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lunes, 29 de abril de 2013

Rajoy: Desaparecido en Combate

M.I.A. (Missing In Action). Esta es la sutil expresión que utilizan los anglosajones para expresar que no tienen ni idea de lo que ha sido de un soldado. No está en su unidad, pero no consta que haya muerto, ni que esté herido; nadie ha reportado que fuera hecho prisionero y no consta que haya desertado.
Rajoy, hablando este lunes en el Instituto de la
Empresa Familiar.
(Fuente: Moncloa)

En castellano utilizamos más bien la expresión Desaparecido en Combate. Los anglosajones, en su sutileza, no dejan ni suponer que el soldado desapareciera necesariamente combatiendo, es decir, cumpliendo su misión. Pudiera ser que hubiera huido campo a través hacia la granja más próxima, a buscar refugio, o que fuera sorprendido por el enemigo cuando dormitaba en su hamaca.

Rajoy, como Presidente del Gobierno, está Desaparecido en Combate, pero en los términos anglosajones. Sólo habla cuando no se dirige a nosotros, los que le han votado o los que podríamos votarle... ¡o botarle!. Como un boxeador noqueado, farfulla sobre una realidad que sólo él visualiza, y sus explicaciones más bien parecen delirios de iluminado. Sigue convencido de que la mayoría absoluta de que disfruta le otorga la posesión eterna de la verdad, y nos desprecia a los ciudadanos, olvidando que somos su Jefe, los que le pusimos donde ahora está y los que podemos despedirle.

Aunque nadie lo vea, estamos mejor de lo que estábamos. Francamente, si nadie lo ve, si nadie aprueba el examen, la culpa es del profesor. No hay millones de vehículos circulando contradirección, sino que es el Gobierno el que lo está haciendo.

En dieciséis meses de (des)gobierno, ha añadido otro millón y pico a la nómina de los parados de este país; aunque no se le puede llamar ni nómina, pues más de la mitad ni cobramos ya subsidio. La economía real no funciona. Las pequeñas empresas y los autónomos se ahogan por cientos o por miles, y miles de negocios han cerrado o van a cerrar.

Con sus estrategias económicas de austeridad y persecución del objetivo de déficit por encima de cualquier otra cosa, va a conseguir que lo alcancemos al final de la espiral diabólica en la que estamos montados: cero ingresos, cero gastos, cero déficit: España echó el cierre.

Había ciertas esperanzas en el anunciado paquete de medidas económicas que se iba a hacer público tras el Consejo de Ministros del pasado viernes. Aunque no suben los impuestos (eso dijeron Montoro y el propio Rajoy los días previos) hay medidas de retoques fiscales. Se prolonga el aumento del IRPF un año más, se tocarán impuestos especiales (alcohol, tabaco,...) y se crearán impuestos medioambientales y a los depósitos bancarios. Un intento desesperado para que el Estado se quede cada vez un trozo más grande de un melón que es cada vez más pequeño.

Los ciudadanos no vemos ninguna de las medidas que aplaudiríamos con las orejas: la racionalización de la organización del Estado, el ahorro cierto y decidido en los gastos de funcionamiento de la propia maquinaria que nos está devorando, el desmantelamiento de empresas públicas que sólo son justificadoras de nóminas y empleos vacíos de contenido para primos y cuñados; nos gustaría ver la desaparición de la gran mayoría de asesores y puestos de libre designación, otro pozo sin fondo de favores inconfesables; nos gustaría ver cómo las grandes fortunas y las multinacionales se ven obligadas a una mayor contribución a la lucha contra la crisis; nos gustaría ver cómo se persigue la evasión fiscal, cómo se trinca a los que escondieron un trozo del melón (presuntamente robado) lejos de aquí.

Sin embargo, como el boxeador que ya no ve con claridad a través de la nube de sangre que le enturbia los ojos, avanza con furia hacia el gigantón que le tumbará con un gancho propinado con desgana.

Cuando llegue el día en que el Estado se quede el melón entero, el melón desaparecerá como por encanto, porque España habrá echado el cierre. Venderemos lo que quede a los rusos, los chinos o los catarís, y con lo que saquemos nos correremos una orgía de cerveza y salchichas en las carpas de Munich hasta que nos reviente el hígado, los intestinos o la vejiga.

Nos convertiremos en polvo, pero en polvo indignado.

JMBA

domingo, 28 de abril de 2013

Una Breve Visita a Gibraltar

Geográficamente, la Península Ibérica es la porción del continente europeo que está limitada por la cordillera de los Pirineos, por el Mar Cantábrico, el Océano Atlántico y el Mar Mediterráneo.
Gibraltar, visto desde Algeciras.
(JMBigas, Abril 2013)

Cuatro estados comparten la Península Ibérica. Por orden de tamaño: España (504.645 kilómetros cuadrados), Portugal (92.391 kilómetros cuadrados), Andorra (468 kilómetros cuadrados) y Gibraltar (6,8 kilómetros cuadrados). España, Portugal y Andorra son países soberanos (aunque en Andorra se ejerce una cosoberanía formal entre el Presidente de la República Francesa y el obispo de la Seu d'Urgell) mientras que Gibraltar es un Territorio de Ultramar perteneciente al Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte.

Como Territorio Británico de Ultramar, Gibraltar dispone de un amplio nivel de autogobierno, que se encarna en su Ministro Principal, escogido por los gibraltareños y que es la máxima autoridad política de facto. Por supuesto, el Jefe del Estado es la Reina Isabel II, y existe un Gobernador en Gibraltar que la representa.

En sí mismo, Gibraltar es muy poco más que una estrecha península casi íntegramente ocupada por un Peñón costero (de perfil muy característico) que se eleva algo más de 400 metros sobre el nivel del mar, con orientación Norte-Sur y que cierra por el Este la Bahía de Algeciras. A pesar de no estar en la zona donde el Estrecho de Gibraltar (que separa Europa de África) es más angosto, desde Gibraltar se controla todo el tráfico marítimo que discurre entre el Océano Atlántico y el Mar Mediterráneo, conocido en esa zona como Mar de Alborán.
Gibraltar al amanecer, cerrando al este la
Bahía de Algeciras.
(JMBigas, Abril 2013)

En la antigüedad, el Peñón (The Rock, para los británicos) fue conocido como Mons Calpe, y constituía la pata europea de las Columnas de Hércules. Pero su nombre actual procede de la fórmula árabe Ẏabal Tāriq (جبل طارق)(o "montaña de Tariq"), en recuerdo del general que dirigió el desembarco en esta zona de las tropas del Califato Omeya en el año 711.

Entre los siglos VIII y XV, Gibraltar siguió los mismos avatares que el resto de Andalucía, con la dominación musulmana. El primer asentamiento estable en el Peñón data del año 1.160 (período almohade), con la construcción de una fortificación. En 1.462 fue conquistado por el I Duque de Medina Sidonia, incorporándose de esta forma a la España que fueron consolidando los Reyes Católicos.

