Vivíamos felices con nuestras cámaras fotográficas de carrete. Cuando salíamos de viaje teníamos que llevar una provisión de carretes en la maleta (por si acaso ahí no hay, o son más caros). En las últimas generaciones, ya teníamos que prever también una pila de repuesto, no se nos fuera a agotar en mitad de una excursión o lo que fuera.
Cámara compacta de carrete (Fuente: xatakafoto) |
A la vuelta teníamos que llevar los carretes a un laboratorio fotográfico, esperar unos días y recoger media tonelada de papel impreso con las fotografías, y pagar una pequeña fortuna (entre unas cosas y otras, fácilmente se nos iban más de 20 céntimos (de Euro) por foto.
Al llegar a casa, las mirábamos una vez (si acaso) y las guardábamos en algún fondo de armario. En el mejor de los casos, en la caja de las fotografías, que sólo salía de su escondrijo en las tardes aburridas de domingo o cuando queríamos lucir de viaje ante las visitas (que no sabían qué inventarse para evitar esa tortura).
A veces incluso les dedicábamos algunas horas de trabajo y las ordenábamos en un álbum, incluso con rótulos para recordar qué es lo que habíamos fotografiado, o también junto con algunos otros recuerdos de viaje (la entrada del museo, el ticket del autobús, la factura del restaurante,...).
Caja llena de fotografías, a barullo. (Fuente: 123rf) |
Todo eso lo ha terminado la eclosión de las cámaras digitales. Prácticamente no existen fungibles (quizá la batería envejezca, o haya que comprar una tarjeta de memoria adicional, pero en total, minucias), por lo que el coste de hacer una fotografía más es nulo (una vez tenemos la cámara y los accesorios necesarios). De un viaje de cuatro o cinco días volvemos ya no con tres carretes, sino con una tarjetita de memoria con 1.000 fotos. Cuando algo nos gusta le hacemos varias fotos (alguna quedará bien).
Pero no nos alegremos tanto, que no hemos eliminado los problemas, sino que, simplemente, los hemos cambiado por otros nuevos.
Ahora en el equipaje tenemos que llevar el cargador de la cámara. Y, al volver a casa, tenemos que liberar las tarjetas de memoria (para su siguiente uso), y volcar las fotos al PC. Y cuidado que ocupan espacio en el disco. Tenemos que hacernos con un disco externo de gran capacidad para guardarlas todas. Y con otro igual para tener una copia de seguridad, no vayamos a perderlas. O con una bobina de DVD,s vírgenes, para irlas guardando en DVD,s.
Qué pequeñitas y qué bonicas son (Fuente: Terra) |
En la antigua caja de las fotografías, ahora hay DVD,s. Pero nadie sabe cuánto tiempo pueden durar sin degradarse. Antes podíamos sacar las fotos de la abuela cincuenta años después, y podían haber amarilleado, pero las podíamos ver; desde ese punto de vista eran eternas. Y, lo que es todavía peor, dentro de cincuenta años, suponiendo que el DVD haya conservado intacta la información, ¿quién nos garantiza que tendremos a nuestra disposición un dispositivo capaz de leerlos?. Porque por mucho que los miremos, no sucede nada.
Claro que podemos pasar todas las fotos a papel (en casa o en algún servicio dedicado a ello) con el correspondiente coste asociado. Pero el problema es que, para lo mismo, hacemos diez veces más fotos que antes, y la caja de las fotografías debería convertirse rápidamente en el baúl de las fotografías.
Claro, hay una solución, que es seleccionarlas. Pero ese es un trabajo ímprobo y desagradecido, porque siempre habrá alguien que preguntará ¿pero no había una en la que salíamos con el mono y el payaso?. Vaya, esa no la habíamos seleccionado.
Cada vez hay más servicios en la red que permiten subir fotografías, para luego poder compartirlas con los amigos, con la familia, o con todo el mundo. Porque enviar directamente una foto original de la cámara por el correo electrónico casi ya no es posible. Bueno, una quizá sí, pero dos o tres ya nos desborda los servidores.
Porque, claro, al hacer la foto siempre escogemos (con buen criterio) la máxima resolución que da la cámara. Por si acaso queremos algún día sacarla en papel de gran formato. Y una sola fotografía fácilmente nos ocupa 3, 4, 5 o incluso más MB.
Si somos caprichosos, o exigentes, también pueden crecer... (Fuente: anuncioneon) |
Pero si subimos todas las fotos a mogollón, estamos consumiendo un espacio en el servicio que sea, y si nos pasamos nos tocará ampliarlo pagando una cierta cantidad. Uy, uy, uy.
Además, los amigos se nos quejan de que hay demasiadas, y que muchas no son buenas, la luz está mal, están desenfocadas, o movidas, o la composición es muy mala, o no aportan absolutamente nada, o hay tres repetidas. Si aparecen paisajes o monumentos, algún listo nos preguntará por la iglesia de la 9044, y casi seguramente no tendremos ni p... idea para responderle.
Se impone una vuelta de tuerca. Vamos a dedicarle un tiempo a la operación. Vamos a seleccionar las fotos realmente buenas, y solamente subiremos esas. Y, claro, lo suyo es que le pongamos una leyenda que explique que la 9344 corresponde al valle del Pachunanga, o que la 9567 es de la iglesia de Surawasi, en Nenpil-Toqui. Así nos anticipamos a las preguntas comprometidas, y las evitamos. Lo daremos todo hecho a las amistades o a quien sea.
