Este libro está siendo el fenómeno editorial de este verano. Y no es para menos.
Para empezar, es la primera novela de un jovencísimo suizo francófono (nacido en 1985), con derechos ya vendidos de traducción a 33 idiomas.
Para seguir, es fenomenal hablar de un tocho de 660 páginas cuya lectura no se puede abandonar una vez se empieza.
Y para terminar, se trata de una novela negra muy sui generis. Bien escrita y fantásticamente engarzada, como una delicada obra de orfebrería.
Se trata de una novela de escritores. Porque el tal Harry Quebert es escritor, de edad ya avanzada, que conoció el triunfo, la fama y el dinero con su segundo libro. Y el protagonista, Marcus Goldman, es un joven escritor de unos treinta años, intentando digerir el éxito fulgurante de su primer libro publicado, y enfrentándose al fenómeno de la página en blanco, incapaz de crear la que debería ser su segunda novela.
La trama se desarrolla en Nueva Inglaterra. El escenario principal es Aurora, New Hampshire, una pequeña población costera al norte de Boston. Y también hay partes del libro que suceden en Concord (la capital del estado), Boston o incluso Nueva York.
Harry es profesor de literatura en la Universidad de Burrows, Massachussets, y vive aislado en una casa frente al mar en Aurora. Marcus, que fue su alumno y con el que desarrolló una buena amistad, se refugia en esa casa, intentando huir de su absoluta esterilidad creativa. Y tiene que aguantar, en la distancia, las presiones de su editor, con el que firmó un contrato millonario, que le tiene atado a publicar con regularidad.
El 30 de Agosto de 1975, en Aurora desapareció una jovencita de 15 años, Nola, hija de un pastor evangélico. La familia se trasladó al norte desde Jackson, Alabama en 1969. Para una población pacífica y provinciana como Aurora, esa desaparición sembró el pánico y, sobre todo, el desconcierto. Los hechos no se aclararon nunca y ya han pasado a formar parte del pasado colectivo.
Pero en 2008 una intervención ocasional de los jardineros descubre un esqueleto enterrado en el jardín de la casa de Harry, que se identifica inequívocamente como el de Nola, que habría muerto en el mismo momento de su desaparición. Se desvela que Harry, a la sazón de 34 años, tuvo una bonita historia de amor con Nola, y las apariencias le acusan del asesinato. De hecho, es detenido, e ingresa en prisión, y tiene que ver cómo incluso su exitoso libro es retirado de las librerías y bibliotecas del país, debido a la vergüenza colectiva por tan impropia relación.
Marcus se empeña en investigar los hechos, para demostrar la inocencia de su amigo, en la que cree a pies juntillas.
Pero en Aurora, lugar apacible donde los haya, nada es lo que parece, y nadie cuenta toda la verdad cuando le preguntan. Por eso la novela, que es un libro anidado dentro de otros, da nuevas vueltas de tuerca al lector en cada página.
Iniciando cada capítulo, se van desgranando los 31 consejos de un escritor consagrado (Harry), pero también escéptico y hasta cínico, para otro escritor novel con aparente futuro (Marcus).
No desvelo más detalles de la trama, que resulta apasionante, e imposible de abandonar, porque el autor sabe crear en el lector el ansia viva por conocer cuanto antes el siguiente vuelco. Marcus acaba publicando un libro ("La verdad sobre el caso Harry Quebert") que se convierte en un superventas. Pero poco después se descubre que a esa verdad todavía le faltan varios hervores y muchos aderezos.
Una obra maestra en la que Joël Dicker va construyendo, poco a poco, una compleja maquinaria que intenta explicar los hechos acaecidos en 1975. Pero sólo en la última página el lector oye el clic final que indica que todo está en su lugar, y la máquina echa por fin a andar. Y todo ello en el mundo más bien solitario de los escritores, con muchos libros dentro de la propia novela.
Una lectura muy recomendable y bastante fácil. De hecho, no está al alcance de muchas novelas el forzar al lector a avanzar por 660 páginas casi de un tirón, anhelante todo el tiempo por descubrir lo que se esconde tras la siguiente esquina.
Esta novela se publicó originalmente en francés (2012). Aparte de un gran éxito de ventas, obtuvo el Prix Goncourt des Lycéens, el Gran Premio de Novela de la Academia Francesa y el Premio Lire a la mejor novela en lengua francesa. Alfaguara lo ha publicado en castellano en Junio de 2013, en traducción bastante correcta de Juan Carlos Durán Romero. Mi ejemplar es ya de la cuarta edición.
Si buscáis una novela apasionante para leer este verano, La verdad sobre el caso Harry Quebert es una excelente elección.
Pero, ojo, es adictiva. Os puede provocar el abandono de cervecitas, tumbonas, playa y siestas hasta que lo hayáis terminado.
JMBA
Parece muy interesante, lo pongo en mi lista, que es larga, pero llegaré. Felipe.
ResponderEliminarMe has tentado Bigas, aprovecharé la época estival que siempre se puede sacar algo más de tiempo... incluso sin abandonar las cervecitas.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo contigo, la novela es adictiva, cuesta dejarla.
ResponderEliminarPero creo que su forma de atrapar al lector es un poco tramposa. Existen demasiados giros argumetales que me recuerdan el "deux est machina" del teatro clásico... demasiados hechos que el autor - Dicker - escamotea o se saca de la manga para mantener (diría incluso que alargar) la intriga.
Eso sí, debo reconocer que el manejo de la compleja red temporal, en la que se desarrollan los distintos episodios de la trama, es apabullate. Dicker logra que no nos perdamos en ningún momento entre tanto ir y venir de 1975 a 1988.
Por cierto, no sé por qué pero, según leía la novela me acordé el ¿quién mató a Laura Palmer? del Twin Peaks de Davd Linch.
Desde luego es una lectura veraniega, pero calificarla de obra maestra me parece más una maniobra de markting editorial juicio serio.
Patroclo
(disculpa por el anónimo, pero escribo desde un ordenador prestado, en el que prefiero que no queden rastros de mis indentidades,jeje... paranóico que es uno)
Quizá me excedí en el calificativo de obra maestra. Pero es, sin duda, la obra de un maestro en el arte de interesar e intrigar a sus lectores. Con las dosis adecuadas de truculencia, por supuesto, sin las cuales una novela negra se convertiría en otra cosa.
ResponderEliminarEn el género, el Investigador está ahí para llevar de la mano al lector, siempre un paso por delante. A veces, sí, como un "Deus ex machina", aportando su intuición allá donde la trama flaquea, para saltar un abismo que la vista del lector no advierte.