En el año 1700, murió sin descendencia el rey de España Carlos II, llamado "el Hechizado", que fue el último rey de la dinastía de los Habsburgo. Las potencias europeas se habían movilizado ya desde unos años antes para favorecer sus propias soluciones para la sucesión. A su muerte se desató la llamada Guerra de Sucesión (1701-1713), que acabó teniendo una muy fuerte influencia en la conformación de la España moderna. El último testamento de Carlos II nombraba como sucesor a Felipe de Anjou (nieto del rey Luis XIV de Francia), quien tomó posesión el 16 de Noviembre de 1700. Pero otras potencias europeas (especialmente Inglaterra, las Provincias Unidas - parte del actual Benelux - y Austria) tenían el temor de que el hecho de que gobernara en España un rey francés pudiera acabar unificando ambas naciones y creando una potencia que no querían reconocer. Por ello, siguieron apoyando con diversas acciones bélicas la candidatura del archiduque Carlos.
El Faro de Punta Europa, en el extremo Sur de Gibraltar.
(JMBigas, Abril 2013)

En particular, una flota anglo-holandesa desembarcó y conquistó Gibraltar en el verano de 1704. Los británicos también invadieron la isla de Menorca (en el archipiélago balear) en el 1708. En 1713, el Tratado de Utrecht puso fin a la Guerra de Sucesión, reconociendo la soberanía británica sobre estos dos territorios. Menorca sufrió durante el siglo XVIII diversos avatares, incluyendo dos períodos de dominación francesa (1756-1763; 1782-1798); pero fue restituida definitivamente a soberanía española por el Tratado de Amiens (1802). Por el contrario, la presencia británica en Gibraltar ha sido ininterrumpida desde 1704 hasta el día de hoy.

Durante el siglo XVIII, hubo varios intentos militares españoles, infructuosos, de reconquistar el Peñón, de los que el más prolongado fue el llamado Gran Asedio (1779-1783). Se acordó durante ese siglo la creación de una zona neutral en el istmo, pero los británicos acabaron anexándose la zona más próxima a Gibraltar.

En 1830 se le reconoció a este territorio la categoría de Colonia Británica. La apertura al tráfico marítimo del Canal de Suez (1869) subrayó la importancia estratégica que tenía Gibraltar para el Reino Unido, ya que todo el tráfico entre Inglaterra y el inmenso Oriente (India, Indochina, China,...) que utilizara el nuevo Canal debía cruzar el Estrecho de Gibraltar.

En 1909, las autoridades británicas levantaron la barrera fronteriza, que desde entonces se conoce popularmente como La Verja. Durante la Segunda Guerra Mundial, construyeron un aeropuerto en esa zona del istmo, que España reclama como no reconocida de soberanía británica por el Tratado de Utrecht.

Tras la Guerra Civil Española, y durante el mandato del General Franco, en los años 60 España llevó el tema de Gibraltar al comité de descolonización de Naciones Unidas. Tras varias resoluciones invitando a iniciar negociaciones entre los dos Estados, las autoridades gibraltareñas invocaron su derecho a la autodeterminación. Gran Bretaña convocó un referéndum en 1967 para los gibraltareños, que resultó con una amplia mayoría contraria a la unificación con España. En 1969, el gobierno británico otorgó al territorio una nueva constitución, que le concedía la categoría de Territorio Británico de Ultramar (British Overseas Territory), y dejando todos los asuntos internos en manos de las autoridades locales, reservándose la Corona (y en su nombre, el Gobernador) solamente la gestión de los Asuntos Externos y la Defensa.
La costa africana, a 24 kilómetros de Punta Europa,
Gibraltar.
(JMBigas, Abril 2013)

España entendió este movimiento como un acto hostil, e interrumpió las comunicaciones terrestres (cerró La Verja) en 1969 con Gibraltar. Los trece años de cierre de la verja fueron económicamente muy duros a ambos lados de la misma. Sólo en 1982 la verja se reabrió, pero únicamente al tráfico peatonal. Con las conversaciones de incorporación a la Comunidad Económica Europea, las comunicaciones se restablecieron plenamente en 1985.

Sin embargo, no ha prosperado, hasta ahora, ninguno de los diversos intentos de encontrar una solución consensuada para Gibraltar. Con el alto nivel de autonomía concedida a Gibraltar en sus constituciones de 1969 y 2006, cualquier acuerdo debería ser tripartito (España, Reino Unido y Gibraltar). Por todo ello, el litigio promete ser insoluble y eterno.

Gibraltar es parte de la Unión Europea, pero con un estatus especial, como "territorio europeo de cuyas relaciones exteriores el Gobierno del Reino Unido es responsable". Está fuera de la unión aduanera y excluido de la armonización del IVA.

En la práctica, Gibraltar es un pequeño territorio (pop. 29.000), que disfrutan de impuestos reducidos (puerto franco), cuya principal actividad está ligada a los servicios financieros y turísticos, donde resulta muy fácil la creación de compañías offshore de bajísima tributación, y que es acusado regularmente de ser un quasi paraíso fiscal, así como de dar acogida benévola a capitales procedentes de actividades no siempre legales. Aparte, por supuesto, de la Base Aeronaval de las Fuerzas Armadas Británicas.

Para el turista, Gibraltar es un enclave británico en la costa de Andalucía, donde el idioma oficial es el inglés (pero casi todo el mundo habla español, habitualmente con acento andaluz), la moneda oficial es la Libra Esterlina (aunque el Euro es aceptado en todos los comercios) y se conduce por la derecha como en el resto del continente, a diferencia de Gran Bretaña e Irlanda. Un lugar donde puede comprarse licor y tabaco (especialmente) a precios bastante más económicos que en España (o el resto de países de la Unión). Una pequeña península que, tanto para entrar como para salir de ella hay que cruzar una frontera (control de personas) con aduana (control de mercancías).

* * *

Yo nunca había estado en Gibraltar, pero tenía muchas ganas de visitarla, aunque fuera una única vez (tampoco da para mucho más).
La Mezquita del Guardián de las dos Mezquitas
Sagradas
, regalo del Rey Fahd, en Punta Europa.
(JMBigas, Abril 2013)

Aproveché la bajada de tarifas del AVE (tren de Alta Velocidad que une, por ejemplo, Madrid con Málaga), para conseguir un billete muy económico (47€ ida y vuelta). Planifiqué un viaje (desde Madrid) de un total de tres días, para tener parte de uno destinado a la visita de Gibraltar, y tener la oportunidad de visitar otras zonas interesantes de las provincias de Málaga y Cádiz, de lo que ya os hablaré en otra ocasión. En la Estación María Zambrano de Málaga (un gran centro comercial por el que circulan trenes) había reservado un coche de alquiler para poder moverme con libertad por la zona.

