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lunes, 4 de noviembre de 2013

Cinque Terre

Para mi estancia por el noroeste de Italia, con centro de operaciones en Turín, había previsto para el jueves 1º de Agosto una excursión para visitar Cinque Terre.
El tren regional en Génova Nervi. Yo ya llevaba más de
180 kilómetros de viaje en coche desde Turín.
(JMBigas, Agosto 2013)

Se conoce como Cinque Terre (Cinco Tierras, en castellano), a un conjunto de cinco pueblecitos de la Riviera Ligure, en la Provincia de La Spezia. bañados por el Mar de la Liguria. En esta zona, la fachada marítima es extremadamente escarpada, y las laderas están organizadas en terrazas para facilitar la posibilidad de algún tipo de agricultura.

En general, la costa de Cinque Terre está orientada hacia el sudoeste. Los cinco pueblos que la componen, de Oeste a Este, son: Monterosso (al Mare), Vernazza, Corniglia, Manarola y Riomaggiore. En 1997, Cinque Terre, junto con Portovenere (algo más al este) y algunas islas próximas, fueron declarados Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO. En 1999, además, se constituyó el Parco Nazionale delle Cinque Terre.

Visitar Cinque Terre no es demasiado evidente, dado lo agreste del terreno. Cerca del nivel del mar discurre una línea ferroviaria, que une Genova con La Spezia, formada por una sucesión de túneles para salvar los sucesivos acantilados.

Por lo alto de la montaña circula la Autopista costera (de peaje), que es una sucesión de túneles y viaductos. Desde ella se despeñan algunas desviaciones para acceder a los diversos pueblos. Pero en la mayor parte de los cascos urbanos de los pueblos de Cinque Terre no es posible la circulación de vehículos, o simplemente no se permite. Hay algunos aparcamientos disuasorios, para dejar los coches y seguir el camino descendente a pie, hasta el nivel del mar.
Parada en Framura, uno más de los pueblecitos
costeros de la Liguria.
(JMBigas, Agosto 2013)

En conjunto, Cinque Terre es un dédalo de grandes pendientes que, en su mayoría hay que recorrer a pie, para lo que hace falta un buen fuelle pulmonar y piernas resistentes.

Tras analizar la orografía de la zona, decidí realizar la última aproximación en tren que, por lo menos, discurre próximo al nivel del mar, desde donde se tienen las mejores vistas de esos pueblos colgados de la montaña.

Desde Turín, hay algunos trenes que circulan hacia Génova y La Spezia, con parada en los pueblos de Cinque Terre. Pero se eternizan en el camino, por lo que decidí realizar parte del trayecto, hasta la estación de Génova Nervi (la más oriental de la ciudad), en coche desde Turín, por el buen sistema de autopistas de la zona (todas de peaje, por supuesto). Después de la visita, pienso que, posiblemente, sea una opción mejor ir en coche hasta Levanto, que es el pueblo grande más próximo a Cinque Terre. Pero ignoro si hay facilidades para dejar allí el coche. Otra alternativa (cuyos detalles desconozco) sería tomar el tren en La Spezia Centrale, desde donde se llega a Riomaggiore en solamente ocho minutos. En Génova Nervi sí hay un aparcamiento (de pago), que es, prácticamente, un descampado junto a la estación, con una barrera de acceso, y cajeros automáticos para pagar la tarifa. Acabé pagando 18€ por dejar allí el coche todo el día.
Barecito de la estación de Monterosso, asomado
directamente sobre el mar de la Liguria.
(JMBigas, Agosto 2013)

Desde allí hay servicios frecuentes hacia La Spezia (con paradas en Cinque Terre), por lo menos uno cada hora, y en algunas franjas horarias, algo más. En verano, la frecuencia es mayor, pues hay bastante tráfico de viajeros que buscan un día de playa por la zona. Tras revisar los horarios, mi objetivo era coger en Génova Nervi un tren alrededor de las nueve y veinte de la mañana. El Plan B, en caso de retraso, era otro tren más o menos una hora más tarde.

Decidí salir de Turín a las siete y media de la mañana, contando con un trayecto del orden de una hora y media hasta Génova Nervi. Todo fue sobre ruedas hasta las cercanías de Génova. La complicada orografía de la ciudad provoca que las autopistas sean a menudo el único recurso viable incluso para trayectos locales. Lo que acaba provocando unos atascos monumentales, especialmente en las horas punta de la mañana y de la tarde. Todo coincidió para que cruzar Génova me supusiera un retraso del orden de la media hora.
Túnel peatonal antre la estación y el pueblo,
en Riomaggiore.
(JMBigas, Agosto 2013)

Localizar la estación de Génova Nervi tampoco fue nada evidente. Me costó una aproximación primero, pasarme de frenada hasta Bogliasco (el primer pueblo tras abandonar Génova), y luego vuelta atrás, preguntando varias veces hasta que conseguí llegar a la estación ferroviaria prácticamente a las diez de la mañana. Tenía que poner en marcha el Plan B.

