Querido Paseante, siempre eres bienvenido. Intenta escribir algún comentario a lo que leas, que eso me ayuda a conocerte mejor. He creado para ti un Libro de Visitas (La Opinión del Paseante) para que puedas firmar y añadir tus comentarios generales a este blog. Lo que te gusta, y lo que no. Lo que te gustaría ver comentado, y todo lo que tú quieras.


Pincha en el botón de la izquierda "Click Here - Sign my Guestbook" y el sistema te enlazará a otra ventana, donde introducir tus comentarios. Para volver al blog, utiliza la flecha "Atrás" (o equivalente) de tu navegador.


Recibo muchas visitas de países latinoamericanos (Chile, Argentina, México, Perú,...) pero no sé quiénes sois, ni lo que buscáis, ni si lo habéis encontrado. Un comentario (o una entrada en el Libro de Visitas) me ayudará a conoceros mejor.



miércoles, 29 de febrero de 2012

Impuestos Directos, Indirectos y Circunstanciales

Se habla estos días de las cifras finales de déficit de todas las Administraciones del Estado en 2011, que habría alcanzado el 8,51% del PIB. Parece que algunas Comunidades Autónomas tienen un déficit desbocado, que se inició por sobrevalorar los ingresos esperados, y prever un nivel de gastos a su altura. Los ingresos no llegaron, pero los gastos, fatalmente, sí se produjeron. Y esto dejando aparte fenómenos abominables como corrupciones, corruptelas, gastos faraónicos y pólvora de rey.
Luis de Guindos, Ministro de Economía y Competitividad.
(Fuente: rtve)


El Gobierno, pues, se enfrenta a la elaboración de unos Presupuestos Generales del Estado para 2012 donde será necesario, si la Unión Europea no lo relaja, un apretón adicional del orden de los 25.000 Millones de Euros.


El último día de diciembre ya se puso en marcha una subida de impuestos (en particular, del IRPF y del IBI), que ya hemos empezado a sufrir todos desde primeros de Enero. Pero tendrá que haber vueltas de tuerca adicionales: por el lado de los gastos, por supuesto, pero me temo que inevitablemente también por el lado de los ingresos. En otras palabras, que se avecina sin muchas dudas una nueva subida de impuestos.


Desde el punto de vista de la pura teoría fiscal, existen dos grandes clases de impuestos. Por una parte los directos, que gravan a un contribuyente (sea persona física o jurídica - empresa -) atendiendo estrictamente a sus características personales, familiares, económicas, sociales, etc. Y por otra parte los impuestos indirectos, que gravan una transacción, debiendo ser pagados por un contribuyente en concreto por el hecho de haber intervenido en esa transacción, al margen de sus condiciones personales o económicas.

El más conocido de los impuestos directos es el IRPF (Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas), que grava las rentas, cualquiera que sea su origen, obtenidas por un contribuyente,  y su equivalente para las personas jurídicas, el Impuesto de Sociedades, que grava el beneficio de las empresas. Las cuotas del IRPF ya subieron en Diciembre, tanto para las rentas del trabajo como para las rentas del ahorro (o del capital). Respecto a las últimas, conviene tener en cuenta que, en su formulación actual, la tributación no es progresiva (salvo el mínimo salto, tras la reforma, desde el 21 al 23%). Es decir, que un prejubilado que obtenga anualmente una renta de sus ahorros de 15.000 Euros brutos, deberá pagar en el IRPF prácticamente el mismo porcentaje que un acaudalado millonetis que obtenga 10 Millones de euros al año como rendimiento del capital. Con el agravante de que el último tendrá infinitas facilidades adicionales para montar entramados societarios que le permitan incluso pagar mucho menos que eso.
La Agencia Tributaria debería contribuir, además, en
la persecución del fraude fiscal.

El llamado Impuesto Extraordinario sobre el Patrimonio también es un impuesto directo, y ya expliqué en otro artículo la problemática ligada a la doble imposición que este impuesto supone.

El llamado Impuesto sobre Sucesiones y Donaciones, por el contrario, es un impuesto indirecto. Como la cuota a pagar, en su caso, depende del montante y características de la sucesión o donación, es de carácter progresivo. A pesar de que su definición es estatal, su implantación y gestión es responsabilidad de las Comunidades Autónomas, por lo que algunas lo han mantenido como estaba cuando era de dependencia estatal, otras lo han reducido e incluso algunas prácticamente lo han eliminado. Su naturaleza de indirecto procede de que lo que se grava es una transacción, en concreto el cambio de titularidad (o transmisión) de ciertos bienes económicos entre contribuyentes. Esta transmisión puede ser mortis causa (la sucesión, es decir, las herencias por causa de fallecimiento), o inter vivos (es decir, las donaciones en vida; por ejemplo, la transacción que se produce cuando un padre regala en vida una vivienda a cada uno de sus tres hijos; o la que se produce cuando un ciudadano, agraciado con un jugoso premio de la Lotería, decide regalar un millón de euros a cada uno de sus cuatro hermanos). Es un impuesto discutible, en el sentido de que grava transacciones donde no se genera ningún valor, sino solamente un cambio de titularidad. Y puede acabar teniendo carácter confiscatorio, ya que si los bienes transmitidos no tienen capacidad de generar renta, con varias transmisiones sucesivas, la totalidad de su valor podría acabar pasando al Estado.  

Pero la joya de los impuestos indirectos es el IVA (Impuesto sobre el Valor Añadido). Este impuesto grava la generación de valor, de riqueza. Pero lo debe pagar cualquier agente económico que añade valor a un bien o servicio, al margen de sus condiciones personales o económicas. Simplificando, añade valor quien compra un producto a un precio y lo vende a otro precio mayor, o quien compra componentes a diversos proveedores y los utiliza para construir o fabricar un producto final que se vende a un precio muy superior al de la suma de sus componentes. El consumidor final paga el IVA de acuerdo al precio por el que compra un producto, mientras que todos los agentes económicos intermedios ingresan el IVA por todo lo que facturan, pero se deducen del IVA pagado por todo lo que les han facturado, y deben tributar la diferencia. De este modo se evita la doble imposición. No olvidemos que antes de implantarse el IVA, en este país existía un impuesto indirecto plano (el ITE - Impuesto sobre el Tráfico de las Empresas), que gravaba con un porcentaje fijo cada transacción económica. De este modo, las tributaciones se acumulaban con las diversas transacciones de un mismo producto, y se acababa produciendo imposición múltiple.
Sucesiones y Donaciones será, sin duda,
un caballo de batalla.
(Fuente: cincodias)

Desde el punto de vista del Estado, el ingreso por IVA acaba representando un cierto porcentaje del PIB del país. Lo que se recaude por este impuesto depende, evidentemente, de las diversas escalas de gravamen, pero está también directamente ligado a la actividad económica del país, a los niveles de demanda y de consumo y, en definitiva, a la evolución de su PIB. Y las diversas políticas pueden gestionar diversas escalas del IVA para abaratar o incentivar el consumo de ciertos bienes o servicios, y encarecer o desincentivar el consumo de otros.