Responder a una pregunta de las visitas con un esa es Mayte frente a una ermita de ... allí puede permitir salir del paso. Pero si lo vamos a escribir tenemos que ser más precisos, no podemos pasar como si fuéramos unos patéticos papafritas.
Seleccionarlas ya es un currelo, porque exige, habitualmente, dos vueltas. En la primera las visionamos con un papel y bolígrafo en la mesa, y anotamos los nombres o los números de las que merecen estar en la colección definitiva. En la segunda, las subimos siguiendo la lista previamente elaborada.
Ponerles una leyenda no siempre es trivial. De la Torre Eiffel todo el mundo se acuerda, pero de la iglesuca esa del rincón de la plaza de un pueblo perdido, NO. Si se trata de fotos de lugares, siempre tendremos Google Earth (con su Street View, si está disponible en esa zona), para no meter (mucho) la gamba. Que si escribimos que es la ermita de Puchananga y resulta que realmente es la de Tupibamba, ¡qué chasco!.
Lo que cuesta llegar a tener un álbum en la red así de completito: seleccionadas, ordenadas, con nuestro nombre, con su explicación, geoposicionadas,... le calculo no menos de 5 minutos por foto. (Fuente: uno de Mis Álbumes en Picasa) |
Hay que tomar medidas. Al hacer las fotografías tenemos que llevar un bloc y un bolígrafo, para anotar lo que vamos fotografiando. Pero eso es pesado y poco práctico. Afortunadamente, la tecnología nos da nuevas herramientas para facilitarnos esta labor. Casi todas las cámaras digitales permiten, de uno u otro modo, grabar un fichero de voz que irá asociado de alguna manera a la correspondiente fotografía. Cuando tiramos la foto, a continuación ponemos la cámara en modo grabación, nos la acercamos a la boca para no hacer demasiado el ridículo, y le contamos a la cámara que esta es la ermita de Puchabamba en Tenil-Popi.
Cuando las estamos rotulando (habitualmente después de subirlas a algún servicio: Picasa, Flickr, Webshots... o directamente Facebook) y dudamos, buscamos un archivo de voz con ese número. Si no lo hay, blasfemamos (se nos olvidó comentarlo). Pero igual hicimos varias fotos de la misma ermita, y sólo comentamos la primera. Buscamos el fichero de voz anterior, e igual tenemos suerte. Pero, claro, nos asalta la duda: ¿la ermita de las tres fotos es la misma?.
Cuando terminamos el proceso, podemos publicar las fotos, y ya están a disposición de quien hayamos decidido (amigos, familia, público en general,...). Las visitas ya pueden tomar sus propias decisiones: ignorarlas por completo, ojearlas con prisa, o revisarlas con atención en su propia tarde aburrida de domingo. Es fácil que hasta haya alguno que nos enmiende la plana, y nos comunique formalmente que la ermita de Puchabamba es realmente la de la otra esquina de la plaza.
Con el tiempo, nos podemos enfrentar a otra situación nueva. Un día, navegando por Internet, caemos en una página sobre las ermitas de Tenil-Popi, y allí encontramos esa foto nuestra que salió tan bien, que otro ha aprovechado para completar su artículo, crónica, post o lo que sea. Si no llevaba mucha prisa, quizá haya indicado que la foto es del usuario pepino67 de Flickr. ¡Vaya, ese soy yo!. Sí, pero ¿quién más lo sabe?. Bueno, el que vaya a Flickr y pregunte por ese usuario, obtendrá la información... Sí, claro, pero ¿quién c... va a tomarse esa molestia?.
Nuestro ego nos reconcome, porque nos gustaría ver nuestro nombre junto a esa foto en la página de otro. Ahí sí tenemos un problema. Además, que fíjate lo bien que quedó, si es que soy un maestro...
Bueno, podríamos poner nuestro nombre en algún rincón de la fotografía, de modo que viajara con ella. Si alguien la reutiliza sin más, por lo menos nuestro nombre seguirá ahí, para que el mundo sepa lo excelente fotógrafo que soy. Siempre que no la recorten, claro, pero eso sería ya mala idea.
Pero, claro, para hacer eso hay que editar la fotografía, hay que modificarla en el PC (o donde sea). Y para eso hará falta un programa que sepa hacerlo, que no sé si tengo en el ordenador. Podemos preguntar a algunos amigos manitas, pero sólo tenemos la garantía de que nuestras dudas se verán convenientemente ampliadas, porque cada maestrillo tiene su librillo.
Bienvenidos al inacabable mundo de los editores fotográficos, de las diferentes resoluciones, de los diferentes formatos, de los datos (o metadatos) Exif y otras zarandajas del género. Nunca creímos que tuviéramos que llegar a esto, pero ahora ya nos resulta imprescindible.
En un próximo artículo intentaré desbrozaros algo ese arduo camino. Porque el mundo de la informática personal es un universo donde todo se puede hacer. Pero con qué herramientas y de qué manera, forma parte de los misterios que hay que desentrañar con esfuerzo, sangre y, sobre todo, tiempo, mucho tiempo. En Internet está disponible toda la información, y eso significa mucha, muchísima, mucha más de la que necesitamos o necesitaremos nunca. Pero ¿cuál es la buena?.
Hasta pronto.
JMBA
Hola Bigas. Cuánta razón llevas y qué ameno tu escrito. Ya decía el añorado y sabio Lluch - q.e.p.d.- que las nuevas releases convertían en desconocidos problemas antes conocidos.
ResponderEliminarCon la tecnología parece que sucede lo mismo: Una nueva tecnología cambia unos problemas por otros nuevos.
Un abrazo.
Santi