierdo hacia la finca, en la carretera que une Retuerta del Bullaque con Navas de Estena (CM-4153), que bordea el límite noreste del Parque Nacional de Cabañeros. Y grabé la ubicación en el GPS.
Puse rumbo a continuación hacia el pueblo de Horcajo de los Montes, en el borde sur del Parque. Para ello circulé por la carretera CM-4017, que cruza todo el Parque Nacional de Cabañeros, de norte a sur.
Llegando a Horcajo, vi de soslayo la publicidad de un cierto bar-restaurante frente al Parque Municipal. Acabé aparcando frente a ese Parque Municipal del centro del pueblo, y me metí en uno de los varios bares o restaurantes que se agrupan en esa zona. No quería una comida formal (un Menú del Día de dos platos y postre), ya que el sopor me hubiera condenado a la inactividad una buena parte de la tarde, por lo que escogí, para tomar en la barra, un bocadillo de tortilla francesa, que acabó siendo kilométrico (de pueblo), con un refresco. Viendo lo que tomaba la mayoría de los parroquianos (casi todos ya mucho más allá de la edad de jubilación), se me ocurrió pedirle a la chica una copa de vino rosado fresquito. No la vi por la labor, fue y volvió varias veces hasta que ya vino a decirme que no tenían vino rosado fresquito, y que lo que yo veía que tomaban los abuelitos no era más que un tinto de frasca con gaseosa, el tinto de verano de toda la vida, vamos.
Probé el tinto de verano, y tomé un café para despejar. Acabé pagando 7€ por el refrigerio, lo que me pareció un precio más que razonable.
Me dio la sensación de que buena parte de la actividad económica del pueblo de Horcajo de los Montes debe estar ligada a la proximidad del Parque Nacional de Cabañeros. Vi alguna publicidad de excursiones en 4x4 por el Parque y cosas así. Quiero suponer que los fines de semana y, quizá, en la temporada alta de las vacaciones estivales, puedan acumularse allí un cierto número de turistas o visitantes del parque. Pero, desde luego, ese martes de Mayo a las tres de la tarde, lo único que sonaba, aunque fuera remotamente, a turista, visitante o forastero, era yo mismo.
Antes de tomar el coche de nuevo di un paseíto por el pequeño Parque Municipal, y creo que hasta me permití una cabezadita en uno de los bancos a la sombra de los árboles, que el Sol ese día hacía que pareciera ya verano.
Salí de Horcajo en dirección a Alcoba (los dos, de los Montes), y luego tomé una pista asfaltada a la izquierda, que lleva hasta Pueblonuevo del Bullaque. A mitad de camino, más o menos, está el Centro de Visitantes Casa Palillos, del Parque Nacional de Cabañeros. Al que quiera ir por allí, le recomiendo que se imprima en casa, antes de salir, el llamado Mapa de Uso Público de Cabañeros, que se puede descargar en la web del Parque.
Cabañeros bien merece hacer un poco de historia, pues en la época de su fundación ocupó durante varios años las portadas de la prensa nacional en España. El inicio de su historia moderna podemos situarlo en 1983, cuando se hizo público que la finca conocida como Cabañeros, de unas 15.000 hectáreas y propiedad, a la sazón, de la familia de navieros Aznar, iba a ser utilizada por el Ejército del Aire como Campo de Tiro. Muy pronto se organizaron grupos de pacifistas y ecologistas, opuestos frontalmente a ese uso. Se desplegaron toda clase de iniciativas para destacar el interés ecológico de esa zona, hasta que se consiguió que, en 1988, el Gobierno Regional, la llamada Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, lo declarara como Parque Natural, aunque sólo diez días después se publicó un Real Decreto que declaraba al vecino municipio de Anchuras como Zona de Interés para la Defensa.
Sin embargo, la figura de protección medioambiental y ecológica siguió adelante, hasta que se creó oficialmente el Parque Nacional de Cabañeros en 1995. Con la anexión de algunas otras fincas vecinas, se alcanzó la actual extensión de 40.856 hectáreas (408 kilómetros cuadrados), con territorio de seis municipios de la zona: Hontanar y Los Navalucillos en la provincia de Toledo, y Retuerta del Bullaque, Navas de Estena, Horcajo de los Montes y Alcoba de los Montes, en la provincia de Ciudad Real.
