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lunes, 25 de marzo de 2013

Un ejemplo de malas prácticas: Buffalo Grill de la Gare du Nord

Frente o cerca de la estación del Norte de París (Gare du Nord), hay infinidad de bares y restaurantes.

En particular, hay dos especialmente dedicados a los carnívoros o los amantes de la carne. El primero es el Buffalo Grill (rue de Dunkerque esquina con el boulevard de Denain), y otro es el Hippopotamus, que está en la misma calle, pero en la siguiente esquina.

En mi última cena en París (esta vez), decidí hacerlo en el Buffalo Grill (que está una manzana más cerca que el Hippopotamus, desde mi hotel).

Cuando me senté, vi como la pareja sentada en la mesa de al lado estaba francamente insatisfecha (especialmente ella) por lo que les habían servido. El camarero se lo llevó (no sé si era para pasárselo un poco más, o lo que fuera). Cuando se lo devolvió, a la chica no le desapareció la carita de asco, aunque fue haciendo de tripas corazón. Cuando se fueron, otra pareja que ocupó su lugar también tuvo sus trifulcas con el camarero (platos que van y vienen; siempre una mala señal).

Yo pedí un Pavé de buey (una pieza que no tiene desperdicio, que se presenta en forma de cubo y que, no siendo tan fino como el Fillet Steak, se come muy agradablemente con una salsita de pimienta, por ejemplo). Añadí al pedido una botella de 50cl de Chinon tinto (un vino razonable en precio y de calidad suficiente) y media botella de SanPellegrino (agua con gas italiana). En conjunto, un cliente del entorno de los 30€, que tampoco abundan.

Cuando me sirvió el pavé, me lo quedé mirando (a la carne, y también al camarero) con expresión de desconfianza. La pieza que me sirvieron se parecía más a lo que habitualmente se conoce como Onglet. Por supuesto, el camarero intentó convencerme de que en esa casa el pavé se sirve deconstruido así (planito, nada  cúbico,...).

La pieza no estaba mala, y me la acabé comiendo. Cuando me retiraron el plato, la camarera (creo que ya habían hecho el cambiazo, intentando evitar el desastre) me preguntó si había terminado. Le dije que sí, pero que no me había gustado. Mirando al plato (donde sólo quedaban algunas patatas fritas) me vino a decir que "pues bien que se lo ha comido usted". Intenté transmitirle la idea de que la pieza no estaba mala, pero que no era lo que yo había pedido. Me temo que sin éxito.

En los siguientes minutos intentaron ignorarme, no pedirme si quería postre, ni ofrecerme café, ni nada. Cuando fui al servicio, le pedí a la camarera que me sirvieran un Expresso y me trajeran la cuenta. Volví a la mesa, y nada de eso había sucedido. Luego el camarero trajo el café, y le pedí de nuevo la cuenta. Al rato largo, y de mala gana, me la dejó en la mesa.

Puse una VISA muy visiblemente encima de la cuenta, pero pareció que no se daban por aludidos. Hasta que me levanté y me fui hacia el mostrador, donde pedí pagar la cuenta. La camarera (de nuevo ella) intentó convencerme de que 'en su casa, el pavé es que es así'. Aunque tampoco lo intenté mucho más, no conseguí sacarla de su error.

Moraleja: Intentan esforzarse en no escuchar a sus clientes insatisfechos, convencidos de que a base de ignorarles, desaparecerán. Y es cierto. Primero desaparecerán los clientes que han repetido alguna vez (aunque sólo sea un par de veces al año). Luego desaparecerán los demás. Y, más adelante, ellos mismos se consumirán viendo cómo los clientes, que parecen ser diferentes cada día, pero que siguen un cierto patrón, y para los que la reputación de un local (en la red, pero no sólo) es una cierta seña de identidad, pasan de largo de su local y escogen otros de los que abundan en los alrededores. No sabrán qué es lo que pasó, pero su local, una noche tras otra, estará casi vacío.

Moraleja 2: Tus clientes son tu riqueza. Aunque creas que siempre son diferentes, todos siguen un cierto patrón común, o atienden a indicaciones parecidas. Si les ignoras, ellos acabarán ignorándote también. Y tendrás que comerte tus propios pavés deconstruidos, porque no habrá quien lo haga por ti (pagando, eh....).

En fin, para el que aterrice en las proximidades de la Gare du Nord de París, y quiera cenar carnaza, hoy por hoy la mejor recomendación es andar una manzana más, y recalar en el Hippopotamus. De momento, parecen entender mejor su negocio que los aficionados del Buffalo Grill.

Para bien y para mal, es la maldición de las franquicias. Que, a fin de cuentas, cada establecimiento es de su padre y de su madre.

JMBA  

domingo, 17 de marzo de 2013

Placeres Hedonistas por Tierras de León

Empezó siendo un runrún entre los carnívoros y los amantes de la carne. Pero luego una reportera de la revista TIME, en Diciembre de 2007, se contestaba a la pregunta ¿dónde está la mejor carne de buey? con un restaurante de la provincia de León, la Bodega El Capricho. Y The Guardian (Septiembre 2009) ponía a ese mismo restaurante en su lista de "Best Places to Eat" sección Steak. Lo que había sido hasta entonces un secreto bastante bien guardado en el interior de la provincia, pronto saltó a la prensa nacional y las televisiones pusieron también su foco de atención en ese pequeño lugar y en su dueño, José Gordón.
Típicas bodegas excavadas en la colina, en
Jiménez de Jamuz (León).
(JMBigas, Marzo 2013)

Lo que distingue a este lugar de cualquier otro en el que se sirva carne de vacuno es el pedigrí de lo que acaba en la mesa. José Gordón persigue los bueyes que quedan por Asturias, por León, por Galicia, los compra, a menudo los mima en su vejez hasta que los sacrifica, y le brinda a la carne el nivel de maduración en cámara que requieran. Todo para conseguir que en la mesa acabe estando lo que muchos llaman la mejor carne del mundo.

