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sábado, 9 de octubre de 2010

"Olor de Colònia" de Sílvia Alcàntara

(Nota del 3 de Abril de 2011: Martínez Roca ha publicado la edición en castellano de esta novela)


Hoy quiero comentaros una novela maravillosa que he terminado recientemente. Se trata de Olor de Colònia, de la autora catalana Sílvia Alcàntara. La mala noticia para algunos es que el libro está publicado en catalán, y, que yo sepa, no hay planes inmediatos de traducirlo al castellano para su publicación, a pesar de que ha tenido un buen éxito relativo (venta de unos 40.000 ejemplares, por lo menos).

De todas formas, el tema y su desarrollo me parecen apasionantes, y me han animado a escribir este artículo.

Durante el siglo XIX y buena parte del siglo XX, a las orillas de algunos ríos catalanes (por ejemplo el alto Llobregat) florecieron fábricas textiles que aprovechaban la energía del río para su producción, a la vez que utilizaban el agua para los diversos procesos.

Junto a muchas de esas fábricas se desarrollaron las llamadas Colonias, que eran pequeños pueblos, habitualmente muy cerrados, donde vivían los trabajadores de la fábrica (y los encargados, y los directores). Disponían de los servicios básicos necesarios, para que nadie tuviera que salir de la Colonia para las cosas más habituales. Había tienda de conveniencia (el famoso colmado o tienda de ultramarinos, que vendía de todo), una escuela (habitualmente de monjas) y en algunos casos hasta un convento, una iglesia. Había un bar, y seguro que una peluquera, una modista, un carpintero, algún albañil.

Siempre había el amo, el dueño de la fábrica, que aparecía por la Colonia una mañana de vez en cuando, para reunirse con el director (que vivía en permanencia en la Colonia) y analizar la marcha de la fábrica y de la Colonia entera, y tomar las decisiones pertinentes.

Porque el amo era también el dueño de la Colonia. Todo dependía de su voluntad. Las viviendas eran de diversos tipos, atendiendo al puesto que ocupaba cada uno en la fábrica. Y había por lo menos un par de chalets (de torres, como ya conté en otra ocasión). Uno de ellos era para el director y su familia, y el otro era el del amo, al que raramente acudía.

El derecho a una vivienda de cierto tipo venía asociado al nivel del puesto desempeñado en la fábrica. Por lo que las mudanzas intra-Colonia eran frecuentes, al hilo de los ascensos dentro del escalafón de la fábrica. Pero si moría algún cargo que hubiera que sustituir, la viuda y sus hijos debían abandonar la vivienda, para dejar paso a su sucesor y familia.

Todo ello daba un entorno social sofocante, agobiante. Porque la gente que vivía allí se pasaba el día con sus vecinos, en la fábrica, en el bar, en la tienda o por la calle. Lo que daba pasto a un nivel de curiosidad por lo ajeno, de cotilleos y de maledicencias que no conocía límites. Los hijos e hijas de las diversas familias era habitual que, a su vez, se unieran entre ellos, prolongando y fortaleciendo ese tejido social a lo largo de los años.

La novela recorre la vida en una de esas Colonias durante una veintena de años (más o menos, 1950-70). Y refleja colosalmente bien ese ambiente asfixiante. El catalán se utilizaba habitualmente a nivel verbal por parte de todo el mundo, pero el estudio y las manifestaciones escritas derivaban a la lengua formal, al castellano. Este tema está sugerido en la novela, pero es perfectamente reconocible para los que conocimos algo de esa época.

En un entorno social tan cerrado, las rencillas, las envidias, los amores que se acabaron trocando en bodas alternativas, los rumores, el miedo al qué dirán, son el pan de cada día. Y la perfecta estratificación en clases, según la posición ocupada en la fábrica, es tácitamente respetada por todos, como una ley inmutable.
Sílvia Alcàntara
(Fuente: vilanova.cat)

Sílvia Alcàntara vivió casi toda su infancia y adolescencia en una de esas Colonias, hasta la edad de veinte años. Y demuestra conocerlas muy bien.