Para comprender la beligerante movilización de los grupos de pacifistas y ecologistas (fuerzas progresistas de izquierda) hay que retroceder algunos siglos en la Historia. La historia de Cabañeros está ligada a su comarca, los Montes de Toledo. Entre los siglos XIII y XIX, esta zona pertenecía a la ciudad de Toledo, que era la que dictaba los usos admitidos en el territorio. Lo restrictivo de estos dictados permitió conservar una naturaleza prácticamente virgen hasta bien entrado el siglo XVIII. En la práctica sólo se realizaban actividades económicas de subsistencia (pastoreo de ovejas en la raña y de cabras en el monte, carboneo o apicultura). Y toda la zona se mantuvo libre de asentamientos estables.
Ya en el siglo XIX, Cabañeros estuvo en manos durante 25 años (1860-1885) de los acreedores de la ciudad de Toledo. Constituidos en Administración Usufructuaria, intentaba cobrarse las deudas de la ciudad mediante el rendimiento de las actividades ganaderas y forestales en la zona.
En 1.885, por aplicación de la Ley de Desamortización General de Pascual Madoz, del 1º de Mayo de 1.855, Cabañeros pasó a formar parte del patrimonio agrícola del Duque de Medinaceli. Tras sucesivas ventas y herencias, llegamos a la situación de 1983. Con fincas enormes, latifundios de más de cien kilómetros cuadrados básicamente improductivos, propiedad de alguien que no vive allí, sino en las grandes ciudades, especialmente Madrid. Señoritos que sólo aparecían por la finca de vez en cuando con cuatro amigos para pegar unos tiros y cazar unos ciervos o unas cabras monteses. En otras palabras, lo que en el argot de los gobiernos socialistas del sur de España (Castilla-La Mancha, Extremadura, Andalucía), prácticamente un monopolio en esas décadas por estas regiones, se llamaron pomposamente Fincas Manifiestamente Mejorables.
Alrededores del Centro de Visitantes Casa Palillos, Parque Nacional de Cabañeros. (JMBigas, Mayo 2013) |
La otra cara de esa misma moneda es que esas fincas enormes que prácticamente sólo se utilizaban como cotos de caza para ocasionales monterías, mantuvieron una naturaleza prácticamente inalterada.
A causa de todos estos ingredientes, hemos conseguido tener hoy una gran extensión de más de 400 kilómetros cuadrados, que son la ilustración perfecta del llamado monte mediterráneo, prácticamente inalterado en los últimos diez siglos. Con una gran riqueza paisajística, de fauna y de flora.
Las figuras de protección de Cabañeros incluyen las de Parque Nacional, ZEPA (Zona de Especial Protección para las Aves) y LIC (Lugar de Interés Comunitario).
Geográficamente, el Parque Nacional de Cabañeros se encuentra enclavado entre el noroeste de la provincia de ciudad Real y el suroeste de la de Toledo, en plena Comarca de los Montes de Toledo. Se enmarca entre las sierras de Rocigalgo y El Chorrito, al Norte, y la sierra de Miraflores al Sur. Dos afluentes del Guadiana, los ríos Bullaque y Estena, forman parte del sistema hidrológico del Parque.
Los paisajes más típicos de Cabañeros son la raña y el monte. La raña es una altiplanicie de origen sedimentario, formada a partir de los corrimientos de los montes próximos (hace dos o tres millones de años). Llanas y con árboles dispersos, a las rañas de Cabañeros, a veces se las llama el Serengeti español. A pesar de que la riqueza de fauna y flora del Parque es muchísimo más amplia (yo me declaro incompetente para hablaros de ello), una de las estrellas de Cabañeros son los ciervos que deambulan por la raña. Especialmente durante la berrea, esa mágica manifestación sonora del ritual de apareamiento que se produce en los atardeceres de final del verano.
Camino de Casa Palillos, paré en un Observatorio de Cigüeñas. Para no interferir en la vida cotidiana de los animales, el Observatorio es una cabaña de madera donde se esconde el visitante. Abriendo unas pequeñas ventanas, se tiene una buena visión del entorno, sin interferir en él. Y, efectivamente, pude ver de cerca algunos nidos y varias cigüeñas.
Finalmente llegué a Casa Palillos en torno a las cuatro de la tarde. Casa Palillos es uno de los Centros de Visitantes del Parque, en plena raña sobre el extremo más oriental del Parque. Aparte de mi propio coche, en el amplio aparcamiento sólo había otro, que debía pertenecer a la chica que atendía el centro.
