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miércoles, 8 de diciembre de 2010

Tras la sedición, la calma. Lo que queda por hacer.

Por el momento, parece que la situación en los cielos está tranquilizada. El Gobierno (Zapatero, Rubalcaba, o quien sea) hizo lo que debía, sofocando la sedición de los controladores aéreos del pasado fin de semana, y poniendo coto inmediato a ese órdago inadmisible al Estado.
(Fuente: oposiciones)

Pero, insisto en lo que decía el sábado pasado, la situación, ni mucho menos, está resuelta de un modo estable y sostenible.

AENA es, en sí misma, un problema. Con una deuda multi-mil-millonaria (básicamente debida a las muy cuantiosas inversiones en nuevos aeropuertos y nuevas terminales, con costes muy por encima de los presupuestos iniciales), no se puede solamente demonizar a los controladores aéreos como los causantes del desaguisado. No olvidemos que la red de aeropuertos (en un país con grandes inversiones en transporte ferroviario de Alta Velocidad) no ha parado de crecer. Y hay más de uno que probablemente se acabe quedando en juguete para los políticos locales y regionales, y, de hecho, el de Ciudad Real arrastró a la Caja de Castilla-La Mancha a necesitar un rescate milmillonario.

Con este panorama, tiene que asegurarse el control aéreo incluso en aeropuertos con uno o ningún vuelo diario. Esto difícilmente puede hacerse de un modo rentable.

Veremos lo que reporta la privatización (parcial, hasta el 49%) de AENA. Al gestionar (hasta ahora) al mismo tiempo las tareas técnicas (navegación aérea) y las de infraestructura (gestión de aeropuertos), la tentación de financiar obras faraónicas a partir de las tasas técnicas ha sido constante, lo que provoca que muchas de las cifras que se han estado esgrimiendo como dagas turcas (especialmente por parte del Ministro de Fomento y del Presidente de AENA) estén desfiguradas. Una red con más de treinta aeropuertos (con dos tercios que son pequeños o muy pequeños) no permite la comparación sin más con las cifras de productividad que proporciona, por ejemplo, Alemania, para una red de 16 aeropuertos medios, grandes o muy grandes.
César Cabo, controlador aéreo
(Fuente: Qué.es)

Por otra parte, aproximadamente un 20% de los controladores aéreos en España no son operativos (es decir, nunca están en línea en tiempo real), sino que desarrollan otras labores de gestión y dirección. Incluirlos en las cifras medias que se aportan desfigura por completo la validez de cualquier comparación.

Con todo ello quiero decir que, deliberadamente, desde el Ministerio de Fomento y AENA se ha venido demonizando al colectivo de los controladores aéreos, como los únicos causantes de todos los males (incluyendo, muy probablemente, el asesinato de Prim). Con ello se echa tierra encima a otras desviaciones económicas graves de AENA, que son, en buena parte, las causantes de su importante deuda.

Como en todo colectivo, en el de los controladores aéreos hay de todo, como en botica. Todos ellos han estado cobrando unos emolumentos muy generosos (ellos afirman que en línea con las recomendaciones de diversos organismos internacionales en la materia). Pero algunos alcanzaron retribuciones monstruosas, en base al mecanismo de las horas extras, extraordinariamente bien pagadas.

El colectivo es básicamente culpable de dos grandes errores: el primero (bueno, el más reciente) fue recurrir a la sedición y al secuestro de 650.000 ciudadanos para (presuntamente) defender sus posiciones negociadoras. Un arma de doble filo que les ha llevado a ser los profesionales más odiados (y también envidiados por muchos) del país, en este momento incluso por delante de los abogados y los políticos. Pero su gran error fue aceptar (desde hace ya más de una década) un esquema de funcionamiento que les propuso su empresa (AENA), basado en el no aumento de plantillas, y en la realización de un número exorbitantemente elevado de horas extras (en muchos casos, muy por encima del 50% de las horas regulares). Lógicamente, la aceptación de este esquema les ha producido (a muchos; seguramente no a todos) unos beneficios (económicos) enormes en el corto plazo, y sospecho que este fue el único motivo para su aceptación.
(Fuente: torresdelmundo)

No me meteré en opinar sobre si las 1.200 horas de jornada anual (de horas regulares) era mucho o poco. Entiendo que se trata de un trabajo a turnos y que requiere mucha concentración. Que posiblemente no sea posible desarrollarlo durante mucho tiempo continuado, precisando de frecuentes períodos de descanso, etc. Hay muchos organismos internacionales que se dedican (total o parcialmente) al tema de la navegación y el control aéreo, y las técnicas del benchmarking (o comparación) son las que deberían primar. Comparando siempre, eso sí, peras con peras y manzanas con manzanas.

Intentar regular sus condiciones laborales mediante un Real Decreto Ley sólo se sustenta realmente en la previa demonización del colectivo. Con ello quiero decir que putear al colectivo de controladores aéreos ni es la solución a los problemas de navegación y control aéreo en España, ni es la solución económica o financiera para sacar a AENA de sus deudas.