Viajé hacia Málaga el lunes 8 de Abril por la mañana. Visité ese día la zona de la Sierra de las Nieves y Ronda y su Serranía, para acabar pasando la noche en el Hotel Mirador de Algeciras (provincia de Cádiz). Algeciras es el puerto principal del sur de España para el enlace marítimo de viajeros con África, especialmente con Marruecos (puerto de Tánger o el nuevo de Tánger Med), así como con la ciudad española de Ceuta. En las temporadas vacacionales masivas, especialmente durante el verano y, con mucha menor intensidad, por Navidad o Pascua, miles de magrebíes (cientos de miles en los momentos álgidos) residentes en diversos países de Europa se cruzan el Continente en sus coches para acabar en Algeciras, esperando para embarcar en un ferry con destino a sus países de origen. Y muy parecido para el camino inverso a la vuelta de vacaciones.

Aparte de sus instalaciones industriales y portuarias, Algeciras no tiene mucho más que ofrecer al visitante, ya que se ha configurado principalmente como un lugar de paso. Pero ocupa la ribera oeste de la magnífica Bahía que lleva su nombre. Un poco más al Sur, la pequeña población de Tarifa es el paraíso de los surferos.

El Hotel Mirador es un hotelito modesto, pero correcto, enclavado en una zona residencial junto al mar en las afueras de Algeciras. Dispone de cafetería y restaurante propios (necesarios, pues la oferta de servicios en los alrededores inmediatos es extremadamente limitado). La noche que pasé allí, a primeros de Abril, el hotel estaba prácticamente vacío. Uno de sus principales atractivos es su ubicación junto a la Bahía de Algeciras. Sus habitaciones con terraza ofrecen unas vistas magníficas de la Bahía (la propia Algeciras, con su importante puerto y sus playas, San Roque, La Línea de la Concepción), con el perfil inconfundible del Peñón de Gibraltar de frente, cerrando la bahía por el este.
Aparcamiento junto a la estación inferior del Teleférico
del Peñón (en Red Sands Road).
(JMBigas, Abril 2013)

El martes por la mañana me levanté prontito y, tras desayunar y dar una vuelta luego en el coche por el centro de Algeciras, me dirigí hacia La Línea de la Concepción, para desde allí entrar a Gibraltar. No tenía claro si entrar con el coche, o bien dejar el coche en La Línea y entrar a pie (hay algunas líneas de autobuses públicos de Gibraltar desde la propia frontera a los lugares más destacados). Miles de personas diariamente cruzan a pie esa frontera. Eso incluye a muchos visitantes y turistas, pero también a trabajadores de Gibraltar que viven en la parte española y a ocasionales pequeños contrabandistas de tabaco o alcohol, que pueden realizar varios cruces diarios.

Por otra parte, Gibraltar, donde es fácil ver rapidísimas planeadoras de muchos cientos de caballos en sus puertos, tiene fama de ser un núcleo principal del tráfico de estupefacientes procedentes de África, especialmente de hachís. Litigios nunca resueltos sobre la dimensión de sus aguas territoriales provocan frecuentes conflictos entre patrulleras de la Guardia Civil española y presuntos traficantes, con el nada neutral arbitraje de la Marina Real Británica. También los pescadores españoles de la Bahía tienen a veces conflictos por presuntas invasiones de aguas territoriales nunca reconocidas.

Ya en La Línea, me encontré casi sin pensarlo encajado en la cola de automóviles hacia la frontera con Gibraltar, por lo que las circunstancias acabaron resolviendo por la directa mis dudas, y acabé cruzando a bordo del coche. Eso sí, tras unos cuarenta minutos de demora, a paso de tortuga.

La primera sorpresa al entrar a Gibraltar es que la carretera (y las vías habilitadas para peatones), cruza transversalmente la pista de despegue del Aeropuerto. No sé el protocolo que se seguirá cuando deba aterrizar o despegar un avión, pero supongo que funcionará como un paso a nivel ferroviario.

La práctica totalidad de las edificaciones de Gibraltar están en la parte oeste de la península, de frente a la Bahía. Por esta zona, el arranque del Peñón está algo más alejado del mar y es más suave que por la parte este. Al este, el Peñón nace ya casi en vertical y muy cerca del mar, lo que no permite más que una carreterita costera, que enlaza algunas playas y unas pocas edificaciones. Allí está Catalan Bay, cuyo nombre es el homenaje a un destacamento de 350 soldados catalanes que formaban parte de las tropas anglo-holandesas que invadieron Gibraltar en 1704.
Cabina del Cable Car de Gibraltar, llegando a la
estación inferior.
(JMBigas, Abril 2013)

En la primera rotonda que se encuentra por la William Churchill Avenue, a la izquierda se desvía la Devil's Tower Road, que es el inicio de la carretera costera por las Playas del Este, mientras que a la derecha se encuentra la zona de más reciente construcción. Allí hay uno de los puertos deportivos (Marina Bay), el llamado Europort y muchas edificaciones modernas, residenciales y de oficinas, de bastante altura y que parecen construidas en los últimos diez o quince años. Hay también en esa zona algunas instalaciones deportivas.

La distancia entre la frontera y el extremo sur del territorio, el más alejado, no es más de cuatro o cinco kilómetros. El recorrido se realiza por calles a menudo bastante angostas y retorcidas, y el último tramo por una carreterita estrecha, bordeada de edificios residenciales, hasta llegar a Punta Europa (Europa Point). Yo me dirigí directamente hacia allí, para disfrutar de las magníficas vistas.

En Punta Europa, tradicionalmente, existe un faro marítimo y un santuario católico (Shrine of Our Lady of Europe), cuya existencia, de una u otra forma, se remonta hasta el siglo XIV, en que se convirtió una mezquita anterior en una iglesia católica.

Pero, desde 1997 en que fue inaugurada, el edificio más singular de Punta Europa es la Mezquita Ibrahim al Ibrahim (también conocida como Mezquita del Rey Fahd bin Abdulaziz al-Saud o Mezquita del Guardián de las dos Mezquitas Santas). Realmente, fue un obsequio del Rey Fahd de Arabia Saudí, nominalmente para los 2.000 musulmanes que se estima habitan en Gibraltar. Pero su privilegiada ubicación, su esbeltez, la altura de su minarete y la blancura inmaculada del conjunto la convierten en protagonista de Punta Europa y de la fachada africana de Gibraltar. Desde aquí, África está a solamente 24 kilómetros de distancia (el Estrecho de Gibraltar alcanza su mínima anchura de poco más de 12 kilómetros algo más al suroeste de Algeciras).

