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viernes, 19 de diciembre de 2014

El Pequeño Nicolás

Iban Lazarillo y el ciego a repartirse un racimo de uvas, y acordaron que, alternativamente, cada uno cogería una uva del racimo. Viendo Lazarillo que el ciego empezaba a comerlas de dos en dos, las empezó a coger de tres en tres. Terminado el racimo, el ciego afirmó que Lazarillo le había engañado, y que se acabó comiendo las uvas de tres en tres.
Fran, junto a José María Aznar, en un acto público.
(Fuente: elpais)

Lazarillo, sorprendido, le preguntó que cómo lo había sabido, sin poderlo ver. Le respondió el ciego: porque yo las comía de dos en dos, y tú no te quejaste.

Este es el paradigma de lo que se conoce como picaresca española, de la que el pequeño Nicolás es una declinación contemporánea.

Todas las empresas que, de una u otra forma, tienen parte de su actividad ligada a los contratos públicos, saben que en los aledaños del poder abundan los conseguidores (muchas veces, sólo presuntos), que afirman tener mano para torcer voluntades. La empresa puede aceptar pagar una factura (legal, por supuesto) por labores de Consultoría Comercial, quizá condicionada al resultado de las (presuntas) gestiones. Esa factura se contabilizará, legalmente por supuesto, en la cuenta de Coste de Ventas. La misma, por cierto, en la que contabilizarán el incentivo o comisión que paguen a su propio vendedor, si la operación tiene éxito y termina en contrato.

Todo formalmente legal. Lo que los conseguidores hagan con ese dinero fácil puede despertar toda clase de sospechas, pero no se puede probar. En organizaciones muy grandes, puede haber conseguidores con proximidad a los diversos niveles del cliente que intervienen en la valoración y decisión final de qué empresa es la ganadora en esa licitación. Todo legal, por supuesto, pero con fuerte olor a alcantarilla.

En este caldo de cultivo, el pequeño Nicolás no es más que un personaje de sainete, inevitablemente esperpéntico. Procedente de una familia de clase media trabajadora, sus aficiones (o delirios) se desarrollaron y cultivaron en el entorno de la FAES (el think tank de la derecha española), y se alimentaron con ciertas relaciones que parecen probadas, con algún concejal del Ayuntamiento de Madrid, con el Secretario de Estado de Comercio o el presidente de los empresarios madrileños.

Sospecho que, en muchos casos, Fran (como él mismo dice que siempre le han llamado) asumió el papel del hijo o el sobrino espabilado, que despierta las simpatías y a quien le dan alas. Sólo que, a sus escasos veinte años, ya presenta un historial ciertamente extenso. Grandes ambiciones, elucubraciones excéntricas y, por encima de todo, su constatación de que el sistema tiene una corrupción endémica, donde a menudo es mucho más importante dejar claro a quién se conoce o de quién se tiene plena confianza (siempre presuntamente), que lo que realmente se sabe o se es capaz de hacer; todo esto le ha llevado este viernes a los Juzgados de Plaza de Castilla de Madrid.

El personaje, un esperpento digno de Valle-Inclán, debería avergonzarnos como sociedad. Que alguien así tenga un elevado crédito, incluso a ojos de personas que encarnan responsabilidades públicas de cierto nivel, debe hacernos reflexionar.

Poco a poco se van conociendo los detalles más sórdidos de toda esta historia. Como su centro de trabajo en una copistería, donde componía un corta-pega de logotipos, firmas y textos, para generar documentos con ciertos visos de realidad, con los que convencer a terceros de su alta capacidad de influencia en los más altos niveles de la administración del Estado. Ha pasado por agente del CNI, por alguien muy próximo a la Casa Real o a la Vicepresidencia del Gobierno, o por un conseguidor con influencia en ciertas decisiones administrativas, que podrían favorecer o perjudicar a empresarios de diversa laya.

Y debemos tener en cuenta que de una mentira total jamás se puede edificar una simulación de este calibre. Algo tiene que haber en la trastienda para que, convenientemente aumentado y exagerado, genere la sensación en terceros de su capacidad para torcer voluntades.

La pregunta eterna, todavía no clarificada, sería la que le hacían en el cuplé a la chica del 17: de dónde saca, pá tanto como destaca. En otras palabras, el trasfondo económico de todo el asunto, de dónde, por qué y a cambio de qué, salen el dinero y los recursos necesarios para mantener la ficción del pequeño Nicolás. Porque utilizaba como cuartel general un chalet en El Viso, al que él equipó con más de treinta cámaras de vigilancia, propiedad de un príncipe sin trono de la Europa del Este, y cuyo alquiler de más de cinco mil euros mensuales le pagaba una empresa constructora. Tanta cámara seguro que tiene registrados episodios inconfesables o, como mínimo, altamente sospechosos. La siesta de Arturo Fernández en el sofá es, seguramente, el más inocente de todos.

Que Fran no haya sido denunciado mucho antes ilustra la necesidad enfermiza que tiene este sistema esclerótico de aceitadores, de personajes que engrasen los engranajes oxidados, para forzar a la maquinaria cansada a seguir girando. Así, el pequeño Nicolás parece haber intermediado para algún empresario atascado en sus relaciones con la Administración, o incluso se propuso como la solución para otro empresario en apuros económicos, a quien convenció de que podía conseguir vender una finca toledana a inversores extranjeros.

Todo ello trufado con montones de documentos falsos a medias, empezando con sus hasta cuatro Documentos Nacionales de Identidad, todos ellos auténticos, pero con direcciones diversas e incluso uno con la foto de otra persona. Y siguiendo con las composiciones de ficción que elaboraba parte en la casa de su abuela y parte en su copistería de cabecera. La casa de su abuela, en Chamberí, que le resultaba mucho más conveniente que su domicilio familiar en el popular barrio de Prosperidad.

Este chaval se paseaba por las calles de Madrid (bueno, incluso consta su famoso viaje a Ribadeo) en coches de alta gama, incluso con girofaros azules, que son patrimonio exclusivo de las Fuerzas de Seguridad, o tenía reuniones de trabajo en restaurantes de lujo. Que yo sepa, no hay denuncias de que haya dejado sin pagar alguna de esas cuentas. De nuevo, de dónde saca pá tanto como destaca.

Se han publicado diversas tarjetas profesionales de visita que en alguna ocasión habrá esgrimido el pequeño Nicolás. Le ubicarían en diversas posiciones dentro de una empresa constructora o un bufete de abogados, o incluso como miembro del CNI, como si los espías fueran con su tarjeta de visita por delante. Nadie nos impide, ni es ilegal, utilizar los recursos tecnológicos disponibles para elaborar unas preciosas tarjetas de visita que nos califiquen, por ejemplo, como Príncipe Aspirante al Trono de Printonia. El problema legal aparece cuando esas tarjetas se utilizan con animus simulandi, con propósito de simular o engañar.

