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martes, 28 de julio de 2015

Catalunya como problema (político)

Ni Catalunya ni los catalanes tienen ningún tipo de problema (real) con el resto de España y el resto de los españoles. Está claro que en todos los bandos hay cerriles, estultos y maleducados. Pero dejando de lado todos los tópicos de uso exprés, no existe ningún problema real de relación.

Sin embargo, Catalunya sí es en la actualidad un problema político que hay que resolver.

El inicio de esta última etapa del independentismo catalán lo podríamos situar en esa promesa incumplible que hizo Zapatero, sobre un eventual Estatuto emanado del Parlament. Los siguientes pasos se dieron al judicializar el conflicto, fruto de un persistente (si no directamente tozudo) rechazo por parte del Gobierno de España de afrontar el conflicto desde un punto de vista político.

El siguiente escalón es de origen sociológico o de psicología colectiva. El proyecto de país que es España (todos los países necesitan tener un proyecto, una idea de lo que quieren ser de mayores) se ha deshinchado de forma alarmante. Actualmente, ser español no es nada de lo que nos sintamos especialmente orgullosos. Parecía que alcanzábamos el pelotón de cabeza de los países del mundo, pero eso ya es solamente una ilusión. El peso político de España en la Unión Europea es lamentable y bastante alejada de la que debería correspondernos por PIB y población.

La crisis gestionada por el PP nos ha llevado a ser un país de servicios de bajo valor añadido, sin ningún tipo de liderazgo reconocido en el mundo científico, técnico o industrial. Los salarios se han deteriorado de forma alarmante, y nuestra juventud mejor preparada no ha tenido otra solución que buscarse un futuro en otros países. Eufemísticamente, la Ministra de Trabajo le llamaba a este fenómeno movilidad internacional. Pero no nos engañemos, la mayoría de jóvenes que se van a Alemania, al Reino Unido, a Estados Unidos o al Sudeste Asiático no tienen en sus planes de futuro volver a España para que se les reconozcan sus muchos méritos. Es emigración pura y dura.

La mayoría de los españoles no tenemos mucho más remedio que resignarnos a esa realidad, sin dejar de trabajar para intentar salir de ese pozo, y confiando en que un liderazgo político de más altas miras y que genere un mayor entusiasmo nos pueda acompañar y liderar en ese camino.

En Catalunya, sin embargo, un político listo (al menos eso hay que reconocérselo a Mas) identificó esa debilidad como una oportunidad política. Añadiéndole un elemento de tipo práctico, como es la pésima definición e implementación de la financiación autonómica, tuvo todos los ases en la mano para asumir un papel mesiánico, entregado a la tarea de llevar a su pueblo a la Tierra Prometida.

En todos los territorios con una identidad histórica bien definida, hay una parte de la población que se siente visceral y emocionalmente independentista. Una minoría que no puede concebir cómo su tierra no tiene un estado propio, a pesar de que el propio concepto de estado es ya del siglo pasado. El siglo XXI es más bien el mundo de la globalización, los temas se resuelven en otros ámbitos y parte de la soberanía se delega a organizaciones supranacionales.

Yo estimo que esa parte de la población, en Catalunya, puede rondar el 20%. Igual, por cierto, que puede suceder en el País Vasco, en Bretaña, en Baviera o en Escocia. Desde un punto de vista estrictamente político, el papel de esa minoría es, habitualmente, puramente testimonial.

Sin embargo, los fenómenos coincidentes de crisis de proyecto de país y del España nos roba (para hacer corta una larga historia, aunque sea profundamente injusto decirlo así), permitió a Mas y sus socios de ERC (los tradicionales separatistas testimoniales) atraer a una parte bastante más importante de la población. Muchos ciudadanos que piensan que España no tiene remedio (especialmente mientras siga gobernando el PP), que perciben al país como demasiado casposo y con el que no sienten ninguna ilusión en identificarse.

El proyecto de construir un estado nuevo desde cero hay que reconocer que destila una cierta ilusión colectiva. Facilitada, por supuesto, con la idea de que España no tiene remedio. Un bote salvavidas que navega alejándose de un paquebote que zozobra.

