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martes, 6 de diciembre de 2011

El Semáforo Averiado

Esta semana del super Acueducto de la Inmaculada Constitución es, en España, como un semáforo averiado. No para de cambiar de verde a rojo y viceversa, o se queda en ámbar intermitente. Como advirtiendo, de soslayo, de que si hoy se trabaja, mañana seguramente no. O al revés. Hoy es festivo, pero mañana no. Hoy es laborable, pero mañana no.
(Fuente: fotolia)

Un total descontrol. El viernes hubo operación salida para los que hicieron Puente el lunes. Pero hoy estarán volviendo, porque seguramente mañana trabajan, pero el jueves no. Otros quizá salieron ayer para nunca más volver. Bueno, de eso, algunos siempre. Pero la mayoría para volver el domingo.

Pero otros tienen que trabajar mañana (un miércoles aprisionado), pero se han cogido el viernes de Puente. Luego el miércoles habrá otra Operación Salida, que concluirá el domingo.

Ya no se sabe bien si la gente va o viene, si los vecinos están, se fueron o ya volvieron. ¿Pero cuándo se fueron? Porque según se fueran, volverán.

Lo que no falla es la estadística de los que no volverán. Otra vez decenas de muertos en estas carreteras que, a primeros de diciembre, fácilmente se ven invadidas de nieblas o acaso también de nieves. Y de conductores convencidos de que eso sólo les pasa a los demás.

La Bolsa funciona todos los días, de lunes a viernes, pero casi en piloto automático. Algunos graciosos internacionales soltaron el lunes que igual iban a bajar la calificación de la deuda soberana de hasta quince países de la zona euro (incluyendo Alemania y Francia, by the way).  El mercado, ni caso. Este martes ha subido unas centésimas. A mí déjame, que estoy de Puente.

Parece que el viernes es el día de la Aparición de la Santa Solución para Europa. Tras un clandestino noviazgo entre Merkel y Sarkozy (a quienes todos los vecinos han visto achuchándose por los jardines), parece que el viernes llevan en sus propias manos la solución a todos los problemas. La fórmula para la refundación de Europa. La salvación del Euro. Si eso, lo que fuere, es frágil, que lo manejen con cuidado, no se les vaya a romper.

Hasta el reservadísimo Guardiola se atrevió a pronosticar que lo más importante para esta semana es si esta pareja salva finalmente la moneda única o no. Que lo del Clásico es de otra división. Porque el sábado a las diez de la noche tenemos, de nuevo, un Real Madrid-FC Barcelona en la Liga. Un partido de la máxima rivalidad (según la terminología de los locutores radiofónicos clásicos). Pero que, desde la sobredosis que sufrimos todos en la pasada primavera, se ha convertido en un episodio más de las Hazañas Bélicas. Porque los de uno u otro bando ya están preparando las excusas que propondrán si pierden. El árbitro tendrá que cobrar plus de peligrosidad, porque le alancearán, haga lo que haga. Sólo podrá escoger a quién prefiere de verdugo.

El lunes que viene, pasado el Acueducto, ya estaremos de pleno derecho en período navideño, a dos semanas de la propia Navidad. Con comidas y cenas anuales de compañeros de trabajo, de antiguos compañeros, de mediopensionistas de La Salle,  o de licenciados en el 88. Comidas o cenas a las que nadie quisiera asistir, pero a las que nadie faltará. Aunque sólo sea para poder criticar a los demás (especialmente a los que no vayan), o ratificarse en la convicción de que los demás han envejecido peor.

El lunes que viene sabremos si, al final, se salvó el Euro, o no. Sabremos cuántos han conseguido volver del puente, sanos y salvos. Sabremos si el Madrid le lleva ya nueve puntos al Barça, o la diferencia se ha reducido a tres (que serían ninguno debido al partido avanzado que jugó el Barça contra el Rayo, para cubrir una fecha de mundialito de payasada).

El lunes que viene sabremos si, a pesar de todo, lo de esta semana no fue más que un espejismo, una avería en el semáforo, que ya se arregló.

Pero al lunes hay que llegar, ojo.

JMBA

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