Lo que debemos tener claro es que una fingida verdad nunca puede crecer de la mentira absoluta. Se requiere siempre alguna dosis de realidad para que, convenientemente exagerada o amplificada, pueda generar la ficción de una posición o una capacidad inexistentes. En otras palabras, y recurriendo al refranero popular, cuando el río suena, agua lleva.

Hay que clarificar el papel que han jugado los diversos actores secundarios de esta opereta. En particular, de los cargos públicos que podrían, en algún momento y en alguna medida, haber avalado al pequeño Nicolás.

Esta mañana, en los Juzgados, el pequeño Nicolás se ha negado a declarar, amparado en la falta de alguna documentación en manos de su defensa. Pero debe afrontar cargos de falsedad documental, usurpación de identidad o estafa. Veremos qué nuevas sorpresas nos va a deparar el recorrido judicial de este caso. No descarto que haya bastantes. Algunas, incluso, muy desagradables para algunos. Todavía no sabemos cuántos habrán pagado algún dinero al pequeño Nicolás por favores inexistentes. La mayoría estarán consumidos en alguna esquina por su propia vergüenza de haber sucumbido a las ficciones de este personaje, inhibidos de su derecho a denunciar o declarar por el rubor que les produce su propia inocencia o ingenuidad.

Fran es el síntoma, pero no el virus. Es la comprobación manifiesta de una sociedad bastante enferma, que está dispuesta a creer hasta las ficciones más chuscas. Creo que todos hemos conocido alguna vez a uno de estos personajes fabuladores, que empeñan su vida en exagerar en la ficción una realidad más bien mediocre. Da la sensación de que cualquiera podría creer a un perfecto desconocido, tomando una cerveza en un bar, que nos diga: tengo un amigo que te podría ayudar. Como mínimo, le invitaríamos a la segunda cerveza.

Esta es una sociedad macilenta, que ha sido incapaz de desterrar el hecho preocupante de que sea más importante tener (ciertos) amigos que ser un gran profesional, que hacer bien las cosas o que ser legal hasta la saciedad. Desgraciadamente, en España, en las empresas, organizaciones o partidos políticos, acaba primando más y retribuyendo mejor a los serviles que alaban, rodean, protegen y refuerzan el ego del líder, que a los grandes profesionales que, a menudo, son mensajeros que anticipan malas noticias que acaban siendo una dramática realidad.

De esta forma, nunca dejaremos de estar instalados en la mediocridad.

JMBA

lunes, 1 de diciembre de 2014

Corrupción y Élites Extractivas

El concepto de élites extractivas fue acuñado por los economistas Daron Acemoglu y Jim Robinson, en su libro "Por qué fracasan las naciones". Este tipo de élites parásitas las podemos encontrar tanto en la política como en el entorno del mundo financiero, de la economía, de los medios de comunicación o de la Inteligencia, de acuerdo a los citados economistas.
(Fuente: effeta)

En España, actualmente, este concepto se ha popularizado y convertido en mediático, referido de modo casi exclusivo a las élites políticas. Hay buenos motivos para ello (de los que la corrupción es, seguramente, la principal), pero conviene no olvidar que la categoría trasciende a otros campos.

Las élites extractivas se apartan de la obtención del bien común, y dedican sus esfuerzos a su propio bienestar y al grupo al que pertenecen. Elaboran un sistema de captura de rentas que les permite, sin crear riqueza ni valor, detraer rentas de la mayoría de los ciudadanos en beneficio propio.

La clase política española actual, nacida y desarrollada a partir del nuevo escenario político creado tras la muerte del Dictador, se ha consolidado como élite extractiva. A ello no es ajeno el sistema electoral proporcional con listas cerradas, que era posiblemente la mejor solución en ese momento para desarrollar el papel de los partidos políticos, prácticamente desaparecidos de la vida pública española durante el franquismo. Ese sistema, junto con el desarrollo de un Estado autonómico basado en el principio del café para todos, ha tenido un cierto recorrido que era necesario, pero ha entrado en crisis de agotamiento. Negar esta realidad es perpetuar una crisis democrática (y económica, por cierto) que perjudica a la gran mayoría de ciudadanos que no forman (no formamos) parte de esas élites.

Conviene no olvidar que la pervivencia y la perpetuación de ciertas élites extractivas es lo que, principalmente, provoca la incapacidad de muchos países del Tercer Mundo, o incluso de algunos países en vías de desarrollo, de salir de su sopor y poderse incorporar con garantías a la nómina de países democráticos que garantizan un cierto estado de bienestar a todos sus ciudadanos. Muchos países africanos y algunos de América Latina, por ejemplo, sufren de este síndrome en modo agudo.

Para quien quiera informarse sin excesivos tecnicismos ni recurrir a las fuentes originales, le recomiendo vivamente el artículo que publicó el economista César Molinas en El País (Una teoría de la clase política española, 10 de Septiembre de 2012) y que constituye la base de uno de los capítulos de su libro Qué hacer con España, publicado en 2013.

Un sistema electoral basado en listas cerradas y bloqueadas nos ha llevado a que los cargos electos deben lealtad y obediencia a los órganos de su propio partido (que son los que deciden quíén y en qué posición, aparece en las listas electorales), en lugar de consagrarse al servicio de los ciudadanos que les han votado. Este sistema es maligno desde su inicio, aunque haya tenido una cierta justificación durante algunas décadas, para reforzar la imagen pública de los propios partidos políticos. Unos partidos políticos que fueron prácticamente imperceptibles en el interior durante la Dictadura, o condenados a la melancolía del exilio.

La Administración Pública y, con ella, la organización práctica de la estructura del Estado, genera valor, dentro de ciertos límites. Estos límites están fijados en la capacidad que tiene el Estado de hacer que el país esté mejor ordenado, y que se puedan desarrollar los recursos comunes (infraestructuras y otros) necesarios para mejorar la competitividad internacional del país, en las mejores condiciones económicas posibles. Es por ello que un cierto tamaño del Estado es necesario para garantizar estas ventajas a todos los ciudadanos, y aportarles el máximo bienestar posible. Habitualmente, la percepción de una excesiva burocratización en la relación de los poderes públicos con los ciudadanos, acostumbra a ser un síntoma de que se ha caído en el pecado del gigantismo parásito y extractivo.

En ninguna parte está escrito que la estructura del Estado deba ser grande o pequeña. Diversas opciones políticas y económicas defienden uno u otro extremo, con argumentos teóricos razonables en todos los casos. A los ultraliberales les gustaría un Estado de tamaño mínimo, para que la mayoría de las rentas sigan en manos de quienes las generaron. En el otro extremo, los socialdemócratas, o incluso los comunistas, defienden un Estado de mayor tamaño, con funciones muy claras de redistribución de la renta. Pero la capacidad del Estado de generar valor para sus ciudadanos es limitada, por lo que su gigantismo o hipertrofia son dignos, en principio, de toda sospecha. Este es, muy habitualmente, el nido en el que se acunan las élites extractivas.

