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lunes, 31 de marzo de 2014

Europea, sí. Unión, lo justito.

Este lunes he estado en París, y he cenado un corazón de entrecote en un Hippopotamus frente a la Gare du Nord. Nada barato, pero excelente.

Se sentaron al lado dos caballeros españoles, con excelente dominio del francés, que ignoraban que yo fuera también español, al cenar solo y, por lo tanto, no hablar más que en francés con la camarera. En un  cierto momento, hicieron el panegírico de la globalización y la tecnología de punta, que ya permite pedir un menú por Internet desde casa (tras consultar la oferta), y aparecer por el restaurante en cuestión a mesa puesta. Cierto, ese tipo de cosas ya pueden hacerse. La moraleja de uno de los caballeros es que llegará un día en que no abriremos la boca en todo el día para hablar con nadie, aunque hayamos interactuado (informáticamente), con cientos de personas.

Esta conversación me ha recordado una terrible decepción que me he llevado esta tarde. En el Espace Champerret (uno de esos pequeños centros de congresos que abundan en los alrededores del Boulevard Periphérique) he visitado el Salón de los Viticultores Independientes, que celebraba hoy su último día. Más de 600 expositores. Una auténtica gozada para los amantes del vino y sus variantes. Seis euros la entrada (en mi caso, cinco, porque compré un "excedente" a la salida del Metro), con derecho a copa propia para las sucesivas degustaciones.

Para que el visitante pueda comprar vino en cajas, la organización ofrece el alquiler de carritos para llevarlas hasta el coche en el parking subterráneo, y también el envío a casa por una tarifa plana de 3€ por  caja. En Internet y en las diversas publicidades, se especifica que el envío es sólo para la Francia Metropolitana (lo que excluye a Córcega, los territorios y dominios de ultramar, y el resto del mundo).

Lo primero que hice al llegar a la feria fue visitar el stand de los logísticos que aseguran este servicio, para verificar que no habría problema en enviar a mi casa en Madrid algunas cajas de vino que yo pudiera ir escogiendo durante mi visita. Pero no. No se puede, no pueden, no saben, no se debe, es ilegal o que sé yo cuántas excusas más.

La conclusión es que si yo compro dos cajas de vino en Francia, puedo meterlas en el maletero del coche y llevarlas a mi casa en España, y eso es legal. Pero si hay un transportista de por medio, parece que es obligatorio que exista un "documento de acompañamiento" para justificar que los impuestos correspondientes en origen han sido correctamente satisfechos. El vino que se vende en Francia debe llevar una "cápsula fiscal" que viene a ser el comprobante de que se han satisfecho los correspondientes impuestos. Pero eso, al parecer, no vale para el resto de países de la Unión Europea, ni siquiera para el núcleo de Schengen.

Ya no hay aduanas, existe la libre circulación de mercancías y personas en el interior de la Unión Europea, pero no pueden enviarte dos cajas de vino "legal" desde Francia a tu casa en Madrid. Sospecho que ese mismo problema se encontrarán en España los turistas franceses (o de otros países de la Unión Europea) cuando, emocionados por una cata o una degustación, les gustaría hacerse enviar un par de cajas a su casa. Aunque también es posible que nos pasemos esa (presunta) legalidad por el forro de las Horcas Caudinas. 

Completamente inaudito. Lógicamente, me lo he llevado bebido, que ahí no quedan dudas.

JMBA 

martes, 18 de marzo de 2014

¿Puede desaparecer un avión comercial?

Este mundo moderno, infinitamente globalizado e infestado de tecnología, hasta en el bolsillo o alrededor de la muñeca de los ciudadanos, nunca dejará de sorprendernos. No nos sorprende que un guásap (permitidme el neologismo) que envía un chaval a dos amigos del pueblo de al lado, para quedar a tomar unas cervezas, acabe registrado en un remoto ordenador de Virginia, donde un autómata, o incluso un operador humano, lo destripa para verificar si tras las cervezas no habrá un intento de subvertir el orden mundial. O, para el caso, que la llamada de María (un suponer) a su cuñada para comentar lo achuchada que está la vida y los problemas de los hijos adolescentes, sea escuchada por un operador, muy probablemente paquistaní, en algún lugar de las afueras de Londres.
Y, sin embargo, casi ni nos sorprende que un avión comercial, un avión Boeing 777 (de unos 70 metros de longitud, y un coste en el entorno de los 250 millones de dólares), pueda desvanecerse y desaparecer sin que nadie parezca capaz de rastrearlo, con 239 personas a bordo.

