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sábado, 16 de junio de 2012

Cirugía y Transplantes

Los que me seguís con cierta asiduidad (lo que, por cierto, nunca os podré pagar lo suficiente) habréis visto que he estado inactivo en el blog estos últimos días. Ello se debe a que he estado fuera de España. Aproveché un viaje de Madrid a Barcelona (por motivos familiares), que me hubiera tomado seis horas, para dar una vuelta por París y otros lugares (que ya os iré contando), en la que invertí ocho días.
¡Qué decepcionante tiene que ser ganar unas Elecciones Generales por
mayoría absoluta, y tener que representar tan triste papel!
(Fuente: rtve)

Francamente, tenía la íntima esperanza de que, a mi vuelta, la sensación de estar permanentemente sentados sobre un barril de explosivos habría cedido. Que la prima de riesgo se habría relajado y que la Unión Europea, la Eurozona, el BCE, la Merkel, Rajoy y hasta el lucero del alba habrían realizado bien su trabajo (o en su defecto, habría sucedido algún milagro), aprovechando mi ausencia.

Pero, desgraciadamente, nada más lejos de la realidad que me he encontrado a mi vuelta. Una fortuna para el rescate bancario (que parece que es solamente una línea de crédito), una rentabilidad de la Deuda Pública que ya bordea la línea roja del 7%, una prima de riesgo desbocada, y así con todo.

Llevamos ya casi cuatro años de crisis financiera grave, especialmente, pero no sólo, en toda la zona Euro. Día a día, el Gobierno debe reaccionar con prontitud a nuevos descalabros, con la consiguiente confusión informativa provocada, no quiero dudarlo, por el estado permanente de pánico.

Lo que más me preocupa de la situación es que la crisis financiera, resistente, está ocultando los problemas (graves) subyacentes en la economía española, que está básicamente deprimida, si no directamente paralizada por el terror. Venimos de un modelo económico insostenible y que todos están de acuerdo en que hay que cambiar, pero los árboles no nos dejan ver el bosque. Es cierto que tenemos todos los mimbres, entre los que quiero destacar el activo humano de este país, que nunca ha estado mejor formado y preparado que hoy en día, pero que está prácticamente inactivo por la permanente inestabilidad. Un desempleo que azota sin compasión a la juventud, y hasta los que han conservado su nivel de ingresos han dejado drásticamente de consumir, por temor a lo que nos espera todavía. Tenemos los mimbres, pero hay que tejerlos, y nadie se está dedicando a eso.

En lugar de estar trabajando en esa dirección, todos los responsables se ven obligados a achicar agua, presionados por la actualidad.

Llevamos ya cuatro años tratando a un paciente grave con paños calientes y placebos diversos. Parece como si a nada se le quisiera llamar por su nombre: a la crisis se empeñaron en llamarla desaceleración; un ligero alivio de la presión se convertía en brotes verdes; ahora un rescate no es más que una línea de crédito.  En resumen, analgésicos para limitar los síntomas, pero ningún tratamiento real para curar la enfermedad.

Con la crisis hemos descubierto que todo el entramado de la moneda única, la eurozona y el Banco Central Europeo está montado escasamente a medias. Una bola que rueda pendiente abajo con cierta agilidad; pero que se atranca y se bloquea cuando hay que remontar un repecho.

Muchos le piden al BCE que haga cosas que, con su actual estatuto, no puede hacer. Alemania, que se ha beneficiado mucho de la existencia del euro mientras la situación económica ha sido buena, intenta ahora salvar sus muebles nacionales cuando vienen mal dadas. Un tecnócrata al frente del Gobierno Italiano (que fue en su día parte del problema) intenta ahora aportar soluciones. Un socialista elegido Presidente de Francia insufla un poco de aire fresco, y despierta esperanzas en muchos. Y Rajoy, que prometió y prometió para alcanzar el poder, ahora sufre de los mismos tics y defectos que precipitaron a Zapatero al vacío: parece que improvisa cada día, y los miembros de su Gobierno hacen manifestaciones contradictorias sobre temas trascendentes.

Ya basta de pastillitas (las rojas por la mañana; las azules por la tarde; las rosas antes de ir a dormir) para tratar una enfermedad grave. Es la hora de la cirugía y, si hiciera falta, también de los transplantes.

La situación es tal que ya miramos con envidia al Reino Unido, cuya situación objetiva (deuda, déficit, depresión,...) es tan grave como la española. Pero parece que se espabilan mejor, porque ellos tienen su propia moneda, y un Banco Central con plenos poderes, que interviene en los mercados para el bien de su país. Y también un tejido industrial y productivo más sano y avanzado que el nuestro.