Es por ello que la extensión, en tamaño y alcance, de la estructura del Estado tiene el riesgo elevado de consolidar a la clase política como una genuina élite extractiva. En estas condiciones, es inacabable el rosario de creación de organismos y empresas públicos, cuyo objetivo principal acaba siendo la generación de nóminas y dietas. Además, entre muchos otros desmanes, estas élites se dedican a generar burbujas de las que detraer sus propias rentas de clase, como ese calamar vampiro del que hablaba el analista financiero Matt Taibbi al referirse a Goldman Sachs. La burbuja inmobiliaria que hemos vivido en España, o la burbuja financiera internacional de las hipotecas subprime, son un buen ejemplo de ello.

Es en este contexto enfermizo donde conviene situar los inacabables episodios de corrupción que estamos viviendo todos los días en España. Un sistema político que se basa en la detracción de rentas (legales, eso sí, pero profundamente inmorales), inevitablemente acaba dando acogida a individuos cuya superior codicia les lleva a perseguir la obtención de mayores rentas, ya claramente ilegales, o a conseguirlas con mayor rapidez.

Es por ello que resulta patético oír a Mariano Rajoy hablar de que la corrupción en España es un problema de casos puntuales de personajes corruptos, y no de que el sistema esté corrupto en sí mismo. Cuando el propio sistema político, y su clase dirigente a la cabeza, han diseñado una maquinaria legal para detraer rentas para su propia clase, sin generar valor, es inevitable que en muchos rincones se perfeccione esa maquinaria para generar rentas mayores y con mayor rapidez, cayendo en la ilegalidad y la corrupción.

Una reforma en profundidad del sistema es ya una necesidad perentoria en España. Combatir los casos puntuales de corrupción no puede ser la única iniciativa. Aunque hay que hacerlo, por supuesto, con toda la carga de la ley, con la máxima rapidez y ejemplaridad. Para el bien común de la gran mayoría de ciudadanos, lo que hay que desmontar es esa maquinaria enfermiza de extracción de rentas sin generar valor. Porque su propia existencia, por muy legal que pueda ser, es un cáncer para el bienestar de la mayoría de los ciudadanos.

La corrupción es un síntoma, pero la enfermedad es más profunda. La existencia de esas élites extractivas en el núcleo de la clase política, es la enfermedad. Y los casos de corrupción son los abscesos que la enfermedad genera, aquí y allá, que deberían facilitar a los médicos un diagnóstico certero de la enfermedad profunda.

Por cierto, es este caldo de cultivo el único que puede explicar la aparición de elementos esperpénticos como el llamado Pequeño Nicolás. Un jovencito que parece haber medrado estrictamente a base de generar en terceros la percepción de proximidad con el poder político y, por ende, sugerir la oportunidad de apropiación de rentas detraídas.

Ya no cuela la estrategia de extender el miedo a los antisistema. Hay que tener ciertas precauciones, claro, porque no se trata de destruir el sistema para que impere el caos, sino de cambiar el sistema para que resulte mucho más justo para la mayoría de la población. Se trata de eliminar a esas élites extractivas y sustituirlas por una clase política renovada y decente, que esté realmente al servicio de los ciudadanos, y que se consagre a generar valor para el país y sus ciudadanos.

Claro que este proceso exige que esas élites, que controlan los resortes de la legalidad y sus cambios, por uno u otro motivo, se vean forzadas a diseñar y aceptar su propio harakiri. Para que esto sea posible, fuerzas políticas como Podemos pueden ser un buen instrumento. No creo que su aproximación política sea perfecta, y en su programa hay cosas que me gustan, otras que me desagradan, y algunas que me parecen absolutamente utópicas y alocadas. Pero son los únicos que parecen claramente decididos a erradicar a esas élites extractivas del poder político en España. Los partidos políticos tradicionales harían bien en tomar buena nota de los motivos profundos por los cuales una alternativa conceptualmente minoritaria como Podemos está alcanzando la relevancia que vemos en medios de comunicación y encuestas. Creo que el ciudadano medio no quiere destruir el sistema, pero exige su reforma en profundidad, para erradicar a esas élites extractivas parásitas de la vida pública. Si nadie más ofrece una alternativa atractiva, Podemos, en soledad, alcanzará el éxito electoral.

Hoy por hoy, me temo que los ciudadanos no tenemos muchas más alternativas viables. Si nadie propone reformar el sistema en serio, entonces triunfará la opción revolucionaria. Con consecuencias todavía imprevisibles. 

JMBA

martes, 25 de noviembre de 2014

Contra la Casta Vivían Mejor

Creo que a Pablo Iglesias y a la organización, partido o lo que sea, Podemos, les ha hecho mucho daño su entrevista en El Objetivo de Ana Pastor, en La Sexta, el domingo de la pasada semana. Seguramente, fue demasiado prematura. Ana Pastor quería que Pablo Iglesias le contara el programa político de gobierno de Podemos. Y quedó claro que este (¿todavía?) no existe.
Pablo Iglesias con Ana Pastor, en El Objetivo de La Sexta
(domingo, 16 de Noviembre de 2014)
(Fuente: laSexta)

Ana Pastor, en su línea inquisitiva habitual, buscaba respuestas, lo más claras posible, a sus múltiples preguntas. Y Pablo Iglesias, en general, no las dio. Se extravió en dudas y circunloquios, que en nada refuerzan su imagen pública de líder político con posibilidades de llegar a Moncloa.

Cuando el puesto de pipas y golosinas de la entrada al parque se enfrenta a su evolución a multinacional de la patata frita e imperio de las cortezas, debe abordar con seriedad un cambio significativo de su modelo de negocio. Los métodos de gestión y dirección que eran válidos para el puestecito, deben cambiar y evolucionar de modo muy significativo, o el fracaso más estrepitoso está servido.

Podemos, que, de alguna forma, es un spin-off de los movimientos ciudadanos del 15-M, se está enfrentando a un cambio muy significativo de su identidad y de sus modelos de gestión y de negocio, digámoslo así.

Al éxito, que nadie debería dudar, de su propuesta para las Elecciones Europeas, han seguido las sucesivas encuestas que sitúan a Podemos entre las primeras fuerzas políticas del país, amenazando con claridad al bipartidismo imperante en toda la última etapa democrática. Según algunas de ellas, sería la fuerza política con mayor intención directa de voto.

Podemos, y su ya líder elegido, Pablo Iglesias, están actualmente inmersos en el proceso de definición de su identidad, organización y programa políticos. Este proceso es inevitable para estar en condiciones de disputar el poder en unas Elecciones Generales, que están, salvo adelantos no previstos, a un año de celebrarse.