Su restaurante, la Bodega El Capricho, está situada en una pequeña pedanía del sur de la provincia de León, muy cerquita de La Bañeza, llamado Jiménez de Jamuz (pop. 879), que pertenece administrativamente al municipio de Santa Elena de Jamuz, en las tierras bañadas por el río Jamuz.
La Catedral del Barro, taller y tienda de productos de
alfarería, en Jiménez de Jamuz (León).
(JMBigas, Marzo 2013)

Con estos antecedentes, varios amigos amantes de la carne habíamos hablado de hacer una visita gastronómica a tan singular lugar, pero resultaba complicado encontrar una fecha adecuada. Además, la distancia desde Madrid (algo más de 300 Km) desaconsejaba realizar una excursión de ida y vuelta en el día, por lo que habría que hacer noche en algún lugar cercano, y volver a Madrid el día siguiente.

Uno de los amigos, J., se nos adelantó, y aprovechó la ocasión para visitar El Capricho en el curso de un fin de semana por tierras de Zamora y León. Su impresión fue muy positiva.

Finalmente otros tres amigos (L., G. y yo mismo) encontramos una fecha conveniente, en los días 11 y 12 de Marzo (lunes y martes). L. volvía ese lunes desde Santiago de Compostela, con su mujer, tras haber andado las últimas etapas del Camino, y G. y yo podíamos ir desde Madrid a Jiménez de Jamuz, para encontrarnos allí a la hora de la comida.
Entrada a la Bodega "El Capricho" en la zona de bodegas
de Jiménez de Jamuz (León).
(JMBigas, Marzo 2013)

Salimos de Madrid a las nueve de la mañana, con la idea de parar en Rueda para tomar allí un tentempié. Visitamos el Bar Leonés Casa Lola, del que ya he hablado alguna vez. Constituye una etapa ideal, pues está a pie de la antigua carretera que cruza el pueblo y, aparte de ofrecer excelentes bocadillos (siempre hay un jamón abierto del que cortar un poco para construir una pulguita, un medio bocata o uno king size), tiene una excelente bodega, especialmente de vinos de Valladolid (Ribera de Duero, blancos de Rueda y rosados de Cigales). También es posible comprar sus vinos por Internet.

Pasadas las once y media, con el estómago calentito, seguimos camino hacia nuestro destino. Llegamos a Jiménez de Jamuz en torno a la una de la tarde. Esa zona, la vega del río Jamuz, es tradicionalmente conocida por su alfarería del barro. Actualmente existe allí el llamado Alfar-Museo (cerrado justamente los lunes y martes, por descanso semanal) y hay muchos artesanos e industrias de la alfarería que tienen talleres y tiendas donde ofrecen sus productos al público. Con G. hicimos una visita al que nos quedaba más a mano (a la derecha entrando al pueblo) que es La Catedral del Barro. En una tienda-exposición muy grande (junto a la zona del taller de alfarería), tienen a la venta toda clase de productos de alfarería, utensilios para la cocina y la mesa (jarras, vasos, ceniceros, conjuntos para el servicio de la queimada, de pequeños a enormes,...) así como recipientes para jardinería de todas las formas y tamaños o azulejos con inscripciones graciosas. En conjunto una visita que mereció la pena, con la que hicimos tiempo para esperar la llegada de nuestros colegas que venían desde Santiago.
Del costillar de la derecha salió la chuleta que nos
comimos luego.
(JMBigas, Marzo 2013)

Algo más tarde de las dos estábamos ya los cuatro frente a la entrada de la Bodega El Capricho. En Jiménez de Jamuz (y en muchos otros pueblos de la provincia de León, y también de algunos otros lugares de España) están muy extendidas las llamadas bodegas, que son estancias directamente excavadas en las colinas, con una puerta de acceso, una chimenea para la evacuación de humos, y una trampilla cenital, por la que antiguamente se descargaba la uva para la elaboración del vino. Se dice que, del mismo modo que en las ciudades es habitual que una familia tenga su piso, con plaza de garage y trastero, en esos pueblos lo habitual es que una familia tuviera una casa y una bodega. El paisaje es muy característico, como podréis ver en alguna de las fotos que tomé.
Un excelente tinto crianza de Prieto Picudo, para
acompañar la comida.
(JMBigas, Marzo 2013)

Con el tiempo, a la mayoría de estas bodegas se les ha ido dando otro tipo de usos. Para muchas familias representa una extensión de la casa, donde se pueden celebrar comidas o merendolas, donde se conserva el vino (la temperatura en el interior es relativamente estable durante el año), o incluso se sigue elaborando, aunque esta práctica ha ido cediendo ante las nuevas tecnologías de que disponen las Bodegas más profesionales o las Cooperativas de viticultores. Algunas, incluso, se han convertido en viviendas.

