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viernes, 22 de abril de 2016

Jornadas de Puertas Abiertas en el Médoc

El Médoc es una península que se extiende al norte de la ciudad de Burdeos, bordeando la orilla izquierda del Estuaire de la Gironde, la desembocadura conjunta de los ríos Garonne y Dordogne en el Mar Cantábrico o en el Golfo de Vizcaya, según lo queramos denominar.
Yo mismo junto a una de las botellas
gigantes de reclamo.
(JMBigas, Abril 2016)

El Médoc es una parte fundamental del complejo vinícola de la región bordelesa. En él hay cientos de bodegas que, en su mayoría, se llaman Château con apellido. Algunas de ellas tienen auténticos castillos o palacios de interés arquitectónico y/o artístico, mientras que otras sólo disponen de algunos edificios funcionales, algunas veces incluso humildes. Pero si está rodeada de viñedos, una antigua norma autoriza hasta a la casa más humilde a autodenominarse Château.

En el Médoc hay 8 Denominaciones de Origen (AOC = Appélation d'Origine Controlée) específicas de la zona, más otras dos genéricas de toda la región bordelesa. Las genéricas son Bordeaux y Bordeaux Supérieur, bajo las que podemos encontrar vinos tintos correctos, blancos secos, Rosé de color pálido, Clairet de color rojo picota o los espumosos Crémant de Bordeaux.

Las denominaciones específicas del Médoc, que sólo cubren vinos tintos de calidad (entre buenos y excelentes la gran mayoría) se extienden por la franja oriental de la península, en las zonas más próximas al río. Las más grandes son la Médoc (al norte) y la Haut Médoc (al sur, río arriba). Dos más distinguen alguna zona específica de estas denominaciones. Son la Listrac-Médoc y la Moulis-en-Médoc.

Las cuatro más prestigiosas siguen las tierras próximas al estuario. De norte a sur son la Saint Estèphe, Pauillac, Saint Julien y Margaux. Algunos de los tintos legendarios de la zona pertenecen a alguna de estas cuatro, como los Laffitte-Rotschild, Cos d'Estournel, Pichon Longuéville, Château Margaux y bastantes más.

El fin de semana del 2 y 3 de Abril, organizado por la Maison du Tourisme et du Vin de Pauillac, se celebraron una vez más (la primera fue en 1991) las Jornadas de Puertas Abiertas de los Châteaux del Médoc. Este año, hasta 54 châteaux de la zona se adhirieron a la propuesta, ofreciendo iniciativas y actividades complementarias a las que habitualmente ya constituyen la espina dorsal del enoturismo en la península.
Château Le Crock (AOC Saint Estèphe)
(JMBigas, Abril 2016)

Habitualmente, la mayoría de bodegas ofrecen algunos servicios de acogida a los visitantes, como salas de degustación y tienda donde degustar y comprar sus productos, así como la posibilidad de realizar visitas guiadas, normalmente previa reserva.

En la Jornada de Puertas Abiertas esta política se generaliza y se añaden otros atractivos. Algunas ofrecen visitas durante toda la jornada, a veces con reserva previa y a veces de acuerdo a la afluencia, así como degustaciones de sus caldos mejores y también de los más populares, con posibilidad de compra. Algunos realizan actividades específicas para los niños, como gymkanas de caza del tesoro, mientras que muchos añaden a la oferta otros productores amigos, con venta de quesos, embutidos, confituras, dulces de diversos tipos, etc. Finalmente, muchos incluyen alguna oferta gastronómica para complementar a los vinos, sea en su propio restaurante si disponen de él, sea a través de algún stand específico para la degustación, por ejemplo, de productos de pata negra que maridar con los vinos de la bodega, o con algún food truck que ofrezca sandwiches o platos sencillos, para mantener elevado el ánimo de los visitantes durante toda la jornada.

Lo cierto es que, durante las jornadas de puertas abiertas lo habitual es encontrarse, en cualquiera de los Châteaux adheridos, a algunas decenas de visitantes, con sus correspondientes vehículos. Se ven grupos familiares o de amigos, amantes del vino en general o incluso turistas domingueros con un propósito específico para ese fin de semana.



VIERNES 1 DE ABRIL

Con un par de buenos amigos, George y Alejandra, decidimos desplazarnos allí en coche para disfrutar de esta oferta especial. El viaje desde Madrid hasta Burdeos es de unos 700Km, por Burgos, Vitoria-Gasteiz, San Sebastián-Donosti y Bayonne. Hay que contar con algo más de seis horas de viaje efectivo, si nos respetan (por fecha y por hora) los frecuentes atascos en algunos puntos de la ruta.
Jardines del Château Le Crock (Saint Estèphe)
(JMBigas, Abril 2016)

Salimos de Madrid el viernes 1 a las 10 de la mañana, a fin de evitar los atascos laborales de primera hora de la mañana. Algo antes de las 11 hicimos una parada fisiológica cerca de Robregordo, y luego seguimos camino hacia el Norte. Pasamos Burgos y tomamos allí la autopista de peaje AP-1 hasta Miranda de Ebro, porque la alternativa es una carretera de un carril por calzada. Desde Miranda hasta Vitoria por la A-1 de nuevo. En Vitoria es posible seguir por la AP-1 (de peaje) que cruza los valles en dirección norte, por Mondragón, hasta juntarse con la autopista costera Bilbao-San Sebastián (AP-8) cerca de Eibar.

Pero nosotros escogimos seguir por la A-1, libre de peaje, que tiene, al menos, dos carriles por calzada en todo su recorrido. Hicimos una parada gastronómica, ya pasadas las dos de la tarde, en un lugar singular, el Lukas Route 33, en Alegia (salida 431 de la autovía A-1). Allí hay un pequeño polígono industrial con zona comercial, y una cafetería-restaurante, que dispone, además, de una pequeña tienda gourmet, con oferta de un pan exquisito, embutidos y productos de la zona y con una reducida, pero selecta, bodega, que incluye, por supuesto, los txakolís de la zona.

En la cafetería se pueden comer algunos selectos tentempiés, en forma de pinchos o bocadillos, raciones diversas, o un Menú del Día. Tiene todas las ventajas de un parador de carretera (mínimo desvío de la autovía) y también las que se pueden tener entrando al centro de alguna de las poblaciones de la zona, pero con mucha menor pérdida de tiempo.

