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domingo, 29 de julio de 2012

Monasterio de Piedra

Ese miércoles, 11 de Julio, había pernoctado en Cariñena (Zaragoza), que es un pequeño pueblo (pop. 3.728), centro de la comarca vinícola de su mismo nombre, de la que ya os hablaré en otra ocasión. El jueves ya debía volver a Madrid, y quería dedicar la mañana a visitar el Monasterio de Piedra, del que he oído hablar (mucho y bien) desde que era un niño, pero en el que nunca había estado hasta ahora.
Cascada Trinidad. El agua se desliza sobre la roca y
los musgos que la recubren.
(JMBigas, Julio 2012)

Alguna publicidad o promoción de Cariñena o de alguno de sus hoteles, afirma que Cariñena está próxima al Monasterio de Piedra, pero no es cierto. Tampoco está ciertamente lejos (pertenecen a la misma provincia, Zaragoza), pero hay que recorrer más de 80km. y emplear más de una hora. De todas formas, salí prontito de Cariñena, y estaba en el Monasterio de Piedra en el entorno de las diez de la mañana.

En el año 1.194, el rey Alfonso II de Aragón cedió los terrenos del actual Monasterio de Piedra (donde había una fortaleza de defensa contra los invasores musulmanes), a trece monjes cistercienses procedentes de la entonces Abadía (hoy Monasterio) de Poblet, en la provincia de Tarragona.

La construcción del cenobio se produjo en tres etapas, por lo que presenta mezcla de estilos en él: desde el gótico primitivo, hasta el renacentista y también el barroco clásico (s. XVIII).
Cascada La Caprichosa
(JMBigas, Julio 2012)

Los monjes aportaron a la zona su saber hacer. Se desarrolló la producción de vinos (de hecho, en la actualidad existe una Denominación de Origen Calatayud para los vinos del área, cuyo Museo del Vino ocupa alguna de las salas del Monasterio). Fue asimismo famosa la producción de quesos y dulces, y el Monasterio de Piedra fue el primer lugar de España donde se fabricó chocolate.

En 1.835, con la Desamortización de Mendizábal, los monjes tuvieron que abandonar el Monasterio, que pasó a manos del Estado. En 1.840 el Estado decidió subastar el Monasterio y todos los terrenos que lo rodean (unas 1.800 hectáreas). Un industrial catalán, D. Pablo Muntadas Campeny, lo compró por 1.250.000 reales de la época. Uno de sus descendientes, Juan Federico Muntadas Jornet decidió trasladar su residencia a esa zona. Ecologista primigenio, se maravilló del entorno natural del Monasterio, y se empeñó en ponerlo en valor para que pudiera ser públicamente disfrutado. De hecho, fue el creador de lo que actualmente es el Parque Natural del Monasterio de Piedra.
Los Vadillos, donde el río ya sueña despeñarse por
La Caprichosa.
(JMBigas, Julio 2012)

Cuando uno visita el Monasterio de Piedra, muy probablemente destinará un breve tiempo a visitar el Monasterio en sí mismo. Tiene un bonito claustro, algunas dependencias dedicadas al Museo del Vino D.O. Calatayud, un pequeño Museo del Carruaje y una iglesia que fue parcialmente destruida a principios del siglo XIX. A la iglesia, efectivamente, le falta casi la totalidad de la techumbre, y se mantiene, escasamente, en estado de ruina digna. De hecho, la iglesia sigue santificada y se celebran allí lucidas bodas al aire libre. El conjunto dispone asimismo de un Hotel Hospedería.

Pero la mayor parte del tiempo el visitante lo va a ocupar en recorrer el Parque Natural.

El río Piedra, que discurre junto al Monasterio, ha creado, con el paso de los siglos, un entorno paisajístico que tiene mucho de magia, plagado de cascadas y de caídas de agua, que se desliza sobre la roca y forma las llamadas chorreras. Constituye un auténtico oasis en un área cuyo paisaje predominante es más bien semidesértico.

En los meses de verano, el Parque abre desde las nueve de la mañana hasta las ocho de la tarde. El acceso cuesta 13,50 Euros por persona (con algunas reducciones posibles).
Bajando por la Gruta Iris, el camino es angosto.
(JMBigas, Julio 2012)

Hay una amplia zona de aparcamiento para los vehículos, pero ese jueves de Julio, a las diez de la mañana, la afluencia era todavía bastante reducida. Desde ahí, a pie, se accede a la zona de servicios, donde hay restaurantes, tienda, bar, la taquilla de entrada, etc. Hacia la derecha está el Monasterio, en el que se organizan visitas guiadas a horas fijas (conviene informarse en taquilla, pues los horarios varían según los días). De frente se accede al Parque Natural.

El Parque está muy bien preparado para recibir a visitantes de todas las edades y condiciones. Hay habilitado un recorrido completo (de unos 5km, pero con algunas fuertes subidas y bajadas), perfectamente señalizado y balizado, así como desvíos opcionales hacia otros rincones atractivos del Parque. A pesar de su vocación universal, conviene que el visitante mantenga una cierta agilidad física, para que el recorrido no se convierta en un calvario. Su frondoso arbolado hace que, incluso en días calurosos, la temperatura durante el trayecto sea, en general, agradable.

El recorrido se inicia descendiendo, pero poco dura la alegría en casa de los pobres. Toda la zona está recorrida por infinidad de cursos de agua, y el agua gotea y se desliza por todas partes. En un área bastante llana se ven las primeras cascadas, a cuyos pies el Baño de Diana es un remanso de paz.
Cascada de la Cola de Caballo, desde la Gruta Iris.
(JMBigas, Julio 2012)

Se continúa por la Cascada Trinidad y el mirador de la Cascada La Caprichosa, clásica en forma de velo de novia. Luego toca remontar hasta la parte superior de la cascada, para cruzar Los Vadillos (el río alborotado que ya ansía despeñarse) por un puente, hacia la parte superior de la Cascada de la Cola de Caballo, posiblemente la más famosa del Parque, que cae desde unos 50 metros de altura (según las informaciones oficiales). Toca descender por la Gruta Iris, en paralelo a la Cascada. El camino aquí es angosto y, aunque se esculpieron escalones y hay pasamanos, la bajada es un desafío para personas no muy ágiles. Finalmente se llega al pie de la cascada, que ocupa una rinconada, y el recorrido continúa hacia el área de piscicultura, donde se crían diversas especies de peces de agua dulce, especialmente algunas variedades de trucha.