Pero una de sus reutilizaciones más habituales es convertirlas en restaurantes o casas de comidas, aportando un toque entre exótico y misterioso a la degustación de las maravillosas viandas que da la zona (carne, curiosamente, bacalao -el mar allí no es ni siquiera una intuición-, chorizo -dulce, picante o nifú-nifá-, morcilla -entendida como un guiso de sangre- o los excelentes vinos que da la tierra).
Así pintaba la chuleta tras pasar por la parrilla.
(JMBigas, Marzo 2013)

La Bodega El Capricho no es una excepción. Su interior está excavado en la colina y ofrece hornacinas de todos los tamaños, que permiten abrigar a una (o varias) mesas de madera con sillas o bancos corridos, donde aposentar a cuatro o más comensales.

La primera sorpresa es que, al entrar, se encuentra uno con la zona de brasas y parrilla, donde había una exposición -absolutamente celestial para cualquier amante de la carne- de diversos cortes de buey y de vaca. Una charla con el parrillero nos permitió anticipar que la chuleta que sin duda íbamos a comer, procedería de uno de los cortes expuestos, el enorme costillar de un buey que habría pesado en vivo más allá de la tonelada y media.

Siendo lunes había bastante pocos clientes. Los fines de semana se llena el restaurante, y también cuando se celebra alguna de las Ferias gastronómicas temáticas que se organizan allí periódicamente. Por si acaso, sin embargo, habíamos reservado telefónicamente con antelación.

Nuestra camarera, Silvia, nos acompañó a nuestra mesa, y allí nos aposentamos, esperando que se manifestara el milagro.
Esta es una de las hornacinas, con mesa y bancos
corridos, preparada para cuatro comensales.
(JMBigas, Marzo 2013)

Efectivamente, la chuleta de buey que tomamos de segundo plato procedió de ese costillar, pesando casi los dos kilos y medio que, con la merma del hueso y de la grasa, dió para una ración abundante de carne para tres o cuatro personas. Como es costumbre en el local, nos la presentaron una vez cortada y antes de pasar por la parrilla, para ganar nuestra bendición. Pedimos algunos entrantes para compartir (una cecina de buey cortada muy finita y absolutamente irrepetible, una morcilla -cazuelita de guiso de sangre aliñada- que estaba para relamerse los dedos y de la que no llegué a tiempo a hacerle ninguna fotografía, pues ya estaba vacía cuando atiné, y un cuenco de alubias de La Bañeza para comer con cuchara, simplemente inolvidables.
Cecina de buey para compartir de entrante, cuando el
ansia viva me dejó pensar en la cámara.
(JMBigas, Marzo 2013)

Para el vino, tiramos de los mejores productos locales. Hace unos años se consiguió oficializar la Denominación de Origen Tierra de León, que dio cobertura a los vinos (principalmente rosados o claretes) que tradicionalmente se elaboraban por esa zona del sur de la provincia, a menudo para autoconsumo familiar. La uva más propia del área es la llamada Prieto Picudo (tinta de granos en forma de piñones, sólo que más grandes), pero también se cultivan otras, como la Albarín blanca, así como las más extendidas por el noroeste de España, como la Tempranillo tinta y la Verdejo blanca. Con la creación de la D.O., se crearon nuevas bodegas con medios modernos de elaboración. Empezaron produciendo los vinos claretes (rosados oscuros, el clásico vino de chateo, tradicional desde siempre por esas tierras). Pero las características de la uva Prieto Picudo y la existencia de algunos viñedos ya centenarios (de bajo rendimiento pero altísima calidad), alimentaron la creación de vinos tintos, de los que ya existe una muestra excelente, tanto en tintos jóvenes, como en vinos de Crianza o Reserva. Escogimos un Pricum Valdemuz, de las Bodegas Margón de Pajares de los Oteros. Simplemente memorable.
A los postres, un plato de frutas primorosamente
presentado para el postre.
(JMBigas, Marzo 2013)

Luego llegó la chuleta, cocinada al gusto del parrillero, es decir, bastante poco hecha y roja por dentro. Dicen los expertos que hay gente a quien le gusta la carne poco hecha, y el resto se equivocan. De todas formas, si algún comensal la prefiere más hecha, le pueden dar una segunda pasada a su ración. Acompañando a Silvia, vino la experta en el fileteo de chuletas, que nos sirvió una ración a cada uno, y dejó el resto (para poder repetir) en un plato de barro caliente en la mesa. Como guarnición, habíamos escogido unas Patatas puente nuevo, elaboradas a su manera, y también una fuente de patatas fritas.

Nos rendimos al placer de la degustación de la carne, acompañada del pan que sólo en algunos lugares de León o de Galicia es posible comer (hogazas de corteza gruesa y miga abundante y consistente) y del vino tinto elaborado a poco más de 50 Km. del restaurante (del que hizo falta, lógicamente, una segunda botella).

Para los postres, otra sinfonía, en forma de una leche frita servida tibia (en la foto que conseguí ya le faltaba un trocito; pura impaciencia), o un plato de frutas primorosamente presentadas.
El Hotel Villegas, en Valencia de Don Juan.
(JMBigas, Marzo 2013)

Terminamos la comida con café y unos chupitos de diversos orujos caseros (blanco, de hierbas o licor café).