En algo más de media hora nos resarcimos a placer del desgaste del viaje. De vuelta a la autovía, tuvimos un pequeño incidente, que requería atención inmediata. Se averió el mecanismo de movimiento de la ventanilla del copiloto, y, en esas condiciones, la ventanilla se bajaba y se quedaba abierta.
Fachada principal del Château Le Crock.
(JMBigas, Abril 2016)

Ya de nuevo en la autopista de peaje San Sebastián-Irún, en Oiartzun, paramos a echar gasolina (es la última gasolinera en España, y el precio es algo más económico que en Francia). Allí confirmamos que necesitábamos la intervención de algún experto, para, por lo menos, bloquear la ventanilla a su posición cerrada, y poder seguir viaje.

Salimos de la autovía en Hondarribia/Fuenterrabía y, tras preguntar a algunos paisanos, localizamos un pequeño taller de chapa y pintura en un polígono de las afueras. Allí no podían reparar la avería, pero se comprometieron a hacer una chapuza que nos resultara suficiente para poder seguir viaje. Nos dio tiempo a un breve paseo y a tomar un café, y en menos de una hora pudimos recoger de nuevo el coche, con la ventanilla bloqueada a las bravas con un par de tacos de madera. A la vuelta ya habría tiempo para la reparación definitiva.

El incidente nos provocó prácticamente un par de horas de retraso. Pensábamos cruzar la frontera antes de las tres y media de la tarde, y la cruzamos efectivamente pasadas las cinco y cuarto. Eso nos complicó algo la logística, porque confiábamos llegar a Burdeos con tiempo para una primera visita a Planète Bordeaux. Hasta mediados de Abril no abren el fin de semana, y el viernes cerraban a las siete y media. Ya no nos dió tiempo para esa visita el viernes por la tarde.

Fuimos, pues, directamente a la ciudad de Burdeos y al hotel. La carretera desde Biriatou (en la frontera) hasta Burdeos (la A-63), en total unos 220Km., tiene bastantes tramos con peaje. Hay también bastantes estaciones de peaje en las que se van pagando pequeñas cantidades con paradas frecuentes. Más vale tener todo el tiempo la VISA a mano. En total, desde Madrid hasta Burdeos por el camino escogido, acabamos pagando casi 30€ en concepto de peajes.
Château Le Crock (Saint Estèphe)
(JMBigas, Abril 2016)

En Burdeos habíamos reservado habitación en el Hotel Ibis Bordeaux Centre Gare St. Jean, en el quai de Paludate, vagamente frente al río Garona y a unos 300m. de la Gare Saint Jean, la estación principal de ferrocarril de Burdeos. Dentro de esa línea de hoteles económicos, personalmente prefiero el Ibis Bordeaux Centre Meriadeck, que es más grande y está mejor ubicado cerca del centro (place Pey Berland, place Gambetta) y a dos pasos de una parada del tranvía. Pero en esta ocasión estaba completo y resultó imposible formalizar una reserva.

El hotel dispone de aparcamiento privado al aire libre, por el que cargan un precio razonable de 10€ por día. No tiene restaurante, pero sí una sala para el desayuno de tipo buffet (más que correcto) y un pequeño bar, atendido directamente por el personal de recepción, que practica unos precios algo abusivos. Las habitaciones, como es costumbre en este tipo de hoteles, bastante pequeñas. Pero, en general, suficientes para un viaje de este tipo, en que el hotel no es el centro del viaje, sino sólo una necesidad práctica. Y la tarifa, bastante económica (algo más de 50€ por habitación para una o dos personas, más, en su caso, 9,90€ por persona para el desayuno buffet).

Acabamos llegando al hotel en torno a las siete y media de la tarde. Con el cansancio del viaje y dada la hora, decidimos cenar en alguno de los restaurantes, mediocres en general, que rodean la estación ferroviaria, a unos cinco minutos a pie del hotel. Al pito pito escogimos la Taverne du Midi, donde cenamos sin mucho más comentario.



SÁBADO 2 DE ABRIL

Especialmente las noches de fin de semana, los alrededores del hotel están muy concurridas. Desde el puente del ferrocarril hacia el Sur se alinean casi una veintena de discotecas y boîtes de nuit. En las habitaciones, perfectamente aisladas, eso no molesta en absoluto. Pero como yo soy fumador, bajé a las siete de la mañana para el cigarrito previo al desayuno, y la zona parecía la senda de los elefantes, incluyendo un furgón que vendía bocadillos y bebidas a los más remisos a retirarse a sus casas. Es habitual la presencia de algunos vehículos policiales, incluso alguna ambulancia o coche de bomberos, pues las reyertas e incidentes son relativamente frecuentes.

También, curiosamente, había por allí un autobús titulado Somnibus que, por lo que me enteré a través del encargado de seguridad del hotel, es una discoteca móvil.
Amanecer desde la habitación del hotel.
(JMBigas, Abril 2016)

Para el sábado, Alejandra prefirió quedarse en la ciudad para realizar turismo urbano y de compras. George y yo mismo nos encaminamos de buena mañana, para iniciar la jornada enológica, a la Maison du Tourisme et du Vin de Pauillac, la entidad organizadora de la jornada de Puertas Abiertas. El trayecto desde Burdeos hasta Pauillac es de unos 56Km., pero como la carretera cruza muchos pueblos, finalmente se tarda casi una hora y cuarto. Salimos del hotel pasadas las ocho y media de la mañana, y llegábamos a la Maison (N 45,194721º  O 0,744655º) hacia las diez menos cuarto.

En la Maison se pueden comprar botellas de vino de todas las denominaciones del Médoc, así como infinidad de accesorios y gadgets relacionados con el mundo del vino. Allí recogimos el folleto oficial de las Jornadas, con el detalle de la oferta de los 54 châteaux, específica para ese par de días. Pedimos alguna recomendación, pero, lógicamente, no nos priorizaron ninguno de ellos, pero sí nos indicaron algunos que tienen un interés arquitectónico o paisajístico algo más especial, etc.

