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jueves, 29 de septiembre de 2011

Por la lanzadera del Eurotunnel: de Charleroi a Brighton y vuelta


PREPARACION

A finales de Mayo de 2008 conseguí unos días libres (desde el jueves 22 al lunes 26), y organicé un viaje un poco estrambótico, para conocer el funcionamiento del cruce a Inglaterra por el Eurotunnel, con sus lanzaderas.
A bordo de la lanzadera del Eurotunnel.
(JMBigas, Mayo 2008)

Por el Túnel bajo el Canal de la Mancha (el Eurotunnel) sólo circulan trenes, no hay tráfico de vehículos. Los trenes de pasajeros son los Eurostar (ya he viajado en ellos varias veces) que unen básicamente Londres Saint Pancras con Paris Gare du Nord o Bruxelles Midi (aunque hay algunas otras extensiones).

Para cruzar por el Eurotunnel en coche, hay que embarcarlo (¿en-tren-arlo?) en los trenes lanzadera (shuttle) en la Terminal de Calais/Coquelles (en el departamento de Pas-de-Calais) y luego desembarcarlo en la terminal de Folkestone (en el condado de Kent), o viceversa.

Para evitar el largo viaje desde Madrid hasta Calais (lo hice en otra ocasión, ya lo contaré), busqué un vuelo a algún aeropuerto cercano. La opción más económica que conseguí fue un vuelo de la cutre Ryanair (algo más de 60€) a Charleroi, al sur de Bruselas. Alquilé un coche por Internet, para recogerlo allí en el aeropuerto y devolverlo el lunes al final de la escapada.

Las tarifas que practica el Eurotunnel suenan a muy extrañas al principio, aunque luego puede entenderse que tienen su razón de ser. La más económica es la que incluye ida y vuelta en el día, o overnight, es decir, ida un día y vuelta al siguiente (que era mi caso, afortunadamente). En estas condiciones y según los horarios, se puede conseguir ida y vuelta (incluso hoy mismo, tres años después) para un coche normal (con sus pasajeros) por 60€. Sin embargo, la tarifa para estancias más prolongadas es mucho más elevada, llegando a más de 200€ por trayecto.
Basílica de Saint Christophe, en la place Charles II,
Charleroi (Bélgica).
(JMBigas, Mayo 2008)

La explicación que yo le encuentro a este aparente sinsentido es que las tarifas se definen en función de los costes de la alternativa. Si se va a cruzar el coche, es que se requiere en destino. La alternativa es alquilar un coche en el destino (o cruzarlo en un ferry, claro). Para uno o dos días, se podría alquilar un coche en el destino por bastante poco dinero, mientras que el coste sería muy superior para estancias de una o dos semanas.

En fin, en mi caso, tenía una reserva (obtenida por Internet en la web de Eurotunnel) para ir de Calais a Folkestone a primera hora del viernes y volver a última hora del sábado, por 60€. La reserva indicaba fecha y hora precisa de mis dos lanzaderas (para la ida y para la vuelta), así como la hora límite para el embarque.



CHARLEROI-BOULOGNE

Tras asistir a las habituales escenas patéticas frente a los mostradores de embarque (gente reacondicionando sus pertenencias, para evitar las férreas medidas de Ryanair sobre peso y tamaño del equipaje, y cargo adicional por -casi- todo), llegué sin novedades al aeropuerto de Charleroi, a una terminal que se veía bastante nueva y moderna.

La primera sorpresa (muy positiva) fue que a mi reserva de un coche "Ford Focus o similar", Hertz tenía listo para mí un brillante Mercedes C220 (al mismo precio, por supuesto). Héteme, pues, al volante de un Mercedes por las carreteras de Bélgica, Francia y el Reino Unido.
Grand Place de Arras (dép. Pas-de-Calais).
(JMBigas, Mayo 2008)

Había reservado habitación en un hotel de Boulogne-sur-Mer (el Ibis Boulogne-sur-Mer Centre Cathédrale), a poquitos kilómetros de la Terminal del Eurotunnel en Calais/Coquelles, para evitar madrugones épicos. Desde el aeropuerto de Charleroi me dirigí (en mi flamante Mercedes), hacia el norte del norte de Francia. En esa zona es complicado saber en qué país estás en cada momento, ya que la región  belga limítrofe con Francia es también francófona, por lo que los indicadores aportan poca precisión. Y no hay ni siquiera síntomas de aduanas o fronteras en el recorrido.