En 2011 se inauguró una remodelación de Punta Europa, que ha convertido la zona en un indudable atractivo turístico. Hay un aparcamiento organizado y diversos miradores, así como un área de juegos infantiles y una edificación que alberga, por lo menos, un café y una Oficina de Turismo de Gibraltar.
Uno de los varios puertos deportivos que hay en Gibraltar.
(JMBigas, Abril 2013)

Aunque el día no estaba especialmente diáfano, desde los miradores tuve una muy buena visión de la bahía de Algeciras y de la costa gaditana hacia Tarifa, y también de la costa africana de Marruecos y de la ciudad española de Ceuta.

Quería a continuación subir a lo más alto del Peñón. Es posible hacerlo, por supuesto, a pie, pero también en automóvil. Aunque la forma más clásica de hacerlo es en el teleférico (Cable Car). Este teleférico fue construido en 1966 por una empresa suiza especializada en este tipo de instalaciones (Von Roll Holding), y en 1986 fueron renovadas por completo las cabinas. El teleférico sube desde la ciudad, prácticamente al nivel del mar, hasta la segunda cumbre del Peñón (hay otra ligeramente más elevada, donde hay algunas instalaciones meteorológicas), a una altura de 412 metros sobre el nivel del mar circundante. En 2007, la estación superior fue completamente remodelada, y actualmente ofrece diversos miradores, un café y tienda de recuerdos, y también la llamada Calpe Suite, que se puede alquilar para eventos diversos.

Curiosamente, la información que había conseguido de Internet no daba el suficiente nivel de detalle sobre la ubicación de la estación inferior como para que mi GPS me llevara hasta allí sin dudas. Pero en la Oficina de Turismo de Punta Europa me dieron (gratuitamente) un mapa turístico del territorio, bastante detallado, donde se especificaba la dirección de esa estación (en Red Sands Road) y la existencia de un gran aparcamiento gratuito junto a ella, compartido con el vecino Jardín Botánico.

Programé el GPS de acuerdo a esas nuevas informaciones, y me llevó de la mano directamente a la entrada a ese aparcamiento. Es bastante grande, pero acostumbra a estar atestado. Esa mañana de Abril tuve alguna suerte, y no me costó mucho trabajo encontrar una plaza libre.

El Peñón tiene algunas atracciones turísticas (aparte de las maravillosas vistas desde su cumbre). Se dice que está recorrido por innumerables túneles y pasadizos. Algunos de ellos, que se utilizaron en algún momento del pasado para instalar baterías de artillería para defender Gibraltar, son visitables. Por ejemplo, los Túneles del Gran Asedio, o los que se excavaron durante la Segunda Guerra Mundial. También existe una impresionante cueva natural (la Cueva de San Miguel), con estalactitas y estalagmitas, y un Castillo Árabe, construido inicialmente en el año 1.160. Podéis ver más detalles aquí (en el apartado de Lugares de Interés).
Más allá de la pista del Aeropuerto está la frontera, y
luego La Línea de la Concepción.
(JMBigas, Abril 2013)

El Teleférico tiene una estación intermedia, en la zona conocida como Guarida de los Monos. Pero, curiosamente, desde el mes de Abril y durante todo el verano, las cabinas no se detienen ahí.

Toda esa serie de atractivos adicionales están incluidos en lo que se conoce como la Reserva Natural del Peñón (Nature Reserve). Su visita requiere de un ticket específico, y paseos, de hasta uno o dos kilómetros  (hacia arriba o hacia abajo) por diversos senderos del Peñón.

En la taquilla del Teleférico se puede escoger el ticket básico (que permite subir hasta la estación superior y luego bajar) por 10,50GBP, o bien tickets combinados del Teleférico con otras atracciones de la zona. Yo no disponía de mucho tiempo ese día, y escogí sólo el Teleférico, para disfrutar de las vistas desde la cumbre. Por el aparcamiento pululan durante todo el día espontáneos que ofrecen a los visitantes recorridos alternativos a los mismos lugares, pero en taxi o minibús.

Una de las curiosidades del Peñón es su colonia de monos o macacos de Gibraltar (macaca sylvanus), de los que hay actualmente unos 300 ejemplares. También conocidos como monos de Berbería, su origen son los Montes Atlas en Marruecos y su presencia en Gibraltar siempre ha sido un cierto misterio. Pero la leyenda dice que el día que se extingan los monos en el Peñón, también desaparecerán los británicos. Menguada la colonia durante la Segunda Guerra Mundial, Winston Churchill decidió importar algunos ejemplares adicionales, aunque sólo fuera por si acaso.

Los monos están habituados a la compañía humana y pueden llegar a ser bastante traviesos. Conviene tomar algunas precacuciones básicas, especialmente con las bolsas de plástico que les pueden resultar atractivas, o lo que se pueda estar comiendo (fruta, etc.). Pueden verse sin problemas en los alrededores de la estación superior, así como en la llamada Guarida de los Monos, junto a la estación intermedia (inactiva en temporada alta).
La zona del Europort, de construcción reciente y densa.
(JMBigas, Abril 2013)

Al llegar a la estación superior es posible hacerse con una audioguía (en varios idiomas) que te cuenta la historia y detalles de la zona. Son gratuitas (incluidas en el precio del teleférico), pero hay que dejar como garantía el pasaporte o similar (que se recupera al devolverlas).

Desde la cumbre, las vistas son maravillosas, especialmente si nos ha tocado un día despejado y claro. Se puede contemplar tanto la propia ciudad de Gibraltar como la vecina Bahía de Algeciras y los pueblos que la rodean, así como las playas del este (en el llamado Mar de Alborán), con la Costa del Sol malagueña en el horizonte hacia el norte. También se ve con nitidez la costa africana de Marruecos y la ciudad española de Ceuta, aunque los diversos miradores, por la propia configuración norte-sur del Peñón, no ofrecen las mejores facilidades para la visión hacia el Sur. La mejor vista de la costa africana se tiene desde Punta Europa.

Es posible comer y beber algunas cosas en el Café, así como comprar algún recuerdo (souvenir) alusivo (bastante anodinos, me parecieron a mí) al Peñón y a sus atractivos.
Dos macacos de Gibraltar, retozando en el mirador de
la estación superior del teleférico.
(JMBigas, Abril 2013)

Tras bajar nuevamente al nivel del Aparcamiento, paré para comer una pizza (de calidad casi menos que aceptable) en una terracita muy agradable del restaurante Mamma Mia (Pasta and Pizza House), a la entrada del propio aparcamiento del Teleférico.

Antes de mover el coche, di un paseo a pie hasta el final de Main Street, bastante cercano. Se cruza por una zona de muralla bastante bien conservada, y se pasa al lado de un pequeño cementerio histórico, en el que se pueden ver algunas lápidas que reflejan la característica militar del territorio. El Cementerio de Gibraltar es bastante más grande, y está junto a la pista del Aeropuerto.

