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viernes, 24 de junio de 2016

El Brexit, Mala Noticia para Todos

Tras el referéndum celebrado este jueves 23 de Junio en el Reino Unido, sus ciudadanos han decidido que su país se retire de la Unión Europea. El resultado ha sido una sorpresa, pues incluso la víspera las Bolsas internacionales prácticamente descontaron que la opción del 'Remain' (permanecer en la UE) iba a ser la ganadora.
Nigel Farage, líder del UKIP, y adalid del Brexit.
(Fuente: telegraph)

La primera consecuencia es la dimisión (previsible, por otra parte) de David Cameron como Primer Ministro. Parece evidente que para llevar adelante una opción que es contraria a la que apoyaba Cameron, el Reino Unido precisa de un liderazgo diferente.

Y, con diferencia, la imagen más desagradable a la que hemos tenido que asistir ha sido la cara de felicidad de un tipo más bien mezquino como Nigel Farage o de otro tan histriónico como Boris Johnson, y el oportunismo de Marine Le Pen en Francia (que ya habla de la posibilidad de un 'Frexit') o de la extrema derecha holandesa, con Wilders a la cabeza.

De ayer a hoy, nada cambia en la práctica, en eso Rajoy lleva razón. Pero el Gobierno Británico ha recibido el mandato ineludible de sus ciudadanos para iniciar el proceso de separación de su país de la Unión Europea, que puede durar, al menos, un par de años.
Boris Johnson, ex alcalde de Londres y oponente de
David Cameron en el partido tory.
(Matt Cardy/Getty Images. Fuente: telegraph)

Como primera conclusión, la de que los referéndums de este tipo los carga el diablo. La razón es fácil de entender. Mientras que la movilización de los partidarios del cambio es total y entusiasta, la de los partidarios de no cambiar es mucho más tibia y dubitativa. Ya se vio con el referéndum escocés, que Cameron pudo salvar por los pelos con una movilización de última hora. Pero en este del Brexit, ha resultado insuficiente. Además, algunos también censuran al Partido Laborista, por su defensa muy fría del 'Remain', sin una movilización suficiente.

Desde mi punto de vista, para dar validez a referéndums de esta trascendencia, el umbral de validez debería situarse en el 50% del censo electoral, es decir, del total de los ciudadanos con derecho a voto.
Marine le Pen, líder del Front National francés.
(Fuente: gentside)

Creo que el Brexit es dramático, incluso catastrófico. Deja muy seriamente dañada a la Unión Europea, pero también fractura la unidad del Reino Unido. Gibraltar, por supuesto, ha votado casi íntegramente por la permanencia (96% Remain - 4% Leave). Pero Escocia también ha votado mayoritariamente por la permanencia (60-40) así como Irlanda del Norte (55-45). El Partido Nacionalista Escocés ya ha pedido un nuevo referéndum, al haber variado sustancialmente las condiciones del anterior, y el Sinn Fein ha pedido la reunificación de Irlanda en una única República, integrada en la Unión Europea. Gibraltar, pues bueno, ya veremos qué pasa con los llanitos.



Analicemos un poco los resultados detallados del referéndum. Podéis ver el mapa completo, por ejemplo, en la web de The Guardian.

A nivel nacional, han votado el 72,16% de los ciudadanos que podían hacerlo. En otras palabras, casi 13 millones de británicos no acudieron a las urnas. De todos ellos ignoramos por completo lo que piensan.

De los que han votado, 16.141.241 ciudadanos (48,1%) se han inclinado por el 'Remain', mientras que 17.410.742 (51,9%) se han inclinado por el 'Leave'. Una ventaja de 1,3 millones de votos. En otras palabras, el 37,4% del total de los ciudadanos británicos votaron efectivamente por el 'Leave', el 34,6% votó efectivamente por el 'Remain', y se desconoce la opinión del otro 28% de los ciudadanos

Hay diferencias geográficas muy marcadas. Escocia e Irlanda del Norte se han inclinado bastante claramente por el 'Remain'. Gales, salvo Cardiff, favorable al 'Remain', ha votado ligeramente a favor del 'Leave'. En Inglaterra, Londres ha votado muy claramente a favor del 'Remain'. Y también ha sido así en muchas de las áreas urbanas (Oxford, Cambridge, Liverpool, Manchester, Leeds, York, Newcastle, Bristol, Brighton,...). Pero la Inglaterra más rural y las áreas económicamente más deprimidas, se han inclinado masivamente, en algunas zonas de forma casi aplastante, a favor del 'Leave'.

