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martes, 13 de noviembre de 2012

Catalunya en su laberinto/encrucijada

Supongo que la pregunta más fácil de responder sobre este tema sería algo así: ¿Por qué ahora?. La respuesta tendría que ver con ese conocido refrán del castellano clásico: Al perro flaco, todo se le vuelven pulgas.
Artur Mas, Mesías de una Tierra Prometida y candidato
a mártir del soberanismo catalán.
(Fuente: lavozlibre)

En algunas regiones de España existen ciertas fuerzas centrífugas que son habitualmente minoritarias. Están formadas por nacionalistas políticos, por nostálgicos irredentos, por los que han sucumbido a ensoñaciones enfermizas y por codiciosos (políticos) de toda laya. Estas fuerzas se mantienen latentes, se manifiestan en las urnas cuando toca o en la calle cuando hay ocasión, mas raramente alcanzan el mainstream de la sociedad, el pensamiento preponderante.

Pero hay algunas excepciones. Estamos asistiendo al hecho reseñable de que Artur Mas, Molt Honorable President de la Generalitat de Catalunya, se ha echado al monte. El destilado de su mensaje político es que la vida de los catalanes mejoraría si Catalunya fuera un Estado (lo de independiente a veces se le cae del discurso), en lugar de ser solamente una Comunidad Autónoma del Estado español. Este es el único tipo de mensaje nacionalista (centrífugo) que puede llegar a una mayoría suficiente de la población. El principio del enemigo exterior.

¿Por qué ahora?. Creo que hay tres motivos básicos para ello. Uno es que el proyecto de España como país, como nación, como Estado o como lo que carallo sea o quiera ser, es particularmente deprimente en estos últimos años. Creíamos que éramos ricos y ya formábamos parte de la élite mundial y la realidad nos ha devuelto a la triste constatación de que somos unos mindundis en los engranajes del mundo (del mundo que cuenta, se entiende). Corren malos tiempos para sentirse orgulloso de ser español. ¿Nacionalidad?: español, con perdón.

Otro motivo es que el Govern de CiU ha llevado adelante en estos dos años que lleva ejerciendo, los recortes más salvajes en los servicios básicos que más aprecian los ciudadanos (Sanidad, Educación). Y la única catarsis que se le ha ocurrido a Mas (y su entorno) para evitar que muchos ciudadanos le odien casi más de lo que odian al Gobierno de España del PP, es la invocación del soberanismo y de la independencia, entendida como la intención definida y decidida de desmarcarse del proyecto de futuro del PP para España (suponiendo, por cierto, que tengan uno)..

El tercer motivo es que ahora quien gobierna en España es el Partido Popular, y resulta tan, pero tan fácil, visualizarle como un enemigo de las clases medias y de los ciudadanos de a pie, que demonizarle no cuesta (casi) ningún esfuerzo. Sin embargo conviene no olvidar que el sustrato social de CiU y el del PP son básicamente el mismo. En otras palabras, ambas fuerzas defienden a los mismos, que casi con seguridad no somos ni tú ni yo, mi querido lector.

El resto es ya pura táctica política.

A ese Mas erigido en Mesías de una Tierra Prometida (en términos coloquiales catalanes le llamaríamos un sumiatruites - literalmente, un sueña-tortillas -) se le opone un Rajoy pequeñito, absolutamente desprestigiado, que parece (o no) ser solamente obediente a las indicaciones que le llegan desde los poderes reales o fácticos (la Banca, la Unión Europea, la Comisión, el FMI, la troika, el BCE, Alemania, Angela Merkel,...) y al que técnicamente llamaríamos un cagadubtes (literalmente, caga-dudas). Un cóctel ciertamente explosivo el de sumiatruites frente a cagadubtes.

A partir de ahí, ya todos mienten. Los que aportan pretendidos argumentos a favor o en contra, los que se esfuerzan en demostrar que una Catalunya independiente sería una ruina, lo mismo que los que intentan demostrar que sería un nuevo Edén; los que invocan la sagrada Unidad de España; los que refuerzan su opinión con argumentos históricos o historicistas, tanto a favor como en contra; los que invocan el imperio de la ley, ignorando que la ley emana de la soberanía popular. Y todos mienten porque el proceso de independencia de una región no está contemplado en ninguna ley ni en ningún reglamento (español o de ámbito europeo), y debería, por lo tanto, construirse haciéndolo, fruto de una serie de negociaciones que solamente tendrían sentido si se demostrara de forma fehaciente que una mayoría cualificada de la población de Catalunya realmente lo desea. Asumiendo, por supuesto, que una declaración unilateral de independencia no se le ocurriría plantearla a ningún político con voluntad de seguir dedicándose a ello.

Cada cual puede tener su propia opinión sobre ese proceso de independencia. Habrá quienes opinen que sería bueno para los catalanes y quizá negativo para el resto del Estado; los que crean que sería malo para los catalanes y también malo para el resto; los que intuyan que sería beneficioso para todos; o incluso los que se teman que sería un anticipo del fin del mundo.

