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domingo, 17 de marzo de 2013

Placeres Hedonistas por Tierras de León

Empezó siendo un runrún entre los carnívoros y los amantes de la carne. Pero luego una reportera de la revista TIME, en Diciembre de 2007, se contestaba a la pregunta ¿dónde está la mejor carne de buey? con un restaurante de la provincia de León, la Bodega El Capricho. Y The Guardian (Septiembre 2009) ponía a ese mismo restaurante en su lista de "Best Places to Eat" sección Steak. Lo que había sido hasta entonces un secreto bastante bien guardado en el interior de la provincia, pronto saltó a la prensa nacional y las televisiones pusieron también su foco de atención en ese pequeño lugar y en su dueño, José Gordón.
Típicas bodegas excavadas en la colina, en
Jiménez de Jamuz (León).
(JMBigas, Marzo 2013)

Lo que distingue a este lugar de cualquier otro en el que se sirva carne de vacuno es el pedigrí de lo que acaba en la mesa. José Gordón persigue los bueyes que quedan por Asturias, por León, por Galicia, los compra, a menudo los mima en su vejez hasta que los sacrifica, y le brinda a la carne el nivel de maduración en cámara que requieran. Todo para conseguir que en la mesa acabe estando lo que muchos llaman la mejor carne del mundo.

Su restaurante, la Bodega El Capricho, está situada en una pequeña pedanía del sur de la provincia de León, muy cerquita de La Bañeza, llamado Jiménez de Jamuz (pop. 879), que pertenece administrativamente al municipio de Santa Elena de Jamuz, en las tierras bañadas por el río Jamuz.
La Catedral del Barro, taller y tienda de productos de
alfarería, en Jiménez de Jamuz (León).
(JMBigas, Marzo 2013)

Con estos antecedentes, varios amigos amantes de la carne habíamos hablado de hacer una visita gastronómica a tan singular lugar, pero resultaba complicado encontrar una fecha adecuada. Además, la distancia desde Madrid (algo más de 300 Km) desaconsejaba realizar una excursión de ida y vuelta en el día, por lo que habría que hacer noche en algún lugar cercano, y volver a Madrid el día siguiente.

Uno de los amigos, J., se nos adelantó, y aprovechó la ocasión para visitar El Capricho en el curso de un fin de semana por tierras de Zamora y León. Su impresión fue muy positiva.

Finalmente otros tres amigos (L., G. y yo mismo) encontramos una fecha conveniente, en los días 11 y 12 de Marzo (lunes y martes). L. volvía ese lunes desde Santiago de Compostela, con su mujer, tras haber andado las últimas etapas del Camino, y G. y yo podíamos ir desde Madrid a Jiménez de Jamuz, para encontrarnos allí a la hora de la comida.
Entrada a la Bodega "El Capricho" en la zona de bodegas
de Jiménez de Jamuz (León).
(JMBigas, Marzo 2013)

Salimos de Madrid a las nueve de la mañana, con la idea de parar en Rueda para tomar allí un tentempié. Visitamos el Bar Leonés Casa Lola, del que ya he hablado alguna vez. Constituye una etapa ideal, pues está a pie de la antigua carretera que cruza el pueblo y, aparte de ofrecer excelentes bocadillos (siempre hay un jamón abierto del que cortar un poco para construir una pulguita, un medio bocata o uno king size), tiene una excelente bodega, especialmente de vinos de Valladolid (Ribera de Duero, blancos de Rueda y rosados de Cigales). También es posible comprar sus vinos por Internet.

