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Durante muchos años utilicé a diario el mismo tipo de calcetines, fuera invierno o verano. Negros (en un pasado remoto, también azul marino), de los llamados de espuma o algo así. Supongo que serían sintéticos de algún modo.
Durante muchos años utilicé a diario el mismo tipo de calcetines, fuera invierno o verano. Negros (en un pasado remoto, también azul marino), de los llamados de espuma o algo así. Supongo que serían sintéticos de algún modo.
Variedad de calcetines (Fuente: solostocks) |
Los calcetines son una prenda que tiene algunas características singulares. Por una parte, son para los pies, lo que ya es decir mucho, pues los pies tienen muy mala fama. Por algo la Naturaleza sabia los colocó en la posición más alejada posible de la nariz. Su misión es cubrir, proteger, abrigar, los pies. Una vez puestos, y aunque habitualmente no se exhiben, sí se ven, por lo que tienen hasta cierto punto un objetivo estético. Al menos hay que intentar transmitir con ellos un cierto sentido del decoro. Es por ello que muchas grandes transgresiones se articulan en torno a los calcetines, como lo de llevar dos de diferente color y cosas del género.
Por otra parte, los calcetines se compran (y se utilizan) por pares, al menos para la mayoría de personas que todavía conservamos los dos pies. Sin embargo, si bien se trata de pares genuinos de dos (no como el par de pantalones, que si intentas separarlo los has desgraciado), se trata de dos unidades idénticas. A diferencia, pues, de otras prendas que se utilizan por pares (como los guantes, en que hay uno dedicado a la mano derecha, y otro a la mano izquierda), el par de calcetines está compuesto por dos piezas iguales, que sirven indiferentemente para uno u otro pie. Supongo que hay excepciones (como los calcetines con deditos), pero en los que yo utilizo esta es la regla.
Por esta regla, si junto seis pares de calcetines, tengo doce posibilidades iguales de cubrir y/o abrigar un pie cualquiera (bueno, siempre que el tamaño sea relativamente parecido).
Gracias a este corolario de la regla, en la época en que utilizaba un solo tipo de calcetines a diario (misma marca, mismo modelo, mismo color), mi estrategia de lavado y almacenaje se basaba en el gurruño de calcetines, dentro del cajón destinado a ellos. Me explicaré. Cada mañana, al ir a coger calcetines para el día, acudía al cajón de los calcetines, cogía dos (no un par) y los utilizaba a continuación del modo habitualmente consensuado. Al quitármelos por la noche, como es normal, los calcetines sucios quedaban dispuestos por el revés del lado que los había utilizado.
Gurruño de calcetines desparejados (Fuente: mercecasado) |
Como tenía bastantes pares de calcetines iguales, la fase de lavado se desencadenaba cuando cogía del cajón los últimos disponibles (o los penúltimos si me encontraba en una etapa especialmente previsora). Esto me permitía llenar razonablemente una lavadora exclusiva para ellos (aunque sean negros y no de color, lo que añadiría el riesgo de que destiñan, parece aceptado que conviene lavarlos por separado del resto de prendas). Al recogerlos de la lavadora después de la fase de secado, estaban ya preparados para un nuevo uso. El haz de calcetines individuales era insertado en forma de gurruño en el cajón de los calcetines, preparados para su uso durante las dos semanas siguientes (o incluso algo más).
Este método de extrema simpleza tiene, es evidente, algunos inconvenientes, pero con los que se puede aprender a convivir. Por una parte, lo más habitual es que de cada dos usos, en uno el calcetín se utilizaba por el derecho, mientras que en el otro se utilizaba por el revés. En muchos modelos de calcetines, la diferencia es nimia o prácticamente inapreciable. Si, en el momento del uso, me encontraba especialmente quisquilloso, podía verificar ese hecho, e incluso proceder en ese mismo instante a darles la vuelta, por el clásico procedimiento de introducir la mano hasta el fondo, pinzar el extremo y llevarlo hacia fuera. Claro que luego la sensación al salir a la calle, de buena mañana, sabiendo que ya había metido mi mano dentro de un calcetín resultaba a veces algo embarazosa.
