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jueves, 5 de marzo de 2015

Bionda

Oí esta mañana en la radio La Hora de los Fósforos, en el programa de Carlos Herrera en Onda Cero.
Algunos de los incunables del mueble bar de mi casa.
(JMBigas, Marzo 2015)

De lunes a jueves, de 10 a 11 de la mañana, Herrera propone un tema (que puede ser de actualidad, picante, nostálgico o incluso escatológico) y los oyentes llaman para aportar sus experiencias propias en el tema propuesto.

El tema de hoy era el de los mueble bar en las casas, y esas botellas incunables que a menudo se encuentran en él.

Es cierto que en el mueble bar de cualquier casa, o lo que sea que actúe como depósito de bebidas alcohólicas, si las hay, en cualquier hogar, acaban anidando algunas botellas de origen a menudo incierto, que nadie consume, y que están abocadas a acabar algún día en el desagüe.

En mi casa tengo algunas de ellas. Hoy hice inventario, al hilo del programa, y localicé no menos de cuatro de ellas. Hay una botella de cerámica blanca (la publicidad habla de white stone - piedra blanca -) de una especie de licor de hierbas holandés, llamado Beerenburgf. La leyenda reza: "Boomsma (creo que es el nombre del elaborador) Oud Friesche Beerenburgf". Mi escaso conocimiento de lenguas germánicas me indica que se refiere a algo que es viejo y fresco, como si eso se pudiera conciliar. Recuerdo que fue un obsequio de unos visistantes holandeses, que vinieron con unos clientes a conocer las que por entonces eran nuestras oficinas en Madrid. La abrí una vez y probé un poco. Pero no me transmitió nada reconocible ni me gustó, y la botella sigue ahí, con su contenido, esperando que el tiempo le quite hierro a simplemente verter el contenido en el fregadero, y reciclar la botella en el contenedor que toque (no sé la piedra blanca dónde debería ir).

Tengo también una botella de pequeño tamaño de Crema de Alba, que creo que llegó como obsequio promocional con la compra de una botella de brandy. Nunca me he atrevido ni siquiera a abrirla.

Y también he localizado una botella de Melody, un (presunto) licor de crema catalana, cuyo origen se me ha perdido en la noche de los tiempos.

Y en un rincón profundo del frigorífico, donde no interfiere con nada más, anida una botella de Licor de Manzana Verde. Creo que lo compré hace bastantes años para alguien que iba a visitarme y que le gustaba eso. Pero la visita no repitió (espero que no fuera culpa del licor), y la botella quedó casi entera ocupando unos centímetros cuadrados de uno de los estantes del frigorífico. Ahí seguirá hasta que ese espacio se convierta en necesario para otra cosa de mayor utilidad.

Pero hoy quería hablar de una botella de licor absolutamente legendaria en los anales familiares. De un viaje de negocios a Milán, mi padre se trajo una botella de algo que posiblemente fuera algún tipo de licor de hierbas, llamado Bionda (rubia, en italiano). Aparentemente, sería un producto originario de alguna zona próxima a los Alpes.

Recuerdo que la abrimos y la probamos varios miembros de la familia. Todos llegamos a la conclusión de que aquello era incomestible, que no resultaba en absoluto goloso y que su sabor no transmitía nada bueno. Mi padre se esforzó en insistir que mezclado con un café con leche muy caliente (no sé si disuelto o por separado), era un remedio ideal para cualquier resfriado. Nunca nos atrevimos a verificarlo.

Un amigo de la familia, modosito y algo apocado, que nos visitaba con frecuencia, fue la víctima propiciatoria. Un día mi padre le ofreció una copita de Bionda (previa amplia publicidad de su origen remoto y selecto), y el hombre, en sus incontenibles ganas de no disgustar, aceptó al parecer encantado. Hasta ahí, nada más que una prueba de cortesía.

Pero cometió un error irreparable al elogiar el licor, e indicar que le encantaba. Con lo que consiguió que el Bionda estuviera siempre en la mesa cada vez que nos visitaba. Nunca se atrevió a rechazarlo, aunque sí insistía en unas dosis cada vez más microscópicas.

El hombre, desgraciadamente, falleció relativamente joven (espero que no tuviera ninguna influencia el Bionda en tan luctuoso suceso). Su muerte nos dejó con la botella de Bionda todavía a un tercio de su contenido.

Pasaron muchos años sin que se tocara nunca más el Bionda. Lógicamente, por pura presión de las novedades, la botella ocupaba cada vez una posición más profunda y esquinada en el armarito que hacía de mueble bar.

Décadas después murió mi padre a edad bastante avanzada. Haciendo limpieza de su vivienda nos volvimos a enfrentar a los restos del Bionda. Liberados ya de cualquier vínculo emocional, nos atrevimos a disponer adecuadamente de ese líquido al que el tiempo le había dado un color tornasolado y una textura algo gomosa. La botella supongo que acabaría en el contenedor para el reciclaje de vidrio.

He sido incapaz de localizar en Internet nada que haga referencia a ese licor italiano. Como Bionda significa rubia, prácticamente todas las referencias encontradas son de cervezas rubias de todos los orígenes. Pero si alguien, en alguna parte de los Alpes, sigue elaborando el licor Bionda, es anónimo y aparentemente desconocido para la red de redes.

Quizá acabamos siendo excesivamente sentimentales con las cosas que nos rodean y que no nos sirven para nada concreto. Siempre tendemos a pensar que vete a saber si un día, y nos resistimos a tirarlas.

En fin, valga este escrito como un pequeño homenaje a los incunables de mueble bar doméstico.

JMBA

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