Sin embargo, el proceso no es gratuito. Entre muchos otros aspectos, porque obliga a empezar a comunicar en positivo. Ya no basta presentarse como una alternativa a la casta política que ha estado gobernando España en los últimos cuarenta años. Ya no bastan las soflamas incendiarias con eslóganes que a muchos ciudadanos, castigados por la crisis y hastiados del cenagal, les resultan atractivos. Ya es tiempo de empezar a hablar en positivo. De contar con claridad a los ciudadanos qué piensan hacer en cuanto alcancen, supuestamente, el poder. Y, sobre todo, cómo piensan hacerlo.

Es tiempo ya en que resulta obligatorio que todas las iniciativas vayan acompañadas de una cierta memoria económica. Porque los ciudadanos tenemos el derecho a saber lo que sucedería si, algún día, otorgamos de forma mayoritaria nuestra confianza a esta formación política.

El desafío mayor para Podemos es si van a conseguir cambiar el chip a estos nuevos tiempos, sin convertirse, ellos también, de algún modo, en casta.

La aritmética del gobierno es aburrida, pero tozuda por encima de todo. El gasto público, la prometida renta universal, etc. etc., requiere de los suficientes ingresos para poder sufragarlo. Porque el déficit permanente y creciente no es ni una respuesta ni una solución. El déficit público, como los préstamos personales o las hipotecas, tiene sentido cuando se dedica a financiar inversiones que mejoren la competitividad del país en su conjunto. Pero no lo tiene si se destina a pagar los gastos corrientes.

La Deuda Pública, si queremos seguir siendo un país serio, no puede impagarse sin más. Para estar en condiciones de mejorar la vida de los ciudadanos, España debe ser un país fiable, donde reine la seguridad jurídica.

Claro que es posible un camino alternativo. Situándose al margen del contexto internacional y de los mercados de capital, abordando colectivizaciones que, inevitablemente, nos recuerdan al fracaso soviético, creando una moneda nacional que se pueda manejar con total libertad y que esté sujeta, por supuesto, a inacabables devaluaciones. Retirándose de la Unión Europea y del Euro. Instalándose en un estado de autarquía que nos recuerda, inevitablemente, al período de posguerra.

Con esos mimbres, cualquier utopía podría ser posible. Pero, sospecho, pocos ciudadanos españoles estarían dispuestos a abordar ese camino, si se les cuenta con suficiente claridad.

Su propio éxito les puede asfixiar. No es evidente cuál debería ser el mejor camino para descender de los grandes principios y los eslóganes atractivos, a la realidad de los presupuestos y las prioridades políticas; a la definición de cómo se va a reformar el esquema de tributación y los impuestos; a la realidad de qué es lo que va a suceder con los autónomos o con los pequeños rentistas, que viven del rendimiento de sus ahorros. Y así con todos los pequeños y aburridos detalles del día a día que supone gobernar.

De la lírica hay que descender a las matemáticas, a la aritmética, a las sumas y las restas. Y esa evolución no está exenta de gravísimos riesgos, en los que Podemos podría estrangularse con su propio cordón umbilical.

De momento, lo que Pablo Iglesias le contó a Ana Pastor no creo que convenza a nadie. Necesitan tiempo, pero no tienen mucho.

Este domingo, César Molinas, en El País, titulaba su columna "Los Gansos del Capitolio", y la subtitulaba con "Regeneración Forzada". Reproduzco aquí su último párrafo (la cursiva es aportación mía), muy ilustrativo, agradeciéndole a mi buen amigo Paco Reverte que la pusiera bajo mis ojos:

"En el año 390 a. C. los galos destruyeron Roma y los romanos se refugiaron en las fortificaciones del Capitolio. Por la noche y en sigilo, los bárbaros intentaron escalar los parapetos, lo que provocó una gran algarabía de graznidos de los gansos sagrados que moraban en las laderas de la colina. Esto despertó a los romanos que consiguieron repeler el ataque. España está sitiada por la corrupción, el desempleo, la crisis territorial, la falta de un proyecto solvente de futuro y un régimen político inoperante. En este símil los de Podemos son los gansos, no los bárbaros.".

Podemos todavía está en condiciones de convertirse en la horda de asaltantes del Capitolio. Pero deben superar un desafío de resultado incierto: descender de la poesía a las matemáticas. Y que la aritmética convenza a una mayoría de ciudadanos.



Aunque se resisten a identificarse como una fuerza de izquierdas, para la mayoría es bastante evidente que Podemos es una formación que podríamos situar en la izquierda bastante extrema. El Partido Popular lo tiene claro, y por eso vive con regocijo, y también cierta inconsciencia, la creciente fragmentación aparente de las fuerzas de izquierda. Aunque en estos temas delicados, lo importante no es reír, sino ser el último en hacerlo.



Y muy torpes deberían ser PSOE e Izquierda Unida, o muy adormilados deberían estar, para no darse cuenta a tiempo del graznido de los gansos. Y reaccionar, por consiguiente, con claridad y energía a la absoluta necesidad de una regeneración en profundidad de esta democracia enferma.



La creciente inquietud de los ciudadanos y su progresiva exaltación y cabreo, no supone que puedan estar dispuestos a apoyar con sus votos iniciativas que se vean como suicidas.


Podemos se enfrenta a un proceso muy delicado, en el que se arriesgan a convertirse ellos también en casta, o a declinar propuestas que estén lejos de lo que una mayoría de ciudadanos puedan aceptar. El éxito en ese camino es posible, pero no está de ningún modo asegurado, sino que tendrán que ganárselo con humildad y esfuerzo.

En el espejo de la realidad, Podemos se ha visto con posibilidades reales, en un plazo bastante corto (un año a contar desde hoy), de convertirse en la fuerza política responsable del Gobierno de España. Y eso supone gobernar para todos los ciudadanos, no solamente para los indignados antisistema o los mal llamados perroflautas. Necesitan desarrollar a toda prisa un programa político de gobierno que resulte creíble y sea seductor para una mayoría de los ciudadanos.

Porque creo que ya no vale invocar un eventual voto a Podemos como parte de un desespero ciudadano, del hecho de estar convencidos de que nada tenemos que perder. En España, un país razonablemente próspero, integrado en Europa y en el primer mundo, un estado de derecho con un sistema democrático, mejorable pero democrático al fin y al cabo, hay muchas cosas que podríamos perder. Nunca las cosas están tan mal como para que no puedan empeorar.

Hay que tener en cuenta, además, que la sensación de libertad de cualquier ciudadano que responde a una encuesta no tiene nada que ver con la responsabilidad que siente cuando deposita su voto en una urna. Y todos estamos muy cansados del sectarismo mostrado por los últimos gobiernos, que a menudo parece que sólo gobiernan para sus amiguetes o sus simpatizantes.

No creo que a ningún ciudadano medio de este país pueda seducirle la idea de convertir a España en la Venezuela de Chaves. Un suponer.

