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domingo, 22 de febrero de 2015

Agitaciones Políticas

Este año 15 vamos a tener hasta cuatro convocatorias electorales, de distintos ámbitos. Sólo este hecho ya garantiza que en el seno de todas las formaciones políticas haya mucho, mucho nerviosismo. Y mucha responsabilidad en manos de los ciudadanos.
Pablo Iglesias, el líder de Podemos.
(Fuente: que)

El Ministerio de Hacienda ya se adelantó a la cita, anticipando una pequeña reducción de las retenciones por el IRPF, para que los que cobran una nómina pudieran ver, desde Enero, algunos euros más en su ingreso mensual neto. Con el fin, nunca reconocido, por supuesto, de mejorar la (nefasta) imagen pública que está teniendo el PP entre los electores.

Sin embargo, el Partido Popular, actualmente con una de las mayores concentraciones de poder de la historia reciente, está condenado, casi inevitablemente, a que su situación se deteriore en mayor o menor medida tras las convocatorias electorales. Están enfrentando el riesgo cierto de que desaparezcan las mayorías absolutas tanto en el global del Estado, como en muchas de las Comunidades Autónomas, Madrid o Valencia, de forma singular.

Lo que ocurre es que los fenómenos sociales y políticos de los últimos años están provocando un cambio sustancial de las condiciones de contorno en las que se mueven los principales partidos políticos. Hace una década, la situación sería, muy probablemente, de una relativa bajada del apoyo electoral al PP, con una subida prácticamente equivalente para el PSOE. Un modelo de bipartidismo que ha pervivido desde la instauración de la democracia moderna en los 70.

En esas condiciones, lo que se acabaría produciendo sería un cambio de color político del Gobierno del Estado, que, muy probablemente, pasaría al PSOE, con algún apoyo de IU o de los partidos nacionalistas. Y lo mismo podría haber pasado en Comunidades Autónomas como Madrid o Valencia.

Pero ese bipartidismo que ha sobrevivido con sucesivas alternancias está muy seriamente amenazado. Si nos atenemos a lo que parecen anticipar las encuestas y sondeos, hay otras fuerzas políticas, diferentes de los dos grandes partidos, que van a conseguir resultados significativos, muy por encima de un puro papel de bisagra o de apoyos puntuales.
Tania Sánchez, ahora líder de una nueva candidatura fuera
de IU: Convocatoria por Madrid.
(Fuente: lasexta)

Ciudadanos, el partido nacido en Catalunya, de la mano de Albert Rivera, por cierto uno de los políticos mejor valorados por la opinión pública, se convertirá, sin duda, en árbitro poderoso de muchas situaciones. Las últimas encuestas le darían, a nivel nacional, del orden de un 6% de los votos, y quizá una docena de diputados. Pero mi previsión es que, si siguen trabajando bien, como hasta ahora, y se mantienen libres de fenómenos de corrupción, en los próximos meses podremos asistir a una escalada continua de su presencia. Si consiguen superar con éxito el desafío de ampliar sus cuadros con limpieza, para abarcar el territorio nacional, quizá lleguen a las Elecciones Generales con una perspectiva más próxima al 10-12%, con Grupo Parlamentario propio y quizá hasta una treintena de diputados. Nada testimonial, por cierto.

Por el contrario, da la sensación de que UPyD se está desinflando. Es una reacción que me parece bastante lógica por varias razones. De una parte, una confusión programática que provoca desconfianza en los electores. Junto a loables iniciativas por la limpieza del panorama político, aúnan furibundas proclamas antiautonomistas. Todo ello unido a un caudiliismo autoritario, liderado por y para Rosa Díez, que disgusta a una mayoría de votantes. Es más que probable que se queden sin representación parlamentaria en el Congreso de los Diputados.
Alberto Garzón, ya candidato oficial de Izquierda Unida a
la Presidencia del gobierno de España.
(Fuente: kaosenlared)

Y luego está el fenómeno de Podemos, que levanta mucho interés, pero también muchas polémicas. Algunos episodios económicos como mínimo muy poco ejemplares, están contribuyendo a enfriar el entusiasmo de muchos votantes simplemente indignados, pero conscientes de que tienen cosas que podrían perder si Podemos se convirtiera en una fuerza hegemónica. El núcleo del partido está en el entorno de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid. Que es, por cierto, un punto de partida razonable, pero para ocupar el o los gobiernos (municipios, autonomías, Gobierno de España,...) se requiere disponer también de otro tipo de perfiles y de experiencias. El desafío de ampliar su base de cuadros es un proceso lleno de peligros y amenazas. Ya han decidido no presentarse con marca propia a las elecciones municipales y autonómicas. Esto garantiza que habrá opciones llamadas de iniciativa o de concentración popular, incluyendo a Ganemos, Plataformas Antidesahucios, Podemos y otros versos libres de la izquierda y el activismo social, que serán, inevitablemente, multicolores. Ello va a complicar transmitir una imagen única a nivel nacional, o incluso interpretar los resultados que se acaben dando.

