El mes de Febrero, en general bastante desangelado, a caballo entre un invierno resistente y una primavera que a veces ya despunta en los mediodías soleados, empezó a tener relevancia política en España en 1974. El 20 de diciembre de 1973, la banda terrorista ETA asesinó al almirante Carrero Blanco, a quien Franco había designado Presidente del Gobierno un tiempo antes. El que fuera, a la sazón, Ministro de la Gobernación, Carlos Arias Navarro, fue nombrado nuevo Presidente del Gobierno.
Antonio Tejero, en el Congreso (Fuente: laguia2000) |
El 12 de Febrero de 1974 Carlos Arias Navarro dirigió a la nación el primer discurso en muchos años que tenía algo de contenido político, donde se empezaba a hablar un poco en términos de aperturismo político, y que los medios dieron en llamar el Espíritu del 12 de Febrero.
Unos años más tarde, en 1981, la situación política en España estaba complicada. Adolfo Suárez había sido obligado a dimitir por las presiones y disensiones en el que era su partido, la UCD (Unión de Centro Democrático). En el Congreso se estaba celebrando la sesión de investidura de quien sería su sucesor, Leopoldo Calvo-Sotelo. La banda terrorista ETA estaba extremadamente activa, asesinando y extorsionando con mucha frecuencia. Y, para colmo, a primeros de Febrero el Rey había sido abucheado en la casa de juntas de Gernika.
El Ejército todavía era bastante franquista, en sus convicciones y en sus modos, y se había estado oyendo ruido de espadas en los últimos meses. De hecho, se desarticularon algunas intentonas involucionistas que no llegaron a nada, como la Operación Galaxia (llamada así porque las conversaciones entre los conspiradores se celebraron en la cafetería Galaxia de Madrid).
Este miércoles escuché en Onda Cero la interesante entrevista telefónica que le hizo Carlos Herrera al ex general Alfonso Armada, de 91 años en la actualidad. Según sus propias palabras, a principios de Febrero de 1981 él habría prevenido de que había alguna intentona golpista en marcha. A mediados de mes abandonó su destino en Lérida, para incorporarse como segundo jefe de Estado Mayor, reportando al teniente general Gabeiras. Durante el golpe y en el juicio posterior, siempre se pensó que Armada era el elefante blanco que los golpistas esperaban en el Congreso para hacerse cargo de la situación. Él siempre lo ha negado, y afirma que su presencia en el Congreso para negociar con Tejero fue obedeciendo órdenes de Gabeiras.
Jaime Milans del Bosch (Fuente: eldiariomontanes) |
De cualquier forma, el caso es que el 23 de Febrero de 1981, a las 6.23 horas de la tarde, el teniente coronel Antonio Tejero (que ya había sido condenado por algún intento golpista anterior), entró en el Congreso con 200 guardias civiles. Y el resto, ya es historia.
Yo había terminado el servicio militar unos meses antes, en Noviembre de 1980. Lo hice después de algunas prórrogas con motivo de mis estudios universitarios, cuando en el sorteo me tocó cerca de mi casa en Barcelona. De hecho, serví en un cuartel de cuarta, de los conocidos en la época como de Defensa Operativa del Territorio, Ca'n Torelló en Gavá, a unos 20 kilómetros de Barcelona. Pertenecía a la Artillería Antiaérea, pero los cañones antiaéreos Bofors de los que se disponía eran restos recuperados de los americanos tras la guerra de Corea, y su capacidad de abatir aviones enemigos estaba fuera de toda duda: era nula. Este cuartel fue abandonado por el ejército en 1994.
Me gradué como Cabo Primero y, como el cuartel era pequeño, me tocaba de vez en cuando actuar como suboficial de guardia. Justamente en la última guardia que realicé, la víspera de licenciarme, viví el peor episodio de toda la mili. Una pareja de la Vigilancia Militar iba a salir de patrulla al pueblo, y estaban recogiendo su pistola reglamentaria en el Cuerpo de Guardia. Yo estaba anotando los datos en el libro de registro, cuando uno de ellos verificó el funcionamiento del arma, pero olvidó retirar antes el cargador. Al apretar el gatillo, pues, sólo debería haberse oído un clic si lo hubiera hecho correctamente. En lugar de eso, sonó un disparo como un cañón. La bala me pasó a no más de cincuenta centímetros de mi cabeza, atravesó la pared del cuarto y perforó las velas de un camión que estaba en el garaje, justo detrás. Cuando levanté la vista, aterrado, vi al soldado pálido como la cera, con la pistola (cargada de nuevo, claro) en su mano temblorosa, y me temí lo peor. Le arranqué la pistola de la mano, salí del cuarto, extraje el cargador, vacié la bala de la recámara, y todos empezamos a respirar de nuevo.
Creí que el incidente iba a impedir que me fuera para casa al día siguiente, pero todo siguió tal y como estaba previsto, y me licencié sin más.