Es en este entorno en el que se han desarrollado las movilizaciones ciudadanas masivas para los 11-S de estos últimos años, y todas las iniciativas políticas de los últimos tiempos, de forma muy especial el truncado (a medias) referéndum del 9-N.

El núcleo separatista de Mas y Junqueras (con la colaboración, si no directamente el liderazgo) de organizaciones de la llamada sociedad civil como la Assemblea Nacional Catalana u Òmnium Cultural, ha atraído a una parte ya políticamente significativa de la población catalana.

Mientras tanto, en el otro bando (asumamos que la situación ya tiene dos bandos bastante bien definidos) no ha habido una reacción política a la altura del desafío planteado. Rajoy y su Gobierno se han enrocado en el Imperio de la Ley y en la Constitución, y siguen empecinados en tratar judicialmente lo que son iniciativas políticas. Una medicina que no cura la enfermedad que sufrimos.

Posiblemente hoy, si se planteara un referéndum de verdad en que votaran todos los ciudadanos de Catalunya, el bloque independentista sumaría en torno al 40%.

Hay una parte importante de la población de Catalunya que no es ni se siente independentista. Pero este grupo ha estado prácticamente callado, quizá sojuzgado por un entorno que tiende a ser asfixiante de pensamiento único. Y las únicas voces que se han oído se han alineado, prácticamente, con el nacionalismo españolista tradicional del PP. Lo que es más grave todavía, es que a un porcentaje nada despreciable de los ciudadanos de Catalunya les da absolutamente igual.

No he visto a nadie, en todo el espectro político nacional, que haya intentado suministrar un remedio, una medicina, para el problema de fondo que ha convertido un sentimiento testimonial en un desafío político. Por parte del Gobierno de España no he visto la más mínima iniciativa encaminada a revisar y hacer más justo el sistema de financiación autonómica. Y tampoco ayuda el triunfalismo dialéctico respecto a la situación económica, sin que se adivinen visos de inquietud por mejorar la posición internacional de España, de dignificar la Marca España y de avanzar en un proyecto ilusionante de país.

Dicho sea de paso, la situación en el País Vasco no tiene nada que ver. Desde un punto de vista práctico, su Concierto Económico les garantiza una razonable financiación autonómica. Y su cuota de separatistas viscerales no es que estén resignados, pero son conscientes de que el aliciente de un Estado Vasco, en estas condiciones, es muy limitado. Saben y conocen las ventajas de estar integrados en la Unión Europea y en la zona euro, y su industria saca conveniente partido de ellas. Un Estado Vasco, hoy, no tendría mucho más sentido que el puramente emocional o sentimental.

Mientras tanto, Rajoy ni está ni se le espera. Su Gobierno no hace más que denigrar a Mas y a sus seguidores, amenazar con el Tribunal Constitucional y hablar del artículo 155. Intentar bajar la fiebre a gritos. Absurdo, si no fuera lamentable y patético.

Ahora se plantean unas elecciones autonómicas para el 27-S (que todavía no están convocadas) que Mas y Cia. insisten en calificar de elecciones plebiscitarias. Han elaborado una (curiosa) lista a la que han llamado Junts per el Sí, aunque la CUP no ha querido integrarse. Confío en que acabe habiendo otras listas, de derechas, de centro, de izquierda, que sean capaces de insuflar en el electorado una ilusión diferente de la independencia. Si no fuera así, podríamos estar encarando un episodio que, como mínimo, resultará muy enojoso.

Sólo si fructifican esas listas alternativas podría movilizarse el electorado hasta el techo técnico del 80% (un decir) y que de esas elecciones salga una radiografía razonablemente completa del estado actual de la sociedad catalana.

Y confiemos en que las Elecciones Generales de fin de año nos traigan un Gobierno con mucho más talante de diálogo, y con la idea clara de conseguir que el proyecto de España como país nos vuelva a generar ilusión a todos.