En España existen, además, varios impuestos indirectos más (llamados especiales), que gravan de modo especial (y adicional al IVA) el consumo de determinados productos o servicios. En particular el impuesto sobre los  hidrocarburos, sobre el tabaco o sobre las bebidas alcohólicas. Conceptualmente, estos impuestos especiales son equivalentes a la definición de una escala de gravamen por el IVA mucho más elevada para el consumo 
de determinados productos. Y, por supuesto, evitan el bochorno que supondría aplicar un IVA superior al 100% a los carburantes, un decir.

Desde el punto de vista de la pura teoría fiscal, creo que sólo debería existir el IVA como impuesto indirecto, con cinco, seis o las escalas que hicieran falta: un IVA cero para ciertos productos de primera necesidad; un IVA superreducido para ciertos bienes culturales, por ejemplo, cuyo consumo se quiera incentivar; un IVA reducido, otro normal, uno elevado, otro superelevado y otro monstruoso. De ese modo el Estado (en coordinación con el resto de países, pues de lo contrario nacería inmediatamente el contrabando, aficionado o profesional), podría regular o graduar la incentivación o desincentivación que quisiera aplicar al consumo de ciertos bienes o servicios. Podría existir, por ejemplo, un IVA superelevado para gravar el consumo de productos de lujo.

Existe otro impuesto que también grava transacciones, que es el ITP (Impuesto sobre Transmisiones Patrimoniales) y AJD (Actos Jurídicos Documentados). Por ejemplo, cuando se compra una vivienda a una empresa (típicamente el promotor, en caso de una vivienda nueva), la transacción está sujeta al IVA. Pero si la transacción es entre particulares (típicamente, la venta de una vivienda ya usada), entonces está gravada por el ITP. En ambos casos, existe el gravamen adicional AJD para la formalización de la transacción en escritura pública.


A nivel municipal existen, por lo menos, otros dos impuestos directos, porque gravan al contribuyente y no a ninguna transacción: el IBI (Impuesto de Bienes Inmuebles) y el IVTM (Impuesto sobre Vehículos de Tracción Mecánica).

Si queremos dar un repaso general a todos los pagos a la Administración que un particular debe realizar, debemos tener en cuenta que, además de los impuestos, existen también las tasas. En pura teoría, las tasas obedecen al pago por un ciudadano de un servicio que le ha prestado algún organismo de la Administración. Ejemplos de tasas son las que hay que pagar por la emisión o renovación de DNI, pasaporte, licencia de conducción, o por disponer de un vado para paso de vehículos, etc. O las que hay que pagar, en algunos municipios, por la Recogida y Tratamiento de Residuos Urbanos (la muy impopular tasa de basuras). En este último caso se produce la paradoja de que el hecho imponible debería ser el volumen (y características) anual de residuos producidos (y que deberán ser recogidos y tratados por el Ayuntamiento), mientras que la base imponible se calcula en función del valor catastral del inmueble. Por otra parte, el único criterio viable para el cálculo.
(Fuente: finanzzas)

A todo este entramado recaudatorio, complicado porque en cada país (o incluso en cada Comunidad Autónoma u organismo equivalente) su estructura puede ser diferente (incluso muy diferente), se añade la reiterada petición del establecimiento a nivel mundial y global de la llamada tasa Tobin, más correctamente denominada ITF (Impuesto sobre las Transacciones Financieras). Su justificación sería la de gravar las transacciones especulativas que se realicen en cualquier lugar del mundo. Especialmente lo que se llama el HFT (High Frequency Trading), que son transacciones especulativas a muy corto plazo (intradía, incluso con pocos minutos o hasta segundos de diferencia entre la compra y la venta) que son realizadas directamente por robots (ordenadores programados para ello). Pero la lógica de su aplicación obligaría a gravar todas las transacciones financieras. La posibilidad de una tasa de este tipo se expuso por primera vez en 1.971 por parte del economista estadounidense James Tobin (que fue Premio Nobel de Economía diez años más tarde) pero la necesidad o conveniencia de su aplicación ha sido retomada posteriormente por parte de todo tipo de organizaciones. Porque una de las cuestiones abiertas ligadas a la implantación de un impuesto de este tipo es sobre cuál debería ser el destino del dinero recaudado con la ITF. Muchas ONG,s defienden la idea de que este dinero debería ser destinado a la compensación de los países pobres de la Tierra, como pago por los excesos de la economía financiera del Primer Mundo. Es decir, que se trataría prácticamente de un Impuesto a la Mala Conciencia.

Curiosamente (seguro que hay buenos motivos para ello, pero yo los desconozco), la gran mayoría de cargos por servicios financieros de las transacciones financieras que podamos realizar los ciudadanos de a pie, están exentas de IVA. Me refiero, por ejemplo, a una simple operación de Bolsa, para comprar o vender unas pocas acciones de alguna empresa. La operación en cuestión sufre una serie de cargas o gastos, derivados del pago de los servicios financieros prestados por la Bolsa de cotización donde se realice la operación, por la Sociedad de Compensación y Liquidación de Valores (el corredor de Bolsa) y la comisión añadida por nuestra propia entidad depositaria de una cuenta de valores. Todas estas comisiones y cargas están exentas de IVA, de acuerdo a la Ley 37/1992 del IVA. Solamente el cargo por custodia (en su caso) está gravado con el IVA (actualmente del 18%). Por ello, la nota de cargo por una tal comisión (donde se detalla el IVA incurrido) tiene consideración de factura y debe llevar, por lo tanto, el correspondiente número de referencia de dicha factura. Si el cliente no es un particular (es una empresa o un autónomo) puede deducir el IVA de esa factura en su correspondiente liquidación.
Tapar el agujero tiene que ser una obsesión. Pero sólo con
eso no se resuelve el problema.
(Fuente: taringa)

La implantación de una ITF debería realizarse de un modo global a nivel mundial, sin que hubiera excepciones (como los paraísos fiscales, por ejemplo). Mientras existieran excepciones, se estaría fomentando en la práctica el contrabando de capitales financieros. Pero la lucha contra los paraísos fiscales es un tema recurrente y nunca resuelto, porque su existencia de modo relativamente controlado, acaba actuando como una válvula de escape para cuando la presión del sistema es muy fuerte. Me temo que nadie tiene muy claro qué pasaría si desaparecieran todos los paraísos fiscales en el mundo. Pero cualquiera que haya estudiado algo de física puede entender que taponar una válvula de escape podría producir alguna enojosa explosión. Da la sensación de que todos los políticos están de acuerdo en su erradicación, pero que lo haga el siguiente, que a mí me da la risa.




Ante toda esta panoplia impositiva, la pregunta es ¿por dónde va a meter el rejón el Gobierno, para intentar tapar el agujero?.


Personalmente, creo que la subida del IVA está cantada. Nos encontraremos con una escala general del 20% (dos puntos por encima del actual 18%). Me parecería extremadamente aleccionador que se atrevieran a crear una tasa superelevada del IVA, por ejemplo al 30%, para gravar el consumo de ciertos artículos de lujo (vehículos de gran cilindrada, yates de gama alta, aviones privados, artículos de peletería, hoteles o restaurantes de lujo,...). Lógicamente, su aplicación se ganaría las críticas de los sectores vendedores afectados, pero sería una iniciativa testimonial muy bien recibida por la población en general, aunque su contribución recaudatoria fuera limitada. Habría que evaluar el impacto que pudiera tener sobre el abandono de su consumo.