Pasadas las once y media, con el estómago calentito, seguimos camino hacia nuestro destino. Llegamos a Jiménez de Jamuz en torno a la una de la tarde. Esa zona, la vega del río Jamuz, es tradicionalmente conocida por su alfarería del barro. Actualmente existe allí el llamado Alfar-Museo (cerrado justamente los lunes y martes, por descanso semanal) y hay muchos artesanos e industrias de la alfarería que tienen talleres y tiendas donde ofrecen sus productos al público. Con G. hicimos una visita al que nos quedaba más a mano (a la derecha entrando al pueblo) que es La Catedral del Barro. En una tienda-exposición muy grande (junto a la zona del taller de alfarería), tienen a la venta toda clase de productos de alfarería, utensilios para la cocina y la mesa (jarras, vasos, ceniceros, conjuntos para el servicio de la queimada, de pequeños a enormes,...) así como recipientes para jardinería de todas las formas y tamaños o azulejos con inscripciones graciosas. En conjunto una visita que mereció la pena, con la que hicimos tiempo para esperar la llegada de nuestros colegas que venían desde Santiago.
Del costillar de la derecha salió la chuleta que nos
comimos luego.
(JMBigas, Marzo 2013)

Algo más tarde de las dos estábamos ya los cuatro frente a la entrada de la Bodega El Capricho. En Jiménez de Jamuz (y en muchos otros pueblos de la provincia de León, y también de algunos otros lugares de España) están muy extendidas las llamadas bodegas, que son estancias directamente excavadas en las colinas, con una puerta de acceso, una chimenea para la evacuación de humos, y una trampilla cenital, por la que antiguamente se descargaba la uva para la elaboración del vino. Se dice que, del mismo modo que en las ciudades es habitual que una familia tenga su piso, con plaza de garage y trastero, en esos pueblos lo habitual es que una familia tuviera una casa y una bodega. El paisaje es muy característico, como podréis ver en alguna de las fotos que tomé.
Un excelente tinto crianza de Prieto Picudo, para
acompañar la comida.
(JMBigas, Marzo 2013)

Con el tiempo, a la mayoría de estas bodegas se les ha ido dando otro tipo de usos. Para muchas familias representa una extensión de la casa, donde se pueden celebrar comidas o merendolas, donde se conserva el vino (la temperatura en el interior es relativamente estable durante el año), o incluso se sigue elaborando, aunque esta práctica ha ido cediendo ante las nuevas tecnologías de que disponen las Bodegas más profesionales o las Cooperativas de viticultores. Algunas, incluso, se han convertido en viviendas.

Pero una de sus reutilizaciones más habituales es convertirlas en restaurantes o casas de comidas, aportando un toque entre exótico y misterioso a la degustación de las maravillosas viandas que da la zona (carne, curiosamente, bacalao -el mar allí no es ni siquiera una intuición-, chorizo -dulce, picante o nifú-nifá-, morcilla -entendida como un guiso de sangre- o los excelentes vinos que da la tierra).
Así pintaba la chuleta tras pasar por la parrilla.
(JMBigas, Marzo 2013)

La Bodega El Capricho no es una excepción. Su interior está excavado en la colina y ofrece hornacinas de todos los tamaños, que permiten abrigar a una (o varias) mesas de madera con sillas o bancos corridos, donde aposentar a cuatro o más comensales.

La primera sorpresa es que, al entrar, se encuentra uno con la zona de brasas y parrilla, donde había una exposición -absolutamente celestial para cualquier amante de la carne- de diversos cortes de buey y de vaca. Una charla con el parrillero nos permitió anticipar que la chuleta que sin duda íbamos a comer, procedería de uno de los cortes expuestos, el enorme costillar de un buey que habría pesado en vivo más allá de la tonelada y media.

Siendo lunes había bastante pocos clientes. Los fines de semana se llena el restaurante, y también cuando se celebra alguna de las Ferias gastronómicas temáticas que se organizan allí periódicamente. Por si acaso, sin embargo, habíamos reservado telefónicamente con antelación.

Nuestra camarera, Silvia, nos acompañó a nuestra mesa, y allí nos aposentamos, esperando que se manifestara el milagro.
Esta es una de las hornacinas, con mesa y bancos
corridos, preparada para cuatro comensales.
(JMBigas, Marzo 2013)