Ya se está viendo que en muchas autonomías han acabado venciendo, dentro de Podemos, las opciones no preferidas por su Secretario General, Pablo Iglesias. Nos queda por ver si serán capaces de mantener una cierta imagen global unitaria, que les facilite conseguir un buen resultado en las Elecciones Generales de final de año.
Albert Rivera, líder de Ciudadanos. Será candidato, pero
todavía no se sabe a qué.
(Fuente: ondacero)

Ciertas encuestas recientes han llegado a dar resultados, a nivel nacional, por encima del 25% de intención directa de voto a Podemos. Pero las últimas semanas este porcentaje se ha ido limando a la baja. Mi previsión es que esta tendencia va a seguir en el mismo sentido y que, para las Elecciones Generales, su resultado podría llegar a estar muy cerca de lo que pueda conseguir Ciudadanos, más bien en la franja del 10-12% que en el doble de eso. Estos dos partidos podrían acabar ocupando una parcela importante de lo que tradicionalmente han sido los predios de PSOE e IU.

Sin embargo, conviene tener en cuenta que hay una parte de la población española, con particular incidencia en muchos inmigrantes con derecho a voto, condenados a un desempleo crónico o a un subempleo precario y parcialmente sumergido, que tienen la sensación de que no les queda mucho por perder, y que podrían decidir votar Podemos sin más consideraciones de otro tipo.

Para el resto de la población, afectada por la crisis de un modo más general, pero sin dramatismos extremos en lo personal y familiar, el dilettantismo inicial del voto a Podemos auguro que se irá redirigiendo hacia otras fuerzas que también preconican el cambio y la desaparición del bipartidismo vigente, pero sin esas connotaciones chirriantes de bolchevismo o de comunismo caribeño que tienen Podemos y sus principales líderes.
Pedro Sánchez, secretario general del PSOE.
(Fuente: divinity)

Por su parte, los partidos tradicionales de la izquierda están sufriendo sendas crisis profundísimas. Izquierda Unida, desde siempre más bien una izquierda desunida, actualmente es casi ya una izquierda rota. Con explosivos colocados en los pilares del partido, podría acabar desintegrándose con bastante probabilidad. De una parte, Alberto Garzón parece el representante de las nuevas políticas (y los nuevos políticos) en Izquierda Unida. Pero no lo tiene nada fácil. En Madrid, sin ir más lejos, el partido ya ha estallado, pues Tania Sánchez, elegida en primarias como candidata a la Comunidad de Madrid, ha abandonado Izquierda Unida, ante la imposibilidad de convivir con la vieja guardia. Una vieja guardia, por cierto, que se ha revolucionado en pura fronda y se resiste a abandonar sus prebendas y privilegios.

Desde la época del Partido Comunista, que tuvo un papel claramente protagonista entre las fuerzas políticas antifranquistas, tanto en el interior como en el extranjero, han pasado muchos años y demasiadas cosas. Prescindiendo de las muchas sombras de su pasado más o menos remoto, la generosidad de Santiago Carrillo para facilitar la transición política en España ya es historia. Tanto como la ejemplaridad y excelencia intelectual del cordobés Julio Anguita. En la actualidad, da la sensación de que el acomodo en los pesebres más o menos próximos al poder les ha adormecido, y ha impedido que una regeneración como la que propone Podemos hubiera nacido en el seno de Izquierda Unida, su hogar más o menos natural.
Tomás Gómez, elegido en primarias para la Comunidad de
Madrid, y destituido fulminantemente por su partido.
(Fuente: teleasturias)