Estas medidas sobre el IVA podrían suponer un aumento del orden de los 20.000 Millones de Euros anuales en su recaudación (aproximadamente, un 2% del PIB). Claro que ese aumento vendría directamente de reducir la renta disponible en manos de los ciudadanos, y retraería el consumo, agravando la recesión (descenso del PIB). Se generaría algo de inflación (subida de precios), sin duda, pero en las circunstancias actuales una parte de esa cantidad provendría también del margen del vendedor, que en algunos casos podría estar dispuesto a tragarse una parte de la subida para no encarecer su producto.


La respuesta la tendremos el 30 de Marzo, cuando el Gobierno presente los nuevos Presupuestos, una vez pasadas las elecciones andaluzas (y asturianas), no fuera a ser que las medidas que tengan que tomar les erosionaran sus expectativas electorales.


Pero es imperioso que se tomen también medidas drásticas para mejorar la eficiencia de la Administración Pública, para generar ahorros importantes en el gasto público, sin deteriorar la calidad de los servicios que presta. Hay que reducir el número de Ayuntamientos, haciendo que estos puedan ser viables. Posiblemente haya que revisar la viabilidad de las Diputaciones Provinciales, que son una herencia del pasado y muy posiblemente prescindibles.


Con todas estas medidas y las que ya ha tomado el Gobierno, tenemos garantizado que, al menos durante este año, quizá incluso en el próximo, el desempleo siga aumentando y la actividad económica esté sumida en la atonía. Pero si, al mismo tiempo, se trabaja y se invierte en generar un tejido productivo más competitivo (I+D+i), es posible que empecemos a ver la luz al final del túnel dentro de 2-3 años.


Lo siento, este no es el Teléfono de la Esperanza.


JMBA

Traza de la ruta en un GPS tomtom

Compré hace ya algunos años un dispositivo GPS para el coche, un tomtom GO 910, por el que pagué entonces más o menos el doble (en euros corrientes) de lo que hoy cuesta un dispositivo equivalente. Es el precio (o el castigo) de quererse incorporar pronto a una tecnología emergente.
Un tomtom GO 910, como el que vengo utilizando
estos últimos años.
(Fuente: poshelectronics)

Todavía tiene un formato antiguo, culón y no plano como ya son todos hoy en día, y la pantalla es relativamente pequeña para los estándares de hoy. Venía con los mapas de Europa Occidental y también de USA (que nunca he utilizado). Pero me ha rendido (y me sigue rindiendo) un servicio espléndido en mis diversos viajes en automóvil tanto por España como por Francia, Reino Unido, Bélgica, Alemania o Italia.

Y también, por cierto, para ciertos desplazamientos por la ciudad hacia lugares que no conozco bien. Y para trayectos bien conocidos, me aporta la funcionalidad de indicarme cuántos kilómetros y cuánto tiempo me queda hasta el destino, una información que ayuda a relajar el estrés. 

Me ha permitido llegar sin contratiempos a lugares remotos que quería visitar por diversas razones, incluyendo algunos que solamente se podían identificar por sus coordenadas geográficas (latitud y longitud).

Hay que conectarlo con frecuencia al ordenador para, a través del software gratuito Tomtom Home (descargable directamente desde su web) descargar en el dispositivo los últimos datos GPSfix (para que le resulte más fácil sintonizarse con los satélites GPS al ponerlo en marcha), así como las pequeñas correcciones en los mapas, teóricamente aportadas por los propios usuarios, el llamado MapShare.

El dispositivo tiene una capacidad interna de memoria (en disco o flash memory, nunca lo he sabido con claridad) de 20GB, lo que es bastante más de lo que disponen en la actualidad. Pero no tiene ninguna ranura para ampliarla mediante una tarjeta de memoria. Y dispone de algunas funciones que he utilizado poco porque resultan poco prácticas (visualización de fotografías, reproducción de música -a través del altavocillo del dispositivo resulta una maldición-, o función de teléfono manos libres via Bluetooth, que sólo es utilizable en caso de emergencia por los mismos motivos. Incluso tiene un mando a distancia, supongo que para utilizarse en una limusina, que no es mi caso, y nunca he usado.
Pantalla principal de la aplicación TripMaster en el tomtom.
(Fuente: webazar)

También he actualizado varias veces el Mapa de europa Occidental en estos años. La verdad es que me parece bastante caro. Su precio habitual ronda los 60€, e incluye cuatro actualizaciones trimestrales, es decir, garantiza moverse con el mapa actualizado durante un año. A veces hay ofertas de mejor precio, o extensión a 6 trimestres o promociones de este tipo. Por cierto, cuando hay que actualizar el mapa, a través del PC con el software Tomtom Home, se trata de bajar un ficherón de más de 2GB, y toma unas cuantas horas, a las velocidades habituales del ADSL. Hasta 12 horas con ADSL 1Mbps.

Pero el uso va convirtiendo al usuario en cada vez más sofisticado. A la vuelta a casa de un viaje, me gustaría poder ver la ruta de cada día sobre un mapa, por ejemplo, en Google Earth. Al bucear en esta funcionalidad (que el dispositivo guarde un fichero con el trip log -la traza de la ruta-, que se pueda explotar posteriormente), he topado con una triste realidad: el dispositivo no guarda ninguna traza de sus recorridos, al menos ninguna que sea explotable por el usuario. Según parece, esta función sí es normal y estándar en otros dispositivos de las primeras marcas (Garmin, por ejemplo).

Buceé por la Red para ver qué soluciones podía tener. Y aprendí que los dispositivos tomtom parece que utilizan como Sistema Operativo alguna versión de Linux, y es (relativamente) posible cargar aplicaciones desarrolladas por terceros para completar sus funciones estándar. Una opción que parece haberse restringido mucho en las últimas versiones del software de tomtom (especialmente en la versión 9, por lo que he leído). Da la sensación de que a tomtom no le gusta que nadie ande trasteando por sus dispositivos, y le pone trabas a los softwares desarrollados por terceros. Una política que siempre despierta recelos en el usuario avanzado.

Como la versión de mi software es la 7.9, no he tenido problemas (por el momento) en descargar de la red e instalar en el dispositivo un software llamado TripMaster (v. 2.4a). Este software (técnicamente, un plugin) ha sido desarrollado por un usuario particular, y es freeware. De todas formas, el autor solicita una donación voluntaria si el software te resulta útil. Yo voy a probar la aplicación en mi próximo viaje de primavera en automóvil y, si me resulta de utilidad, tengo pensado realizar una pequeña donación de, digamos, 10-15€ como contribución al ingente trabajo que supone este tipo de desarrollos.
Una de las pantallas de configuración de la aplicación
TripMaster v. 2.4a.
(Fuente: webazar)

El software se puede bajar directamente desde su web, y se instala sin problemas en el dispositivo tomtom, donde aparece un nuevo icono en el menú principal.

Lógicamente, su funcionamiento resulta algo truculento, ya que se trata de software de terceros añadido al software estándar del dispositivo. La propia instalación hay que realizarla por copia física de ficheros, ya que la aplicación tomtom Home no lo reconoce. Al poner en marcha el tomtom, hay que lanzar manualmente la aplicación, mediante su icono en el menú principal. Dispone de una pantalla principal, donde aporta algunos datos muy interesantes, y que el tomtom, en estándar, no ofrece al usuario, ya que se concentra en la función de ayuda a la navegación. Se visualiza una brújula bien visible, que se va orientando de acuerdo al recorrido, así como las coordenadas de latitud y longitud del punto en el que estamos y su altitud, además de otras características (velocidad puntual, velocidad media, tiempo de recorrido, etc.).