En su pequeño aparcamiento nos permitimos unos minutos de asueto e hicimos volar el dron de juguete que yo llevaba en el maletero. Desgraciadamente, por errores de manipulación, no han quedado muestras gráficas de esos vuelos.

La selección de qué châteaux visitar es un proceso arbitrario y totalmente subjetivo. Personalmente, prefiero evitar los más grandes (los de mayor renombre). En ellos, habitualmente, el enoturismo está más desarrollado y te recibe personal especializado en la acogida de visitantes, lo que le da un cierto tono artificial, y además no me puedo permitir comprar ni siquiera una botella de sus primeros vinos, a menudo por encima de los 100 o 200€.
La Rose Pauillac, en el centro urbano del pueblo.
(JMBigas, Abril 2016)

Como máximo, hay que contar con visitar 3 ó 4 châteaux en una jornada. A menudo el horario de acogida se paraliza a mediodía (entre 12-12.30 y las dos o dos y media) y, además, queríamos estar de vuelta en el hotel de Burdeos no más tarde de las seis. Con todo ello quiero decir que la selección de Châteaux que efectivamente visitamos es totalmente arbitraria y subjetiva, y no presupone en absoluto que se trate de los mejores o más interesantes para visitar.

En general, los vinos tintos del Médoc están basados en la uva Cabernet Sauvignon, con importantes aportaciones de Merlot y algo de Cabernet Franc, con alguna posible aportación de otro tipo de uvas, como el Petit Verdot. Los vinos tienen una cierta jerarquía a partir de una clasificación que se realizó en 1855 (y nunca se ha revisado oficialmente). A veces el paso del tiempo ha mantenido, o incluso mejorado, la calidad de algunos caldos, pero también sucede a menudo lo contrario. Se pueden encontrar, de acuerdo a esa clasificación, Grands Crus Classées (del Primero hasta el Quinto), así como los llamados Cru Bourgeois, la mayoría de los que no fueron incluidos en la clasificación de 1855 como Grands Crus.

La clasificación de 1855 definió solamente cuatro Premier Cru (la máxima aristocracia): Lafite-Rothschild, Latour, Margaux y Haut-Brion (de Pessac, en la zona de Graves, al sur de Burdeos, no del Médoc). En 1937, tras muchas presiones, se añadió el Mouton-Rotschild. También se clasificaron en 1855 los vinos dulces licorosos de Sauternes y Barsac (consagrando como Premier Cru Supérieur al mítico Château d'Yquem), pero se dejaron fuera dos zonas muy nobles, como Saint Émilion y Pomerol, en el Libournais, al este de la ciudad de Burdeos.

George tenía cierto antojo en el Château Lynch-Bages (5º Cru), uno de los grandes, situado en Pauillac, en el Village de Bages, a no más de 1 Km. de la Maison. Fuimos allí, pero resultó que tanto las degustaciones como las visitas se hacían por rigurosa reserva a gestionar en la Maison, cosa que no habíamos hecho. Algo frustrados, nos entregamos a un par de vuelos del dron frente a los viñedos que rodean al Château, del que sí quedó constancia gráfica, como podéis ver en el vídeo que os incluyo.


Decidimos seguir por la zona norte, por Saint Esthèphe. Allí escogimos el Château Le Crock. Pasamos junto a Cos Labory y Cos d'Estournel, dos de los grandes de la Denominación, respectivamente 5º y 2º Cru.

Le Crock (N 45,238818º  O 0,772713º) forma parte del entramado empresarial de Léoville-Poyferré (2º Cru), uno de los grandes de la AOC Saint Julien, propiedad de la familia Cuvelier. Los Cuvelier compraron Le Crock en 1903. El edificio principal, en estilo Restauración, se construyó en las primeras décadas del siglo XIX.

Había una docena de coches aparcados como se podía en el espacio habilitado para ello, en el interior del recinto. Para las Puertas Abiertas, habían desplegado algunas mesas en el exterior, donde poder degustar sus dos vinos: el Château Le Crock y su segundo vino, el Château La Croix Saint Esthèphe. Y también una logística mejorada, para facilitar la compra a los visitantes. Aunque sólo eran las once y cuarto de la mañana cuando llegamos allí, pudimos degustar los dos, muy ricos ambos. Nos atendió fenomenalmente una de las enólogas del grupo.
Château Lagrange (AOC Saint Julien), del que sólo
pudimos visitar los jardines.
(JMBigas, Abril 2016)

Desde allí fuimos a continuación a uno de los más modestos de la AOC Pauillac, La Rose Pauillac, en el casco urbano del propio pueblo, rue du Maréchal Joffre. La bodega nació en 1933, de la iniciativa de una treintena de viticultores de la zona de Pauillac. Vinifican a partir del producto de diversos viñedos, incluyendo habitualmente una pequeña proporción de Petit Verdot también. Pudimos degustar tanto su La Rose Pauillac como el Chàteau Haut de la Bécade (una pequeña finca en el Village de Bages). Son vinos correctos, pero una multitud de aromas secundarios no siempre genera un vino muy bien estructurado.

Con motivo de las Puertas Abiertas, tenían también en degustación Primeur la cosecha de 2015. Asimismo había un stand de unos vascos de Saint Martin d'Arrossa (64), que tenían para degustación y venta unos excelentes quesos de oveja, con una confitura de cereza, ideal para acompañarlos, así como jamón vasco, pimientos d'Espelette (AOP) y diversos tipos de patés.


Jardines del Château Lagrange (Saint Julien)
(JMBigas, Abril 2016)

Desde allí fuimos un poco más al sur, a la zona de Saint Julien. Escogimos el Château Lagrange (3er. Cru), enclavado en una finca encantadora que rodea a las edificaciones principales, con extensos prados, un lago y hasta un riachuelo. Desgraciadamente, llegamos allí pasada la una de la tarde, y estaba cerrado, para la pausa del mediodía. Además, un panel informaba de que todas las degustaciones y visitas eran con estricta reserva, a gestionar en la Maison de Pauillac. Sí pudimos tomar algunas fotografías del maravilloso entorno natural.
Puerto fluvial de Pauillac, Gironde.
(JMBigas, Abril 2016)

Las circunstancias nos forzaron a una parada nutritiva para comer. Fuimos a la zona fluvial de Pauillac, donde hay varios restaurantes alineados en el quai Albert Pichon. Escogimos La Salamandre, que yo ya conocía, que tiene una oferta ecléctica que incluye diversos platos, pizzas, etc. Acompañamos el almuerzo con una botella de Bordeaux Clairet. A pesar de que el día no era nada caluroso, la terraza exterior estaba completa, y comimos en el interior.