¿Y qué decir del PSOE?. De las épocas del estadista y carismático Felipe González ya hace mucho tiempo. Zapatero, inteligente y honesto, pero exageradamente sectario, les hundió en las urnas a finales de 2011. Y las maneras oscuras y a menudo torticeras del jesuítico Rubalcaba no han ayudado para nada a la recuperación de la posición que llegaron a ocupar. Y da la sensación de que su sombra sigue siendo alargada, pues se intuyen sus indicaciones o consejo en la torpe decisión de Pedro Vázquez de destituir de forma autoritaria a Tomas Gómez en Madrid, por lo demás un personaje bastante gris y repetidamente perdedor. Si bien incluso la mayoría de los socialistas puedan estar de acuerdo en su sustitución, las formas de quitarse de enmedio a un líder elegido en primarias, y las formas poco creíbles que está demostrando la Comisión Gestora nombrada al efecto, bajo la hégira discutible de un anodino Rafael Simancas, al que sólo se recuerda por el Tamayazo que puso a Esperanza Aguirre al frente de la Comunidad de Madrid, todo ello está provocando desconcierto entre militantes y simpatizantes. Finalmente, la Comisión Gestora ha conseguido lo que se esperaba de ella: la aprobación más o menos formalmente correcta de las asambleas, para nombrar candidato a la Comunidad de Madrid al ex-ministro Ángel Gabilondo.

Su actual Secretario General, Pedro Sánchez, dispone de un liderazgo muy discutido y discutible. Y, me parece, el autoritarismo es mal consejero para remontar esa situación. En sus propias filas destaca una brillante Susana Díaz, que acumula, desde su Presidencia de la Junta de Andalucía, que muy probablemente va a revalidar tras las elecciones de Marzo, las máximas cuotas de poder real en las filas del PSOE. Además, aunque ella misma lo ha desmentido por activa y por pasiva, podría tener ambiciones de dar el salto a la política nacional, y postularse como candidata socialista a la Presidencia del Gobierno de España. Una amenaza demasiado clara para Pedro Vázquez como para que pueda pasar inadvertida.
Antonio Miguel Carmona, candidato del PSOE a la
alcaldía de Madrid.
(Fuente: eldiario)

Los resultados de las elecciones andaluzas de Marzo, y de las municipales y autonómicas de Mayo marcarán un antes y un después muy claro, y darán la señal de si el liderazgo de Pedro Sánchez es viable, o se acabará convirtiendo en una solución de continuidad con caducidad inmediata, como lo fueron en su momento Hernández Mancha entre los populares, o el tándem Almunia/Borrell entre los socialistas. Si su liderazgo declina, eso va a significar, casi con seguridad, otro ciclo electoral, como mínimo de cuatro años, en el que el PSOE debería seguir su particular cruce del desierto.

Teniendo en cuenta todas estas circunst5ancias, me voy a arriesgar a anticipar mis previsiones para las diversas citas electorales de este año.

En las elecciones andaluzas de Marzo es más que probable que Susana Díaz logre que el PSOE sea la fuerza más votada, pero lejos de la mayoría absoluta. El PP perderá algo de sus posiciones, entre otros motivos por el perfil bajo, poco carismático y nada conocido de su actual líder, Juan Manuel Moreno Bonilla. IU perderá fuelle, entre otros motivos por el pobre papel desempeñado en el Gobierno de Andalucía que, entre otras cosas, ha forzado el adelanto electoral a Susana Díaz. Podemos sin duda va a obtener presencia en el Parlamento de Andalucía. Pero Díaz ha manifestado repetidas veces que no va a pactar con Podemos, lo que abre la posibilidad de un gobierno en minoría, con apoyo parlamentario, previo acuerdos diversos, del PP. Esto, por supuesto, supondría el sacrificio judicial de los grandes popes socialistas andaluces, Chaves y Griñán, actualmente imputados, aunque sin precisión de delito concreto.
Ángel Gabilondo, nominado como candidato por el PSOE a
la Comunidad de Madrid.
(Fuente: forodelacultura)

En las municipales y autonómicas los resultados serán bastante variados, porque en buena medida los resultados dependen del conocimiento y apreciación popular de los respectivos candidatos. Globalmente, el PP perderá algo de su actual enorme cuota de poder. Pero, sin duda, lo más interesante de ver y analizar serán los resultados en Madrid y Valencia, las dos comunidades más pobladas de entre las que votarán en Mayo, así como el resultado en la ciudad de Barcelona. Es por ello que la mano a menudo invisible que mece la cuna del PP, Mariano Rajoy, todavía no ha decidido cuáles van a ser sus candidatos. Ana Botella ya se ha autoexcluido de la carrera por el Ayuntamiento de Madrid, e Ignacio González tiene su puesto en cuestión, ya que, entre otras cosas, nunca se ha presentado en primera línea a votaciones populares. Además, su figura tiene demasiadas sombras, por un muy discutible criterio en la elección de sus Consejeros (recordemos cuántos Consejeros de Sanidad han pasado ya por su Gobierno) y porque las sospechas de corrupción y malas prácticas le vienen sobrevolando desde hace ya tiempo.