El vuelo MH370, de Malaysian Airlines, en ruta desde Kuala Lumpur a Pekín (o Beijing), literalmente desapareció el 8 de Marzo de los radares comerciales una hora después de despegar. Lógicamente, la primera hipótesis fue que se hubiera precipitado al mar, por algún problema técnico no identificado, al este de la península malaya. Pero esa hipótesis fue rápidamente descartada.

Las primeras investigaciones demostraron que varios de los pasajeros estaban volando de forma irregular, con pasaportes falsificados o robados. ¡Y nosotros que pensábamos que antes de montar en un avión nos revisaban hasta el color de los calcetines!.

Luego resultó que el comportamiento anterior del copiloto era bastante dudoso, ya que existen fotografías (en las redes sociales) de chicas preciosas y rubias visitando a los pilotos en la cabina, en pleno vuelo, lo que está absolutamente prohibido.

Tímidamente, empezaron a surgir nuevos datos. Hubo que reconocer que, a partir de cierto punto, el avión quedaba huérfano de seguimiento por parte de los sistemas de radar de la aviación comercial, hasta que entrara de nuevo bajo el control de otros sistemas en su ruta. Y también surgieron los datos procedentes de algún radar militar que parecían indicar que el vuelo había cambiado súbitamente de ruta, alejándose del corredor por el que se suponía debía volar hacia su destino.

Aparecieron a continuación datos de algún satélite, que parecían indicar que habían tenido contacto posterior con el avión que, según estas informaciones, habría seguido volando, por lo menos, varias horas después de su desaparición de la ruta planificada. Pero los datos que devolvió el avión al ping del satélite serían incompletos, o sus sistemas no estarían actualizados a la última versión. De modo que resultaba imposible determinar la posición exacta del vuelo en ese momento de contacto, y sólo sería posible determinar que podría ocupar una posición dentro de dos grandes arcos, muy alejados, al Norte o al Sur, de la ruta inicial.

Por supuesto, se han barajado toda clase de hipótesis. Lo único que parece seguro es que alguien a bordo (¿los pilotos?¿algún presunto secuestrador?) habría silenciado el avión, desconectando los sistemas que emiten información que pueden interpretar los radares y satélites, permitiendo así el seguimiento del vuelo. Pero aún así, un bulto volante del tamaño de un Boeing 777 no se puede desvanecer, y debería ser detectado por la infinidad de sistemas militares distribuidos por el mundo, teóricamente para lanzar las alertas tempranas sobre posibles ataques aéreos de los presuntos enemigos. Para esquivarlos, un avión debería volar por debajo de los 100 metros de altura sobre el terreno, y eso no es viable con un avión de este tipo y tamaño.

Si el avión siguió volando cinco, seis o siete horas, como ya parece afirmarse estos días, parece inconcebible que, en algún momento, no acabara escoltado por un par de cazas de alguno de los países de la zona, que le conminara coercitivamente a aterrizar y rendirse.

La biografía de todos los tripulantes y de todo el pasaje se está analizando bajo el microscopio. Se trata de determinar si alguno de ellos tuvo alguna vez alguna veleidad vagamente revolucionaria o terrorista; si alguno de ellos es socio de un club de aeromodelismo; si alguno de ellos compró recientemente un simulador aéreo para el PC doméstico; si alguno de ellos le preguntó alguna vez a la azafata de un vuelo anterior, para conocer la altura de vuelo. En fin, tratando de identificar al enemigo (presunto, siempre).

No me puedo creer que el avión finalmente se estrellara en algún lugar de la amplísima zona que se está escudriñando actualmente (que ya abarca desde el Asia Central hasta Australia), y el choque no fuera registrado por alguno de los infinitos satélites espía que sobrevuelan permanentemente nuestro santo planeta. Y también me cuesta creer que acabara aterrizando en algún lugar (remoto tendría que ser), sin que nadie fuera del avión lo detectara.

Salvo que, por supuesto, alguno de los muchos países que, al menos aparentemente, están colaborando en la búsqueda del avión desaparecido, tenga información y no la comunique por algunos oscuros intereses. O sea directamente cómplice de la desaparición.