Cuando terminamos de comer era ya cerca de las tres de la tarde. Desde allí nos dirigimos al Château Cantemerle (5º Cru, añadido en 1856), en Macau, bastante más al sur. Dentro de la AOC Haut-Médoc, Cantemerle es una de sus bodegas más prestigiosas. Llegamos allí en torno a las cuatro de la tarde. El entorno es espectacular, con amplios prados verdes y construcciones muy singulares. En particular, es de destacar la presencia de varios árboles centenarios, así como una de las torres del castillo completamente rodeada por la hiedra. Podéis verlo en este vídeo.


La bodega estaba ofreciendo la degustación en Primeur de la cosecha 2015, y se podían comprar botellas tanto de su primer vino, Château Cantemerle (a unos 40€), como su segundo vino, también excelente, Les Allées de Cantemerle, a unos 15€.

Tras un ratito de solaz en los prados, haciendo volar el dron de juguete (de lo que tampoco quedan pruebas gráficas), volvimos directamente a Burdeos, aunque nos tocó tragarnos el atasco (habitual, por otra parte) en la zona de los quais, que discurren paralelos al río Garona. Acabamos llegando al hotel algo pasadas las cinco y media de la tarde. Alejandra estaba ya descansando en la habitación, después de una jornada muy ocupada, en que se recorrió todo el centro de la ciudad incluyendo, por supuesto, la rue Sainte Catherine, una de las principales arterias comerciales de la ciudad de Burdeos.

Ese sábado 2 de Abril se iba a jugar, a las ocho y media de la tarde, el Clásico de la Liga BBVA: Fútbol Club Barcelona vs. Real Madrid, en el Camp Nou. Yo tenía cierto interés en ver el partido, por lo que acordamos buscar algún lugar para cenar en el que se pudiera ver el partido en una pantalla grande.

Ya aparcado el coche en el hotel, tomamos el tranvía en la parada de Ste. Croix, hasta la de Gambetta, con cambio en Quinconces. Al lado de la Place Gambetta, en la rue Vital Carles, realizamos una visita a la gigantesca librería icono de la ciudad, chez Mollat. Aproveché para comprar, en edición de bolsillo, alguno de los últimos premios para novelas policíacas (polar), que abundan en Francia.

Al lado de Place Gambetta, en el cours Clemenceau, localizamos un pub-restaurante donde se iba a proyectar el partido. Decidimos cenar allí y verlo tranquilamente. La cena, como era de esperar, resultó regularcilla, adobada, en mi caso, por la derrota del Barça (1-2) en su casa por su principal rival.

Volvimos al hotel en el tranvía, para descansar de un día que todos habíamos comenzado prontito por la mañana.



DOMINGO 3 DE ABRIL

Para el domingo, ya los tres, queríamos visitar, por lo menos, un par de châteaux más. Empezamos el día con un pequeño desvío de nuestra ruta, y fuimos a realizar una breve visita al muy turístico, medieval y pintoresco pueblo de Saint Émilion, en el Libournais, al este de la ciudad. En todas las épocas del año, a partir de las 10-11 de la mañana se producen grandes afluencias de visitantes. De hecho, recibe más de un millón de visitantes cada año. Saint Émilion está articulado en forma de grandes pendientes y no se puede circular en coche por buena parte del casco urbano. Además, por supuesto, se encuentra en el centro de una de las grandes AOC de la región de Burdeos, la Saint-Émilion, muy próxima, a su vez, de la Pomerol del legendario Pétrus, por ejemplo.

Campanario (clocher) de la Église Monolythe de
Saint Émilion.
(JMBigas, Abril 2016)

Salimos de Burdeos a las nueve y media de la mañana, y llegábamos a la Place Pierre Meyrat de Saint Émilion (pop. 1911), en la parte alta del pueblo, algo antes de las diez y cuarto. Todavía quedaban algunas plazas de aparcamiento (de pago) libres en la plaza y sus alrededores. En verano, hacia mediodía, es habitual ver coches aparcados en el arcén de las carreteras que conducen al pueblo, incluso a varios kilómetros de distancia.

En la misma plaza está la Maison du Vin de Saint-Émilion, que bien mereció una visita. Aparte de otros servicios propios de la AOC, su tienda dispone de la más amplia variedad de vinos de la AOC Saint-Émilion y sus denominaciones satélite (Puisseguin, Lussac, Montagne). Se puede conseguir un Saint-Émilion Grand Cru excelente por unos 15€, y un Grand Cru Classé a partir de 25-30€. Algo más baratas las botellas de las denominaciones satélite, y una calidad parecida. O, por supuesto, cualquiera puede estirarse con alguno de los grandes de la Denominación, como el Ausone o Cheval Blanc (Premiers Grand Crus classées A), o el Angélus o Figeac (Premiers Grands Crus classées B), a varios cientos de euros la botella.

En la propia plaza se encuentra la Église Collégiale de Saint-Emilion, que bien merece una breve visita. Se empezó a construir en el siglo XII y está clasificada como Monumento Histórico desde 1840. Actualmente es la iglesia parroquial del pueblo, por lo que ese domingo por la mañana pudimos ver una celebración eucarística, acompañada de muy bellos cánticos. En frente de la iglesia hay un hotel de lujo, asociado a la cadena de Relais et Châteaux, con preciosos jardines y una espléndida terraza (reservada a los clientes, eso sí).

El pueblo de Saint Émilion, desde la terraza junto al clocher.
(JMBigas, Abril 2016)

Escultura de vaca, en un jardín del pueblo de Saint Émilion (Gironde).
(JMBigas, Abril 2016)

A treinta metros por la rue du Clocher, se encuentra otra plaza inundada por las terrazas de los bares y presidida por el impresionante campanario de la antigua Église Monolithe. En la propia plaza hay un mirador desde el que se domina todo el pueblo. Por supuesto, cada puerta en Saint Émilion es o bien una tienda de vinos, o una bodega, o un restaurante o un bar o bistrot de vinos. Turismo temático, sin duda.