JMBA 

6 comentarios:

  1. Impecable como acostumbras. Bigas. Gracias por informarme de que las elecciones del 27S no están convocadas. Como sufro tda, ya comenzaba a pensar que el problema era mío de que no me había enterado pero que sí estaban convocadas.
    Un abrazo.
    Santi

    ResponderEliminar
  2. Impecable como acostumbras. Bigas. Gracias por informarme de que las elecciones del 27S no están convocadas. Como sufro tda, ya comenzaba a pensar que el problema era mío de que no me había enterado pero que sí estaban convocadas.
    Un abrazo.
    Santi

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  3. Bueno pues ayer convocó Mas las elecciones para el 27 S. Terco, intransigente, victimista, individualista y egoista como buen nacionalista.

    Aunque lo me más me chocó, e indignó, de su discurso era la justificación. Una situación "excepcional" que requiere una respuesta "excepcional".

    Y ... donde está la excepcionalidad, me preguntaba? Yo pensaría en una invasión, en una guerra, en una peste, en que se ha expulsado al Barca de la Liga española ...

    Y aunque es elogiable tu intento amigo Bigas por diseccionar la cansina realidad catalana discrepo algo contigo respecto a las causas. Que para mi es fundamentalmente que con la mayoría absoluta del PP ni Pnv ni Ciu están rascando mucho, no son necesarios y no están "sacando" nada al Estado . Situación que a mi me parece la normal, lo anormal ha sido ese estar rascando tajada permanentemente en 30 años.

    Tampoco yo echaría en el olvido otra situación que, soy consciente, no gusta sacar en los debates (la sangre molesta). Cual es el final de Eta. Para mi el panorama territorial hispano hubiera sido muy distinto sin Eta, y tanto Pnv como Ciu se han beneficiado enormemente. Es más creo que si esos partidos hubiesen querido Eta no hubiera durado mucho pero ... prefirieron chupar rueda. Ese siempre será para mi un punto negro de esos partidos.

    Y también discrepo (vaya, hoy toca discrepar) de que el Estado haya tenido culpa en esta situación. Sugieres que se hubiera cambiado la Constitución, que se hubiera mejorado a Cataluña la financiación... Pero si eso es lo que llevamos haciendo 30 años ...Y adonde nos ha llevado?

    La actitud de Rajoy en este punto me ha parecido básicamente correcta. Y muy difícil por cierto.

    Cataluña para mi es como los adolescentes caprichosos y egoistas, acostumbrados a la queja permanente y a que siempre se les haya dado un caramelo. Necesitarían un buen psiquiatra (las personalidades generosas y tolerantes no suelen necesitarlo). Aunque asumo que la situación en estos 30 años les ha llevado demasiado lejos, demasiada educación y televisión basada en el odio y la confrontación. Sinceramente ni idea de cómo acabará esto.

    Y respecto a propuestas de cambiar la Constitución por un sistema federal tampoco creo que nos lleve a nada especial, a los 2 años reclamarían otra cosa.

    Aunque por lo demás, no estamos ya de facto en un estado federal? Y con las mayores cotas de descentralización que, posiblemente, ningún otro país del mundo?

    Y desde luego hoy por hoy, con un panorama político tan revuelto, me parece simplemente imposible llegar a mínimos consensos. En esa situación, virgencita que me quede como estoy. O la máxima ignaciana de que en tiempos de crisis no hacer mudanzas.

    Igual si todos en vez de reclamar al Estado tantos derechos, nos interesásemos en cuidarlo y ayudarle cumpliendo nuestras obligaciones ciudadanas ...igual nos iba mejor a todos. Los tiempos de L' estaca ya pasaron.

    Pero hay en el alma hispana (y en ello los nacionalistas son los más españoles) una genética tendencia a la permanente insatisfacción, a la autodestrucción.

    El 10 de agosto subimos desde el Monastario de la Demanda al San Lorenzo de la Sierra de la Demanda (2.200 metros). Que Dios reparta suerte y no nos haga demasiado calor.