Algunos primeros análisis apresurados, demográficos y sociológicos, parecen indicar que las zonas con mayores rentas medias y con mayor proporción de ciudadanos con elevada formación se habrían inclinado más bien por el 'Remain'. Asimismo, los votantes más jóvenes parecen más proclives al 'Remain', mientras que los de más edad se han inclinado mayoritariamente por el 'Leave', quizás incluso seducidos por una cierta nostalgia imperial.

Hay un dato adicional que resulta muy revelador. La participación en muchas zonas claramente partidarias del 'Remain', se han situado muy claramente por debajo de la media nacional, lo que sugiere una insuficiente movilización de los opositores del Brexit. En algunas zonas de Londres, la participación ha sido escasamente superior al 60%, del orden de 10 puntos por debajo del total nacional. O Glasgow, en una Escocia muy mayoritariamente partidaria del 'Remain', la participación sólo fue del 56,21% del censo, casi 16 puntos por debajo de la media nacional.

Algunos sugieren incluso que ciertos elementos especialmente filibusteros de la City serían partidarios del Brexit, porque su aspiración es poder disponer de un paraíso fiscal como las Islas Caimán, por ejemplo, a orillas del Támesis.



De otra parte, que un proyecto como la Unión Europea no resulte atractivo, o incluso se vea como francamente detestable, para ciudadanos tan adultos democráticamente como los británicos, nos deja sumidos en más sombras que luces. Todos sabemos que hay muchas cosas en la UE que no funcionan como debieran, que un proyecto ilusionante se ha deteriorado al convertirse en un proyecto por y para políticos y mercaderes, más que de los ciudadanos. Hay muchos aspectos incompletos que hacen a la UE especialmente vulnerable. Existe una unión monetaria con un alcance cierto, pero no hay unidad económica ni fiscal, y el papel del BCE es muy claramente escaso, especialmente si lo comparamos con las competencias de la Reserva Federal o del propio Banco de Inglaterra.

El Brexit deja a la Unión Europea herida, espero que no de muerte. Nos obliga a trabajar muy duramente para que la UE vuelva a ser para todos sus ciudadanos un proyecto de futuro que nos genere ilusión. La Europa de los funcionarios no genera ilusión y debería evolucionar para convertirse en una Europa de estadistas y para los ciudadanos.

Pero hay un pequeño problema. ¿Dónde c... están los estadistas en Europa?.

JMBA

martes, 21 de junio de 2016

Estupores Electorales

Visto lo visto, da la sensación de que la humanidad entera está partida por la mitad. Mientras unos piensan que es de día, los demás están convencidos de que es de noche.

Esta semana vamos a tener dos votaciones muy decisivas. El jueves, en Gran Bretaña, se votará si el Reino Unido va a seguir en la Unión Europea ("Remain"), o prefiere seguir el camino en solitario ("Leave") y desatar el temido Brexit.

Todos sabemos que en el Reino Unido existe un sentimiento muy arraigado de nacionalismo, o incluso de insularidad. Y que su visión transnacional está bastante más orientada a su ensoñación imperial del mundo anglosajón de la Commonwealth, que a sus vecinos más inmediatos, esos que se desarrollan al otro lado del English Channel (Canal de la Mancha para todos los demás).

A pesar de que la llamada Batalla de Inglaterra fue muy cruenta, Gran Bretaña no ha visto soldados extranjeros en su territorio en los últimos siglos. A diferencia, por cierto, de la mayoría de países con los que comparte la Unión Europea.

