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jueves, 3 de mayo de 2012

Mi impresión sobre el debate francés

Este miércoles noche fue particularmente estresante en la televisión. A las ocho, el partido Barcelona-Málaga (4-1) por Canal + Liga. A las diez, el Athletic de Bilbao - Real Madrid (0-3) en la Sexta (y las autonómicas), donde el Real Madrid se proclamó campeón (matemático) de la Liga (justamente el día de la festividad de la Comunidad de Madrid, como ha apuntado mi amigo Ansgar en Facebook). Y desde las nueve hasta las doce, el debate tradicional entre-las-dos-vueltas (debat de l'entre-deux-tours) de los dos candidatos a la Presidencia de Francia, Nicolas Sarkozy y François Hollande, que seguí casi por completo a través de la cadena  France 24. En el dial 313 de Digital+ se sintoniza la versión francesa, aunque también se emite en inglés y árabe.
Al fondo, una imagen del Palacio del Elíseo. De frente, los dos periodistas
(Laurence Ferrari y David Pujadas). A la izquierda Hollande,
a la derecha Sarkozy.
(Fuente: europe1)

El debate duró casi tres horas, y terminó muy cerca de la medianoche. Todos los detalles de la puesta en escena, por supuesto, habían sido previamente consensuados por los equipos de los dos candidatos, que habían acordado los diversos grandes temas a tratar y el orden de las intervenciones. Como en una partida de ajedrez, dos relojes digitales contabilizaban el tiempo de uso de la palabra de cada uno de los dos candidatos. Cuando terminó, estaban igualados al segundo. Había dos periodistas que actuaban de moderadores (un hombre y una mujer), ambos, periodistas de prestigio en la televisión francesa (Laurence Ferrari y David Pujadas).

La prensa francesa (y también la de otros países) ha concluido que Hollande ganó el debate, aunque no creo que eso sea tan claro, desde luego. De todas formas, está comprobado que los debates televisivos influyen relativamente poco en el voto de la segunda vuelta. Los expertos no le dan más influencia que un exiguo 1-2 % en el sentido de los votos efectivamente emitidos el domingo de la segunda vuelta (en este caso, el próximo domingo, 6 de Mayo).

A pesar de su baja influencia en la opinión de los votantes, estos debates son ya tradicionales en Francia. Este era singular por varios motivos. Primero, uno de los candidatos es el Presidente que ha ocupado el Elíseo los últimos cinco años (en 2007 no fue el caso, ya que Jacques Chirac no se presentaba a la reelección). Por otra parte, y por primera vez (en la Vª República, como dicen los franceses, que es algo equivalente a lo que los españoles denominamos el período democrático para España), el presidente saliente quedó por detrás del candidato en la primera vuelta.

Los candidatos se enfrentan al debate con el máximo respeto, sabiendo que es una herramienta de muchísimo valor, aunque influya poco en las votaciones inmediatas. Al que resulte elegido, lo que dijo en el debate será lo que el pueblo francés le exigirá y sobre lo que le pedirá cuentas. Y al que pierda las elecciones, se le recordará lo que dijo si algún día decide volver a participar en esta carrera.

Cada candidato acudió al debate con un objetivo (modesto) bien definido. El objetivo de Sarkozy era demostrar al pueblo francés que Hollande no tiene el empaque de estadista que exige la Presidencia de la República. Y el objetivo de Hollande era demostrar a los franceses que Sarkozy es un personaje arrogante, incluso soberbio, que desconoce (ignora) los sufrimientos de muchos franceses, a la vez que intentaba reforzar su imagen y prestigio personal (Hollande nunca ha sido, hasta ahora, ni siquiera ministro).

Así, Sarkozy se dirigía a su rival, durante todo el debate, con un displicente Monsieur Hollande. Le acusó en repetidas ocasiones de calumniar, o incluso de mentir, intentando demostrar que Hollande utilizaba cifras que no eran ciertas, como quien riñe a un colegial que no se ha estudiado bien la lección. Su intención era poner de manifiesto que Hollande no está capacitado ni personal, ni profesional, ni políticamente, para ocupar la Presidencia de la República.

Conviene no olvidar que la situación de Francia dentro de la Unión Europea y de la eurozona es la de periferia del núcleo duro. El paro no ha dejado de crecer en los últimos once meses, hasta un 10,9%, y su déficit público en 2011 superó ampliamente el 5%. Está claro que su situación no es tan mala como la española, pero tampoco está para tirar muchos cohetes.