Entre el aparcamiento y el edificio principal, alejado unos cientos de metros, se desarrolla una llamada senda botánica: un sendero de madera, rodeado por diversas especies de flora, características del Parque, perfectamente rotuladas y explicadas. Hacia el otro lado se desarrolla la llamada senda etnográfica, que ilustra los diversos usos tradicionales que se daban en la zona que hoy ocupa el Parque.
Recorrí la senda botánica, hasta el gran edificio que es Casa Palillos. En sus alrededores hay instalaciones muy preparadas para acoger multitudes de visitantes familiares, con facilidades para practicar el picnic campestre. Ese día, por supuesto, desiertas por completo.
Cuando entré, apareció tras el mostrador, desde la nada, la encargada del centro. Supongo que estaría en la trastienda jugando al Tetris o leyendo un buen libro, que tener que pasar allí el día entero sin visitantes te tiene que sumir en un aburrimiento mortal. Me contó algunas generalidades del Parque y de las posibles actividades. El Centro es el punto de encuentro para diversas rutas, bien a pie o en vehículos 4x4, que se organizan en diversas zonas del Parque. Siempre hay que reservar con antelación, aunque sospecho que la actividad, fuera de fines de semana o temporadas vacacionales, es mínima.
Maqueta explicativa de la formación de la raña, o planicie sedimentaria en el piedemonte. (JMBigas, Mayo 2013) |
Recorrí las diversas exposiciones permanentes que se exhiben en Casa Palillos. Quizá lo que más me llamó la atención fue una maqueta que intenta explicar la formación de la raña en los piedemontes. Seguramente, para entenderlo por completo haya que tener un poco más de alma de geólogo de la que yo debo poseer.
En todo el tiempo que estuve en el Centro y sus alrededores no vi llegar a ningún otro visitante.
Desde Cabañeros, mi siguiente etapa era Ciudad Real. Aunque tenía prevista una parada previa en Pago del Vicario, una explotación enoturística en Las Casas, a unos pocos kilómetros de la capital. Este es un proyecto nacido el año 2.000, que dispone de una extensión de 130 hectáreas de viñedos, una llamativa bodega en forma de catalejo, un hotel de cuatro estrellas con 23 habitaciones y una suite, y un restaurante. Una aproximación ciertamente kitsch al concepto BBC (Bodas, Bautizos, Comuniones).
El complejo dispone de una tienda donde se venden los diversos vinos que se producen tanto en Ciudad Real, como en la Bodega Soto del Vicario del Bierzo (tintos mencía y blancos godello) y en las viñas que también poseen en la sierra de Gádor de Almería, a 1.500 metros de altitud, que afirman que son las más elevadas de la Europa continental. La tienda es atendida 24x7, como se indica pomposamente junto a la puerta, habitualmente cerrada. Y es que quien la atiende, bajo petición, es el personal de recepción del hotel.
Sus vinos estrella son el Agios (Santo en griego), tinto a base de tempranillo, y el Monagós (Monje en griego), tinto predominantemente de Syrah. Sin embargo, curiosamente, no me los destacaron por su calidad en ninguna de las tiendas gourmet que tuve la ocasión de visitar en la región.
Compré allí una muestra de lo que producen, incluyendo un par de Magnums de sus vinos estrella, que ofrecían a precio de derribo, así como un Pinot Noir 1500h, de los que producen en la alpujarra almeriense. Como curiosidad, producen un Blanco de Tempranillo (no creo conocer otro ejemplo así de Blanc de Noirs), así como un par de vinos dulces, producidos por corte de fermentación por frío: uno blanco a base de chardonnay y sauvignon blanc, y uno tinto a base de merlot.
Desde allí me dirigí directamente a Ciudad Real, donde quería visitar, antes de que cerraran, la tienda gourmet que había elegido por Internet antes de salir de casa: Vinàlia. Gracias al GPS, la localicé sin problema (está muy céntrica). Y, gracias a la zona verde, pude aparcar casi frente a la propia tienda (previo pago de 50 céntimos). En la esquina de la Plaza de la Provincia con la calle del Tinte, a un lado está la vinoteca gourmet, y en la otra esquina hay una taberna del mismo nombre, para degustaciones, catas y maridajes. La tienda, dedicada principalmente a la venta de vinos (y también destilados), es un lujo que uno no se espera encontrar en una población del tamaño de Ciudad Real (pop. 74.921). A la dueña, una señora absolutamente encantadora y muy entendida, para evitar malentendidos le dejé claro desde el principio que acababa de llegar desde Toledo, pero que dos de mis escalas en el día habían sido las Bodegas Martúe y el Pago de Vallegarcía. A partir de ahí, ya empezamos a hablar entre expertos.
