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martes, 26 de octubre de 2010

Los futuros (posibles) de Cuba

Ya escribí hace un tiempo un artículo sobre Cuba, su situación actual y sus expectativas. A pesar de que no he recibido ni un solo comentario (lector, por favor, de vez en cuando escribe, sal de tu anonimato; aunque sean dos líneas), sé que ese artículo ha sido ampliamente accedido (lo de leído ya es una presunción), especialmente debido a que en él comentaba alguna cosa respecto a la Crisis de los Misiles ó Crisis de Octubre.
Malecón de La Habana
(Fuente: guiasparaviajeros)

Resulta ciertamente frustrante ver que un artículo es accedido cientos de veces (especialmente por parte de amigos de Chile, de Perú, de México,...) y no tener ni la más mínima traza de la opinión que pueda haber despertado en los (presuntos) lectores. Todos los que escribimos lo hacemos para que nos quieran. Y eso necesita de la colaboración del lector. Por favor, lector, deja un comentario en este artículo. Por lo menos deja dicho de donde eres, lo que buscabas, y si lo encontraste o no.

En este siglo XXI lo que parece muy claro es que el régimen cubano es anómalo por una parte, y anacrónico por el otro. Es un régimen comunista en un mundo donde el comunismo ha sido barrido de casi todos los países que lo han practicado durante algún tiempo. Pero lo que lo convierte en una anomalía económica es que es uno de los (poquísimos) países del mundo cuya economía vive y se desarrolla al margen del FMI (Fondo Monetario Internacional). Desde más de un punto de vista, Gracias a Dios, por cierto.
Hotel Herradura, Varadero, Cuba
(Fuente: cuba.tc)

De todas formas, creo que lo que mejor define al régimen cubano de hoy en día es que es autocrático, es decir, que vive al margen de la interconexión global en la que vivimos inmersos la mayoría de países del mundo. A ello ha contribuido de modo decisivo, claro, el embargo de Estados Unidos. Por cierto, el mejor ejemplo de la ceguera que produce el rencor.

En España sabemos lo que es eso, porque vivimos nuestra propia autocracia en los años de la posguerra, en que el régimen que salió victorioso de la Guerra Civil no era reconocido por las grandes potencias mundiales de la época. Eso cambió pronto, porque Estados Unidos, entre otros, pronto descubrieron que España les resultaba estratégicamente interesante, y que las características básicas del régimen (particularmente su anticomunismo visceral) coincidían con su mainstream ideológico. Inmediatamente finalizada la Segunda Guerra Mundial, España quedó al margen del Plan Marshall por ese motivo. Pero en 1953 se firmó un tratado con los USA por el que se instalaron en España algunas bases militares americanas, en 1955 la ONU aceptó a España como miembro de pleno derecho, y en 1959 el Presidente Eisenhower visitó España y fue recibido en olor de multitud. Veinte años después de terminada la Guerra Civil, España entró, medio por la puerta de atrás, en la modernidad.
Imagen callejera en Matanzas, Cuba
(Fuente: cardirectory)

Pero Cuba lleva ya más de 50 años en esta situación. Desde que la Revolución depuso a Batista en 1959, y Estados Unidos le dió la espalda a Cuba, no le quedó otro remedio que buscarse un aliado en el campo contrario, a la sazón la Unión Soviética, la gran potencia alternativa salida de la Segunda Guerra Mundial. Esa alianza condenó al régimen cubano a ser comunista. La Crisis de los Misiles de Octubre de 1962 materializó en el imaginario estadounidense la amenaza de tener un régimen afín al enemigo, a unas pocas millas de la costa de Florida. De ahí se desencadenó el embargo, y prácticamente hasta hoy, casi cincuenta años después.

Un régimen autocrático, para sobrevivir, no tiene más remedio que establecer algunas alianzas comerciales bilaterales con países específicos, típicamente con los más díscolos respecto al statu quo predominante. Dado que se está al margen de los sistemas regulatorios de la economía mundial, el trueque, más o menos sofisticado, acaba siendo la fórmula preponderante.

Pero esa situación, creo, de ningún modo puede ser eterna. El embargo apenas ha evolucionado, debido, entre otros factores, a la presión del lobby de los exiliados cubanos de Miami, rencoroso por haber sido desposeído por la Revolución de unos bienes que creía poseer legítimamente. El embargo es la materialización del intento de sofocar a un régimen que, por otra parte, su aislamiento hace que resulte sofocante para su propia población. Una población que es consciente de que está renunciando a muchas de las cosas buenas que puede ofrecer el mundo moderno, por el hecho de mantener un régimen político que es despreciado (cuando no odiado) a nivel internacional.

Hoy existe un Peso Cubano de uso interno (el CUP), y un peso cubano convertible (el CUC) que mantiene una paridad penalizada con el dólar estadounidense (1 CUC = 1,08 USD). La creación del CUC obedeció al intento de desdolarizar la economía real cubana, es decir, retirar los dólares de manos de los particulares, y mantenerlos a nivel estatal como reservas del país. Es curioso, en cualquier caso, que la cotización con el Euro sí responde a la paridad real con el dólar. Con estas pequeñas venganzas se acaba escribiendo la Historia.

