La crisis económica severa que estamos viviendo a nivel prácticamente mundial ha despertado de su letargo a los mayores enemigos del modelo autonómico de la administración del Estado que consagró la Constitución de 1978.
Mapa de la España Autonómica (Fuente: oroel) |
Incluso Zapatero ha tenido que reñir a las comunidades autónomas en la prensa internacional (Financial Times) porque su endeudamiento es parte de la deuda del Estado y, sin embargo, el Gobierno de España tiene un control limitado sobre el mismo. Dicho sea de paso, un problema parecido al que tiene la Europa del Euro con los diferentes Estados.
Está claro que prácticamente 30 años después de su puesta en marcha, hay temas que deberían revisarse, porque creo que no van en la buena dirección. Pero, sin embargo, el modelo autonómico me parece una de las mejores formas posibles (conocidas) para la administración de un Estado como España. Por principio, las decisiones que atañen a la vida diaria de los ciudadanos ganan en calidad, conocimiento, ecuanimidad y aceptación cuando se toman desde la cercanía.
No quiero hablar hoy de los nacionalismos (sentimentales o políticos) y su impacto en la vida política nacional, porque ya lo he hecho en otros artículos (y más que vendrán). Hoy sólo quiero aportar mis opiniones sobre el modelo autonómico como método de administración de España.
Palacio de Congresos y Exposiciones de Castilla y León, en Salamanca. (Fuente: absolutsalamanca) |
Oía esta mañana a José Antonio Alonso (portavoz en el Congreso del Grupo Parlamentario del PSOE), que afirmaba que gracias al modelo autonómico se ha conseguido un desarrollo más homogéneo del país. Podría parecer un contrasentido, porque muchos pensarán que lo que ha sucedido es justo lo contrario, que cada autonomía tira para su lado, que la educación tiende a ser localista, que la atención sanitaria no es de la misma calidad en todas partes, etc. Los que así opinan creo que tienen razón, siempre que no lo eleven a la negación de la mayor.
La homogeneidad de que hablaba Alonso entiendo que tiene que ver con la capacidad cierta que han demostrado los gobiernos autonómicos para fijar la población al territorio (urbano o rural), para limitar las migraciones por motivos económicos (desarrollando oportunidades locales de empleo y de carrera profesional) y también para garantizar una Sanidad y una Educación próxima a los ciudadanos, y de una calidad bastante homologable entre las diversas autonomías. Gracias a las autonomías se ha evitado la despoblación de muchas zonas, las nuevas tecnologías se han hecho más asequibles a la mayoría de la población y se ha limitado la brecha digital. Todo ello da mejores oportunidades a todos los ciudadanos para enfrentarse al futuro con esperanza.
(Fuente: coma-ruga.info) |
A cambio de todas estas ventajas que aporta la toma de decisiones cercana al ciudadano, creo que es inevitable un cierto sobrecoste respecto a un modelo completamente centralizado, que yo evalúo en el entorno del 10%. Todo lo que excede a este valor ya son disfunciones del modelo. Pero, ¿de dónde proceden las disfunciones?.
Hoy España está articulada en diecisiete Comunidades Autónomas (más dos ciudades autónomas, Ceuta y Melilla). Hay algunas Comunidades con un nivel de territorio y población equiparable a alguno de los países pequeños de Europa. Otras están claramente por debajo de ese umbral. Hay algunas Comunidades uniprovinciales cuyo tamaño hace que sea complicado conseguir un modelo eficiente de gestión. En algunos territorios hay un sentimiento regional o nacionalista muy marcado, mientras que en otros es prácticamente inexistente (el famoso café para todos, las del artículo 143).
(Fuente: euskoalkartasuna) |
El modelo económico de las autonomías (salvo los casos singulares del País Vasco y Navarra) se basa en que el Estado recauda y distribuye los presupuestos entre las autonomías, de acuerdo a determinados criterios bastante bien definidos (territorio, población). Y las Comunidades Autónomas se convierten en centros de gasto, que gestionan sus propios presupuestos.
Algunas disfunciones proceden de la multiplicidad de centros donde se toman decisiones de gasto. Lo que multiplica, claro, el número y naturaleza de los amigos, cuñados y amigos de la mili de turno, alimentando un clientelismo que aboca muy rápidamente a la corrupción, si no se frena y se elimina a tiempo. Los gastos suntuarios se multiplican (coches oficiales, Palacios de Gobierno, edificios oficiales, etc.). Muchos funcionarios de las diversas administraciones acaban recubriendo sus funciones, provocando duplicidades que hay que erradicar hasta el límite.
En algunas Comunidades Autónomas se han desplegado fuerzas de policía locales, controladas y dirigidas por el propio Gobierno Autónomo. Algunos lo ven como un despilfarro. A mi no me parece mal, siempre que se pueda garantizar que (todas) las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado están perfectamente coordinadas en las grandes luchas que les son comunes (terrorismo, criminalidad organizada, narcotráfico, bandas de diverso pelaje, etc.). Y siempre que se pueda asegurar que no se recubren las funciones ni se duplican los efectivos, y que no priman los celos sobre la colaboración.