A petición nuestra, Silvia se enteró con el parrillero y nos informó a continuación de la filiación de la chuleta que nos habíamos comido: procedía de un buey rubio gallego de 7 años, sacrificado en Enero, y la carne había pasado unos 50 días de maduración.

Lógicamente, la cuenta no resultó económica, pero el precio responde muy ajustadamente a la excelencia de las viandas que nos sirvieron.

Cuando terminamos de comer (y de fumar uno o dos cigarritos en el exterior; la Ley Antitabaco así lo impone) eran ya cerca de las seis de la tarde. Si bien la mañana se había mantenido el tiempo más o menos estable, por la tarde ya arrancó a lloviznar y a soplar un viento molesto, que con una temperatura por debajo de los diez grados generaba una sensación térmica próxima a los 0ºC.
El tradicional Bar Casino, en la Calle Mayor de
Valencia de Don Juan.
(JMBigas, Marzo 2013)

Para pasar la noche habíamos escogido el Hotel Villegas en Valencia de Don Juan (de donde es oriundo L.), a unos cuarenta o cincuenta kilómetros de Jiménez de Jamuz, en la zona de la vega media del río Esla

Valencia de Don Juan (antiguamente conocida como Coyanza) es una pequeña población (pop. 5.184), situada en una elevación junto al río Esla, que es el centro de servicios (administrativos, comerciales, financieros,...) de todos los pueblos de la comarca. En esta época y con la sensación de frío y llovizna, muy poca gente se veía por las calles, pero durante los cuatro meses estivales, se llena de veraneantes, principalmente asturianos, que bajan a Coyanza para secarse (los preciosos y verdes prados asturianos pagan el peaje de las lluvias muy frecuentes).
Castillo de Valencia de Don Juan.
(JMBigas, Marzo 2013)

El Hotel Villegas es un pequeño hotel familiar de tres estrellas, situado en un edificio centenario del centro urbano de la ciudad coyantina. Dispone incluso de una piscina dentro de un invernadero (lógicamente inactiva en esta época del año), así como de un café de verano. Según se dice, la estancia en verano puede ser algo movida, debido al ruido nocturno de los veraneantes jóvenes por la zona.

La seña más remarcable de Valencia de Don Juan es su castillo. Paseamos un poco por el pueblo y nos acercamos a él, en ese atardecer de Marzo. Una curiosidad del pueblo es que un vecino lleva ya muchos años construyendo en el centro urbano, muy cerca del castillo, con sus propias manos, una mansión (inacabada, por supuesto), que recuerda vagamente el estilo del arquitecto Antonio Gaudí. Gaudí construyó el Palacio del Obispo en Astorga, no muy lejos de allí. Pero el ambiente de esa tarde estaba bastante frío, y nos acabamos refugiando en el tradicional Bar Casino, instalado en un edificio muy bien conservado donde consta la fecha de 1.912 en la fachada.

A pesar de la abundante comida, no era conveniente irse a dormir sin cenar alguna cosa, y acabamos en el único restaurante del pueblo que funciona en esta época por la noche (El Pesebre), donde algunos tomamos una sopita, picamos algunas croquetitas y hasta hubo quien se apretó un bacalao al ajoarriero que no se lo saltaba un torero. Una cena en general correcta, pero resultó especialmente remarcable el excelente café de la casa, al más puro estilo del ristretto italiano de abundante espuma densa y oscura.
Al fondo se puede ver la mansión inacabada, de vaga
inspiración en Gaudí.
(JMBigas, Marzo 2013)

A la mañana siguiente amanecimos a una hora prudente. A las nueve aproveché para pasear un poco (y fumar un par de cigarrillos, claro) por los alrededores del hotel, y hacer algunas fotografías con la luz de la gélida mañana (de nuevo, baja temperatura y viento). Tomamos un desayuno sencillo en el hotel, recogimos el equipaje y nos pusimos en manos de L., que pasó a ser nuestro guía local para ese día. Los cuatro en un solo coche (recogimos el otro por la tarde, para la vuelta a Madrid) hicimos una ruta por los pueblos de la zona, visitando alguna de las tiendas de que disponen las cooperativas agrícolas de la comarca, donde se pueden comprar toda clase de productos de la tierra. Una de mis sorpresas fue ver hasta ocho o diez sacos de diferentes tipos de legumbres (yo, que me pierdo más allá de los garbanzos, las judías y las lentejas). Había verdinas asturianas, alubias, judías pintas de diversos tipos, etc. etc.

Como era martes, había mercado en el pueblo de Mansilla de las Mulas (pop. 1.922), a donde nos dirigimos a continuación. Alguno compró las maravillosas nueces del Bierzo y otras exquisiteces. De allí nos echó la lluvia, que volvió por sus fueros. Mansilla de las Mulas se ubica cerca de León capital, junto al río Esla. Una de sus características principales son las murallas de cal y canto, de las que todavía pueden verse importantes fragmentos, así como el puente sobre el río Esla, que data del siglo XII, y que es paso obligado para los peregrinos que abandonan Mansilla camino de León.
En Valdevimbre, más bodegas excavadas en la colina.
(JMBigas, Marzo 2013)

Nos dirigimos luego hacia Valdevimbre, donde L. nos había preparado la visita a una de las varias bodegas de la localidad (una de las subzonas más importantes de la D.O. Tierra de León) y una comida en una de las tradicionales bodegas excavadas en las colinas.