Main Street es una calle peatonal en su mayoría, donde se encuentran los comercios destinados principalmente a los visitantes y turistas. Casi en todas partes es posible comprar cigarrillos o botellas de destilados (whisky, vodka,...), a un precio algo más atractivo que el practicado en España, y mucho más atractivo que el que se practica en Gran Bretaña. Para que a la vuelta, en la Aduana, no pensaran que yo era un bicho raro, compré un cartón de cigarrillos ingleses (Benson&Hedges Gold) y algún souvenir. En el extremo de Main Street más próximo a la frontera, está Casemates Square, el centro neurálgico para los visitantes de Gibraltar. Si se quiere visitar esta zona, la mejor opción es el transporte público, ya que el tráfico acostumbra a ser infernal, y la disponibilidad de aparcamiento muy limitada.
Lápida histórica en el pequeño cementerio junto al
final de Main Street.
(JMBigas, Abril 2013)

Tomé de nuevo el coche y aproveché para dar una vuelta completa al Peñón por la carretera costera, actualmente practicable. En la rotonda próxima a la pista del Aeropuerto, me desvié hacia la derecha por Devils's Tower Road, y luego seguí por la carreterita que discurre por Catalan Bay y Sandy Bay. En el sureste del Peñón hay un túnel (Dudley Ward Way) que completa el perímetro y que desemboca en las proximidades de Punta Europa. Este túnel, construido por el Ejército Británico entre 1956 y 1963, se cerró indefinidamente al tráfico en 2002, cuando murió un gibraltareño por un desprendimiento de rocas en su acceso norte. Más adelante se reconsideró su conveniencia y, tras realizar las correspondientes obras de estabilización, se reabrió al tráfico en 2010.

Ya eran las cinco de la tarde y, tras repostar gasolina (también algo más barata que en España), me dirigí hacia la frontera para volver a La Línea de la Concepción y completar mi plan ese día, que era recorrer la Costa del Sol hasta Benalmádena, donde había reservado habitación en un hotel y había quedado para cenar en casa de unos buenos amigos.

Pero el camino hacia la frontera fue un calvario que me retrasó prácticamente una hora y media. Las colas lentas son muy frecuentes allí, porque las autoridades españolas no tienen ningún interés en desplegar demasiados recursos para el control de la frontera y la aduana y, sin embargo, cada coche es revisado para verificar que no se incumplen las rigurosas limitaciones de productos que se permite importar sin pagar aranceles. Cerca de la frontera, los gibraltareños han instalado un panel informando a los viajeros de a dónde deben dirigirse (Ministerio de Asuntos Exteriores español, Servicio de la Unión Europea,...) para quejarse del trato recibido en esas instalaciones, debido a las acciones tomadas por el Reino de España.

Tras seguir la procesión a paso de tortuga, llegamos a la frontera, donde una Policía Nacional pedía la documentación a quien le parecía conveniente, y luego en la Aduana, un Guardia Civil inspeccionaba el maletero de cada vehículo.

Finalmente conseguí cruzar sin más incidente que el propio retraso, y seguir la ruta noreste por la Costa del Sol. Para verificar que esa es una costa prácticamente cimentada al 100%, es decir, que poquitos espacios quedan allí sin urbanizar. Se suceden los pueblos, las urbanizaciones, los hoteles, los campos de golf, etc. etc. Tras la primera ola turística en los años 60, la última burbuja inmobiliaria de principios de milenio ha acabado de enladrillar por completo toda la zona. Políticos municipales a menudo corruptos, han repartido licencias para edificar prácticamente sin límite, como si no hubiera un mañana.

Llegué finalmente a Benalmádena hacia las ocho y media de la tarde, pero esa ya será otra historia.

Aparte de las fotografías que he escogido para ilustrar este artículo, podéis acceder a una colección completa, con 41 imágenes, pinchando en la foto de Gibraltar como una ballena varada al este de la Bahía de Algeciras.


También podéis ver este vídeo de poco más de cinco minutos, con las imágenes más atractivas de todo el recorrido que os he contado.


JMBA

martes, 16 de abril de 2013

La Pequeña Venecia de Londres

La Estación de Paddington, situada al noroeste de Londres, es la puerta de acceso ferroviario tradicional a la capital desde los territorios del oeste (Bristol, Gales) y del suroeste (Devon, Cornwall). También presta servicio a Oxford y es la terminal a la que llega el Heathrow Express, el ferrocarril rápido de enlace con el aeropuerto, que es la alternativa a la Piccadilly Line, que tarda casi una hora en llegar al centro de Londres (Piccadilly Circus, por ejemplo).
Little Venice, la laguna donde confluyen los dos Canales.
(JMBigas, Marzo 2013)

Actualmente, la estación está viviendo unas obras mayores de remodelación, porque Paddington será la primera estación urbana (por el oeste) del futuro Crossrail. Crossrail (actualmente en fase de ejecución) es el mayor proyecto de infraestructura actualmente en curso en Europa, con un presupuesto global estimado de 15.000 millones de libras esterlinas.

El objetivo de Crossrail es la creación de un sistema ferroviario del siglo XXI, de alta capacidad, que permitirá unir en muy poco tiempo las zonas al oeste de Londres (Slough, Maidenhead, con un ramal al aeropuerto de Heathrow) con las zonas al este (Canary Wharf, Abbey Wood; Stratford - la principal sede olímpica de London 2012 - hasta Shenfield). Cruzará todo el centro de Londres por túneles de nueva construcción, con muy pocas estaciones (de oeste a este: Paddington, Bond Street, Tottenham Court Road, Farringdon, Liverpool Street y Whitechapel) que facilitarán el intercambio con el resto de modos del transporte público (el famoso Underground, autobuses,...). Actualmente varias tuneladoras gigantes se están abriendo camino por el subsuelo de Londres, y todas las estaciones están sufriendo importantes obras de remodelación, para acoger el nuevo servicio. Se prevé que Crossrail esté operativo para 2018.
Panel informativo sobre Crossrail, en la Estación de
Paddington.
(JMBigas, Marzo 2013)

Uno de los accesos a la Estación de Paddington (actualmente en obras; su nueva apariencia se espera que esté operativa para este próximo verano) es a la zona conocida como Canal. Junto a la estación discurre el llamado Paddington Arm del Grand Union Canal, que une Londres con Birmingham. El sistema de canales navegables en Gran Bretaña es muy extenso, y podéis verlo con más detalle en esta web.