Algunas frases de Sarkozy quisieron ser demoledoras. Así, hablando de economía y de la intención de Hollande de introducir una tributación de hasta el 75% para rentas superiores al millón de euros anual, Sarkozy le dijo: Usted quiere menos ricos; yo quiero menos pobres en Francia. En otro momento, el moderador preguntó a los candidatos qué tipo de Presidente serían si resultaran elegidos. Hollande respondió que un hombre normal. Sarkozy le saltó al cuello, argumentando que un hombre normal no está a la altura de los desafíos de la Presidencia de la República. Con lo que implícitamente se situaba a sí mismo en el rango de los hombres extraordinarios.

Sarkozy hizo muchos guiños a los votantes del Front National. Marine Le Pen (que obtuvo en torno al 18% de los votos en la primera vuelta), manifestó (en el mítin del 1º de Mayo en la Place de l'Opéra de Paris) que ella va a votar en blanco en la segunda vuelta, pero dejó libertad de voto a sus simpatizantes. Que son cortejados por Sarkozy de forma evidente, con propuestas nacionalistas de cierre de fronteras y contra la inmigración (en principio, la ilegal) y la multiculturalidad de la sociedad.

Hollande partía con ventaja y creo que la conservó, o quizá incluso la amplió algo. Todos los sondeos auguran que el resultado en la segunda vuelta le podría ser favorable por hasta ocho o diez puntos (se habla del entorno 54%-46%). A sus votantes los traía ganados de casa, a los ecologistas y al Front de Gauche los da también por inclinados a su candidatura. Y con su mesura y saber estar, parece que se ganó a los centristas votantes de François Bayrou. Por lo menos este jueves, Bayrou ha manifestado su voluntad de votar por Hollande el domingo, dando una indicación, pues, a sus simpatizantes.

El debate fue áspero, rudo y a veces hasta cruel, como destaca la Prensa en general. Los dos candidatos salían a intentar hacer sangre en el contrario, y a fuer que lo consiguieron en varias ocasiones. Hollande demostró que Sarkozy no ha cumplido sus promesas electorales. Entre otras cosas, en el 2007 Sarkozy dijo que si el paro llegaba al 5%, él iba a dimitir. Y la Deuda pública francesa ha crecido exponencialmente en los últimos años.

Sarkozy, por su parte, insistió en lo que ha sido uno de los leit motivs de su campaña. Intentó ridiculizar a Hollande por su amistad y connivencia con Zapatero, y por sus visitas a La Moncloa. Explícita o veladamente, su mensaje a los franceses es que si no quieren acabar como los españoles, deberían votar Sarkozy. Si votan a Hollande, lo que hizo Zapatero con España es lo que hará Hollande con Francia.

También intentó ridiculizar a Hollande por sus propuestas antinucleares, arguyendo que era una concesión ridícula para apropiarse del poco más del 2% conseguido por los ecologistas en la primera vuelta. Forzó a Hollande a decir que en el próximo quinquenat (quinquenio, el período por el que se elige Presidente), si resulta elegido Presidente, sólo se cerraría una central nuclear (la más antigua, cercana al Rhin y la frontera alemana, en Alsacia). A lo que Sarkozy replicó: ¿en qué quedamos? Si la energía nuclear es mala y peligrosa, habría que cerrarlas todas. Y si no, ¿por qué cerrar alguna?. Añadió que el riesgo de tsunami junto al Rhin es descartable.

Hollande, a pesar de que interrumpió muchas veces las explicaciones de Sarkozy, supo mantener los nervios y evitar dar una imagen de atrabiliario. En el debate de 2007, fue famosa una reacción airada de Segolène Royal, a la que Sarkozy respondió que vous êtes énervé, (ha perdido los nervios) y esa no es la actitud adecuada para un Presidente de la República. A lo que Segolène respondió je ne m'énerve pas; je me revolte (no me pongo nerviosa, sino que me rebelo).

Y resultó curioso que ambos candidatos invocaran comparaciones con Alemania, en diversos ámbitos y en distintas direcciones. Parecería que en el imaginario popular francés del momento, Alemania y España representan en este momento lo que sí y lo que no les gustaría llegar a ser.

La suerte está echada. Casi con toda probabilidad ganará Hollande el próximo domingo, ya que parece tener los apoyos suficientes. Sin embargo, qué gran estadista se perderá Europa con la partida de Sarkozy, si no fuera porque la soberbia y la prepotencia fluyen libremente por cada poro de su piel de hombre bajito.

JMBA

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