Si aceptamos que en una década el régimen cubano no puede seguir siendo lo que es hoy, la pregunta es evidente: ¿en qué dirección puede evolucionar? ¿y en qué dirección va a hacerlo?.
Catedral de Santiago de Cuba
(Fuente: tourcubaonline)

Una apertura económica del régimen, un intento de integrarse en un esquema de país normalizado, podría suponer el desembarco del FMI y sus fórmulas tradicionales. Y conviene no olvidar que el FMI es el brazo armado de los economistas ultraliberales de la Escuela de Chicago, fieles seguidores de su gurú Milton Friedman. Aplicarían en Cuba la doctrina del shock e implementarían el capitalismo más salvaje. A pesar de que su autora es una activista antiglobalización, y por tanto sus criterios siempre están algo sesgados en esa dirección, es muy ilustrativa la lectura del libro "La doctrina del Shock. El Auge del Capitalismo del Desastre" de la canadiense Naomi Klein. De lectura muy amena, el libro pasa revista a la actuación de esas fuerzas en alguna de las transiciones más sonadas de los últimos cuarenta años. Cuenta Naomi cómo los desastres (naturales o inducidos por situaciones bélicas) crean un shock en la sociedad, que queda narcotizada e inane ante el avance de la implantación de un capitalismo salvaje, basado en la reducción del Estado a su mínimo tamaño posible, y a la privatización de todos los servicios. Siguen los despidos masivos y el encarecimiento de los precios. Los únicos que ganan en esa batalla económica son las multinacionales y quien sea que consiga comprar las joyas del reino a precios de ganga.

Ese es un escenario apocalíptico, que ya se vivió en el Chile de Pinochet, en la Rusia de Yeltsin o en el Irak de la Invasión de 2003. En Cuba eso solamente conduciría a malbaratar todas las riquezas del país y sus principales activos, bienes que serían privatizados y vendidos a multinacionales y, en el mejor de los casos, en una década habrían aparecido en la isla algunos nuevos milmillonarios, posiblemente escogidos de entre el exilio cubano de Miami. Pero sería dramático para la población cubana, que se empobrecería todavía más, y que quedaría proletarizada para los restos. Y que sufriría la represión más dura (y profesional) en caso de rebeliones o revueltas.

Da la sensación de que si Estados Unidos nunca ha decidido invadir Cuba (o reconquistarla, según la dialéctica que prefiramos utilizar) -tras el fiasco de Bahía de Cochinos, se entiende- es porque: 1) Atacar a Cuba era atacar a la Unión Soviética, y eso no se lo podían permitir. 2) Tras la desaparición de la URSS, su Inteligencia nunca logró demostrar que Cuba fuera una amenaza suficiente como para que les pudiera servir de coartada para una invasión y 3) Porque un ataque a Cuba podría provocar un desastre migratorio que afectaría directamente al territorio USA Mainland.

Lo que la población cubana merece es una evolución del régimen y del país hacia un Estado Social de Derecho, en la mejor línea de las socialdemocracias europeas. Capitalizando los mejores activos del Estado (la Sanidad y la Educación, por ejemplo, aunque muy deteriorados en los últimos años por la falta absoluta de recursos) en beneficio de la población. Pero, a la vez, haciendo funcionar de modo eficiente los mejores recursos del país (turístico, industrial, agrícola) para generar una riqueza que repercuta en el bienestar de los cubanos. Y normalizar el país con una transición ordenada.

Claro que conseguir ese escenario que puede parecer idílico requiere de la inteligencia y la mesura del propio régimen, de los opositores y disidentes, y de los países de mayor presencia en el orden internacional, y de modo muy especial de la Unión Europea. El objetivo inmediato no debe ser la rendición del régimen, porque ese escenario de shock es el preferido por los friedmanitas del FMI. La presión debe realizarse para conseguir la progresiva liberalización del régimen, y su apertura a maneras mucho más democráticas, pero entendiendo que Política y Economía deben ir absolutamente de la mano.

Una asfixiante presión política sobre el régimen sólo puede conseguir su empecinamiento, el enroque en las posiciones actuales, y, en caso de no resistir, la terapia de shock y la almoneda de los activos del país.
Playa en Cayo Coco, Cuba
(Fuente: innovart)

La evolución de Cuba en este siglo XXI no puede ser, de ninguna forma, la vuelta a la situación prerrevolucionaria, a la época de Batista, y no debe ser la revolución hacia un capitalismo salvaje, que sólo contribuiría al mayor empobrecimiento de la población cubana, y a la expoliación de sus riquezas. Conseguir desarrollar un escenario de evolución democrática y de eficiencia en la gestión económica requiere de todos la eliminación de las actitudes aprioristas y viscerales, tanto a favor como en contra del régimen cubano.

El tema auténtico del que hay que ocuparse no es tanto el régimen cubano en sí mismo, sino el bienestar de la población de la isla. Ese será el barómetro del éxito o del fracaso.

Ya hay demasiados países centroamericanos condenados a un empobrecimiento endémico, carentes de clases medias que les den estabilidad, como para que, entre todos, permitamos que Cuba se sume a ese pelotón desfavorecido.

Por ello creo firmemente que la Unión Europea debería modificar la llamada Posición Común, para posicionarse como socio y acompañante de Cuba en ese camino hacia su normalización y su consolidación como la nueva socialdemocracia del Caribe.

Que podría ser ejemplo para otros.

JMBA

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