Desde el mirador se pueden ver, por ejemplo, las ruinas de la original Église Monolithe, una iglesia rupestre del siglo XI, así como las callejuelas y plazas del pueblo, donde abundan las terrazas donde comer o tomar algo.

Para una visita rápida al pueblo (una hora), creo que ésta es la mejor opción.

Desde allí nos dirigimos hacia el Médoc, para visitar uno de los Château de la AOC Margaux. Podíamos escoger entre el Siran y el Dauzac, muy próximos, y finalmente fuimos a este último, en el pueblo de Labarde, junto al río, donde llegamos al filo de mediodía. En los maravillosos jardines nos esperaba un majestuoso Rolls Royce Corniche de exposición.
Rolls Royce en los jardines del Château Dauzac.
(JMBigas, Abril 2016)

En Château Dauzac no había degustación gratuita de sus vinos, pero sí habían instalado un stand de productos de Pata Negra (anunciado así) de la empresa BEHER de Guijuelo (Salamanca). Comprando un plato de sus productos se tenía derecho a una copa de vino de la bodega. No teníamos hambre todavía y renunciamos a la opción, pero sí realizamos una visita a la tienda de la bodega, muy bien instalada, donde nos dieron todas las explicaciones que pedimos, incluso algunas en un castellano bastante correcto. Su primer vino, el Château Dauzac (40+€), un 5º Cru de acuerdo a la clasificación de 1855, es un Margaux de manual, con una llamativa etiqueta amarilla, la imagen de marca de la bodega.

Su tradicional segundo vino es el Labastide Dauzac, aunque desde la cosecha de 2013 se le ha añadido otro vino más innovador, el Aurore de Dauzac. También producen, bajo la AOC Haut-Médoc, el Château Labarde, procedente de una pequeña parcela de 3 hectáreas, aneja a los viñedos del Grand Cru.

Con ocasión de la Jornada de Puertas Abiertas, practicaban un pequeño descuento sobre el precio habitual de sus vinos.

Edificio principal del Château Dauzac (AOC Margaux).
(JMBigas, Abril 2016)

Frente a la entrada, hay una escultura muy singular, donde dos figuras vagamente humanas, rodeadas de pájaros, brindan con una copa en la mano.

George y Alejandra, junto a la escultura Brindis en Dauzac.
(JMBigas, Abril 2016)
Dauzac es uno de los dominios vinícolas más antiguo del Médoc, ya que hay trazas del cultivo de la viña allí desde el siglo XII. La finca, aunque no tuvimos ocasión de visitarla, es impresionante por su ubicación frente a la Île Verte, una de las islas que jalonan el Estuario de la Gironde, justo donde se unen los ríos Garonne y Dordogne, en el Bec d'Ambès. Un ejemplo de su implicación ecológica y su respeto por la biodiversidad son las colmenas que hay en la finca, de las que se produce una brillante miel de acacia.

Queríamos a continuación visitar el Château Lanessan, cru bourgeois supérieur de Haut-Médoc, situada en Cussac-Fort-Médoc. Sabíamos que había posibilidad de realizar una breve visita con explicaciones en castellano. Lanessan pertenece a la familia Bouteiller desde el siglo XVIII y, tras algunas adquisiciones más recientes, ocupa en la actualidad más de 300 hectáreas. La finca está surcada por multitud de caminos, ojo, no todos ellos practicables con un vehículo de turismo. Tanto a la entrada como a la salida, el navegador GPS nos llevó por algún camino que acabó siendo intransitable, teniendo que dar media vuelta como buenamente pudimos. Para evitar estos problemas, aviso para navegantes: Coordenadas de llegada (aparcamiento junto a la sala de degustaciones): N 45,136548º  O 0,752809. Coordenadas del camino correcto de acceso: N 45,135198º  O 0,734669º.
Edificios de las antiguas cuadras del Château Lanessan.
(JMBigas, Abril 2016)

Tuvimos la suerte de que nos recibió Paz Espejo, una madrileña que es la directora de esta bodega desde 2009. Ella nos guió en una breve visita al dominio, en particular a la zona del Museo del Caballo, que incluye las antiguas cuadras (Écuries), con una excelente exposición de calesas, una exhibición de guarnicionería en salas con maderas nobles, o los alojamientos de los caballos, con abrevaderos de mármol. Pudimos ver también el jardín, que se convirtió en huerto durante la Segunda Guerra Mundial, con su correspondiente invernadero.

Para la vinificación no utilizan depósitos de acero inoxidable, sino tanques revestidos de resina alimentaria. Y disponen, desde 2012, de una modernísima maquinaria, de origen italiano, para la clasificación automática de la uva atendiendo a criterios objetivos (ópticos, por tamaño, etc.). Algo realmente impresionante que no es fácil de ver en ninguna bodega.
Jardín del Château Lanessan (Cussac-Fort-Médoc).
(JMBigas, Abril 2016)

Tanques para vinificación, revestidos de resina alimentaria, en la bodega
del Château Lanessan.
(JMBigas, Abril 2016)

Al final de la visita pudimos degustar sus tres vinos principales: Château Lanessan (19€), su segundo vino Les Calèches de Lanessan y el Château Sainte Gemme, que procede de una propiedad recientemente incorporada a la finca.

Al final se nos planteó un pequeño problema logístico. Ya eran las dos y cuarto de la tarde, y todavía no habíamos comido. Una hora muy tardía para Francia. Paz nos recomendó que lo intentáramos o bien en el café del Village de Bages, o en los restaurantes de Pauillac que ya conocíamos del día anterior.

Nos fuimos directamente a Pauillac, donde llegamos unos minutos antes de las tres de la tarde. En todos los restaurantes de la zona ya sólo quedaban algunos clientes tomando café, y ninguno se avino a servirnos un almuerzo a hora tan tardía. Algunos de los clientes de la terraza nos recomendaron que visitáramos alguna de las bodegas que ese día de Puertas Abiertas tenían una oferta gastronómica complementaria. Otro nos indicó que justo enfrente, sobre el puerto fluvial, todavía se estaba celebrando, al aire libre, la preinauguración de lo que será, en unos meses, un restaurante especializado en pescado que abrirá allí sus puertas.