El camino, bastante llano en esta zona, va rodeando la llamada Peña del Diablo, y bordea el Lago del Espejo. Se vuelve hacia la zona inicial, donde hay un pequeño monumento al fundador del parque, y zona de juegos infantiles. Toca abordar la parte final del recorrido, subiendo sin parar hasta recuperar el nivel de la partida. En mi caso, remontar mi sobrepeso, tras el cansancio de todo el recorrido, fue un desafío que me hizo maldecir en sánscrito.
En el área de piscicultura, abundan las truchas
(JMBigas, Julio 2012)

En la parte alta, ya próxima a la salida, hay una gran pradera despejada (esto es, a pleno Sol), donde a horas fijas se realiza un Espectáculo de Vuelo de Rapaces. El público se sienta en unos bancos que rodean la zona de vuelo, y se ruega que nadie se ponga de pie, pues algunos vuelos son muy rasantes. Las monitoras muestran el vuelo de diversas especies, que incluyen águilas, buitres, búhos, halcones,... e invitan a los espectadores que quieran a calzarse el guante especial para recibir a las aves. El espectáculo dura una media hora, pero no conseguí ninguna buena fotografía de los vuelos, aunque sí hay algunas escenas muy interesantes en el vídeo (de algo más de cinco minutos de duración) que he editado y subido a YouTube.

De vuelta a la zona de servicios (ya casi las dos de la tarde), tomé un tentempié en una de las cafeterías del recinto, haciendo tiempo hasta la siguiente visita planificada del Monasterio (ese día, a las tres y cuarto). Una guía de la Europa del Este, en pleno intercambio cultural, nos acompañó en el recorrido por el Monasterio (claustro, diversas dependencias, Museo del Vino, Museo de Carruajes, Iglesia -con posibilidad de descender a la cripta-, etc.). En conjunto, una media hora de visita. Aparte del claustro, muy bonito, la parte que más me llamó la atención fue la ruina digna de la iglesia, muy singular y característica.
Lago del Espejo
(JMBigas, Julio 2012)

Antes de abandonar el Parque del Monasterio de Piedra hice una visita a la tienda de recuerdos. Aparte de toda clase de dulces y, por supuesto, chocolates, así como los tradicionales recuerdos kitsch Made in China, también tienen a la venta una pequeña muestra de los vinos de la D.O. Calatayud, de la que forma parte el Monasterio.

Finalmente, tomé ya mi camino de vuelta a casa, hacia Madrid, pasadas las cuatro de la tarde, unas seis horas después de mi llegada por la mañana. Cansado, pero feliz, porque todo el entorno es idílico y bien merece una visita.
Claustro del Monasterio de Piedra
(JMBigas, Julio 2012)

Aparte de las fotografías que he escogido para ilustrar este artículo, podéis acceder a una completa colección de 64 fotografías (del Parque, del Monasterio y de las aves rapaces) pinchando en la foto de la cascada Cola de Caballo, así como al breve vídeo que os incluyo.

Monasterio de Piedra



El Monasterio de Piedra está a 105 km. de Zaragoza, a 229 km. de Madrid, a 417 km. de Barcelona y a 318 km. de Valencia. Si estáis por Zaragoza, no os lo perdáis. Pero bien merece el desvío desde otros lugares.

JMBA

lunes, 23 de julio de 2012

Monasterio de Veruela y Museo del Vino "Campo de Borja"

En las faldas aragonesas del Moncayo (el Mont Caius de los romanos), se construyó en el siglo XII el Real Monasterio de Santa María de Veruela, inicialmente en estilo románico, junto al pueblo de Vera del Moncayo.
Portada románica y campanario de la iglesia de Veruela.
(JMBigas, Julio 2012)

El Monasterio fue ocupado hasta 1835 (la Desamortización de Mendizábal) por los monjes cistercienses. Estos desarrollaron un señorío en torno al Monasterio, manteniendo el control de bastantes de los pueblos de la actual comarca del Campo de Borja, y Veruela se convirtió así en un poder económico de la zona.

Tras el abandono, forzado, de los monjes, una Junta de Conservación (constituida por algunas fuerzas vivas locales) impidió la destrucción y el abandono del Monasterio. Se abrió una Hospedería, donde dos de sus huéspedes más famosos fueron los hermanos Bécquer (en 1863-64), Gustavo Adolfo y Valeriano. Allí escribió Gustavo Adolfo Bécquer sus famosas Cartas desde mi celda.

Entre 1877 y 1973, la Compañía de Jesús instaló un noviciado en el Monasterio (con la única interrupción de la expulsión de la Orden durante la República y la Guerra Civil - 1932-39).

En 1976 el Estado cedió el usufructo de Veruela a la Diputación Provincial de Zaragoza (DPZ), que obtuvo la plena propiedad en 1998. Actualmente, la DPZ tiene abierto el Monasterio a la visita del público (entrada: 1,80Euros) y lo utiliza como escenario privilegiado para diversas actividades culturales (exposiciones, ciclos de música, conciertos,...).
Interior de la iglesia del Monasterio de Veruela.
(JMBigas, Julio 2012)

En 1994 se inauguró, en un edificio anexo al Monasterio, el Museo del Vino Campo de Borja. El cultivo de la vid y la producción de vino ha sido tradicional en la comarca, donde predomina la variedad garnacha. De acuerdo a los datos de que se dispone, existen trazas de garnacha en el Campo de Borja desde el año 1.145. En la actualidad, de las casi 5.000 hectáreas de esta variedad, cerca de 2.000 tienen viñas con edades comprendidas entre los 30 y los 50 años. Las viñas viejas tienen habitualmente un rendimiento mucho menor, pero son muy apreciadas porque aportan una gran complejidad estructural y aromática a los vinos. Los viñedos se extienden por alturas entre los 350 y los 700 metros sobre el nivel del mar.

Visité recientemente el Monasterio de Veruela, y su anexo el Museo del Vino. Desde Madrid opté por una ruta alternativa a la que sería más natural, por la carretera de Zaragoza. Viajé por la carretera de Burgos hasta pasado Somosierra, y de ahí me desvié hacia tierras segovianas y sorianas (Riaza, San Esteban de Gormaz), siguiendo el Duero. Pasada Soria capital, ya en dirección hacia Tarazona y Aragón, se disfruta de la imagen majestuosa del Moncayo, elevándose orgulloso sobre los campos llanos de Castilla.
Este hombre parece sostener sobre sus hombros la
bóveda junto al claustro de Veruela.
(JMBigas, Julio 2012)

Veruela y, en general, el Campo de Borja, forman parte del valle del río Huecha, un afluente del Ebro.

Veruela es uno de esos atractivos destinos de Turismo de Interior que reciben, habitualmente, una afluencia mínima de visitantes. Cuando yo llegué, un poco antes del mediodía, en el aparcamiento frente a la entrada no había más que dos o tres coches. Compré la entrada y realicé la visita libre por el Monasterio, articulada casi en su totalidad alrededor del claustro central. Aunque no te acompaña ningún guía durante la visita, la señalización interior es muy completa.

En la iglesia había operarios trabajando, preparando, sin duda, algún próximo evento cultural. Existe además el proyecto de abrir un Parador de Turismo en Veruela. Inicialmente previsto para 2013, la difícil situación económica por la que está atravesando el país ya lo ha retrasado, de momento, hasta 2014.
Claustro del Monasterio de Veruela.
(JMBigas, Julio 2012)

La visita al Monasterio, que difícilmente puede alargarse mucho más allá de la media hora, permite recorrer la iglesia, el claustro, y las diversas estancias que lo rodean (refectorio, sala capitular, cocinas,...). Durante la visita me crucé con alguno de los (escasos) visitantes que había ese lunes de Julio en Veruela.

