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jueves, 9 de octubre de 2014

Marca España

Parece evidente que todos los países generan una cierta idea de sí mismos en la percepción del resto del mundo. Yo puedo pensar, por ejemplo, que los alemanes son disciplinados, los franceses, engreídos y los italianos, vividores. Estados Unidos es un país donde se tienen todas las facilidades para la vida cotidiana, siempre que tengas dinero, a ser posible, mucho. Centroamérica es una colección de países empobrecidos por sus propias oligarquías, y Cuba es un paraíso en malas manos. Y así, todo.
Traslado a España de Miguel Pajares,
el pasado Agosto.
(Fuente: subrayado)

Es lo que podríamos llamar la Marca, lo que aquí se han empeñado en promocionar como Marca España.

Todos nosotros tenemos una cierta idea preconcebida de muchos otros países del mundo. Porque los hemos visitado, porque hemos vivido un tiempo allí, porque hemos leído sobre ellos o porque hemos visto películas o documentales que los describen. De otros países, no tenemos ni idea, ni sabríamos, muy probablemente, situarlos en el mapa. De todas formas, esa idea va evolucionando con el tiempo, a medida de que disponemos de nuevos datos.

Sin embargo, conviene tener claro que la Marca de un país no se siembra con acciones de promoción, publicidad o marketing, sino que se forma en la mente de los ciudadanos de otros lugares a partir de la particular forma que tiene ese país para desenvolverse ante los diversos acontecimientos de la vida cotidiana.

Una de las primeras lecciones del Marketing dice que ninguna empresa puede transmitir un  mensaje específico que genere en sus clientes, o en el público en general, una idea de quiénes son como compañía. Esa idea, esa Marca, se genera a partir de sus actividades y sus actitudes, y no por acciones de promoción o publicidad. Por ejemplo, una empresa será percibida como innovadora si sitúa en el mercado productos o servicios que el público percibe como innovadores, no por el hecho de que se llamen innovadores a sí mismos. Punto final.
Manifestantes intentando evitar el sacrificio de Exkalibur,
el perro de la sanitaria contagiada de ébola.
(Fuente: laregion)

La idea que los demás tienen de nosotros tiene todo que ver con lo que hacemos y cómo lo hacemos, y nada que ver con lo que podamos decir sobre cómo somos.

Es por eso que lo que se conoce habitualmente como Marca España es una percepción que fluctúa, en positivo o en negativo, de acuerdo a lo que hacemos y a cómo lo hacemos.

Una idea genérica sobre España y los españoles seguramente dirá que somos buenos improvisando, pero muy malos planificando. Me temo que esto es dolorosamente cierto. Los hechos de estos días, con el primer contagio del virus del ébola fuera de África, lo ilustran de una forma que sería esperpéntica si no fuera dramática y, además, con alguna vida humana en alto riesgo.

Está claro que el Gobierno del PP (tanto a nivel central del Estado, como en la Comunidad de Madrid) lo han hecho muy mal. La ministra Mato (apellido, por cierto, ideal para una Ministra de Sanidad) se hizo caquitas en público, y el consejero de Madrid acusa ahora a la técnico sanitario contaminada de su propio contagio, además de llamarla mentirosa. Todos acaban practicando lo que mejor sabemos hacer los españoles: demostrar que el problema no es nuestro y que el culpable es otro.

Este hecho se suma a una larga lista de crisis pésimamente gestionadas: la colza, las vacas locas, el Prestige, etc. etc. Quizá la única honorable excepción fue el 11-M. Al tratarse de un hecho súbito, inesperado y extremadamente luctuoso, primó la improvisación y la solidaridad popular, y eso sí sabemos hacerlo bien.
La Ministra de Sanidad, en la rueda de prensa del
pasado lunes.
(Autor: Dani Pozo/AFP. Fuente: elmundo)

Siendo nefastos, estos impresentables del PP son, de todas formas, un ejemplo de cómo somos, en general, los españoles.

A título de comparación podemos tomar uno de los temas recurrentes en el mundo empresarial. Cuando las empresas españolas empezaron a preocuparse seriamente por el tema de la Calidad, la mayoría crearon departamentos específicos, no transversales, para gestionarla. Departamentos que se acabaron convirtiendo en refugio de directivos degradados o en busca de puestos confortables. En lugar, por supuesto, de hacer que la Calidad fuera, de verdad, un aspecto más de todas sus actividades (la investigación, el desarrollo, la producción, la distribución, las relaciones con los clientes y con el público en general, etc. etc.). Los Departamentos de Calidad han sido auténticas marías, para mofa y befa de la mayoría de empleados y directivos. Se trataba de poner la mosca, no de mejorar en la actividad.

