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martes, 7 de octubre de 2014

El que paga, manda.

Poderoso caballero es Don Dinero. El que paga, manda. Nunca muerdas la mano que te da de comer. La sabiduría popular es muy rica, y siempre lleva razón.

Estos días estamos todos los ciudadanos absolutamente escandalizados por la información sobre la existencia y la utilización de las llamadas Tarjetas Black en Caja Madrid (y luego en Bankia). Me temo que todos tenemos un primer sentimiento (enfermizo) de envidia. Porque, ¿qué no podríamos comprar con una tarjeta de límite generoso y que supiéramos que no acabaría metiendo mano a nuestra cuenta corriente?.
Miguel Blesa, Presidente de Caja Madrid (1996-2009).

Pero el hecho es gravísimo, y puede ser causa de numerosos delitos, aparte de la desfachatez y la sinvergonzonería que el propio hecho demuestra.

En primer lugar, parece que esta maquinaria de corrupción se puso en marcha en Caja Madrid a mediados de los ochenta, y ha seguido en vigor hasta muy recientemente. Hay que reconocer que, a diferencia de gestores anteriores, Goirigolzarri es un banquero consciente y profesional, al que solamente se le puede achacar no haber denunciado con más ímpetu esta desvergüenza que se encontró al hacerse cargo de Bankia.

El sistema en sí es corrupto y manipulador. En efecto, daba al Presidente la potestad de repartir con liberalidad, de forma absolutamente arbitraria, jugosos sobresueldos (en negro absoluto) a los altos cargos de la entidad. Con total opacidad para los Órganos de Gobierno y Gestión de la entidad. Según se ha sabido, los gastos generados por estas Tarjetas Black se contabilizaban engañosamente como errores informáticos, o incluso a la misma cuenta en la que se reportan los gastos de tarjetas robadas que no se pueden cargar a sus titulares, y que acaban en la Cuenta de Pérdidas y Ganancias.

Este solo hecho ya supone administración desleal.

Pero estos gastos, según parece de índole muy variada y claramente, en su mayoría, de tipo particular e incluso suntuario, eran totalmente opacos a la Administración Tributaria. Ni la entidad realizaba retenciones fiscales a los perceptores (por la remuneración en especie), ni informaba a la Agencia Tributaria de los correspondientes perceptores y cuantías. Esto supone un delito fiscal por parte de la entidad y especialmente de su Presidente. En una cuantía total, por lo que parece, del orden de los 15,5 millones de euros.

Seguramente los perceptores no han llegado a incurrir en delito fiscal, sólo porque los importes anuales no parecen haber superado el límite de los 120.000 Euros. Pero sí son faltas o irregularidades fiscales, que pueden ser objeto de regularización fiscal con las sanciones correspondientes. Incluso si devolvieran el dinero percibido fraudulentamente a través de estas tarjetas, habría que evaluar el impacto de los intereses por disponer de esas cantidades durante varios años. No debería aceptarse que acabaran siendo créditos a interés cero.

Por supuesto, dado que Bankia tuvo que ser rescatada por el FROB (por lo tanto, con dinero público de todos los ciudadanos), ese uso de los fondos de la entidad sería objeto, en su caso, de delito de malversación de caudales públicos. El dinero pagado por este medio acabó siendo una pérdida adicional para la entidad, contribuyendo a la necesidad de rescate público. De nuevo, la devolución íntegra, con intereses, de esos importes al FROB (a todos nosotros, insisto), debería ser innegociable. Este delito es el único que no tendría sentido si los hechos se produjeran en una empresa totalmente privada.

Pero hay un factor adicional especialmente perverso en este método arbitrario de repartir sobresueldos fiscalmente opacos. Le daba al Presidente una herramienta formidable para la total manipulación de sus altos cargos, asegurándose su total docilidad. Porque el que paga, manda. Quizá no sólo por este motivo, pero esta liberalidad sin duda contribuyó a ello, un personaje siniestro como Miguel Blesa y otro jesuítico como Rodrigo Rato, tuvieron las manos libres para tomar decisiones en la entidad de acuerdo a sus intereses personales, sin temor a críticas internas y sin necesidad de mayores explicaciones. Si tienes algo que ocultar, rodéate de estómagos agradecidos, que nunca arrojarán luz a los esqueletos del armario..

La total opacidad de estos gastos y su contabilización, los ocultaban a cualquier auditoría o a la propia Asamblea de la entidad, de lo que se deriva una necesaria malevolencia de esos Presidentes, y un evidente ánimo de engañar.

Por parte de los perceptores, lo más cómodo resultó, por supuesto, callar y seguir gastando con liberalidad, en muchos casos accediendo a lujos que jamás se hubieran podido permitir por sus propios medios, y en otros por pura codicia y avaricia, sabiendo que no mermarían sus propias cuentas corrientes.

