Querido Paseante, siempre eres bienvenido. Intenta escribir algún comentario a lo que leas, que eso me ayuda a conocerte mejor. He creado para ti un Libro de Visitas (La Opinión del Paseante) para que puedas firmar y añadir tus comentarios generales a este blog. Lo que te gusta, y lo que no. Lo que te gustaría ver comentado, y todo lo que tú quieras.


Pincha en el botón de la izquierda "Click Here - Sign my Guestbook" y el sistema te enlazará a otra ventana, donde introducir tus comentarios. Para volver al blog, utiliza la flecha "Atrás" (o equivalente) de tu navegador.


Recibo muchas visitas de países latinoamericanos (Chile, Argentina, México, Perú,...) pero no sé quiénes sois, ni lo que buscáis, ni si lo habéis encontrado. Un comentario (o una entrada en el Libro de Visitas) me ayudará a conoceros mejor.



viernes, 29 de octubre de 2010

Colchones de Lana

Oía el otro día en la radio la clásica invitación a los oyentes para que llamen y comenten sus peripecias personales sobre algún tema en concreto. El tema ese día era "los inventos que nos han cambiado la vida".
En la Cama (1893)
 Henri de Toulouse-Lautrec
(Musée d'Orsay, París)
(Fuente: Wikipedia)

Por supuesto hubo contribuciones de todo tipo. El teléfono móvil, Internet, el GPS, las cámaras digitales, la Thermomix, la olla exprés, el robot barredor y muchos más. Pero un oyente avisado dió en el clavo: La Cama. Hoy en día parece que la cama forma parte de nuestro paisaje doméstico desde siempre, pero en algún momento se inventó una alternativa a dormir sobre la hierba, sobre las piedras de la caverna o sobre un jergón de paja en el suelo. Seguro que el inventor fue alguien cansado.

En cierto sentido, la cama se parece a Internet en el hecho de que ambos han sido inventados para realizar varias funciones claramente diferenciadas. Mediante Internet accedemos al correo electrónico (¿cuántas cartas con papel perfumado se seguirán enviando hoy en día?), a los periódicos para ver las noticias, a nuestro Banco para vigilar las cuentas, a la compañía del gas para bajarnos la factura, a Google Earth para ver dónde cae la Avenue Montaigne de París, a la Wikipedia para enterarnos de en qué año murió San Juan de la Cruz, y tantas y tantas otras cosas que hacemos cotidianamente.
Colchones de Lana
(Fuente: mercadolibre)

A su vez, la cama se inventó para dos funciones básicas, y una es dormir. Y luego está la otra. Algunos también piensan que la cama es el lugar ideal para leer, pero yo en eso no estoy de acuerdo. Yo soy más bien lector en posición sedente, con el libro apoyado en una mesa, y diversos artilugios alrededor (el vaso del cubata, el cenicero para el cigarrito, el ordenador para consultar el diccionario, y así). Algunas fuentes le añaden funciones adicionales, tales como jugar (los niños), saltar encima (idem), y los más lúgubres afirman (con razón, sospecho) que la cama es donde habitualmente se mueren las personas. 

Si bien la cama es un invento que ya nos viene de antiguo (he consultado la       Wikipedia, y habla de camas ya en las antiguas civilizaciones de Egipto y Asiria), su forma y los complementos que facilitan un mejor descanso han evolucionado mucho con el tiempo. Y especialmente en este último medio siglo.
Lana en el interior de un colchón abierto
(Fuente: jmcprl)

Cuando yo era un niño, los colchones eran de lana. Es decir, en el interior de los colchones todo lo que había era una provisión de lana de oveja, que aportaba el aislamiento térmico así como la amortiguación necesaria para un buen descanso.

Cuando los colchones eran nuevos, lucían magníficos, gruesos y mullidos. Todos los días convenía darles la vuelta (una operación nada evidente, por cierto, especialmente si los colchones son grandes), y se les sacudía con un aparato llamado sacudidor (olé la imaginación), para intentar regenerar la lana del interior del colchón, y mantenerlo confortable para la noche siguiente.
Sacudidor de colchones y alfombras
(Fuente: todocoleccion)

Pero, con el uso, la lana se iba inevitablemente apelmazando, hasta que la apariencia del colchón era el de una galleta grande, fina e irregularmente dura. Dormir en ellos podía convertirse en un suplicio.

Había que abordar entonces la operación de regeneración mayor del colchón. Venía el colchonero (¿habrá desaparecido del todo este oficio?) a casa por la mañana, y se llevaba el colchón a su taller. Allí lo abría, sacaba la lana y la vareaba (o lo que fuera que hiciera). A continuación lo rellenaba de nuevo, lo cosía y nos lo devolvía por la tarde, a tiempo de hacer la cama y poder descansar de nuevo sobre un colchón confortable.