A pesar de que su construcción inicial se realizó en el siglo XII en estilo románico, el conjunto arquitectónico también muestra elementos góticos, renacentistas e incluso barrocos. Recomiendo vivamente detenerse en las figuraciones de los capiteles de las columnas que rodean el claustro. Allí podemos ver toda clase de relieves, representando incluso figuras vagamente paganas. Una visita interesante, sin duda, para todos los amantes de la piedra con historia.
El Jardín de las Garnachas, junto al Museo del Vino
Campo de Borja.
(JMBigas, Julio 2012)

Para terminar, recorrí el Museo del Vino Campo de Borja. A pesar de que existen trazas de actividades vinícolas en la zona desde el siglo XII, sólo fue en 1.978 que se aprobaron los estatutos de la Denominación de Origen Campo de Borja. El área cubierta por esta DO, situada al noroeste de la provincia de Zaragoza, ya próxima a Navarra, incluye la mayoría de municipios de la comarca (Borja, Ainzón, Fuendejalón, Tabuenca,...). En muchos de ellos todavía se pueden ver las bodegas familiares tradicionales, excavadas en los montes o cabezos. Yo conseguí fotografiar algunas de estas bodegas en Tabuenca.

De las 7.400 hectáreas de viñedos que incluye esta D.O., casi el 60% son de garnacha. Pero, en las últimas décadas se han realizado plantaciones significativas de otras variedades tintas (principalmente Cabernet Sauvignon, Merlot, Syrah y Tempranillo) y de algunas blancas como la Macabeo, Moscatel y Chardonnay. Lógicamente, la mayoría de vinos de la D.O. son tintos (con Reservas y Grandes Reservas muy notables), y rosados (por el método de sangrado). Los blancos son casi testimoniales, pero tienden a desarrollarse en los últimos tiempos.
Información muy completa sobre los diversos aspectos
de la viticultura en la zona, en el Museo del Vino.
(JMBigas, Julio 2012)

El Consejo Regulador de la D.O. está realizando una muy encomiable labor en la promoción de los vinos de esta Denominación de Origen, y han acuñado como frase publicitaria El Imperio de la Garnacha (o The Empire of Garnacha, en inglés).

El Museo del Vino es una instalación moderna, no muy extensa, pero con tres plantas, donde se exhiben los principales elementos históricos, agrícolas, culturales e industriales relacionados con la actividad vinícola en Campo de Borja. Hay también un espacio dedicado a las 17 bodegas que producen vino con esta D.O. Junto al Museo hay también una pequeña plantación titulada El Jardín de las Garnachas.

En la pequeña tienda se puede escoger entre varias docenas de vinos producidos por las diversas bodegas, así como otro tipo de productos típicos de la comarca y recuerdos en general.
Bodegas familiares excavadas en el monte,
junto al pueblo de Tabuenca.
(JMBigas, Julio 2012)

Al terminar las visitas, ya era hora de una pausa para la comida. El restaurante que está justo enfrente del Monasterio estaba cerrado (cierran los lunes y martes), pero a unos 150 metros, camino del Santuario del Moncayo, está el Molino de Berola, que sí estaba abierto para poder almorzar. Se trata de un establecimiento preparado para grandes afluencias de visitantes (gran explanada para el aparcamiento de vehículos, juegos infantiles, etc.). Pero ese lunes no creo que sirvieran más de una docena de comidas. Esa es la cruz del Turismo de Interior, en lucha permanente por conseguir la suficiente frecuentación como para que las infraestructuras necesarias puedan ser viables y rentables.
Santuario del Moncayo (Hospedería, Bar-Restaurante)
(JMBigas, Julio 2012)

El Santuario de Nuestra Señora del Moncayo, a 1.621 metros de altitud es la parte más alta del macizo a la que se puede llegar en vehículo convencional. Desde allí parte una de las rutas de acceso a la cumbre (2.314 m.). Buena parte de la vertiente aragonesa está protegida bajo la figura del Parque Natural de la Dehesa del Moncayo (9.848 Ha). Los sorianos están estudiando la posibilidad de crear un parque gemelo en su vertiente del monte. En el interior del Parque, el estacionamiento está cuidadosamente regulado. Sólo se puede parar y aparcar en las zonas especialmente designadas al efecto, y en cada una se especifica el número máximo de vehículos que puede acoger.

La subida en coche hasta el Santuario tiene una primera parte en carretera asfaltada que va trepando por la ladera. Luego hay un largo tramo de pista de tierra compactada, que se puede recorrer en turismo a velocidad moderada. En la última parte, unos 800 metros, la pista está muy degradada, y hay que circular con la máxima precaución y atención. En la zona del Santuario del Moncayo hay una hospedería y un bar-restaurante, así como un mirador desde el que, en día despejado, se domina toda la comarca del Campo de Borja y buena parte de la provincia de Zaragoza.
En días despejados, desde el Santuario del Moncayo
(1.621 m. snm), se tiene visibilidad sobre buena parte
de la provincia de Zaragoza.
(JMBigas, Julio 2012)

Dediqué dos o tres horas de la tarde a recorrer los viñedos de la zona, y a visitar alguna bodega. De acuerdo a la prolija información que se puede obtener en la web del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Campo de Borja, hasta ocho de las diecisiete bodegas de la D.O. tienen abierta tienda de venta directa al público (en diversos horarios). Finalmente me detuve en las tiendas de dos de las más grandes: Crianzas y Viñedos Santo Cristo Sociedad Cooperativa, en Ainzón, y Bodegas Aragonesas (con su muy extendida marca Coto de Hayas) en Fuendejalón. Compré algunas botellas, entre ellas algún vino de la gama alta, principalmente procedente de viejas garnachas, que espero degustar con sosiego y placer.

La producción total de la D.O. varía con los años, pero se mantiene en el entorno de los 18 millones de botellas, de los que prácticamente unos 11-12 millones se destinan a la exportación.

Terminada una jornada muy completa, que se había iniciado en Madrid a las siete de la mañana, me dirigí hacia el hotel que había reservado en Tarazona. Pero eso ya os lo contaré en otro momento.

Aparte de las poquitas fotografías que he seleccionado para ilustrar este artículo, podéis acceder a una completa colección de 62 imágenes, pinchando en la foto de la entrada al Monasterio de Veruela.

Monasterio de Veruela y Museo del Vino "Campo de Borja"


El Monasterio de Veruela y su área de influencia, bien merecen una visita.

