A pesar de que ya estamos en pleno otoño, incluso muy fresquito a ratos (esta madrugada, en Madrid, mi termómetro registró tres graditos), este domingo, en Catalunya, se escenificó uno de los grandes éxitos del verano: La Barbacoa (del inefable Giorgie Dann).
Artur Mas, junto a Joana Ortega, vicepresidenta del Govern, en la comparecencia tras el 9N. (Fuente: elconrfidencial) |
Una jornada de participación popular, progresivamente descafeinada por los sucesivos recursos al Tribunal Constitucional, convocó, como una gigantesca barbacoa campestre, a más de dos millones de ciudadanos en torno a miles de urnas de cartón.
La jornada, a pesar de todos los peros que se le puedan poner, fue un éxito en el haber de Artur Mas. Ha sabido resistir los sucesivos embates y ha sabido movilizar ampliamente a los ciudadanos con inquietud independentista en Catalunya.
Muchos andan reflexionando y hablando sobre los temas de legalidad o no, de si el Gobierno de Rajoy debía haber tomado otras medidas, etc. etc. Yo quiero pasar de puntillas sobre esos temas, para centrarme en lo que el aparente resultado pone de manifiesto.
Más de 1.800.000 ciudadanos (algo más del 80% de los votantes) depositaron una opinión inequívoca en favor de que Catalunya sea un nuevo estado independiente. Una cifra sin grandes sorpresas, ya que respondería al volumen de ciudadanos movilizados en la última Diada (la famosa "V" de votar, que invadió Barcelona). Parece lógico que hayan mantenido la movilización por lo menos hasta la jornada de participación de este domingo.
Los votos en otro sentido han sido residuales, como era de esperar, dado que nadie de cierto peso ha hecho campaña activa para ir a depositar en las urnas de cartón una opinión en ese sentido. Todas las fuerzas contrarias a la independencia se han centrado en discutir los aspectos legales de la consulta, y la han desprestigiado hasta un límite que ha desmoralizado por completo que los ciudadanos que sostienen esa opinión se hayan ni siquiera acercado a las urnas de cartón. No se han esforzado, para nada, en aportar argumentos ilusionantes para la regeneración (posible) de España.
Y, pese a todo, ha habido unos 100.000 votos con el NO a que Catalunya sea un estado, y más de 225.000 que han votado Sí-No, es decir, sí a que sea un estado, pero no a que sea independiente.
También ha habido un número significativo de votos irregulares (en blanco, con Sí en la primera pregunta y en blanco la segunda, o directamente nulos por diversos motivos). En total, algo más de 100.000 votos de estas características.
En conjunto, la jornada de participación ha movilizado, más o menos, a un 36% del censo potencial. El censo electoral oficial de Catalunya en las Elecciones Generales de 2011 fue de unos 5,4 millones de ciudadanos. Pero como para esta barbacoa se permitía la votación desde los 16 años, unas estimaciones del Instituto Nacional de Estadística apuntarían a un total de unos 6,3 millones de votantes potenciales.
Los 1,8 millones de votos positivos se corresponde, casi con exactitud, al respaldo electoral conseguido por los partidos más o menos independentistas en las últimas elecciones autonómicas.
Dada la muy escasa movilización de las opciones diferentes del Sí-Sí, la única cifra, desde mi punto de vista, con cierto valor de referencia son esos 1,8 millones de ciudadanos catalanes por la independencia. Algo menos del 30% de los votantes potenciales.
Nadie tiene ni idea de lo que opinan los ciudadanos que no se acercaron ayer a las urnas de cartón, seguro que por motivos muy diversos. Personalmente, creo que debe de haber un cierto número de contrarios a la independencia, una gran multitud de No Saben-No Contestan-Huirían si pudieran.
Muchos han asociado el auge del independentismo catalán con el de la fuerza anti-casta-política Podemos. Y me parece muy relevante esa asociación. Tengo la sensación de que hay en este momento, en España, muchos, si no muchísimos, ciudadanos que han perdido por completo la ilusión en el proyecto agotado, y agostado, de la España que se alumbró en 1978. Los tres años grises, si no directamente negros, que llevamos de Gobierno central con mayoría absoluta del PP, han acabado de destruir la poquita esperanza que iba quedando. Los tics sectarios del PP, la ola inacabable de corrupción y muchos otros elementos negativos que nos asaltan a diario, han provocado, a nivel estatal, que una fuerza como Podemos, con menos de un año de vida, se codee ya, al menos en las encuestas, con los que han sido los dos partidos preponderantes en la escena política española de las últimas décadas.
Catalunya, como nación con personalidad propia, algo negado persistentemente por los adalides del nacionalismo español, tiene, muy probablemente, en torno a un 15% de ciudadanos que son independentistas emocionales convencidos. Pero la crisis de ilusión en un proyecto esperanzador de España ha duplicado esa cifra, hasta alcanzar esos 1,8 millones de ciudadanos. Por supuesto, algunas fuerzas políticas han sabido nuclear a ese volumen de ciudadanos desilusionados, desmoralizados y desesperanzados en torno a la idea de una regeneración política por la vía de la independencia.
Un fenómeno, por cierto, extremadamente parecido a las causas que están provocando que Podemos pueda ser, en las próximas Elecciones Generales de 2015, la fuerza mayoritaria en el Congreso de los Diputados.
En este convulso contexto, PP y PSOE parecen encarnar a la Orquesta del Titanic, que sigue entonando la misma melodía de siempre, a pesar de que el iceberg ya ha abierto suficientes vías de agua como para enviar con rapidez al transatlántico al fondo del mar.
Conviene que nadie se extravíe en los detalles legales de la barbacoa catalana. La realidad que denotan los resultados, con todas las dudas que puedan generar las condiciones muy poco sólidas con que se celebró, ilustran el estado de ánimo de los ciudadanos. Estamos en un escenario similarmente dramático al que pasó España en 1898. La Regeneración en profundidad es ya mucho más que una necesidad apremiante y acuciante.
El proyecto de España que se alumbró en 1978 ha tenido un gran recorrido, pero hoy está agotado, y hay que dar, sin falta, nuevas vueltas de tuerca. Para conseguir, entre otras cosas, que nuestra democracia sea de mucha mayor calidad, homologable con los países más avanzados de Europa.
Los ciudadanos necesitamos recuperar la ilusión en un proyecto común. Los independentistas catalanes piensan que la necesaria regeneración tiene mejores posibilidades de éxito en el seno de un Estado de mucho menor tamaño y que se pueda empezar a construir como tal desde cero.
Para el resto, si los grandes partidos no reaccionan con prontitud, sólo nos quedará Podemos.
JMBA
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