Seguí camino hacia Valenciennes (donde paré para comer en una brasserie del centro - la K9 - en 43, rue de Quesnoy) y luego a Arras (para hacer unas fotitos en la Grand Place y en la vecina Place des Héros).
Ayuntamiento de Boulogne-sur-Mer (dép. Pas-de-Calais).
(JMBigas, Mayo 2008)

Desde Arras ya fui directamente a Boulogne-sur-Mer y al hotel. El hotel Ibis está en la rue du Porte Neuve, junto a la Porte Neuve, que da acceso a lo que llaman la haute-ville (la ciudad alta), donde están, entre otros edificios singulares, la Basílica de Notre-Dame y el Ayuntamiento (Hotel de Ville). Por una zona semipeatonal (rue de Lille) se llega a la plaza del Ayuntamiento, donde cené algo en una terracita. Si se sigue adelante, por una calle con el sugerente nombre de rue des Puits d'Amour (calle de los Pozos del Amor, o algo parecido) se llega a un mirador de la ciudad baja y la zona portuaria de Boulogne-sur-Mer. De hecho, en mi primer viaje a Inglaterra (en 1977, que ya he contado en otro artículo), embarcamos en el ferry en este puerto.

EUROTUNNEL

Al día siguiente madrugué bastante, y mi equipaje, mi Mercedes y yo nos dirigimos hacia la Terminal del Eurotunnel, en el pueblo de Coquelles, muy cerquita de Calais. Está perfectamente señalizado, y se llega sin ningún problema desde la autopista que corre paralela a la costa.

Se pasa a continuación el control de embarque. Hay bastantes puestos automáticos y algunos manuales (con una persona en la garita). OJO, hay puestos a la derecha y a la izquierda del carril (para facilitar la gestión a coches ingleses y continentales). Yo escogí uno automático. Hay que llevar la tarjeta de crédito con la que se pagó la reserva. El sistema te indica tu reserva. Si hay otra salida anterior con plazas disponibles, te informa y puedes adelantar tu viaje. Según los casos, puede ser que la tarifa no sea la misma que tengamos pagada, y haya que abonar el correspondiente suplemento, o rechazar el cambio y mantener la reserva original. El sistema te suministra un badge grande, con todas las indicaciones de hora y demás en grandes letras y números, que hay que colgar bien visible del espejo retrovisor interior del coche. Hay que pasar luego el control de pasaportes (o DNI, pero el Reino Unido no pertenece al espacio Schengen), del mismo modo que en una frontera de carretera.
Curioso (pero esclarecedor) indicador en la Terminal
del Eurotunnel en Calais/Coquelles.
(JMBigas, Mayo 2008)

Hay a continuación un parking grande para turismos, junto al edificio Terminal (con tiendas -presuntamente duty free, aunque conviene revisar los precios- y bares), para amenizar la espera. Cuando se acerca la hora del embarque (hay indicadores luminosos advirtiendo del hecho), hay que dirigirse con el coche hacia la zona de embarque (siguiendo un curioso indicador que apunta hacia Grande Bretagne). Se llega, tras pasar un cierto control de seguridad, a una playa de carriles paralelos en los que el personal organiza los coches, para facilitar el embarque posterior.

En esa madrugada de Mayo, la afluencia de vehículos era más bien escasa, pero las instalaciones están preparadas para poder despachar sin problemas las grandes temporadas punta de vacaciones y demás.
Entrada al edificio terminal del Eurotunnel,
en Calais/Coquelles.
(JMBigas, Mayo 2008)

A la hora prevista, se activa el embarque de nuestra lanzadera. Las lanzaderas para turismos tienen dos pisos. Desde los carriles en los que estaban estacionados los coches en el pre-embarque, se desciende al nivel de los andenes y se entra en la lanzadera. Hay varias puertas de entrada (al piso inferior y al superior). Una vez dentro, hay que avanzar (siguiendo al coche que seguramente nos precederá), hasta hacer tope, haciendo siempre caso al personal presente. En el embarque (y el posterior desembarque) toda la lanzadera es un pasillo corrido. Pero luego se cierran unas puertas, que separan los diferentes vagones durante el viaje, para mayor confort y seguridad. De modo que en nuestro habitáculo quedan unos poquitos coches (cinco o seis, creo recordar). Hay que seguir las indicaciones de seguridad, parar el motor, poner el freno de mano, etc., que se deslizan (en francés e inglés) por unos paneles luminosos en la parte superior.