Tras la Segunda Guerra Mundial, que dejó una Europa arrasada, fragmentada y desconfiada, se ha hecho un esfuerzo titánico para construir una entidad supranacional, de la que podamos todos sentirnos orgullosos. Con éxito desigual, eso también es verdad. Porque la Unión Europea a menudo se asemeja a una hidra de muchas cabezas, que come ingentes cantidades de alimento todos los días, pero que consume buena parte de su tiempo en largas siestas.

El jueves veremos en las urnas cuántos británicos se dejan llevar por las emociones y el corazón, y prefieren separarse de la Unión Europea. Y cuántos votan con la cabeza y piensan con más frialdad en el futuro inmediato de este continente. Sólo desde dentro tendremos alguna posibilidad de cambiar y mejorar esta Unión Europea que a todos nos decepciona con demasiada frecuencia, pero que es el único futuro que a todos nos debería ilusionar.

Sería curioso, si no fuera dramático, ver cómo el asesinato de una diputada de Westminster ha modificado algo el estado de opinión en el Reino Unido. Como si, de repente, muchos se hubieran dado cuenta de que, detrás de las tesis nacionalistas de la separación hay muchos componentes de odio, con los que una mayoría no se siente confortable.

El viernes conoceremos el resultado. Ojalá decidan quedarse, que los británicos, a pesar de que frecuentemente son más bien raritos, resultan adorables, y los necesitamos en esta Europa balbuceante.



De otra parte, el domingo nos toca votar a los españoles, por segunda vez en apenas seis meses. El aparente fin del bipartidismo parece que se les ha atragantado a nuestros políticos, que tienen que enfrentarse a situaciones para las que muestran no estar preparados.

Con sólo dos partidos mayores, el juego parecía más o menos controlado y conocido. Se trataba de pelear por conseguir más votos que los otros y, a ser posible, con mayoría absoluta. Si había que completar escaños con alguna fuerza minoritaria, el tema se reducía al regateo de qué conceder a cambio del apoyo de algunos diputados de alguna de las fuerzas nacionalistas, habitualmente. Así, tanto Felipe, como Aznar o Zapatero, gobernaron con mayorías absolutas en algunas ocasiones, y con el apoyo de vascos y/o catalanes en otras. Fin del invento.

Pero ahora la situación política se ha vuelto más adulta, y tenemos cuatro fuerzas con presencia significativa en el Congreso. Cualquier Gobierno requiere un acuerdo de coalición entre varias de ellas. Este proceso no se consiguió culminar en los muchos meses que se destinaron a ello, a partir del 20D. Por eso tendremos ahora nuevas elecciones.

Pero el panorama resultante parece que será bastante parecido al emanado del 20D. Y lo que estamos escuchando durante esta campaña electoral nos llevaría en directo al mismo bloqueo que ya conocemos bien.

Superadas algunas dudas de posicionamiento, interesadas sin duda, sobre si la dicotomía derecha-izquierda estaba superada y demás, hemos vuelto al redil y, simplificando, tenemos ahora dos fuerzas situadas en el arco de la derecha (PP y Ciudadanos) y otras dos en el arco de la izquierda (PSOE y Unidos Podemos). Dejando al margen algunas otras ensoñaciones que parecen irrealizables (como la llamada Gran Coalición, por lo menos esta vez), sólo hay dos opciones que tengan visos de realismo. O bien un Gobierno de la Derecha o bien uno de la Izquierda. Otros equilibrios parecen demasiado inestables como para que podamos siquiera considerarlos.

El 20D arrojó unos resultados totales de 163 diputados para la derecha (123 del PP, más 40 de Ciudadanos) y 161 para la izquierda (90 para el PSOE, 69 para Podemos y 2 para Izquierda Unida).

A pesar de tener una ligera ventaja el ala derecha, el PP, con Rajoy a la cabeza, renunció siquiera a intentar llegar a ningún tipo de acuerdo con Ciudadanos, que acabó arrojándose en brazos del PSOE, para construir una mayoría definitivamente insuficiente. Rajoy declinó la invitación del Rey a presentarse a un proceso de investidura, y este acto fue el inicio de un juego sin salida.