En Diciembre de 1980 presenté en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de Barcelona (ETSIIB), donde había cursado los estudios durante los cinco años anteriores, el Proyecto de Fin de Carrera que ya tenía prácticamente finalizado antes de incorporarme a filas. Aprobé y con ello terminé la carrera y me convertí en Ingeniero Industrial.
En Enero de 1981 conseguí un remedo de empleo, para las mañanas. Me colé de rondón en un proyecto informático que resultó ser precursor de lo que hoy tanto se habla como la nube (el cloud computing), aunque ese terminó en fracaso. Era en GEISCO (General Electric Information Systems) para desarrollar una aplicación utilizando los ordenadores de que disponían en alguno de sus (llamados) supercentros (en Holanda o en Estados Unidos). Resultó un fracaso, porque cada compilación que había que hacer de los programas que estábamos desarrollando se enviaba al supercentro, y de vuelta venían los errores y una factura de echarse a temblar por la utilización de recursos. De hecho, no había presupuesto para contratar personal, y todo lo que conseguimos los del equipo fue algo así como veinte o treinta mil pesetas, sospecho que sisadas de algún otro capítulo, por casi tres meses de trabajo. Eso sí, la oficina estaba junto a la Plaza de España, y había una cafetería al lado que preparaba unos maravillosos sandwiches mixtos para desayunar a media mañana. De hecho, la miseria que cobramos se nos fue en desayunos.
Alfonso Armada Comyn, del que siempre se sospechó que fuera el elefante blanco. (Fuente: crono-historia) |
Al mismo tiempo, había conseguido una beca FPI (Formación Personal Investigador) por la que trabajaba todas las tardes en la Cátedra de Métodos Informáticos de mi Escuela.
De modo que el 23F trabajé por la mañana en GEISCO (desayuno incluido), y, cuando se desataron los acontecimientos en el Congreso, yo estaba trabajando en la Cátedra de la ETSIIB.
Hay que entender, antes de todo, que en 1981 no existían los teléfonos móviles. Internet sólo era un sueño, y las redes sociales (Facebook, Twitter,...) eran conceptos que todavía nadie había ni siquiera imaginado. Los medios de comunicación, pues, se limitaban a los teléfonos fijos, a la televisión (poco más que binaria en la época: encendida o apagada; con presencia bastante testimonial del UHF), a la radio y a los periódicos. Y al boca a boca en persona, claro.
Trabajaba con nosotros en la Cátedra un comandante del ejército, que fue quien nos fue informando del avance de los hechos, y nos transmitió que, en Catalunya no parecía haber movimientos de ningún tipo favorables al golpe, a diferencia de Valencia, claro.
El caso es que me fui a casa cuando serían las ocho y media o las nueve. Yo entonces manejaba un Seat 600 del que ya os he hablado en otra ocasión. Yendo para casa, estaba muy nervioso. No por los hechos del Congreso, que estaban sucediendo a más de 600 kilómetros de distancia, sino por el impacto que pudieran tener en el futuro inmediato del país y de todos nosotros. Supongo que iría despistado con eso y, en un semáforo, tuve un encontronazo con el coche. El resultado fue que se rompió uno de los faros del 600. Aunque no lo recuerdo, supongo que escribiríamos papeles para el seguro y esas cosas. Y seguí camino a casa.
El Rey, en su discurso de la 1.14 en TVE (Fuente: blogs.prensaescuela) |
En casa, mi información se basó en la televisión, Televisión Española, claro. El problema principal durante el golpe es que todas las Fuerzas Armadas estaban bajo sospecha. Cuando aparecían nuevos efectivos junto al Congreso, o en otros lugares, no era evidente saber si estaban a favor o en contra. No se tenía claro si se habían desplegado para apoyar al golpe, o para dar soporte a la Constitución. La Guardia Civil, por la acción de Tejero, no resultaba nada fiable, y sólo la presencia de la Policía Nacional (los grises, por entonces) daba algún respiro, pero sospecho que nadie lo tenía completamente claro.
Cuando llegué a casa, creo que Televisión Española ya había vuelto a emitir normalmente, después de haber sido ocupada por fuerzas militares durante varias horas. Una vez más, no se sabía si los movimientos militares eran para proteger o para someter.
Las imágenes que se podían ver desde Valencia eran preocupantes. Un Milans del Bosch crecido había asumido todos los poderes civiles y militares, y había sacado los tanques a la calle. Su posición sí parecía clara, de apoyo al golpe de Tejero.
Hacia las diez y media hubo un comunicado de la Junta de Jefes de Estado Mayor, indicando que se habían tomado todas las medidas oportunas para reprimir cualquier atentado a la Constitución. Bueno, el porte del teniente general Gabeiras, bigotito añejo y presencia cien por cien castrense Ancien Régime no es que inspirara, precisamente, la máxima confianza en su defensa de la democracia. Y el lenguaje utilizado por todos (golpistas y contragolpistas) acababa siendo parecido, ya que todos estaban convencidos de estar salvando a la patria (perdón, al país).