Toda la zona que bordea el canal es peatonal (aunque a tramos el camino discurre bajo los puentes de algunas vías rápidas con circulación incesante), y está muy desarrollada la oferta de servicios (edificios de oficinas, bares, restaurantes, cafés,...). Desde la estación y hacia la izquierda, se cruza Sheldon Square (con sus dos hombres congelados, enfrentados entre sí a una docena de metros de distancia).
Uno de los cafés que jalonan la ribera del Grand Union
Canal (Paddington Arm).
(JMBigas, Marzo 2013)

Unos cientos de metros más allá, este brazo del canal (el Paddington Arm) desemboca en una idílica laguna que es la que propiamente se conoce como Little Venice, de donde parte el Grand Union Canal hacia Birmingham de un lado, y el Regent's Canal, del otro. El Regent's Canal es un canal local de Londres, y discurre por Regent's Park (la zona del zoológico), Camden y su estrafalario mercado y sigue camino por el East End hasta desembocar en el Támesis por la zona conocida como Limehouse Basin.

Esta red de canales navegables facilita un buen número de actividades. En sus riberas se pueden ver barcazas para el transporte de mercancías, barcos-vivienda, y también barcos-seminario, que las empresas pueden alquilar para impartir formaciones en un entorno flotante, sea navegando o amarrados. Hay, por lo menos, un barco café para hacer un alto en el camino si se desea. Y también una barcaza eléctrica, que se desplaza en un silencio casi total.
Barcazas de todos tipos, amarradas en el Canal.
(JMBigas, Marzo 2013)

En los meses de verano (en cualquier caso no en Marzo, cuando yo estuve), hay también un servicio público de navegación por el Regent's Canal desde Little Venice hasta Camden, cruzando bajo el aviario del zoológico de Londres en Regent's Park.

Toda el área es extremadamente apacible. En la mañana del día de San José (martes) sólo vi, por ahí, algunos peatones y unos pocos atletas corriendo por las riberas del canal.

De vuelta hacia la Estación de Paddington, la bordeé hasta su zona frontal (por Praed Street, una calle bulliciosa con toda clase de comercios y restaurantes), donde está uno de los Hoteles Hilton de Londres. Por el camino se pasa junto a un edificio antiguo con las siglas GWR. Estas corresponden a la primera compañía ferroviaria que servía el oeste y suroeste de Inglaterra y el sur de Gales, la Great Western Railway, que empezó a operar en 1838. Esta línea ferroviaria se conocía como la Holiday Line, pues llevaba a muchos londinenses hacia los resorts costeros del suroeste de Inglaterra (Weston-super-Mare, en Somerset, cerca de Bristol; Torquay en Devon o Newquay en Cornwall, por ejemplo).
Acceso Canal, en remodelación (operativo el próximo
verano) de la Estación de Paddington.
(JMBigas, Marzo 2013)

En resumen, la Pequeña Venecia es un remanso de paz y tranquilidad, dentro de la siempre ajetreada ciudad de Londres, con acceso directo desde la Estación de Paddington. Al no tener mucho sentido las visitas en grupo organizado, Little Venice queda fuera de los lugares por donde más frecuentemente se mueven los visitantes de la ciudad y es un enclave relativamente desconocido. Veré si en el futuro puedo repetir la visita en verano, para disfrutar de la navegación por el Regent's Canal.

Aparte de las fotografías que he seleccionado para ilustrar este artículo, podéis acceder a una colección mucho más completa (de 25 fotografías), pinchando en la imagen de Little Venice.


JMBA

martes, 2 de abril de 2013

Un Nuevo Mirador Panorámico de Londres: The Shard

Londres es una ciudad básicamente llana, construida sobre ambas riberas del río Támesis. Otras ciudades, por su orografía particular, disponen de lugares naturales que se constituyen en miradores privilegiados desde las alturas. Así, en París, por ejemplo, la colina de Montmartre, con su magnífica Basilique du Sacré Coeur, actúa de mirador natural, o el Tibidabo (con su parque de atracciones y la Torre de Collserola) o la montaña de Montjuïc (con su antiguo castillo militar y el teleférico que cruza el Puerto) juegan el mismo papel en Barcelona.
The Shard, a la izquierda, desde Tooley Street (frente al
acceso a la London Bridge Station).
(JMBigas, Marzo 2013)

Es conocido que muchos de los visitantes de una ciudad aprecian poderla contemplar a sus pies desde algún lugar elevado. Por ello, es muy habitual que existan miradores artificiales, en lo alto de edificios elevados o en construcciones de todo tipo (la Tour Eiffel de París sería un buen ejemplo de ello).

Con motivo del Nuevo Milenio, en Londres se decidió la construcción de una noria gigante junto al Támesis, que aportara al visitante esa dimensión de mirador panorámico de la ciudad. Así nació el London Eye, que fue inaugurado por Tony Blair, a la sazón Primer Ministro del Reino Unido, el 31 de diciembre de 1.999, aunque su funcionamiento comercial se retrasó hasta Marzo del 2.000. Aunque todo el mundo lo conoce simplemente como el London Eye, la noria gigante o The Wheel (la rueda), su nombre oficial ha sufrido diversas variaciones, al hilo de la resolución de los sucesivos conflictos financieros por los que ha venido pasando. Inicialmente su nombre estaba unido a British Airways, pero en 2.006 lo compró el Tussauds Group (dueño, entre otras atracciones londinenses, del famoso Museo de Cera), quien a su vez pasó a manos del grupo Merlin Entertainments, su actual propietario. Actualmente, su nombre oficial es EDF Energy London Eye, a partir de un contrato de patrocinio del gigante francés de la energía por tres años, que se inició en Enero de 2.011.
La Torre de Londres, desde lo alto de The Shard.
(JMBigas, Marzo 2013)

Anualmente, unos tres millones y medio de visitantes montan (suben, vuelan) en el London Eye. Su enclave privilegiado junto al puente de Westminster y casi frente al Parlamento y el Big Ben, ofrece vistas de postal incluso en días de visibilidad limitada (desgraciadamente, muy frecuentes en Londres). El viaje consiste en una vuelta completa en la noria, que dura 30 minutos, y que eleva al visitante hasta los 135 metros de altura. Esta atracción no resulta nada barata, pues el billete básico de adulto cuesta 19,20GBP (Great Britain Pounds, las libras esterlinas de siempre), o 17,28GBP si se compra con antelación por Internet. Hay otras fórmulas bastante más caras, que aportan una mayor flexibilidad y la promesa de librarse, total o parcialmente, de las habituales colas de espera. Asimismo hay fórmulas combinadas con otras atracciones (cruceros por el Támesis, Museo de Cera,...) a precios globales relativamente atractivos. También es posible alquilar una de las cabinas para una fiesta privada, o cualquier otra fórmula adecuada para satisfacer lo que el marketing ha identificado como demanda potencial.

El London Eye era la noria más alta del mundo, hasta que en 2.006 se inauguró la Star of Nanchang (160m) en la capital de la provincia de Jiangxi, al sudeste de la República Popular China, y en 2.008 la Singapore Flyer (165m) en Singapur.
Los grandes haces ferroviarios, de actividad incesante,
que unen Waterloo, London Bridge y Canon Street.
(JMBigas, Marzo 2013)

Para el que visite Londres por primera vez, el London Eye se ha convertido en una visita casi imprescindible, aunque por su elevado precio, los repetidores hay que buscarlos entre los frikis de las alturas.