La autora utiliza giros del catalán semirural, de los que algunos se han perdido o han caído en desuso en el catalán normado y urbano de los últimos años, que resultan muy entrañables. La gente, a menudo arisca, que habitaba esas Colonias (y muchos pueblos de la Catalunya Interior), lo decía todo en muy pocas palabras, y sentenciaba las situaciones con una frase. No me resisto a comentar algunas.

El safareig viene a ser el lavadero, que podía ser privado o público, y muy habitualmente era en el lavadero comunal donde se juntaban las mujeres y allí corrían los rumores, y se ponía a caldo a los que no estaban. A toda esa actividad de cotilleo se le llama fer safareig (hacer lavadero). Qué economía de palabras.

Cuando un padre (o una madre) quería mucho a uno de sus hijos (o hijas), normalmente por encima y en detrimento de los demás, se dice que n'estava molt del fill (filla). La traducción literal aporta muy poco (algo así como estaba mucho del hijo/hija). Imposible traducirlo manteniendo la misma economía de palabras.

O, por ejemplo, cuando dos personas se relacionan mucho, tienen una buena amistad, comparten cosas, se dice que es fan molt (se hacen mucho). De nuevo, imposible reflejar todos los matices sin utilizar frases más largas. Del mismo modo, cuando no tenían ninguna relación, y había enemistad, se dice que no es feien gens (no se hacían nada).

La novela refleja la acritud que crece en las personas y entre las familias por vivir con esos niveles de dependencia (del amo, del director, del encargado, de las monjas, de los vecinos). La amistad y camaradería de una de las monjas jóvenes con una alumna se califica con rapidez como algo que nadie nombra, pero que está en todas las murmuraciones. Y que para la madre superiora es una tendencia pecaminosa. Que dejará de hablarse de ello, pero que nunca se olvidará.

También hay fraudes, estafas, asesinatos. Raptos, celos, cuchilladas, como se decía en El Huésped del Sevillano. Y muchas mentiras que han cruzado los tiempos, hasta que les llega su hora. Y amores lícitos, ilícitos y mediopensionistas; hijos bastardos y sexo vicario.

La novela está muy bien escrita, y la trama perfectamente hilvanada y tejida. Los tiempos cambian, los críos crecen, los abuelos mueren, unos progresan y otros tienen que irse. La Colonia es una microsociedad, pero ahí dentro se da también todo lo que sucede fuera, en la sociedad de verdad. Sólo que con mucho mayor dramatismo. En la Colonia todo se magnifica (uy, que esto me suena ya a otra cosa...).

Si podéis abordar la lectura de un libro en catalán, aunque sea con cierto esfuerzo, os recomiendo vivamente este Olor de Colònia (Edicions de 1984, 2009, 18Euros).

Su lectura es un tiempo muy bien empleado.

JMBA

6 comentarios:

  1. Me parece a mi que si no lo sacan en otro idioma no lo voy a leer. Me parece también que para la cultura hay que ser global y esforzarse por salir fuera. Yo, si fuera empresario, si mi producto es bueno y tendría éxito en China, traduciría mi producto al chino, ya sea mediante filólogos, traductores o lo que sea.

    Se agradece la recomendación. Si finalmente lo traducen al castellano o al inglés, quizá lo compre y lo lea. Y no es por prejuicios al catalán. Lo mismo me pasaría si estuviera en alemán o en ruso. Si no conozco el idioma, no me es rentable aprenderlo por una obra, y menos si el idioma es minoritario.