Una vez dentro y correctamente estacionado el coche, podemos descender de él. Hay dos estrechos pasillos, uno a cada lado, con ventanas al exterior, por el que los peatones pueden desplazarse. Las separaciones entre vagones tienen unas puertas laterales accesibles para los viajeros, que permiten desplazarse de uno a otro vagón para, por ejemplo, visitar los Aseos (ya que no hay en todos los vagones).
Separación entre vagones de la lanzadera, que se
cierran tras el embarque.
(JMBigas, Mayo 2008)

A la hora prevista, la lanzadera se pone en marcha. A los pocos minutos se introduce en el túnel. Treinta y cinco minutos después de la partida, el tren llega y se detiene en la Terminal de Folkestone. El desembarque es una operación simétrica al embarque. Una vez detenido el tren, se abren las separaciones entre vagones (dejando expedito todo el camino hasta la salida a los andenes). Una vez fuera del tren, la propia circulación nos lleva hacia el sistema de autopistas que rodea a la Terminal del Eurotunnel. Eso sí, con múltiples advertencias de que por aquí hay que conducir por la izquierda.

He aquí, pues, a un españolito montado en un Mercedes con matrícula belga y volante a la izquierda, circulando por las carreteras del condado de Kent.

FOLKESTONE-BRIGHTON

Crucé Dover, y fui hacia la zona de St. Margaret at Cliffe, desde donde se tiene una buena vista de la gran terminal de ferries. Sólo que era muy temprano (una hora menos que en el lado francés), y había una cierta bruma esa madrugada. Me dirigí luego a Ramsgate, otro bonito pueblo costero de la zona. Aparqué en Queen Street, pero tenía que pagar el ticket, y no llevaba una sola moneda inglesa para ello, aunque sí algunos billetes.
Puerto de Ramsgate (Kent).
(JMBigas, Mayo 2008)

Visité una tienda, pero no conseguí mi objetivo. Al final, mi salvación fue un remolque que vendía bocadillos calientes. Metí algo sólido (y líquido) entre pecho y espalda, y me hice con algunas monedas para pagar el parking. En el autómata expendedor de tickets tuve que introducirle las cifras de la matrícula de mi coche, que quedaron impresas en el tiquet.

Paseé un poco por la zona (había mucha animación, con infinidad de tiendas y puestos de mercado callejero). Bajé luego hasta la zona del puerto, muy cercana.

Quería visitar el mayor centro comercial de Kent (quizá de todo el Reino Unido): Bluewater, cerca de Greenhithe. Es realmente impresionante, rodeado de aparcamientos para los vehículos. No he encontrado la cifra, pero seguro que hay más de cinco mil plazas de aparcamiento (de hecho, tienen más de 300 plazas reservadas para visitantes con movilidad reducida).
Lago en el centro comercial Bluewater, en Kent.
(JMBigas, Mayo 2008)

En Bluewater se puede encontrar de todo, incluyendo una gran librería de Waterstones. Hay bares y restaurantes para todos los gustos y todas las economías. Incluyendo un muy convincente restaurante que sirve pescado (Loch Fyne), lo que en el Reino Unido es una agradable sorpresa.

Conviene estar atento al tema de las propinas (o pago por el servicio). En el Reino Unido se mezclan establecimientos con fórmulas diferentes. Si el camarero es extremadamente amable (al estilo de Estados Unidos), se presenta por su nombre y propone la oferta especial para el día, y nos desea una muy agradable comida, posiblemente veamos en la carta, en el menú o en alguna parte que el servicio no está incluido, y haya que pagarlo aparte, en forma de propina (10-15% parece razonable, aunque nunca se tiene la absoluta seguridad). Si pagamos con tarjeta de crédito, el camarero nos dará el aparato a mitad de la operación de pago, para que anotemos el importe de la propina (gratuity o tip) que queremos añadir, y el cargo saldrá por el total. Pero también hay establecimientos (en general, todos los de comida rápida con servicio en mesa, etc.) que ya incluyen el servicio en la factura, y el camarero (o camarera) no espera mayor gratificación (aunque siempre es bien recibida, claro).

