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martes, 12 de febrero de 2013

Ha Dimitido el Papa

Bueno, creo que no le llaman así, porque una dimisión es un concepto excesivamente profano para la siempre barroca retórica vaticana. En cualquier caso, el Papa actual, Benedicto XVI, Joseph Ratzinger para el siglo, ha decidido que ya no está en condiciones de seguir ostentando tan alto ministerio, y ha anunciado que dejará el Vaticano en situación de Sede Vacante el próximo 28 de Febrero a las 20 horas.
Joseph Ratzinger, Benedicto XVI.
(Fuente: tiempo)

Me parece que esta es una decisión que le honra. El ciclo vital de las personas no es estable con el paso del tiempo. Desde los veinte años se nos empiezan a morir algunas neuronas, y progresivamente van menguando nuestras capacidades de todo tipo. Se asume socialmente que a los 65 años el común de los mortales ya no está para seguir trabajando, aunque hay algunas actividades, donde prime la experiencia y la sabiduría sobre las capacidades físicas, en que esa edad de retiro se puede desplazar una o dos décadas.

Por todo ello, que un hombre como Joseph Ratzinger, que cumplirá 86 años el próximo 16 de Abril, ya no se encuentre en condiciones de seguir dirigiendo con autoridad y en sus plenas facultades la Iglesia Católica, parece razonable. Y, muy probablemente, sus capacidades actuales seguirán menguando en los próximos tiempos, porque es ley de vida.

Lo que me resulta realmente sorprendente es que tengamos que retroceder varios siglos para encontrar un precedente para este tipo de renuncias. La única explicación entendible que le encuentro a este fenómeno, y no es nada honorable, es que la curia vaticana (la Corte de la Iglesia Católica) no le hace ascos, más bien al contrario, a que en la silla de Pedro se siente un anciano con sus facultades muy mermadas. Fácilmente se puede acabar convirtiendo en una marioneta en manos de los habilísimos miembros de esa tribu selecta, que pueden así gobernar a sus anchas, sin que nadie les haya elegido.

Creo que es muy saludable (e higiénico) que cuando el Papa en ejercicio se da cuenta de que sus facultades ya no le permiten desempeñar su labor con todas las garantías, decida renunciar y dar paso a un Cónclave que elija a su sucesor.

En la mayoría de monarquías del mundo se tiene cierto hábito en la coexistencia de un monarca en ejercicio, y su predecesor/a viviendo tranquilamente los últimos años de su vida en la quietud del retiro. Pero esa será una novedad absoluta en el Vaticano. Que coexistan un Papa y un ex-Papa será algo nuevo por completo.

Lo más probable es que Joseph Ratzinger, tras hacerse efectiva su renuncia a finales de este mes, se refugie en una vida monacal de retiro y oración, y desaparezca por completo de la vida pública. Otra cosa sería enojosa y difícil de digerir en la sociedad vaticana y en la Iglesia en general.

Veremos si el Cónclave esta vez aporta una decisión de mayor recorrido, en forma de un nuevo Papa que esté en los sesenta y pico años de edad, y para el que se pueda estimar un papado de, al menos, una quincena de años, en buenas condiciones.
Angelo Scola, actual arzobispo
de Milán.
(Fuente: wikipedia)

La decisión estará en manos de los 118 cardenales menores de 80 años, que se encerrarán en la Capilla Sixtina desde primeros de Marzo, hasta que consigan tomar una decisión con la mayoría necesaria y aparezca la famosa fumata bianca por la chimenea. Se habla de que podría haber novedades contundentes, en forma de un nuevo Papa americano (quizá de Estados Unidos, quizá de Brasil) o incluso un Papa africano. Mi opinión, sin embargo es que, muy probablemente, el nuevo Papa será italiano. Y parece que todos los números los tiene el arzobispo de Milán, Angelo Scola, nacido en noviembre de 1941 y que cuenta actualmente, pues, con 71 años de edad.

De todas formas, el desafío real para el Vaticano y la Iglesia Católica en general, es poder desarrollar una labor de (re)inserción y de acompañamiento de la sociedad occidental del siglo XXI. En las últimas décadas, por el contrario, hemos visto más bien un alejamiento de esta labor, un reiterado intento (vano) de modificar la sociedad para adecuarla a los patrones del dogma católico. Esta táctica está abocada al fracaso.

En un matrimonio convencional (de un hombre y una mujer), cuando se produce una situación de adulterio que se mantenga en ese entorno convencional (el hombre se enamora de otra mujer; la mujer se enamora de otro hombre), el cónyuge engañado puede intentar pelear con las mismas armas para intentar recuperar su posición perdida. Pero si el adulterio, o el deseo de separación o divorcio, tiene otro origen no convencional (una repentina vocación de castidad o un amor homosexual), el cónyuge se encuentra indefenso, porque el campo de la batalla no está perfilado de ninguna forma.

De igual modo, la Iglesia Católica se maneja con más soltura en lugares como Estados Unidos o la mayoría de países latinoamericanos que en la vieja Europa. En América conviven cientos de religiones (y sectas de todos tipos), lo que significa que la mayoría de la población alberga un sentimiento religioso, que la Iglesia Católica tiene que intentar orientar hacia sus propios dogmas y principios. Sin embargo, en la vieja Europa da la sensación de que el tema se plantea de un modo diferente, y lo que tiende a predominar cada vez en capas más amplias de la población, es el desvanecimiento de ese sentimiento religioso y la progresiva laicización de la sociedad.

En los últimos años se ha visto con mucha claridad que el Vaticano tiene perfectamente identificado cuál es su enemigo más difícil de batir: una sociedad laica, donde una buena parte de la población tiene un sentimiento cierto de descreimiento religioso, si no directamente de ateísmo, y es muy refractaria a que la Iglesia recupere una posición de privilegio, como ha ostentado durante muchos siglos en el seno de la sociedad occidental, principalmente europea. Los intentos nada velados de los últimos dos Papas, muy singularmente, para conseguir que la sociedad sea (vuelva a ser) de inspiración católica, ha provocado más de una fractura social, donde partidarios y detractores acaban en lucha franca, incluso en las calles. 

Quizá por eso no sería una mala idea que hubiera llegado ya la hora de un nuevo Papa americano.

JMBA

1 comentario:

  1. He oído que hay maniobras para que el próximo Papa sea el arzobispo de Milán, pues han pasado muchos años sin un Papa italiano.

    Personalmente, creo que Ratzinger, persona sensible, intelectual y artista (buen pianista, por cierto), ha dado una lección al irse, como tú bien comentas y me imagino que habrá pensado que es mejor irse, si se encuentra bajo de fuerzas que convertirse en un títere de la curia.

    Se retira a un convento donde le veo tocando el órgano y rezando.

    A mí, repito, me parece una buena persona y un ejemplo.

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