Esta es la definición de hipoteca que podemos leer en el Diccionario de la Real Academia Española:
hipoteca.
(Fuente: cambiadebanco) |
Es decir, la hipoteca NO es un crédito, sino que es la finca que garantiza el pago de un crédito. En el lenguaje vulgar, hemos asimilado la palabra hipoteca a crédito con garantía de finca. Así, vamos al banco a pedir una hipoteca, cuando realmente la hipoteca es la garantía que aportamos nosotros, ese piso que nos queremos comprar, o lo que sea.
Por lo tanto, lo que llamamos habitualmente hipoteca no es más que un crédito (con una finca como garantía). Los bancos siempre lo han tenido claro, y a eso le llaman préstamo hipotecario. Pero el usuario ha llegado a perder la noción clara y nítida de aquello en lo que consiste una hipoteca.
Hemos pasado unos cuantos años en que el sistema financiero a nivel mundial disponía de grandes cantidades de efectivo, y por lo tanto, podía dar crédito en grandes cantidades. Esto se debía a diversos factores, entre los que destacaré una baja inflación, una tasa de interés muy reducida, un precio del petróleo muy elevado, que acumulaba ingentes cantidades de efectivo en pocas manos, efectivo que buscaban invertir con el mejor rendimiento posible.
La codicia del sistema financiero (especialmente, pero no sólo, en Estados Unidos) llevó a incentivar fuertemente al personal para vender créditos a particulares o empresas. Esos créditos, es decir, esas obligaciones de pago con intereses en plazos definidos, convenientemente derivados, empaquetados o agrupados, se convertían en productos de inversión que se podían vender a los que disponían de capitales excedentes (aunque fueran, a su vez, procedentes de créditos a menor interés).
Ese sistema funcionaba con el absurdo convencimiento de que en economía (como, por otra parte, en cualquier ciencia empírica) una bola podía seguir creciendo indefinidamente. Unas determinadas condiciones de contorno cubren una franja entre ciertos límites. Por fuera de ellos, las condiciones de contorno van a variar, con seguridad. Pues bien, el sistema estaba convencido de que el crédito podía seguir creciendo indefinidamente.
En la microeconomía doméstica, los bancos (y cajas) se esforzaron en convencernos a todos de que teníamos posibilidades inimaginables de crédito, más de lo que nunca hubiéramos pensado. Todos hemos vivido la escena en el banco, cuando íbamos a solicitar un crédito hipotecario, en que el empleado intentaba colarnos un crédito de mayor importe del que efectivamente necesitábamos para, por ejemplo, pagar el piso que queríamos comprarnos. Ellos también estaban instalados en el absurdo convencimiento de que el precio de la vivienda no podía dejar de subir cada día y todos los días y para siempre, con lo que su riesgo era muy limitado.
A muchos les convencieron de que en lugar de 100, el crédito podía ser de 140 y así podían, además, amueblar el piso y comprarse ese 4x4 que tanto les gustaba. O irse con la familia de vacaciones al otro lado del mundo. Yo compré el piso en el que vivo en 1999, y todavía recuerdo la carita que se le quedó al empleado de la caja a quien le dije que iba a reducir algo la hipoteca que tenían con el promotor, y de la que yo me subrogaba.
(Fuente: romconstruc) |
Los afortunados habrán tenido la suerte de devolver a tiempo todo ese crédito, antes de que la crisis se haya llevado muchas cosas por delante. Pero el que no lo consiguió, lo tiene bastante mal. De repente deben al banco un crédito que tiene como garantía principal una finca cuyo valor ha disminuido y que, además, ha dejado de ser líquida, es decir, que no se encuentra un comprador que la quiera comprar y que disponga del dinero (o crédito) necesario.
Pero como los bancos no son tontos, y del tema de los dineros son los que más entienden, nunca perdieron de vista que de lo que se hablaba era de préstamos hipotecarios y que el tomador, en caso de necesidad, respondería con todos sus bienes (o incluso el de sus avalistas, de haberlos) para devolverlo.
La falacia, el engaño, fue que el cliente se creía que estaba contratando una hipoteca, cuando en realidad estaba contratando un préstamo hipotecario. Y los bancos son culpables de haber escondido, o disimulado, esa sutil diferencia.
De todas formas, en el pecado acaba estando la penitencia. Porque los bancos también se creían que estaban trabajando con un riesgo muy limitado, lo cual podía ser cierto mientras la tasa global de morosidad se mantuviera en el cero coma. Acabaron creyendo que el riesgo que asumían en esas condiciones concretas de mercado era el riesgo real que corrían en cualesquiera que fuesen las condiciones de contorno del sistema económico en el medio o largo plazo.