Aparqué el coche en el parking anexo, y entré en el (pequeño) edificio de la estación, donde compré un billete regional de ida y vuelta hasta Riomaggiore, el pueblo más al este de las Cinque Terre. Aunque tenía la intención de realizar el trayecto de vuelta desde Riomaggiore hasta Monterosso por mar, preferí comprar el billete completo, para evitar problemas más adelante.

El billete lo compré en un terminal de autoservicio, con pago por tarjeta (de débito o crédito) con chip y PIN para validar. Me entretuvo varios minutos la maquinita, porque se empeñó en darme los horarios detallados de los siguientes trenes que pasarían por allí con destino a Riomaggiore, en las horas siguientes.
Calle principal de Riomaggiore.
(JMBigas, Agosto 2013)

Esperé unos minutos por allí hasta que llegó mi tren, que era bastante largo e iba bastante lleno de viajeros, principalmente con apariencia playera. Conseguí un asiento en el piso superior y me acomodé para ver desfilar el precioso paisaje de la costa de Liguria: Santa Margherita Ligure, Rapallo, Sestri Levante...

Cuando llegó el revisor, yo exhibí el flamante billete que acababa de comprar en Génova Nervi. Se lo miró del derecho y del revés, y me dijo que no lo había validado, como era mi obligación. Me había liado la maquinita de la estación, con su empeño en darme los horarios detallados de todos los trenes que pararían en mi destino, y había olvidado un hecho importante y básico: el billete para Tren Regional lleva impreso que tiene una validez de DOS MESES, por lo que es imprescindible, para evitar el fraude, validarlo en una de las muchas maquinitas dispersas por los andenes de las estaciones, de modo que conste que ya lo has utilizado y no pueda reutilizarse en otro viaje durante su período de validez. Me olvidé por completo de ello.
Camino costero peatonal, en Riomaggiore.
(JMBigas, Agosto 2013)

Allí empezó una larga conversación con el revisor, donde tuve ocasión de practicar, de nuevo, mi italiano. Su posición, legal y razonable por otra parte (aunque inadvertidamente, yo estaba efectivamente viajando de modo irregular), era que cualquier viajero que monta en un tren regional sin validar previamente su billete en la estación, debe buscar activamente al revisor en el tren, para indicarle ese hecho, y pagar, además, una pequeña sanción de 5€. Pero si el viajero se acomoda en un asiento, eso significa que ya está cometiendo un fraude, y se hace acreedor a una multa de 50€.

Intenté todos los cuentos de la lástima imaginables, que yo era un turista, que no conocía el modo de proceder, que era un olvido y no un fraude, que era mi primer viaje en la vida en un tren regional italiano, que no había visto las maquinitas para validar, que si le pagaba la multa no podría comer en dos días, etc. etc.

La posición del revisor era inamovible, especialmente porque había muchos testigos de que yo estaba viajando, aunque fuera contra mi voluntad, de modo irregular. Me mostró su carnet profesional, donde se describe su actividad como de represión del fraude, y que no podía hacer excepciones, porque supondría un peligroso precedente, y él estaría faltando a su obligación.
El pueblecito de Riomaggiore, colgado de la montaña.
Pena del andamiaje...
(JMBigas, Agosto 2013)

Tras más de diez minutos intentándolo, vi que no había otro remedio razonable para todos que pagar la multa de 50€ y así lo hice. A pesar de todo, hice una buena amistad con el revisor, que llegó a recomendarme comer en un restaurante cerca de la estación de Riomaggiore, en lugar del centro del pueblo, porque se comía mucho mejor y más barato, porque el centro es para turistas.

En fin, aprendí una lección a base de pagar 50€ de sanción. Creo que nunca más me olvidaré de validar mi billete antes de montar en el tren, en cualquier lugar del mundo.

Siguieron desfilando los pueblecitos de la costa (Deiva Marina, Framura,...) hasta que llegamos a Levanto, algo más grande. Y luego ya nos metimos en la zona de Cinque Terre, donde la estación de cada uno de los pueblos es poco más que un reducido paréntesis en los innumerables túneles que jalonan la ruta.