Para el Ayuntamiento de Madrid, el PP tiene en su mano algún recambio de altos vuelos, como Esperanza Aguirre, ese animal político cuya mano sigue meciendo la cuna del PP de Madrid. Aunque seguro que Rajoy tiene serias reticencias en confirmarla como candidata, porque sabe que a lo que realmente aspira Aguirre es al puesto de Rajoy, y eso nunca resulta cómodo para el líder. Para la Comunidad, es posible que, pese a todo, opte por la continuidad, a falta de recambios de garantía. Pero ya se verá, muy probablemente en Marzo.
Esperanza Aguirre, ese animal político
todo terreno.
(Fuente: bolsamania)

En cualquier caso, creo (y espero, por cierto) que desaparezca la mayoría absoluta del PP tanto en el Ayuntamiento como en la Comunidad. Para el Ayuntamiento, el PSOE propone a un buen candidato, Antonio Miguel Carmona, un político mediático bastante conocido y que cae, en general, simpático a los madrileños. Para la Comunidad, habrá que ver cómo evoluciona el protagonismo de Tania Sánchez, inicialmente elegida en las primarias de Izquierda Unida, pero posteriormente escindida de esta formación por diferencias graves. Su posición será, sin duda, muy próxima a las candidaturas de Podemos/Ganemos y podría ser una alternativa atractiva para los ciudadanos con el corazón un poco a la izquierda, y para los indignados en general.

Si finalmente es Esperanza Aguirre la candidata del PP, acabará siendo la alcaldesa de Madrid a cualquier precio, aunque tenga que negociar acuerdos con unos u otros. Pero cualquier otro candidato o candidata de la derecha podría tenerlo muy complicado, frente a dos o tres fuerzas de la izquierda que estarían, muy probablemente, dispuestas a organizar algún tipo de multipartito.

Valencia y la Comunidad Valenciana huelen persistemente, en los últimos años, a pelotazo urbanístico, despilfarro y corrupción, y requeriría una renovación en profundidad. El PP tampoco tiene todavía candidatos, y es que Alberto Fabra carece del punch necesario (en mi modesta opinión, aparte de que la sombra de Paco Camps es alargada) y Rita Barberá está prácticamente incinerada en mil batallas, no todas limpias. Pero el PSOE en la Comunidad Valenciana no está mucho mejor, y no me extrañaría ver un nuevo golpe de mano de Pedro Sánchez en esa Comunidad, en las próximas semanas. Podemos/Ganemos puede tener una oportunidad magnífica de alcanzar excelentes resultados, que le permitan, tras acuerdos programáticos con otras fuerzas de la izquierda, ocupar el poder en el Ayuntamiento y/o en la Generalitat Valenciana.
Mariano Rajoy, Presidente del gobierno y la mano (a menudo
invisible), que mece la cuna del PP.
(fuente: extraconfidencial)

Para la ciudad de Barcelona, da la sensación de que el panorama será Todos contra Trías (actual alcalde de CiU). El PP no tiene muchas opciones en Catalunya, y para Barcelona se está forjando una candidatura bastante potente bajo el liderazgo de Ada Colau, muy mediática por su activismo en las plataformas antidesahucio. ERC también juega fuerte, presentando a un peso pesado, Alfred Bosch, como candidato a la alcaldía. Las encuestas prevén que CiU podría ser la fuerza más votada, pero muy lejos de cualquier tipo de mayoría suficiente. Si Trías quiere seguir siendo alcalde, se verá obligado a negociaciones de todo tipo, algunas incluso contra natura. Según acaben siendo las cifras, quizá sería posible una reedición de Frente Popular o unión de varias fuerzas de izquierda. Pero ello conllevaría conseguir acuerdos que se anticipan como extremadamente complicados, teniendo en cuenta las diversas posturas frente al proceso soberanista.
Rita Barberá, alcaldesa de Valencia por el PP, incinerada
políticamente en mil batallas, no todas limpias.
(Fuente: vozpopuli)