Podemos se negó a permitir un gobierno del PSOE con Ciudadanos, incluso con su abstención, y los intentos de Pedro Sánchez naufragaron sin remisión.

El hecho más significativo que nos puede traer el 26J es el llamado sorpasso. Por su alianza con Izquierda Unida, Unidos Podemos podría conseguir más votos y más escaños que el PSOE, y convertirse en la primera fuerza del ala izquierda en el Congreso. Porque el balance de votos del ala derecha y del ala izquierda (aceptando las hipótesis de posicionamiento que he aplicado aquí, que a alguno le parecerá mal, sin duda) se mantendrá, muy probablemente, en un entorno casi idéntico al 20D. Es posible que el PP gane algún escaño, pero Ciudadanos se enfrenta al riesgo de perder alguno. El PSOE debería esperar el peor resultado de su historia, y conseguir un cierto empate técnico con Unidos Podemos, en la horquilla de los ochenta y pico escaños.

Cuando se conozcan al detalle los números finos, me parece que deberían dejarse todos de postureos que a nada conducen. La fuerza más votada del ala (derecha o izquierda) que consiga mayor representación, deberá asumir el protagonismo de organizar una sesión de investidura. Deberá establecer un acuerdo sólido con la otra fuerza de su propia ala, y buscar los apoyos que puedan ser necesarios, aunque sea via abstención, entre el resto de fuerzas minoritarias en el Congreso.

En otras palabras, o bien el PP (con o sin Rajoy a lo mejor es parte de las negociaciones necesarias), o bien Unidos Podemos (o el PSOE, si consigue resistir mejor de lo que parece en las encuestas) deben asumir el papel que los ciudadanos les habremos dado. Los acuerdos de coalición a los que tengan que llegar deberían ser tema de unas pocas semanas de negociación. Y deberíamos tener un nuevo Gobierno, razonablemente sólido, no más tarde de la vuelta de las vacaciones, a primeros de Septiembre.

Hasta el final de la campaña, todos tienen derecho a denostar a sus rivales y adversarios y a pelear hasta por el último voto. Han caído, y seguirán así, en descalificaciones o incluso insultos en algún caso. Todo eso vale hasta el domingo. A partir del lunes, y de acuerdo a la aritmética fina que surja de las urnas, todos a trabajar en la línea que he expuesto, y basta ya de postureos y tonterías. Tendrán que hacer un esfuerzo, pero deberán olvidar todos los sapos que se han tenido que tragar durante la campaña electoral.

Y si algo falla y no se avanza en esta dirección, la única conclusión posible será que alguno o algunos de los partidos se han puesto por delante de los intereses de los ciudadanos, y deberán pagar muy caro ese desplante.

El que crea que el PP es un partido instalado en la corrupción vergonzante y que gobiernan para sus amiguetes, que no les vote el domingo. El que piense que Unidos Podemos es un partido comunista y que sería un desastre para este país, que no les vote el domingo.

Pero, a partir del lunes, cada partido tendrá, legítimamente, la representación que le hayamos dado los ciudadanos. Y será el momento de negociar y de dar y pedir concesiones, para llegar a un acuerdo de investidura y de Gobierno. El Gobierno que resulte será legítimo y deberá gobernar para todos los españoles. Si, a criterio de los ciudadanos, no lo hacen bien, en las próximas elecciones el electorado les castigará.

Y punto final. Ya han jugado suficiente todos los políticos. Ahora es el tiempo de que este país pueda seguir funcionando, y que los políticos se vean relegados al papel que les toca, un poco secundario en relación con el propio país y sus ciudadanos.

Porque el excesivo protagonismo de los políticos es por completo estéril, y en nada contribuye a nuestro bienestar.

JMBA

viernes, 17 de junio de 2016

El Senado. Añadiendo Valor a cada Voto.

Manual de ayuda para el votante desorientado.