Por cierto, ni me citó ni vi que tuvieran expuestos los vinos de Pago del Vicario, tan próximos a la capital.
Compré alguna botella de Dehesa del Carrizal, que finalmente no había podido visitar, especialmente su excelente Syrah. Me dejé recomendar un Cabernet de familia de Argamasilla de Alba, y compré un Quixote (Pago Casa del Blanco, en Manzanares, que no pensaba visitar) de tempranillo, merlot y petit verdot (la mujer me dijo que esa era la variedad que más le gustaba). Por si acaso al final me fallaba la visita, compré el excelente chardonnay barrica de Manuel Manzaneque, así como una botella del chardonnay sin madera, también excelente, que han sacado recientemente al mercado.
Imagen de satélite de la ubicación de Pago del Vicario, en Las Casas, junto a la carretera de Porzuna. (JMBigas, Mayo 2013) |
Aproveché para hacer publicidad del mejor blanco de España con otro cliente de la tienda, amigo de la casa, que prometió tomar nota del Pago de Vallegarcía Viognier. Esto llevó a la dueña a mostrarle una botella del Hipperia, la joya de la casa.
Aunque había barajado la posibilidad de quedarme a dormir en el Hotel Pago del Vicario, al final, creo que con buen criterio, escogí un buen hotel de la ciudad, el Sercotel Guadiana. Un cuatro estrellas moderno, en una de las rondas, a sólo tres o cuatro manzanas de la Plaza del Pilar y la Plaza Mayor, el centro neurálgico de Ciudad Real, que ofrece además aparcamiento gratuito, lo que es muy de agradecer. Una excelente elección ya que, además, iba a quedarme un par de noches en él.
Tras tomar posesión de la habitación, me di un paseo hasta la zona de la Plaza del Pilar, para escoger un restaurante donde cenar. La oferta no es muy amplia; lógico, por otra parte, en una población de ese tamaño y sin grandes atractivos turísticos. Por ello acabé planteando la pregunta a los taxistas que estaban esperando pasaje en la parada de taxis. Me recomendaron una zona próxima, donde hay dos o tres restaurantes. Acabé escogiendo Casa Pitoñi que es, podríamos llamarlo así, un restaurante clásico de capital de provincia. No pude resistir la tentación de apretarme una botella del mejor blanco de España, por lo que escogí un menú acorde, a base de chopitos fritos y lenguado. Y el vino, excelente hasta los cristalitos de precipitado de ácido tartárico. La cuenta, correcta y acorde a mi elección.
Durante toda la cena no se ocupó más que otra mesa, donde cenaron dos parejas de argentinos de edad, es decir, algo mayores que yo, que no acabo de entender muy bien qué se les había perdido en Ciudad Real. Eso sí, manifestaron una clara curiosidad por mi afirmación acerca del mejor blanco de España.
Para el día siguiente, miércoles, tenía previsto realizar turismo no enológico por algunos de los espacios naturales más significativos de la zona: las Tablas de Daimiel, las Lagunas de Ruidera, el Campo de Criptana. Ya os he contado alguna cosa de ese día, pero para el resto tendréis que esperar al siguiente capítulo.
Aparte de las fotografías que he seleccionado para ilustrar este artículo, podéis acceder a dos álbumes con una colección más completa de fotografías: uno con 25 imágenes de Cabañeros y alrededores (pinchando en el nido de cigüeña), y otro con hasta 43 fotografías de los diferentes Pagos y Bodegas que pude visitar en este viaje (pinchando en los tres toneles de Manuel Manzaneque). De alguno/as todavía no os he hablado...
JMBA
Aparte de las fotografías que he seleccionado para ilustrar este artículo, podéis acceder a dos álbumes con una colección más completa de fotografías: uno con 25 imágenes de Cabañeros y alrededores (pinchando en el nido de cigüeña), y otro con hasta 43 fotografías de los diferentes Pagos y Bodegas que pude visitar en este viaje (pinchando en los tres toneles de Manuel Manzaneque). De alguno/as todavía no os he hablado...
Por Cabañeros |
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