Mediante algunas otras pantallas accesibles desde la principal, podemos configurar sus funciones, en particular cómo va a gestionar los logs, es decir, la traza de la ruta que sigamos. Puede guardar ficheros de varios formatos relacionados con la cartografía. Desde el puro NMEA, con un número ilimitado de registros en que, cada uno, da los datos completos de un punto de paso, hasta el KML (directamente utilizable en Google Earth) que es un fichero XML de formato mucho más estructurado.

Una vez configuradas las opciones que queramos, podemos llevar la aplicación a background, de modo que visualicemos la clásica pantalla de navegación del dispositivo, mientras TripMaster está grabando (por detrás) periódicamente información de los lugares por donde pasamos y de la ruta que seguimos.

Si utilizamos, por ejemplo, el formato KML, deberemos tener la precaución, cuando nos paremos y queramos desconectar el tomtom, de parar la aplicación para que el fichero sea convenientemente finalizado y sea explotable posteriormente.

De vuelta a casa tendremos un cierto número de ficheros en el dispositivo (identificados por la fecha y hora de inicio) que ilustrarán toda las rutas que hemos realizado. Podremos copiarlos al PC y abrirlos desde Google Earth para ver todos nuestros movimientos sobre la imagen de satélite.

Francamente, esta funcionalidad me parece imprescindible para cualquier dispositivo GPS, y no consigo entender por qué tomtom no la incluye en sus dispositivos como estándar.

Serán, supongo, cosas del marketing.

JMBA

lunes, 27 de febrero de 2012

GPS en las cámaras fotográficas

Hace años, el único recurso que teníamos para viajar en automóvil por lugares que nos resultaban desconocidos sin perdernos (demasiado), era disponer de un stock de mapas a bordo y, a ser posible, de un copiloto con buenas habilidades cartográficas. O, por supuesto, preguntar a algún nativo, siempre que tuviéramos claro a dónde queríamos ir, y se avistara algún nativo ilustrado.
Imagen en Google Earth a partir de cuatro fotografías geoposicionadas
en la cámara, y un fichero de Registro GPS que ilustra la ruta.
La popularización de los dispositivos GPS para llevar en el coche han facilitado extremadamente esta labor. Conviene, sin embargo, tomar algunas precauciones. Un GPS no toma decisiones sobre nuestro viaje, sino que nos lleva de la mano al lugar que le hayamos definido como nuestro destino, siguiendo, eventualmente, una cierta ruta que le hayamos especificado. Conviene no librarse de los mapas, que nos servirán para definir con claridad los lugares que queremos visitar, evaluar la extensión de un desvío, etc. etc.

Pero el GPS nos da la posibilidad, en cualquier viaje, de visitar el centro de una gran ciudad, sin el temor de perder horas callejeando en vano, o intentando salir hacia la carretera correcta. Hace años, en York, viajando con mi padre en un coche de alquiler, queríamos salir de la ciudad para volver hacia Londres, donde teníamos el hotel. Una serie de decisiones rápidas y desafortunadas acabaron con nosotros en un camino vecinal que conducía a unas granjas de vacas. Un lugar que no teníamos especial interés en visitar.
Imagen de la cámara compacta Canon Powershot SX230HS,
con funcionalidad GPS.

Creo que quien ha utilizado alguna vez un GPS para algún viaje, ya no le parece razonable prescindir de él. A veces se le acusa de volvernos más zotes, y seguirle ciegamente, dejar de pensar. No estoy de acuerdo, si se utiliza de la forma adecuada. Utilizando GPS, a la fase de planificación de un viaje se le debe dedicar mucho más tiempo que antes, y conviene salir de casa con una cierta planificación, en forma de rutas para cada día del viaje. O, alternativamente, habrá que dedicarle cada noche en el hotel o alojamiento que tengamos, un tiempo a la planificación del día siguiente.

Otro de los temas que la tecnología ha revolucionado en el mundo de los viajes es la fotografía digital. Existen cámaras compactas que se pueden llevar casi en el bolsillo, o colgando del cinturón sin ningún engorro, que permiten conseguir fotografías de una calidad muy buena y en la cantidad que queramos, sin coste adicional. Los únicos elementos limitativos que tienen este tipo de cámaras son la carga de la batería y la capacidad de la tarjeta de memoria en que se van guardando las fotos.
Inscripción de GPS en la parte superior de la cámara
Canon Powershot SX230HS

La batería evidentemente, es el elemento más frágil del conjunto. Cuando se agota, hay que poner otra que esté cargada, o nos quedamos con la cámara inservible. Lo habitual es llevar, al menos, una batería de repuesto, y recargarlas todas por la noche, mientras dormimos, para tenerlas frescas a la mañana siguiente. Cualquier batería de cámara compacta de estos días permite realizar quizá hasta 200 fotografías, o más. Pero si utilizamos con mucha frecuencia el flash, o un uso extensivo de la pantalla de visualización, reducen de forma importante esta cantidad.

La tarjeta de memoria no es ya un problema. Con tarjetas SDHC de 8GB (capacidad para más de 2.000 fotografías de muy buena resolución) a un precio del entorno de los 15€, no supone mayor problema disponer de una o varias tarjetas de repuesto, o incluso comprar una nueva donde sea, si la necesitamos. Además, como frecuentemente se viaja con un ordenador portátil o notebook, también se pueden volcar todas las fotografías cada noche al ordenador.

Menús simples en la cámara para la gestión de la
funcionalidad GPS.

Todas estas facilidades suponen que en un día de viaje a cualquier parte, en lugar de haber disparado de 30 a 50 fotos (una cantidad más que razonable en la época de los carretes y el revelado), hayamos soltado el dedo 300-400 veces. De una semana de viaje podemos volver fácilmente con mil o dos mil fotografías, o incluso bastante más. Por no hablar de los clips de vídeo. Ya le dediqué un artículo a lo que podríamos denominar gestión de este arsenal de instantáneas digitales.
Así podemos ver una foto geoposicionada en la pantallita
de la propia cámara.

A su vez el desarrollo exponencial del uso de Internet y de las Redes Sociales en todas sus variantes, ha provocado que los usuarios compartan a puñados sus fotografías en la Red. Existen billions (millardos) de fotografías colgadas en la Red, muchas accesibles públicamente, otras sólo accesibles por invitación del autor. Y ello en webs generalistas de compartición de fotografías, o en webs más especializadas en viajes, por ejemplo.

Para que una fotografía de viaje (dejemos al margen las de celebraciones familiares o borracheras varias) resulte útil para una persona que no ha participado del viaje, deben reunirse varias condiciones. De una parte, su calidad y belleza, por supuesto, y el interés del tema retratado. Una pequeña ermita blanca en un inmenso prado verde puede resultar una imagen estimulante, al margen de cualquier otra consideración. Pero, en general, se requiere que el mirador de fotos sepa qué es lo que se ha fotografiado, que el autor haya añadido un comentario diciendo qué ermita es la fotografiada, y dónde está ubicada.