Analizando el perfil de todos los pasajeros, se está intentando cotejar si la desaparición de alguno o algunos de ellos pudiera tener una importancia estratégica para alguno de los actores universales (Gobiernos, organizaciones terroristas, empresas competidoras,...). No sería la primera vez que, para disimular el asesinato de alguien concreto, molesto o incómodo por algún motivo para alguien, algunos no tuvieran escrúpulos en asesinar a otras doscientas personas para enmascarar el hecho.

Lo que estamos viendo con la desaparición del vuelo MH370 no tiene precedentes conocidos, y no sabemos intuir ningún patrón que coincida con otros hechos anteriores que hayan sucedido en las últimas décadas. La destrucción de un avión, con presuntos intereses revolucionarios, la hipótesis de un atentado terrorista, no encaja con lo que sabemos, ya que su efectividad depende de la publicidad del hecho. El impacto de este tipo de actos está directamente ligado a las imágenes de los restos humeantes del avión, y a las lágrimas por las víctimas.

La hipótesis de un arranque suicida de los pilotos parece bastante descabellado. A pesar de sus presuntas frivolidades, se trata de pilotos muy expertos, que debemos pensar que eran conscientes de sus responsabilidades para con la compañía y los pasajeros (y sus propios compañeros de la tripulación). Un grave desengaño que pudiera conducir a instintos suicidas, nos llevaría más bien a una cápsula de cianuro acompañada de un trago de whisky de malta, en tierra y en soledad.

Los secuestros de avión a los que hemos asistido en los últimos tiempos, han tenido patrones muy diferentes de esta desaparición. Se ha tratado de desviaciones de rumbo, con toma de rehenes. Aterrizaje en algún aeropuerto neutral y negociación para conseguir dinero u otras contrapartidas. Habitualmente, con éxito casi nulo.

Lo que sí parece probado es que desde el interior del avión se realizaron manipulaciones bastante expertas, a fin de silenciar al máximo el vuelo. En los últimos días también se ha insinuado que el MH370 podría haber utilizado la sombra de otro avión similar (en ruta de Singapur a Barcelona), a fin de disimular sus movimientos.

Los expertos (siempre solamente presuntos), de los que el Wall Street Journal es su principal altavoz, han empezado a difundir toda clase de versiones y posibilidades. Una de las más extendidas tiene que ver con la absoluta reticencia de todos los países (en particular los de la zona en cuestión) a compartir sus datos militares, procedentes de las sofisticadísimas tecnologías electrónicas de que disponen, y que, por cierto, han supuesto flujos de miles de millones de dólares en dirección, principalmente, de grandes compañías estadounidenses expertas en Defensa. Y el origen de esas reticencias estaría en que podrían manifestar no tanto lo que saben, sino lo que ignoran. En otras palabras, pondría sobre la mesa sus propias debilidades. Porque la tecnología, por sí sola, no garantiza una determinada operatividad. Requiere, entre muchos otros factores, de operadores expertos, formados y motivados que las sepan explotar. Y, muy posiblemente, ese no sea siempre el caso.

Personalmente, si yo fuera guionista de películas de acción e intriga, desarrollaría una teoría conspirativa. En el interior del vuelo MH370, en el propio avión, en el equipaje de los tripulantes o de los pasajeros, o en las bodegas del avión, habría algún elemento estratégico, que una organización de tipo mafioso estaría dispuesta a matar por poseer. Y, muy especialmente, si nadie más en el mundo supiera que disponen de ello. Podría tratarse de una cabeza nuclear, o de alguno de sus componentes. O de un virus letal, que podría sembrar el terror en el mundo entero. O de un billón de dólares (un suponer) en Bonos al Portador, que podría desestabilizar toda la economía mundial. O del antídoto de alguna de las epidemias mundiales, que se habría desarrollado pero no distribuido, a la espera de un importante aumento en su precio, tras una crisis sanitaria de nivel planetario, quizá también inducida. O alguna de las personas que viaja a bordo de ese vuelo tendría un conocimiento específico sobre alguna materia extremadamente sensible que, en manos equivocadas, podría provocar una crisis completa de todas las estructuras políticas y económicas de nuestro mundo.

El avión habría podido aterrizar en alguna zona desértica del Asia Central (un decir), aprovechando el intervalo entre pasos del satélite, y habría sido inmediatamente camuflado para esconder su presencia en el siguiente paso. Los rehenes no útiles podrían haber sido directamente asesinados, o bien conservados con vida para crear una cortina de humo en forma de rescate masivo, que enmascararía el auténtico objetivo de la misión.