Efectivamente, la chuleta de buey que tomamos de segundo plato procedió de ese costillar, pesando casi los dos kilos y medio que, con la merma del hueso y de la grasa, dió para una ración abundante de carne para tres o cuatro personas. Como es costumbre en el local, nos la presentaron una vez cortada y antes de pasar por la parrilla, para ganar nuestra bendición. Pedimos algunos entrantes para compartir (una cecina de buey cortada muy finita y absolutamente irrepetible, una morcilla -cazuelita de guiso de sangre aliñada- que estaba para relamerse los dedos y de la que no llegué a tiempo a hacerle ninguna fotografía, pues ya estaba vacía cuando atiné, y un cuenco de alubias de La Bañeza para comer con cuchara, simplemente inolvidables.
Cecina de buey para compartir de entrante, cuando el
ansia viva me dejó pensar en la cámara.
(JMBigas, Marzo 2013)

Para el vino, tiramos de los mejores productos locales. Hace unos años se consiguió oficializar la Denominación de Origen Tierra de León, que dio cobertura a los vinos (principalmente rosados o claretes) que tradicionalmente se elaboraban por esa zona del sur de la provincia, a menudo para autoconsumo familiar. La uva más propia del área es la llamada Prieto Picudo (tinta de granos en forma de piñones, sólo que más grandes), pero también se cultivan otras, como la Albarín blanca, así como las más extendidas por el noroeste de España, como la Tempranillo tinta y la Verdejo blanca. Con la creación de la D.O., se crearon nuevas bodegas con medios modernos de elaboración. Empezaron produciendo los vinos claretes (rosados oscuros, el clásico vino de chateo, tradicional desde siempre por esas tierras). Pero las características de la uva Prieto Picudo y la existencia de algunos viñedos ya centenarios (de bajo rendimiento pero altísima calidad), alimentaron la creación de vinos tintos, de los que ya existe una muestra excelente, tanto en tintos jóvenes, como en vinos de Crianza o Reserva. Escogimos un Pricum Valdemuz, de las Bodegas Margón de Pajares de los Oteros. Simplemente memorable.
A los postres, un plato de frutas primorosamente
presentado para el postre.
(JMBigas, Marzo 2013)

Luego llegó la chuleta, cocinada al gusto del parrillero, es decir, bastante poco hecha y roja por dentro. Dicen los expertos que hay gente a quien le gusta la carne poco hecha, y el resto se equivocan. De todas formas, si algún comensal la prefiere más hecha, le pueden dar una segunda pasada a su ración. Acompañando a Silvia, vino la experta en el fileteo de chuletas, que nos sirvió una ración a cada uno, y dejó el resto (para poder repetir) en un plato de barro caliente en la mesa. Como guarnición, habíamos escogido unas Patatas puente nuevo, elaboradas a su manera, y también una fuente de patatas fritas.

Nos rendimos al placer de la degustación de la carne, acompañada del pan que sólo en algunos lugares de León o de Galicia es posible comer (hogazas de corteza gruesa y miga abundante y consistente) y del vino tinto elaborado a poco más de 50 Km. del restaurante (del que hizo falta, lógicamente, una segunda botella).

Para los postres, otra sinfonía, en forma de una leche frita servida tibia (en la foto que conseguí ya le faltaba un trocito; pura impaciencia), o un plato de frutas primorosamente presentadas.
El Hotel Villegas, en Valencia de Don Juan.
(JMBigas, Marzo 2013)

Terminamos la comida con café y unos chupitos de diversos orujos caseros (blanco, de hierbas o licor café).

A petición nuestra, Silvia se enteró con el parrillero y nos informó a continuación de la filiación de la chuleta que nos habíamos comido: procedía de un buey rubio gallego de 7 años, sacrificado en Enero, y la carne había pasado unos 50 días de maduración.

Lógicamente, la cuenta no resultó económica, pero el precio responde muy ajustadamente a la excelencia de las viandas que nos sirvieron.