Por supuesto, la posibilidad de que los dos calcetines escogidos del cajón pertenecieran al mismo par tal y como los había empaquetado inicialmente el fabricante era remota. Pero dado que todos eran iguales, ese hecho no suponía ningún tipo de problema.
Sin embargo, una situación tan idílica se vió (he dudado si poner este acento, sospecho que estoy violando el Principio de Economía de la Real Academia; las palabras monosílabas nunca se acentúan, salvo que se requiera una tilde para la función diacrítica de diferenciar dos palabras diferentes que se escriban igual; en este caso se trata de una secuencia vocálica en diptongo, por lo que se trata de un monosílabo sin confusión posible; aunque parte de los hispanohablantes la pronuncien como un hiato, resultando bisílabas a efectos de pronunciación; página 231 de la Ortografía de la lengua española -2010-), bueno digo que se vio truncada por la realidad de las estaciones extremas, especialmente cierta cuando me trasladé desde mi Barcelona natal a este Madrid estepario de clima continental. Con lo cual tuve que tomar una decisión extrema respecto a los calcetines: debía tener un stock separado de calcetines para el invierno y otro para el verano.
Manteniendo en vigor ciertas decisiones estéticas (para diario, calcetines siempre negros), tuve que escoger un nuevo tipo de calcetines de lana para los inviernos, y de calcetines de algodón para el verano. Tras algunos titubeos y pruebas diversas, me hice con una cantidad razonable (dadas mis estrategias de lavado) de calcetines de los dos tipos, con alguna mezcla de marcas y modelos, hasta la decisión final.
Alguien inventó esta bolsa para calcetines solos (Fuente: decoesfera) |
La primera consecuencia de esta decisión es que tuve que destinar dos cajones (en lugar de uno solo) para los calcetines. Desde entonces, tengo un cajón para los calcetines de invierno y otro diferente para los calcetines de verano. Otra consecuencia desagradable a la que hubo que poner remedio es que la elección al azar de dos calcetines del gurruño de calcetines de la temporada ya podía provocar con mucha frecuencia efectos desastrosos desde el punto de vista estético. En efecto, entre los diversos modelos que tanteé, algunos son más largos y otros más cortos, unos tienen el canalé más ancho y otros más estrecho. Y, definitivamente para los calcetines de invierno, utilizar uno del revés repugna al sentido común.
Por todo ello, tuve que modificar las condiciones de mi proceso de lavado de calcetines, añadiéndole una fase posterior a su recogida tras el secado en la lavadora. Había que apilarlos y, uno a uno, meterles la mano para, por una parte, asegurarse de su integridad, y por la otra verificar si están ya del derecho o hay que darles la vuelta. Una vez extendido cada calcetín, ya por su lado bueno, hay que buscarle su par utilizando el criterio de parecidos razonables. Definido un nuevo par, conviene plegar los dos calcetines juntos, para facilitar su selección y uso futuro. Claro, durante el proceso es frecuente identificar alguno que presenta un tomate de difícil resolución, por lo que hay que eliminarlo del circuito de utilidad. Por lo que, al final de la operación, es posible encontrarse con un calcetín al que es imposible encontrarle par por falta de existencias.
Para el calcetín desparejado, su destino natural es el fondo del cajón. Claro, en el fondo del cajón ya hay otros calcetines desparejados, procedentes de procesos previos de lavado. Ocasionalmente puede producirse un reencuentro, cuando dos calcetines de dos pares del mismo tipo han muerto en momentos distintos. Es en ese momento cuando los dos viudos pueden reiniciar una nueva vida como par, abandonando el ostracismo del fondo del cajón y retornando al circuito de utilidad. A fin de cuentas, así se resuelve también a menudo la viudedad en la vida real, ¿no?.