Lo que está claro es que el avión no pudo seguir volando más allá de unas pocas horas tras su desaparición. Salvo que hubiera sido reabastecido de combustible en vuelo, lo que supondría la intervención de medios que, por lo menos así lo pensamos, están más allá de las posibilidades de algún oscuro grupo guerrillero, terrorista o mafioso. Esto requeriría la intervención turbia de algún Gobierno de aviesas intenciones, o de una organización paragubernamental, al estilo de la Spectra de los primeros James Bond.

El héroe de la película sería un anónimo analista de la CIA (o de la NSA), al estilo del Jack Ryan de Tom Clancy, que, tras sus gafas, detectaría sutiles diferencias entre las fotografías sucesivas del satélite en una zona deshabitada de Afganistán (un suponer). Nadie haría caso de sus observaciones, pero su tozudez le llevaría a hablar con Obama (o quizá también con el premier chino o malayo). Volaría personalmente a la zona de sus observaciones, y tendría que enfrentarse con los esbirros de la organización mafiosa, venciéndoles al final, con el apoyo de militares de medio mundo. Conseguiría rescatar el avión y todos sus pasajeros y tripulantes (si no hubieran sido asesinados por irrelevantes, claro), así como el elemento estratégico desestabilizador.

Y así, el Bien vencería al Mal, asegurando un importante éxito de taquilla.

Seguro que la realidad nos acabará deparando un desenlace diferente, mucho menos brillante y taquillero.

De todas formas, parece increíble que, diez días después de su desaparición, nadie sepa absolutamente nada sobre su situación actual. Parece mucho más probable que alguien sepa, pero que haya decidido, por el motivo que sea, no comunicarlo.

Es inconcebible que la tecnología sea capaz de espiar la llamada telefónica de un paisano en un pueblecito perdido en la campiña, y resulte incapaz de localizar a un bulto volante de setenta metros de longitud.

Todo ello si no fuera porque hay 239 personas que podrían haber muerto, pero todavía nada está confirmado. Todos sus familiares y amigos tienen que estar absolutamente desesperados. Vaya por ellos toda mi solidaridad y apoyo.

JMBA

lunes, 17 de marzo de 2014

Calçotada 2014 en Alcalá de Henares

Un año más, el pasado sábado 15 de Marzo se celebró la tradicional Calçotada en el Asador Ángela, de Alcalá de Henares, que reunió a más de 140 comensales en torno a este tradicional alimento, procedente de las comarcas de Tarragona, con epicentro en Valls.

Las mesas del interior, preparadas para la segunda parte de la comida.

Esta iniciativa está animada y organizada por Isidre Papiol, su auténtica alma mater, y está respaldada por diversas entidades, organizaciones y empresas, como el Cercle Català de Madrid, la Asociación de Amigos Comarcas de Tarragona en Madrid, el Ayuntamiento de Alcalá de Henares, la Generalitat de Catalunya, el Ayuntamiento de Tarragona, y diversas cooperativas tarraconenses, que aportan sus productos (vinos, cavas, aceite,...) para animar el sorteo que sigue a la comida.





Diversos regalos de los patrocinadores, preparados para el
sorteo final entre los asistentes.


Este año, el tiempo fue espectacularmente primaveral, incluso con calor en las primeras horas de la tarde.

Podéis ver los detalles genéricos de una celebración de este tipo, en alguno de mis artículos sobre las Calçotadas de años anteriores.




Los calçots, preparados para ser dispuestos sobre las grandes fogatas,
ante las que poso yo mismo. Tras comer los calçots, por las mesas del
exterior parece que haya pasado la marabunta: comer calçots es,
sin duda alguna, una actividad "sucia".

A la una de la tarde ya estábamos todos al pie del cañón, velando las gigantescas fogatas donde se estaban asando las primeras hornadas de calçots. Todos los asistentes nos congregamos de pie junto a las mesas dispuestas en el exterior del Asador. Unas mesas donde no pueden faltar las tejas con los calçots asados, envueltos en papel de periódico, los cuencos con salsa romescu y los porrones de vino. Y todos protegidos con los grandes baberos facilitados por la propia organización.