Tras comer (esta vez una pizza en el Pizza Hut), y comprar algunos libros, me dirigí directamente a Brighton.
Terraza del Imperial Hotel, en Hove (East Sussex).
(JMBigas, Mayo 2008)

A finales del siglo pasado, las ciudades de Brighton y la vecina Hove se juntaron en una única unidad administrativa, por lo que, actualmente, el nombre de esta localidad es Brighton and Hove. De hecho, yo había reservado una habitación en el Imperial Hotel, First Avenue, Hove. Situado a 50 metros del mar, y a unos 2,5 kilómetros al oeste del Brighton Pier. El hotel ocupa una casa típicamente británica. Está algo envejecido (la web informa de recientes renovaciones), pero es digno y correcto, y practica unas tarifas que pueden resultar interesantes (según temporadas, claro). De hecho, yo pagué unos 70€ por una habitación individual con desayuno inglés completo. Dispone de un restaurante/brasserie (Hamilton's) y un bar (Tate's) con oferta completa de cervezas y licores. Una terraza exterior sobre la Primera Avenida de Hove (muy tranquila, con escaso tráfico) es conveniente por sus vistas al mar. En la zona es fácil encontrar espacio para el estacionamiento del vehículo, aunque en horas diurnas es de pago.

Después de tomar una cerveza en la terraza del Tate's, me fui a pasear junto al mar, y luego me fui en el coche a las cercanías del Brighton Pier. Dejé el Mercedes (es curioso que sea el único coche al que se llama por su nombre) en el parking de Churchill Square, y seguí paseando hasta el Pier. Ese viernes por la tarde de finales de Mayo, la playa estaba llena de toda clase de gente: había competiciones deportivas, y también reuniones de amigos para beber algo (algunos incluso con traje y corbata) y montar fiestas improvisadas.
Brighton Pier
(JMBigas, Mayo 2008)

Los Piers (muelles, embarcaderos) son auténticas instituciones en los resorts costeros del Reino Unido. Siempre hay una gran sala llena con toda clase de máquinas para el entretenimiento (tragaperras de todos tipos, juegos de habilidad, etc. etc.). Un sumidero de monedas o fichas, vamos. En algunos hay hasta pequeños parques de atracciones, y siempre hay bares, restaurantes y lugares donde comer, beber o tomar  alguna cosa mientras se sigue paseando. Algunos son más cortos, otros más largos; alguno, como el de Southend, cerca de Liverpool, es tan largo que incluso tiene un tranvía que lo recorre en toda su longitud (en torno a un kilómetro). Algunos resorts incluso tienen varios Piers (como Blackpool, que tiene tres).

Busqué un lugar para cenar frente al mar. Acabé escogiendo el Plaza (43-45 Kings Road; el paseo marítimo, para entendernos) y cené al fresco (como les gusta decir, tal cual, a los británicos), es decir, en la terraza exterior. Cené correctamente, pero bastante caro (más de 40€, con un par de copitas de vino). Claro que cenar en la terraza frente al mar tiene siempre un sobreprecio. He visto críticas muy negativas de este restaurante en el 2009 y 2010 (posiblemente cambió de dueño), y actualmente creo que se ha reconvertido en un restaurante italiano llamado Italian Kitchen.

Quiero suponer que a finales de mayo había en Brighton muchos grupos de estudiantes celebrando el final de curso o la graduación. Pero lo cierto es que los muchos hoteles del paseo marítimo vomitaban manadas de vociferantes chicos y chicas; ellos artificiosamente endomingados, y ellas vestidas de esa forma que una inglesa media de 18 años entiende como sexy, es decir, con mucha carne en el escaparate, sin atender a que la estética de conjunto pueda constituir una agresión al paseante ocasional. Todo ello, por supuesto, aderezado con mucho alcohol.
Uno de los muchos grandes hoteles que hay a lo largo de
la fachada marítima de Brighton and Hove.
(JMBigas, Mayo 2008)

Volví al hotel, me tomé otra cerveza en el Tate's, y me acosté. El sábado me levanté prontito, desayuné y me di una vuelta por todo el paseo marítimo hasta el Pier, para confirmar que todo estaba desierto, salvo algunos restos dispersos de los excesos de la noche loca del viernes. En la playa, cerca del hotel, se estaba preparando un mercadillo, que incluía puestos de comidas exóticas, como una boulangerie francesa.

BRIGHTON-CALAIS

A media mañana recogí coche y equipaje, y emprendí el camino de vuelta, tranquilamente por la costa. A mediodía paré en Newhaven, una pequeña localidad costera próxima a Brighton, y tomé un tentempié en Le Bon Bistro (una pequeña tienda restaurante de inspiración francesa, en High Street, con un par de mesas en el exterior). Me di cuenta de que los cuatro hombres de la mesa de al lado estaban desayunando, o tomando un brunch de sábado.