En 2012 terminó la construcción del rascacielos más alto de Londres (y de toda Europa Occidental). Se trata del llamado The Shard ('la esquirla', por la forma de su remate en lo más alto), obra del arquitecto Renzo Piano, que alcanza una altura de 310 metros. El edificio está situado muy cerca del Támesis, también en su ribera sur, como el London Eye, pero bastante más al este, junto al London Bridge. En el segundo trimestre de 2013 está prevista la inauguración del Hotel Shangri-La en The Shard, y también dispone de espacio de oficinas y viviendas (sospecho que nada económicas).

El 1 de Febrero de 2.013 se inauguró la plataforma panorámica del edificio, que se conoce como The View from The Shard. Consta de una gran sala cubierta, con visibilidad de 360º, en las plantas 68 y 69, y una terraza descubierta en la planta 72, a 244 metros de altura sobre el suelo.
La City de Londres, donde destaca el pepinillo de
Norman Foster.
(JMBigas, Marzo 2013)

Para su explotación, han escogido un modelo de negocio que resulta discutible, pero es coherente. El precio de la entrada es la astronómica cifra de 29,95GBP, reducida a 24,95GBP si se compra con antelación por Internet. Su mensaje publicitario promete que puedes estar arriba el tiempo que desees (frente a los 30 minutos que dura el vuelo en el London Eye), y que podrás olvidarte de colas y aglomeraciones. En el London Eye, un ticket que garantice el embarque prioritario y evite las colas puede valer hasta 29,16GBP (26,35GBP si se compra con antelación online).

En fin, lo cierto es que no es una visita para todos los bolsillos. Pero ya es sabido que Londres no es barato (los hoteles por debajo de las 80GBP por noche ya hay que buscarlos con candil) y también hay visitantes que gastan 70 o hasta 100GBP por asistir a un musical en alguno de los múltiples teatros de Londres. Seguro que hay gente para todo. La previsión del operador es alcanzar el millón de visitas anual.

En mi reciente viaje de inicio de primavera por diversas capitales europeas (que ya os iré contando), llegué a Londres Gatwick en vuelo de Easyjet desde Madrid (85,07€, incluyendo la facturación de una maleta de hasta 23Kg. de peso) el martes 19 de Marzo por la mañana. A ello habría que añadir las 17,70GBP (20,81€) del viaje en el Gatwick Express hasta la Estación Victoria, en el centro de la ciudad. Seguí luego viaje hacia Bruselas en el Eurostar (tren de alta velocidad que circula por el Túnel bajo el Canal de la Mancha), el jueves 21 de Marzo por la mañana (48,50€, reservando con dos meses de antelación).
El London Eye, intuido en la distancia, en ese día
lluvioso de Marzo.
(JMBigas, Marzo 2013)

Decidí comprar por Internet una entrada para The View of The Shard, para el miércoles 20 de Marzo, en la franja horaria 15.00-15.30. Por 24,95GBP del ala. Confié que esas primeras horas de la tarde eran las que podían ofrecerme una mayor probabilidad de disponer de una visibilidad razonable en una ciudad como Londres, donde los días lluviosos y con neblina forman parte de la vida habitual de sus habitantes y turistas.

Esa mañana la dediqué a visitar el Cutty Sark en Greenwich (ya os contaré detalles en otro momento). Terminada la visita, tomé uno de los autobuses fluviales en el Greenwich Pier, y me bajé en el London Bridge Pier. Los llamados River Bus Services sospecho que no son ampliamente conocidos por los visitantes de Londres. Sin embargo, ofrecen una alternativa muy razonable a los clásicos cruceros por el Támesis, y ofrecen los mejores enlaces en algunas rutas, donde el acceso por el Metro (Underground) puede requerir varios transbordos.

La mañana fue lluviosa, bastante fría y ventosa, y se la pasó lloviznando a ratos. La perspectiva no era nada halagüeña. Pero tenía solamente esa oportunidad (en este viaje) de subir a The Shard, e iba a aprovecharla.
La Catedral de Southwark, muy próxima a The Shard
y a London Bridge.
(JMBigas, Marzo 2013)

Crucé por las Galerías que hay junto al río en London Bridge (con buena oferta de comercios, bares y restaurantes, con terrazas que tendrían que esperar mejor ocasión). En Tooley Street paré a comer un plato de pasta y una copita de vino en uno de los muchos restaurantes Azzurro que hay por la ciudad (20,85GBP, sentado y servido). A las dos y media me decidí a abordar la última etapa de ese particular acontecimiento.

El rascacielos The Shard (de 95 plantas en total) está prácticamente integrado en la estructura de la estación ferroviaria de London Bridge, y ocupa el espacio de las antiguas Southwark Towers, 24 plantas de oficinas, que se habían construido en 1.975.

Su acceso principal es por St. Thomas Street, y por el piso superior, junto a una de las entradas de la estación ferroviaria. A la hora en que acudí ese día a la zona, había un gran movimiento frente a la entrada principal (ignoro con qué motivo, pero debía haber algún evento que atraía VIPs de todas clases), con docenas de berlinas Mercedes-Benz S350 (negras o color plata) con chófer, de la compañía London Executive, yendo y viniendo por St. Thomas Street.

El acceso público a The View from The Shard es por Joiner Street. Esta es una calle que no parece tal. Desde Tooley Street, su apariencia es que fuera únicamente el acceso a trenes y Metro de la estación London Bridge. Pero, siguiendo adelante, se llega hasta St. Thomas, y un poco antes, a la izquierda, está la entrada a la plataforma panorámica. Mostré mi entrada (que había comprado previamente por Internet y había impreso en casa) al portero, y me tendió (simbólicamente) una alfombra roja hacia el interior.
El Tower Bridge (con los reflejos del cristal de la
galería panorámica).
(JMBigas, Marzo 2013)

Lo cierto es que no había aglomeraciones ni colas. A esos precios, otra cosa sería extraña. Desde que entras, te rodea una cierta sensación de exclusividad y lujo, abonada por el abundante personal que está a disposición de los visitantes durante toda la visita.

Hay que cruzar un control de seguridad (casi) equiparable al de cualquier aeropuerto. A las 15.02 acerqué el código de barras de mi ticket a los torniquetes de paso, y me franqueó la entrada. Ignoro lo que sucede si intentas pasar el billete fuera de la franja horaria asignada. Es fácil que, en ese caso, tengas que acercarte previamente a los mostradores de venta para que te la convaliden de alguna forma. Aunque todas las informaciones y advertencias durante el proceso de compra hacen énfasis en que la entrada solamente es válida dentro de la horquilla horaria que compres. De todas formas, me cuesta creer que, si te retrasas más de media hora, tengas que pagar de nuevo. Mejor evitarlo, en cualquier caso.