    Un abrazo





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  4. (y adjunto esto que escribí en el blog de Carlos Martínez Gorriarán, en su entrada del 10 nov 2014 que tituló "El 18 Brumario de Artur Mas y Mariano Rajoy". Mi comentario versaba sobre las reclamaciones de tratos fiscales diferenciados)



    Viendo todo con perspectiva yo creo que una de las principales causas de la tensión territorial hispana proviene de haber mantenido en la Constitución 1978 para vasconavarra ese monumento a la insolidaridad que es el sistema fiscal del Concierto. La Constitución que tantos anacronismos eliminó respetó éste.

    Un hecho que, los que tenemos una cierta edad, percibimos como una concesión para apaciguar a la fiera Eta. Concesión como tantas y tantas se hicieron después. Y lo malo es que la fiera no se aplacó en absoluto, es más observó que eran signos de debilidad y siguió reclamando más y más. Así funcionan los nacionalismos, cuanto más cedes peor. Así ha pasado en estos 30 años con el País Vasco y con Cataluña.

    Y volviendo a Cataluña me parece claro que de no haber tenido ese agravio comparativo que es para todos el Concierto fiscal no habrían llegado tan lejos como han llegado.

    Pues ya que hablamos de Napoleón podríamos recordar su frase de que las guerras se ganan con tres cosas, dinero, dinero y dinero. Lo mismo ocurre con los nacionalismos, su auténtica reclamación es la dineraria.

    Y uno puede entender que la condición humana propende por naturaleza al egoismo (yo no sé si hay animales que reparten su comida, salvo por parte de los padres a sus hijos). Pero lo que ya me chirría y me provoca bastante indignación es que algunos partidos con aires de progresía admitan el derecho a separarse de algunos territorios ( que normalmente son los territorios más ricos, el pobre nunca quiere separarse).

    Curioso sí que tales partidos, que se ponen muy gallitos proponiendo hacer pagar muchos más impuestos a los ciudadanos ricos, vean en cambio hasta elegante el permitir que territorios económicamente más pujantes dejen de ayudar a territorios menos favorecidos.

    No sería raro que después cualquier día los ciudadanos-ricos esgrimiesen también su “derecho a decidir” es decir su derecho a no repartir sus impuestos. Porqué no? Pues a fin de cuentas a qué viene esa sacralización del territorio? Un ciudadano- rico no es muy distinto que un territorio- rico. Y su tratamiento debería ser el mismo, ambos deben contribuir más a los ciudadanos y territorios que no han sido tan afortunados como ellos.

    Si argumentamos que alguien tiene derecho a mejor fiscalidad por el mero hecho de nacer en un territorio en lugar de en otro... porqué no también admitir un trato privilegiado a los ingenieros de caminos, a los pilotos del Sepla, a los grandes abogados... o mejor, porqué no mantener los privilegios que tuvo desde siempre la aristocracia, las grandes familias de condes y marqueses, los grandes de España ...

    Resumiendo tenemos que seguir manteniendo entre nuestros objetivos, aun asumiendo que no es tarea ni fácil ni a corto plazo, no solo el que no se extienda el Concierto Fiscal a Cataluña (ese sí sería el fin de España entendida España como un ámbito de solidaridad) sino que se derogue el actual Concierto vigente en el Pais Vasco y Navarra.

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  5. Respuestas
    1. Coincido con la opinión de Javier.
      España lleva funcionando más de 500 años con mayor o menor fortuna. En la actualidad, desde el año 1978, hemos establecido una legalidad inter-pares, denominada "Constitución ", que fue consensuada por todos (con los fallos ya apuntados de prolongar situaciones de privilegio, que en 1978 se debía y podía haber corregido).
      Una Ley como la Constitución pactada por todos puede ser cambiada , pero no porque una parte del todo quiera arbitrariamente. Eso es ilegal, y ésto no es judicializar el asunto. Es pura y simplemente respetar caballerosamente unas reglas de juego establecidas de consuno.
      Lo demás son cambalaches que disgustan al resto del pais, y con razón. El nacionalismo es justo lo contrario al internacionalismo. Y el que tenga oídos, debe escuchar.
      F.M.

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