Han florecido Palacios de Congresos, de Deportes y Museos de todo tipo en ciudades y lugares que tendrán, sin duda, dificultades para hacer rentables este tipo de estructuras. Pero que, por otra parte, representan oportunidades únicas de hacerles presentes en el mapa científico, empresarial, económico y cultural, y de desarrollar una industria turística local, que sería inexistente de otra forma. Claro que la construcción de un edificio singular de este tipo supone un presupuesto importante, y una oportunidad que los corruptos raramente desprecian. Como ejemplo, el Palma Arena, sin ir más lejos. Costes que se disparan respecto a los presupuestos iniciales y que dejan regueros de comisiones y ventajas para los amigos de los que toman las decisiones... y para los decisores también.
Interior del Palma Arena (Fuente: agendascomunes) |
Pero la lucha contra la corrupción debe desarrollarse a todos los niveles y hasta el fondo. El modelo autonómico la complica un poco, por la dispersión de los centros de gasto, pero eso no debe desanimar.
Por otra parte, hay que asegurarse de que las decisiones sean razonables y sostenibles en el tiempo. En Madrid, por ejemplo, estamos habituados a grandes inversiones (que generan las correspondientes inauguraciones con foto, claro) seguidas de una racanería extrema en su dotación para los gastos corrientes. Construir un nuevo hospital cuesta muchos millones de euros. Pero, para que funcione luego correctamente, requiere una dotación generosa de personal y medios, que no siempre se da. Inaugurar nuevos kilómetros de metro y muchas estaciones da mucho rédito político, pero una vez la red extendida está en funcionamiento, hace falta dotarla con más convoyes, más maquinistas, más personal de estación, más personal de mantenimiento y seguridad, etc. Y no siempre se hace (o se puede hacer) en la proporción correcta. Sólo más grande no vale, hay que hacerlo crecer manteniendo o aumentando su eficiencia.
Con todo ello, a menudo el ciudadano tiene la sensación de que se invierte en obras faraónicas, cuyo uso será el de las Pirámides: celebrar los ritos funerarios y luego ya sólo envejecer bajo el viento del desierto.
Por un principio económico básico, se puede recurrir al endeudamiento para las inversiones de todo tipo (que generan bienes y estructuras de larga vida), pero el gasto corriente debe poderse asegurar con los recursos regulares. Financieramente incluso es sano endeudarse para comprarse una casa o un coche, pero debemos poder cubrir los gastos de una u otro con nuestros ingresos regulares, sin recurrir a más endeudamiento, lo que nos llevaría a una espiral cuyo único final es la quiebra.
Hospital Infanta Sofía, en San Sebastián de los Reyes (Madrid), de reciente construcción. (Fuente: wikipedia) |
Todas estas disfunciones son ciertas, y dan argumentos muy poderosos a los enemigos de la organización del Estado según un modelo autonómico. Sin embargo, si somos capaces de conseguir una gestión eficiente del modelo autonómico, sus ventajas son muy superiores a sus inconvenientes.
La pregunta hoy es si, después de casi treinta años de autonomías, los Gobiernos autonómicos no se han convertido ya en unas maquinarias tan pesadas que su único destino posible es chocar contra el iceberg, por su falta de reacción a cualquier movimiento de timón.
Por sus muchas ventajas, creo que merece la pena luchar por el modelo autonómico que nos hemos dado. Tenemos un yacimiento de mejora de eficiencia muy importante en él. Como siempre, cuesta abajo todo vale y hasta la m..... corre. Pero cuando vienen duras, hay que afinar en todo. El Gobierno de España ya ha tomado algunas iniciativas mayores al estilo de reformas, que debe completarse con el esfuerzo de todos los Gobiernos Autonómicos en perseguir la eficiencia en todos sus procesos y en erradicar por completo los procedimientos corruptos.
Esta primavera tendremos elecciones autonómicas y locales, que representan una oportunidad singular para que los ciudadanos hagamos oir nuestra voz. Pero debemos ser capaces de evaluar objetivamente los niveles de eficiencia de las administraciones actuales, y anticipar la que podrían aportar sus competidores. Debemos exigir a los políticos compromisos formales en esta línea. Y, ante la duda, un cambio siempre es una medida de higiene política que trae más ventajas que inconvenientes.
Por otra parte, si las autonomías persisten en su falta de rigor y en la frivolidad ante el endeudamiento; si no se esfuerzan en la erradicación completa de la corrupción; si, en definitiva, no contribuyen de forma decisiva a la salida de la crisis, entonces sus enemigos habrán vencido y a sus partidarios ya no nos quedarán argumentos que aportar.
Deberíamos votar con la cabeza, y no con el corazón.
JMBA
Hola Bigas: Aunque ahora todos deben decir" ya lo decía yo hace tiempo", yo sí que llevo tiempo diciendo que el Estado de las Autonomías no me parece económicamente sostenible a largo plazo. Dicen que queremos copiar el modelo federal alemán pero sólo hemos sido capaces de copiar el caos italiano. Ni siquiera el modelo centralista francés.
ResponderEliminarPara copiar el modelo alemán, cada autonomía debería recaudar y gestionar sus propios impuestos pero eso, por ejemplo en Catalunya no se quiso asumir en el estatuto del 79 porque cobrar impuestos no mola.
Además ¿quién se habría de fiar que la Generalitat le fuera a gestionar su pensión?
Y te lo digo yo que soy pensionista y me he pasado los últimos dos años viviendo en hospitales o centrs de rehabilitación a cargo de la Seguridad Social y creo que el funcionamiento del sistema ha sido razonablemente correcto.
Un abrazo.
Santi