JMBA

miércoles, 18 de julio de 2012

Belchite (Viejo), los restos de una calamidad

Recientemente, un viajero amigo (MEKIII, Julio) publicó un Diario de Viaje estremecedor, sobre el pueblo viejo de Belchite, al que tituló "Olvido". Lo acompañó de numerosas fotografías y de versos del inolvidable Labordeta. Me picó la curiosidad, y me anoté el lugar en mi agenda de lugares a visitar.
El Arco de la Villa, la puerta de entrada a las ruinas
del Pueblo Viejo de Belchite.
(JMBigas, Julio 2012)

En la segunda semana de Julio dediqué unos días a un viaje de turismo de interior, con fines vagamente vinícolas, por tierras de Aragón y Navarra. El miércoles por la mañana salí de Tarazona, muy cerquita del Moncayo y de la zona vinícola de Campo de Borja, con destino hacia Cariñena. De todo ello ya os contaré próximamente algunas cosas.

En lugar de tomar el camino directo, preferí dar un rodeo por Zaragoza capital, y acercarme hasta Belchite, para ver con mis propios ojos lo que tan bien había descrito Julio.

Recorrí todo el periférico de Zaragoza, en dirección hacia Barcelona. Pasado Alfajarín, encontré el desvío hacia Belchite. Los primeros kilómetros la carretera es una suntuosa autovía (la ARA-1) de tráfico muy escaso, de las que han contribuido a traernos a la difícil situación económica que estamos atravesando.

Pronto se disipa el espejismo, y hay que tomar la carretera A-222, de calzada única y dos carriles para la circulación, uno en cada sentido.

Cerca de Fuentes de Ebro, desde la carretera se tiene una buena visibilidad de un tramo largo de la nueva línea ferroviaria del AVE Madrid-Barcelona. Paré donde pude, con la sana intención de poder fotografiar a un tren circulando por ese tramo. Se cumplió la Ley de Murphy. Tras quince minutos de espera a pleno Sol, tuve que desistir de mi intención (quiero suponer que pasaría un tren, si no dos, uno en cada sentido, dentro de los cinco minutos siguientes a mi partida).

El resto de la carretera hasta Belchite (unos 35 kilómetros) es prácticamente una recta larga, rodeada de campos de cereal y algunos olivos, que solamente tiene que seguir las suaves ondulaciones del terreno.
Sin Comentarios
(JMBigas, Julio 2012)

Llegando al pueblo de Belchite (provincia de Zaragoza; pop. 1.636), aparqué en el centro, cerca de la Plaza del Ayuntamiento. Antes de enfrentarme a las ruinas tenía que reponer fuerzas, ya que el frugal desayuno en el hotel de Tarazona ya era sólo un vago recuerdo. Así, recuperé la tradición mediterránea del almuerzo (esmorsar) que consiste en un reconstituyente bocata. En el Bar Gavilán (un local bastante oscuro, con tres o cuatro mesitas en la calle y la música incesante de las tragaperras, activadas por algún que otro jubilado) me sirvieron un fenomenal (y enorme) bocadillo caliente de lomo con queso. Con un refresco y un café, acabé pagando 6€, más algunos comentarios sobre lo dañino que iba a ser la en ese momento sólo temida subida del IVA a la hostelería (hoy ya una realidad).

Hice un par de fotografías del centro del Pueblo Nuevo (la plaza del Ayuntamiento, el campanario de una iglesia) y monté en el coche para acercarme al pueblo viejo, cuyas ruinas había visto en lontananza al acercarme a Belchite por la A-222. La verdad es que me dio un cierto pudor preguntar a alguien el camino para llegar hasta allí, y confié en mi buena suerte. Lo cierto es que me equivoqué la primera vez, y tuve que dar la vuelta cuando ya había salido del pueblo en dirección a Fuendetodos y Cariñena.

En el segundo intento, llegué hasta las proximidades del llamado Arco de la Villa, que constituye la entrada a lo que fue el pueblo de Belchite hasta la Guerra Civil y que hoy no son más que un montón de ruinas abandonadas a su suerte.
Sin Comentarios
(JMBigas, Julio 2012)

La mayor destrucción del pueblo se produjo en el marco de una campaña del ejército republicano (1937), que los expertos califican de ridícula o absurda. Querían recuperar Zaragoza, pero la campaña acabó atrancándose en Belchite (a unos 45 km. de la capital) y cebándose en el pueblo y sus habitantes. El coste en vidas y en daños al patrimonio fue enorme. La destrucción se completó en la breve campaña por la que Belchite fue recuperado más tarde por el ejército franquista.

Por una decisión, como mínimo discutible, de los vencedores, se decidió dejar al pueblo tal y como había quedado (y no reconstruirlo) y, por el contrario, diseñar y construir un pueblo nuevo para los habitantes que habían sobrevivido a los rigores de la guerra. Por supuesto, dicha construcción fue llevada a cabo principalmente por penados y prisioneros, como la mayoría de las grandes construcciones de los primeros tiempos del franquismo, tras ganar la Guerra Civil (si hacemos una excepción a la regla de que en una guerra civil sólo hay perdedores). El Pueblo Viejo se dejó tal y como quedó tras la contienda, en un intento de ilustrar con piedra machacada los Desastres de la Guerra (y, de paso, los desmanes del enemigo).
Sin Comentarios
(JMBigas, Julio 2012)

Finalmente, en 1964, todos los habitantes abandonaron el pueblo viejo y se trasladaron al de nueva planta.

Desde entonces, nada de provecho han hecho los humanos con las ruinas. El paso del tiempo y el abandono, lógicamente, han ido acentuando la calamidad, provocando nuevos desprendimientos y profundizando la destrucción.

Frente al Arco de la Villa existen hoy tres indicadores. El más grande identifica la zona como "Belchite (Pueblo Viejo) Ruinas Históricas". El segundo identifica al propio Arco de la Villa, y el tercero avisa a los visitantes sobre el peligro de desprendimientos. Aunque no lo dice explícitamente, se entiende muy bien que te están diciendo que, si quieres cruzar bajo el Arco y adentrarte en las ruinas, es bajo tu única responsabilidad.

Era mediodía de un miércoles de Julio, y frente al Arco de la Villa había un único coche aparcado. Efectivamente, en todo mi recorrido por las ruinas, me crucé una vez con la pareja del coche, que estaban haciendo alguna fotografía y comentando la tristeza que da ver aquello de cerca. Este hecho ilustra la segunda muerte del Pueblo Viejo de Belchite: el Olvido.

No tengo palabras para el resto de la visita. Resulta desolador y, a veces, hasta peligroso. Hice bastantes fotografías, que os brindo graciosamente. Podéis acceder a una colección de 37 fotografías, pinchando en la siguiente foto. Pero en todas, lo único que se me ocurre como Descripción es un lacónico Sin Comentarios.

Belchite (Viejo), los restos de una calamidad


Aunque sólo fuera para que el pueblo viejo pudiera contribuir a evitar tener que repetir la historia, creo que valdría la pena poner en valor las ruinas, de alguna forma. Se me ocurren dos posibles maneras. La primera sería respetar las ruinas, adecentar y asegurar un poco el conjunto, para que no resultase peligroso para el visitante y definir un cierto itinerario de visita segura, con paneles explicativos de lo que fueron los diversos edificios de los que sólo quedan algunas paredes en pie.