Cruzamos a toda prisa, porque parecía que ya estaban recogiendo y, además, el cielo se había puesto de un color que presagiaba lluvia a no tardar. Llegamos a tiempo para que nos sirvieran algunas cositas simples (una Andouillette de Troyes - salchicha rellena que recuerda al botillo pero con menos excesos -, unas crêpes y unas copitas de vino). Resolvimos de ese modo bastante precario la emergencia nutritiva que ya nos estaba rondando. Tuvimos que partir con cierta prisa, porque empezó la anunciada lluvia. Todavía pudimos tomar un café en una de las terrazas cubiertas de la zona.

A las cuatro menos cuarto de una tarde lluviosa de domingo decidimos retirarnos en dirección al hotel en Burdeos, pues poca cosa más podíamos hacer ya por ahí con esa meteorología adversa. Aprovechamos para cargar gasolina en una de las poquísimas gasolineras que permanecen abiertas en domingo. Enfilamos el camino hacia Burdeos y esta vez, en lugar de seguir los quais junto al Garona, fuimos por la Rocade (periférico), lo que nos permitió cruzar el río por el majestuoso Pont d'Aquitaine. Acabamos llegando finalmente al hotel en torno a las cinco y diez de la tarde.

Tras descansar un tiempo, repetimos el viaje en tranvía del día anterior (la lluvia seguía de forma intermitente). Esta vez escogimos cenar en el Hippopotamus de cours de l'Inténdance, junto a Place Gambetta. El restaurante está especializado en carnes a la brasa, y acompañamos la cena con una espléndida botella de vino tinto AOC Pessac-Léognan, de la zona de Graves, al sur de la ciudad.



LUNES 4 DE ABRIL


El lunes tocaba regresar a casa. Pero todavía nos quedaba alguna visita interesante que realizar alrededor de Burdeos. Primero queríamos ir a Planète Bordeaux que, debido al incidente ya citado, nos había resultado imposible visitar el viernes por la tarde.

Planète Bordeaux (N 44,874365º  O 0,399147º), en Beychac-et-Caillau, al este de Burdeos, junto a la carretera de Libourne, es la sede de las Denominaciones genéricas de la región, las Bordeaux y Bordeaux Supérieur. Son las únicas de toda la región que, además de los tintos, cubren los vinos rosados, tanto el Rosé (color rosa pálido) como el Clairet (rojo picota) y, junto a las denominaciones de la zona de Graves, las únicas que cubren vinos blancos secos. Esta instalación lúdica ofrece un pequeño recorrido estilo Museo del Vino (aromas, colores y trabajos en torno al vino) y una tienda con sala de degustación donde tienen a la venta vinos de varios centenares de bodegas de la región que utilizan esta denominación genérica para alguno/s de sus vinos.

Salimos del hotel, ya con todo el equipaje, pues íbamos camino de casa, minutos antes de las ocho y media de la mañana, y llegamos a Planète Bordeaux al filo de las nueve de la mañana, la hora oficial de apertura. Obviamos el recorrido museístico (de pago) y fuimos directamente a la tienda en la planta inferior. Dentro de la región bordelesa, es aquí donde se pueden comprar vinos de la zona a precios más asequibles.

Para facilitar la labor del visitante, cada temporada distinguen algunos vinos con los llamados Oscars, elegidos a ciegas por jurados populares. Elegir marcas con Oscar es una cierta garantía de llevarse los mejores vinos de la Denominación, al menos en esa cosecha, y ayudan a no perderse en los varios pasillos interminables.

Yo estoy registrado con ellos y recibo periódicamente su Newsletter. Tras escoger algunas botellas de rosados y claretes, me llevé la sorpresa de que, en cada compra que he realizado allí los últimos años, he ido acumulando puntos y ya tenía los suficientes para escoger un regalo, por un importe de 15€. Escogí una sola botella, y me regalaron un excelente tinto, un Château Le Pin Beausoleil (AOC Bordeaux Supérieur).

Cuando finalizamos la visita, a las diez menos cuarto, queríamos visitar, antes de emprender la vuelta, la Maison des Vins de Graves, en Podensac. Para evitar que el navegador nos llevara por el camino más rápido, de vuelta a la Rocade, con importantes atascos habitualmente a esas horas, conseguimos que nos llevara por las carreteras secundarias, cruzando diversos pueblos, como Salleboeuf y Créon, cruzando el río Garona por Béguey. Llegamos a nuestro destino (N 44,652874º O 0,362970º), la sede de las denominaciones Graves, Graves Supérieur y Pessac-Léognan, pasadas las diez y media de la mañana.

La Maison des Vins de Graves ocupa un château en una finca con viñedos dentro del pueblo de Podensac. Aparte de otras facilidades, como salas de alquiler, talleres de cata, etc., en el sótano hay una tienda con zona de degustación, para acceder a los excelentes vinos de esta zona del sur de Burdeos. Para muchos, Graves es el origen del vino de Burdeos. De hecho, dos de los grandes popes de la viticultura bordelesa tienen sus cabezas de cartel en esta zona: André Lurton en La Louvière y Bernard Magrez en Pape Clement.

Bajo las denominaciones (AOC) Graves y Pessac-Léognan podemos encontrar excelentes tintos y muy buenos vinos blancos secos, con preferencia por la Sauvignon Blanc y la Semillon. Los Graves Supérieur son vinos licorosos dulces, al estilo de las más prestigiosas denominaciones de la zona para vinos de esta tipología, como Sauternes y Barsac

Para blancos secos y tintos hay una pequeña aristocracia que son los Crus Classées. Se pueden tener excelentes vinos (blancos y tintos) a precios en el entorno de los 15-20€, mientras que los Crus Classées se disparan a los 30+€.