En España somos malos planificando, especialmente, como en este caso, la respuesta a situaciones de crisis, porque nos da pereza emplear la inteligencia analítica para algo que casi con seguridad nunca va a suceder. O, como siempre hace Rajoy, que el tiempo se encargará de resolver. Pero, además, nuestra indisciplina visceral hace complicada la aplicación de cualquier plan. Todos estamos convencidos de que nunca nos va a suceder a nosotros ese accidente de tráfico. Las Compañías de Seguros deben tener en España un mercado complicado. Pero, además, la primera reacción de cualquier empleado español al recibir un Plan de Crisis para su aplicación inmediata, es de qué nos van a contar estos, si no tienen ni p... idea.
Javier Rodríguez, Consejero de Sanidad de la
Comunidad de Madrid.
(Fuente: elconomista)

Nos pierde el papanatismo y la soberbia. Cuando estalla una crisis, todos somos expertos dispuestos a criticar a unos y otros, en lugar de agruparnos con los que deberían liderar su solución. Porque, en el fondo, nadie confía en su pericia ni respeta su autoridad. Aunque nos dan todos los días múltiples argumentos para reforzarnos en esta opinión. Muchos se defienden con un yo ya lo dije. Otros echan pelotas fuera y la sensación que queda es de absoluto descontrol. Nos parece evidente que debemos repatriar a nacionales infectados, pero somos incapaces de reconocer que no estamos preparados para atenderlos como se debe. Pero la realidad es tozuda. Ya tenemos una persona contaminada, sin duda por defectos en la planificación y/o su aplicación. Y, desgraciadamente, seguramente acabemos teniendo algunos más.

Algunas ONG, como Médicos Sin Fronteras, llevan años atendiendo a pacientes de ébola en África. Parece que han atendido ya a unos 4.000, y sólo ha habido un par de casos de sanitarios contagiados. Un soportable 0,5 por mil. Frente al 50% que tenemos, por ahora, en España (dos pacientes, una contagiada). Sin embargo, la soberbia ha impedido a nuestros gobernantes pedirles humildemente su colaboración. Parece que nadie ha hablado siquiera con ellos.

Y el papanatismo tampoco se detiene nunca. Escenas de violencia frente al domicilio de la enferma, para impedir que sacrificaran a su mascota, a mí me resultan absolutamente incomprensibles. Si corriera la voz, y las redes sociales son letales en un país cotilla como este, de que un guarda del Retiro le habría dado una colleja a una ardilla pillada masturbándose entre los árboles, en dos horas podrían reunirse mil personas dispuestas a morir por esa ardilla y a matar al guarda.

Creo que la Unión Europea debería haber hecho, en este tema, más de lo que ha hecho hasta ahora, aunque eso no constituye noticia ni novedad. Quizá podría haberse habilitado, con todas las garantías y protocolos estrictos de seguridad, algún hospital de referencia, especializado en el tratamiento de los contagiados por ébola, para acoger a todos los nacionales repatriados. En la campiña inglesa, un ejemplo, dirigido por profesionales expertos en el tema. Pero la soberbia, nacional o nacionalista, y en esto no sólo de los españoles, nos pierde.

Volvemos a revivir estos días episodios que creíamos olvidados en el pasado. Como el inefable Sancho Rof, allá por la primavera del 81,  y su bichito tan pequeño que, si se cae de la mesa, se mata, para describir el síndrome tóxico de la colza, que afectó gravemente la vida de 20.000 personas y provocó la muerte de unas 330.

En España, cuando se produce una crisis, siempre se demuestra que todos los responsables deberían dimitir. Pero ya es tarde, porque nunca deberían haber asumido una responsabilidad para la que, de forma evidente y palmaria, no están preparados. Pero todos, empezando por el Presidente del Gobierno, confiamos en que nunca se vaya a producir una crisis.

Quizá la mejor solución sea la de externalizar el Servicio de Gestión de Crisis a un equipo alemán, un decir. A cambio, podríamos asumir la organización del Carnaval de Colonia y de la Oktoberfest de Munich. Seguramente, los alemanes estarían felices con las fiestas organizadas por los españoles; pero la reacción de los ciudadanos de aquí, sin ninguna duda, sería la ya conocida: esos qué c... nos van a contar, si no tienen ni p... idea de cómo es este país.

Celtiberia Show, le llamaba en 1970 el inolvidable Luis Carandell.

JMBA  

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