El pronóstico para las elecciones catalanas de Septiembre es mucho más complicado, porque no está todavía claro, a fecha de hoy, el criterio con el que acabarán votando los electores. A la tradicional alineación más a la derecha o más a la izquierda, se añade allí la componente territorial y/o identitaria, partidaria o detractora de las posiciones separatistas o independentistas. Y, dicho sea de paso, Podemos va a tener allí un desafío complicado. Pese a que repetidamente la cúpula de Podemos se ha desmarcado de las tesis independentistas, aunque sí preconiza el derecho a decidir, parece que los equipos ganadores en la liza interna son bastante más próximos a ellas de lo que, seguramente, querría Pablo Iglesias. CiU, muy probablemente, va a explosionar en las dos fuerzas que la componen, que se presentarían a esas elecciones por separado, quizá con otros acuerdos con terceros. La posición de ERC seguramente se mantendrá en posiciones parecidas a las que tiene en la actualidad, pero habrá que ver cómo evoluciona el voto a la izquierda, entre Podemos (o la marca electoral que toque), Iniciativa y la propia ERC. Será interesante ver la evolución del voto de los independentistas instrumentales, aquellos que han visto en la independencia una posibilidad cierta de cambio real, que parecería imposible en el seno del Estado español, pero que no la sienten de modo visceral, como sí es el caso en el núcleo duro de ERC. Un colectivo, por cierto, que podría llegar a abarcar a la mitad de los que acabaron votando el 9N.
Ada Colau, candidata a la alcaldía de Barcelona por
Guanyem Barcelona (Barcelona en Comú).
(Fuente: eldiario)

La intensidad del tono plebiscitario que acaben tomando las elecciones catalanas, podría acabar marcando vuelcos electorales más o menos sorprendentes. En cualquier caso, como siempre que se proponen elecciones engañosas, la nueva legislatura no será muy larga y, con lo que sea que se haya conseguido en el campo autonómico y/o independentista, habría nuevas elecciones no más de un par de años después, para 2017, lo más tarde.

Pero el plato gordo será el regalo de la próxima Navidad, en forma de Elecciones Generales para el entorno de fin del año. Allí se van a dirimir las batallas más ilustrativas para el conjunto del Estado. Parece claro que Mariano Rajoy va a repetir cartel electoral por el PP, pero en Julio habrá elecciones primarias en el PSOE, donde habrá que decidir el candidato socialista a la Presidencia del Gobierno. A día de hoy, lo más probable es que el candidato sea Pedro Sánchez, aunque sin demasiado entusiasmo de los propios militantes. Porque no parece creíble que Susana Díaz esté dispuesta a abandonar Andalucía sólo unos meses después de haber revalidado, presuntamente, su posición allí.

Parece claro que no se va a repetir la mayoría absoluta del PP, pero el Partido Popular tiene grandes posibilidades de seguir siendo la fuerza más votada. En esas condiciones, el nuevo Gobierno dependería en gran medida de los resultados que obtengan el resto de candidaturas: Ciudadanos, que podría negociar un acuerdo de gobierno con el PP, si las cifras lo permitiesen; y muy especialmente los resultados que obtengan las tres fuerzas previsibles en la izquierda (PSOE, IU y Podemos). Podemos no conseguirá ni de lejos los resultados que hoy auguran las encuestas. La proximidad de las urnas provocará en muchos ciudadanos su realineamiento con otras fuerzas más convencionales de la izquierda, incluyendo al PSOE. Sí mantendrá, por supuesto, el voto de los que están convencidos de no tener nada que perder. Estos ciudadanos no atenderán a los múltiples argumentos del miedo que esgrimirán los grandes partidos contra Podemos, y les seguirán votando, como adalides de los de abajo.
Susana Diaz, la voz que mueve la silla de su secretario
general, Pedro Sánchez, desde Sevilla.
(Fuente: elpais)

Tras las Elecciones Generales, mi previsión es que va a seguir gobernando el PP, pero con posiciones muy matizadas respecto a su integrismo actual, por el necesario apoyo de otras fuerzas como Ciudadanos (o incluso UPyD, si consiguieran finalmente alguna representación). Me temo que el fenómeno de Podemos acabe provocando una atomización del voto tradicional de la izquierda, y que dificulte la posibilidad de soluciones multi-partito con mayoría suficiente.