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  2. Me parece estupenda la intencion, pues así todos aprenderíamos algunas de las numerosas lenguas que tenemos en el Estado este que nos hemos montao. Respeto todas las lenguas, dialectos y culturas, porque me parecen enriquecedoras para todos y por ello igual me acerco a la novela que propones. Espero que no se le ocurra lo mismo a alguien, por ejemplo , con el euskera, no por nada, sino porque me siento ya mayor para aprender tantas lenguas. Eso sí, intentaré acercarme a todas nuestras diferentes culturas e idiosincrasias, por vías más sencillas, leyendo en castellano todo lo que encuentre sobre ellas.
    Un abrazo.

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    1. Felicidades por la actitud. Yo voy a leerlo en catalan. Soy un catalán castellanoparlante, y se agradecen estas muestras de tolerancia. Supongo que si la inmensa mayoría de los españoles tubiesen esta postura, no habria espacio político en catalunya para la gente que no quiere formar parte de nuestro estado. Un abrazo

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  3. Hola Tenia ganas de leer el libro, Olor de Colònia de Silvia Alcántara. Es del año 2009 Me gusta el título que eligió, y la felicito por haber escrito esta novela pasados ​​los sesenta años, y que, además, parece que tuvo tanto éxito. Me he fijado que también la pasarán en dos capítulos en TV3, pero el problema es no saber cuando será. He buscado por Google y no pone la fecha. Seguiré buscando…
    Hace tiempo que esperaba que alguien hiciera una novela instalada en la la vida de las colonias industriales. Por el fenómeno socioeconómico de las colonias industriales siempre me he tenido curiosidad. Todo ello técnicamente me encanta: aprovechar la energía de los ríos para instalar cerca (sobre todo en las orillas del Ter, el Llobregat y el Cardener) las fábricas (casi siempre textiles) y montar unos pueblos artificiales y aislados. Una estrategia barata y perfecta para tener controlados a los trabajadores y evitar los conflictos que, en la ciudad (sobre todo en Barcelona), ya estaban a la orden del día.

    Además, fíjate, que la vida de la colonia genera muchas dependencias que vinculan a la empresa. El patrón proporciona la casa, el huerto, la educación para los hijos y cubre las necesidades básicas. La educación en los principios católicos también se cultiva estrictamente en la vida de la colonia.



    A cambio, el trabajador debe cumplir y ser dócil. Si protesta, corre el riesgo de perderlo todo. Pero a pesar de todo esto solo he encontrado a una señora que no le gustase vivir allí, los demás han sido muy felices. De hecho yo hablé con una señora que ahora ya es muy mayor, pero de joven tuvo un problema que ahora nos daría risa y la familia tuvo que abandonar La Colonia de l’Atmetlla de Merola sin chistar. En realidad, la relación entre el patrón y los obreros se basa en una falsa filantropía: un paternalismo asfixiante. El patrón interviene en todos los aspectos de la vida del obrero, incluso con quien festeja, con quien conviene que se case, etc...



    Así, muchas colonias industriales se convirtieron en aldeas con todo lo necesario para montar una estructura neo feudal o caciquista: la casa del amo, la iglesia, la escuela, la casa, el economato. Se controlaba, por tanto, la educación de los futuros trabajadores, el ocio, e incluso se hacia creer en los demonios hacia otros sitios, a los obreros creando unos valores de transacción propios, que indefectiblemente debían gastar en el economato.

    Y aquí es donde yo quiero llegar. Los primero pensadores sobre la materia fueron los socialistas utópicos ingleses y franceses Owen, Fourier, Proudhom, Cabet. De hecho, por muy librepensadores y filántropos que fueran, lo cierto es que no acierto a comprender como y porque reflexionaron sobre un socialismo productivo (si no me equivoco, Owen y Fourier fueron empresarios) que generaría tan grandes riqueza gracias a las buenas condiciones de salud, higiene, alfabetización, vivienda... los obreros de las fábricas y los trabajadores en general.