Finalmente, con la calidad y facilidad de uso de los inmensos recursos cartográficos disponibles (léase, sin ir más lejos, Google Maps o Google Earth), el último elemento que aporta una información muy valiosa al mirador es la ubicación geográfica precisa de esa ermita y ese prado.
Captura de pantalla del software Canon ZoomBrowser EX
v. 6.7.2.33, suministrado con la cámara para la gestión de las
fotografías y vídeos.

En los ficheros donde se guardan las fotografías (especialmente en el formato .JPG), aparte de la imagen se guardan muchos otros datos, que es posible explotarlos posteriormente, como ya comenté en otro artículo. Uno de estos datos hace referencia a las coordenadas geográficas (latitud y longitud) del lugar donde se tomó la fotografía, así como su altitud sobre el nivel del mar.

La mayoría de servicios dedicados a la compartición de fotografías en la Red (tómese Picasa como ejemplo) tienen en cuenta los datos Exif que están en el fichero, y permiten completar algunos de los que no se hayan inicializado ya en la cámara. En particular, es posible añadir a la fotografía un comentario o descripción y también geoposicionarla, es decir, asociar la fotografía a un lugar concreto del mundo, presumiblemente donde se tomó exactamente la fotografía. Este proceso es manual y relativamente laborioso, por lo que muchísimos usuarios lo esquivan. Esto provoca que una cantidad muy considerable de fotografías compartidas en la red carecen de ningún tipo de descripción y no están geoposicionadas. Su utilidad para el mirador anónimo es menos que escasa. 

Las cámaras reflex altas de gama, profesionales o semiprofesionales, disponen habitualmente de sistemas de conectividad que permiten asociar dispositivos externos con la cámara. Uno de estos dispositivos puede ser un receptor GPS, que aporte la capacidad de geoposicionar la fotografía en el momento de tomarla. Es decir, que grabe en el fichero las coordenadas geográficas del lugar desde donde se tomó la fotografía.

Ahora ya empiezan a estar disponibles en el mercado algunas cámaras digitales compactas que incluyen un receptor GPS integrado y que aportan, pues, la revolucionaria posibilidad de que las fotografías se guarden, ya en la tarjeta de memoria, incluyendo sus coordenadas geográficas.

Algunas marcas que ya disponen de esta función son, por ejemplo, Canon (Powershot S100, SX230HS o la muy recientemente anunciada SX260HS), Nikon (Coolpix S9300) ó Panasonic (Lumix DMC-TZ30).
Captura de pantalla del software Canon Map Utility v. 1.0.0.19,
suministrado con la cámara, para visualizar sobre un mapa las
fotografías geoposicionadas.

Yo soy un puro aficionado a la fotografía, especialmente durante cualquier tipo de viaje, y usuario de cámara digital compacta desde su primera generación. Tuve una Canon Ixus 55 (que desapareció con la sustracción de una cartera de mano en un ferrocarril suburbano de París), a la que sustituí por una Canon Ixus 950is. Antes había tenido una pequeña Sony Cibershot (comprada en la Navidad de 2001), de la que no quedé muy satisfecho, pues la mayoría de fotografías requerían un retoque de brillo y contraste antes de resultar utilizables.

Ahora he comprado una Canon Powershot SX230HS, por la que he pagado la misma cantidad de euros (en torno a los doscientos) que por cada una de las dos anteriores Canon IXUS. Alguna ventaja tiene la evolución tecnológica para el cliente de a pie.

Es una pequeña maravilla, de 12,1 megapíxels y 14x de zoom óptico. Con capacidad para grabar vídeos en full HD y velocidad suficiente para poder realizar ráfagas de fotografías (en situaciones deportivas, por ejemplo) o incluso breves vídeos a cámara lenta. Podéis ver todas sus características en la web de Canon.

Y esta cámara incluye un sensor GPS integrado. A través de los menús se puede activar la función GPS. Esto significa que cada vez que la cámara se pone en marcha, se posiciona con los satélites GPS y puede guardar, junto a cada fotografía o vídeo, las coordenadas geográficas, así como la altitud, del lugar donde se ha tomado. Cualquiera familiarizado con el GPS sabrá que al poner en marcha el dispositivo, tarda algo de tiempo en posicionarse correctamente. Así es también en la cámara. Hay un icono en la pantalla que indica, cuando el GPS está activado, si la cámara está posicionada (y grabará, por tanto, esa información en las tomas que hagamos) o no. Evidentemente, en lugares cubiertos, o entre montañas o en zonas muy arboladas, la recepción puede ser algo más complicada, o incluso imposible.

Con el GPS activado, es posible también activar el Registro GPS. Esta función mantiene activo el posicionamiento GPS (incluso con la cámara apagada) y guarda un fichero de tipo log, que permite reconstruir, por ejemplo, la ruta que hemos seguido mientras el registro ha estado activado. Evidentemente, esta función tiene el peligro de que la batería se va consumiendo incluso con la cámara apagada. La documentación advierte de que una batería se puede fundir en medio día de registro GPS, aunque no se tome ninguna fotografía. Todavía no tengo experiencia para confirmaros este dato.

Así vemos una ruta en Map Utility a partir de un Fichero de Registro GPS.
Yo, lógicamente, seguí la carretera con el coche, pero los intervalos de
grabación generan una ruta quebrada.

Tener en las propias fotografías la información concreta, detallada y fiable de su geoposición es una ventaja muy importante a la hora de la gestión del arsenal de fotografías posteriores a cualquier viaje. Tomando alguna precaución, puede ser un instrumento extremadamente útil. Cada vez que cambiemos de escenario, convendrá (al tomar la primera foto), no hacerlo inmediatamente y asegurarnos de que la cámara ya tiene comunicación con los satélites GPOS, para que incluya en las fotos siguientes esa información. Antes de realizar fotografías en el interior de una catedral o ermita (donde no tendremos cobertura GPS), será conveniente realizar una o varias en el exterior, para que la serie quede convenientemente geoposicionada. Una vez en casa, usando el software que se suministra con la cámara, o directamente los recursos habituales para la compartición de fotografías, será muy sencillo geoposicionar todas las fotos del interior del edificio en el mismo lugar que las que hayamos tomado desde el exterior.

Desgraciadamente, todavía hay bastantes webs de las que permiten subir fotografías que no son conscientes de la riqueza de información que puede venir en los datos Exif asociados al fichero, y en algunos casos nos puede tocar repetir la operación manualmente para geoposicionarlas de nuevo.

Y no olvidemos que esta riqueza de información tiene un primer destinatario natural, que somos nosotros mismos. Unos años después de realizar un viaje podremos deleitarnos no sólo con la belleza de los lugares que hayamos fotografiado, sino que podremos recrear la ruta y la ubicación concreta de cada cosa. 

Por su elevado consumo de batería (incluso con la cámara apagada) la opción de Registro GPS habrá que administrarla sabiamente. Puede tener muchísimo sentido para un paseo andando por cualquier ciudad, o por una ruta de trekking montañero. Pero tenerlo activado mientras nos desplazamos por carretera o ferrocarril puede ser prescindible, salvo un interés específico muy concreto, y siempre llevando una o varias baterías de repuesto cargaditas en la bolsa.