La segunda manera supondría terminar la destrucción de lo que queda del pueblo viejo y convertirlo en un Parque Urbano dedicado a los muertos en todas las guerras. En él se podría construir un Museo dedicado a los Desastres de la Guerra y al Belchite que fue, antes de ser arrasado por ellos. En ambos casos se debería cobrar alguna cantidad (digamos 5€) como contribución a los gastos de conservación.
Sin Comentarios
(JMBigas, Julio 2012)

Claro que ese miércoles de Julio habrían recaudado 15€, que no da para muchas alegrías. Pero eso sería retomar el tema de las dificultades de desarrollar el Turismo de Interior, lo que ya he tratado recientemente.

En resumen, creo que es injusto el olvido al que están sometidas esas ruinas, provocadas por mano humana (o por su extensión, las armas de los ejércitos).

No me atrevo a recomendaros que planifiquéis una visita al pueblo viejo de Belchite. Pero si estáis por la zona, no dejéis de acudir y pasearos un rato entre tanta piedra machacada. A fin de cuentas, a mitad de camino entre Belchite y Cariñena, podéis visitar la Casa Natal de Goya en el pueblo de Fuendetodos. Vaya, Goya y sus Desastres de la Guerra...

Será casualidad. O no.

JMBA

martes, 17 de julio de 2012

Paisajes singulares en las Bardenas Reales

El Parque Natural de Bardenas Reales de Navarra fue declarado por la UNESCO como Reserva de la Biosfera en el año 2000. Se trata de un extenso territorio (41.845 Ha) semidesértico y despoblado, al sudeste de la Comunidad Foral de Navarra, en el Norte de España. Se encuentra en el centro de la gran depresión del Valle del río Ebro.
Cabezo de Castildetierra.
(JMBigas, Julio 2012)

La erosión de miles de años ha provocado formaciones muy curiosas y singulares, entre las que destacan los llamados cabezos, que surgen orgullosos de la planicie.

Pertenece íntegramente a Navarra, aunque limita al Este con Aragón (provincia de Zaragoza). Sus ejes máximos son de 45km (Norte-Sur) y 24Km (Este-Oeste), y su altitud varía entre los 280 y 659 metros sobre el nivel del mar.

Antiguo territorio de los reyes de Navarra, por diversos motivos (pagos al Rey, servicios prestados en las varias guerras,...) se acabó constituyendo (en 1705) la Comunidad de Bardenas Reales, que consolidó y unificó los derechos sobre el territorio. Esta Comunidad es quien gestiona en la actualidad el territorio, y está formada por 22 entidades llamadas "congozantes", que incluyen a los municipios limítrofes, al Monasterio de la Oliva (en Carcastillo) y a los valles de Roncal y de Salazar.

Reproduzco la descripción general incluida en el folleto del Parque (D.L.: NA 1696/2010): "[Las Bardenas Reales] ofrecen un paisaje característico, de relieve abrupto, lleno de cabezos, planas, barrancos encajados... El clima se caracteriza por los veranos calurosos, inviernos fríos y lluvias reducidas (350 l/m2).

A grandes rasgos, se pueden diferenciar tres zonas. La Bardena Blanca es la depresión central, de suelos a menudo blanquecinos y desnudos y de aspecto desértico. El Plano es una terraza aluvial elevada casi llana, con suelos procedentes de los aportes del río Aragón. La Negra se caracteriza por la existencia de grandes planas, provocadas por estratos horizontales de caliza; los taludes cubiertos de pinos y coscojas y su tierra oscura han dado lugar al topónimo."

En el centro de La Bardena Blanca se encuentra una zona militar protegida, donde hay un cuartel y un extenso Polígono de tiro.

Hay varios accesos posibles al Parque. Al noroeste está el embalse del Ferial (accesible desde las proximidades del pueblo de Caparroso), que tiene un pequeño desarrollo turístico. Al sur lo cruza la carretera (NA-125) que une las poblaciones de Tudela (Navarra) con Ejea de los Caballeros (Zaragoza). También hay diversas rutas señalizadas en el interior del Parque, tanto para vehículos a motor, como para BTT (bicicletas de todo terreno) y senderos peatonales.
Centro de Información de Bardenas Reales,
en el acceso desde Arguedas.
(JMBigas, Julio 2012)

La semana pasada, con ocasión de un breve viaje a la provincia de Zaragoza y Navarra, tuve ocasión de realizar una visita a Las Bardenas Reales. Os cuento a continuación los detalles.

Desde el pueblo de Arguedas (al oeste del Parque y próximo a Tudela) se puede acceder por una pista asfaltada (unos 6km) hasta el Centro de Información de Bardenas Reales (creo que de obligatoria visita). En el Centro se puede conseguir un folleto sobre el Parque, que incluye un plano con las diversas rutas habilitadas para los diversos medios.

Esa pista asfaltada continúa hasta el Cuartel Militar del centro de La Bardena Blanca. Rodeando a esa zona central hay un gran rectángulo formado por una pista de tierra compactada (transitable sin problemas para vehículos de todo tipo, a velocidad reducida de 30-40Km/h).

Las pistas disponen de la suficiente señalización para orientarse convenientemente, aunque no sobra el disponer de una brújula (la mayoría de dispositivos GPS disponen de esta facilidad) para mayor seguridad. Os incluyo una fotografía de ese plano, para que os hagáis una idea.

Al rectángulo central se puede acceder desde el oeste (Arguedas) y desde el norte (Carcastillo). Yo recorrí el camino desde Arguedas al Centro de Información, luego hasta el Cuartel Militar y, por la izquierda, hacia el Cabezo de Castildetierra, una de las formaciones más conocidas del Parque. Desde allí seguí por el camino perimetral hasta el desvío hacia Carcastillo, por donde salí del Parque. En total, el recorrido puede tomar fácilmente un par de horas (incluyendo algunas breves paradas en las zonas señalizadas y miradores, para tomar algunas fotografías).
Paisaje casi lunar, en Bardenas Reales.
(JMBigas, Julio 2012)

A pesar de ser una incursión muy ligera en el Parque, el recorrido merece absolutamente la pena, por los paisajes singulares y extraños, vagamente lunares, por los que se transita. El trayecto entre Arguedas y Carcastillo, por las carreteras externas al parque (NA-134, N-121 y NA-124) puede tomar unos 45 minutos. Por el interior del Parque, el mismo recorrido tomará casi tres veces ese tiempo, pero el valor añadido bien merece ese retraso.

Si se le quiere dedicar más tiempo, hay algunos otros accesos posibles, aunque no todos son transitables por vehículos a motor.

Las Bardenas Reales aportan un paisaje semidesértico y a veces casi lunar, junto a la fértil huerta de la Ribera del Ebro.

Aparte de las fotografías que he seleccionado para ilustrar este artículo, tenéis acceso a una colección más completa (de 27 fotografías), pinchando en la fotografía del Cabezo de Castildetierra.

