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lunes, 21 de marzo de 2011

Guerra Civil e Intervención en Libia

Hace unas cuantas semanas, ya advertía de que la situación que se estaba planeando en Libia tenía mucho peligro de derivar hacia una auténtica Guerra Civil.
Muamar Gaddafi, todopoderoso gobernante de Libia
(Fuente: almamagazine)

Efectivamente, los castillos de naipes que se derribaron, sin excesiva resistencia, en Túnez y Egipto, nada tienen que ver con la resistencia y resiliencia de un tipo como Gaddafi y toda su corte o cohorte de familiares, milicianos, y aprovechados en general. Lo han dicho por activa y por pasiva, que no piensan abandonar Libia ni el poder, y que lucharán hasta la muerte, si fuera necesario, para defenderse y mantenerse en el poder.

En las últimas semanas, hemos asistido a un situación prebélica que ha ido escalando hacia una Guerra Civil abierta, en que Gaddafi y sus partidarios han intentado por todos los medios neutralizar, anular, reducir, asesinar en suma, a los rebeldes opuestos a su régimen, que tienen ocupada la parte oriental del país, con Bengasi como buque almirante.

Todos los medios utilizados por Gaddafi han incluido bombardeos aéreos sobre su propio territorio y su propia población, y ataques de carros blindados contra unos rebeldes armados de modo sucinto. Dejada a su propio albur, la situación en Libia habría conducido, sin lugar a dudas, a la aniquilación de todos los rebeldes, a la reconquista del territorio perdido y a la consolidación de Gaddafi y su familia como gran sátrapa de Libia. Habría habido miles o decenas de miles de muertos, que Gaddafi y sus hijos ya se han encargado de tildar de escoria, de acólitos de Al-Qaeda y de violadores de niños, si llegara a serles necesario.

El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas tomó la resolución de autorizar (o preconizar, que no sé muy bien cuál es el protocolo) una operación militar de los aliados (como siempre Estados Unidos al frente, y Reino Unido y Francia -en este caso- con intervención directa; con otros países -como España- dando su apoyo logístico y militar). El objetivo comunicado de esta operación, llamada Odisea del Amanecer, es preservar los derechos humanos de la población libia. Es decir, evitar que pueda seguir siendo masacrada por medios desiguales o injustos (tales como bombardeos aéreos, carros blindados, etc). Estados Unidos quisiera quedarse en segundo plano, y ceder el protagonismo a Francia y Reino Unido, pero la realidad se impone.
Rebeldes en Ras Lanuf, tras un bombardeo de Gaddafi
(Fuente: elespectador.com)

En otras palabras, el objetivo de esta operación es que Gaddafi tenga que matar, de ahora en adelante, a sus opositores uno a uno.

El lenguaje político y diplomático está dotado de tal número de recovecos y matices, que a menudo resulta complicado ver con claridad lo que se pretende. Dicho de otro modo, qué es lo que tiene que pasar para que la Odisea del Amanecer pueda finalizar, considerando que se han alcanzado los objetivos propuestos. 

Algunos podrían pensar que la iniciativa internacional está en la línea de derrocar a Gaddafi, y facilitar que el pueblo libio pueda construir un nuevo régimen, mucho más libre y democrático, para gobernar su país. Pero nada más lejos de la realidad. Por lo que algunos militares ya han comunicado, la operación podría concluir sin el derrocamiento de Gaddafi.

Entonces, ¿a qué estamos jugando?. Pues a desarmar a Gaddafi de los elementos que le permiten mantener una lucha desigual con los rebeldes; básicamente destruir (o anular) su Fuerza Aérea y (quizá) los carros blindados. Terminada esta operación, Gaddafi tendrá que seguir luchando contra los rebeldes, pero ya en lucha igual. Una falacia completa y absoluta.

Libia está en Guerra Civil. Y lo que Occidente ha escogido es limar las uñas al dictador.
Libia está a sólo cientos de kilómetros de la
isla de Creta o de la de Sicilia
(Fuente: easyviajar.com)

Quizá no podemos (¿o no debemos?) ponernos con claridad a favor de los rebeldes, de la población que es contraria a la continuidad de Gaddafi al frente del Estado. Quizá no sabemos ayudarles a derrocar a Gaddafi, y brindarles la posibilidad de construir un nuevo régimen al gusto de la mayoría del pueblo libio.

Tengamos en cuenta, por otra parte, que el talante e intenciones de los llamados rebeldes resultan absolutamente desconocidos para Occidente. De ellos sólo sabemos que se oponen a Gaddafi. Lo que quieran construir después será, en su caso, una relativa sorpresa.

Pero, entonces, no nos engañemos. Estamos irritando a Gaddafi, y no estamos dispuestos a ayudar a derrocarlo (lo que pudiera venir después, también nos da miedo). Cuando Gaddafi, si consigue seguir en el poder, nos envíe sus atentados terroristas como venganza (que ese camino ya lo conoce), tendremos que aceptarlo como las lluvias del mes de Marzo.

Resignados y sin rechistar.

JMBA

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