Isidre Papiol, el alma mater de la Calçotada, con Marta Viñuelas, Concejal
Delegada de Turismo, y Estrella Vilches, Técnica de Turismo,
del Ayuntamiento de Alcalá de Henares. 



Terminados los calçots, la segunda parte de la comida se desarrolló en las mesas dispuestas en el interior del Asador. Se sirvieron garbanzos fritos deliciosamente sabrosos, y fuentes con butifarra asada y costillas de cerdo, con patatas al horno de guarnición, acompañadas de contundente aïoli. Cerrando la comida una porción de tarta de crema catalana, con una copa de cava de los tarraconenses Cellers Domenys.

Al final de la comida, unas palabras de Albert Masquef,
Presidente del Cercle Català de Madrid.

Seguidas de unas palabras de Ignacio Buqueras, Presidente de la
Asociación Amigos de las Comarcas de Tarragona en Madrid.

Tras unas palabras de Albert Masquef (Presidente del Cercle Català de Madrid) y de Ignacio Buqueras (Presidente de la Asociación Amigos Comarcas de Tarragona) se procedió al sorteo de los regalos entre los asistentes, comandado por la Pubilla del Cercle.


Como colofón del acto, el sorteo de regalos entre los asistentes,
animado por la Pubilla del Cercle Català.

Para las cinco y cuarto de la tarde se levantó la sesión, citándonos todos para la Calçotada 2015.

Uno de los proyectos en marcha que tiene Isidre Papiol es la Propuesta de Hermanamiento entre Tarragona y Alcalá de Henares, que comparten muchas más cosas de lo que podría parecer, entre otras su destacada importancia en la época romana (Tarraco, Complutum). Se trata de una propuesta dinámica, destinada a desarrollar el conocimiento mutuo con un proyecto de futuro, utilizando las diversas culturas comunes (entre ellas, la romana y la judía) como vector de aproximación.

La mayoría de asistentes tuvimos ocasión de firmar en apoyo a esta propuesta que lidera el siempre inquieto Isidre. Firmarán la Propuesta el propio Isidre, así como Emilio Pacios Bisbal (President Associació Amics de Sant Jaume) y Salvador Guardià Vidal.

Este es el texto completo (tentativo) de dicha Propuesta:

""""
Hay momentos en que nos paramos a pensar por qué tienen tan poco éxito nuestras ideas, especialmente cuando constatamos que esas mismas ideas son compartidas por otras personas; si no en su totalidad, sí al menos en gran parte. Y acto seguido, caemos en la cuenta de que la respuesta a ese porqué es tan antigua como el refrán que dice que la unión hace la fuerza.

En Alcalá hay muchas personas que se sienten orgullosas de una época que podríamos llamar “Edad de Plata”, y que no es otra que su pasado romano. Cierto es que se han hecho encomiables intentos en la actualidad para poner en valor este importante legado compartido con otras ciudades de la península ibérica, muy especialmente con Tarragona, ciudad con muchos puntos comunes en lo histórico, cultural y religioso. Tarraco era la capital administrativa y política de Complutum, los Santos Niños sufrieron el martirio al tiempo que San Fructuoso, obispo de Tarraco, etc. Pero, hasta el momento, aunque se han realizado encomiables esfuerzos, estos no han cristalizado en una actividad continuada: Las jornadas “Tarraco-Complutum, 2000 años de historia en común” en mayo de 2009 y el Concurso Cataluña Vista desde Alcalá de Henares, con el patrocinio de la Generalidad de Cataluña y la colaboración del Excmo. Ayuntamiento de Alcalá de Henares, sólo son un ejemplo de lo realizado y un acicate para acometer proyectos más ambiciosos y permanentes.

Para ello, consideramos que la activación de una plataforma que promueva –y lleve a buen fin– el hermanamiento de ambas ciudades, basado en los lazos históricos y culturales derivados de la Romanidad de su pasado común, no puede generar más que beneficios para Alcalá y Tarragona, a salvo de incidencias de la coyuntura política, económica o social de cada momento.

Se trata, pues, de llevar a efecto un proyecto basado entre ciudadanos para promover el conocimiento mutuo a través de tareas de interés común.
""""

Confío que el éxito corone esta estupenda iniciativa de aproximación y conocimiento mutuo. Imprescindible especialmente en estos tiempos, en que parece que todos nos demos la espalda unos a otros.