Bardenas Reales


En todo el recorrido (que realicé la mañana de un martes de Julio, calurosa pero no agobiante) sólo vi una media docena de vehículos, varios de ellos extranjeros (franceses y belgas, creo recordar). Pero, curiosamente, la mayoría estaban realizando el recorrido inverso al que hice yo, lo que tiene el problema de que se metieron en el Parque sin disponer del utilísimo folleto y plano que se consigue (gratuitamente) en el Centro de Información por el acceso desde Arguedas. Ello demuestra que queda todavía mucho recorrido para la puesta en valor del rico patrimonio natural y monumental de la España Interior.

Una visita muy recomendable si se transita por la zona, que permite, si se dispone de tiempo, excursiones más en profundidad a diversas zonas del Parque.

JMBA

lunes, 16 de julio de 2012

Turismo de Interior

Dediqué cuatro días de la pasada semana (de lunes a jueves) a realizar un viaje de turismo (con motivación más o menos vagamente vinícola) por la provincia de Zaragoza, con extensión a la Ribera de Navarra. En otro momento os contaré algunos detalles muy interesantes de esos días.
El río Duero, a su paso por San Esteban de Gormaz
(Soria). Allí empieza la Ribera del Duero vinícola.
(JMBigas, Julio 2012)

Os puedo asegurar que, en muchos momentos, he llegado a pensar que era el único suficientemente excéntrico como para abordar un viaje de ese tipo, incluso en el período más o menos vacacional que es el mes de Julio.

El Turismo de Interior es minoritario. No hay que confundirlo con el turismo rural, donde se han creado pequeñas infraestructuras dedicadas a acoger turistas y visitantes. Cuando se practica el Turismo de Interior se están compartiendo las infraestructuras existentes con otros ciudadanos que tienen unas motivaciones e intereses muy diferentes de los nuestros. Y, por lo tanto, el turista o visitante no siempre encuentra aquello que precisaría y en el momento en que lo querría tener disponible.

Cuando uno se instala una semana en Benidorm (por poner un ejemplo), resulta prácticamente inevitable compartir el hotel elegido con algunas docenas, o incluso algunos cientos, de otros ciudadanos que están allí básicamente por las mismas razones que nos han llevado a nosotros. Entre todos forman una masa suficiente como para desarrollar unos ciertos patrones de conducta que a su vez generarán infraestructuras adecuadas para servirles. Los bares definirán una Hora Feliz cuando a la mayoría le apetece tomarse una cervecita (o lo que sea) con tranquilidad, después de haber estado en la playa, tostándose al Sol. Y el bañador y las chanclas serán el vestuario habitual.
Un hotel de carretera será un alojamiento habitual para
un Turista de Interior.
(JMBigas, Julio 2012)

Lógicamente, este tipo de turismo (al que habitualmente se denomina como de Sol y Playa) tiene algunos problemas difíciles de resolver. El primero es su fuerte estacionalidad. Más allá de unos pocos meses de verano, la mayoría de negocios instalados para atender a grandes masas de ciudadanos de vacaciones puede que no resulten rentables. El invierno generará un cierto letargo, con muchas persianas cerradas.

Los hoteles que no quieran cerrar sus puertas fuera de temporada deberán espabilarse mucho, aplicarle mucha creatividad, para conseguir que no les resulte ruinosa esa decisión. Acogerán a turismo de la tercera edad o a gente para quien los quince grados de un invierno mediterráneo ya represente un cierto verano, aunque sólo sea en comparación con sus países de origen.
Parque Natural del Moncayo (Zaragoza)
(JMBigas, Julio 2012)

Por el contrario, cuando uno practica el Turismo de Interior, es muy fácil resultar el raro, el forastero. En el salón de desayunos de un hotel del interior podemos encontrar de todo. Al fondo hay una pareja con dos niños, que están de vacaciones y pararon aquí camino del pueblo de sus padres, o están dedicando unos días a conocer el país profundo. A la derecha hay tres operarios alemanes, que están instalando una maquinaria compleja en alguna fábrica de las inmediaciones. A la izquierda hay un señor pegado al móvil, que probablemente sea viajante de comercio, buscando nuevos clientes o pedidos de los que ya lo son. El señor de pantalón corto y prominente barriga es un camionero que tuvo que parar anoche para que el tacómetro no delatara una jornada demasiado prolongada. En el rincón hay tres hombres, uno del país intentando desengrasar su escaso inglés y los otros dos, visitantes de ultramar, que han venido a verificar la idoneidad de una cierta industria de los alrededores para convertirse en su presunto proveedor.

El caballero de pelo blanco y apariencia de profesor universitario, es un americano que ha venido para estudiar las pinturas recién descubiertas en la restauración de la Catedral. La parejita de la esquina se ha cogido unos días de vacaciones y odia las aglomeraciones; han decidido visitar las (escasas) atracciones turísticas de la región, que incluyen un Parque Natural, dos Monasterios y la Catedral del profesor. Y, sentado en mi mesa, de perfecto uniforme con pantalón corto, zapatillas cómodas y prominente barriga, está un Turista de Interior a quien le apetece aproximarse a una región vinícola que apenas conocía.

A las ocho de la mañana, todos coinciden en el desayuno. Pero a las nueve, cada cual estará haciendo lo que sea que ha venido a hacer a este lugar.
Típicas bodegas tradicionales, excavadas en las colinas.
Estas en Tabuenca (Campo de Borja - Zaragoza).
(JMBigas, Julio 2012)

A diferencia del Turismo de Sol y Playa, el Turismo de Interior se desarrolla con total proximidad a la vida cotidiana de los ciudadanos corrientes. Y esto, lógicamente, provoca algunas veces la sensación ciertamente incómoda, pero soportable, de pensar que este no es mi territorio. Hay que habituarse a que te identifiquen con rapidez como el forastero, y hay que aprender a sobrevivir con ello.

Posiblemente, uno de los temas más complicados sea el de lidiar con los horarios. Además, en España, los horarios son un auténtico galimatías, como ya he detallado en otra ocasión. De una a dos de la tarde es buena hora para almorzar un Menú del Día. Pero si has conseguido un buen restaurante para comer a la carta, aparecer antes de las dos o dos y media será de mal tono. Aunque te apetezca cenar a las ocho (porque a las siete se te acabó la gasolina de rondar todo el día), aquí nadie cena antes de las nueve. Para visitar cualquier atracción turística (que, muy probablemente, será minoritaria) deberás atender a los horarios publicados y confiar en que los respeten. Que seguro que algunos decidirán ni abrir ese día, confiando en que nadie se entere (afluencia cero).

Lo de cerrar al mediodía en España significa que entre la una y las seis de la tarde puedes encontrarte un comercio cerrado, sin ningún derecho al pataleo. Cada negocio, como es natural, adecuará sus horarios a las necesidades y disponibilidades de sus clientes más habituales. Convéncete, el raro eres tú, el forastero.