En fin, hace tiempo que soñaba con poder disponer de un receptor GPS integrado en la cámara fotográfica. Ahora ya es posible, y por un coste de adquisición más que razonable.

Con la Canon Powershot SX230HS se suministran algunas aplicaciones de software muy útiles (ZoomBrowser EX,...) y en particular el Map Utility, ligado a las funcionalidades GPS de la cámara. Directamente permite posicionar las fotografías en un mapa (de Google Maps, por cierto), siempre que tengamos conexión a Internet. También puede visualizar la ruta seguida, si hemos activado el Registro GPS. Asimismo permite crear ficheros explotables desde Google Earth, los famosos KML ó KMZ. Ficheros que, en su caso, podemos enviar a cualquiera para que visualice en su Google Earth nuestra ruta y las fotografías que hayamos hecho. Aunque en la versión 1.0 del software he detectado un error al trasponer una ruta para poderse utilizar desde Google Earth, que tengo reportado al Soporte de Canon para su resolución.

Os ofrezco algunas imágenes de pantalla del software que acompaña a la cámara, utilizando un breve recorrido con el Registro de GPS activado, entre la estación ITV de Alcobendas (Avda. Fuencarral, 100) y la tienda de Saturn en el Centro Comercial Alegra de San Sebastián de los Reyes. Asimismo os incluyo alguna fotografía de la propia cámara y de parte de los menús de la cámara relativos a la gestión de las funciones GPS.

En resumen, un avance tecnológico extremadamente útil, si se sabe utilizar bien.

JMBA


(16/5/12) - Llevo ya algún tiempo utilizando la nueva cámara en algún evento y también en un viaje por París y Londres. Mi conclusión es que la funcionalidad de que las fotos tomadas por la cámara puedan estar ya geoposicionadas es extremadamente interesante. Sólo un pequeño inconveniente: cuando se cambia de emplazamiento, o cuando se activa la función de GPS, a la cámara le puede costar bastante tiempo hasta que consigue todos los datos para saber dónde se encuentra. En París, por ejemplo, le costó prácticamente casi una hora tener la función efectivamente activada, tras salir del Metro. Por el contrario, cuando ya lo sabe, si no se desactiva la función, al ponerla en marcha, en un par de segundos ya tiene activada la función e incorpora la geoposición al fichero de la fotografía  (o vídeo) que se tome.

Por el contrario, a la función de Registro GPS (que se mantiene activa incluso con la cámara apagada, con el consiguiente consumo de batería) no le he acabado de encontrar una utilidad práctica hasta ahora.



(29/8/12) - Con el uso, he detectado una vulnerabilidad física de esta cámara, en forma de deformación de la corona que rodea al objetivo y de la cortinilla de cierre. Con fecha de hoy he reportado el problema a Canon (a través de su web), con el siguiente texto:

"He tenido ya dos generaciones de cámaras Canon IXUS (a plena satisfacción) y en Febrero de 2012 compré esta cámara PowerShot SX230, especialmente por la funcionalidad de GPS, que me parece muy útil.

Llevo ya realizadas con ella unas 3.500 fotografías y algunas docenas de vídeos, y la verdad es que la calidad de todo ello es muy buena, la esperable de una cámara Canon.

Sin embargo, he tenido problemas físicos con la cámara. Durante mis viajes, acostumbro a llevarla siempre colgada en el cinturón, dentro de una funda. Así la tengo siempre a mano para tomar alguna fotografía o lo que sea, en cualquier momento. Con las IXUS nunca he tenido ningún problema ligado a esta práctica.

Sin embargo, con la SX230HS tengo el problema de que la corona interior que protege el objetivo, y la cortinilla de abertura y cierre se han deformado ligeramente. Ciertamente, su apariencia es de una más que aparente fragilidad.

El resultado es que la cortinilla no cierra completamente en posición de OFF (por lo que no protege del todo el objetivo del polvo y otros elementos) y tampoco abre totalmente en la posición de ON, y hay que acompañar un poco a la cortinilla con el dedo, para completar la apertura. Si me olvido de verificarlo, la foto tiene un pequeño ángulo negro, habitualmente en la esquina superior izquierda.

Tengo unas fotografías del desperfecto, si les pueden servir de ayuda para localizar el problema, si es que ningún otro usuario lo ha reportado (lo que me parecería bastante incomprensible).

Les ruego que me indiquen cómo debería proceder para solventar este enojoso problema.

Gracias de antemano por su amable atención."

Esta es una ilustración del problema

Con la cámara cerrada, la cortinilla no cierra del todo. Se aprecia
la deformación en la corona del objetivo.

Con la cámara abierta, la cortinilla no abre del todo, y hay que
acompañarla con el dedo, para evitar un "ángulo negro" en la foto.


Os mantendré informados de su respuesta.

jueves, 23 de febrero de 2012

El Miedo es la Clave

Alistair MacLean fue un escritor escocés (1922-1987) que escribió multitud de novelas de ambiente bélico y de suspense. Sus obras más conocidas (llevadas al cine) son Los Cañones de Navarone y El Desafío de la Águilas.

En 1961 escribió una novela titulada El Miedo es la Clave (Fear is the Key), que fue llevada al cine por el director Michael Tuchner en 1971. Recuerdo haber leído la novela en algún momento del pasado, pero lo he olvidado todo de ella, salvo el título.
(Fuente: capitancinema)

He recuperado el título de este antiguo libro porque estos días da la sensación de que, efectivamente, el miedo es la clave (o la llave) de muchos de los acontecimientos de la actualidad.

Siempre he desconfiado de los abstemios (los que nunca beben alcohol), pero también de los borrachos conocidos y los alcohólicos anónimos. Siempre he desconfiado de los temerarios (los que nunca tienen miedo), porque los valientes sí sienten una cierta dosis de miedo, pero saben convivir con él y sobreponerse. La dosis adecuada es la clave.

En los análisis de sangre, si sube mucho el azúcar, eso es malo. Pero si baja demasiado, es casi peor. Lo mismo sucede con el miedo.

Una cierta dosis de miedo estabiliza la vida y la sociedad. El miedo impide a las personas tomar decisiones temerarias. El miedo es la manifestación práctica de la relativa incertidumbre que todos tenemos de lo que habrá al otro lado de cualquier puerta.

Una sociedad de ciudadanos con miedo (de perder algo ya conseguido, por ejemplo) es lo que hace que las sociedades evolucionadas tengan tendencia a ser relativamente estables. Se dice que las clases medias son las que mayores dosis de miedo atesoran, porque su prosperidad personal y familiar dependen en gran medida de la prosperidad del conjunto de su país y, en nuestro caso, de la prosperidad de la Unión Europea en su conjunto. Si todo se va al carajo, tienen mucho que perder. Por el contrario, los desheredados carecen de miedo, porque ya nada tienen que perder, y por eso son la mayor fuente de inestabilidad social. Las grandes guerras de la edad moderna han sobrevenido en circunstancias donde una mayoría de la población ya no tenía nada que perder, y cualquier cosa iba a ser mejor que su situación actual. En lugar de tener miedo a lo que pudiera haber al otro lado de esa puerta cerrada, había la esperanza de que tras ella se pudiera vivir y no sucumbir en la miseria o se tuviera la tranquilidad de que no te aplicaran electrodos en los huevos, y cosas así.