Aparte de las fotografías que he incluido en este artículo, podéis ver este vídeo de unos 4 minutos, que ilustra muy bien la celebración:


JMBA

martes, 11 de marzo de 2014

11-M. La sociedad necesita una catarsis profunda.

Este martes, 11 de Marzo de 2014, se han cumplido diez años desde la trágica jornada de los sangrientos atentados en varios trenes de cercanías del área de Madrid. Unos atentados que provocaron 192 fallecidos, y unos 1.500 heridos de diversa consideración. Unos atentados que provocaron heridas en la sociedad que todavía no se han cerrado diez años después.

Es evidente que nuestro primer recuerdo y toda la solidaridad debe dirigirse hacia las víctimas, todas ellas inocentes que vieron truncada su vida, o marcada para siempre por heridas físicas y psicológicas que, incluso, hoy, diez años después, no les dejan dormir sin pesadillas.

Todos los medios de comunicación le han dedicado espacios especiales al recuerdo de los luctuosos hechos de ese jueves 11 de Marzo de 2004. En la Catedral de La Almudena se ha celebrado un Funeral de Estado (retransmitido en directo por varias cadenas de televisión). Por cierto, el Estado creía que era laico. Y las radios han abierto sus micrófonos a los oyentes, para que rememoraran lo que perdieron, lo que sufrieron, lo que vieron y lo que vivieron en ese trágico día.

Escuchando este espacio en Onda Cero (por la mañana, en el programa Herrera en la Onda), me ha sorprendido que la mayoría de los que han llamado han manifestado su inquietud por conocer a los verdaderos autores de aquel atentado. Esa es la herida social, desgraciadamente la más difícil de curar.

Da la sensación de que genera mucha inquietud y desaliento haber perdido a un ser querido a manos de unos cuantos mindundis mataos y fanáticos, que hicieron explotar unas bombas caseras en varios trenes de Cercanías de Madrid. Y que preferirían saber que ese atentado fue el resultado de una conspiración cósmica de los poderes oscuros. Quizá eso daría más glamour a la pena y al dolor, aunque no los mitigaría de ningún modo.

La realidad es que el 11-M ha sido utilizado e instrumentalizado por todos, con indignos fines electorales o políticos. Por otra parte, esa es la peor tradición fratricida de este país, que parece absolutamente incapaz de conseguir que las Dos Españas de Machado sean ya sólo cosas del pasado.

Me da envidia ver las conmemoraciones del 11-S en Nueva York. Tres mil víctimas inocentes de unos desalmados fanáticos que atacaron a la sociedad norteamericana. Desde su punto de vista, que "nos" atacaron. La sociedad en su conjunto, y sus enemigos.

Ha habido un juicio completo del 11-M, con su correspondiente sentencia. Y la verdad judicial, es decir, la verdad de todo aquello que pudo ser probado, es que la autoría de los atentados corresponde a unos cuantos fanáticos islamistas, bajo la inspìración o las órdenes de Al Qaeda. Fin de la historia.

Sin embargo, parece persistir en la sociedad la inquietud por conocer a los (presuntos) inductores o autores intelectuales de los atentados del 11-M. Como si necesitáramos ponerle alguna cara conocida a la culpabilidad por tantas víctimas inocentes. De esto son culpables (y también rehenes), los políticos y los medios de comunicación. Todos ellos han insistido, con intereses y objetivos contrapuestos, en utilizar los atentados y las víctimas para apoyar o soportar sus propios intereses.

Es cierto que los atentados se produjeron sólo tres días antes de la convocatoria electoral del 14-M, que dio el punto final a la segunda legislatura de Aznar, y el gobierno pasó a manos del PSOE, encarnado en José Luis Rodríguez Zapatero. Es cierto que los atentados influyeron en el resultado de estas elecciones. No recuerdo haber sufrido tantas aglomeraciones y colas en el colegio electoral como ese domingo. Los atentados movilizaron a varios millones de tradicionales abstencionistas, que depositaron un voto que básicamente resultó ser de castigo al PP. Intuyo que por la cuestión de la guerra de Iraq, que siempre tuvo una fuerte oposición popular, y también por la gestión, bastante torticera, de las primeras horas y días tras el atentado.

