Cuando yo era un niño, me tragaba todos los libros que llegaban a mis manos, de principio a final.
El Tiempo Escondido, de Joaquín M. Barrero ZetaBolsillo, 10 Euros (Comprar) |
Con los años, descubrí que, a menudo, ciertos libros no me aportaban nada, y hay muchos que dejé a la mitad (o así), para dedicar el tiempo a otras cosas que estimaba como más útiles o rentables. Mi regla nunca escrita es que si el primer 10% del libro no tira de mi, es inútil seguir. El caso más flagrante fue Bella del Señor, de Albert Cohen, un volumen de más de 700 páginas. Me faltaban 50 para terminarlo, y decidí no hacerlo, porque su lectura ya era un suplicio que no me dejaba ningún beneficio. Creo que todavía lo tengo por casa, con el punto sobre la página seiscientos y pico, donde decidí abandonarlo.
Pero luego también hay otros libros que no puedes abandonar hasta que los has agotado, hasta que los has exprimido por completo. Libros que te toman de la mano, y te llevan a lugares espléndidos (o lóbregos, pero llenos de sentimiento), que te obligan a seguir la trama hasta que el autor decidió darles punto y final. Libros que te identifican con los protagonistas, y no puedes casi ni dormir hasta saber a ciencia cierta que su destino se ha aclarado, y que ya tienen una posibilidad cierta de ser felices, o que ya no les importa. Historias que te comprimen el corazón, y te exprimen sensibilidades que creías inexistentes.
Uno de estos libros, que he leído recientemente (abandonando, hasta que lo terminé, todos los demás que tenía iniciados), es El Tiempo Escondido, de Joaquín M. Barrero (M = ¿María? ¿Manuel? ¿Martínez?). Un volumen respetable, de casi seiscientas páginas, pero que te arrebata el sentido, y que eres incapaz de abandonar. Un autor de vocación seguramente eterna, pero de profesión más bien tardía.
Una historia de perdedores que consiguen, al final, enderezar sus vidas para ser razonablemente felices. Y, aunque el fin no justifica los medios, el asesinato de un par de indeseables igual sirvió para reconducir el destino de algunas gentes nobles de corazón. Perdieron la Guerra de Cuba, y también la de África. Perdieron la Guerra Civil, y la postguerra ya estaba perdida, porque la Historia sólo la escriben los vencedores. He leído algún comentario criticando al autor por escribir un panegírico de los anarquistas y los libertarios. Bueno, entre otros, ésos fueron los principales perdedores. Hay otras novelas sobre los ganadores, aunque no lo necesitan mucho, porque suya es la Historia.
Una aldea del occidente asturiano, de esas a las que hay que llegar por etapas (Oviedo, Cangas del Narcea,...), donde habitan unas pocas familias, genera unas enemistades y rivalidades que serían inconcebibles en un pueblo más grande o en una ciudad. Porque la cuarta dimensión, el tiempo, acumula rencores e injusticias a su paso, que pasan de padres a hijos. En una cierta generación, de una de las familias nace una xana (hada), una chica de una belleza avasalladora, que subyuga a quien la conoce, que enamora hasta a los rapaces de las familias enemigas (¿un guiño a Romeo y Julieta?).
Unas desapariciones y el robo de unos dineros están sepultados en la memoria de todos, hasta que los esqueletos son descubiertos en el sótano de la iglesia, y un detective, de nombre Corazón, es contratado por uno de los herederos de los muertos para identificar al asesino, y presunto ladrón, de 1943.
Empieza ahí la titánica tarea de tirar de los hilos de la memoria sepultada de los familiares y los enemigos. Escudriñar lo que se oculta en ese tiempo escondido. Corazón persigue los recuerdos por todas partes, en la aldea y también en Madrid y en Sudamérica. Una trama que se desarrolla en dos espacios temporales: la actualidad y el pasado en que todo sucedió. Se revive la Guerra de África y la Guerra Civil. El Madrid durante la guerra, y en la lúgubre postguerra. Una historia de derrotados, que nunca fueron vencidos.
Creo que el autor despliega con maestría el recuerdo de los ancianos que fueron protagonistas en el pasado. Hilvana relatos que nos sobrecogen y que tiran de nosotros, sin poder abandonarlos hasta comprenderlos en su plenitud. Se desarrollan ante nuestros ojos los destinos de muchas personas, marcados de alguna forma por esa xana de la aldea asturiana, y por el prado que le fue arrebatado.
Corazón acaba sobrecogido por la realidad de la historia que ha desentrañado, y tiene que reflexionar sobre su encargo, porque está produciendo daños irreparables a gentes nobles.
En resumen, casi seiscientas páginas de historias que habitaron en la Historia de este país en los últimos ochenta años. Desplegadas con maestría para llevarnos de la mano, sin soltarla, hasta el desenlace.
Recomendable desde todo punto de vista. Excepto, claro, para quien la exaltación de los derrotados todavía le provoque sarpullidos. Pero tendría que hacérselo mirar.
El Tiempo Escondido, Joaquín M. Barrero, ZetaBolsillo, 10 Euros.
JMBA
Yo sigo siendo un cabezudo y existen pocos libros que no haya terminado, pese a que me resultan pesadísimos, quizás sea cuestión de orgullo o una necesidad de autoflagelarme por alguna culpa que no recuerdo. De los últimos libros que he leído el que me atrapó de principio a fin y me dejó un agradable dolor de ojos es "El asedio" de Arturo Pérez-Reverte.
ResponderEliminarDe los que terminé leyendo por constipación del ánimo... "El hereje", de Miguel Delibes, libro que empieza excelente pero se va tornando infumable con el pasar de páginas.
Un abrazo.
Un libro que recomiendo es "La Montaña Mágica", de Thomas Mann, como veis, un clásico. Tomo nota de los dos que decís, JMBA y Sergio.
ResponderEliminarUn abrazo
SErgio, creo que tendré que tirar de esa "constipación del ánimo" de la que hablas, porque "El Hereje" lo tengo por la mitad, y me está dando repelús el retomarlo.
ResponderEliminarMe anoto lo de "El Asedio".
Un abrazo.
José María