Algunas veces te apetecería una cena gastronómica (para acompañar los buenos vinos de la región). Pero, lógicamente, no va a existir un buen restaurante solamente para ti. Los bares y restaurantes no están pensados para los turistas o los visitantes de fuera. No significa esto para nada que no acojan al turista con los brazos abiertos, pero todos sus recursos y la orientación de su negocio está dirigida a sus clientes más habituales. Si al mediodía vas a algún lugar para tomar un almuerzo, te verás de modo inmediato sentado en una mesa con vino y gaseosa y empapuzándote con el Menú del Día, a buen precio, eso sí, pero que se supone que te vas a tomar en veinte minutos y luego desaparecerás a tus cosas.

En la puerta (cerrada) de una bodega cooperativa de la zona de Cariñena, un letrero casero reza que abren,  de martes a viernes, entre la una y la una y media de la tarde, para el despacho de vino. Obviamente, no están esperando a ningún enoturista a su puerta.

En diversos momentos, coincides con otros turistas o visitantes. Pero la coincidencia es casual, porque en el Turismo de Interior cada cual tiene sus propios intereses e inquietudes. Para nada se parece a ese habitual de once a dos nos encontraréis en la playa.
Evidentemente, no esperan que un enoturista acuda a
su puerta (Almonacid de la Sierra - Zaragoza).
(JMBigas, Julio 2012)

La mayoría de los otros turistas que ves son nacionales. Incluso muchos son locales, que aprovechan un día de asueto para visitar el Monasterio próximo a su pueblo, y para comer en el restaurante que está al lado. Pero también hay algunos extranjeros, que, en general, o bien son alternativos, de una u otra forma, o están ya de vuelta de los caminos más clásicos y los senderos más batidos. A algunos les interesa el vino, a veces incluso más allá de lo que resulta saludable. Otros están obsesionados con la historia de la piedra vieja. Algunos buscan parajes naturales diferentes de lo habitual.

Pero todos, todos, se sienten felices de haber superado los convencionalismos y las multitudes, y están satisfechos de someterse a un baño de cotidianidad, de contacto con la población real de la España profunda.

Viajero, si vas a abordar un viaje de interior, tienes que desprenderte del temor a ser el forastero y tienes que superar la vergüenza de ver que están hablando de ti. . Tienes que saber que ni hoteles ni restaurantes te estarán esperando específicamente a ti, pero todos te acogerán con los brazos abiertos, porque representas su negocio adicional. En algunos momentos seguramente te tocará también tragar polvo (literalmente). Tu coche (o moto, o caravana) será lo único de lo que nunca querrás desprenderte, porque es tu seguro de poder volver a tu mundo, cuando esto acabe.

Cuando vuelvas a casa, es probable que lleves en el maletero algunas botellas, o incluso algunas cajas, de vino de los lugares que has visitado. O algún recuerdo de esos que acaban ocupando espacio en los estantes de tu salón. En el equipaje, tu ropa estará para echarla a lavar. El polvo del camino habrá manchado tu coche y tus zapatillas.

Pero seguro, seguro, que a la vuelta de un viaje de Turismo de Interior llevarás contigo la experiencia única y genuina de haber compartido, durante unos días, un cierto territorio con sus habitantes habituales.

JMBA

jueves, 5 de julio de 2012

Horarios Comerciales

Una vez más estamos a vueltas con el tema de la liberalización (más o menos completa) de los horarios comerciales. Vaya por delante que yo soy partidario de la total liberalización , sin más regulación que la necesaria para evitar dañar otros derechos de los ciudadanos (ruidos a horas intempestivas, o cosas así).
Un pequeño comercio.
(Fuente: revisioninterior)

Tradicionalmente, el pequeño comercio es contrario y las grandes superficies son favorables.

Desde mi punto de vista, el único criterio que debe tener el dueño de un comercio (pequeño, mediano o grande) es la rentabilidad de cada hora en que tiene el comercio abierto. Abrir una tienda tiene una serie de costes fijos (luz, empleados,...), y esos costes deben compensarse con el beneficio de las ventas que se puedan producir.

El resto es lírica, nostalgia o victimismo.

Empecemos por decir que el comercio es un servicio público, que ofrecen los comerciantes de toda laya al conjunto de la población. Y, de facto, existe una total libertad de compra: cada cual compra lo que le parece conveniente, en el lugar que más le apetece o que mejor le compensa, y a la hora en que puede hacerlo (tiene que coincidir, claro, la disponibilidad de tiempo del comprador y la apertura del correspondiente comercio).

Con el comercio electrónico todos los consumidores hemos descubierto lo que es la auténtica libertad de horarios. A la una de la mañana (un suponer), en zapatillas y con un cubata en la mano, se puede lanzar un pedido de cápsulas de café, de una nueva cámara fotográfica o de esos libros recientemente aparecidos y que ansiamos poseer.

Cada comerciante debe ser capaz de proponer a sus clientes potenciales una oferta que le haga distintivo y que aporte al comprador argumentos que valore para comprarle a él en lugar de hacerlo en otro lugar. Cada comprador tiene unos ciertos patrones de comportamiento. Algunos saben exactamente lo que quieren comprar, pero se hartarán de buscar dónde pueden conseguirlo unos euros más barato. Otros saben exactamente quién vende lo que quieren comprar, y cruzarán la ciudad, si hace falta, para hacerse con esos croissants deliciosos o con el jamón york que le gusta. Otro simplemente necesita comprar un pan razonable a las diez de la noche, que es la única hora en que sus actividades se lo permiten.

Con todo ello volvemos a las teorías más primigenias del marketing y de las 4 P,s: Product, Price, Place, Promotion. Un consumidor no sólo compra un producto, sino que lo compra en un lugar mejor que en otro, a un cierto precio y su decisión puede estar manejada (o manipulada, dirían algunos) por determinados elementos de promoción (publicidad machacona o que aparezca muy bonito en la tienda). Hay productos que pueden ser prácticamente intercambiables: a muchos consumidores les puede dar igual que el pan de molde sea de una marca o de otra, o incluso de una marca blanca. Pero seguro que habrá otros consumidores que comprarán necesariamente el más barato, o forzosamente el de una cierta marca.

Un pequeño comerciante de proximidad no creo que gane nada oponiéndose a la liberalización de los horarios. Por mucho que se esfuerce en conseguir que los comercios alternativos al suyo estén cerrados cuando lo esté el suyo, eso no llevará necesariamente clientes a su tienda cuando tenga abierto. Debe ser capaz, eso sí, de analizar su modelo de negocio, e identificar cuáles son sus elementos distintivos para que los vecinos compren ahí, en lugar de en la tienda de enfrente, o en otra tienda más grande o en un hipermercado. Seguramente no podrá competir en precio puro, ni tampoco en variedad de productos equivalentes (todos tenemos presentes esas inacabables góndolas de supermercado donde hay latas de bonito del norte en aceite de treinta y nueve marcas diferentes). Pero seguro que puede identificar algún elemento que le haga distintivo y que le convierta en atractivo a un número suficiente de consumidores para que sus cuentas acaben siendo rentables.