Mi apuesta sería que la suma de votos de la izquierda (PSOE, IU, Podemos) esté en el entorno del 30%, parecido al resultado que pueda obtener el PP, tras el inevitable deterioro que provoca el ejercicio del poder, especialmente en estos tiempos tan duros de crisis que nos está tocando vivir. En estas condiciones, Ciudadanos podría ser un partido bisagra codiciado por varios. Sin olvidar a los nacionalistas, pero que nunca volverán a ocupar un rol tan protagonista en la política nacional como lo hicieron, especialmente, en algunos de los gobiernos de González y de Aznar.

Nos espera, sin duda, un año apasionante. Tras las elecciones andaluzas y las municipales y autonómicas de Mayo, revisaré este artículo, intentando afinar (o corregir, en su caso), las previsiones que aquí he vertido.

JMBA

jueves, 12 de febrero de 2015

El Cine Español

Al hilo de la reciente Gala de los Premios Goya, y por invitación de un buen amigo, que ha sugerido este tema como base de debate para una próxima cena de hermandad (a la que, desgraciadamente, no podré asistir), me he decidido a reflexionar un poco sobre este tema.
La Isla Mínima (Alberto Rodríguez, 2014)

Debo empezar por decir que, en general, me gusta el cine español. Soy un consumidor bastante adicto, especialmente por televisión, a través de las plataformas digitales (el Plus, Yomvi,...). He devorado con placer muchas buenas películas, y también me he tragado multitud de bodrios inclasificables, algunos sólo hasta la mitad, también es cierto. Pero, en general, prefiero una mala película española que una película rutinaria estadounidense. Como mínimo, me resulta mucho más próxima.

Está claro que la industria cinematográfica estadounidense es la más poderosa del mundo, la única que, por su globalización, tiene la capacidad de abordar algunas de esas superproducciones de entre las cuales se puede encontrar alguna película que realmente refuerza el sentido espectacular del arte cinematográfico. Aunque también, por supuesto, hay muchas cintas mediocres y bastantes bodrios. Por no hablar del Bollywood de India, cuya producción prácticamente desconozco.

Y entre las películas americanas, si uno se asoma a la segunda fila, a las películas que no han nacido en el seno de los grandes estudios y productoras, hay pequeñas obras maestras y multitud de malas películas que son un puro ejercicio de onanismo, o de exhibicionismo, o de narcisismo de su director y sus actores.

En las últimas décadas, el cine español ha producido una infinidad de joyas cinematográficas, en géneros muy diversos. Desde las comedias sociales de Berlanga, que permitían al espectador asomarse a la realidad española cruzando los filtros, a menudo espesos, de la censura del Régimen, hasta algunas de las llamadas películas del destape (en los 70 ú 80). En los 80 y 90 se realizaron muchas películas en tono de comedia que son absolutamente remarcables (para mí, Airbag o Belle Epoque son auténticos iconos).
El Verdugo (Luis García Berlanga, 1963)

Se han realizado algunas muy buenas películas del género negro o policíaco, como las excelentes La Caja 507 o No habrá paz para los malvados, o la muy reciente El Niño. Y muchas comedias con tonos ácidos, que han destacado y, a veces permitido entender) la depauperación sentimental y sexual de varias generaciones de españoles.

Una figura del cine español como Pedro Almodóvar ha realizado, para mi gusto, alguna obra maestra, como su Mujeres al borde de un ataque de nervios, en tono de comedia casi del absurdo, o el drama rural de la España profunda que es Volver. Pero también tiene en su filmografía otras películas buenas, mediocres o directamente malas. 

Recordamos algunas muy buenas películas de época (llamadas a menudo históricas, aunque no necesariamente se sitúen en épocas remotas), pero habitualmente demasiado teñidas, para mi gusto, de prejuicios políticos, de uno u otro signo. Desde las épicas nacionalistas de Juan de Orduña durante el franquismo, a obras claramente inspiradas por la izquierda social y política, como La Ciudad Quemada o Días contados.

El año pasado, 2014, se han estrenado algunas muy buenas películas españolas, que han llevado la taquilla a su máximo histórico. Por citar sólo tres, Ocho apellidos vascos (una delicada comedia, que bordea lo escabroso manteniendo la elegancia), La isla mínima (una película policíaca, en el entorno social del principio del postfranquismo y en el entorno natural de las marismas del bajo Guadalquivir) o Torrente 5 (una película de acción, que se mantiene en el género cutre incluso dentro de su muy elaborada y cuidada factura). Tres éxitos de taquilla, que ilustran la realidad de que el público es muy sensible a películas que, por una u otra razón, les llegan y les convencen.