Parece que algunos titulares de esas tarjetas decidieron no utilizarlas y guardarlas en el cajón, pero tampoco denunciaron la evidente irregularidad. ¿Ley del Silencio, Omertà?. Si eres honesto, no la uses, pero no impidas que los demás lo hagamos con alegría.

Me cuesta mucho creer (vamos, que no me lo creo), que la propia Agencia Tributaria o la Fiscalía desconocieran por completo el hecho. Pero complicidades inconfesables, o bozales distribuidos por sus superiores para proteger sus intereses o a sus amistades, provocaron que la situación se prolongara en el tiempo, sin ningún impedimento.
Rodrigo Rato, Presidente de Caja Madrid (Enero-Diciembre
2010) y de Bankia (3/12/2010-9/5/2012)

Al final, como es habitual en los casos de corrupción, la salida a la luz pública de esta maquinaria corrupta ha tenido que venir por la denuncia (demanda, o querella) de un partido político que nunca mojó de ella, por el simple hecho de estar ausente por completo del Consejo de Caja Madrid o posteriormente Bankia. A diferencia de los partidos mayoritarios (PP, PSOE, IU), la patronal y los principales sindicatos (UGT, CCOO), que sí tenían algunos de sus miembros en ese Consejo, UPyD no tenía a nadie en esos órganos. Se ha demostrado algo bien sabido, y es que la codicia, la avaricia y la corrupción no tienen colores políticos. Acaba siendo ladrón, con honrosas y poquísimas excepciones, quien tiene ocasión de serlo con la confianza de una total impunidad.

Nadie puede asegurar su propia honradez si nunca tuvo acceso a la llave de la caja. Es por eso que, en el ánimo del ciudadano de a pie, aparece, incluso a su pesar, un primer sentimiento enfermizo de envidia. Curiosamente, la situación es parecida a la fidelidad en la pareja: nadie puede afirmar su propia fidelidad si nunca tuvo la oportunidad de no serlo (por ser más fe@ que picio y/o por carecer de otros atractivos, como el dinero). Dicen que la ocasión hace al ladrón, y la tentación es el origen del pecado.

Confío que la Agencia Tributaria y la Justicia hagan su labor, y evalúen las sanciones económicas y/o penales que correspondan en cada caso. Confío que los corruptos sean separados de todo cargo público por mucho tiempo o incluso de por vida. Y que los Grandes Manipuladores paguen con la cárcel acciones tan ignominiosas. Un Miguel Blesa, cuya única cualificación como banquero era ser amigo de Aznar, y que ya acabó con la carrera judicial de Elpidio Silva, que le investigaba (sin entrar a juzgar su idoneidad como juez), debe acabar en la cárcel. Lo mismo que Rodrigo Rato, que parece haber roto la vajilla en todos los puestos por los que ha pasado.

Caja Madrid engañó a los preferentistas, vendiendo activos ilíquidos y ruinosos a perfectos ignorantes financieros. Y Bankia engañó a muchos accionistas (entre ellos yo mismo, que acabé vendiendo sus acciones perdiendo más del noventa por ciento de lo que había pagado por ellas), cuando salió a Bolsa estando técnicamente en quiebra. Ahora resulta enternecedor ver a expertos financieros (abogados, economistas, incluso inspectores de Hacienda) alegando ignorancia, asegurando que se han sorprendido de ver cómo ese maná del cielo que cayó sobre sus cabezas por la liberalidad del correspondiente Presidente, resulta que era ilegal, jo. Que intenten convencernos de que llegaron a creerse que gastar sin control podía ser legal (e incluso responsable) sólo demuestra que, o son imbéciles ellos, o se creen que todos los ciudadanos lo somos. Impresentable.

Confío que se repare el daño, dentro de lo posible. Pero, la verdad, viendo la tibieza de muchos, no confío demasiado.

JMBA

2 comentarios:

  1. Y lo peor de todo, y estoy seguro de ello, es que ninguno de los usuarios de estas tarjetas considera haber hecho algo ilegal ni inmoral.
    Por cierto, utilizas mucho la palabra liberalidad en tu post. Creo que no es casualidad.

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  2. Efectivamente, no es casualidad. Sin embargo, lo utilizo en su utilización más popular, que sería algo así como "regar de dinero como si no hubiera un mañana". Sin embargo, en puridad, de acuerdo a la RAE, la palabra tiene una connotación que no es de aplicación a este caso. En la acepción 3, se dice "Disposición de bienes a favor de alguien sin ninguna prestación suya.". Lo que, desde luego, no es el caso con Blesa y compañía. La prestación esperada, como mínimo, es la docilidad.

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