Las clases más acomodadas (los ricos, para entendernos) también acostumbran a carecer de miedo. Si su país se hunde, siempre les quedará Suiza, Belice o las Caimán. Y si el mundo se acaba (ver la película 2012), siempre les quedará una plaza en una de esas naves interplanetarias construidas ad hoc y que se venden a trillón.

Con los últimos acontecimientos, con las decisiones del nuevo Gobierno, con las diversas Reformas ya introducidas (especialmente la Laboral), con la presión insaciable del eje franco-alemán para contener el déficit y la Deuda, con las indicaciones de que hay que reducir los salarios, con la realidad de que los empleos ya son todos temporales, precarios y muy baratos de rescindir, estamos bordeando una situación médica de hipo-miedo. Las dosis de miedo en todas las capas de la sociedad están alcanzando sus mínimos históricos, por lo menos en todo el largo período postbélico desde 1945.
Violenta represión en Valencia.
(Fuente: cubadebate)

El Gobierno parece no tener miedo de que su Reforma Laboral draconiana (que no es ajuste, sino un cambio completo del modelo de relaciones laborales) le vaya a suponer merma de su popularidad, o amenace su victoria anunciada en las Autonómicas andaluzas del 25 de Marzo. Los cuerpos policiales no parecen tener miedo de sacar las porras a pasear, y de emplearse a fondo apaleando chiquillos de instituto (o melenudos perroflautas infiltrados, que para el caso, es lo mismo). Parecen estar bastante seguros de tener carta blanca y disponer de una cierta impunidad. Los Bancos parecen no tener miedo a dar créditos: simplemente no los dan, y así se evitan el estrés y el riesgo, mientras se dedican a tomar prestado dinero barato del BCE para invertirlo en Deuda bien remunerada, y sentarse a esperar los réditos.

Los ciudadanos, por su parte, parecen estar perdiendo el miedo también. Porque empiezan a ser conscientes de que estamos llegando a un punto donde ya cualquier otra cosa sería mejor. Sea lo que sea que haya al otro lado de la puerta cerrada, no puede ya ser peor, y se pierde el miedo a abrirla. Cuando probos ciudadanos, que estaban convencidos de vivir en un entorno de prosperidad sin final y de tener su futuro resuelto, se ven abocados a los desahucios por impago y a los comedores de Cáritas, las convicciones desaparecen, los principios flaquean y el miedo se desvanece. Cualquier otra cosa valdría más que esto.
La Reforma Laborar decretada por el Gobierno es un
atentado a la línea de flotación del Estado del Bienestar.
(Fuente: actibva)

Una sociedad con mucho miedo es mala cosa, porque se atenaza, se estanca y se resigna. Un Gobierno con miedo es mala cosa, porque se vuelve timorato y es incapaz de pensar en grandes cosas para el futuro y en nada que suceda más allá de mañana.

Pero una sociedad sin miedo está condenada a la desestabilización general. Un Gobierno sin miedo se vuelve temerario y no le duelen prendas de aplicar indiscriminadamente el bisturí, porque aunque muchos mueran, quizá salvemos la raza.

Una dosis razonable de miedo es lo que hace que las sociedades y los gobiernos sean valientes (que no temerarios) y sepan abrir puertas que nos lleven a todos a nuevas estancias más amplias y en mejores condiciones. Una dosis razonable de miedo es la que evita que nos despeñemos por el precipicio, tras unos pasos despreocupados al borde del abismo. Una dosis razonable de miedo es la que nos lleva a todos a ser respetuosos con la Ley.

Se puede morir cuando sube mucho la tensión arterial, pero también cuando baja demasiado. El azúcar alto es malo, pero las bajadas de azúcar son casi peores.

Este mundo está pensado para convivir con el equilibrio, estable si es posible, indiferente si acaso (como ese cono tumbado que rueda indolente por la mesa), pero nunca inestable (andar por el filo de la navaja).

El mucho miedo es malo. Pero la ausencia de miedo puede tener consecuencias incluso peores.

El miedo es la clave.

JMBA

martes, 21 de febrero de 2012

Barcelona Recobrada


Con ocasión de asistir a una cena de antiguos compañeros de trabajo, tuve la oportunidad de viajar un par de días a Barcelona, en compañía de mi buen amigo Coy Antino.

Habíamos pensado en viajar por carretera. Pero como coincidieron las fechas con un frente frío que podía amenazar con hielos y demás, finalmente preferimos la comodidad del AVE. La comodidad, desde luego. Pero la economía, para nada. Creo que es urgente revisar la política tarifaria de Renfe. Teniendo flexibilidad de horarios, como era el caso, me parece impresentable tener que acabar pagando la friolera de más de 188 Euros por un viaje de ida y vuelta en Clase Turista. Bastante más de los precios a los que se puede conseguir un billete de avión para el mismo recorrido. Esperemos que lo que ha prometido la Ministra se haga pronto realidad, en cuanto a la flexibilización de tarifas que estaría preparando Renfe.
Avinguda del Portal de l'Àngel, en una mañana
festiva de Navidad.
(JMBigas, Diciembre 2010)

La cena se iba a celebrar en el Restaurante Tibèric, en la calle Tuset. Por su cercanía y porque ya lo he visitado últimamente en varias ocasiones a plena satisfacción, reservamos habitaciones en el Hotel Via Augusta, frente a la Plaza de Gala Placidia. Fue una excelente elección. A no más de 10-15 minutos a pie del restaurante, y junto a la estación de Gràcia de los Ferrocarriles de la Generalitat de Catalunya y con multitud de autobuses en todas direcciones. Un hotelito muy digno y correcto, excelentemente ubicado, que practica, según temporadas, precios muy interesantes (45-50 Euros por habitación y noche).

Tras un corto recorrido en Metro y FCGC desde la estación de Sants, llegamos al hotel en torno a las dos menos cuarto de la tarde. Hasta las 9 de la noche, disponíamos de un tiempo precioso para poder disfrutar un poco de la ciudad. El día estaba templado y el Sol lucía sobre un cielo completamente azul.
La Catedral de Barcelona, bajo el sol tibio de una
tarde de invierno.
(JMBigas, Febrero 2012)

Decidimos acercarnos primero a tomar un tentempié al Frankfurt Vallés de Gran de Gràcia. Sus bocadillos calientes de pan ligero y excelentes carnes y embutidos (de elaboración propia en Montcada i Reixach) son una institución en toda el área metropolitana de Barcelona.

Aprovechamos para cruzar desde Via Augusta por la calle del Cisne, lo que nos permitió una breve visita al recientemente remozado Mercat de la Llibertat, y pasar junto a alguna de las tiendas que formaron parte de mi infancia, como la Casa de la Pasta o el Tostadero Caracas.

Tras el almuerzo improvisado, iniciamos un paseo por Gran de Gràcia hacia la Diagonal, pasando por los Jardinets y el grandioso y lujoso Hotel Casa Fuster.

Mi amigo no conocía la tienda de Vinçon, ya en el Paseo de Gracia, por lo que hicimos una visita a ese palacio de las cosas superfluas (la mayoría), hermosas (muchas) y caras (todas).