La mujer que nos atendió, encantadora, nos ofreció una degustación de tres vinos blancos secos, de progresiva concentración y estructura. En los más frutales, predominan los aromas, por ejemplo a melocotón, y las notas cítricas. Los que han pasado por madera aportan nuevas sensaciones y profundidad de sabor, asociadas a ese hecho.

Escogí media docena de botellas, entre ellas dos de precio medio que para mí son míticas de la zona: un Château La Louvière tinto y un Château Chantegrive blanco. A pesar de que también aquí estoy registrado, descubrí que no se acumulan puntos.

Finalizada la visita, en torno a las once y veinte, emprendimos ya el camino hacia la A-63 y el sur, de vuelta a casa. Tuvimos un viaje bastante placentero, sin ninguna incidencia de tráfico ni atascos, pero con presencia casi constante de la lluvia. Un poco antes de la una y media cruzamos el río Adour y nos adentramos en el Departamento de Pyrénees Atlantiques (64), que es la estructura administrativa de los tres territorios históricos de Euskal Herria que forman parte del Estado francés.

A las dos menos cuarto cruzamos el Bidasoa y la frontera, sin más controles que el último peaje francés (Biriatou). Para las dos y veinte hicimos una parada nutritiva y logística en el Lukas Route 33. Yo me tomé un delicioso bocadillo llamado mixto ibérico (con jamón ibérico y queso), en una flauta calentita de pan de maíz, cortada por la mitad, tan grande que parecían dos bocadillos completos.

Como ya íbamos camino de casa, aprovechamos para comprar alguna cosita en la tienda gourmet. Yo me llevé un par de botellas de txakoli, una barra de pan de leña de excelente aspecto y una txistorra de imponente aspecto.

Terminadas todas las gestiones, reiniciamos la marcha hacia las cuatro menos veinte de la tarde, camino de Vitoria, Burgos y Madrid. Bajo la lluvia intermitente, hicimos una parada fisiológica (gasolina, pipi-room, café) en el Área de Servicio de Briviesca (Burgos) a las cinco y cuarto. Seguimos camino ya directamente hacia Madrid. Para las ocho y veinte llegamos a la zona de Saconia-Puerta de Hierro, donde George y Alejandra descargaron su equipaje y las compras, y yo seguí camino para mi casa, no sin antes llenar el depósito de gasolina. Esa es la mejor fórmula para el reparto de gastos: salir de casa con el depósito lleno, y llenarlo a la llegada.

Llegué a mi casa a las nueve menos cuarto de la noche. Fin del viaje.

En resumen, cuatro días bien aprovechados de enoturismo por la región de Burdeos. Con poquito tiempo perdido gracias al trabajo previo de registrar en el navegador GPS todos los lugares que queríamos visitar.

JMBA

viernes, 15 de abril de 2016

Bálsamo para Panamá

Los sucesivos episodios de filtración de informaciones procedentes de diversos paraísos fiscales, culminados estos días con los llamados Papeles de Panamá, nos están enfrentando a los ciudadanos comunes con una realidad que siempre hemos conocido pero que vivíamos mucho más confortablemente fingiendo ignorar.
Lo mejor de cada casa, pillados por el carrito del helado
de los papeles de Panamá.
(Fuente: elmundo)

El principio de la socialdemocracia, que se ha ido imponiendo en las tierras europeas tras la Segunda Guerra Mundial, es que los ciudadanos deben pagar sus impuestos, para contribuir al sostenimiento del Estado y de todos sus mecanismos protectores y redistributivos. Y este pago debe ser progresivo, es decir que los que más dinero ingresan por sus actividades deben contribuir con un mayor porcentaje a las arcas públicas. Manteniendo, eso sí, el principio de la ordinalidad, es decir, que a nadie que ingrese más dinero le acabe quedando menos para sí mismo que a otra persona que hubiera ingresado menos.

Pero el capitalismo, en su inmensa inteligencia galáctica, nunca deja tirado a nadie... que lo pueda pagar. De esta forma, para aquellos que se lo puedan permitir, el capitalismo les aporta válvulas de escape que permiten mitigar esta obligación impositiva y fiscal. Y, por supuesto, les brinda los servicios (de pago) de abogados y asesores fiscales.

De esta forma, y en la práctica, las arcas públicas de los Estados se sostienen gracias a la contribución (obligada) de las capas medias de la población, esos ciudadanos perfectamente integrados en la sociedad, que desarrollan diversos trabajos por los que perciben los correspondientes sueldos, completamente controlados, monitorizados y conocidos por los poderes públicos. En las capas sociales más bajas se extiende la economía de supervivencia, básicamente sumergida, con actividades semiclandestinas, opacas a los poderes públicos, en forma de pagos en efectivo que ni contribuyen a las arcas públicas ni consolidan derechos sociales para sus perceptores.

Mientras, en la parte opuesta de la pirámide social, en las capas más altas, más acomodadas, más ricas, cunde la sensación de que pagar los impuestos que les corresponderían es cosa de plebeyos o ignorantes e indigno de su condición. El sistema les ofrece salidas ya establecidas para evitar (o al menos, reducir) sus obligaciones fiscales. Les permite sociedades instrumentales, a menudo radicadas en lugares donde la presión fiscal es infinitamente menor que en un estado avanzado social de derecho, de modo que las personas físicas (casi) pueden alegar insolvencia, pues no tienen rentas ni patrimonio asociados a su nombre. Aunque sigan disfrutando, por supuesto, de todas las comodidades que les pueden aportar sus abultados patrimonios. O les tolera, por ejemplo, el uso torticero de las instituciones colectivas de inversión, como las SICAV, con el uso extendido de los llamados mariachis, una modalidad de testaferro.

El Estado, cualquier Estado, es incapaz de taponar esas vías de agua (o de sangre). Tiene que limitarse, ante la imposibilidad de suturar, a ir poniendo apósitos mientras la sangre sigue fluyendo casi en libertad.