Seguí por la costa hasta Hastings, y allí fui al centro y aparqué en el centro comercial Priory Meadow. Para mi desgracia, había otra librería de Waterstones y una tienda de WHSmith (ya vería cómo lidiaba con las limitaciones de peso del equipaje en el vuelo de Ryanair). Como había que recoger tiquet a la entrada del parking, me tocó bajar del coche, darle la vuelta, ponerle al de atrás carita de qué le vamos a hacer, recoger el tiquet y volver al volante. Pequeños inconvenientes de conducir por el Reino Unido con el volante a la izquierda. Afortunadamente, hay muchos parkings públicos allí que funcionan como el aparcamiento en la calle: primero se aparca y luego se saca a pie un tiquet que se pone en el parabrisas, para el tiempo que se estime se va a estar.
Escultura homenaje al jugador de criquet, frente a la
entrada al centro comercial Priory Meadow, en Hastings.
(JMBigas, Mayo 2008)

Por otra parte, conducir por Inglaterra con el volante a la izquierda no plantea ningún problema mayor, más que esos pequeños inconvenientes. La propia circulación te lleva a hacer las cosas correctamente; sólo para adelantar en carreteras de doble sentido se plantea algún problema de visibilidad. Pero nada que no pueda resolverse con paciencia y prudencia. Por el contrario, conducir con el volante a la derecha sí plantea algunos problemas de cambio de hábitos. El principal es conseguir ser consciente de que tenemos la mitad del coche a nuestra izquierda, y no a nuestra derecha. Ello supone problemas a la hora de situar correctamente el coche en el carril de circulación (tendemos a irnos demasiado hacia la izquierda), y en los giros, ya que el coche, en relación a la posición del conductor, se comporta de modo diferente al que estamos habituados: tenderemos a comernos el bordillo en los giros a la izquierda, y a abrirnos demasiado en los giros a derecha. Hay que vigilar mucho con eso.

Tenía plaza para la lanzadera de vuelta hacia Calais para las siete de la tarde de ese sábado. Pero la sensación de insularidad te acaba creando un cierto agobio. Serían las cuatro de la tarde, y estaba a poco más de cincuenta kilómetros de la Terminal de Folkestone, pero me empezaron a entrar las prisas. Sería porque había encontrado algunos atascos que me retrasaron (la víspera, yendo hacia Bluewater, por ejemplo). Por lo que me encaminé hacia Folkestone, donde llegué sin incidente, antes de las cinco.

Hice un poco de tiempo por la zona costera de la ciudad, y luego me encaminé al Eurotunnel. Como llegué pronto, pude escoger una travesía más temprana (sin suplemento a la tarifa que ya había pagado), y para las ocho llegué (con lluvia) al hotel que había reservado en Calais esta vez.

CALAIS-CHARLEROI

Había escogido un hotel en el centro de Calais (el Mercure Calais Centre, 34 rue Royale), un hotel correcto. Había aparcamiento en la calle, aunque era de pago en horas diurnas. Con paraguas fui a cenar a un italiano próximo y luego tomé una cerveza en la terraza (bajo el toldo, para poder fumar un cigarrito de acompañamiento) de un bar frente al hotel.
Ayuntamiento de Calais, bajo la lluvia.
(JMBigas, Mayo 2008)

A la mañana siguiente seguía lloviendo, y el cielo estaba gris pesado, como de llover durante toda la eternidad. Di una vuelta por todo Calais en el coche, y conseguí hacer una foto del Ayuntamiento bajando la ventanilla, procurando que no se mojara la cámara.

Tras desayunar, salí de Calais de vuelta hacia Charleroi. Con primera parada en Dunkerque (la lluvia había parado, contra toda esperanza) sin nada especialmente reseñable. La siguiente parada la hice en Lille, la capital del Norte. Por allí había salido el Sol, y el día estaba agradable. Aparqué en el parking subterráneo République (Grand Place), y comí algo en una crêperie en las proximidades de la Grand Place (oficialmente llamada Place du Géneral de Gaulle, aunque es también conocida como Plaza de la Diosa, por la Columna de la Diosa que está en la plaza rodeada de un banco donde raramente hay espacio para sentarse en días soleados). La Grand Place está flanqueada por edificios singulares, entre los que destacan el de la Vieja Bolsa (tras el que se ve el campanario -béffroi- de la Cámara de Comercio), el de la Voix du Nord, el periódico señero de la región, y el de Furet du Nord, la librería más conocida de la ciudad.
La Colonne de la Déesse, en la Grand Place de Lille.
(JMBigas, Mayo 2008)