    Inglaterra fue pionera en experimentar este tipo de medio de productividad (los pueblos industriales). Pronto, sin embargo, aparecieron algunas voces críticas que denunciaban las condiciones laborales de los trabajadores en estas fábricas aisladas de los núcleos urbanos (jornadas larguísimas, empleo infantil, control social...).



    Dodd, un pensador contemporáneo de Owen, apunta que "alguna arquitectura de las fábricas es similar a la de las prisiones: circular, y con un inspector situado en medio".



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  4. Yo esto la verdad no lo veo de esta forma. Me la están pintando como si fuera “la Modelo” y esto no lo he visto en ninguna de las colonias que se pueden ver desde Berga o más al norte hasta l’Hospitalet. Las antiguas fábricas hoy reconvertidas en escuelas, Trinchet o Tecla Sala, por ejemplo. Los pueblos industriales se aíslan y esto hace que los obreros estén "protegidos" y, al mismo tiempo, dominados. Un edificio se puede diseñar tanto para proporcionar seguridad como por constreñir. Las personas se pueden educar bajo unos objetivos aparentemente filantrópicos o bien por amoldarse a la vida de la fábrica.



    El tiempo libre también viene impuesto en la vida de las colonias. El domingo hay que ir a misa, luego se puede hacer un paseo o trabajar en el huerto. Las mujeres se “distraían” en el lavadero público o van a coser en el taller, y también hay un centro social para cantar en un coro o participar en un pequeño grupo de teatro, hacer excursiones, jugar al fútbol... Lo cierto es que las jornadas son largas y queda poco tiempo libre. Lo poco que queda se debe invertir en estas actividades inofensivas que tienen el visto bueno del patrón y del cura. Es verdad que en estas colonias el efecto de prohibición del catalán no existe porque hay un pacto Amo/Iglesia



    Uno de los teóricos sobre las colonias industriales en Cataluña fue Prat de la Riba, en su Ley jurídica de la industria, de 1898, argumentaba a favor de este modelo productivo y el revestía de una pátina católica en contraposición a las propuestas laicas de Owen o Fourier.



    "(...) En la colonia industrial puede rodearse a los obreros de un medio completamente distintos, de un medio sano. Se trata de un núcleo de población que va a formarse ante los ojos del director o del dueño; éste se quien escoge El lugar, quien Levant el difíciles, quien Dispone las habitaciones de los obreros. La ociosidad no se en ella permitida. Los Incentivos del vicio puedo ser desterrado. Menoscabe acero Independientes las habitaciones de los obreros, de modo que cada familia entienda apoyo Domicio y éste sea suficiente en suspensión Necesidades. Las Diversiones puedo estar de tal modo ordenadas y en tal forma dispuestas que educan e instruyan, en Vez de corromper. La educación de los niños puede estar en manos de quien informe de verdad suspensión almas para el bien, en Vez de correr a Cargo de quien embrutezca apoyo inteligencia con toda suerte de errores o de faltas, en absoluta siendo sustituidas por el libro vagar por las plazuelas.



    , no lo quiero hacer más largo, simplemente era para que tratemos de no perdernos esta mini serie, y la otra cosa es que me extraña, con el pensamiento y los ojos actuales dar la impresión de que aquellos señores convirtieron las Colònias en un espacio de dominio del Amo. Aunque el trabajador le llegase a gustar.

    En fin, me alegro de coincidir casi plenamente en la forma de vivir en las Colònias. La lástima es que por el tiempo transcurrido quizás no me puedas leer, al igual que tus dos señores que te han contestado.
    Ha sido un placer JMBA.
    saludos.

    josep.

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  5. Graciasz, Josep, por un comentario que casi es un artículo en sí mismo. A mí me encantó la novela, especialmente por la sutileza con que se introducen muchos temas, de los que sólo se habla callando, o murmurando. Los que hemos vivido, de cerca o de lejos, la realidad de muchas zonas de la Catalunya interior (mi padre nació en Taradell, Osona), esto nos resulta más que vagamente familiar.

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