De los muchísimos bodrios que me he tragado, no recuerdo ni los títulos ni, a menudo, los directores. Muchos actores y actrices conocidos (y reconocidos) tienen en su historial muchas de esas películas, que acaban siendo puramente trabajos nutritivos (para comer, vamos, y seguramente no mucho).
Airbag (Juanma Bajo Ulloa, 1997)

Está claro que en España no existe esa infraestructura de industria cinematográfica, al menos entendida al estilo de lo que se hace en Estados Unidos. Aquí cada película acostumbra a ser el proyecto personal de un director, que antes de realizarla la soñó. Luego viene el ímprobo trabajo de encontrar fuentes de financiación (a menudo los créditos iniciales de agradecimiento a los que han contribuido al presupuesto de la película duran varios minutos) y reunir al equipo técnico y artístico ideal (o al menos, el posible), para empezar el rodaje. El trabajo a menudo termina con el montaje del metraje final, y finis coronat opus.

Sin embargo, una película, como toda obra artística, debe desarrollarse para atraer e interesar al público, por lo menos a cierta clase de público. El objetivo de todo artista es, de una u otra forma, ser amado por lo que hace, por sus obras. Pero muchas de las películas que se producen en España ni siquiera consiguen unos pocos días de exhibición en alguna sala, y pasan directamente al mercado secundario de las televisiones, el DVD o las plataformas digitales. Lo cual no es malo en sçí mismo, pero en el mundo actual denota una carencia preocupante. O el reconocimiento implícito de que sólo una sala casi vacía acogería a muchas de esas obras en su eventual exhibición pública.

En el cine español hay mucha polémica con las subvenciones de todo tipo. Todas las administraciones tienen alguna política de financiación (con o sin fines lucrativos) a la cinematografía. Los ayuntamientos y Comunidades Autónomas ofrecen subvenciones, o facilidades de todo tipo, a producciones que estiman que les pueden favorecer de una u otra forma, haciendo más conocidas sus bellezas o sus tradiciones, o mejorando su posicionamiento turístico. El propio Woody Allen (algunas de sus películas, para mí, son obras maestras), ha sucumbido a esta tentación en sus películas sobre Barcelona, París o Roma. El Estado o la Unión Europea desarrollan políticas de protección o desarrollo artístico, que son, a menudo, mucho más rutinarias, por no decir arbitrarias.

Si buceáramos en la cinematografía de otros países de la Unión Europea (dejando al margen los países de habla inglesa, muy próximos a la industria estadounidense) me temo que veríamos fenómenos muy parecidos a los endémicos en la cinematografía española. De un lado, unas poquísimas películas que destacan por su calidad y acaban cruzando las fronteras, y un montón de filmes menores y, casi siempre, absolutamente carentes de interés para el público, salvo para un pequeño puñado de fanáticos.
Belle Epoque (Fernando Trueba,
1992)

Los aficionados al cine quizá recuerden dos o tres películas francesas, quizá una o dos italianas, si acaso una alemana, y casi nada del resto de países. Dejando al margen, por supuesto, las infumables, arrogantes y presuntamente intelectuales películas-bodrio de Ingmar Bergman que nos tragamos en las sesiones de cine-club de nuestra juventud.

Yo me niego a aceptar una especie de dicotomía entre un cine comercial y un cine serio e intelectual. El buen cine siempre atrae al público. En un mercado como el español, si tenemos en cuenta todos los posibles canales, podemos aceptar que una película atraiga a un millón de espectadores o a diez millones. Seguramente sus presupuestos, dada la sagacidad de los productores, serán acordes a esa capacidad de atracción. Pero una película que sólo atraiga a unos pocos miles de espectadores voluntarios (que pongan algo de su parte, pagar una entrada o un alquiler en las plataformas digitales) se convierte en una obra puramente onanista, exhibicionista o narcisista. Que ese tipo de obras reciban dinero público para su financiación, me parece mal.