Podemos se enfrenta ahora a una tarea titánica. A toda prisa debe desarrollar un programa político de gobierno que nos convenza de que están dispuestos a gobernar para todos los españoles. Un programa que nos seduzca con sus propuestas y que no nos inquiete con sus inconcreciones.

Y, para mí, el argumento principal debe ser que el compromiso de todo gobernante debe ser el de erradicar la pobreza, no la riqueza. Conseguir que cada vez haya menos pobres, no que haya menos ricos.

Del éxito de esa reválida a la que se enfrenta Podemos va a depender que se convierta en una fuerza política fiable para asumir el Gobierno de España, o sólo hayan sido esos gansos del Capitolio, que con su aleteo desenfrenado alertó a los defensores de la fortaleza sobre el ataque de los bárbaros. Una banda que disipó el sopor que afectaba a los guardianes.

Está claro que contra la casta vivían mejor, o por lo menos, más cómodos. Pero ese tiempo ya pasó, y deben asumir con rapidez su nuevo papel.

En cualquier caso, que se conviertan o no en parte de la casta que tanto han denostado, dependerá básicamente de su actitud.

JMBA

lunes, 24 de noviembre de 2014

El Otoño me Deprime

Mi biorritmo personal, a falta de otras restricciones, necesidades u obligaciones, me lleva más a trasnochar que a madrugar. Habitualmente, puedo estar más despejado a las tres de la madrugada que a las ocho de la mañana. A pesar de todo, madrugar siempre es un placer, porque ver el amanecer es el premio diario que la Naturaleza nos da.
"Paseo inmerso en los colores otoñales", original de
la pintora Isabel Gualda.
(Fuente: artelista)

A pesar de lo dicho, la luz es vida. Y el otoño, de esto, anda más bien escasito. Y, además, el tema se agrava día a día, lo que es todavía bastante peor, pues nos quita hasta la esperanza.

En Noviembre, te levantas un día a las siete de la mañana (solía hacerlo de lunes a viernes durante toda mi vida, hasta hace unos pocos años) y es noche cerrada. Para afeitarse, es normal necesitar una luz de refuerzo para evitar sangrías innecesarias. Pero, de reojo, es vitalizante ver la luz del día a través de la ventana (al menos, los que tenemos la suerte de disponer de una ventana al exterior en el cuarto de baño). En esta época, privación total y negrura exterior.

En Noviembre, si te tomas un segundo café después de comer, o si te remansas en una agradable sobremesa con una copita de brandy, eso que ya resulta desconocido en muchos de los bares de este país, se te ha echado la noche encima, y más bien parece que estés cenando pronto.

Lo que resulta todavía más desmoralizante es que la situación empeora día a día. Hasta Navidad, cada día que pasa nos quita algún minuto más, por la mañana y por la tarde. Un desastre, vaya.

En esta época hay muchos días de los que se llama poéticamente, para disimular, como días otoñales. Con cielo color gris plomo, que a veces parece extenderse hasta el infinito desde un par de palmos por encima de nuestras narices. Y frecuentes lloviznas, cuando no chubascos.

Los noticieros parecen regocijarse con las tempranas noticias invernales: nieve en la sierra o récord de nevadas al norte del estado de Nueva York (¿por qué nos resultará siempre tan cercano ese enclave remoto, a pesar de que Buffalo es una ciudad provinciana, que el turista sólo conoce como puerta de acceso a las Cataratas del Niágara?).

Casi olvidamos la época alegre de reporteras televisivas, fresquitas de atuendo, rebozadas de tomatina (un decir) en alguna de las muchas fiestas populares que nos trae el verano. Las sustituyen los abrigos y las llamativas bufandas, que parecen, en sus infinitas revueltas, recrear sus propios volúmenes de animales prehistóricos (mucho trabajo previo debe de llevar eso, supongo yo).

Y lo que es peor, en los escasos ratitos soleados, el Sol luce con timidez y una languidez de jubilado, como si fuera consciente de la necesidad de aprovechar ese tiempo escaso en que se le permite brillar. Las sombras suenan como artificiales y hasta fantasmales, como anticipando la muy próxima lobreguez de la oscuridad y la noche.

A muchos les gusta hacer un panegírico de los colores otoñales con los que se viste el monte. Y es verdad. En otoño el color verde salud se convierte en un ocre enfermizo, que, a pesar de todo, resulta agradable de ver en mil fotografías (¿quedará algo o alguien en el mundo que no haya sido ya retratado infinidad de veces?). Mirándolas desde el agradable calorcito del hogar o de un café recoleto. Que para verlo al natural, hay que tomar precauciones que hacen que el acto no compense, por lo menos no a mí. Para verlo hay que afrontar temperaturas gélidas, y, para resistirlo, hay que desplegar todo un armario de atuendos invernales y calzado odioso.

Los árboles de hoja caduca se ven desnudos, pero más bien desnudo de hospital que de himeneo. Y los que no pierden las hojas toman un color que sugiere enfermedad. Las aceras y calzadas se llenan de hojas muertas, y el suelo de los bosques se puede convertir en una trampa resbaladiza letal si, además, están húmedas.

En resumen, el otoño me resulta deprimente. Yo siempre digo que de Octubre a Marzo, hiberno como algunos osos. Me salva que, a finales de Noviembre, es mi cumpleaños, y siempre hay algún motivo de alegría. Y que, ya desde primeros de Noviembre, se insinúa la época navideña en las iluminaciones callejeras y los grandes almacenes. Esa época, por cierto, rellena de alegrías muchas veces fingidas y de gastos siempre desmesurados.

En los calendarios taco-de-escritorio, en los que cada día vamos pasando una hoja, el grosor de lo que queda es ínfimo respecto a lo ya pasado. Hay que pensar en comprar un nuevo taco, y en preparar las finanzas para un mejor pasar con Hacienda.

El invierno puede ser todavía más duro. Podemos incluso ver nieve en algunas ciudades, y sufrir fríos intensos, algunos días. Pero existe la esperanza. Cada día hay algún minutito más de luz, e incluso en Febrero algún mediodía pudiera parecer primaveral.

Una esperanza de la que carece el otoño, porque cada día que pasa, el tema empeora. Hasta que, por Navidad, casi te sientas a comer siendo ya noche cerrada.

Siempre me he considerado un hombre tropical, por si todavía lo dudábais. Me parece que el estado natural del hombre son los calzones cortos, la camiseta (si acaso) y las chanclas. Y el resto es atuendo artificial, pero necesario para sobrevivir. Supongo que los que se dediquen al mundo de la moda me odiarán, porque las prendas de abrigo brindan nuevas e interesantes oportunidades de negocio.

En fin, que me deprime el Otoño. Por eso prefiero pasarlo lo más de puntillas que las circunstancias me dejan.

Y si alguien se atreve al desafío, que redacte una Oda al Otoño.

Ahí queda eso.