Luego seguí camino hacia Lovaina (Leuven), en Bélgica, la capital del Brabante flamenco. Aparqué en el centro, en un parking subterráneo bajo la Monseigneur Ladeuzeplein, frente al majestuoso edificio de la Biblioteca de la Universidad Católica de Lovaina. A pocos cientos de metros del Grote Markt. Di un breve paseo por el centro de la ciudad, donde destacan el flamígero edificio del Ayuntamiento o el Tafelrond (construido a principios del siglo XX, pero en estilo gótico civil). Al lado del Grote Markt (o Grand Place) está la alargada plaza conocida como Oude Markt (Mercado Viejo), lleno de terracitas donde tomar algo y descansar o charlar. Era domingo por la tarde, y había gran afluencia de gente por las calles y plazas, dado que el día se había quedado soleadito y razonablemente cálido.
Edificio, en estilo gótico flamígero, del Ayuntamiento
de Lovaina/Leuven (Bélgica).
(JMBigas, Mayo 2008)

De allí ya seguí camino hacia Charleroi, donde había reservado hotel para esa última noche. Charleroi (unos 200.000 habitantes) es la ciudad más grande de la Valonia, o región francófona de Bélgica, y capital de la provincia de Hainaut. A casi cincuenta kilómetros al sur de Bruselas, está en el centro de una zona económicamente bastante deprimida, ya que antiguas industrias prósperas de minería del carbón, por ejemplo, han ido desapareciendo. De hecho, la tasa de desempleo llegó en algunos momentos a rozar el 30%. Y eso se nota en la ciudad. Se ven algunos clochards por las calles, y especialmente clochards 2.0, los grupos de jóvenes con estética okupa y rodeados de perros, sobre todo en las cercanías de la place Charles II, en la ciudad alta.

Había reservado habitación en el Leonardo Hotel Charleroi City (96, boulevard Joseph Tirou), un hotel muy agradable, cerca del centro. Había aparcamiento en la calle frente al hotel, sin problemas. Antes de cenar di un paseo hacia el río Sambre, al otro lado del cual se sitúa la gran Estación del Sur, y luego hacia la ciudad alta, por la plaza Albert I, la rue de la Montagne, cruzando los bulevares (de l'Yser, Audert), hasta la plaza circular de Charles II, que tuvo su origen en una fortaleza defensiva. Alrededor de la plaza destacan dos edificios singulares: la Basílica de Saint Christophe y el Ayuntamiento (Hotel de Ville) con su alta torre. En todos los alrededores hay multitud de baretos y garitos, pero con un ambiente que no me pareció demasiado acogedor para el forastero. De hecho acabé cenando en un mediocre restaurante de la parte baja de la ciudad.
Antiguo Hotel des Postes, en la place Albert Ier,
Charleroi (Hainaut, Valonia, Bélgica).
(JMBigas, Mayo 2008)

A la mañana siguiente me dirigí ya al aeropuerto de Charleroi, porque tenía el vuelo de vuelta (de Ryanair) hacia Madrid. El tomtom me llevó directamente ante una verja cerrada, que indicaba que el antiguo terminal ya no estaba operativo, y daba direcciones para llegar al nuevo, a no mucha distancia de allí. Parece que la nueva terminal se inauguró en Enro de 2008, sólo unos meses antes de mi visita. Devolví el Mercedes de alquiler (que tan buen servicio me había prestado) y regresé a Madrid sin incidencias.

En resumen, cinco días muy bien aprovechados, y una experiencia inolvidable con el doble cruce del Eurotunnel. Eso sí, un presupuesto total de unos 1.100 €. De ellos, 300€ en hoteles y desayunos, 530€ en locomoción (290€ del alquiler del coche, 60€ del billete de avión, 60€ del Eurotunnel, unos 80€ en combustible y unos 40€ en dos taxis de Barajas), 3,70€ en peajes, unos 30€ en gastos de aparcamiento y algo más de 200€ en comidas y bebidas. 

Aparte de las fotografías que os he adelantado aquí, tenéis acceso a una completa galería de 76 fotografías  seleccionadas de todo el recorrido, pinchando en la foto del Mercedes dentro de la lanzadera.

Escapada Eurotunnel (Charleroi-Brighton)


JMBA

1 comentario:

  1. Acabo de leer tu diario en losviajeros.com que estaba enlazado con este blog y me encuentro con que eres tú, a quien tambien leo en viajeros.com

    Compartes tus experiencias en muchos sitos y eso es muy valioso para los viajeros independientes.

    Saludos y gracias desde Argentina!

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