A la una, la hora concertada, llegamos frente a Bodegas Tampesta, donde nos esperaba Noelia, la hija de uno de los socios fundadores, para acompañarnos en la visita y en la posterior degustación. Aunque relativamente reciente (se fundó en el año 2000) esta Bodega recoge la sabiduría vitivinícola centenaria de la zona. Produce vinos tintos y rosados 100% Prieto Picudo, así como blancos de Albarín y algunos tintos roble con mezcla de Tempranillo.

Pudimos ver la tonelería de roble, así como los depósitos de acero inoxidable para la fermentación, y luego degustamos los diversos vinos de la Bodega en la sala de la planta superior, muy bien habilitada para ello, donde Noelia nos había preparado algún bocadín para acompañar. Pudimos probar diversos vinos, como el Golán tinto (excelente), un vino 100% Prieto Picudo de crianza, el Golán rosado (que me encantó), de Prieto Picudo fermentado sobre lías (un rosado con cuerpo de tinto; o quizá un tinto con espíritu de rosado), o el Maneki blanco, 100% Albarín.
En la sala de degustación y cata de Bodegas Tampesta,
tintos y rosados de Prieto Picudo, y blanco de Albarín.
Y un tinto Mencía de una bodega amiga de la
Ribeira Sacra.
(JMBigas, Marzo 2013)

Compramos al final algunas botellas (cada cual de los vinos que mejor había apreciado) y Noelia se brindó a enviárnoslas a Madrid sin sobrecoste. Cabe decir que al mediodía del miércoles (menos de 24 horas después), el pedido llegaba a mi casa en Madrid. Me brindarán un placer duradero y el recuerdo de esas Tierras de León que recorrimos.

Comimos a continuación en la Cueva San Simón, muy próxima, otra de esas bodegas excavadas en la colina, reconvertida en restaurante. Un almuerzo correcto y abundante, donde pedimos algunas cosillas para picar (no faltó la cecina, por supuesto, ni el chorizo asado) y luego carne a la brasa (en mi caso, un solomillo excelente y tierno), todo ello regado con un maravilloso tinto Pardevalles (una de las bodegas más conocidas de Valdevimbre) Carroleón, 100% Prieto Picudo con 15 meses de crianza en barrica. Al final lo completamos con algo más de media botella de Golán tinto que había sobrado de la degustación y que Noelia nos había regalado.

Bajo la lluvia persistente, volvimos por la tarde hacia Valencia de Don Juan, para recoger el segundo coche, y seguir camino de vuelta hacia Madrid. Una rápida parada en Rueda me dio de botín (previo pago de su importe, se entiende) unas cuantas botellas de Carredueñas (de Concejo Bodegas, en Valoria la Buena, provincia de Valladolid), un rosado fermentado en barrica de la D.O. Cigales, y a G. alguna botella de blanco verdejo de Rueda.

Acabé llegando a mi casa en Madrid justo a tiempo de ver completa la segunda parte del maravilloso partido de fútbol de vuelta de Octavos de Final de la Champions League entre el F.C. Barcelona y el Milan, que acabó con un esforzado y merecido 4-0, eliminando al Milan, que había ganado en San Siro por 2-0, unas semanas antes.

En resumen, consumimos un par de días por las Tierras del sur de León, y cedimos a (casi) todos los placeres hedonistas a los que nos vimos tentados. Con ganas de volver en cualquier otro momento.

Aparte de las fotografías que he utilizado para ilustrar este artículo, podéis acceder a una colección más completa de 52 fotografías de todo el recorrido, pinchando en la portada de El Capricho.


JMBA

sábado, 16 de marzo de 2013

Gran Calçotada en El Gurugú (Alcalá de Henares)

Como ya viene siendo tradición, diversas asociaciones de Alcalá de Henares y de las Tierras de Tarragona han organizado una Gran Calçotada a primeros de Marzo, para todos los que, amando esta fiesta de invierno, no tenemos la oportunidad de disfrutarla en sus escenarios más naturales.

Este año, la fecha fue el sábado 9 de Marzo. Toda la semana previa la pasamos los que pensábamos acudir sobre ascuas. Un frente nos dejó los días más lluviosos de toda la temporada por Madrid. Un día detrás de otro, llovió sobre la capital y sus alrededores, y nos temíamos que el mal tiempo pudiese (medio) arruinar la celebración. Asar y comer los calçots al aire libre forma parte del núcleo de este tipo de acontecimientos.

Sin embargo, fuimos muy afortunados. El sábado, hacia las seis de la mañana, seguía lloviendo sobre Madrid: sin intensidad, pero con decisión. Sin embargo, hacia las diez de la mañana el día se había puesto soleado, y se mantuvo así para mayor placer de todos. Fresquito, pero bastante despejado y, en cualquier caso, sin amenaza inminente de lluvia.

Junto a las parrillas donde se estaban asando los calçots.
(JMBigas, Marzo 2013)

Podéis revisar las bases culturales e históricas de la calçotada en mi artículo sobre la de Marzo de 2012.