JMBA

viernes, 14 de noviembre de 2014

Por Tierras de Burgos (4): Ruta por las Merindades

Ya os he contado en capítulos anteriores nuestras paradas en el camino hasta Burgos, nuestros paseos por la ciudad y la visita a Atapuerca y al Museo de la Evolución Humana.

La Provincia de Burgos (14.292 kilómetros cuadrados) se extiende principalmente en el eje norte-sur, en el norte-noreste de España. La parte sur de la provincia es bastante conocida por los viajeros, incluyendo su capital, la zona vinícola en torno a Aranda de Duero y, más al este, Miranda de Ebro, nudo ferroviario tradicional y puerta de acceso al País Vasco (Vitoria, Bilbao, San Sebastián y Francia).
Curiosas esculturas arbóreas, junto a Tubilla del Agua.
(JMBigas, Julio 2014)

Pero el norte de la provincia es bastante desconocida, a pesar de que contiene los territorios en que se habló (y se escribió) de Castilla por primera vez en la historia, y un montón de maravillas naturales y monumentales. Hay un eje de comunicación principal, que une Burgos con Santander y el mar Cantábrico. Pero en el resto, todo son carreteras secundarias, que cruzan por paisajes maravillosos y muy escasamente poblados. En su extremo norte y noreste, se encuentran los límites con Cantabria y con Vizcaya.

Toda esta amplia zona del norte de la provincia de Burgos se conoce como la comarca de Merindades. En el camino hacia las Merindades desde Burgos capital, hacia el noroeste, se encuentra la interesante comarca de Páramos, también conocida como comarca de Sedano y Las Loras, por donde discurre el curso alto del río Ebro, que nace en la vecina Cantabria.
Orbaneja del Castillo y la espectacular cascada que
cae hacia el río Ebro.
(JMBigas, Julio 2014)

El miércoles 16 de Julio salimos desde Burgos capital, a las nueve de la mañana, en el coche y con mi amigo G., en dirección al norte, con intención de dedicar el día completo a visitar algunas de las maravillas que encierra toda esa zona. En la actualidad, visitar las Merindades debe hacerse ex-profeso, ya que no es el camino natural de paso ni hacia Cantabria ni hacia el País Vasco.

Por recomendación de mi buen amigo burgalés F., en la primera etapa queríamos llegar a Orbaneja del Castillo, en la comarca de Páramos, junto al curso del alto Ebro y muy cerca del límite con Cantabria. Salimos en dirección al norte, por la N-623. Hicimos una parada en un apartadero de la carretera, con fuente de agua potable incluida, atraídos por unas curiosas formaciones arbóreas. Los altos árboles parecían haber sido esculpidos por algún atrevido artista. La zona es cercana al pueblo de Tubilla del Agua, y sus coordenadas son N 42,716221º O 3,800443º.

El camino hacia Orbaneja del Castillo supone un desvío de ida y vuelta por la carreterita BU-643, desde Quintanilla-Escalada. Esta carretera, que discurre entre frondoso arbolado, discurre paralela al río Ebro.
Puente natural excavado por el río Nela, bajo el
pueblo de Puentedey.
(JMBigas, Julio 2014)

El pueblo de Orbaneja del Castillo (pop. 47) se encuentra ubicado a unos 90 metros por encima del cauce del río Ebro, a algo más de 700 metros de altitud sobre el nivel del mar (snm). Las características kársticas del terreno provocaron el nacimiento de un pequeño arroyo que recorre el pueblo y se desploma en una espectacular cascada hacia el cauce del río Ebro. Desde la propia carretera, que discurre hacia Cantabria, bajo el pueblo de Orbaneja del Castillo, se tienen unas maravillosas vistas del pueblo en lo alto y la espectacular cascada, que bien merece una parada y muchas fotos.

En lo alto de la montaña, a ambos lados del río, se distinguen rocas de curiosas formas, provocadas por la erosión del paso de los siglos. Sobre el pueblo, se ve una formación rocosa que podría tomarse por la figura de un militar vigilando la zona. Yo la bauticé como El Capitán.

Desde Orbaneja seguimos camino, en dirección a Puentedey. Para ello retrocedimos de nuevo hacia la N-623, y seguimos luego en dirección Norte. A la altura de Cilleruelo de Bezana nos desviamos a la derecha por la carretera BU-564. En el pueblo de Soncillo enlazamos con la BU-526. Y, más adelante, en Santelices, tomamos a la derecha por la BU-561 que va siguiendo, más o menos, el curso del río Nela. Un poco más adelante llegamos a Puentedey.
Ermita-cueva de San Tirso y San Bernabé, en Ojo Guareña,
Merindad de Sotoscueva.
(JMBigas, Julio 2014)

Puentedey (pop. 58) está en la comarca de Merindades, en la Merindad de Valdeporres. El pueblo se encuentra situado sobre una masa rocosa de origen kárstico. El río Nela ha excavado, bajo el pueblo, un curioso puente natural, de casi un centenar de metros de longitud.

Junto a la carretera, camino del puente que cruza el Nela (N 42,975273º O 3,685212), se tiene una excelente vista del puente natural, o túnel en la roca, que caracterizan a Puentedey. Junto al río, en un chamizo, están a la venta muchas de las maravillas naturales y gastronómicas que produce la zona. Tomamos un café y seguimos camino hacia el Monumento Natural de Ojo Guareña. Se trata de un complejo kárstico que tiene más de 100 kilómetros internos de galerías, de los que sólo un trocito es visitable, incluyendo la ermita-cueva de San Bernabé.

Ojo Guareña dispone de una Casa del Parque, o centro de interpretación, en el pueblo de Quintanilla del Rebollar (pop. 48), a unos 6 km. de las cuevas.

Para llegar allí desde Puentedey, seguimos camino por la carretera BU-V-5612, hasta las inmediaciones de Linares (854 m. snm). Allí nos desviamos a la izquierda por una pequeña carretera de montaña (que sospecho que debe ser intransitable en invierno), la BU-V-5626. La carretera va ascendiendo hasta los 942 metros de altitud. En la cima hay un amplio mirador (N 43,008807º O 3,637505º) desde el que se divisa todo el valle al norte de la zona.
Casa del Parque de Ojo Guareña, en Quintanilla
del Rebollar.
(JMBigas, Julio 2014)

La Casa del Parque de Ojo Guareña está ubicada en una casa de estilo indiano, que fue originalmente construida para ser destinada a escuela. Actualmente existe un amplio aparcamiento (N 43,056993º O 3,627580º), desde el que se recorre a pie un camino de un centenar de metros hasta la Casa del Parque. Ya era la una de la tarde, y en la Casa un chico muy amable nos informó de que todavía podíamos juntarnos a la última visita de la mañana a la ermita-cueva, prevista para las 13.30.