Cuando terminamos de comer (y de fumar uno o dos cigarritos en el exterior; la Ley Antitabaco así lo impone) eran ya cerca de las seis de la tarde. Si bien la mañana se había mantenido el tiempo más o menos estable, por la tarde ya arrancó a lloviznar y a soplar un viento molesto, que con una temperatura por debajo de los diez grados generaba una sensación térmica próxima a los 0ºC.
El tradicional Bar Casino, en la Calle Mayor de
Valencia de Don Juan.
(JMBigas, Marzo 2013)

Para pasar la noche habíamos escogido el Hotel Villegas en Valencia de Don Juan (de donde es oriundo L.), a unos cuarenta o cincuenta kilómetros de Jiménez de Jamuz, en la zona de la vega media del río Esla

Valencia de Don Juan (antiguamente conocida como Coyanza) es una pequeña población (pop. 5.184), situada en una elevación junto al río Esla, que es el centro de servicios (administrativos, comerciales, financieros,...) de todos los pueblos de la comarca. En esta época y con la sensación de frío y llovizna, muy poca gente se veía por las calles, pero durante los cuatro meses estivales, se llena de veraneantes, principalmente asturianos, que bajan a Coyanza para secarse (los preciosos y verdes prados asturianos pagan el peaje de las lluvias muy frecuentes).
Castillo de Valencia de Don Juan.
(JMBigas, Marzo 2013)

El Hotel Villegas es un pequeño hotel familiar de tres estrellas, situado en un edificio centenario del centro urbano de la ciudad coyantina. Dispone incluso de una piscina dentro de un invernadero (lógicamente inactiva en esta época del año), así como de un café de verano. Según se dice, la estancia en verano puede ser algo movida, debido al ruido nocturno de los veraneantes jóvenes por la zona.

La seña más remarcable de Valencia de Don Juan es su castillo. Paseamos un poco por el pueblo y nos acercamos a él, en ese atardecer de Marzo. Una curiosidad del pueblo es que un vecino lleva ya muchos años construyendo en el centro urbano, muy cerca del castillo, con sus propias manos, una mansión (inacabada, por supuesto), que recuerda vagamente el estilo del arquitecto Antonio Gaudí. Gaudí construyó el Palacio del Obispo en Astorga, no muy lejos de allí. Pero el ambiente de esa tarde estaba bastante frío, y nos acabamos refugiando en el tradicional Bar Casino, instalado en un edificio muy bien conservado donde consta la fecha de 1.912 en la fachada.

A pesar de la abundante comida, no era conveniente irse a dormir sin cenar alguna cosa, y acabamos en el único restaurante del pueblo que funciona en esta época por la noche (El Pesebre), donde algunos tomamos una sopita, picamos algunas croquetitas y hasta hubo quien se apretó un bacalao al ajoarriero que no se lo saltaba un torero. Una cena en general correcta, pero resultó especialmente remarcable el excelente café de la casa, al más puro estilo del ristretto italiano de abundante espuma densa y oscura.
Al fondo se puede ver la mansión inacabada, de vaga
inspiración en Gaudí.
(JMBigas, Marzo 2013)

A la mañana siguiente amanecimos a una hora prudente. A las nueve aproveché para pasear un poco (y fumar un par de cigarrillos, claro) por los alrededores del hotel, y hacer algunas fotografías con la luz de la gélida mañana (de nuevo, baja temperatura y viento). Tomamos un desayuno sencillo en el hotel, recogimos el equipaje y nos pusimos en manos de L., que pasó a ser nuestro guía local para ese día. Los cuatro en un solo coche (recogimos el otro por la tarde, para la vuelta a Madrid) hicimos una ruta por los pueblos de la zona, visitando alguna de las tiendas de que disponen las cooperativas agrícolas de la comarca, donde se pueden comprar toda clase de productos de la tierra. Una de mis sorpresas fue ver hasta ocho o diez sacos de diferentes tipos de legumbres (yo, que me pierdo más allá de los garbanzos, las judías y las lentejas). Había verdinas asturianas, alubias, judías pintas de diversos tipos, etc. etc.