La organización había cambiado el escenario para este año. Esta vez, el responsable de llevar adelante la Gran Calçotada fue el Restaurante El Gurugú, un gran complejo BBC (Bodas - Bautizos - Comuniones) en el término municipal de Villalbilla (pop. 11.010), muy cercano a Alcalá de Henares. Villalbilla ocupa un alto al sur de Alcalá, desde el que se domina el valle del Henares y la ciudad complutense. El Restaurante dispone de varios salones, pabellones, explanadas y jardines, que permiten en conjunto celebrar acontecimientos de este tipo sin ninguna sensación de agobio.

Para la Gran Calçotada se escogió el Salón Mirador para la segunda parte de la comida y para el tradicional sorteo con que se cierra el acto, y la explanada y pineda circundantes para la elaboración y degustación de los calçots. Nos reunimos ese sábado más de 150 personas para disfrutar de la fiesta.
La organización se había aprovisionado de hasta 3.500
calçots (IGP Calçot de Valls).
(JMBigas, Marzo 2013)


Para no perderse en el camino hacia El Gurugú, es bueno utilizar un GPS con las coordenadas correctas (N 40,453575º; O 3,343218º), o encaminarse a la Calle Hipica de Villalbilla. Llegando a las proximidades, el lugar está perfectamente indicado. Yo había programado en mi GPS las coordenadas precisas, y me llevó de la manita hasta el mismo aparcamiento del complejo.

Era la primera vez que el Restaurante El Gurugú se enfrentaba a la preparación de una Gran Calçotada. A pesar de que el desarrollo de la celebración discurrió sin incidentes, se notó la bisoñez en la relativa escasez de superficie de parrilla para el asado de los calçots. Ello provocó algunas colas algo pesadas pero, a cambio, garantizó en todo momento disponer de calçots recién asados y calentitos. También es cierto que los primeros que salieron de las parrillas lo hicieron demasiado pronto (fruto de un cierto apresuramiento) y estaban algo crudos (hubo que someterlos a una segunda sesión en el fuego), pero el incansable Isidre Papiol y su equipo rápidamente enmendaron ese tipo de problemas, y el resto de la degustación se realizó a plena satisfacción de todos.
Salón Mirador, donde se celebró la segunda parte de
la Calçotada. Amplio, luminoso y muy acogedor.
(JMBigas, Marzo 2013)

Una calçotada consta de dos partes. En la primera se desarrolla la degustación propia de los calçots, asados en la brasa. Se consumen de pie, en torno a las mesas dispuestas en el exterior, próximas a la hoguera donde se asan los calçots. Cada asistente recibe un babero de plástico, para proteger la ropa de las salpicaduras de los calçots empapados en salsa romescu, que actúan a modo de hisopo. Aunque el sábado la cosa se complicó con el viento, que arremolinaba los baberos y dispersaba la salsa. Como la parte exterior de los calçots (que debe separarse antes de comerlos) ha estado en contacto directo con la brasa, todos los asistentes terminan con los dedos tiznados de negro, provocando visitas higiénicas a los aseos del local. En la segunda parte, ya sentados en el salón comedor, se sirven raciones de butifarra a la parrilla, acompañada de judías blancas fritas, las famosas mongetes amb butifarra, seguido de chuletas de cerdo con salsa barbacoa. De postre se sirvió una ración de tarta, y luego café. Todo ello regado con vino tinto, y una copita de cava para rematar la celebración.
Desde los jardines de El Gurugú se tiene una buena
panorámica del valle del Henares y de Alcalá.
(JMBigas, Marzo 2013)

Gracias a la excelente labor de todos los organizadores, se ha mantenido un precio razonable para el menú completo (28 Euros), así como para el menú infantil (9,50 Euros). Para facilitar la integración de todos (expertos o neófitos en las calçotadas), Isidre Papiol preparó una Hoja de Instrucciones que se repartió a todos los asistentes, encabezada por "Tarraco Complutum - 2000 Años de Historia Común - Calçotada 2013".

Esta Gran Calçotada, cuya celebración ya es tradicional todos los años por estas fechas de finales del invierno, es en realidad un acto de hermanamiento entre las comarcas de Tarragona y Catalunya en general, con Madrid y su Comunidad. Dos territorios que no cejan de encontrar motivos para el desencuentro, pero cuyas diferencias se aparcan con motivo de esta celebración, y se puede compartir el placer de los calçots entre gentes de todas las procedencias. Este hermanamiento, y las buenas mañas de Isidre Papiol, siempre inasequible al desaliento, provoca que diversas instituciones y empresas colaboren con la celebración del acto. Esto hace posible celebrar un sorteo (otro de los atractivos del acto), al final de la comida, donde los premios fueron algunas botellas de vino o aceite de la Cooperativa Agrícola de Salomó, diversas salsas típicas envasadas por Molí de Pomerí, así como libros y publicaciones de las diversas instituciones colaboradoras (Ayuntamiento de Alcalá, Ajuntament de Tarragona, Diputació de Tarragona, Delegació del Govern de la Generalitat de Catalunya,...). Prácticamente hubo algún premio para cada uno de los asistentes. Yo mismo (con el número 30 que me dieron al recoger el babero y la Hoja de Instrucciones) conseguí una botella de un memorable aceite de oliva virgen extra de la variedad Arbequina, de la Cooperativa Agrícola de Salomó.
Los cocineros se estuvieron afanando durante varias
horas para ofrecer a los asistentes los mejores
calçots asados a fuego de leña.
(JMBigas, Marzo 2013)

Los calçots, que no faltaron en ningún momento (más que con la relativa tardanza de las colas frente a la hoguera) eran IGP (Indicación Geográfica Protegida) Calçot de Valls. El vino que se sirvió (en porrón, o en vaso para los menos arriesgados o más prudentes) era un recio tinto perfecto para la ocasión y la excelente salsa romescu (con base de almendras), en la que se baña el calçot, previamente separado de la cubierta verde, antes de su degustación, se elaboró artesanalmente a propósito para este acto.