Claro que esa demonización deliberada, llevada a cabo muy especialmente por José Blanco, es fácil trasladarla a la opinión pública cuando se dan condiciones de privilegio percibido por el ciudadano de a pie (jornada reducida y retribuciones enormes) y se refuerza con la propia actitud chulesca y matonesca que siempre ha exudado el colectivo, con el colofón de la sedición del pasado fin de semana. Con estos mimbres, pocas oportunidades tiene el colectivo de ganarse a la opinión pública.
Sala de la Torre de Control de Frankfurt
(Autor: Sam Chui; Fuente: airliners)

Si tenéis tiempo (porque es bastante extensa y minuciosa) podéis leer la carta abierta que dirigió un controlador aéreo (a título personal) al Ministro de Fomento en Junio pasado. En ella se revisan y analizan (con el punto de vista de una parte, por supuesto) todos los temas relacionados con este problema, y se denuncian las comparaciones falaces o truculentas que se han publicado desde AENA o el Ministerio. Siempre que no sucumbáis al evidente victimismo con el que está escrita, os ayudará a entender más aspectos del problema.

En resumen, el Estado de Alarma durará quince días, o se prolongará un poco más, para evitar serios problemas durante las fiestas navideñas. Pero luego hay que ponerse, por las dos partes, a encontrar una solución al problema, que sea sostenible y duradera. Solución que debe pasar, sin ninguna duda, por una ampliación consistente de la plantilla de controladores aéreos. Habrá que habilitar también soluciones temporales para ese período en que los nuevos todavía no estén disponibles.

No consigo entender por qué AENA propuso en su momento un modelo que pasaba por las horas extras, y por tanto, por las retribuciones monstruosas, y por la no ampliación de plantilla. Ese hecho creó los privilegios que tan difíciles son de desmontar (si no es por Decreto) y le da al colectivo una capacidad de presión, chantaje, sabotaje o como le queramos llamar, que es inadmisible.
Jumbo despegando de Los Angeles
(Autor: Sam Chui; Fuente: forocoches)

De entre los más de cuatro millones de parados que hay en España, no creo que haya muchos problemas en encontrar a dos mil que tengan capacidad para ser controladores aéreos, y que estén dispuestos a empezar su formación el próximo lunes. Pero la situación actual no es sostenible. Seguramente habría que reducir (una vez ampliada la plantilla) la jornada anual (impuesta por el Decreto de Febrero) de las 1670 horas (+80 extras) a valores más homologables con el resto de administraciones europeas de parecido cometido. Si las situaciones denunciadas en la Red por algunos controladores son ciertas (sobrecarga de turnos, con muy pocos días libres, etc.) eso no es sostenible más que temporalmente. Y esa situación, por lo que parece, se agrava con el Decreto del viernes pasado.

Que, dicho sea de paso, el Gobierno podía haber refrenado su afán provocador y publicar el Decreto el viernes 10 en lugar de la víspera del puente más goloso de todo el año. Excepto, claro, que persiguiera buscar las condiciones objetivas para decretar el Estado de Alarma. Pero 650.000 rehenes es un precio, definitivamente, exageradamente elevado, y no voy a pensar tan mal.

En resumen, el Gobierno ha reaccionado bien. Pero ahora tiene que hacer los deberes.

JMBA

 

2 comentarios:

  1. Sólo un comentario al margen.
    La situación de los controladores, en general y, concretamente, su salario, me parece un asunto kafkiano. En efecto, ni el propio Kafka huniera imaginado que unos señores con una formación mucho menor que la exigida en profesiones como médico, arquitecto o ingeniero de caminos, por poner ejemplos, ganen 10 0 20 veces más de éstos. Si se me alude a lo de la responsabilidad, ¿ qué decir de la de un cirujano que día a día se encuentra con personas en trance vital o la del arquitecto que diseña una casa de 10 pisos , la del conductor de un tren o la del ingeniero que diseña un puente, o es que éstos deben hacerlo bien porque los principios éticos les vienen de cuna , y los controladores son una profesión más nueva y por tanto, mas asilvestrada??.

    En fin, que Reagan en éste caso, lo supo hacer muy bien

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  2. Imperdonable lo de los controladores, claro, clarísimo. Pero...en efecto, el Gobierno ha reaccionado bien como se dice en el artículo, pero...lo malo es que antes no había ACCINADO bien. Ellos (el Gobierno) se lo han buscado y ellos (el Gobierno) se lo ha encontrado. Pero la frase hay que completarla: todos nos lo hemos encontrado (¡¡¡en nuestras "nalgas", y cómo!!!) debido a que el Gobierno se lo había buscado. La última parte del "silogismo" no parece que haya que escribirla, por obvia, para saber a quién hay que exigir las máximas responsabilidades. A los unos el castigo, a los otros la responsabilidad. Yo así lo veo.
    ¡Ah!, y hay que prolongar el estado de alarma ese por un año más, no sea que a los trashumantes de merinas del año que viene se les ocurra hacer pasar sus rebaños por mitad las pistas del aeropuerto de Barajas.

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