Cambiemos al BCE para que sea, de verdad, el Banco Central de la Eurozona, con plenos poderes y que no se limite, casi exclusivamente, a velar para evitar la inflación. Tiene que poder intervenir en los mercados, para transmitirles con claridad el mensaje de que la Eurozona es, económicamente hablando, un país grande y poderoso, dispuesto a lo que haga falta para facilitar la estabilidad necesaria para que la economía de la zona se pueda desarrollar de acuerdo a sus mejores talentos y capacidades. Pero el BCE no puede transmitir un mensaje que es falso.

Disolvamos los Bancos Centrales nacionales (entre ellos, por supuesto, el Banco de España y el Bundesbank). En la nueva situación, no sólo son inútiles ya, sino también contraproducentes. La sede del Banco de España debería pasar a ser la delegación del BCE en España, y sus funcionarios e inspectores, empleados del BCE, con residencia en España, pero obedeciendo las pautas marcadas por el BCE y velando por su correcta implementación en este país.

Creemos el Ministerio Europeo de Economía, como parte del Gobierno de Europa, al que deberíamos votar en las urnas todos los ciudadanos europeos. Si hay bloqueos emocionales con ello, cambiemos la sede de Bruselas (y Estrasburgo), por alguna pequeña ciudad de Hungría, de Italia o de Portugal.

Basta ya de intentar tratar los síntomas, porque acabamos narcotizados pero el tumor sigue creciendo, y pongamos los medios necesarios para curar la enfermedad. Si hace falta cirugía, que no nos tiemble la mano. Y si se requiriera un transplante, busquemos cuanto antes a un donante. Mi propuesta sería transplantar la Reserva Federal o el Banco de Inglaterra a la Eurozona.

Necesitamos con urgencia un Gobierno de Europa, formado por líderes políticos que trabajen por y para Europa, y no más legiones de eurofuncionarios burócratas y europarlamentarios que disfruten de un retiro dorado. La unión política y económica es posible, pero hace falta una auténtica voluntad y liderazgo políticos. Unos países son más ricos y otros lo somos menos, pero nada que no suceda con las distintas regiones de los estados nacionales, y así hemos sobrevivido siglos..

Y si no estamos dispuestos a ello, no perdamos más tiempo. Reconozcamos el fracaso, disolvamos la Unión, hagamos desaparecer el Euro y recuperemos las pesetas, los escudos, los marcos y los francos. Reconstruyamos las fronteras y las aduanas, para que cada cual pueda lidiar libremente con sus propios problemas. Retrocederíamos de golpe medio siglo, pero es que las medias tintas nos están consumiendo lentamente. Les daríamos la razón a los mercados y a la opinión norteamericana, que nunca ha creído (y tampoco nunca le ha interesado) que el Euro triunfe.

Y no les demos a los mercados más culpas de las que realmente tienen. Evidentemente, en los mercados hay tiburones y cuervos, y poner coto a su actividad (posiciones cortas, tasa Tobin,...) no sería una mala idea. Pero los grandes capitales, los fondos que gestionan cientos de miles de millones de Euros, son realmente movidos por inversores que están obligados a ser extremadamente prudentes y a huir de cualquier riesgo identificado.

O somos todos capaces de construir con valentía el futuro, o estaremos condenados a revolcarnos en el fango de nuestros respectivos pasados, al que estaremos condenados a volver.

Nadie aprende a andar en bicicleta hasta que le quitan las ruedecillas. No le daremos al BCE sus reales funciones hasta que desaparezcan los Bancos Centrales Nacionales.

JMBA

3 comentarios:

  1. Claro e ilustrativo como siempre, Bigas.
    Sin embargo olvidas dos detalles importantes.
    Para poder realizar un transplante es necesario que el donante haya llegado al estado de muerte cerebral y también es necesario que los familiares del donante den su consentimiento.
    Un abrazo.
    Santi

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  2. Tienes razón, Santi. Más que de trasplantes (parece que esta es la forma correcta, de acuerdo a la RAE), quizá habría que hablar de clonación.

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    Respuestas
    1. Me temo Bigas que en este tema tú y yo nunca nos pondremos de acuerdo puesto que tu visión del asunto está sesgada por tu anglofilia y la mía por mi germanofilia.
      En lo que creo que sí coincidiremos es que a Angela Merkel le falta algo de lo que iban sobradas tanto Segolene Royal como Carla Bruni.
      Un abrazo.
      Santi

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