Los Papeles de Panamá nos cuentan, con claridad, que cualquiera que tenga unos ingresos de cierta entidad, tiene a su disposición mecanismos, en forma de sociedades offshore, por ejemplo, para minimizar sus (aparentes) obligaciones fiscales en España. Pero seamos justos. Porque si alguien va a vivir y trabajar (de verdad) en Suiza, es normal que tenga allí sus cuentas corrientes para cobrar su nómina y para pagar sus recibos. O si alguien va a desarrollar una actividad empresarial en Panamá, es normal que constituya allí una sociedad panameña para gestionar esa actividad. Sólo que, tratándose de ciudadanos españoles, la Agencia Tributaria debe tener conocimiento de esas participaciones. Y el día que una de esas sociedades reparta beneficios a sus socios, ese ingreso deberá tratarse fiscalmente a través del Impuesto de la Renta de las Personas Físicas español.
José Manuel Soria, ya ex Ministro de Industria, Comercio y
Turismo. Ha tenido que dimitir tras acumular mentira tras
mentira en una gigantesca matrioshka.
(Fuente: extraconfidencial)

En toda esta maraña, por supuesto, los caminos opacos, oscuros o en penumbra, abundan, y le brindan herramientas útiles a cualquiera que tenga por objetivo reducir al mínimo su contribución a las arcas públicas españolas.

Este es el escenario que ha pasado la reválida de la globalización, y que está firmemente instalado en nuestra sociedad occidental. Y la prueba es que en estos Papeles de Panamá hay ciudadanos y mandatarios de infinidad de países, incluso con diferentes regímenes políticos. No olvidemos, por ejemplo, que cualquier dictadorzuelo de cualquier país del mundo sigue con lealtad la Regla Número 1: constituir pozos de recursos económicos en territorios neutrales, y desconocidos para sus propios ciudadanos y las autoridades de su país. De este modo, el día en que sean depuestos podrán emigrar y vivir confortablemente el resto de sus días, en lugar de acabar en la cárcel y sin recursos.

A los ciudadanos normales nos inunda la sensación de que todo esto es completamente inevitable y que estamos condenados a seguir bandeándonos en este cenagal, intentando únicamente taponar como se pueda las infinitas vías de agua abiertas en el casco de esta sociedad.

Para buscar un bálsamo a esta sensación tan desasosegante, he recurrido a Joan Manuel Serrat, al que admiro. Este cantautor catalán, ante todo, inteligente, publicó una canción llamada En Paus (En Paz, y ya veréis en qué sentido) en su álbum Material Sensible (1989), íntegramente en catalán. Personalmente, esta época de madurez de Serrat es la que más me gusta de toda su obra, con letras que demuestran que ya estaba de vuelta de muchas tonterías y una musicalidad que, a menudo, roza la excelencia. Esta época incluiría los álbumes Bienaventurados (1987), el citado Material Sensible (1989), Utopía (1992 y Nadie es Perfecto (1994).
Carátula del álbum de Serrat "Material Sensible" (1989)
(Fuente: coveralia)

La canción En Paus está compuesta y musicalizada en un tono festivo y rozando la comicidad. El humor, que siempre es el mejor bálsamo para enfrentarse a los hechos más trágicos. Podéis oírla aquí, subtitulada en castellano. En ese final de los 80, Serrat se la dedicaba a la llamada Jet Set, esa (presunta) élite que aparece en la prensa del colorín, de actividad a menudo desconocida pero de vida muy acomodada. De todas formas, lo que contaba entonces Serrat es hoy perfectamente aplicable a la tropa de Panamá.

Démosle un repaso a la letra de esta canción, para que comprendáis el efecto (engañosamente) balsámico que tiene esa canción para el ciudadano corriente (letra extraída de la web quedeletras).

Empieza así (os aporto mi propia traducción libre al castellano):

Són guapos, feliços, massissos, nocturns,
famosos, simpàtics, inútils i absurds.
Destaquen, s'ensorren, es torren al sol.

Esquien, naveguen, s'ofeguen d'alcohol.

(Son guapos, felices, macizos, nocturnos,
famosos, simpáticos, inútiles y absurdos.
Destacan, se hunden, se tuestan al Sol.
Esquían, navegan, se ahogan en alcohol)

Y continúa con el primer ajuste de cuentas:

Tenen més calaixos, però també més trastos.
Tenen més vestits, però també van a més llocs.

En paus.

Tenen més amics, però també més falsos,
i més seguretat, però també més por.

Tenen més diners, però també més despeses.
Tenen més poder, però també més maldecaps.

En paus.

Tenen més de tot, però també més a perdre.
Potser el món és seu, però els tenim voltats.


(Tienen más cajones, pero también más trastos.
Tienen más vestidos -trajes-, pero también van a más sitios.

En Paz.

Tienen más amigos, pero también más falsos,
y más seguridad, pero también más miedo.

Tienen más dinero, pero también más gastos.
Tienen más poder, pero también más preocupaciones.

En Paz.

Tienen más de todo, pero también más que perder.
Quizás el mundo es suyo, pero les tenemos rodeados.)


Sigue Serrat destilando esas pequeñas envidias del ciudadano corriente:

Tots sols, en parelles i en estol, la jet.
Són moda, primícia, i notícia per bens.
S'operen, s'enfaixen, viatgen arreu.
Els mimen, se'ls rifen, a cavall i a peu.


(Solos, en pareja, y en bandada, la Jet.
Son moda, primicia, y noticia para corderos.
Se operan, se enfajan, viajan a todas partes.
Los miman, se los rifan, a caballo y a pie.)


Y a continuación el ajuste de cuentas definitivo:

Tenen més stànding, però també més rendes
i més a lluir, però també més a amagar.

En paus.

Tenen més pecats, però també més penques.
Tenen més camí, però també més pla.

Tenen més amants, però també més banyes.
Tenen més sabates, però també tenen dos peus.

En paus.

Tenen més cognoms, però també la palmen,
però, això sí, després d'haver viscut com déu.



(Tienen más standing, pero también más rentas.
Y más que lucir, pero también más que esconder.

En Paz.

Tienen más pecados, pero también más jeta.
Tienen más camino, pero también más llano.

Tienen más amantes, pero también más cuernos.
Tienen más zapatos, pero también tienen dos pies.

En Paz.

Tienen más apellidos, pero también la palman,
pero, eso sí, después de haber vivido como Dios.).


Valga esta canción de Serrat como pequeño bálsamo para las muchas heridas que la actualidad está infligiendo en nuestras cándidas almas de ciudadanos honrados.

JMBA