El Senado, o Cámara Alta, fue consagrado en la España democrática actual por la Constitución de 1978. No voy a entrar aquí en sus funciones, pero lo cierto es que su propia existencia y su trabajo ha sido objeto de polémica constante. Algunos piensan que habría que remodelarlo, otros incluso que sería mejor su simple desaparición.
Hemiciclo para los plenos del Senado español.
(Fuente: 20minutos)

Pero lo cierto es que el votante en España, en unas Elecciones Generales, puede depositar una papeleta para el Congreso de los Diputados y otra para el Senado. En el Congreso hay que votar por una candidatura (habitualmente, un partido político o coalición). Si el sobre blanco está vacío, se considera voto en blanco, si hay varias papeletas de la misma candidatura se considera como un voto único a ella, y si hay varias papeletas de diversas candidaturas, se considera voto nulo.

Para el Senado no se vota a candidaturas sino a candidatos a senador a título individual. En cada circunscripción hay una papeleta única (de color sepia) con todos los candidatos que se presentan al Senado. El votante debe marcar aquel/aquellos al que/a los que quiere votar.


Composición del Senado.

El número total de senadores puede variar según cada legislatura, ya que una parte depende de la población total de cada Comunidad Autónoma.

Hay 208 senadores elegidos directamente por los votantes, con el siguiente desglose:

- En cada provincia no insular (47) se eligen cuatro senadores.
- En las islas mayores (3) se eligen tres senadores.
- En las islas menores (7) se elige 1 senador.
- En Ceuta y Melilla se eligen dos senadores en cada Ciudad Autónoma.

Centrándonos en las provincias no insulares (para las islas y las ciudades autónomas, la norma se modifica ligeramente para adecuarla al número de senadores a elegir), el votante puede elegir hasta a tres candidatos (en blanco, uno, dos o tres), de la misma o diferente candidatura.

Las papeletas para el Senado que recibimos en casa, enviadas por las diversas formaciones políticas, vienen habitualmente con los tres candidatos de esa formación ya marcados. Seguramente, la mayoría de votantes escogerán una formación a la que votar para el Congreso y a los tres senadores de esa formación para el Senado. Pero hay otros votantes más imaginativos que lo hacen de modo diferente. Lo cierto es que, tomando un ejemplo, los tres senadores elegidos por el PP en la provincia de Burgos, lo fueron con un número de votos algo diferente entre sí (77.939, 75.780 y 74.901). Esto sugiere que hay votantes que no votaron en bloque al PP y, a lo mejor, hasta votaron también a algún candidato de otra formación.

Este método electoral, extremadamente mayoritario, provoca que sea prácticamente imposible que, en una cierta circunscripción, pueda ser elegido senador algún candidato de la tercera fuerza más votada. Lo más habitual es que salgan elegidos tres senadores de la fuerza más votada y uno de la segunda fuerza. Excepcionalmente, en algunos casos, puede haber 2 y 2, si la diferencia de votos entre la primera y la segunda fuerza es muy pequeña.

De otra parte, el número de votantes en cada circunscripción es extremadamente variable. Esto provoca que, tomando otro ejemplo, un senador por Madrid puede costar más de 700.000 votos, mientras que uno en Palencia puede costar unos 25.000. Algunos políticos llevan tiempo invocando una reforma del sistema electoral, esgrimiendo la petición de que todos los votos valgan igual.

La distribución de los senadores elegidos para la XI Legislatura (la muy corta iniciada con las elecciones del pasado 20D) fue la siguiente:

- 124 senadores del PP
- 47 senadores del PSOE
- 16 senadores de Podemos y sus confluencias (9 de Podemos, 4 de En Comú Podem, 2 de En Marea, 1 de Compromís)
- Cero senadores de Ciudadanos (!!!???)
- 6 senadores de Democràcia i Llibertat
- 6 senadores de ERC
- 6 senadores del PNV
- 3 senadores de diversas formaciones o agrupaciones locales.


El número total de senadores en esta XI Legislatura fue de 266. Los 58 restantes fueron nombrados directamente por las Comunidades Autónomas a través de sus correspondientes Parlamentos Autonómicos. De estos, 20 estaban encuadrados en el Grupo Popular.