El PP se dio cuenta desde el principio de que un atentado islamista les iba a perjudicar en sus ambiciones electorales de situar a Mariano Rajoy en la Presidencia del Gobierno. Es por ello que, más allá de las primeras pruebas que ya hacían intuir esa autoría, insistieron casi hasta el esperpento en una hipotética autoría de ETA; incluso hoy hay voceros que siguen sosteniendo esa teoría, algunos, por cierto, con mando en plaza. Y el PSOE vio una oportunidad de capitalizar los atentados en su propio beneficio, y cometió la tropelía de violentar la jornada de reflexión, ese sábado víspera de la jornada electoral, con ataques a las sedes del PP, entre otros desmanes.

Aun hoy, algunos políticos del PP, y los medios de comunicación más afines, insisten en sugerir una conspiración tras los atentados. Aunque no se diga nunca explícitamente, claro, sería una conspiración del PSOE para desbancar al PP del poder. Una hipótesis que resulta abominable sólo de pensarla y que nunca ha tenido ninguna base policial ni jurídica.

Respetando al máximo el dolor de las víctimas, esa es la peor herida que le ha quedado a esta sociedad. Una nueva fractura que separa irremediablemente a los que nos creemos la verdad judicial, y a los que siguen insistiendo en otras oscuras conspiraciones nunca explicadas, los conspiranoicos.

Y es que la sociedad española necesita una catarsis profunda. Han pasado ya casi cuarenta años desde los inicios de la Transición y de la elaboración de una Constitución que daba la espalda, muy respetuosamente, eso sí, al régimen anterior. Creo que ya ha llegado el momento de madurez social como para embarcar al país en una profunda renovación que deje definitivamente atrás al pasado histórico (y sangriento) que le ha tocado vivir a este país.

Otros países de nuestro entorno (Francia, Alemania, Gran Bretaña,...) no han vivido conflictos civiles globales en los últimos dos siglos. No creo que ningún francés contemporáneo se considere a sí mismo como perdedor en la Revolución Francesa.

Pero España, para nuestra desgracia, vivió una muy sangrienta Guerra Civil hace apenas 75 años. Una guerra que tuvo su inicio en un alzamiento militar, apoyado inequívocamente por las derechas más conservadoras del país. Una Guerra a la que siguió una posguerra donde los españoles se dividían entre vencedores y vencidos, una división que aún hoy parece bastante visible a menudo.

Porque la II República, que fue vencida en la Guerra Civil, equivocadamente se identifica con la izquierda. Mientras que la derecha estaría tras el Alzamiento y pasó a ser la facción dominante en el país durante muchas décadas.

Esta dicotomía provoca efectos muy nefastos en la sociedad española. Hemos llegado a un estado tan kafkiano que ser patriota (ser un amante de este país, de España) sigue siendo de derechas. Y esto no se va a resolver con parches, porque las heridas son demasiado profundas.

Creo que ya ha llegado el momento de iniciar un nuevo proceso constituyente, para proclamar una Constitución que sea definitivamente de todos. Habrá que revisar si el pueblo acepta una Monarquía, o prefiere que nuestro régimen sea republicano. Habrá que inventar una bandera nueva que no haya sido nunca de nadie antes, para que todos la podamos sentir como propia. Y un Himno Nacional con una letra que todos podamos entonar con orgullo y sin vergüenza ni recato.

Si no cogemos el toro por los cuernos, nos acabará corneando. No podemos seguir viviendo con estas pequeñas rencillas diarias que nos arruinan la convivencia. Y que, por cierto, alientan los nacionalismos segregacionistas. Es absurdo, por ejemplo, que existan tres asociaciones diferentes de Víctimas del Terrorismo, porque hasta los muertos todavía son nuestros o suyos.

Necesitamos que la sociedad española tenga una nueva ilusión, y que todos nos sintamos identificados con nuestro país, y trabajemos por su progreso y bienestar.

Es, sin duda, una tarea ingente. Pero una tarea necesaria, sin duda, o nos acabaremos consumiendo en esas pequeñas piras que se incendian todos los días. Una tarea, por cierto, que requiere de políticos de altas miras, de largo plazo, que piensen de verdad en España y en los españoles.

Ni contables ni menestrales nos servirán para esa labor.

JMBA

viernes, 7 de marzo de 2014

"Cabaret Pompeya" de Andreu Martín

Andreu Martín (Barcelona, 1949) es tenido por uno de los principales exponentes de la novela negra y policíaca española. Ha escrito multitud de obras, principalmente de ese género, aunque también ha publicado novelas y relatos para el público infantil y juvenil, y ha colaborado con el cine y la televisión.