Andar por el Paseo de Gracia es toparse a cada rato con maravillas de la arquitectura, como la Casa Milà (la Pedrera), o la Casa Batlló, más cerca de la Plaza de Cataluña, por sólo citar dos obras señeras que se deben al talento de Antonio Gaudí. Y para no olvidar tampoco las exquisitas tiendas, los deliciosos cafés, bares y restaurantes en todo el recorrido. En uno de ellos paramos a tomar un café y un chupito de brandy que contribuyó a una mejor digestión.

Bordeamos la Plaza de Cataluña hacia el Portal del Ángel, una arteria peatonal que acostumbra a estar siempre atestada de viandantes durante el amplio horario comercial.

Desembocamos finalmente frente a la Catedral, una maravilla gótica, desafortunadamente rodeada en la actualidad de andamios y grúas, espero que con buen fin. Pero el Sol tímido de esa tarde de invierno jugaba mágicamente con la piedra, creando colores cambiantes a cada rato.
La Plaza Real de Barcelona.
(JMBigas, Diciembre 2010)

Callejeando un poco en dirección al mar, pasamos frente al monumento a Ramón Berenguer III, y hasta la calle de Jaime I, que conduce a la Plaça de Sant Jaume. Una tienda inhabitual llamó poderosamente nuestra atención. Se trata de JocsMallart, un local relativamente pequeño pero atestado de toda clase de juegos de mesa, que dispone, creo, de todas las barajas de cualquier tipo de naipes que se hayan producido alguna vez en alguna parte del mundo.

La Plaça de Sant Jaume parecerá relativamente pequeña a quien no la haya visto nunca. Pero allí se enfrentan los dos monumentales edificios que son la sede del Ayuntamiento de la ciudad uno y de la Generalitat (el gobierno regional), el otro.

Seguimos por la calle Ferran en dirección a las Ramblas. Pero a mitad de camino nos desviamos a la izquierda hacia la Plaza Real, que da gusto verla en estos últimos tiempos. Hace años era una de las partes más deprimidas de la ciudad, donde se acumulaba el peor lumpen, provocando un entorno degradado del que huían tanto los nativos como los visitantes. Pero hoy sus palmeras alegran una plaza cuadrada de tamaño medio, donde hay varios restaurantes con agradables terrazas exteriores alrededor.

Por la Rambla de Santa Mónica (la parte más ancha y despejada de todas las Ramblas) bajamos hasta el borde del mar. Con la estatua dedicada a Colón en el centro de la plaza, y los edificios del Gobierno Militar y del Puerto de Barcelona como guardianes de la zona. Ya había anochecido, y el viento junto al mar en el Port Vell era bastante fresco y molesto.

Decidimos iniciar la vuelta al hotel, para lo que tomamos el Metro en Drassanes. Cambiamos en Catalunya a los FCGC, hasta Gràcia. Llegamos al hotel antes de las 8 de la tarde. La cena estaba convocada para las nueve, por lo que tuvimos un ratito para relajarse y revisar las novedades en el Notebook, gracias al WiFi gratuito disponible en todo el hotel.
Monumento a Colón, junto al Port Vell de Barcelona.
(JMBigas, Diciembre 2010)

A las ocho y media nos fuimos para el restaurante. En la esquina de Balmes y Travessera de Gràcia le mostré a Coy Antino el colegio donde estudié yo entre los 7 y los 15 años de edad: la Escuela Pía de Balmes.

Llegamos al Restaurante Tibèric con diez minutos de antelación, pero algunos ya se nos habían adelantado, y el resto fueron llegando en los siguientes minutos. Con algunas deserciones de última hora, nos juntamos 16 personas: 15 hombres con mucho pelo blanco, alopecia y arrugas diversas, con cara de haber atesorado multitud de manías en sus largas vidas, y una señora de muy agradable presencia.

La cena (de factura moderada, propia de tiempos de crisis) discurrió con normalidad, entre animadas conversaciones.

Pasada la medianoche, Coy Antino y yo, con otros dos colegas, tomamos una copita en un pequeño bar desierto por el barrio de Gràcia, regentado por una pareja de chicas.

A la mañana siguiente, mientras me estaba afeitando (utilizando los numerosos recursos contenidos en mi Unidad Básica de Movilidad, una maletita de tamaño exagerado para pasar una sola noche fuera de casa y que fue frecuente objeto de chanzas), me llamó mi amigo para informarme de que Jesús (con quien habíamos compartido cena la víspera) se había acercado hasta el hotel para tomar un café con nosotros.
La Sagrada Familia, en obras (eternas).
(JMBigas, Febrero 2012)

Cuando terminé el protocolo de aseo matinal, y preparé el equipaje para la partida, me acerqué a un bareto en el rincón de Gala Placidia, junto a lo que fueron durante muchos años las Atracciones Caspolino (y actualmente se está construyendo la nueva sede del Col.legi d'Economistes), donde me esperaban.

Nos fuimos a continuación paseando por la Travessera de Gràcia en dirección a la Sagrada Familia. Quien conozca la calle sabe que es relativamente estrecha, con dos carriles de circulación bastante exiguos, y unas aceras ridículas, que obligan a bajar a la calzada al cruzarse con peatones en sentido contrario. La recompensa es que se pasa frente a muchas de las tradicionales panaderías de Barcelona (Forns y Fornets), de los que salía en esas horas matinales un estimulante aroma a pan recién hecho y a bollería fina.

Cruzamos frente al Mercado de Gràcia, hacia el Paseo de San Juan. Nos llamó en el trayecto Pep, que la víspera no pudo asistir a la cena por un problema médico, y que también nos quería saludar en persona. Quedamos con él frente a la Sagrada Familia.
Detalle de la Sagrada Familia, con caseta de obra incluida.
(JMBigas, Febrero 2012)

Bajamos por el Paseo de San Juan, junto a las pistas para jugar a la petanca que, a esa hora cercana al mediodía, estaban atestadas de jugadores, mayoritariamente hombres de edad entre media y tres cuartos, y también alguna señora.

Llegamos finalmente frente a la Sagrada Familia, que siempre es un impacto visual. Especialmente en estos tiempos en que están trabajando en ella con intensidad, para acercarse a su finalización. En unos meses sin verla, siempre hay elementos nuevos en los que fijarse. La densidad de turistas y visitantes era importante, destacando, como es habitual, los pequeños grupos de japones@s, con caras transidas de alucinación artística.

El día estaba soleado y la temperatura era templada, por lo que nos sentamos en una terracita frente a la basílica, para tomar una cervecita de aperitivo. Al poco rato llegó Pep, para gran alegría de todos.

Charlamos un buen rato y un par de cervezas, un poco de todo. Nuestro AVE de vuelta a Madrid salía de Sants a las tres de la tarde. Pep se ofreció a acercarnos en su coche, y para allá que nos fuimos hacia las dos menos cuarto, pasando antes por el hotel para recoger la impedimenta. Ligerísima, casi inexistente, la de Coy Antino; de tamaño compacto y con ruedas la mía.

Ya en la estación nos tomamos un tentempié antes de abordar el tren. A bordo, una buena siesta casi hasta Zaragoza, y de vuelta a Madrid para las seis menos cuarto de la tarde.

Con ello dimos fin a una visita muy placentera a Barcelona, donde la meteorología sin duda nos acompañó. Una ciudad deliciosa donde yo viví los primeros veintiocho años de mi vida.

Y donde pudimos reencontrarnos con muchos y buenos amigos.

JMBA