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sábado, 2 de junio de 2012

Una de las peores maldiciones para el viajero

Esta mañana de sábado, pasó. En la zona de autobuses del hotel Ibis Meriadeck de Burdeos, había dos autocares aparcados: uno español y el otro francés. Se anticipaba el desastre.

Bajé para desayunar a las ocho de la mañana. Pronto para ser un sábado, pero quería viajar hasta Brive-la-Gaillarde (unos 300 kilómetros por la ruta más rápida), pero tenía previstos algunos desvíos (la jornada de puertas abiertas en los châteaux de Lalande de Pomerol, una macro-tienda de vinos en Le Bugue (Dordogne) y el castillo de Castelnau), por lo que convenía iniciar prontito el día.

En el buffet de desayuno coincidí con los maduros (tercera edad, vamos) del autocar francés. Sin duda, lo peor de lo peor: todas las mesas ocupadas, el buffet asediado, el jamón york y los croissants arrasados. Coincidí no hace mucho en el buffet de un hotel de los alrededores de Londres con los ocupantes (adolescentes) alemanes de un autocar de turismo. Fue duro, pero nada que ver.

He reflexionado, y localicé tres razones por las que los de la tercera edad son los peores con los que coincidir en el buffet de desayuno:

1) Están organizados. Todos se conocen entre ellos (o lo hacen ver). Se saludan con las bandejas en la mano, y se comentan los achaques de la noche. Se acumulan, de pie, en torno a las mesas de los demás, y repiten de café, esquivando las recomendaciones de sus médicos.

2) Se enfrentan al buffet como si no hubiera un mañana. Dan tres vueltas a los mostradores, cogiendo de todo, y a veces doble. Lo que deciden no comerse se lo llevan consigo, por si acaso hoy no hubiera almuerzo. Aprovechan al límite el tiempo de descuento, y jamás se plantean (cuando están de viaje) lo que les conviene y lo que no. Se advierten unos a otros de las precauciones, pero todos saben que están viviendo unos días sin freno, restricciones ni claudicaciones.

3) Y lo que es sin duda más letal para cualquier viajero que coincida con ellos, y no sea de su grupo: tienen tiempo y odian las prisas. A los adolescentes los citan para partir a las ocho, y consideran una debilidad aparecer por el buffet de desayuno antes de menos cuarto; a los abuelos los citan a las ocho, y consideran una traición no estar en el buffet a las siete. Claro, luego lo complican todo porque practican prolongadas sobremesas del desayuno, no liberando las mesas en el tiempo que debería ser razonable.

Siempre he fantaseado con la idea de escribir una novela negra, que empezaría con uno de estos abuelitos que aparece muerto en la silla del desayuno de un hotel en algún lugar. Pero siempre que he empezado a intentar desarrollar la trama, he llegado a la conclusión de que el asesino más probable sería yo mismo, y he abandonado la tarea.

El buffet de desayuno del Ibis Bordeaux Meriadeck es más que razonable (especialmente por el precio al que lo cobran, 9€). Disfrutado en semisoledad es una gozada; pero si coincides con uno de los autocares, se convierte en un drama. Porque, además, a las camareras las posee el mismo estrés, y pueden limpiarte la mesa, aunque sólo te hayas levantado a buscar una cucharilla. Merece la pena madrugar para disfrutarlo en buenas condiciones. Si hay autocares, las ocho es una hora nefasta. Aunque no está garantizada la tranquilidad ni siquiera a las seis y media de la mañana.

Es urgente aislar algunos hoteles solamente para los autocares de la tercera edad: que compitan entre ellos.

JMBA 

2 comentarios:

  1. MMMMM, de acuerdo sólo en parte, JM. No nos metamos tanto con los de la 3ª edad, que pronto me (nos) toca tú. La edad oficial son 65 e incluso antes !!!, aunque hasta los de 90 y más alguno/a que conozco quiere seguir aquí en la brega, en este mundo traidor jaja!!! Cést la vie!!!!

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  2. Amigo, yo lo que pongo de manifiesto son las dificultades de coexistencia "pacífica" de grupos de turistas (especialmente de la tercera edad, por los motivos que indico) con los viajeros individuales. Creo preferible intentar encontrar una solución razonable para todos, antes de que mi novela negra desarrolle su argumento. Un abrazo.

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