Pero los políticos que gobiernan tienen la obligación de hacerlo al servicio de todos los ciudadanos, al margen de cuáles sean sus opiniones personales.

Es por ello que me gustaría ver a un Rajoy con agallas (él que acusa a Mas, con cierta razón, de no tenerlas para enfrentarse a la crisis), que iniciara una negociación para definir al detalle el ámbito y el contenido de un referéndum entre la población de Catalunya, a partir del cual se pudiera determinar sin error que la mayoría es efectivamente partidaria de iniciar un proceso de secesión, con todo lo que eso podría suponer. La pregunta o preguntas que habría que formular en un referéndum de ese tipo deberían ser objeto de una profunda negociación, y habría que acordar en qué sentido sería vinculante uno u otro resultado, para todos.

Pero en lugar de eso, que podría ser un proceso limpio que desarmaría por completo las burbujas catárticas, en dos semanas se van a producir unas elecciones autonómicas en Catalunya, donde es más que probable que CiU alcance la mayoría absoluta. Y Mas entenderá ese resultado como un plebiscito de sus posiciones, y a partir de entonces ya tendrá excusas suficientes para justificar ante su electorado que todo lo malo que, inevitablemente, les seguirá llegando, será producto de la cerrilidad de ese enemigo público de Catalunya que es el Gobierno del PP (y hasta el Rey, si vamos a eso, que tiene el mismo derecho que todos a tener su propia opinión personal, pero no tiene ningún derecho a sentar cátedra; su obligación es defender la soberanía popular, de donde emana todo lo demás) y no el resultado de una acción de gobierno de CiU que ningunea a las clases medias y a los ciudadanos de a pie, y beneficia a los que son de su clase o casta.
Pere Navarro, alcalde de Terrassa y candidato del PSC
a la Generalitat.
(Fuente: catalunyapress)

Mientras se tira de las riendas, todos pueden suponer, si así lo desean, que el galope de ese caballo debe ser muy elegante, pero nadie lo sabe con certeza. Sólo soltando (un poco) las riendas, se puede exponer a la atención pública la realidad de su trote afectado y de su galope cansino.

Bajo ningún concepto debería Rajoy elevar a Artur Mas a la categoría de mártir del nacionalismo catalán. Porque el martirologio es la máxima aspiración de cualquier nacionalista y es la última emoción mayor que resta antes del desastre.

Y todos los ciudadanos de Catalunya deberían ser conscientes de que estas Elecciones son tramposas, que tienen una dimensión de plebiscito de un cierto órdago de Mas, y que es indispensable que cada ciudadano reflexione y vote en las urnas si lo refrenda o no. Aunque para nada es así, algunos interpretarán el resultado de estas elecciones como si se tratara de un referéndum por la independencia de Catalunya. Los analistas de oficio no cesarán de sumar los escaños de las fuerzas (presuntamente) más proclives al independentismo y las más españolistas, y proclamarán una relación de fuerzas en base al resultado de estas próximas elecciones.

Hubiera sido mucho más limpio e ilustrativo que la primera votación popular en Catalunya fuera un referéndum consensuado entre Mas y Rajoy sobre el tema del soberanismo y de la independencia, en el que se formulara la o las preguntas correctas y a la que los ciudadanos pudieran responder sin vicarios intermedios.

Todavía nos tocará ver a Artur Mas hacer innumerables piruetas. Mas, que es un político listo (no estoy seguro si también inteligente) sabe bien que sólo apuntando al corazón se puede alcanzar la cabeza. Y también sabe, aunque no creo que se lo confiese ni a su almohada, que su objetivo realista último es conseguir administrar más dinero (un mayor presupuesto), con el que poder mangonear (distribuir) más a gusto de sus amigos. Mas sabe que la sola mención de la independencia ya supone tocar a rebato en muchos medios (a favor y en contra, por supuesto), y que, para muchos, cualquier cesión posterior parecerá un mal menor. A eso los médicos le llaman anestesiar, y los sociólogos narcotizar. 

Yo soy un catalán empadronado en Madrid, por lo que no puedo votar en Catalunya. Pero, si pudiera hacerlo, el 25 de Noviembre muy probablemente acabaría votando, por ejemplo, al PSC. Eso sí, tapándome la nariz y los ojos, porque su candidato (Pere Navarro, alcalde de Terrassa) carece de carisma personal y de visibilidad mediática, y el discurso del partido es errático y a menudo confuso; pero, por lo menos, han dicho con claridad que, en un eventual referéndum por la independencia, votarían que no. Probablemente les votaría aunque sólo fuera para evitar que mi abstención se entendiera como que no me importa lo que los políticos hagan de Catalunya, y para poner de manifiesto que la independencia no es mi opción.

Mariano, ya es hora de tomar una cierta altura de estadista y agarrar a este toro por los cuernos. Tratar de ignorarlo no lo va a anular sino que, acaso, lo hará mucho más fuerte y grande de lo que es en realidad. 

JMBA

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