En mi caso, este es ya el tercer año consecutivo en que asisto a esta calçotada organizada por Isidre y el resto de instituciones. Y siempre es un placer, por el propio aspecto gastronómico y festivo de la Calçotada, así como por la satisfacción de volver a encontrarse con amigos y conocidos de años anteriores. Yo asistí con un grupito de amigos que ya se han vuelto también adictos a la Gran Calçotada de todos los años.
A punto de culminar la degustación de un calçot.
(JMBigas, Marzo 2013)

La organización fue perfecta, con la única salvedad de la relativa escasez de superficie de parrilla, que provocó algunas colas frente a la hoguera. Se nota que en el Restaurante El Gurugú están habituados a servir a un número elevado de comensales simultáneamente.

Fue, en definitiva, una jornada festiva a la que hasta el tiempo meteorológico se quiso sumar. Sólo me queda agradecer a Fabián Dueñas (propietario de El Gurugú) que ha estado en todo momento entusiastamente dispuesto a embarcarse en esta aventura nueva para ellos, así como, una vez más, a Isidre Papiol y su equipo (Ana Alonso, Albert Masquefa,...) que se han dejado literalmente la piel para que esta Gran Caçotada fuera un éxito. Y, entre todos, definitivamente, lo han conseguido.
Sin duda, lo más apreciado del sorteo final son los vinos
y aceites, cedidos por alguna de las empresas
colaboradoras.
(JMBigas, Marzo 2013)

Atendiendo a este período de prolongada crisis económica, la organización cedió la palabra, hacia el final del acto, al representante de Cáritas en la zona de Alcalá de Henares, que contó a todos los asistentes la extraordinaria labor que están realizando en la ayuda a más de ocho mil familias, de la población y alrededores, que están viviendo necesidades graves.

Aparte de las fotografías que he seleccionado para ilustrar este artículo, podéis acceder a una colección más amplia, de 40 fotografías del evento, pinchando en la foto de las parrillas con los calçots.


En resumen, una celebración de raíz catalana, centrada en Valls y las comarcas de Tarragona, que ha arraigado en el entorno madrileño de Alcalá de Henares.

Como para no creer en los milagros.

JMBA

martes, 5 de marzo de 2013

El "problema" catalán

Me parece que cada vez entiendo menos las cosas que pasan en este país. O quizá es que las entiendo cada vez mejor, y eso es lo que pasa.
Mas y Junqueras, firmando el acuerdo en Enero 2013.
(Fuente: cuatro)


No me gusta hablar de problema catalán, porque estoy convencido de que no existe, genuinamente, nada que pueda llamarse de esa manera. Otra cosa es que los políticos de turno, de uno y otro bando, se empeñen en crearlo, habitualmente obedeciendo a sus propios intereses, no siempre nobles y a menudo espúreos.

Desde que hace unos meses Artur Mas, como un Moisés redivivo, se envolvió en la senyera y se convirtió en el máximo adalid de la soberanía y la independencia de Catalunya, la actualidad no deja de darnos nuevos datos sobre el tema casi todos los días.

La realidad, se quiera reconocer o no, es que ya se ha producido un choque de trenes. Los eufemismos al uso, como el derecho a decidir, se convierten por ambas partes en casus belli y en armas arrojadizas, y las probabilidades de encontrar una solución conveniente para todos, fruto de un acuerdo (siempre es mucho mejor un mal acuerdo que un buen pleito), parecen cada vez más lejanas.

De una parte, los nacionalistas catalanes, que han formalizado un frente CiU-ERC (intentando compensar el varapalo electoral que acabó cosechando Moisés-Artur). Aunque no hay acuerdos globales, otras fuerzas parecen coincidir en algunos aspectos de lo que ese frente defiende. Así, IC-V está por la labor del derecho a decidir de los pueblos, a pesar de que el nacionalismo como tal es abiertamente opuesto a la componente internacionalista que tiene en su raíz cualquier fuerza de izquierda. Y el PSC, en su laberinto dentro del propio laberinto del PSOE, defiende la celebración de una consulta popular sobre la soberanía, sólo para decir a continuación que ellos promoverían el voto en contra. En otras palabras, defienden que se consulte al pueblo catalán, para darle la oportunidad de decir que no está por la labor de ese tipo de aventuras.

Hasta ahí, las dramatis personae del bando nacionalista o soberanista. En el bando contrario tiene el papel protagonista el Partido Popular, que apoya con mayoría absoluta al Gobierno de España. Otros grupos (como Ciutadans y UPyD) defienden, de forma más o menos explícita, la misma posición. Al resto de formaciones presentes en el Congreso de los Diputados, en el fondo el tema ni les va ni les viene, aunque acaben asumiendo, por motivos más sentimentales o de simpatía que de otro tipo, una u otra postura.