El acceso a la visita a las cuevas de Ojo Guareña, que culmina en la ermita-cueva de San Tirso y San Bernabé está a unos 6 km. de Quintanilla del Rebollar. Hay un par de pequeños aparcamientos (media docena de coches) en las cercanías, y hay que recorrer a pie el resto del camino (unos centenares de metros). Conseguimos llegar al aparcamiento (N 43,035627º O 3,665704º) a la una y veinte. A paso de carga llegamos al vestíbulo (con la taquilla) desde donde partió el pequeño grupo (media docena de personas en total) para la visita a las cuevas. Compramos un ticket (3,50€ por persona) y nos prestaron un casco de protección, obligatorio para la visita.
Iglesia de Santa Cecilia, en Espinosa de los Monteros.
(JMBigas, Julio 2014)

En la visita se recorren unos 400 metros del interior de las cuevas, que se inicia con un audiovisual de unos diez minutos y culmina en la llamada ermita-cueva de San Bernabé. Ese es el nombre común, aunque su nombre completo es de San Tirso y San Bernabé. La cueva se encuentra en la Merindad de Sotoscueva. En el interior de la pequeña ermita (ni allí ni en el recorrido por la cueva se permite tomar fotografías) se pueden ver pinturas (de los siglos XVIII y XIX) que describen los martirios y milagros de San Tirso. Se tiene noticia del uso de esa ermita excavada en la cueva desde la Edad Media.

Tras finalizar la visita y dedicar un tiempo a la pequeña explanada bajo las rocas y frente a la ermita, regresamos al aparcamiento cerca de las tres menos cuarto. Ya nos apretaba el hambre, y decidimos tomar el camino en dirección a Espinosa de los Monteros, con idea de parar a comer alguna cosa en el primer lugar que viéramos junto a la carretera, adecuado para ello.
Alcázar de los Velasco, en Medina de Pomar.
(JMBigas, Julio 2014)

Hicimos una parada fallida en un enclave muy bonito cerca de Quisicedo. Parecía un merendero muy bien preparado, pero solamente estaban por la labor de servir un menú del día cerrado, que nos pareció demasiada comida para nuestra intención de seguir ruta por la tarde, sin perder mucho tiempo ni dejar que nos venciera el sopor.

Seguimos hacia Espinosa de los Monteros (pop. 1.935). Esta localidad es, posiblemente, la población más importante al norte de las Merindades. Paramos en el centro del pueblo, junto a la Iglesia de Santa Cecilia. En la terraza de uno de los bares de la zona tomamos un tentempié en forma de un par de bocatines y un refresco.

Espinosa está muy cerca del límite con Cantabria. Y eso se manifiesta, por ejemplo, en el estilo típicamente montañés de muchos de los edificios residenciales del pueblo.

Después de comer, hicimos una breve incursión hacia el este, por el Valle de Mena. Aparte de la belleza del paisaje de ese valle, por el que discurre la carretera que une Burgos con Vizcaya (Balmaseda,...), los diversos pueblos son principalmente residenciales. Da la sensación de haber muchas segundas residencias, posiblemente de vizcaínos la mayor parte.
Interior del Museo Histórico de las Merindades,
en Medina de Pomar.
(JMBigas, Julio 2014)

Nos encaminamos a continuación hacia el sur, con siguiente etapa en Medina de Pomar (pop. 6.050). En este pueblo grande, casi una pequeña ciudad, hay varios edificios monumentales. Entre ellos destaca el Monasterio de Santa Clara, fundado en el año 1.313, y el llamado Alcázar de los (Fernández) Velasco o de los Condestables de Castilla, conocido popularmente como Las Torres, por las dos imponentes torres cuadradas almenadas que lo flanquean. La construcción del Alcázar también se inició en el siglo XIV.

El Alcázar alberga el Museo Histórico de Las Merindades, así como otros espacios públicos destinados, por ejemplo, a salas de exposición para artistas locales.

Fuimos hasta las verjas (cerradas a esa hora, algo más de las cinco y media de la tarde) del Monasterio, y luego aparcamos en las inmediaciones del Alcázar. A la entrada se encuentra la taquilla del Museo (3€ la entrada general). El interés de este Museo es limitado (se trata de un pequeño museo local). Pero en él se exponen piezas curiosas, recuperadas en diversos lugares de la zona, muchas veces asociadas a las labores cotidianas de sus habitantes (agrícolas, ganaderas, comerciales,...). En las diversas plantas se recrean también algunas escenas cotidianas de los nobles de la época, y también se pueden ver algunas esculturas o pinturas de artistas de la comarca.
Escultura moderna en el Museo Histórico de las
Merindades.
(JMBigas, Julio 2014)

Hay un ascensor que permite el acceso a todas las plantas, incluyendo la terraza. Desde ella, descubierta y expuesta, por tanto, a todas las inclemencias meteorológicas (ese miércoles de Julio, básicamente un Sol de justicia), se tienen vistas privilegiadas del pueblo de Medina de Pomar y sus alrededores.

A la salida del Museo ya eran casi las siete de la tarde. Teníamos tiempo solamente para una última etapa en la jornada, antes de la vuelta a Burgos y al hotel. Tuvimos que escoger, casi con una moneda al aire, entre las poblaciones históricas de Oña y Frías, en el sur de la comarca de Las Merindades.

Finalmente escogimos Frías (pop. 283). Frías es un pequeño pueblo, con un conjunto histórico que se encarama al Peñasco de La Muela, en cuya cumbre está el Castillo de Frías, que vigila todo el valle. Históricamente, Frías era el punto de cruce del río Ebro, en el camino desde Castilla hacia Cantabria.

Aparcamos el coche en alguna de las zonas habilitadas para ello en la zona baja del pueblo. Y ascendimos, a pie, por las viejas calles empinadas que conducen hasta el Castillo. Hicimos un alto en una de las muchas terracitas que jalonan el camino, para tomar una cervecita bien fría, que nos alivió de los sudores.
Castillo de Frías.
(JMBigas, Julio 2014)

A esa hora ya no se podía visitar el Castillo. Pero desde la explanada frente a él, en lo alto del Peñasco, hay unas excelentes vistas de todo el valle, incluyendo el río Ebro y el puente que lo cruza. Y en el otro extremo de la misma, se alza la Iglesia Parroquial de San Vicente Mártir y San Sebastián, recoleta pero excelentemente conservada.

Desde Frías emprendimos ya el regreso a Burgos capital, un trayecto de unas dos horas. En la primera parte, camino de Briviesca, cruzamos los maravillosos paisajes del Parque Natural de los Montes Obarenes, donde la carretera nos subió hasta algo más de los 1.000 metros de altitud, frente a la media de 600 metros snm de los pueblos del valle.

Acabamos llegando a Burgos pasadas las diez de la noche. El día siguiente, jueves, debíamos ya regresar a Madrid. Pero aprovecharíamos para visitar una parte de la zona vinícola de la Ribera del Duero.

Pero esa historia será ya objeto del último capítulo de este viaje.

Aparte de las imágenes que he seleccionado para ilustrar este artículo, podéis acceder a una completa colección de 71 fotografías de toda la Ruta, pinchando en la siguiente foto.