Había decidido ir en el tren hasta el último (Riomaggiore), y allí descendí del tren. También descendió el revisor, que me saludó desde la lejanía, con un leve encogimiento de hombros, que me transmitía su solidaridad y simpatía, pero que no había tenido más remedio que aplicarme la sanción.
Barcas atracadas en Riomaggiore.
(JMBigas, Agosto 2013)

Desde la estación de Riomaggiore (con túneles ferroviarios en sus dos extremos) ya se divisan las características construcciones del pueblo, colgadas de la montaña.

Para acceder al centro del pueblo desde la estación hay que recorrer un túnel peatonal, para salvar una colina más. Eso es muy habitual, porque, por la tarde de ese mismo día, tuve que recorrer otro túnel peatonal en Monterosso al Mare.

Riomaggiore es el pueblo más oriental de Cinque Terre. Ya había pasado ampliamente el mediodía, y el madrugón (el viaje, la multa,...) me habían abierto el apetito. Por ello, mis ojos se fueron a una Trattoria con terracita exterior, en el centro del pueblo. Cualquier movimiento a pie en Riomaggiore implica o subir o bajar. A la salida del túnel de la estación, se puede tomar la calle principal (hacia arriba, por supuesto), o unas escaleras (de bajada), para acceder a la fachada marítima.

Me senté en la terraza de la Trattoria La Grotta, dispuesto a tomar un cómodo almuerzo. Me dejé aconsejar, y tomé una fritura de pescado de la zona, que estaba deliciosa, acompañada de agua mineral y, por supuesto, un vino blanco Tobiolo, elaborado en Cinque Terre. Completé la comida con algunos quesos de la zona, y ya pude abordar una tarde que prometía bastantes emociones.
Preparados para embarcar desde las rocas,
en Riomaggiore.
(JMBigas, Agosto 2013)

Por Internet, previamente, había averiguado que, por lo menos durante el verano, hay un servicio de barcos turísticos que, desde Portovenere (algo al este de Riomaggiore), recorre la costa, con parada en alguno de los pueblos de Cinque Terre. Pregunté por este servicio en el propio restaurante, y me indicaron que, bajando las escaleras hacia el mar, luego debía subir por un angosto camino costero, hasta una pequeña explanada donde había una taquilla en la que podría comprar el correspondiente billete.

Hacia allí me dirigí, no sin demorarme (y tomar bastantes fotografías) en las preciosas vistas del pueblo colgado de los acantilados, de la mínima playa y del pequeño puertecito con algunas barcas.

No eran todavía las dos de la tarde, y el siguiente servicio desde Riomaggiore hasta Monterosso (al Mare), con paradas en Manarola y Vernazza, saldría de Riomaggiore a las 14.35 horas, por lo que la taquilla, cuando llegué, estaba todavía cerrada. Eso me dio ocasión de tomar una copita de vino blanco de las Cinque Terre en una terracita colgada sobre el mar.
Riomaggiore, desde el mar.
(JMBigas, Agosto 2013)

Un rato más tarde abrió la taquilla, y pude comprar, por 8€, un billete de sólo ida hasta Monterosso (al Mare). El siguiente paso de la gymkana fue aproximarse a la zona de embarque. Llamémoslo así, porque muelle o embarcadero como tal no lo hay en esos pueblecitos. Por unos escalones tallados en el propio acantilado, fuimos bajando todos los viajeros hasta el nivel del mar, junto a unas peñas bañadas por el agua, que actuaban de punto de embarque.

A los pocos minutos llegó el barco, que había salido de Portovenere una media hora antes. Allí hubo una maniobra de desembarque de algunos viajeros, y embarque de otros, que se realizó gracias a la mejor voluntad de todo el mundo, porque dos filas que se mueven en sentido contrario por un mínimo sendero escarpado con algunos escalones, no es la situación ideal de la máxima comodidad. Pero, al final, conseguimos embarcar los que así lo pretendíamos, y se inició la travesía.

Las vistas de la costa y los pueblecitos desde el mar son de puro infarto, la imagen que todos podemos llevar en el alma de lo que nos puede esperar en Cinque Terre. Desde luego, yo recomendaría a todo viajero que visite Cinque Terre que no deje de disfrutar de las vistas desde el mar, en uno de los barcos turísticos, o en una barca o barco privado, si se lo puede permitir y tiene ocasión. Perdérselo sería pecado mortal.
Manarola, en lo alto de la montaña, desde el mar.
(JMBigas, Agosto 2013)

El trayecto completo hasta Monterosso no dura más de unos treinta y cinco minutos. Las dos paradas en Manarola y Vernazza nos permitieron unas vistas maravillosas de esos pueblos, de nuevo con grandes pendientes y colgando las edificaciones del acantilado. Los embarques (y desembarques) en ambos pueblos se realiza de la mejor forma que se pueda, pues los puntos de atraque son prácticamente improvisados y requieren del viajero llegar hasta ellos por empinados y angostos senderos costeros.