Cuando la crisis empezó a barrer y destruir las economías domésticas en un gran número, la morosidad y la insolvencia crecieron exponencialmente. Se vieron obligados a ejecutar muchas hipotecas, es decir, que ante la imposibilidad del cliente de hacer frente a los pagos comprometidos, el banco se veía obligado a embargar la finca que constituía la garantía principal de ese crédito. Pero el negocio del banco es comprar y vender dinero, no pisos, chalets ni plazas de garage. Con el agravante de que la liquidez de la finca había menguado dramáticamente, y les resultaba prácticamente imposible convertirlo rápidamente en dinero. Además, de ese crédito de 140 para un piso que se tasó en 100, ahora resultaba que lo embargado no valía ni 70, y además era imposible de realizar.
Para compensar el balance debían, pues, embargar otros bienes que constituían en realidad, en la letra pequeña, claro, las garantías secundarias del crédito: cuentas corrientes, salarios, patrimonio, etc. Con lo que muchos clientes se han visto, y se ven, sometidos a un auténtico expolio legal. Porque firmaron y consintieron esas condiciones. Posiblemente ni se las leyeron al detalle, y si lo hicieron, pensaron que eso nunca va a suceder. Muy probablemente no tenían la formación financiera o económica suficiente para entender el alcance real de lo que firmaban, se vieron empujados por el entusiasmo del empleado de turno, y por el hecho de que todos mis amigos están haciendo lo mismo.
(Fuente: definanzas) |
En los delitos de índole sexual, se habla del estupro. Según la primera acepción del Diccionario de la RAE, estupro es coito con persona mayor de 12 años y menor de 18, prevaliéndose de superioridad, originada por cualquier relación o situación. El cliente medio que se presentaba en el banco o caja a solicitar una hipoteca (realmente, un crédito hipotecario) era, a efectos financieros, un niño de 13 años con muy escasos conocimientos del tema. Y lo que se cometió con ellos fue un auténtico estupro financiero.
Ahora hay movimientos ciudadanos que propugnan que la pura dación del bien cancele la deuda hipotecaria. Bueno, puede parecer correcto, pero eso es cambiar las condiciones acordadas y comprometidas para todos los créditos hipotecarios concedidos hasta hoy. Pero hay que ir con mucho cuidado con eso, porque en un estado de derecho, la ley no puede ser forzada por un motín callejero. Y esa oposición callejera a algún desahucio, por ejemplo, puede resultar muy romántica. Pero un estado de derecho se basa en la seguridad jurídica, es decir, en que las leyes no van a cambiar de modo retroactivo, modificando sensiblemente los acuerdos y contratos suscritos.
Si, a partir de hoy, se pide a los bancos que los créditos hipotecarios que concedan tengan como garantía única la finca en cuestión, deberán tomar sus medidas para cubrir su riesgo. Sólo concederán créditos por un 80 ó un 60% del precio de tasación del bien, y seguramente tendrán que aumentar la tasa de interés para no acabar incurriendo en pérdidas. Y, de todas formas, esa modificación no podría afectar en ningún caso a todos los créditos en vigor con condiciones pactadas diferentes.
El resultado es que muchas familias han caído en esa trampa cazaosos, un riesgo del que nadie les advirtió, porque, en el fondo, todos estaban enfermizamente convencidos de que eso no iba a suceder.
(Fuente: facebook) |
Nos toca aprender, con dolor en muchos casos, que lo que hace todo el mundo no necesariamente es lo bueno para nosotros. Y que los globos no se pueden hinchar indefinidamente.
Eamon de Valera, político y estadista que tuvo mucho que ver con la independencia de Irlanda, con ocasión de una votación popular que resultó adversa a sus postulados, dijo que el pueblo no tiene el derecho a tomar la decisión equivocada. Muy discutible, pero ¿a que hace pensar?.
El sistema, en su voracidad insaciable, consiguió convencernos de que, a nuestros 13 años financieros, podíamos tomar decisiones que ni siquiera comprendíamos por completo.
Un auténtico estupro financiero.
JMBA
HOLA JMBA.- NO HACE FALTA QUE NOS JURES QUE TE GUSTA ESCRIBIR, ESTA CLARO.
ResponderEliminarYO CREO QUE TIENES RAZON EN CUANTO EXPLICAS EN TU LARGA Y CONTUNDENTE EXPOSICION DE UNOS HECHOS,
INCLUIDAS UNAS PALABRAS DEL DICCIONARIO ESPAÑOL.
YO ME QUEDARIA CON TU FINAL "UN AUTENTICO ESTUPRO FINANCIERO" QUE LO RESUME TODO.
UN FUERTE ABRAZO.