De vez en cuando, en una de esas operaciones, había que lavar la lana. Creo recordar que esa operación no podía completarse en un solo día, pero soy incapaz de revivir cómo nos las arreglábamos en esas ocasiones. Sospecho que habría en casa algún colchón de repuesto.
Colchonero vareando la lana
(Fuente: recuerdosdepandora)

Después de dormir durante años sobre un colchón de lana, que la mayor parte del tiempo era irregular en su superficie, tendía a hundirse de un lado, o creaba hondonadas permanentes, no deja de ser milagroso que no hayamos desarrollado todos dolencias graves en la espalda.

Más adelante, hubo que rehacer el mobiliario de mi habitación. Se tomó la peor decisión posible: como era soltero, la cama debía ser pequeña, de 90 cm. De ésas de las que te puedes caer al mismo tiempo por ambos lados. Pero el colchón nuevo ya no era de lana, sino de una generación intermedia de muelles. Más cómodo cuando era nuevo, pero que también tendía a aplanarse con el tiempo. Se acostumbraba a marcar la forma del cuerpo en su posición más habitual de descanso. Esa cama y ese colchón, y todo lo que la rodeaba (un armario, un escritorio) siguieron siendo mi habitación de hotel cada vez que viajaba a Barcelona, hasta la muerte de mi padre.
Interior de un colchón de látex
(Fuente: factorycolchones)

Cuando me compré un piso en Madrid, una de mis primeras obsesiones al amueblarlo fue poder disponer en mi dormitorio de una cama grande. Una cama que, aunque sólo sea para dormir, aporta el valor de lo que cuesta. Porque cuando se ha dormido una vez en diagonal sobre la cama (sin desbordar), ese es un placer del que ya cuesta prescindir. Y, claro, el colchón ya fue de una generación siguiente, uno de esos de látex que se recuperan por completo cuando los abandonas cada mañana. Comodísimo.

Hoy, cuando reservo un hotel y viajo solo, me preocupo de asegurarme de que dispondré de una cama grande. Lo del colchón es más difícilmente negociable. Aunque algunos establecimientos ya ofrecen una carta de colchones y de almohadas, no son del rango de categorías en las que acostumbro a moverme.
La Sofisticación para el Descanso
(Fuente: solostocks)

Pero las novedades y el progreso no deben hacernos olvidar esos vetustos colchones de lana de oveja, con los que castigamos la espalda durante muchas noches de nuestra vida. Todas las de la infancia y adolescencia.

Ni olvidarnos del colchonero que se tuvo que reciclar.

JMBA  

4 comentarios:

  1. Recuerdo a mi madre apaleando los colchones de lana junto a otras cuantas señoras, apoyandolos sobre las barandillas que marcaban el final de nuestra calle.
    Nunca supe (en aquel entonces) la función última de aquella operación, pero suponía que era para limpiarlos, dado el volumen de la nube de polvo que se desprendia de ellos cada mañana, envolviendo a las esforzadas amas de casa que no se como podian respirar aqellas particulas en suspension, que en el caso de contar con usuarios infantes con frecuencia iban acompañadas de un particular aroma de urea desecada, la cual se delataba a simple vista por los corros amarillentos que no se quitaban ni con jabon Lagarto.
    En fin, ahora que yo tengo hijos pequeños me alegro de los avances tecnologicos en el terreno del descanso nocturno.

    Un abrazo,
    Rafa.

    ResponderEliminar
  2. Hola, Rafa. Efectivamente se me pasó ese pequeño detalle de las ronchas amarillas que muy frecuentemente aparecían en la tela de los colchones. Más motivos para justificar la necesidad de regeneración periódica.

    Un abrazo.
    José María

    ResponderEliminar
  3. Hola: Las ronchas amrillas timbien salen en los mas modernos, de muelles, latex, etc. si no eres precavido y pones una funda protectora.
    Un abrazo
    MONTSE

    ResponderEliminar
  4. Bigas, bonito y nostálgico artículo, sí, yo también recuerdo esos colchones de lana y mi madre "apaleándolo" y las noches en él que te ibas a un lado, o al otro, o un "hueco" en el medio, o.... en fin, qué recuerdos.

    Bueno, Bigas, ya que estás nostálgico en este artículo, y en muchos otros de los que has escrito, yo el otro día hablando con un colega, y a propósito del frío que está haciendo, recordábamos esas bolsas de caucho para agua caliente que poníamos, bueno mejor dicho ponía mi madre, en los pies de la cama calentita, y que cuando se acababa el calor se sentía fría y le dábamos una patada y la tirábamos de la cama... seguro que tú lo recuerdas pues incluso mejor que yo, por el tema de la edad, je, je... te sugiero escribir sobre este tema y unas fotitos de bolsas de caucho de los años 60 serían una maravilla, puedes enlazarlo con los temas del frío que se pasaba en las casas en esa época, al menos en micasa y en la de mis amigos, sin calefacción, con un solo calentador eléctrico de ruedas que lo movíamos de habitación en habitación y se ponía unos minutitos , no más, antes de dormir, y ale luego se apagaba y a dormir tapados hasta las orejas. Bueno, te he dado para escribir varios artículos eh!, ya me darás la comisión :-)

    un abrazo,

    Jesús Yagüe

    ResponderEliminar