Yo ya he escrito repetidas veces que soy partidario de que se realice un referéndum en Catalunya, acordado y consensuado entre los dos gobiernos, donde se pida a los ciudadanos que respondan a una o varias preguntas sin trampa ni cartón. Aunque soy catalán, como residente en Madrid no podría votar en una consulta de ese tipo. Pero si pudiera hacerlo, mi voto sería favorable a que Catalunya continúe integrada en el estado español. Creo que esta es la mejor opción para todos.

Pero la propia preparación de una consulta popular de ese tipo está siendo causa de un total desacuerdo entre las partes. Utilizando términos reduccionistas, a los solos efectos de simplificar el escenario, los españolistas defienden que la Constitución dice que la soberanía reside en el pueblo español y que, por lo tanto, no tendría sentido y sería inconstitucional que esa soberanía se la arrogase el pueblo catalán. Cualquier opinión vertida en el sentido de favorecer o defender la celebración de una consulta popular (llamémosle referéndum) en Catalunya sobre este tema se considera, prácticamente, un crimen de Estado. Y si no, que se lo pregunten al fiscal jefe de Catalunya, que está amenazado de cese en su cargo por haber manifestado públicamente esta opinión.

Por la parte de los nacionalistas, el totus revolutum y el río revuelto ya les va bien, porque extiende la niebla sobre los problemas reales que tiene Catalunya y los catalanes, genera la sensación de un enemigo común (que es lo que más une a los pueblos), y les permite, especialmente a los responsables de CiU, vender a su opinión pública que cualquier movimiento en contra de cualquiera de sus dirigentes (por ejemplo, investigaciones sobre tramas corruptas, evasiones fiscales, comisiones ilegales, cuentas en Suiza, etc. etc.) es realmente un ataque a Catalunya entera.
La vicepresidenta del Gobierno, en la rueda de prensa
tras el Consejo de Ministros del pasado viernes.
(Fuente: diarioprogresista)


Mi principal temor es que ambas partes acaben encontrándose cómodas con la situación actual de confrontación (el victimismo puede acabar arrancando mejoras en la financiación que disimulen los despilfarros del Govern; la firmeza de una posición antisoberanista puede reforzar el apoyo de los propios votantes del PP, disimulando, de paso, el drama nacional del desempleo y la recesión). Si se acaban instalando en el conflicto, ninguno de los políticos moverá un dedo para salir de allí, y aplicarán el principio de a río revuelto, ganancia de pescadores.

A continuación voy a intentar detallar mi opinión sobre este conflicto. Es cierto que la Constitución proclama que la soberanía reside en el pueblo español. Situados en la etapa histórica en que se produjo la redacción de la actual Constitución, ese principio sirve para desmontar cualquier veleidad (muy posible en ese momento) en el sentido de que un monarca, o un Caudillo, o un Salvador de la Patria, se arrogase el derecho a decidir, suplantando la soberanía del pueblo. Este es un principio constitucionalista muy extendido: la soberanía reside en el pueblo (sin adjetivos).

Ahora bien, la realidad es que se realizan muchas consultas que no implican a la totalidad del pueblo español. Cuando hay elecciones autonómicas o locales, sólo los ciudadanos implicados votan. Los ciudadanos de un pueblo o ciudad escogen a su alcalde (aunque sea indirectamente) y lo mismo sucede con los ciudadanos de una Comunidad Autónoma, que escogen a su presidente (o, al menos, al partido o partidos políticos que van a gobernar en su Comunidad). Los madrileños nada tenemos que decir en las elecciones gallegas (podemos opinar, eso sí, sobre si nos ha gustado o no la decisión soberana del pueblo gallego), o los vascos nada tienen que decir en las elecciones valencianas, aunque puedan manifestar su incredulidad acerca de que las innumerables corruptelas acaben cosechando suficientes votos para seguir gobernando.

Por ello, creo que no debería repugnar al sentido común que se pueda realizar un referéndum o consulta popular que sólo involucre, en este caso, a los catalanes. Otro tema sería la necesidad de consensuar y acordar entre los dos gobiernos su contenido y trascendencia. Es más, creo que por un principio de estricta higiene política, este debería ser el primer paso antes de cualquier otro movimiento.

Si el resultado de dicha consulta fuera negativo hacia la opción de la secesión, el (presunto) conflicto quedaría automáticamente desarbolado y desactivado, por lo menos para una o dos décadas. Si fuera favorable a la secesión, habría que empezar a negociar a continuación los cambios legales necesarios para seguir adelante con el proceso.

Lo que ocurre es que las posiciones, por el momento, están enconadas. La única reacción del Gobierno de España es no, de ninguna forma y Constitución, Constitución y Constitución. Y el frente nacionalista no tiene urgencia en convocarlo, porque saben que la cerrilidad y la tozudez del Gobierno de España está creando algún nuevo secesionista cada día y alimenta la fábula del enemigo común y su propio victimismo. Artur Mas, en un debate televisado antes de las elecciones de 2010, ya reconoció, ante la presión del entonces líder de ERC, Joan Puigcercós, que era absurdo convocar un referéndum de autodeterminación si no se tenía la seguridad de ganarlo.

En resumen, las posturas enfrentadas e inamovibles, reticentes a cualquier tipo de negociación, a pesar de decir frecuentemente lo contrario, no contribuyen a otra cosa que a enquistar la cuestión, y convierten un (presunto y virtual) problema o conflicto en una guerra abierta y bien real.

Poco favor le están haciendo a la democracia de verdad, las dos partes. 

JMBA