Se sucedieron informaciones deslabazadas, sobre el gobierno provisional que se había formado en el Palace, frente al Congreso, por los diferentes subsecretarios que no estaban presos en él. Se vio, en las cercanías del Congreso, a militares de todo pelaje, y nadie podía asegurar quién era partidario y quién no. Seguramente, muchos de ellos tampoco lo tenían totalmente claro, sino que estaban al pairo esperando acontecimientos, para posicionarse del lado de los vencedores, claro.
ETSIIB (hoy ETSEIB) de Barcelona (Fuente: UPC) |
Cerca de la medianoche, entraron en el Congreso los generales Aramburu Topete (a la sazón Director General de la Guardia Civil) y Armada Comyn (segundo Jefe de Estado Mayor). La presencia de ambos suscitó en ese momento toda clase de dudas e interpretaciones. Es normal que Aramburu estuviera exigiendo a su inferior que depusiera la actitud golpista, pero también hubo interpretaciones (más tarde, desmentidas) de que la totalidad de la Guardia Civil pudiera ponerse al servicio del intento golpista. El general Aramburu Topete salió del Congreso poco después (y de hecho se hizo cargo del dispositivo posterior organizado para liberarlo). Aramburu murió en la reserva en 2010.
Armada Comyn, como buen gallego, despertaba muchas más suspicacias. Se sabía que había alertado sobre la preparación de algún intento involucionista, lo que le situaba en el ojo del huracán. Y muchas fuentes pensaban que Armada podría ser el elefante blanco que los golpistas esperaban para hacerse cargo de la situación. Nunca se pudo demostrar, y él mismo lo ha desmentido siempre. Dado que había sido mentor militar del Príncipe don Juan Carlos durante algunos años, se le presuponía una cierta ascendencia en la Zarzuela.
La clave para ver hacia qué lado se resolvían las cosas era la División Acorazada Brunete, con su acuartelamiento cercano a Madrid, ya que era la unidad más preparada y dotada de todo el Ejército. A su frente se encontraba el general José Juste Fernández, que ese día estaba ausente del acuartelamiento, por algún motivo. Aprovechando esa ausencia, se produjo una visita sospechosa del anterior jefe de la División, el general Torres Rojas, muy cercano a Milans del Bosch y que tenía por entonces su destino en La Coruña.
Posiblemente Torres Rojas revolucionó a algunos mandos de la División, que ya tenían ciertas preferencias personales por los golpistas. Cuando el general Juste llegó a su despacho por la tarde, se encontró el tema bastante revuelto, porque parece ser que le comunicaron que el general Armada estaba al frente del golpe. En ese punto se produjo la llamada que parece que desarticuló la intentona, y decantó a la Brunete claramente en favor del orden establecido. El general Juste llamó a Zarzuela para hablar con su buen amigo Sabino Fernández Campo, a la sazón secretario general de la Casa de Su Majestad el Rey. Juste le preguntó a Sabino si Armada estaba en la Zarzuela. Con su flema de asturiano bueno, Sabino le respondió que No está, ni se le espera, a la vez que le hacía señas al Rey, que estaba justamente hablando por teléfono con Armada en ese momento. El general Juste falleció en la reserva hace escasamente un mes, a los 91 años de edad.
Así estaban los restos del cuartel de Ca'n Torelló en 2008 (Autor: Sergio T) |
Después de eso, la Brunete estaba claramente posicionada a favor de la Constitución. Varias órdenes salidas de Zarzuela para Valencia obligaron a Milans del Bosch a deponer su actitud.
A la 1.14 de la madrugada apareció el Rey en televisión, vestido de capitán general, dejando clara su posición y las órdenes que había cursado. El final de la intentona ya sólo era cuestión de tiempo. Tras el episodio chusco de la huida de algunos guardias civiles del Congreso por las ventanas, la rendición de Tejero se produjo a las 12.27 del mediodía del 24 de Febrero, ante su Director General, Aramburu Topete.
Después de todo eso, se restableció el orden que nunca debió ser amenazado. Quedan como recuerdo los impactos de bala en el hemiciclo, todavía bien visibles (deliberadamente dejados tal cual como testimonio de las locuras del pasado), y la experiencia de los diputados que estuvieron presos en el Congreso una noche por los delirios golpistas de un teniente coronel de la Guardia Civil.
Después de la intervención del Rey en televisión, me fui a dormir, ya más tranquilizado. La mañana siguiente me fui a trabajar normalmente, y el resto de acontecimientos ya los vi en los sucesivos telediarios.
A mí el 23-F me costó un faro del 600 y una noche sin leer nada, viendo la televisión. Y un poco de sueño la mañana siguiente. Finalmente naderías, comparado con lo que nos podría haber costado a todos si las cosas se hubieran desarrollado de otro modo.
Y este miércoles se cumplen 30 años de tales sucesos. Casi nada.
JMBA
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