Ruta por las Merindades


También podéis ver este vídeo ilustrativo de la jornada.



JMBA

lunes, 10 de noviembre de 2014

La Baar-Ba-Coooa

A pesar de que ya estamos en pleno otoño, incluso muy fresquito a ratos (esta madrugada, en Madrid, mi termómetro registró tres graditos), este domingo, en Catalunya, se escenificó uno de los grandes éxitos del verano: La Barbacoa (del inefable Giorgie Dann).
Artur Mas, junto a Joana Ortega, vicepresidenta del Govern,
en la comparecencia tras el 9N.
(Fuente: elconrfidencial)

Una jornada de participación popular, progresivamente descafeinada por los sucesivos recursos al Tribunal Constitucional, convocó, como una gigantesca barbacoa campestre, a más de dos millones de ciudadanos en torno a miles de urnas de cartón.

La jornada, a pesar de todos los peros que se le puedan poner, fue un éxito en el haber de Artur Mas. Ha sabido resistir los sucesivos embates y ha sabido movilizar ampliamente a los ciudadanos con inquietud independentista en Catalunya.

Muchos andan reflexionando y hablando sobre los temas de legalidad o no, de si el Gobierno de Rajoy debía haber tomado otras medidas, etc. etc. Yo quiero pasar de puntillas sobre esos temas, para centrarme en lo que el aparente resultado pone de manifiesto.

Más de 1.800.000 ciudadanos (algo más del 80% de los votantes) depositaron una opinión inequívoca en favor de que Catalunya sea un nuevo estado independiente. Una cifra sin grandes sorpresas, ya que respondería al volumen de ciudadanos movilizados en la última Diada (la famosa "V" de votar, que invadió Barcelona). Parece lógico que hayan mantenido la movilización por lo menos hasta la jornada de participación de este domingo.

Los votos en otro sentido han sido residuales, como era de esperar, dado que nadie de cierto peso ha hecho campaña activa para ir a depositar en las urnas de cartón una opinión en ese sentido. Todas las fuerzas contrarias a la independencia se han centrado en discutir los aspectos legales de la consulta, y la han desprestigiado hasta un límite que ha desmoralizado por completo que los ciudadanos que sostienen esa opinión se hayan ni siquiera acercado a las urnas de cartón. No se han esforzado, para nada, en aportar argumentos ilusionantes para la regeneración (posible) de España.

Y, pese a todo, ha habido unos 100.000 votos con el NO a que Catalunya sea un estado, y más de 225.000 que han votado Sí-No, es decir, sí a que sea un estado, pero no a que sea independiente.

También ha habido un número significativo de votos irregulares (en blanco, con Sí en la primera pregunta y en blanco la segunda, o directamente nulos por diversos motivos). En total, algo más de 100.000 votos de estas características.

En conjunto, la jornada de participación ha movilizado, más o menos, a un 36% del censo potencial. El censo electoral oficial de Catalunya en las Elecciones Generales de 2011 fue de unos 5,4 millones de ciudadanos. Pero como para esta barbacoa se permitía la votación desde los 16 años, unas estimaciones del Instituto Nacional de Estadística apuntarían a un total de unos 6,3 millones de votantes potenciales.

Los 1,8 millones de votos positivos se corresponde, casi con exactitud, al respaldo electoral conseguido por los partidos más o menos independentistas en las últimas elecciones autonómicas.

Dada la muy escasa movilización de las opciones diferentes del Sí-Sí, la única cifra, desde mi punto de vista, con cierto valor de referencia son esos 1,8 millones de ciudadanos catalanes por la independencia. Algo menos del 30% de los votantes potenciales.

Nadie tiene ni idea de lo que opinan los ciudadanos que no se acercaron ayer a las urnas de cartón, seguro que por motivos muy diversos. Personalmente, creo que debe de haber un cierto número de contrarios a la independencia, una gran multitud de No Saben-No Contestan-Huirían si pudieran.

Muchos han asociado el auge del independentismo catalán con el de la fuerza anti-casta-política Podemos. Y me parece muy relevante esa asociación. Tengo la sensación de que hay en este momento, en España, muchos, si no muchísimos, ciudadanos que han perdido por completo la ilusión en el proyecto agotado, y agostado, de la España que se alumbró en 1978. Los tres años grises, si no directamente negros, que llevamos de Gobierno central con mayoría absoluta del PP, han acabado de destruir la poquita esperanza que iba quedando. Los tics sectarios del PP, la ola inacabable de corrupción y muchos otros elementos negativos que nos asaltan a diario, han provocado, a nivel estatal, que una fuerza como Podemos, con menos de un año de vida, se codee ya, al menos en las encuestas, con los que han sido los dos partidos preponderantes en la escena política española de las últimas décadas.

Catalunya, como nación con personalidad propia, algo negado persistentemente por los adalides del nacionalismo español, tiene, muy probablemente, en torno a un 15% de ciudadanos que son independentistas emocionales convencidos. Pero la crisis de ilusión en un proyecto esperanzador de España ha duplicado esa cifra, hasta alcanzar esos 1,8 millones de ciudadanos. Por supuesto, algunas fuerzas políticas han sabido nuclear a ese volumen de ciudadanos desilusionados, desmoralizados y desesperanzados en torno a la idea de una regeneración política por la vía de la independencia.

Un fenómeno, por cierto, extremadamente parecido a las causas que están provocando que Podemos pueda ser, en las próximas Elecciones Generales de 2015, la fuerza mayoritaria en el Congreso de los Diputados.

En este convulso contexto, PP y PSOE parecen encarnar a la Orquesta del Titanic, que sigue entonando la misma melodía de siempre, a pesar de que el iceberg ya ha abierto suficientes vías de agua como para enviar con rapidez al transatlántico al fondo del mar.

Conviene que nadie se extravíe en los detalles legales de la barbacoa catalana. La realidad que denotan los resultados, con todas las dudas que puedan generar las condiciones muy poco sólidas con que se celebró, ilustran el estado de ánimo de los ciudadanos. Estamos en un escenario similarmente dramático al que pasó España en 1898. La Regeneración en profundidad es ya mucho más que una necesidad apremiante y acuciante.

El proyecto de España que se alumbró en 1978 ha tenido un gran recorrido, pero hoy está agotado, y hay que dar, sin falta, nuevas vueltas de tuerca. Para conseguir, entre otras cosas, que nuestra democracia sea de mucha mayor calidad, homologable con los países más avanzados de Europa.

Los ciudadanos necesitamos recuperar la ilusión en un proyecto común. Los independentistas catalanes piensan que la necesaria regeneración tiene mejores posibilidades de éxito en el seno de un Estado de mucho menor tamaño y que se pueda empezar a construir como tal desde cero.

Para el resto, si los grandes partidos no reaccionan con prontitud, sólo nos quedará Podemos.

JMBA