Con este proceso redefinido de esta manera, la operación de escoger dos calcetines para su uso en el día se ha convertido en la elección de un par de calcetines para ello. Mucho más civilizado, sin duda.
El Resultado: cajón con calcetines plegados por pares (JMBigas, Enero 2011) |
Una pequeña mención merece también el proceso de aprovisionamiento de calcetines. Tengo un estante donde se acumulan las prendas por estrenar, entre ellas, los calcetines. Voy introduciendo pares nuevos en el circuito de uso cada vez que hace falta, debido a la merma provocada por la retirada de los que han sucumbido a su tarea y han dejado de ser utilizables. De vez en cuando, aprovechando la época de Rebajas (tres pares por el precio de dos, o ventajas equivalentes), acostumbro a comprar seis pares nuevos, que me valen para disponer de reservas durante bastante tiempo.
Con todo ello, la operación de lavado se ha convertido en una tarea ingrata, que siempre procuro diferir al límite de lo posible. Tengo un stock bastante extenso de calcetines (para los de invierno, he contado hasta veinte pares en circulación), pero llega un momento en que el lanzamiento de un proceso de lavado resulta ya inaplazable. Y, tras la operación automática de la lavadora, toca el proceso manual (y nunca mejor dicho), que te lleva a meter la mano en hasta cuarenta calcetines y a desarrollar un complejo temporal de cebador de calamares. Por eso es mejor hacerlo de noche, cuando ya no haya que salir de casa, a fin de evitar esa sensación embarazosa de que hablaba antes. Ah, y hay que hacerlo en un lugar con buena luz y con las gafas de ver de cerca, en su caso.
Una operación que, a fin de cuentas, no dura más de quince o veinte minutos, pero que resulta sumamente desagradable y no mola pero que nada de nada. Que termina, eso sí, con el cajón rellenito y ordenado con los pares de calcetines limpitos para utilizar en los próximos días. Hasta que toque repetir.
Ayer me tocó lavar calcetines.
JMBA
Me lo he pasado "pipa" con tu crónica. No digo que no sea engorroso el proceso , pero solo para poder contarlo ya vale la pena. En casa el proceso es más frcuente ya que no disponemos de tantos cajones para calcetines ya que el montante hay que multiplicarlo por 4 y eso son muchos calcetines, eso si, de distintos largos, géneros, colores y texturas.
ResponderEliminarcuando llegue a casa y recoja los calcetines del tendedero, me volveré a reir con tus ocurrencias.
Un saludo
Montse
A ver, chicas y chicos, una de probabilidades:
ResponderEliminarSi el Bigas tiene en el cajón 20 pares de calcetines negros de lana para el invierno y otros 20 pares de calcetines grises de algodón para el verano,todos revueltos -¿no os habréis creido eso de que los ordena y coloca por pares en el cajón?-, bueno, pues,la pregunta es ¿cuantos calcetines tendrá que extraer del cajón por término medio -sin mirar claro- para:
1) sacar un par de calcetines iguales
2) sacar un par de calcetines de invierno
3) sacar un par de calcetines de verano
4) sacar un par de calcetines de primavera/otoño, es decir, uno de invierno y otro de verano
5) sacar un par decalcetines sin tomates
6) sacar un par de calcetines, sin más
Nota.- para Bigas sólo tiene interés la respuesta a la pregunta número 6: he visto muchos años los calcetines del bigas y os puedo asegurar que le vale cualquier cosa que salga del cajón con tal de sean dos y se puedan meter por el pie (por cieto, lo de los acentos, no es lo mismo píe o pié que pie).
¡Válgame dios! hace algunos meses que sigo a Bigas y nunca deja de asombrarme con los temas de sus reflexiones y/o ensayos. Es capaz de hablar hasta de una pipa. Enhorabuena. Carmen
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