La mayoría absoluta en el Senado se situaba en los 134 senadores, mientras que el PP contaba con 144 senadores en total. Por lo tanto, a pesar de su discreta mayoría relativa en el Congreso de los Diputados, disponía de una confortable mayoría absoluta en el Senado y, por lo tanto, de una capacidad cierta de bloqueo legislativo (con matices que aquí voy a obviar).



¿Cómo puede el votante dar más valor a su voto?

Este sistema electoral provoca que haya muchos votos (o parte de ellos) perdidos; es decir, votos que no se reflejan para nada en escaño alguno. Votar a tres candidatos de una formación que no tiene más opción que, a lo mejor, conseguir un senador en esa circunscripción, significa que dos tercios de ese voto se pierden por el desagüe.

A mí me parece evidente que este sistema electoral debería modificarse para que se adecuara un poco mejor al respaldo real en número de votos de cada formación. Pero, lógicamente, los dos grandes partidos nunca han querido abrir este melón, ya que la situación actual les beneficia frente a las fuerzas minoritarias.

En algún momento de las últimas semanas, Podemos le hizo una propuesta al PSOE, que me pareció sensata, en la línea de corregir algo esta situación muy desfavorable para todas las formaciones que no ocupen la primera posición. La propuesta era elaborar candidaturas conjuntas PSOE-Podemos, para que la representación de las fuerzas de izquierda en el Senado aumentara de modo sustancial, incluso manteniendo el número total de votos. La propuesta fue airadamente descartada por el PSOE en unas pocas horas, y nunca más se ha vuelto a hablar de ello.

El caso de Ciudadanos es todavía más dramático, ya que, con 40 diputados en el Congreso, no consiguieron ni un solo senador.

¿Qué puede hacer un votante cualquiera para contribuir a reequilibrar algo las fuerzas en el Senado?. Yo creo que se puede utilizar el modelo electoral actual para conseguir una situación final algo más presentable, utilizando un método que añada valor a cada voto.

Se pueden votar hasta tres candidatos en cada provincia no insular, que pueden ser de diferentes candidaturas. Si cada votante más o menos de derechas (con voto para el PP o para Ciudadanos en el Congreso), votara para el Senado a los dos primeros candidatos de su propia formación, y al primer candidato de la otra, y cada votante más o menos de izquierdas (con voto para el PSOE o para Unidos Podemos en el Congreso) hiciera lo mismo, la situación final podría variar bastante.

De este modo se conseguiría que el primer candidato de las dos listas (PP y Ciudadanos para la derecha; PSOE y Unidos Podemos para la izquierda) tuviera un número de votos que fuera la suma de los votantes de las dos formaciones, y una composición final de los senadores elegidos más próxima a la realidad social.

Esta aproximación sería bastante complicada para los votantes del PP, ya que, en muchas circunscripciones, sacrificaría al tercer senador del PP, a cambio de promocionar al primer candidato de Ciudadanos.

Por el contrario, para los votantes de izquierda, esta aproximación sólo tiene ventajas. No votar al tercer candidato de tu propia formación que, casi con total seguridad, no tiene ninguna opción de ser elegido en la mayoría de circunscripciones, no supone perjuicio propio. A cambio, podría conseguir que el cuarto senador de una provincia cualquiera pudiera ser alguien de la izquierda, en lugar de otro senador del PP.

Tomemos el ejemplo de la Comunidad Autónoma de Castilla y León, donde el reparto fue, en su totalidad, de 3 a 1 para el PP y PSOE. En cada una de sus nueve provincias (Burgos, Soria, Segovia, Ávila, León, Zamora, Salamanca, Valladolid y Palencia) resultaron elegidos 3 senadores por el PP y uno por el PSOE. En total, 27 senadores para el PP y 9 para el PSOE.

Me he tomado la molestia de realizar una simulación completa en sus nueve provincias, a partir de los votos reales recibidos por los tres candidatos del PP, los tres del PSOE, los tres de Ciudadanos y los tres de (Podemos+IU).