Creo que los presupuestos públicos, en el campo de la cinematografía, deberían orientarse al desarrollo y fortalecimiento de la industria cinematográfica en España, más que a financiar obras concretas. Una industria fortalecida, con algunas ventajas fiscales ligadas a la generación de empleo (como cualquier otro sector), sería capaz de escoger, potenciar y financiar las buenas películas. Aunque, seguramente, condenarían a una soledad ganada a pulso a muchos proyectos que sólo están concebidos para el lucimiento de su director o actores,

Además, tengo un agravio contra muchas películas españolas que quiero plantear con toda energía. La mayoría tienen un sonido nefasto, en el que resulta prácticamente imposible comprender los diálogos. Sospecho que tras esta extendida carencia hay dos factores enfermizos. De una parte, el absurdo intento de que una película sea la vida filmada, y la extensión de uso del sonido directo, tomado directamente durante el propio rodaje. De otra parte, posiblemente las carencias económicas no permiten un doblaje en condiciones o una mejora del sonido en laboratorio que facilite al espectador comprender la historia, los diálogos y los personajes que el guionista y el director quieren transmitir al espectador. Me resulta descorazonador ponerme a ver una película en la televisión, por ejemplo, y tener que subir el volumen hasta niveles ridículos que ya generan distorsión, o a perderme casi íntegramente los diálogos de los personajes. Ello me refuerza la idea de que hay muchos directores que ruedan una película exclusivamente para sí mismos, y no piensan para nada en el potencial espectador (en cualquier caso, prácticamente inexistente).
Volver (Pedro Almodóvar, 2006)

Por eso, siempre que está disponible, veo estas películas con la opción de subtitulado para sordos activada. A menudo, ayuda bastante a poder entender y juzgar la película con conocimiento de causa. Recientemente he visto una película que me pareció muy interesante, Marsella. En ella se plantean los conflictos entre una niña y sus madres biológica (María León) y de acogida (Goya Toledo). No teniendo la opción de subtitulado, fui absolutamente incapaz de entender qué había sucedido con el padre de la niña, ya que se desvela en un punto del diálogo que resulta absolutamente indescifrable. Una pena que una película de cierto interés sufra mucho por culpa de esas deficiencias técnicas.

Hace años descubrí que las películas, como los libros, deben saberse ganar el derecho a que les dedique el tiempo necesario para seguirlas de principio a final. Mi historial de películas que dejé de ver a los quince, veinte o treinta minutos de haber empezado resulta interminable. Por cierto, películas españolas o de otro origen.

Soy consciente de que no todas las películas están hechas para un público como yo. Por eso también he abandonado películas que me parecen de calidad, pero que no llaman para nada mi atención. A pesar de haber leído hace años la trilogía completa del Anillo de Tolkien, por ejemplo, sólo fui capaz de llegar a la mitad de la primera película, entre muchos bostezos y bastante sopor. No debe ser una película para mí.

A diferencia de otras manifestaciones artísticas, cuya creación puede ser incluso un acto solitario y prácticamente gratuito (al menos en lo que a desembolsos específicos se refiere), producir cine es caro. Se trata siempre de obras más o menos corales, donde hay que contar con un cierto equipo técnico y artístico, que tiene que dedicarle parte de su tiempo, por el que merecen algún tipo de remuneración.
El Niño (Daniel Monzón, 2014)

Financiar el cine nunca debería ser un acto puramente administrativo, arbitrario o rutinario. El dinero público nunca debería dirigirse a financiar proyectos concretos, sino a fortalecer una industria que fuera capaz, de ese modo y con sus propias fuerzas y conocimiento, a escoger los proyectos que quiere producir. Teniendo siempre al espectador en la cabeza, finalmente la única razón genuina por la que una película se merece existir.

Por supuesto, resulta ridículo que el IVA cultural esté al máximo nivel posible (21%), cuando las revistas pornográficas tributan al 4%. Pero también me resulta absurdo que se repartan subvenciones que, de forma casi inevitable, acabarán retribuyendo lealtades de uno u otro tipo.

En un contexto industrial con un buen nivel de desarrollo, el director que no consiguiera financiar su proyecto en ninguno de los posibles circuitos, debería replantearse seriamente si el cine es su medio de expresión artística.

Una industria cinematográfica con músculo tiene que ser capaz de producir algunas películas como producto de consumo para grandes públicos (cine de palomitas, para entendernos), y también obras más personales para públicos más reducidos.

Pero desde mi punto de vista sólo hay dos tipos de películas: las buenas y las malas. Sólo algunas de las buenas realmente me gustan.

Muchas más cosas quedarían por contar, pero eso ya será, si acaso, otro día.

JMBA