Los grupos de visitantes son sometidos a una brevísima sesión fotográfica sobre un fondo verde uniforme que, a la salida, puede convertirse (previo pago de su importe, que ignoro, porque no sucumbí a esa tentación), en una foto de recuerdo con el propio edificio y las vistas desde arriba como fondo sobrepuesto.
La Catedral de St. Paul.
(JMBigas, Marzo 2013)

Los ascensores te llevan con rapidez hasta la planta 68 (dicen que son los más rápidos del mundo y alcanzan una velocidad de 6 m/seg., equivalente a 21,6 km/h). Te acompaña un empleado en todo el trayecto, aunque sospecho que sin otra función real que la de entablar conversación con los visitantes para darle un mayor valor a la visita.

La planta de observación, en el nivel 69, está completamente acristalada a todo su alrededor, para no perderse detalle, y tiene una altura de unos tres pisos, por lo que transmite, junto con la ausencia de aglomeraciones, la sensación de comodidad y desahogo. Las vistas de toda la ciudad y sus alrededores son realmente impresionantes. Especialmente deben serlo en alguno de los pocos días en Londres con cielo azul y excelente visibilidad, que no fue, para nada, el caso ese 20 de Marzo.

Para compensar este hecho, en todo el recorrido alrededor de la planta de observación hay unos artefactos (gratuitos) a los que llaman Tell-scopes. Son aparatos digitales, que se pueden orientar dentro del área de influencia de cada uno. En su gran pantalla puede escogerse la visión en vivo (es decir, lo que ya podemos ver a simple vista, sólo que con ciertas posibilidades de zoom), pero también una visión fotográfica de las vistas, tomadas anteriormente en las mejores condiciones de visibilidad, de día, de noche y, en algunos casos, a la salida o puesta del Sol. Se pueden ampliar zonas concretas, e incluso invocar ventanas de información textual (en hasta 10 idiomas, entre ellos el castellano), de los principales atractivos de esa área de visión. Dependiendo de las condiciones climatológicas, estos artilugios son un sucedáneo o un complemento a la contemplación a simple vista.

En mi afán por tomar bastantes fotografías de las vistas desde lo alto, al final no hice ninguna de la propia planta de observación y de esos telescopios especiales, pero podéis ver una buena descripción ilustrada aquí.

En toda la planta hay infinidad de empleados (azafatos y azafatas) cuya misión parece ser la de contribuir a esa sensación de lujo, aparte de responder a las curiosidades de los visitantes y hasta entablar conversación con ellos, añadiendo valor a la visita en sí. Ignoro sus habilidades en idiomas diferentes del inglés.
Un curioso souvenir: la torre se monta engarzando dos
piezas planas de plástico duro.
(JMBigas, Abril 2013)

Se pueden subir unos cuantos tramos de escalera hasta la planta 72, donde está la terraza abierta. Aunque no está señalizado, los empleados intentan que los visitantes suban por uno de los lados, y desciendan por el contrario. La terraza abierta ofrece, como principal valor añadido, vistas sobre el remate en altura del propio edificio. Aparte de vistas al natural de todo lo que ya hemos podido contemplar con comodidad desde la planta de observación. Sin embargo, en días desapacibles (viento y lluvia) el entorno resulta francamente incómodo.

Las vistas más remarcables desde The View from The Shard (habitualmente más o menos visibles, aunque el día esté más bien espeso), incluyen a una Torre de Londres que parece una maqueta, junto al Tower Bridge y frente al HMS Belfast; en la orilla sur, casi frente a la Torre, el nuevo complejo del Ayuntamiento de la ciudad; de frente, al otro lado del río, St. Paul y los rascacielos de la City, donde destaca el pepinillo ('gherkin') de Norman Foster; al oeste, es posible ver (se requiere que el día esté algo despejado) el London Eye, el Parlamento y el Big Ben; al sur y suroeste, los inacabables barrios meridionales de Londres, donde destaca el rascacielos Strata SE1 (en Elephant&Castle), conocido como la afeitadora, con sus tres turbinas eólicas en la cubierta, de nueve metros de diámetro cada una, cuya utilización hubo que regular, pues los residentes se quejaron de un nivel sonoro insoportable; y hacia abajo, aparte de la Catedral de Southwark, muy próxima, que abriga el Borough Market, destaca la gran franja ferroviaria, de incesante actividad, que une las estaciones de Waterloo y London Bridge, en la orilla sur, con la estación de Canon Street (es imperdible su magnífica cubierta ajardinada) en la orilla norte. Si hay buena visibilidad, hacia el este se pueden ver los rascacielos de Canary Wharf y el Royal Observatory de Greenwich y el Cutty Sark.

Para los auténticos amantes de las vistas desde las alturas, The View From The Shard resulta complementario al London Eye. Ambos están situados junto al río, pero relativamente alejados entre sí, lo que permite tener desde cada uno de ellos unas vistas privilegiadas de zonas diferentes de la inmensa ciudad de Londres.

Al ir hacia los ascensores para iniciar el descenso, se pasa junto a una pequeña tienda de recuerdos. Pero en la planta baja nos espera una tienda grande, con toda clase de objetos relativos a The Shard, a modo de souvenirs o recuerdos. El tradicional sobreprecio es el habitual en lugares de esta índole. Sin embargo, hay algunos objetos bastante originales. Yo destacaría una réplica simplificada de la torre, que se vende por el módico precio de 3 ó 4GBP, que consiste en dos piezas planas de plástico duro transparente, que una vez engarzadas remedan un The Shard de 12 cm. de altura. Os ofrezco una fotografía de la torre ya montada.

Allí también hay un mostrador donde podemos comprar, si queremos la fotografía recuerdo oficial, compuesta a partir de la que nos tomaron al iniciar la visita.

En una visita con cierto detalle, fácilmente se nos pueden ir en total un par de horas, incluso más, supongo, si el día está muy despejado.

En resumen, un atractivo más a añadir a la larga lista que ofrece Londres. Indudablemente caro, pero relativamente en línea con los precios que se practican en Londres para la mayoría de atracciones turísticas. Y absolutamente imperdible para los amantes de las alturas y los miradores panorámicos.

Anotad The View From The Shard en vuestra lista de deberes para vuestra próxima visita a Londres.

Aparte de las poquitas fotografías que he seleccionado para ilustrar este artículo, podéis acceder a la colección completa de 26 imágenes, pinchando en la fotografía del edificio. Debo reconocer que las fotografías de vistas no son más que mediocres: se suman las limitaciones de mi propia cámara compacta a las dudosas habilidades de este fotógrafo aficionado, y todo aliñado por un día lluvioso y de escasa visibilidad.


Disponéis también de un vídeo de unos tres minutos, con lo mejor de las vistas que pude captar el día de mi visita.



JMBA