Sólo teniendo en cuenta la coalición Podemos+IU, asumiendo que pudiéramos sumar tal cual sus votos respectivos, habrían arrebatado el cuarto senador en Burgos al PSOE (por sólo 709 votos sobre más de 44.000).

Si sólo los partidos de la derecha hubieran practicado este ejercicio que propongo de añadir valor al voto, lógicamente el tercer candidato del PP y de Ciudadanos hubieran tenido cero votos. En las nueve provincias habría resultado elegido el primer candidato de Ciudadanos. Con un total en la Comunidad de 18 senadores para el PP, 9 para Ciudadanos, 8 para PSOE y 1 para Unidos Podemos.

Si sólo los partidos de la izquierda hubieran practicado este ejercicio, los terceros candidatos de PSOE y de Unidos Podemos habrían obtenido cero votos. El PP sólo habría conservado su tercer senador en las provincias de Ávila y Salamanca. En esas provincias, para la cuarta plaza habría un empate entre el candidato de PSOE y de Unidos Podemos (suponiendo un seguimiento al 100% de la disciplina). No sé muy bien qué pasaría en caso de un empate de ese tipo. Eso daría un total para la Comunidad de 20 senadores para el PP y 16 para las dos formaciones de izquierda, repartidos en una horquilla de 7-9 para el PSOE y de 7-9 para Unidos Podemos.

Si tanto las dos formaciones de la derecha como las dos de la izquierda hubieran seguido esta disciplina, los terceros candidatos de las cuatro formaciones obtendrían cero votos. Ciudadanos conseguiría un senador por provincia (9). El PP sólo conservaría su segundo senador en Ávila y Salamanca, para un total de 11 senadores en la Comunidad. Y habría 16 senadores para las dos formaciones de la izquierda, en una horquilla de 7-9 para el PSOE y de 7-9 para Unidos Podemos.

Tengo a vuestra disposición los datos de detalle (en un fichero EXCEL) bajo petición.

Veamos las conclusiones. Parece claro que este ejercicio sería un sacrificio exagerado y difícilmente asumible para los votantes del PP, ya que básicamente les supondría renunciar a un senador propio que sería para Ciudadanos. Habría que ver el impacto en otras zonas geográficas. Pero para los votantes del PSOE les supondría arrebatar 7 senadores al PP, que pasarían a la izquierda (en sentido amplio), con el único riesgo de perder dos senadores propios (en beneficio de Unidos Podemos), dependiendo de la aritmética fina que diera finalmente el seguimiento de esta disciplina.

La extensión de este ejercicio a todo el país desborda mis capacidades (más bien mi paciencia). Pero conviene tener en cuenta que Castilla y León es, probablemente, el territorio donde la preponderancia del PP es más acusada. Lo cual puede sugerir que el rendimiento que podría darle esta disciplina a las formaciones de la izquierda podría tener un impacto incluso mayor que el que hemos visto en esta simulación parcial.

Para su implantación, dado que los terceros candidatos no tendrían ningún voto, lo mejor sería que PSOE y Unidos Podemos se pusieran de acuerdo en presentar solamente dos candidatos cada uno por circunscripción. En las papeletas enviadas por PSOE deberían ir marcados sus dos candidatos, más el primero de Unidos Podemos y viceversa. Pero si los partidos no quieren saber nada de esta aproximación, que yo tildaría de generosa pero interesada, la iniciativa de los propios votantes también podría llevarla a la realidad.

Si esta disciplina de voto entre los partidos de la izquierda se ejecutara a nivel de toda España, no me cabe duda de que el PP perdería su mayoría absoluta en el Senado. Intuyo que, en total, es fácil que 20-30 escaños actualmente del PP pasaran a manos de alguna de las dos formaciones de la izquierda.

No tengo nada clara la función del Senado, incluso si no sería mejor simplemente hacerlo desaparecer. Pero mientras exista, sería mucho más razonable que no tenga el poder en ningún caso de bloquear el progreso legislativo, con una composición muy alejada de la relación real de fuerzas en la sociedad.

JMBA