Pero, hace unos pocos años, le asaltó la necesidad de escribir la gran novela policíaca de su ciudad, Barcelona. Y así nació Cabaret Pompeya (Ediciones Siruela, Alevosía, 2011). Se trata de una obra voluminosa (más de 600 páginas), pero que se lee (casi) de un tirón.

No se trata de una novela policíaca strictu sensu, pues no hay investigaciones para averiguar la autoría de ningún asesinato. Pero sí hay muertos (aunque con poco misterio) y un completo repaso a las lealtades y traiciones de los protagonistas. Tampoco se trata de una novela histórica, a pesar de que sus personajes se pasean, viven y sufren en la Barcelona primero brillante y luego gris de la primera mitad del siglo XX. Pero sus peripecias les llevan también a muchos otros lugares, a veces buscando aventuras, otras simplemente huyendo, o buscando refugio.

La voz del narrador, muy poco invasiva, es el hijo de Fueyito, un abuelito rutinario y aburrido, pero que tiene, en lo alto de un armario, un estuche negro con un precioso bandoneón en su interior. Un día, llama a la puerta de su casa Victor, un amigo de juventud, largo tiempo desaparecido.

Y allí empieza el repaso de las aventuras y la vida del trío del Pompeya, sus amores, sus lealtades, sus traiciones. La revisión de una amistad que nunca declinó del todo, aunque motivos hubo para ello.

Tres jóvenes amigos de 20 años que, en la atribulada Barcelona del pistolerismo de principios de siglo, pasean su desenfado y desvergüenza por el Cabaret Pompeya, uno de esos tugurios del Paralelo que tanto florecieron en la época. Fueyito, Victor y un oscuro Miguel, cuya vida y secretos están llenos de luces y, más bien, de sombras y oscuridades.

La historia de esos años les acompaña y, a menudo, les atropella. Primero la Dictadura de Primo de Rivera, luego la República, la Guerra Civil y la gris posguerra, sólo tamizada por la Segunda Guerra Mundial, con sus tragedias pero también sus oportunidades.

El narrador, que no tiene nombre, va descubriendo asombrado que su padre, ese abuelito aburrido, o su propia madre, una atenta ama de casa, fueron auténticos personajes de comedias y melodramas en su juventud. Que ese bandoneón abandonado interpretó tangos por media Europa, en manos de su padre.

Desde los coqueteos con el anarquismo de su primera juventud, sus vidas van evolucionando hacia la necesidad de sobrevivir como única inquietud, o hacia la suficiencia del Régimen de los victoriosos.

El inicio de la necesidad de recuperar su historia, ese reencuentro, se desarrolla en una fecha simbólica para España, las vísperas de la muerte de Franco. Y, poco a poco, la historia, absolutamente desconocida, al principio, por el hijo, se va completando como un gigantesco rompecabezas. Todos (Victor, Fueyito, su madre, otros amigos,...) le van contando sus batallitas, que aportan nuevos elementos o nuevas perspectivas, a los diversos episodios de la historia.

Hasta que toda la trama queda expuesta con claridad al lector, y Andreu Martín le puede poner el punto final.

En resumen, una obra monumental donde Barcelona, la negra y la otra, es protagonista. Donde los personajes viven, o sobreviven, en ella. A veces se van, pero siempre vuelven. Una ciudad que permanentemente se debate entre dos extremos: los patronos y los sindicalistas (pistoleros ambos); las derechas y las izquierdas; los nacionales y los republicanos; los vencedores y los vencidos; los ricos y los pobres.

Una lectura muy placentera y absolutamente recomendable, especialmente para los que sienten alguna debilidad por el alma de Barcelona y por su historia.

Andreu Martín ha conseguido escribir la gran novela histórica y policíaca de la Barcelona de la primera mitad del siglo XX. Pero no es una novela histórica, aunque la Historia es el telón de fondo en el que se mueven los personajes. Y tampoco es una novela policíaca, aunque hay policías, prostitutas, delincuentes y asesinatos.

En resumen, una novela muy bien construida y excelentemente narrada. Sus muchas páginas se deslizan una detrás de otra con fluidez, y el lector necesita avanzar con avidez, para intentar arrojar luz sobre las nuevas sombras que van apareciendo continuamente.

Muy recomendable, casi imprescindible.

JMBA