Finalmente llegamos a Monterosso al Mare, el mayor de los pueblos de las Cinque Terre. Allí sí hay un modesto muelle (al oeste de la playa principal del centro del pueblo), donde el desembarque puede producirse en unas condiciones algo más cómodas.

Acceder a la estación de ferrocarril de Monterosso (de la que se ha caído el calificativo de al Mare), hay que cruzar por un túnel peatonal, que desemboca en la zona occidental del pueblo, conocida como Fegina, que es un área de expansión, con más playas y alguna circulación de vehículos.
Desembarque en Vernazza.
(JMBigas, Agosto 2013)

Había previsto tomar un tren de vuelta a Génova Nervi a, más o menos, las cuatro y cuarto de la tarde. Como tenía algo de tiempo, aproveché para beber una botellita de agua (el día era muy caluroso) y comprar otra para el viaje de algo más de hora y media hasta mi destino.

Desde el que podríamos llamar paseo marítimo de Fegina, el edificio de la estación no es distinguible. Tras preguntar a algún local, me indicaron el portal de un edificio (que podría haber sido una casa de vecinos). Había que subir por la escalera y, en el nivel superior, uno ya se encuentra el pequeño vestíbulo de la estación, el barecito con vistas al mar, los andenes y las vías.

Mi tren, que procedía de La Spezia Centrale, con destino a Torino Porta Nuova (aunque yo debía bajarme en Génova Nervi, para seguir viaje en el coche), traía algo de retraso, que acabaron siendo unos veinte minutos. Lo que me permitió ver pasar varios trenes (de viajeros y también de mercancías), en ambos sentidos, sin detenerse en Monterosso.
Monterosso al Mare, el pueblo más grande y
occidental de las Cinque Terre.
(JMBigas, Agosto 2013)

Por supuesto, validé mi billete de vuelta (creo que hasta varias veces, no fuera caso...) y esperé pacientemente en el andén, hasta que llegó el tren. Venía bastante lleno de familias y grupos que venían de un día de playa y volvían hacia la ciudad. Conseguí encontrar un asiento junto a un grupo familiar formado por dos mujeres, un joven (de unos dieciocho años), dos chiquitas de unos catorce, y una niña de cinco o seis. En algún momento intenté entablar conversación, pero resultó que no eran italianos (sospecho que serían más bien rumanos o de algún lugar de la Europa del Este).

Pasadas ya las seis de la tarde, llegamos a Génova Nervi, donde bajé del tren, recogí mi coche en el aparcamiento y deshice el trayecto de la mañana, en dirección a Turín. La distancia hasta Turín es de unos 180 kilómetros.

Al final, acabé pagando 30,80€ por el total de los peajes de la autopista (ida y vuelta), y 13,60€ por el billete de tren (ida y vuelta) de Génova Nervi a Riomaggiore. Más la gasolina, los 18€ del aparcamiento, y los 50€ de la multa en el tren. Bueno, una jornada costosa, pero que mereció la pena, desde luego.
Playa en Fegina, en la zona de la estación ferroviaria
de Monterosso (al Mare).
(JMBigas, Agosto 2013)

Para cualquiera a quien le guste andar por senderos costeros, subiendo y bajando por los acantilados y la montaña, la recomendación es dedicarle a la zona algunos días. En todos los pueblos de Cinque Terre hay alojamientos de diversas categorías, aunque en plena temporada de verano pueden acabar siendo bastante caros. La zona da de sí para varios días de excursiones a pie por paisajes de infarto.

Yo me llevé la que creo es la vista más impresionante de las Cinque Terre: desde el mar. Más una sanción en el tren y una buena amistad con el revisor que, a pesar de todo, se sintió incómodo por tener que multarme.

Llegué a mi hotel en Turín pasadas las ocho de la tarde, y me fui directamente a cenar a un pequeño restaurantito familiar muy cerca del hotel, el Airone, en la via Umberto Ratazzi.

Para el viernes había previsto una excursión al Lago di Como, otra zona de paisajes que quitan el aliento. Pero esa ya fue otra historia, y será objeto del último capítulo de este viaje por el noroeste de Italia.

Aparte de las fotografías que he seleccionado para ilustrar este artículo, podéis acceder a una completa colección de 58 instantáneas de la excursión, pinchando en la fotografía del pueblo de Riomaggiore.


Asimismo, os invito a ver este breve vídeo (menos de tres minutos) de la excursión marítima, que realmente vale la pena.



JMBA

1 comentario:

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