Es posible que resulte absurdo que tenga abierto a las doce del mediodía, si en su zona todo el mundo está trabajando a esa hora. Pero puede que no sea ninguna tontería que tenga abierto a las diez de la noche, porque a esa hora los vecinos sí tienen algo de tiempo libre. Según la idiosincrasia de sus vecinos, les puede aportar un valor añadido tomando decisiones de aprovisionarse de unos productos u otros de acuerdo a los criterios de compra que tengan la mayoría de sus clientes potenciales. Posiblemente sea inútil que tenga esas treinta y nueve marcas de bonito del norte en aceite, pero tendrá que esforzarse en tener siempre el que resulte más barato (si la mayoría de sus clientes compran en base puramente a precio) o en tener el de mejor calidad, si sus clientes dan prioridad al producto en sí respecto a su precio. O quizá le compense tener solamente esos dos.
Una gran superficie en el País Vasco. El pequeño comercio
debe poder competir con otras reglas.
(Autor: Santos Cirilo; Fuente: elpais)

Parece absurdo que los comercios estén cerrados a aquellas horas en que se pasea mucha gente por delante de sus escaparates con el cierre echado. No tiene sentido, por ejemplo, que las tiendas de recuerdos estén cerradas cuando hay mayor afluencia de visitantes que siempre podrían gastar un poquito más si se les ofrece alguna cosa que les apetezca. Si el comerciante prefiere ir a la procesión que abrir la tienda, esa es su libertad. Pero, como todas las libertades, nunca es gratuita.

La hostelería en general ha entendido estos rudimentos bastante bien. Los hoteles tienen que estar abiertos siempre (o durante toda la temporada -día y noche- en los lugares de playa, por ejemplo). Y tiene que espabilarse con tarifas creativas para mantener su ocupación siempre en los niveles más elevados posibles. Los restaurantes saben que tienen que tener abierto a las horas en que habitualmente la gente come o cena. Y cada vez más, con la globalización, seguramente, hay muchos lugares con cocina non-stop para atender a todos los gustos y a todas las necesidades. En el centro de las grandes ciudades acostumbra a haber bastantes establecimientos donde se puede comer casi a cualquier hora del día. En el centro de París, por ejemplo, hay muchos restaurantes que sirven comidas desde las once de la mañana hasta la una de la madrugada. Lógicamente, no necesitan el mismo número de cocineros o camareros a la una de la tarde -en que la gran mayoría del público toma su almuerzo- que a las cinco de la tarde, en que comen cuatro despistados o los recién aterrizados en la ciudad.

Sin embargo, hay otros restaurantes que, para preservar su calidad, prefieren tener sesiones con horarios definidos para comida y cena, y cerrar a otras horas. Están en su derecho, por supuesto.

La aspiración de cualquier comerciante, sea cual sea su sector de actividad, tiene necesariamente que ser el conseguir atraer a un número suficiente de compradores, para que su negocio sea viable y le rinda un beneficio que estime como suficiente. Una tienda que venda cualquier clase de cosas puede elegir su modelo: vender a muchos con pequeño margen, o a pocos con gran margen. Pero las cuatro P,s de esos dos modelos de negocio no se parecen en nada.

Lo que es absurdo es pretender que te compren la lata de bonito del norte más básica a precio de la buena, si no ofreces otras cosas además (atención esmerada con tus clientes; abierto a las diez de la noche; que te lo sube a casa a cualquier hora y rápido; etc. etc.).

La decisión de compra de un consumidor particular es un acto básicamente emocional. Y, por lo tanto, la propuesta comercial tiene que ser capaz de tocar esa fibra emocional en el comprador.

Lógicamente, los medios con que aborda su negocio un pequeño comerciante de barrio y una gran superficie no se parecen en nada. Pero cada consumidor puede ser cliente de uno u otro, en diferentes momentos, atendiendo puramente a factores emocionales.

En defensa del pequeño comercio a veces se esgrimen argumentos peregrinos. Por ejemplo, que su desaparición desertizaría el centro de las ciudades. Quizá sea verdad, pero eso no justifica de ninguna forma cualquier modo de subvención. Todos los comercios abiertos deben ser rentables. Si no lo son, deben buscar formas alternativas (modificar sus cuatro P,s, por ejemplo) para conseguir serlo. Y si no existe ninguna manera factible para que sean rentables, están abocados al cierre. Punto final. Siempre puede haber algún filántropo, pero una flor no hace primavera.

Existe libertad de compra y, por lo tanto, debe existir libertad de venta para conseguir que oferta y demanda se satisfagan mutuamente con el mejor éxito.

Hablar de libertad de horarios comerciales no tiene por qué significar que las grandes superficies, por ejemplo, vayan a abrir todos los días del año y a todas horas. Cada cual hará sus propios cálculos para evaluar si abrir un cierto domingo, por ejemplo, puede ser rentable o no. O evaluará su capacidad de influencia en un número suficiente de consumidores para llevarles a modificar sus hábitos y a comprar un domingo, en lugar de irse a pescar al río (un decir).

Si usted tiene una tienda de aire acondicionado en el Polo Norte, tendrá que evaluar la viabilidad de su negocio, porque allí siempre hace suficiente frío (o incluso demasiado) y, además, porque no hay un número de consumidores suficiente por los alrededores. No creo que nadie esté dispuesto a subvencionar a esa tienda, sólo por el hecho de que queda decorativa en el paisaje agreste del invierno ártico.

Libertad de horarios comerciales, sí, por supuesto. Pero cada comerciante deberá evaluar con mimo el perfil y contenido de su propia oferta comercial, y los consumidores, en cualquier caso, tomarán (emocionalmente la mayoría de las veces) sus propias decisiones de compra.

El simple hecho de que exista una tienda de conveniencia en la esquina de casa no garantiza de ninguna forma que siempre vaya a comprar ahí, ni que lo vaya a comprar todo en ella. Iré alguna vez (o no), dependiendo de si su oferta comercial me compensa o no.

Todos hemos visto alguna vez la imagen de dos bares que parecen iguales, en la misma calle, pero que en uno siempre hay mucha gente y en el otro no hay nunca casi nadie. Si lo analizamos, seguro que descubrimos que la propuesta comercial de uno atrae a muchos consumidores, mientras que la propuesta del otro no resulta atractiva.

Y todos hemos clasificado a menudo a un restaurante por si merece el desvío o no. Algunos son simplemente malos (o tienen una muy deficiente relación calidad/precio) y mejor no ir nunca. Otros pueden resultar convenientes si te encuentras en la zona y quieres comer. Y algunos, pocos, merecen cruzarse una gran ciudad o hacer cincuenta kilómetros de más, porque tienen una propuesta gastronómica absolutamente distintiva.

Si en tu tienda no entra casi nadie, no blasfemes contra los clientes que no vienen o que compran en otro lugar. Piensa en qué estás haciendo mal. No le pongamos puertas al campo, que las vacas las pueden rodear.


He encontrado en la red un breve artículo que me parece muy interesante sobre el tema del pequeño comercio, del que recomiendo su lectura.

JMBA