Como era martes, había mercado en el pueblo de Mansilla de las Mulas (pop. 1.922), a donde nos dirigimos a continuación. Alguno compró las maravillosas nueces del Bierzo y otras exquisiteces. De allí nos echó la lluvia, que volvió por sus fueros. Mansilla de las Mulas se ubica cerca de León capital, junto al río Esla. Una de sus características principales son las murallas de cal y canto, de las que todavía pueden verse importantes fragmentos, así como el puente sobre el río Esla, que data del siglo XII, y que es paso obligado para los peregrinos que abandonan Mansilla camino de León.
En Valdevimbre, más bodegas excavadas en la colina.
(JMBigas, Marzo 2013)

Nos dirigimos luego hacia Valdevimbre, donde L. nos había preparado la visita a una de las varias bodegas de la localidad (una de las subzonas más importantes de la D.O. Tierra de León) y una comida en una de las tradicionales bodegas excavadas en las colinas.

A la una, la hora concertada, llegamos frente a Bodegas Tampesta, donde nos esperaba Noelia, la hija de uno de los socios fundadores, para acompañarnos en la visita y en la posterior degustación. Aunque relativamente reciente (se fundó en el año 2000) esta Bodega recoge la sabiduría vitivinícola centenaria de la zona. Produce vinos tintos y rosados 100% Prieto Picudo, así como blancos de Albarín y algunos tintos roble con mezcla de Tempranillo.

Pudimos ver la tonelería de roble, así como los depósitos de acero inoxidable para la fermentación, y luego degustamos los diversos vinos de la Bodega en la sala de la planta superior, muy bien habilitada para ello, donde Noelia nos había preparado algún bocadín para acompañar. Pudimos probar diversos vinos, como el Golán tinto (excelente), un vino 100% Prieto Picudo de crianza, el Golán rosado (que me encantó), de Prieto Picudo fermentado sobre lías (un rosado con cuerpo de tinto; o quizá un tinto con espíritu de rosado), o el Maneki blanco, 100% Albarín.
En la sala de degustación y cata de Bodegas Tampesta,
tintos y rosados de Prieto Picudo, y blanco de Albarín.
Y un tinto Mencía de una bodega amiga de la
Ribeira Sacra.
(JMBigas, Marzo 2013)

Compramos al final algunas botellas (cada cual de los vinos que mejor había apreciado) y Noelia se brindó a enviárnoslas a Madrid sin sobrecoste. Cabe decir que al mediodía del miércoles (menos de 24 horas después), el pedido llegaba a mi casa en Madrid. Me brindarán un placer duradero y el recuerdo de esas Tierras de León que recorrimos.

Comimos a continuación en la Cueva San Simón, muy próxima, otra de esas bodegas excavadas en la colina, reconvertida en restaurante. Un almuerzo correcto y abundante, donde pedimos algunas cosillas para picar (no faltó la cecina, por supuesto, ni el chorizo asado) y luego carne a la brasa (en mi caso, un solomillo excelente y tierno), todo ello regado con un maravilloso tinto Pardevalles (una de las bodegas más conocidas de Valdevimbre) Carroleón, 100% Prieto Picudo con 15 meses de crianza en barrica. Al final lo completamos con algo más de media botella de Golán tinto que había sobrado de la degustación y que Noelia nos había regalado.

Bajo la lluvia persistente, volvimos por la tarde hacia Valencia de Don Juan, para recoger el segundo coche, y seguir camino de vuelta hacia Madrid. Una rápida parada en Rueda me dio de botín (previo pago de su importe, se entiende) unas cuantas botellas de Carredueñas (de Concejo Bodegas, en Valoria la Buena, provincia de Valladolid), un rosado fermentado en barrica de la D.O. Cigales, y a G. alguna botella de blanco verdejo de Rueda.

Acabé llegando a mi casa en Madrid justo a tiempo de ver completa la segunda parte del maravilloso partido de fútbol de vuelta de Octavos de Final de la Champions League entre el F.C. Barcelona y el Milan, que acabó con un esforzado y merecido 4-0, eliminando al Milan, que había ganado en San Siro por 2-0, unas semanas antes.

En resumen, consumimos un par de días por las Tierras del sur de León, y cedimos a (casi) todos los placeres hedonistas a los que nos vimos tentados. Con ganas de volver en cualquier otro momento.

Aparte de las fotografías que he utilizado para ilustrar este artículo, podéis acceder a una colección más completa de 52 fotografías de todo el recorrido, pinchando en la portada de El Capricho.


JMBA

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